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Promotora e Incubadora de Organizaciones Solidarias

Revolut llega a México: Innovación global que desafía a bancos y reta a las cooperativas

Ramón Imperial

Revolut llega a México: Innovación global que desafía a bancos y reta a las cooperativas

En un hito importante para el ecosistema financiero mexicano, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), junto con el respaldo de Banco de México, ha otorgado la licencia bancaria final a Revolut para operar en México como institución de banca múltiple. Este movimiento abre nuevas oportunidades, cambia el panorama competitivo y exige que bancos tradicionales y cooperativas actualicen su juego.

¿Qué es Revolut y cuáles son sus ventajas competitivas?

Revolut nació en Reino Unido en 2015 como un neobanco global, con una propuesta de valor 100 % digital: cuenta, tarjeta, manejo de múltiples divisas, transferencias internacionales, ahorro y más, todo desde una app.
Entre sus características más destacadas están:

  • Onboarding 100 % móvil, sin largas filas ni papeleo físico.
  • Multidivisa: capacidad de tener saldo y gastar en decenas de monedas, ideal para viajeros, e-commerce global y personas con flujo internacional.
  • Transferencias internacionales y mecanismos de pago competitivos en tipo de cambio y comisiones.
  • Tarjetas físicas y virtuales, con opciones de control y seguridad avanzadas (por ejemplo tarjetas “descartables” para compras online).
  • Ahorro, presupuesto y funcionalidades de control financiero integradas en la app.
  • En muchos mercados, modelos de suscripción escalonados que ofrecen beneficios adicionales (por ejemplo cuentas premium, seguros, recompensas).
  • Como banco, ofrece cobertura de depósito (en México, al operar como banco, entrará en el esquema del Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB), lo que fortalece la confianza).

Estas ventajas le permiten a Revolut moverse ágilmente, captar usuarios jóvenes y digitales, y competir en segmentos que muchas instituciones tradicionales apenas comienzan a atender.

¿Qué representa para los bancos tradicionales?

Los bancos más “clásicos” enfrentan varios retos ante la llegada de Revolut:

  • Las expectativas de los clientes están cambiando: quieren rapidez, interfaz intuitiva, tarifas transparentes y servicios globales desde su móvil. Un neobanco como Revolut entra directamente en ese terreno.
  • Los costos de operación de los bancos tradicionales son a menudo más altos (infraestructura, sucursales físicas, procesos heredados), lo que puede limitar su capacidad de competir en tarifas o experiencias digitales.
  • La captura de nuevos nichos: usuarios jóvenes, freelancers internacionales, personas que viven o trabajan en el extranjero o en remesas, pueden preferir soluciones ágiles como Revolut.
  • El riesgo de desgaste de la “marca bancaria tradicional” como sinónimo de lentitud o complejo, frente a un “fintech” ágil y global.

Claro, los bancos tienen ventajas importantes: mayor escala, cobertura nacional, relaciones reguladas, infraestructura robusta, experiencia en crédito y servicios derivados. Pero la llegada de Revolut los obliga a acelerar su transformación: digitalización, experiencia de cliente, nuevos modelos de negocio y reconsideración de tarifas.

¿Qué implica esto para las SOCAPS (Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo)?

Para las SOCAPS —organizaciones cooperativas que captan ahorro de los socios y ofrecen crédito— la irrupción de Revolut representa tanto un reto como una oportunidad. Veamos las dos caras:

Retos:

  • Si los socios más jóvenes o con perfil digital comienzan a ver como alternativa un banco ágil como Revolut, las SOCAPS podrían perder captación de nuevos miembros o depósitos si no ofrecen una experiencia competitiva.
  • Los servicios de remesas, cambio de divisas, pagos internacionales o multicanalidad podrían quedar fuera del portafolio estándar de muchas SOCAPS, lo cual puede abrir brechas.
  • Dado que un banco como Revolut opera a escala global y con tecnología de punta, las SOCAPS pequeñas pueden sentirse en desventaja tecnológica o estratégica.

Oportunidades y ventajas intrínsecas de la naturaleza cooperativa:

  • Las SOCAPS están, por definición, al servicio de sus socios: los beneficios no van principalmente a accionistas externos sino a la comunidad. Esto genera confianza, sentido de pertenencia y vínculos más fuertes (una ventaja que no suele tener un banco global).
  • Pueden aprovechar su cercanía local, conocimiento del socio, adaptabilidad y enfoque en micro-préstamos, ahorro orientado a la comunidad, educación financiera personalizada.
  • Tienen la opción de alianzas estratégicas entre ellas para generar economías de escala: compartir plataforma digital, licencias tecnológicas, procesos comunes, agrupaciones regionales para desarrollar apps cooperativas, pagos móviles y otras funcionalidades.
  • Pueden mantener y acentuar los valores de la “cooperativa”: gobernanza democrática, distribución de excedentes, compromiso social, educación financiera, inclusión. Esa propuesta de valor puede convertirse en su “diferencial” frente a bancos y empresas globales.
  • Pueden incorporar la tecnología sin perder su esencia: por ejemplo, lanzar una app cooperativa que permita tarjetas virtuales, ahorro programado, remesas, alianzas con corresponsales, todo bajo la bandera de “tu cooperativa te acompaña”.

Qué hacer concretamente:

  • Acelerar la digitalización del onboarding, los procesos KYC, la banca móvil, las notificaciones en tiempo real.
  • Evaluar y/o desarrollar funcionalidades como tarjetas virtuales, multicanalidad, integración de remesas o cambio de moneda (al menos simplificado para socios que tienen flujo internacional).
  • Crear alianzas cooperativas para compartir costos tecnológicos: consorcios entre SOCAPS que permitan plataforma común, desarrollo conjunto, compras de licencias, outsourcing tecnológico.
  • Comunicar activamente el valor cooperativo: educación financiera, transparencia, gobernanza participativa, beneficios al socio, “participación en los excedentes” como ventaja frente a bancos globales.
  • Segmentar nichos donde las SOCAPS históricamente tienen ventaja: micro-negocios locales, comunidades, ahorro de proximidad, crédito personalizado, inclusión financiera.
  • Mantener una mentalidad de “ecosistema financiero” no solo como captación de ahorro y otorgamiento de crédito, sino como proveedor de servicios financieros digitales para socios actuales y potenciales.

