INTRODUCCIÓN.
Si bien la cooperación y la solidaridad entre los seres humanos es una característica que permitió nuestra supervivencia -como especie- hasta hoy día, también es cierto que la competencia, la lucha, el ansia de predominio, el ejercicio del poder y tratar de controlar a otros, también nos caracteriza. Somos seres complejos: simultáneamente estamos poseídos por Eros y por Thanatos, las fuerzas del amor y la vida, por un lado, y por el otro, de la muerte y la destrucción (Sigmund Freud).
El medio ambiente dentro del cual nos desarrollamos -el entorno social, económico, político, histórico, cultural y educacional- facilita, incluso promueve, aspectos específicos y concretos de nuestra esencia más oculta, (¿personalidad?), que se traducen en conductas y decisiones orientadas más hacia la cooperación o el enfrentamiento. En estos procesos intervienen asimismo inclinaciones personales, genéticas dicen hoy algunos; formativas -que dependen del marco familiar, cultural y social- dicen otros.
Somos capaces de ofrecer nuestras vidas por diferentes personas en ciertas circunstancias, y en otras, somos también capaces de quitárselas.
Esta dualidad del ser humano nos indica su complejidad, maleabilidad y elasticidad, pero también su capacidad de adaptación o asimilación de nuevas y distintas normas de conducta. Ya sea por motivos ideológicos, conveniencia, comodidad, educación, influencia de la publicidad y la propaganda, etc., pasamos de una forma de comportarnos a otra con relativa rapidez, y estamos convencidos de nuestras nuevas creencias, con la misma intensidad que ayer estábamos de otras. Los cambios pueden incluir a veces variaciones inusitadas: pasar de un extremo a otro respecto de posiciones que hasta cierto momento eran normales y cotidianas. Ejemplos no faltan: lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial o en la guerra que llevó a la disolución de la antigua Yugoslavia y las matanzas denominadas “limpieza étnica”: antiguos vecinos que vivían en paz y convivencia normal, se masacraron unos a otros, poblados fueron arrasados y sus habitantes asesinados por sus vecinos (Ruanda, Sudán, la antigua Yugoslavia y Cambodia son solo algunos ejemplos). Algo parecido está ocurriendo hoy día en distintas latitudes: la tragedia de los refugiados que escapan de las guerras, o de dificultades económicas, en distintos lugares del mundo. No tienen a donde llegar por que nadie los quiere recibir y muchos mueren en el intento de llegar a un país “seguro”. Muchos de los que hoy se oponen a recibir y salvar a otros seres humanos, estuvieron hace poco tiempo -en términos históricos- buscando refugio para salvarse de las persecuciones de las que fueron objeto. En otros casos, fueron sus progenitores -ciudadanos de potencias coloniales- los que causaron que grandes números de población -los colonizados- tuviesen que huir o sufriesen persecuciones e injusticias atroces.
En una síntesis tan apretada de procesos sumamente complicados, las generalizaciones no toman en consideración que también hay mucha gente que no renuncia a sus creencias, están totalmente identificados con ellas, ponen en peligro sus propias vidas y muchas veces se inmolan en nombre de las ideas a las cuales no están dispuestos a renunciar.
Menciono estos temas porque a nivel económico pasa algo parecido. Vivimos nuestra realidad económica cotidiana y pensamos que ese es el modelo “natural”. Las alternativas al mismo, son vistas como un fenómeno secundario, algo marginal, que no es tomado en cuenta porque es prácticamente irrelevante. No recordamos que en épocas pretéritas vivíamos con modelos económicos diferentes, que en ese momento eran el modelo “natural”, aceptado por todos. En el futuro es muy probable que nuestro entorno económico sea muy distinto del actual, y ese será, nuevamente en ese momento, el modelo “natural”.
