Según el diccionario, la palabra “ahorrar” tiene dos significados principales: “Reservar una parte de los ingresos ordinarios”, es decir, guardar dinero ya sea como previsión para necesidades futuras o con un objetivo determinado y “evitar un gasto o consumo mayor”.
En la economía de un país existen dos tipos de ahorros: interno y externo.
El ahorro interno es la cantidad de recursos generados por la economía nacional a través de la captación de los sistemas financieros e impositivos del país destinados al financiamiento interno y del saldo corriente de la balanza de pagos. Es la parte del ingreso nacional que no se consume.
El ahorro externo es la cantidad de recursos que requiere la economía nacional para cubrir el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Se compone principalmente por la inversión extranjera directa y los préstamos recibidos por el sector público y privado.
El ahorro interno es fundamental para lograr la estabilidad y el desarrollo económico de un país.
Si el ahorro interno no es suficiente, la economía necesitará abastecerse de recursos externos y eso significa endeudarse.
En economía, hay un concepto que se denomina “tasa de ahorro” (Nota importante: Es diferente al concepto “tasa de interés”)
La tasa de ahorro es un indicador que mide el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) de ahorro en un país. Ahí incluye el ahorro público y el privado. Éste último proviene de lo que las familias ahorran a través de las diferentes instituciones e instrumentos financieros.
En un artículo publicado el 29 de agosto del 2023 por el periódico “El informador” en su sección de economía describe el resultado de un análisis de este indicador a nivel internacional tomando datos del banco mundial.
La tasa de ahorro en México ocupa el lugar 63 en el ranking mundial pues representa un 23.54 del PIB, el cual se encuentra por debajo del promedio general del 27%. Nuestro país ocupa el cuarto lugar entre los países latinoamericanos.
Solo para darnos una idea, Qatar es el país con la tasa de ahorro más alta a nivel mundial con un 51.4% del PIB.
Toda esta información nos sirve para tomar consciencia de la gran necesidad que tenemos en México de fomentar el hábito del ahorro.
Ahora bien, de lo anterior pudiera desprenderse la pregunta ¿por qué en México no ahorramos lo suficiente?
En lugar de contestarla me gustaría explicar ¿por qué si ahorran quienes ahorran?
A finales de los años ochenta yo formé parte de un equipo que estudiamos las causas por las cuales la gente ahorraba en nuestra Caja Popular.
Primero obtuvimos una lista de aquellos socios que habían ahorrado de forma constante y sistemática en los últimos doce meses.
Recuerdo a una socia propietaria de una tortillería, también a un taxista. Ahorraban diario en la Caja.
Otros socios con actividades diversas lo hacían semanal, catorcenal o quincenal. Solo unos pocos lo hacían de forma mensual.
Luego, nos dimos a la tarea de comunicarnos con cada uno para concertar una cita y tener una entrevista personal, podían acudir a la sucursal o podíamos acudir a su domicilio, donde ellos lo prefirieran.
Han pasado más de treinta años de esa experiencia y aún conservo en mi memoria los hallazgos y puntos clave que nos dejaron esos socios, como aprendizaje.
Un primer hallazgo fue que varios de esos socios aprendieron el hábito del ahorro desde su infancia.
Recuerdo haber escuchado a más de un socio decir que su papá, su mamá o su abuelita le enseñó a separar parte de su dinero para ahorrar.
Otro hallazgo fue que muchos socios aprendieron a ahorrar estando dentro de la cooperativa.
“Yo no tenía el hábito del ahorro —decían— hasta que entré a la Caja”
Ahí confirmé que la educación cooperativa puede dar frutos. Varios socios adoptaron el hábito del ahorro como producto de la información y conciencia que adquirieron al asistir a una o varias reuniones educativas. Como parte del proceso de concientización (u obligación) para poder tramitar un crédito.
Un tercer hallazgo fue cuando vi cómo la mayoría de esos socios, si no es que todos, ubicaba el ahorro en primer lugar dentro de su presupuesto familiar. Sí, incluso antes que el rubro de alimentación.
Es muy sencillo de entender. Cuando el socio recibía sus ingresos, antes de distribuirlos en gastos y pagos, de inmediato separaba lo correspondiente al ahorro.
Si una persona desea ahorrar lo que le sobra después de realizar sus gastos, nunca le sobrará nada.