Reflexiones finales

La llegada de Revolut a México marca un nuevo escalón en la competencia financiera. Y no llega solo: se suma al reciente ingreso de NU, otro gigante digital que también ha obtenido autorización de la CNBV para operar como banco en el país. Ambos representan una nueva generación de instituciones financieras con un modelo ágil, centrado en la experiencia del usuario y en la tecnología como motor principal.

Su presencia eleva significativamente el nivel de competencia en el Sistema Financiero Mexicano, al introducir estándares globales de innovación, servicio y eficiencia. Para las autoridades financieras, este nuevo escenario representa un reto regulatorio y de supervisión, ya que deberán equilibrar la promoción de la innovación con la protección del usuario, la estabilidad del sistema y la inclusión financiera.

Para la banca tradicional, es una clara advertencia: la transformación digital ya no es opcional, es impostergable. Los clientes ya no comparan solo entre bancos nacionales, sino con plataformas internacionales que ofrecen apertura instantánea de cuentas, comisiones transparentes, experiencia digital fluida y atención 24/7.

En el caso de las SOCAPS, el desafío es igualmente grande, pero también lo es la oportunidad. No se trata de imitar a los neobancos globales, sino de combinar lo mejor de la agilidad tecnológica con la fortaleza cooperativa: la cercanía, la comunidad y el valor compartido.
Las cooperativas de ahorro y préstamo pueden fortalecer su posición si logran modernizar su infraestructura tecnológica, colaborar entre sí para generar economías de escala y diseñar productos digitales adaptados a las necesidades reales de sus socios.

En este nuevo entorno, también las Fintechs y las SOFIPOS enfrentan presión por innovar, diferenciarse y cumplir con estándares más altos de ciberseguridad, transparencia y atención al cliente. El ecosistema se vuelve más competitivo, pero también más rico en posibilidades de colaboración y alianzas estratégicas.

En un mundo donde el cliente espera rapidez, transparencia y servicio digital, las SOCAPS que sepan adaptarse —sin perder su esencia— pueden emerger fortalecidas. Y quizá lo más interesante: pueden redefinir su propuesta como “la cooperativa digital de tu comunidad”, un modelo que trasciende lo local para competir con lo global.

La tecnología está cambiando las reglas del juego, pero la confianza, los valores y la pertenencia siguen siendo diferenciadores clave.
Y en eso, las cooperativas —con su identidad solidaria, su enfoque humano y su compromiso con la comunidad— aún tienen mucho que decir y mucho que enseñar.

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Voluntariado Cooperativo

¿espíritu solidario perdido o profesionalización necesaria?

Por Ramón Imperial Zúñiga

El cooperativismo nació de la convicción, no de los salarios. Los pioneros de Rochdale, y muchos otros líderes en la historia del movimiento, trabajaron sin recibir un solo centavo, impulsados por un profundo compromiso con la ayuda mutua y el bienestar colectivo. Durante décadas, el voluntariado fue la esencia de las cooperativas: un acto de solidaridad que construyó comunidades fuertes y fomentó la participación democrática.

Pero hoy el panorama es muy diferente. En cooperativas grandes –especialmente en ahorro y crédito, seguros y consumo– los directivos perciben dietas y honorarios que, en algunos casos, rivalizan con los sueldos de ejecutivos de empresas privadas. Algunos defienden esta práctica como un paso inevitable hacia la profesionalización: gestionar organizaciones con miles de socios y millones de dólares en activos requiere perfiles técnicos altamente calificados, no simples “buenos vecinos con buena voluntad”.

Sin embargo, muchos cooperativistas se preguntan: ¿no estamos perdiendo algo esencial en el camino? ¿Qué pasa cuando dirigir una cooperativa deja de ser un servicio a la comunidad y se convierte en un cargo codiciado? ¿Puede una cooperativa mantener su identidad solidaria si sus líderes actúan más como gerentes que como representantes de los socios?

Este artículo plantea un debate incómodo, pero necesario: ¿dónde está el equilibrio entre vocación solidaria y gestión profesional? Y, sobre todo, ¿es posible recuperar el espíritu voluntario sin renunciar a la eficiencia que exige el mundo actual?

 

Entre la mística solidaria y la lógica empresarial

El voluntariado ha sido, históricamente, la piedra angular del cooperativismo. Los primeros dirigentes no buscaban beneficios personales: su retribución era la satisfacción moral de servir a la comunidad. Esta entrega desinteresada dio al movimiento una identidad única, diferenciándolo de las empresas tradicionales. No había accionistas que reclamar dividendos, ni ejecutivos millonarios; solo vecinos organizados, dispuestos a dedicar tiempo y esfuerzo sin esperar más que el progreso colectivo.

Sin embargo, el cooperativismo del siglo XXI enfrenta una realidad muy distinta. Muchas cooperativas han crecido hasta convertirse en verdaderos gigantes económicos: algunas gestionan miles de millones en activos, millones de socios y operaciones internacionales. Para algunos, pretender que estas organizaciones sean dirigidas únicamente por voluntarios es casi un anacronismo. La complejidad regulatoria, los riesgos financieros y las exigencias del mercado hacen necesaria una gestión profesionalizada, con directivos remunerados que dediquen tiempo completo y cuenten con conocimientos técnicos especializados.

Pero esta transformación no está exenta de riesgos. ¿Qué ocurre cuando los líderes cooperativos se convierten en “élites directivas” alejadas de la base social? ¿El pago de dietas y honorarios altos incentiva la permanencia de los mismos líderes durante décadas, limitando la rotación democrática? Y, quizá la pregunta más incómoda: ¿hasta qué punto la profesionalización ha diluido la esencia solidaria y participativa del cooperativismo?