La característica de los modelos, de todos ellos, independientemente que se trate de un modelo económico, físico, astronómico, social, financiero, químico, etc., es su temporalidad. Ningún modelo es eterno. Todos los modelos vienen a presentar, explicar, solucionar o describir una realidad tal como la vemos en un momento determinado, con los elementos con los que contamos en ese momento. Ese modelo es aceptado mientras su utilización no genera problemas, contradicciones o dificultades de una importancia tal que hagan necesaria su sustitución por otro modelo. Eso no quiere decir que el nuevo modelo es obligatoriamente mejor que el anterior, sino que éste explica, soluciona o describe mejor, algunos de los problemas que se presentan precisamente por la utilización del modelo antiguo y las contradicciones que éste empieza a generar, o considera elementos nuevos, desconocidos anteriormente. Todo modelo tiene implícita en su propia esencia, su final. Su aplicación genera situaciones no previstas en el momento de su gestación, que en definitiva crean la necesidad de un cambio, su sustitución por otro modelo. Es el principio de la entropía que rige nuestro devenir: desde el momento de nuestro nacimiento estamos destinados a desaparecer. La responsabilidad del ser humano es no aferrarse a la utilización de instrumentos pertenecientes a un modelo que empieza –en cierto momento- a ser visto como no adecuado, inefectivo e incluso contraproducente a la situación, problemas o dificultades que se generan años después que comenzó su aplicación, y que en su momento fue efectivo, por lo menos para algunos sectores (los que ostentan el poder de decisión). Nunca sabemos de antemano durante cuánto tiempo ese modelo servirá, o será utilizado. Pero debemos ser conscientes que en algún momento deberemos cambiarlo y sustituirlo por otro, y así sucesivamente…
SÍNTESIS HISTÓRICA ECONÓMICA
Planteo estas cuestiones porque en el desarrollo económico de la humanidad, y con mayor seguridad desde la Edad Media hasta nuestros días, que es cuando hay mayor documentación disponible, vemos también algo similar: el ser humano toma como verdad absoluta, como un hecho consumado, algo que es resultado de una realidad económica, un desarrollo tecnológico, decisiones políticas, concepción ideológica, fe religiosa, convenciones sociales, a las cuales fuimos preparados, educados, formados, adoctrinados, y pensamos entonces que “las cosas son así”. Pero las cosas no siempre fueron así como las conocemos en la época en la cual nos toca vivir: son así desde el momento que se decide que “son así”.
Durante la Edad Media -unos diez siglos aproximadamente, entre el siglo V y el siglo XV, que es cuando comienza el Renacimiento- el modelo económico con el cual se regía la vida económica en occidente era totalmente distinto del que conocemos en la actualidad. No me refiero a los aspectos industriales o tecnológicos que comenzaron con la Revolución Industrial y se prolongan, e incluso se intensificaron, hasta hoy día. Me refiero a la concepción económica que regía el quehacer comercial. Las premisas eran totalmente diferentes; los conceptos eran distintos. El modelo económico que regía los contactos entre las personas estaba basado fundamentalmente en el intercambio, el vínculo directo entre seres humanos, el contacto personal entre los que intervienen en la negociación. El trueque -el intercambio de productos- era ampliamente utilizado. Como esta modalidad comercial tenía también muchas limitantes, se utilizaban “monedas” diferentes (semillas, granos, “recibos” y también monedas). Pero lo interesante a recalcar es que toda la actividad comercial se llevaba a cabo sin el concepto que hoy día es prácticamente entendido como obvio, lógico y natural: el de ganancia. No existía el concepto de ganancia para la gran mayoría, pues estamos hablando de una economía de subsistencia. Las transacciones se llevaban a cabo no para ganar, sino para mantener en funcionamiento el orden de las cosas. El herrero para seguir produciendo sus productos tenía que comparar algunos insumos. Los que vendían esos insumos necesitaban los productos que el herrero producía. Intercambiaban unos productos por otros: lo que unos producían por lo que otros les proporcionaban para que éstos pudiesen seguir produciendo. Así con todos los sectores: los agricultores llevaban los alimentos que producían al mercado para intercambiarlos por los productos que necesitaban para seguir produciendo alimentos que los demás necesitaban -por motivos obvios-, lo que les permitía seguir produciendo los productos que los agricultores necesitaban, y así en un círculo virtuoso.
De esta forma funcionaba el mercado, “dirigido” por las fuerzas productivas, que ofrecían sus productos o servicios, los intercambiaban, y en términos generales, nadie individualmente ganaba. Ganaban todos, es decir la comunidad. Eso generaba estabilidad: fortalecía -o debilitaba, según fuese el caso- los vínculos personales, aumentaba la confianza -o la desconfianza- entre los que participaban en los intercambios, pero como la mayoría de las transacciones se llevaban a cabo a nivel comunitario, el que engañaba una vez, es muy probable que le fuera difícil hacerlo por segunda vez.