Entonces, la clave es poner el ahorro en primer lugar de la lista de conceptos a los cuales se destinará su ingreso.
En ese estudio descubrimos que el común de los socios ahorraba entre un cinco y un diez por ciento de sus ingresos y la periodicidad era acorde a cuando los recibían.
Otro factor fundamental que encontramos fue que esas personas habían creado una cultura en el interior de su familia para hacer economías en cada rubro de sus gastos.
Por ejemplo, si deseas ahorrar en el pago de energía eléctrica, debes promover la cultura entre todos los integrantes de tu familia para apagar las luces cuando no las estén ocupando.
Y ahí está otro factor clave: involucrar a todos los integrantes de la familia en la dinámica del ahorro.
Hubo una socia a la que visité en su casa. Me mostró su recetario de cocina. Pero dirás ¿qué tiene de especial eso? Lo especial es que ese recetario contenía tres características: Sabrosura, variedad y economía. Eran recetas que se podían elaborar con ingredientes sencillos y baratos. ¿No es fabuloso?
Es una lástima que yo no tenía la visión de ahora, de lo contrario, la hubiera motivado y apoyado para que ella publicara su recetario en un libro y que muchas familias se beneficiaran con su creatividad.
Haciendo una similitud del estado de resultados de una empresa con el de una familia, tenemos que, en primer lugar, se encuentran los ingresos.
Si deseas que cada mes tu resultado sea superávit entonces tienes que buscar una o ambas cosas: incrementar el ingreso y/o reducir el gasto.
Lo que los socios nos enseñaron en ese estudio fue fantástico. La mayoría tenían más de un ingreso.
Recuerdo una familia en la que el señor era obrero, en realidad ganaba poco, pero en sus ratos libres hacía trabajos de mantenimiento en las casas (plomería, albañilería, electricidad). Su esposa, además de administradora del hogar, aprendió a hacer trabajos de estilista (cortes de pelo, tintes, bases)
¿Te imaginas lo que esa familia ahorraba en gastos de mantenimiento de su hogar y en servicios de estética? Había temporadas en que los ingresos que percibían de ambas actividades adicionales superaban el salario que el señor ganaba como obrero.
De este hallazgo se derivó uno de los proyectos más ambiciosos que tuvo nuestra cooperativa: la impartición de clases para aprender oficios.
La visión no era que se impartieran las clases con el objetivo de promover la cultura en general. Era que los socios y socias aprendieran algún oficio que les redituara un ingreso o evitara un gasto.
Hubo clases de carpintería, plomería, electricidad, corte y confección, belleza, cocina y repostería, etcétera.
Ahora, en el rubro de los gastos, en cada concepto aprendimos algo de los socios.
Para ahorrar en alimentación las personas cocinaban personalmente. No compraban comida preparada o de las que llamamos “comida rápida” pues es más cara.
Cada integrante de la familia contribuía para que todo se aprovechara en el hogar.
Recuerdo a una señora que comentó que, si un día preparaba algún guiso que llevara tostadas y al final del día éstas sobraban, al día siguiente las convertía en chilaquiles. Si un día preparaba pollo y al final sobraba, al día siguiente preparaba unas flautas o unas enchiladas suizas de pollo, pero nada se desperdiciaba.
Para ahorrar agua, luz o teléfono tenían sus “secretos” todos ellos basados en la optimización del recurso.
Y un factor fundamental fue que sabían identificar cuál era el nivel socioeconómico al que pertenecían.
Y es muy lógico, mira, si por ejemplo ganas poco ingreso, a penas te alcanza para absorber los gastos elementales, pero quieres pagar una renta en una zona residencial o inscribir a tus hijos en escuelas privadas donde hay que pagar altos importes por colegiaturas, entonces necesariamente tendrás que endeudarte para poder alcanzar ese nivel socio económico que no tienes.
Ya para concluir, puedo asegurar que tener un ingreso más alto no es garantía de que la persona vaya a ahorrar.
Una persona puede recibir un ingreso de sesenta mil pesos mensuales y no ahorra mientras que otra recibe seis mil pesos mensuales y sí ahorra.
La clave para ahorrar está en la mentalidad y en la forma de administrar sus recursos.

Author: Fermín Olalde
Aliado de PINOS, Consultor Independiente, Experto en cooperativismo, escritor.