Este artículo explora las luces y sombras de esta evolución, contrastando el pasado idealista con el presente tecnificado. Presentaremos ejemplos de cooperativas donde el voluntariado sigue siendo un motor esencial, así como casos en que la remuneración ha generado debates intensos. También examinaremos dilemas éticos, impactos en la democracia interna y propuestas para un modelo híbrido que combine lo mejor de ambos mundos: vocación solidaria con eficiencia profesional.

Porque, al final, la verdadera pregunta no es si el voluntariado debe desaparecer, sino cómo recuperamos su espíritu sin renunciar a la calidad de gestión que hoy demandan los socios.

 

  1. Orígenes solidarios: cuando el voluntariado era la esencia

El cooperativismo nació de la solidaridad pura, en un contexto donde las necesidades colectivas superaban cualquier aspiración personal. Los Pioneros de Rochdale son el ejemplo más citado: 28 tejedores ingleses que, en 1844, después de largas jornadas laborales mal pagadas, dedicaban sus noches y fines de semana a organizar una pequeña tienda cooperativa. No recibían remuneración; al contrario, sacrificaban tiempo con sus familias y, en muchos casos, aportaban recursos propios para sostener el proyecto.

Este modelo no era exclusivo de Europa. En América Latina, muchas cooperativas de ahorro, consumo y producción agrícola surgieron a principios del siglo XX gracias a maestros rurales, sacerdotes, campesinos y obreros que veían en el cooperativismo una herramienta para sobrevivir frente a la pobreza y la explotación. La motivación era clara: servir a la comunidad antes que a sí mismos.

El voluntariado no solo respondía a una cuestión económica –la mayoría de las cooperativas no podía pagar sueldos–, sino que generaba un fuerte sentido de pertenencia y compromiso colectivo. Los dirigentes eran vistos como “uno más” dentro del grupo, y esa cercanía reforzaba la confianza. Las decisiones se tomaban en asambleas con alta participación, y los cargos directivos rotaban con frecuencia, pues nadie aspiraba a perpetuarse en un puesto que no ofrecía beneficios personales.

Pero más allá de la práctica, el voluntariado representaba una mística solidaria. Dirigir una cooperativa era un acto de honor y servicio, casi una obligación moral hacia la comunidad. ¿Podemos decir lo mismo hoy?

En muchos relatos históricos, los cooperativistas veteranos recuerdan cómo este espíritu de entrega cimentó las bases del movimiento. Sin voluntarios comprometidos, las cooperativas nunca habrían despegado. Pero esta pregunta resuena con fuerza en la actualidad: ¿era sostenible este modelo en un mundo cada vez más complejo?

El pasado nos enseña que el voluntariado fue la semilla, pero también nos deja un desafío: ¿cómo mantener vivo ese espíritu solidario en cooperativas que hoy mueven millones y enfrentan exigencias globales?

 

  1. Del servicio al cargo remunerado: ¿por qué cambió el modelo?

El paso del voluntariado puro a la remuneración de directivos no fue casual ni inmediato; fue el resultado de una evolución inevitable en la medida en que las cooperativas crecieron en tamaño, complejidad y responsabilidades.

En los primeros tiempos, administrar una cooperativa era relativamente sencillo: pequeños grupos de vecinos se organizaban para comprar alimentos al por mayor, ofrecer créditos modestos o comercializar productos agrícolas. Pero, con el paso de las décadas, muchas cooperativas se transformaron en verdaderas empresas sociales, algunas de ellas con operaciones tan grandes como las de cualquier corporación.

Factores que impulsaron el cambio

  1. Crecimiento económico y financiero. Cooperativas de ahorro y crédito, de seguros y de consumo alcanzaron miles de millones en activos y operaciones internacionales, requiriendo decisiones estratégicas de alto nivel.
  2. Exigencias regulatorias. En sectores financieros, la supervisión estatal obliga a cumplir estrictos estándares de contabilidad, gestión de riesgos y auditoría, lo cual demanda perfiles altamente calificados.
  3. Mayor competitividad. En mercados globalizados, las cooperativas ya no solo compiten con pequeños comercios, sino con multinacionales tecnológicas y cadenas internacionales, lo que obliga a profesionalizar la gestión para sobrevivir.
  4. Compromiso de tiempo completo. A diferencia de los pioneros, que dedicaban solo algunas horas voluntarias, hoy muchas cooperativas requieren dedicación exclusiva de sus directivos, algo difícil de exigir sin retribución económica.

El inicio de la desaparición del voluntariado

El cambio comenzó a notarse especialmente en las cooperativas grandes de Europa y América Latina entre las décadas de 1970 y 1990. En el sector financiero, por ejemplo, la complejidad de los productos y la presión regulatoria hicieron que los consejos de administración comenzaran a incluir profesionales remunerados. En algunos casos, el pago era simbólico (dietas modestas), pero en otros se transformó en salarios comparables a los de ejecutivos bancarios.

El argumento siempre fue el mismo: “sin incentivos económicos, no atraeremos a los perfiles que necesitamos”. Sin embargo, no todos coinciden en que esto haya sido un paso positivo. ¿Era realmente imposible encontrar líderes cooperativos con vocación solidaria y capacidad técnica?

El cambio de modelo, aunque comprensible desde el punto de vista funcional, abrió la puerta a nuevos riesgos: ¿cuánto de la identidad cooperativa se sacrificó en nombre de la eficiencia?

La pregunta sigue abierta: ¿era inevitable este cambio o faltó creatividad para mantener viva la mística del voluntariado en estructuras complejas?

 

  1. No todo es blanco o negro: voluntariado vivo en cooperativas pequeñas

Aunque en muchos sectores el voluntariado ha disminuido, en miles de cooperativas pequeñas sigue siendo el corazón del movimiento. Estas organizaciones, generalmente de base comunitaria, mantienen viva la esencia solidaria que dio origen al cooperativismo.

Voluntariado que resiste

En cooperativas de trabajo asociado, agrícolas y de servicios comunitarios, los dirigentes suelen ser socios que, además de cumplir sus labores productivas, destinan horas voluntarias a la administración. No reciben pago alguno o, en el mejor de los casos, dietas simbólicas que apenas cubren gastos básicos como transporte o alimentación durante reuniones.