Uno de los resultados de las cruzadas, fue que cuando volvieron a sus lugares de origen los que salieron a ellas, introdujeron algunas de las innovaciones que vieron en las tierras de las cuales estaban regresando. Una de ellas fue el bazar. La economía del bazar, que es el intercambio, venta y compra -pero a una escala mayor- así como el contacto personal entre las fuerzas vivas en una comunidad, -o entre varias comunidades- en lugares y fechas determinadas, aseguraba la estabilidad no solamente económica, sino también la social, política e institucional, pero con impacto territorial mayor.
De esa forma se iba afianzando y fortaleciendo la independencia y posicionamiento del sector productivo de la sociedad vis-a-vis la aristocracia, que veía su poder y control sobre sus vasallos limitado por la autonomía relativa con la cual la comunidad desarrollaba su vida y las actividades económicas y sociales. La vida económica de la comunidad se estaba llevando a cabo sin la intervención de la aristocracia, de los señores feudales. Éstos tenían capacidad para dirigir ejércitos en la guerra, más no para dirigir el mercado en tiempos de paz, que se desarrollaba prácticamente sin su intervención. Más aún: éste se desarrollaba sin la dirección de nadie, pero con la participación de todos los que tenían algún producto o servicio que ofrecer, y que por supuesto era necesitado. Eran muchas “caras” -no solo una- las que representaban al mercado, y muchas manos las que lo operaban. Las “guildas”, gremios o cofradías de artesanos que organizaban el quehacer, instrucción, remuneración y normas de conducta de las personas que se dedicaban a un giro o profesión determinada, tenían fuerza y capacidad de decisión. Influían en lo referente al oficio que representaban con relativa independencia, pero no fijaban las normas de operación de las otras cofradías. En total, todas ejercían su influencia manteniendo un cierto equilibrio unas con otras. El mercado era plural, no había monopolios en el sentido actual del término, porque su misma estructura lo impedía.
El trueque permitía la realización de operaciones comerciales sencillas. Para operaciones comerciales más complicadas se necesitaban otros instrumentos. Las monedas de materiales preciosos, oro y plata, por ejemplo, residuos todavía del imperio romano, fueron utilizadas para pagar a los caballeros cruzados, o eran emitidas por centros comerciales importantes como Florencia. Las monedas, a pesar de la degradación a la que fueron sometidos a lo largo del tiempo, -y que generaba inflación, al disminuir continuamente su valor pues disminuían la cantidad del metal que contenían- tenían un valor intrínseco y se guardaban, más que nada por los que ya eran ricos (los señores feudales y los grandes comerciantes, que eran la minoría).
Comerciantes conocidos en la comunidad -y en los cuales se confiaba- emitían a veces “recibos” que podían intercambiarse por los servicios/productos que personas necesitaban, si se complicaba su obtención por medio del trueque. Lo importante a enfatizar es que estos recibos no tenían como objetivo enriquecer a los comerciantes locales, sino posibilitar y agilizar la realización de transacciones comerciales que por medio del trueque sería imposible, engorroso o complicado realizar. El mercado seguía funcionando, pero no para que algunos de sus participantes se hagan más ricos a costa de los demás, sino para que toda la comunidad continúe funcionando con su vida normal.
Existían otras convenciones respecto a cuál era el monto real de los recibos, dependiendo del producto/servicio que se tratase: el valor de los recibos que se entregaban por granos era menor que la cantidad entregada, pues se tomaba en cuenta que se requiere almacenarlos y que durante ese tiempo la calidad se deteriora debido a plagas, humedad, gusanos, etc., y el grano pierde valor. De esta forma se promovía y aumentaba la actividad comercial y todos estaban mejor. El mercado -y los que en él intervenían- se regía por una concepción diferente a la que conocemos actualmente: el objetivo no era la ganancia y el crecimiento, sino mantener, promover y continuar la vida comunitaria.
El incremento de la actividad comercial iba desarrollando soluciones locales, circunstanciales, para facilitar las transacciones, que incluían por ejemplo la mención del valor de un recibo por un producto determinado, como equivalente a una fracción de una moneda de oro.
Esta situación por supuesto no era del agrado de la clase dirigente. Ésta tenía control sobre la vida política de la comunidad -en situaciones de emergencia como una guerra- pero no tenía control sobre su vida económica. Ésta se desarrollaba sin su intervención, en forma independiente. Tampoco les gustaba que se mencionara el valor de una transacción en recibos comunitarios locales, como una fracción determinada de una moneda de oro, que ellos acumulaban y manipulaban. Sobre todas estas transacciones ellos no tenían ningún control.