Ejemplos concretos:

  • Cooperativas rurales de productores agrícolas en México y Centroamérica, donde los consejos de administración son integrados por campesinos que, después de largas jornadas en el campo, revisan cuentas y organizan asambleas.
  • Cooperativas de trabajo en España e Italia, pequeñas panaderías, talleres o empresas de limpieza donde la gestión se rota entre los socios para evitar costos extras.
  • Cooperativas de servicios básicos en comunidades indígenas, encargadas de administrar el suministro de agua, electricidad o internet comunitario, con líderes totalmente voluntarios.

En estos casos, el voluntariado no solo es una elección ética, sino una necesidad económica: estas cooperativas carecen de recursos para pagar sueldos altos.

Ventajas del voluntariado en pequeñas cooperativas

  1. Refuerza la identidad y el sentido de pertenencia. Todos se sienten corresponsables del éxito colectivo.
  2. Aumenta la participación democrática. Sin incentivos económicos, los cargos no se convierten en “botín” a disputar, y hay mayor rotación.
  3. Genera confianza en la comunidad. Los líderes voluntarios son percibidos como iguales, no como élites.

Limitaciones y riesgos

Sin embargo, no todo es ideal. La falta de remuneración puede generar:

  • Cansancio y desmotivación. Los dirigentes se ven obligados a combinar sus actividades productivas con tareas administrativas complejas.
  • Falta de profesionalización. La buena voluntad no siempre es suficiente para enfrentar retos contables, legales o tecnológicos.
  • Alta rotación y desorden administrativo. Muchos cargos se abandonan antes de tiempo por la carga de trabajo.

¿Un modelo sostenible?

El voluntariado funciona bien en contextos comunitarios o de pequeña escala, pero ¿puede sostenerse en un mundo cada vez más competitivo y regulado? Tal vez el desafío no es reemplazarlo, sino encontrar mecanismos de apoyo y formación que fortalezcan a estos voluntarios sin romper su espíritu solidario.

 

  1. Remunerar o no remunerar: dilemas éticos y prácticos

El debate sobre si los dirigentes cooperativos deben recibir pago no es solo una cuestión administrativa, sino profundamente ética y política. La pregunta clave es: ¿hasta qué punto la remuneración fortalece o debilita la esencia cooperativa?

Ventajas de pagar a los directivos

  1. Profesionalización y eficiencia. En sectores complejos –como ahorro y crédito o seguros– contar con directivos remunerados permite dedicación exclusiva y una mejor toma de decisiones técnicas.
  2. Atracción de talento especializado. Las cooperativas compiten con empresas privadas; si no ofrecen una retribución, es difícil atraer profesionales calificados en finanzas, derecho o tecnología.
  3. Estabilidad en la gestión. La remuneración incentiva la permanencia, evitando cambios abruptos que puedan afectar la continuidad de proyectos estratégicos.
  4. Reconocimiento al esfuerzo. En organizaciones grandes, la carga de trabajo puede ser tan intensa que sería injusto exigirla solo como “servicio voluntario”.

Desventajas y riesgos

Pero el pago de dietas u honorarios también ha generado controversias y críticas:

  • Creación de élites directivas. Cuando los sueldos son altos, los cargos pueden convertirse en posiciones codiciadas, alejando a los líderes de la base social.
  • Pérdida del espíritu solidario. La motivación puede desplazarse del servicio comunitario al beneficio personal.
  • Menor rotación democrática. Directivos que perciben ingresos considerables tienden a buscar la reelección indefinida, bloqueando la renovación de liderazgos.
  • Percepción negativa entre los socios. Muchos cooperativistas sienten que sus dirigentes se han “empresarializado”, generando desconfianza y apatía.

El dilema ético

Aquí surge la pregunta más incómoda: ¿es coherente con los valores cooperativos que un dirigente gane lo mismo –o más– que un gerente de empresa privada? Algunos defienden que el pago es justo si se mantiene dentro de márgenes razonables y transparentes. Otros argumentan que la verdadera esencia cooperativa se pierde cuando dirigir deja de ser un acto de servicio y se vuelve un “trabajo bien pagado”.

¿Existe un punto intermedio?

La respuesta podría estar en buscar un equilibrio: remuneraciones moderadas, ligadas a la responsabilidad real del cargo, acompañadas de formación cooperativa obligatoria para asegurar que los directivos, aun siendo pagados, mantengan su compromiso solidario.

La cuestión sigue abierta: ¿es posible pagar sin corromper la vocación?

 

  1. Impactos en la democracia interna: ¿menos participación por más dinero?

Uno de los principios esenciales del cooperativismo es la democracia participativa: “una persona, un voto”. Sin embargo, el pago de dietas y honorarios a los directivos ha generado cuestionamientos sobre su impacto en la participación y la calidad democrática.

¿Directivos menos accesibles?

Cuando los cargos se vuelven remunerados y de tiempo completo, los directivos pueden comenzar a comportarse más como ejecutivos profesionales que como representantes de los socios. En cooperativas grandes, no es raro escuchar críticas como:

  • “Ya no son parte de nosotros, son una élite aparte.”
  • “Antes venían a las reuniones comunitarias; ahora solo los vemos en asambleas anuales.”

La cercanía que caracterizaba a los dirigentes voluntarios tiende a diluirse, y con ello disminuye la confianza entre socios y líderes.

Intereses personales vs. espíritu solidario

El pago, aunque justificado por la carga de trabajo, introduce un incentivo personal: mantener el puesto para conservar el ingreso. Esto puede derivar en:

  1. Reelecciones indefinidas. Líderes que, antes, solo servían por periodos cortos, ahora buscan prolongar su permanencia.
  2. Menor apertura al relevo generacional. Los jóvenes encuentran más difícil acceder a cargos directivos cuando estos se convierten en “posiciones estables”.
  3. Conflictos internos. La lucha por los puestos remunerados puede generar divisiones en la base social, debilitando la cohesión comunitaria.

Menos participación de los socios

Otro efecto preocupante es el desinterés de los socios en participar activamente. ¿Para qué asistir a reuniones o postularse como dirigente si la gestión parece monopolizada por un grupo reducido? En algunas cooperativas grandes, la participación en asambleas ha caído drásticamente, dejando las decisiones en manos de pocos.

¿Es inevitable este efecto?

No necesariamente. Existen ejemplos de cooperativas que, aun pagando dietas, fomentan la participación mediante:

  • Asambleas deliberativas y transparentes.
  • Rotación obligatoria de cargos.
  • Programas de formación para nuevos líderes.

La pregunta clave sigue siendo: ¿cómo asegurar que la remuneración no distorsione la democracia interna?

En última instancia, el dinero no debería ser el motor del liderazgo cooperativo. Si los directivos son vistos más como “empleados bien pagados” que como representantes de la comunidad, la esencia democrática corre un serio riesgo.

 

  1. Diferencias por tamaño y sector: ¿a quién le conviene cada modelo?

No todas las cooperativas son iguales, y pretender que el voluntariado funcione en todos los casos sería tan irreal como exigir que todas paguen dietas elevadas. El modelo ideal depende del tamaño, la complejidad operativa y el sector en el que se desarrolla la cooperativa.

Voluntariado sostenible en cooperativas pequeñas

En cooperativas de base comunitaria –como las de consumo local, trabajo asociado o productores agrícolas– el voluntariado sigue siendo no solo posible, sino la mejor opción.

  • Por qué funciona:
    1. La gestión administrativa es más sencilla.
    2. Los recursos son limitados, y destinar dinero a honorarios puede comprometer la viabilidad económica.
    3. El contacto directo entre socios y dirigentes mantiene vivo el espíritu solidario.

Ejemplo: Una cooperativa de artesanos en Bolivia, con 50 socios, rota la presidencia cada dos años y los cargos son totalmente voluntarios. Esta práctica asegura alta participación y sentido de pertenencia.

Necesidad de perfiles técnicos en cooperativas grandes

En cambio, en cooperativas de gran escala –especialmente en los sectores financiero, de seguros y consumo masivo– el voluntariado absoluto suele ser insostenible:

  • Razones principales:
    1. Alta complejidad técnica: manejo de grandes volúmenes de dinero, cumplimiento de normativas, auditorías y riesgos financieros.
    2. Tiempo completo requerido: resulta inviable exigir a un voluntario que dedique 40 o más horas semanales sin retribución.
    3. Competencia empresarial: necesitan estrategias de mercado comparables a las de corporaciones privadas.

Ejemplo: Cooperativas de ahorro y crédito en América Latina, con millones de socios y operaciones internacionales, cuentan con directivos remunerados que dedican todo su tiempo a la gestión estratégica.

¿Podemos exigir lo mismo a todas?

No. Comparar una cooperativa barrial con una que mueve millones de dólares es injusto. Sin embargo, el desafío es mantener la coherencia cooperativa, independientemente del tamaño. ¿Por qué no establecer límites éticos, incluso en las grandes?

Un debate pendiente

  • ¿Podría una gran cooperativa destinar un porcentaje de sus operaciones a formar líderes voluntarios que fortalezcan la base social?
  • ¿Y si las pequeñas cooperativas recibieran apoyo técnico de federaciones para no sacrificar la esencia voluntaria?

El tamaño no debería justificar la pérdida total del espíritu solidario. La clave es adaptar el modelo sin renunciar a la identidad cooperativa.

 

  1. Modelos híbridos: combinar vocación con retribución justa

Entre el voluntariado puro y la profesionalización total existe un punto intermedio que muchas cooperativas están explorando: los modelos híbridos. Estos intentan equilibrar la vocación solidaria con la necesidad de contar con gestión eficiente y perfiles técnicos.

Buenas prácticas en modelos mixtos

  1. Dietas moderadas y transparentes.
    • Algunas cooperativas grandes establecen topes éticos a los honorarios, fijando un máximo vinculado a la media salarial del sector.
    • Ejemplo: Una cooperativa de consumo en España limita las dietas de sus directivos al equivalente de 2 salarios mínimos mensuales, con la obligación de rendir cuentas públicas anualmente.
  2. Voluntariado rotativo combinado con perfiles técnicos.
    • Los cargos estratégicos pueden ser remunerados, pero los comités de apoyo y los consejos consultivos son integrados por voluntarios que rotan periódicamente.
    • Esto mantiene viva la participación democrática y evita que todo quede en manos de profesionales pagados.
  3. Formación cooperativa obligatoria.
    • Directivos remunerados deben asistir a cursos periódicos sobre valores cooperativos, ética y participación democrática.
    • Así, la profesionalización no implica necesariamente perder la identidad solidaria.
  4. Participación social activa.
    • Algunas cooperativas obligan a sus directivos pagados a dedicar un porcentaje de su tiempo a actividades comunitarias, como talleres con socios o programas de educación cooperativa.

¿Debería existir un límite ético a las dietas?

La propuesta de establecer límites porcentuales o éticos es cada vez más debatida. Algunos sugieren que ningún directivo cooperativo debería ganar más que el gerente operativo o que las dietas no superen cierto porcentaje de los excedentes anuales.

Ventajas de los modelos híbridos

  • Mantienen el espíritu solidario al involucrar a voluntarios.
  • Aseguran profesionalización en áreas críticas.
  • Reducen tensiones internas al evitar sueldos desproporcionados.

El gran reto

El desafío es no convertir el modelo híbrido en un simple maquillaje ético. ¿De qué sirve limitar sueldos si la base social sigue sin participar? Los modelos mixtos solo funcionarán si los socios vuelven a sentirse parte activa de la gestión cooperativa.

En última instancia, el éxito de estos modelos dependerá de algo simple, pero difícil de lograr: que la retribución nunca sustituya a la vocación solidaria, sino que la complemente.