Si bien durante un tiempo esta actividad se desarrolló en forma independiente, no controlada y promovida “desde abajo”, la aristocracia se sintió amenazada por la robustez de las transacciones y de la vida económica comunitaria independiente.
La solución que encontraron les permitió mantener, e incluso fortalecer, sus privilegios de clase. Se empezó por otorgar el permiso de realizar ciertas actividades a ciertas personas de su elección solamente, a cambio de recibir una parte de las ganancias. El segundo paso fue extraer valor de todas esas pequeñas transacciones que se realizaba en la comunidad sin su control y que empezaban a generar la creación de una incipiente clase media. Eso se podía llevar a cabo frenando y controlando esa actividad.
Todos los monarcas de fines de la Edad Media y principios del Renacimiento, fueron con el tiempo prohibiendo la utilización de todas las monedas, recibos y cualquier otra forma de pago, que no fueran las monedas emitidas por el señor o monarca: se aseguraban el control absoluto de la economía de la región sobre la cual reinaban. De esta forma también se “imponía un impuesto” a la gente simplemente por la devaluación que continuamente llevaban a cabo al disminuir la cantidad de oro o plata en las monedas, quedándose con la diferencia devaluada de ese metal. La realeza encontró la forma de enriquecerse otorgándose la exclusividad de imprimir monedas.
Si un comerciante necesitaba dinero para alguna inversión, tenía que obtenerlo del tesoro del rey. Al devolvérselo lo hacía pagando un interés. Era una apuesta al crecimiento futuro. A diferencia del “dinero” en el mercado comunitario como era conocido previamente, cuyo objeto era mantener la vida y actividad en la comunidad, ahora si la gente quería utilizar dinero, tenía que pagar por ese privilegio. El dinero tenía como función hacer más rica a la gente que ya era rica: el dinero empezó a crear más dinero (¿suena conocido?). Los aristócratas en derredor del rey eran los únicos que poseían la riqueza suficiente para participar y promover esta situación de la cual ellos eran los principales favorecidos. La economía real, la del trabajo, la que producía productos y servicios, tendría ahora que recurrir a la economía de las finanzas, pidiendo préstamos, para mantener sus actividades. No solo eso: los que trabajaban tendrían que concluir su actividad con más dinero del que habían solicitado en préstamo, pues debían pagar los intereses acordados. Pero toda la comunidad estaba en una situación parecida. Todos estaban ahora tratando de sobrevivir ganando más para poder devolver los préstamos y los intereses, porque la opción de no hacerlo era la cárcel (manejada por las autoridades políticas). Mientras la actividad económica comunitaria previa se desarrollaba de acuerdo a la demanda que hubiese de productos y servicios en el mercado, ahora la cantidad de moneda existente dependía del crédito que obtenían sus participantes. Si antes había una economía basada en la cooperación y el intercambio, ahora la economía era de competencia; todos competían contra todos, para devolver los préstamos y sobrevivir. El precio de un producto incluía el interés que el productor debía pagar en el futuro por el préstamo que había solicitado en el pasado para producirlo. Pero como estamos hablando de actividades económicas en un entorno de subsistencia, no en un entorno empresarial de desarrollo en el sentido actual del término, hubo un empobrecimiento general de la población y un deterioro de la salud y vida societaria. Los que se enriquecían eran los “grandes jugadores”, aristócratas, grandes monopolios, y los gobernantes, que tenían a su disposición también los medios legales y los militares para imponer sus ideas. El desarrollo del colonialismo y las grandes compañías comerciales de las potencias occidentales dedicadas a la explotación y esclavización de los terrenos conquistados son el mejor ejemplo.
La United East Indian Company holandesa o la británica East India Company, son excelentes ejemplos. La primera, cuando fue creada por el gobierno holandés en 1602, recibió el monopolio durante 21 años de todo el comercio holandés de las especies. Fue la más grande corporación comercial de la historia con el mayor valor bursátil: a dólares de 2012 su valor sería de US$ 7.4 trillones. Tenía la capacidad de declarar guerra, encarcelar, torturar, mutilar y ejecutar convictos, negociar tratados, imprimir su propia moneda, establecer colonias, etc. La segunda, la East India Company, creada en 1600 por la reina Elizabeth I, llegó a controlar la mitad del comercio mundial, particularmente algodón, seda, índigo añil, sal, salitre, te y opio. No solo eso: la compañía gobernó la India en los primeros años del imperio británico.