 

  1. ¿Recuperar el espíritu voluntario? Un debate para el futuro

El cooperativismo enfrenta un dilema que va más allá de dietas o sueldos: ¿es posible recuperar el espíritu voluntario en un mundo donde el tiempo se ha convertido en un recurso escaso y costoso?

El valor simbólico del voluntariado

Aunque muchas cooperativas no puedan prescindir de la profesionalización, el voluntariado sigue siendo un elemento identitario poderoso. No se trata solo de trabajar gratis, sino de reforzar la idea de que las cooperativas son proyectos comunitarios, no meras empresas.

  • Un voluntario que dedica algunas horas al mes a actividades comunitarias envía un mensaje claro a la base social: “esto sigue siendo de todos, no de unos pocos”.
  • Además, el voluntariado fomenta la educación cooperativa práctica, acercando a nuevos socios a la gestión.

Propuestas para revalorizar el voluntariado

  1. Programas paralelos de voluntariado social.
    • Aunque los cargos directivos sean remunerados, las cooperativas pueden impulsar brigadas solidarias, campañas de alfabetización financiera, o proyectos comunitarios gestionados por socios voluntarios.
  2. Códigos éticos claros.
    • Establecer compromisos explícitos para que, incluso los directivos remunerados, dedique parte de su tiempo a actividades no pagadas, reforzando su conexión con la comunidad.
  3. Campañas de sensibilización interna.
    • Promover el mensaje de que el cooperativismo no es solo un trabajo, sino un movimiento social, puede motivar a más socios a participar voluntariamente.
  4. Reconocimiento simbólico.
    • Premiar públicamente el esfuerzo voluntario –con menciones, diplomas o espacios destacados en las asambleas– puede ser tan efectivo como un incentivo económico.

¿Un ideal romántico o una necesidad estratégica?

Algunos argumentan que hablar de recuperar el espíritu voluntario es un romanticismo inútil en tiempos de globalización. Sin embargo, ¿no es precisamente ese espíritu lo que diferencia a las cooperativas de las empresas tradicionales? Si el cooperativismo pierde su carácter solidario, corre el riesgo de convertirse en una copia más del modelo capitalista, solo con otro nombre.

Un debate impostergable

El desafío no es volver al voluntariado total –algo casi imposible en cooperativas grandes–, sino revalorizarlo como un pilar cultural y ético. Si no se actúa, la base social podría alejarse aún más, dejando el futuro de las cooperativas en manos de directivos profesionales desconectados de la comunidad.

En palabras simples: la profesionalización puede ser necesaria, pero sin espíritu voluntario no hay cooperativismo auténtico.

 

¿Eficiencia o identidad? El equilibrio que no podemos perder

El debate sobre el voluntariado cooperativo no es un simple asunto administrativo; es una discusión sobre la identidad misma del cooperativismo. El paso de líderes voluntarios a directivos remunerados puede justificarse por la complejidad actual, pero no puede ser excusa para abandonar los principios que dieron origen al movimiento.

La profesionalización es necesaria en muchos casos, especialmente en cooperativas grandes y sectores regulados, pero no puede sustituir el compromiso solidario. Si el liderazgo cooperativo se convierte en un empleo más, con incentivos puramente económicos, corremos el riesgo de erosionar la confianza de los socios y de vaciar de contenido los valores que nos diferencian de cualquier empresa tradicional.

El futuro del cooperativismo dependerá de encontrar un equilibrio inteligente: remuneraciones justas, pero con límites éticos; profesionalización, pero con formación cooperativa obligatoria; directivos pagados, pero involucrados en actividades comunitarias no remuneradas.

Y, sobre todo, necesitamos revalorar el voluntariado como un acto de identidad cultural. Aunque no sea posible que todos los cargos sean voluntarios, sí podemos recuperar su espíritu a través de programas paralelos, rotación de liderazgos y una participación activa que devuelva a los socios el papel central que nunca debieron perder.

En última instancia, la pregunta que cada cooperativa debe hacerse es simple, pero poderosa:
“¿Estamos construyendo una empresa eficiente o un movimiento solidario que también es eficiente?”

 

Invitación: Recuperemos el debate, recuperemos el espíritu

El cooperativismo nació como un acto de rebeldía solidaria frente a la injusticia económica. Hoy, en medio de juntas directivas con dietas elevadas y estructuras cada vez más parecidas a las corporativas, ¿no corremos el riesgo de traicionar esa esencia?

Este artículo no pretende satanizar la profesionalización –es innegable que necesitamos gestión eficiente–, pero sí invita a reflexionar: ¿hasta dónde estamos dispuestos a sacrificar identidad a cambio de resultados financieros? Si seguimos justificando todo en nombre de la competitividad, ¿qué nos diferenciará realmente de una empresa tradicional?

Es momento de abrir un debate profundo en cada cooperativa, en cada federación, en cada consejo. ¿Podemos combinar la eficiencia con la solidaridad? ¿Estamos formando nuevos líderes con vocación, o solo ejecutivos bien pagados?

Te propongo algo: lleva esta discusión a tu cooperativa, a tu próxima asamblea, a tu red de contactos. Pregunta, incomoda, exige. ¿Cuánto de voluntariado queda en nuestra práctica cotidiana? Y, sobre todo, ¿qué acciones concretas podemos tomar para revalorizarlo sin retroceder en los avances técnicos?

El cooperativismo no sobrevivirá solo con balances positivos; sobrevivirá si sigue siendo un movimiento social vivo, participativo y solidario.

¿Qué opinas?

Comparte tu punto de vista en los comentarios. Abramos juntos este debate: sin espíritu solidario, no hay cooperativismo.

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El tamaño no importa… ¿o si?

Cooperativas grandes y pequeñas frente al reto de la identidad, la eficiencia y los beneficios reales para sus socios

Por Ramón Imperial Zúñiga

En el cooperativismo, el debate sobre el tamaño no es solo una cuestión de números: es una discusión sobre identidad, eficiencia y beneficios reales para los socios. ¿Una cooperativa pequeña es siempre más auténtica? ¿Una grande es necesariamente más eficiente? ¿Importa cuántos socios hay si, al final, no reciben los beneficios que justifican su participación?

Durante décadas, se ha idealizado la imagen de la cooperativa “de verdad” como aquella donde todos se conocen, se forman y deciden de manera cercana. Pero la realidad demuestra que ser pequeño no garantiza apego a los principios, así como ser grande no implica renunciar a ellos. Existen cooperativas de trabajo asociado o de pescadores que, aunque pequeñas, carecen de programas de formación o mecanismos democráticos activos. Y también hay gigantes de ahorro y crédito o consumo que, gracias a sus economías de escala, logran invertir en educación, participación y servicios de alto valor para sus socios.

El verdadero dilema no es el tamaño en sí, sino cómo cada cooperativa gestiona su identidad cooperativa, su capacidad operativa y los beneficios que entrega a sus miembros.

La pregunta entonces es inevitable: ¿qué pesa más, el número de socios o la capacidad de los dirigentes para mantener la esencia cooperativa, operar con eficiencia y devolver valor real a quienes confían en ella?

Más allá del número de socios, lo que realmente importa

Hablar del tamaño de una cooperativa siempre despierta pasiones. Para algunos, una cooperativa pequeña representa la esencia misma del movimiento: relaciones cercanas, decisiones participativas y un fuerte sentido de comunidad. Para otros, las grandes cooperativas son las que realmente logran incidir en la economía, generar empleos, ofrecer servicios competitivos y construir bienestar colectivo. Pero ¿es tan simple como elegir entre lo pequeño y lo grande?

El cooperativismo es tan diverso como sus sectores. Una cooperativa de trabajo asociado o de pescadores difícilmente rebasará los cientos de socios, no porque carezca de ambición, sino porque su modelo productivo y sus procesos operativos no permiten una estructura masiva. En cambio, una cooperativa de ahorro y crédito o de consumo puede y, en muchos casos, debe crecer hasta miles o incluso millones de socios para lograr economías de escala y ofrecer productos financieros o bienes de calidad a precios competitivos.

Sin embargo, el tamaño no lo es todo. Tres factores deberían ser el verdadero punto de análisis:

  1. Apego a la identidad cooperativa: ¿Se promueven la democracia interna, la participación y los valores cooperativos, sin importar si hay 50 o 500,000 socios?
  2. Eficiencia operativa y económica: ¿La estructura permite tomar decisiones ágiles, prestar buenos servicios y ser sostenible financieramente?
  3. Beneficios reales para los socios: ¿Los miembros reciben valor tangible –servicios de calidad, oportunidades de participación, educación cooperativa– que justifique su permanencia?

En este artículo debatiremos los mitos y realidades del tamaño cooperativo, presentando casos donde ser pequeño no garantizó identidad, donde ser grande fue sinónimo de eficiencia y fortalecimiento cooperativo, y donde el crecimiento terminó alejando a los socios.

Al final, la pregunta que debemos hacernos no es “¿cuál es el tamaño ideal?”, sino “cómo lograr que, sin importar el tamaño, las cooperativas cumplan su misión de generar bienestar colectivo”.

  1. ¿El tamaño define la identidad y la eficiencia? Mitos y realidades

El cooperativismo está lleno de frases que, con el tiempo, se convierten en dogmas. Una de ellas es que “las cooperativas auténticas son pequeñas”, porque solo así se garantiza la participación democrática y el apego a los valores. Otra, igualmente peligrosa, es la idea de que “una cooperativa grande siempre es más eficiente” porque puede generar economías de escala y competir con las empresas tradicionales. Ninguna de estas afirmaciones es totalmente cierta.

Identidad: ni lo pequeño es garantía ni lo grande es pecado

El tamaño no asegura el apego a los principios cooperativos. Una cooperativa de 50 socios puede ser tan distante y burocrática como una de 500,000 si no existen programas de formación ni mecanismos reales de participación. De hecho, se han visto pequeños grupos donde las decisiones quedan en manos de un puñado de directivos, con socios que apenas entienden su rol como dueños.

Por otro lado, hay grandes cooperativas que han demostrado que la identidad puede fortalecerse con el crecimiento. Cooperativas de ahorro y crédito en América Latina han invertido en educación masiva, programas de participación digital y campañas de identidad cooperativa que alcanzan a miles de socios.

Eficiencia: el tamaño puede ser un arma de doble filo

Las grandes cooperativas suelen ser más eficientes en términos económicos porque logran negociar mejores precios, reducir costos operativos y ofrecer servicios más competitivos. Sin embargo, esta eficiencia puede volverse un problema si se traduce en procesos excesivamente centralizados y burocráticos.

En contraste, las pequeñas cooperativas suelen ser ágiles en la toma de decisiones y en la atención personalizada, pero muchas veces carecen de recursos para profesionalizar su gestión, lo que las vuelve vulnerables en mercados cada vez más exigentes.

Beneficios reales para los socios: la verdadera medida del éxito

El tamaño solo tiene sentido si se traduce en valor tangible para los socios. Una cooperativa grande que ofrece servicios financieros accesibles, educación constante y participación efectiva está cumpliendo su propósito. Una pequeña que fomenta la solidaridad local, mejora la calidad de vida de sus miembros y genera arraigo comunitario también lo está haciendo bien.

El problema es cuando el tamaño, grande o pequeño, no se refleja en beneficios concretos, dejando a los socios como meros espectadores o clientes pasivos.

Entonces, la pregunta clave no es “¿cuántos socios tiene?”, sino “¿cómo utiliza sus recursos y estructura para ser fiel a su identidad, operar con eficiencia y generar bienestar real para sus miembros?”

  1. Pequeñas pero sin identidad: el problema también está abajo

Existe una creencia arraigada en el cooperativismo: “lo pequeño es sinónimo de auténtico”. Sin embargo, la realidad demuestra que muchas cooperativas pequeñas carecen de identidad cooperativa, no son eficientes y aportan escasos beneficios reales a sus socios. El problema no es exclusivo de las grandes organizaciones; también en las más pequeñas se encuentran serias debilidades que ponen en riesgo su esencia.