Los grandes corporativos mundiales que conocemos actualmente, Walmart, Google, Amazon, Exxon, etc., si bien no tienen las prerrogativas y poderes con los que contaban sus antecesores, operan con ese modelo, con esa concepción: extraer dinero de la actividad económica de todos. Thomas Piketty lo demostró en su best-seller “Capital in the Twenty First Century”: la tasa de retorno al capital es mayor que la tasa de crecimiento de la economía. El dinero hace más rápidamente dinero que el valor que las compañías crean. Es por eso que grandes emporios industriales como General Electric por ejemplo, vendieron varias áreas de producción industrial y ampliaron sus servicios financieros, pues es más rentable la actividad financiera que la productiva.
MODELOS
Un modelo es una representación gráfica sintetizada, simplificada, de un fenómeno complejo, de una realidad complicada, que se está analizando. Incluye algunos de los elementos -se supone que los más relevantes- que intervienen en ese fenómeno y la forma en que interactúan para producir el fenómeno en cuestión. Economía es una ciencia social, y maneja simultáneamente muchos modelos, no solamente uno. En las ciencias “duras”, como matemáticas, física, química, etc., hay algunos modelos “fundamentales” que tienden a explicar una gran cantidad de fenómenos que ocurren en sus ámbitos, con la característica que permiten la predicción con gran exactitud. También en esos modelos hay cambios y adecuaciones, pero sus postulados son en términos generales aceptados por toda -o la gran mayoría- de la comunidad científica, hasta que se produce alguna revolución científica, como por ejemplo la teoría de la relatividad y la teoría cuántica en el siglo pasado, que obligó a una revisión y adecuación de los modelos aceptados hasta ese momento.
Los modelos económicos son mucho más reducidos en su concepción; su validez es más restringida: tienden a explicar un fenómeno particular, o a sugerir un camino de acción siempre y cuando se den ciertas circunstancias (su capacidad de predicción es mucho más limitada). Esas circunstancias (condicionantes) son muchas. Tantas que las recomendaciones que los economistas hacen, en general empiezan con: si se dan tales circunstancias, o, en el caso que….. (Se cuenta que el presidente americano Truman perdía la paciencia cuando sus asesores económicos le planteaban alternativas que siempre empezaban con esas limitantes).
Esta situación adquirió una dimensión distinta cuando en los últimos decenios del siglo pasado varios economistas “se olvidaron” de la relatividad de sus modelos y “empezaron a tomarlos en serio”, es decir, en vez de pensar que hay muchos modelos, de acuerdo a las circunstancias y con muchas limitaciones, pensaron que encontraron el modelo. Economistas como Friedman, Fama, entre otros, empezaron a pensar que tenían soluciones para el manejo de la economía en general, de los países desarrollados y en desarrollo. Instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional también pensaban de esa forma. Se empezaron a elaborar “recetas económicas” y comenzaron con su aplicación. En América Latina encontraron un terreno propicio para aplicar sus ideas, más aún, cuando su implementación se realizaba por gobiernos dictatoriales, autoritarios, convencidos de los beneficios que traería la aplicación del modelo neoliberal.
Esta tendencia se vio fortalecida en 1989, cuando se llevó a cabo en Washington una conferencia cuyo resultado fue la aprobación de un documento preparado por un economista, John Williamson, que recomendaba una serie de amplias reformas para transformar a países en vías de desarrollo en ejemplos de aplicación de políticas económicas de libre mercado (léase aplicación a ultranza del modelo neoliberal), como solución para generar desarrollo económico. En esos años la Unión Soviética colapsó, lo que generó un momento político internacional propicio. La concepción básica era la suposición que la intervención gubernamental detenía el crecimiento económico y había generado además la crisis de deuda externa de los años ’80. La intención de esos programas estaba encaminada a liberar las economías nacionales de las restricciones impuestas por las regulaciones existentes en países. El remedio propuesto se puede sintetizar en tres palabras: estabilizar, privatizar y liberalizar. John Williamson se quejaría posteriormente, que sus recomendaciones describían en síntesis modestas reformas, y que no representaban el “fundamentalismo de mercado”, término genérico aplicado posteriormente para definir la concepción que las fuerzas libres de los mercados son la solución -y el antídoto- para los problemas que generan la intervención de las políticas públicas, sociales y económicas gubernamentales.
CONCEPCIÓN Y MODELO COOPERATIVO
Si me detuve con algún detalle para presentar lo que pasó en dos momentos históricos muy distintos, la Edad Media y los últimos cuarenta años –aproximadamente- del siglo XX, fue para mostrar la relatividad de los modelos. En definitiva, los seres humanos deciden cuándo, cómo y porque aplicar determinada concepción económica y su correspondiente modelo.
Después de la crisis financiera del 2008, que comenzó en Estados Unidos y se extendió rápidamente a todo el mundo, son pocos actualmente los economistas que piensan que el mercado tiene la capacidad de autocorregir las distorsiones que se generan por su propia actividad. Es necesaria la intervención gubernamental, y precisamente la mejor demostración de esta necesidad, fue –y sigue siendo- la intervención de los bancos centrales de Estados Unidos, la Unión Europea y de muchos países más en los mercados, por mencionar algunos casos solamente, para estabilizar la situación y evitar un descalabro económico mayúsculo mundial. Lo mismo se puede decir sobre la intervención masiva de los estados para medirse con la crisis mundial originada por la pandemia del Corona virus y que obligó en muchos países a revisar y adecuar los esquemas de salud pública aplicados. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, también abandonaron la concepción de trabajar con recetas prefabricadas para todos los países, sin tomar en consideración sus características específicas. Lo mismo puede decirse sobre la OMS (organización Mundial de la Salud). Los modelos de intervención con los que se trabajan actualmente y las recomendaciones elaboradas están diseñados para tal o cual país, región, etc. No son universales.
¿Qué papel juegan las cooperativas en todo este entorno?
Las cooperativas siempre fueron desde que se consolidó la primera formalmente reconocida como tal, la de los Pioneros de Rochdale en 1844, algo distinto del entorno. Pero a diferencia de un partido político que propone una solución masiva para solucionar la situación nacional, o local, y que afecta por supuesto a un gran número de personas, una cooperativa surge como una solución para resolver la situación de un pequeño grupo de personas (los que deciden integrar la cooperativa). En forma muy esquemática podemos decir que el líder político propone soluciones que un gran número de personas acepta. Las cooperativas surgen exactamente al revés: es una solución que surge de un pequeño número de personas para solucionar sus dificultades. Nuevamente, en forma muy esquemática podemos decir en el primer caso, que la solución surge de arriba y de afuera; en el segundo caso de abajo y de adentro.
Otro elemento a considerar es que las cooperativas siempre fueron, y siguen siendo, un modelo económico y social particular alternativo que coexiste con el modelo general -diferente- que se aplica en el resto de la sociedad. No cuenta con una plataforma política con la cual sale a convencer al resto de la población -una de las características de un partido político-, pero si cuenta con los Principios y Valores Cooperativos que constituyen la Identidad Cooperativa, con los cuales pretende mantenerse en el rumbo adecuado, es decir que su actividad se siga desarrollando de acuerdo a esos Principios y Valores, fortaleciéndolos. De paso sea dicho esos mismos Principios y Valores fueron elaborados por los Pioneros de Rochdale, y en 1995 fueron adecuados con algunas modificaciones, y son los nos caracterizan actualmente.
Conviene recordar que lo que comenzó con el grupo de 28 Pioneros de Rochdale en 1844 es actualmente un movimiento de mil doscientas cincuenta millones de personas con tres millones de cooperativas en todo el mundo. Prácticamente no hay actividad humana que en algún país del mundo una cooperativa no se dedique a ella. Una de las características más interesantes es que precisamente por ser un movimiento que surge de abajo y de adentro, y que es un producto de su entorno cultural, histórico, político y social, se va adaptando, por la propia iniciativa de sus integrantes, a los cambios sociales, económicos y políticos, y a desarrollos tecnológicos que cada vez con más frecuencia nos están impactando y moldeando. De ahí que sea necesario aumentar continuamente nuestra capacidad de análisis para entender los cambios que se están dando en nuestro derredor, fortaleciendo a la vez nuestra capacidad de innovación para crear nuevas formas de organización y estructuras cooperativas efectivas, utilizando los instrumentos tecnológicos que actualmente están a nuestra disposición sin olvidar nuestra esencia, nuestra Identidad Cooperativa.
Por eso es tan importante mantener activa en todas las cooperativas las actividades de capacitación cooperativa continua, no solo en el ámbito de la capacitación técnica profesional en el terreno específico de la actividad de la cooperativa, sino en el de formación y capacitación cooperativa. Los socios y socias, independientemente de sus funciones, cargos y años como miembros, deben recordar continuamente que antes que nada son socios y socias cooperativos y deben pensar y comportarse como tales. Sus decisiones deben estar guiadas precisamente por esos Valores y Principios que más de una vez nos olvidamos de ellos, o los dejamos de lado.
Esto se hace más difícil aún, cuando consideramos que somos en definitiva un modelo distinto, alterno, de organización social y económico, que coexiste, como minoría, dentro de un modelo mayoritario, que agrupa a la gran mayoría de la sociedad, que actualmente es el modelo neoliberal. Este modelo, como todos los demás que le han precedido, no es solamente económico y social. Es también cultural, político, educativo y formativo, lo cual tiene una enorme influencia en nuestra forma de pensar y en nuestro comportamiento. Es muy difícil estar formados y educados en un modelo neoliberal y comportarnos como cooperativistas. Como ya decíamos al principio de este artículo, vemos como natural y obvia la forma de pensar y de comportarnos de acuerdo al modelo en el cual estamos inmersos. Cambiar esos esquemas no es fácil. Demanda de un gran esfuerzo que no siempre estamos dispuestos de llevar a cabo. No siempre estamos de acuerdo en invertir la energía necesaria, para obtener algo distinto a los cánones aceptados de éxito económico y social. Las presiones se ejercen de un modo muy sutil, pero muy efectivo, que conducen en muchos casos a que cooperativas empiecen a funcionar con apariencia de cooperativas, con el nombre de cooperativas, pero que en realidad la forma en que se toman las decisiones, su vida interna, se aleja cada vez más de la esencia cooperativa y se asemeja más a otras formas de organización empresarial. Podrán contar con estructuras y organigramas de una cooperativa, pero es solamente la superficie: en su esencia dejaron de serlo, ya no lo son, pues se comportan de otra forma.
Es un reto difícil, pero debemos ser conscientes de nuestra realidad: cuáles son los desafíos a los cuales nos enfrentamos y con que instrumentos contamos para medirnos con ellos. Debemos ser conscientes de nuestras debilidades y fortalezas, de nuestras amenazas y de nuestras oportunidades. Pero este proceso debe ser un proceso que se lleve a cabo en conjunto, con todos las y los involucrados. Es verdad que las contribuciones no serán uniformes: algunos contribuirán más en algunos aspectos y otros contribuirán más en otros; en ciertos momentos algunos serán muy activos y otros menos; la innovación se notará más en algunas personas que en otras, pero algunos serán también más realistas que otros, más pragmáticos que otros; algunos serán más capaces de traducir en pasos concretos y llevar a la práctica, buenos deseos, ambiciones, sueños que otros tengan, pero que si los dejamos a ese nivel, quedarán en el terreno de las buenas intenciones solamente, que nunca se transformarán en realidades tangibles, capaces de operar e influir en el nivel y calidad de vida de los integrantes cooperativos.
CONCLUSIÓN
Para responder a la pregunta que le da título a este artículo: LAS COOPERATIVAS: ¿UN NUEVO MODELO ECONÓMICO?, diría que no es nuevo, porque a lo largo de toda la historia humana, siempre ha habido formas de quehacer económico basado en la solidaridad, el apoyo mutuo, la asistencia, el trabajo grupal, con estructuras y esquemas organizativos (muchas veces informales) basados en la toma de decisiones grupal, donde los intereses colectivos y comunitarios pueden tener mucho peso y a veces incluso son los que priman. La cooperación ha existido siempre.
Pero desde la Revolución Industrial -finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX- el modelo cooperativo siempre fue una alternativa -minoritaria- al modelo industrial capitalista que se estaba fortaleciendo a pasos agigantados. Desde un primer momento este modelo alternativo comenzó a ser adoptado y adaptado en muchos países por distintos grupos en distintos momentos. Por otro lado, con el desarrollo de los medios de comunicación masivos después de la Primer Guerra Mundial -principalmente radio y prensa escrita-, su fortalecimiento e impacto después de la Segunda Guerra Mundial, la mejora en los niveles de educación, que permitió que cada vez una mayor proporción de la población pudiese leer la prensa escrita, hasta que el desarrollo tecnológico con la televisión y posteriormente el internet y las redes sociales, permitió que el mundo esté interconectado en forma prácticamente instantánea, permitió y facilitó la masificación de concepciones políticas e ideológicas opuestas a la concepción cooperativa, basadas en el fomento del individualismo, el consumo, la satisfacción inmediata de necesidades, el retiro de los gobiernos de funciones y responsabilidades públicas para dejarlas en manos de las fuerzas de mercado exclusivamente (Margaret Thatcher, ex Primer Ministra Británica, decía que no hay sociedad, que solo hay individuos).
Actualmente el modelo neoliberal, si bien se aplica en la mayoría absoluta de los países -solo en dos países (Cuba y Corea del Norte) no se aplica- está cada vez más discutido y puesto en tela de juicio. Lo que no existe es consenso respecto a que modelo pudiera servir de alternativa. El modelo cooperativo -que fue y sigue siendo el modelo utilizado por una minoría- está basado en un proceso de gestación distinto a los modelos económicos y sociales que hemos conocido en los últimos dos siglos y medio aproximadamente (desde la Revolución Industrial). Éstos fueron gestados por élites político-económicas, apoyados por élites académicas (desde arriba y de afuera como decíamos más arriba). El modelo de gestación cooperativo es distinto: son los mismos grupos que desean conformarse como cooperativa los que diseñan su modelo organizativo y su estructura (desde abajo y de adentro, basados en los Principios y Valores Cooperativos). Los puntos de partida son diferentes: el primero aprovecha los sentimientos e impulsos de competencia, de éxito personal, ambición de poder, obtención de grandes recompensas -no solo financieras-, de reconocimiento para sobresalir, aprovechando la inteligencia, la curiosidad y la capacidad de innovación que tenemos todos los seres humanos, pero algunos pocos en particular en forma notoria. Esos pocos casos sirven como ejemplo para generar el prototipo del éxito personal para toda la sociedad, generando una cultura de la inmediatez, del esfuerzo y su recompensa individual rápida, del consumo exagerado como demostración del éxito individual por sobre todo lo demás. El segundo propone una solución grupal a las situaciones que enfrentan personas comunes, bajo la premisa que juntos lo harán mejor que si lo hicieran individualmente. El objetivo es que el grupo viva mejor, tenga un nivel y calidad de vida mejor. El primero busca el enriquecimiento de los grupos dominantes; el segundo busca mejorar las condiciones laborales, la salud, la educación, la cultura, las condiciones de vida (vivienda, infraestructura, etc.) de los cooperativistas. El primero busca el desarrollo tecnológico continuo y lo mide a través del PIB; el segundo busca escalar la fortaleza inicial de la cooperativa mejorando y fortaleciendo su capacidad empresarial mejorando procesos, incluyendo nuevas tecnologías, impulsando la colaboración horizontal y vertical para fortalecer el movimiento y agrandar el entorno sobre el cual puede hacer sentir su impacto social, económico y ambiental. También buscará alianzas estratégicas con otras organizaciones, sin olvidar su Identidad Cooperativa. El primero utiliza, favorece y fomenta la enorme creatividad del ser humano para generar, lo que vemos actualmente como un avance científico sin parangón en la historia humana, pero que a su vez genera enormes riquezas para grupos cada vez más reducidos de personas; el segundo trata de utilizar estos increíbles adelantos tecnológicos para fortalecer y mejorar su esquema fundamental, crear nuevas formas de asociación, nuevos organigramas estructurales, movilizando a más sectores utilizando las nuevas tecnologías (cooperativas de plataforma por ejemplo) para mejorar el nivel y calidad de vida de los cooperativistas y su entorno, en la medida de lo posible.
Todo esto da prueba de la enorme capacidad de resiliencia del movimiento cooperativo. Para subsistir y prosperar en un entorno que muchas veces es adverso en lo político, económico, social y cultural, debemos recurrir continuamente, y aprovechar al máximo, la capacidad de innovación e inventiva de los cooperativistas. En un entorno cambiante, con una velocidad que se incrementa continuamente, y sumamente competitivo, el movimiento cooperativo está muchas veces enfrentando condiciones adversas. Las leyes a menudo fueron redactadas bajo la influencia de concepciones que responden a los intereses políticos y económicos de grupos dominantes. El desafío es grande: seguir siendo el modelo empresarial alternativo de quehacer económico, social y ambiental que le permita no solamente sobrevivir, sino continuar fortaleciéndose. Esto se podrá conseguir si somos conscientes que el foco de nuestro modelo económico y social se basa en recordar que nuestro activo más importante es el ser humano, y no el dinero.
Author: Dov Orian
Aliado de PINOS, Consultor Independiente, Experto en cooperativismo y Economía Social.