Identidad: la cercanía no siempre garantiza participación

Es común pensar que, en una cooperativa pequeña, todos se conocen, participan activamente y comprenden los principios cooperativos. Pero en muchos casos esto no ocurre. Hay cooperativas de productores, pescadores o artesanos donde los socios solo acuden a las asambleas por compromiso, sin conocer a fondo su papel como dueños y gestores.

La ausencia de programas de formación cooperativa es una de las principales causas. ¿De qué sirve tener 30 socios si ninguno entiende la importancia de la democracia interna, el control social o la solidaridad mutua? La falta de educación es un problema transversal que afecta a todas las cooperativas, sin importar el número de socios.

Eficiencia: vulnerabilidad por falta de profesionalización

Las pequeñas cooperativas suelen ser ágiles en la toma de decisiones, pero muchas carecen de procesos formales, planificación estratégica o recursos humanos capacitados. Esta falta de profesionalización las vuelve frágiles frente a la competencia, los cambios del mercado o las crisis económicas. El mito de que “la buena voluntad basta” sigue presente en muchos sectores, lo que limita su capacidad para generar servicios de calidad o asegurar su sostenibilidad a largo plazo.

Beneficios reales: cuando el tamaño reducido no se traduce en bienestar

Una cooperativa puede ser pequeña y cercana, pero si no mejora la calidad de vida de sus socios, está fallando en su misión esencial. Beneficios como precios justos, acceso a mercados, capacitación técnica o financiamiento solidario suelen estar ausentes en muchas organizaciones pequeñas que operan casi de manera informal.

Al final, el tamaño reducido no es excusa para no generar valor. Una cooperativa con pocos socios debería ser capaz de ofrecer ventajas significativas a cada uno, precisamente por su cercanía y facilidad de comunicación.

El problema, entonces, no es el número de miembros, sino la falta de visión y compromiso para construir identidad, profesionalizar la gestión y ofrecer beneficios tangibles, incluso en estructuras pequeñas.

  1. Grandes y fieles a sus principios: cuando crecer fortalece la identidad

El crecimiento no es sinónimo de pérdida de identidad. Aunque existe el riesgo de burocratización en grandes cooperativas, hay ejemplos inspiradores que demuestran que una estructura masiva puede ser una fortaleza para consolidar los principios cooperativos, mejorar la eficiencia y entregar beneficios reales a los socios.

Identidad: usar los recursos para educar y participar

Algunas grandes cooperativas han convertido su volumen en una oportunidad para reforzar la identidad cooperativa. Cooperativas de ahorro y crédito en América Latina, por ejemplo, han creado verdaderas escuelas internas, ofreciendo cursos masivos de educación financiera y cooperativa, no solo a sus socios, sino también a sus familias y comunidades.

En estos casos, los principios de educación y participación se amplifican gracias a los recursos disponibles. Plataformas digitales, boletines, asambleas virtuales y programas de voluntariado son herramientas que, bien gestionadas, permiten mantener el contacto con miles de socios. ¿No es acaso una prueba de que crecer puede ser una forma de multiplicar la conciencia cooperativa?

Eficiencia: economías de escala al servicio de la misión social

El tamaño puede ser una ventaja competitiva. Grandes cooperativas de consumo o salud han logrado negociar mejores precios, invertir en tecnología y profesionalizar a su personal gracias a las economías de escala. Cuando esta eficiencia se alinea con los valores cooperativos, los resultados son notables: servicios de alta calidad, acceso a productos asequibles y capacidad para resistir crisis económicas. La clave está en que la eficiencia no se convierta en un fin en sí mismo, sino en un medio para servir mejor a los socios.

Beneficios reales: devolver valor tangible a los miembros

Las grandes cooperativas que mantienen su esencia son aquellas que devuelven beneficios claros y perceptibles a sus socios. Dividendos equitativos, servicios complementarios (salud, educación, asistencia técnica) y oportunidades de participación en proyectos comunitarios son ejemplos concretos. Cuando los socios perciben estos beneficios, no importa si son 50, 500 o 500,000: se sienten parte de algo que los mejora como individuos y como comunidad.

El reto, entonces, no es evitar el crecimiento, sino garantizar que cada nuevo socio sea incorporado a una cultura cooperativa activa, reciba educación adecuada y perciba que su participación tiene impacto.

  1. Cuando crecer aleja a los socios: riesgos y síntomas de desmutualización

El crecimiento, aunque deseable en muchos casos, no siempre es sinónimo de éxito cooperativo. Cuando una cooperativa pierde el contacto con sus socios y se aleja de su misión, el tamaño se convierte en un obstáculo. Este fenómeno, conocido como desmutualización, es uno de los mayores riesgos para las cooperativas grandes que priorizan la expansión sobre su identidad.

Identidad: socios convertidos en clientes

El síntoma más evidente de desmutualización es cuando los socios dejan de verse como dueños y comienzan a comportarse como simples clientes. Esto ocurre cuando la toma de decisiones se vuelve tan compleja que la participación democrática se limita a unos pocos representantes, mientras la mayoría permanece indiferente.

En algunas grandes cooperativas, las asambleas se han convertido en meros trámites, sin debate real ni formación previa. ¿Puede llamarse cooperativa a una organización donde miles de socios no entienden ni influyen en las decisiones que afectan su propio patrimonio?

Eficiencia: burocracia que sofoca la agilidad

El crecimiento descontrolado puede generar estructuras pesadas y burocráticas. Procesos lentos, decisiones centralizadas y jerarquías rígidas terminan alejando a los socios, quienes perciben a la cooperativa como una institución lejana, similar a un banco o una empresa tradicional.

La eficiencia, en lugar de mejorar, se ve comprometida cuando las decisiones se toman con criterios más empresariales que cooperativos, priorizando indicadores financieros por encima de los valores sociales.

Beneficios reales: cuando los números no se traducen en bienestar

Algunas cooperativas grandes han caído en la trampa de presumir su número de socios, su monto en Activos Totales o su volumen de operaciones como sinónimo de éxito, olvidando que el verdadero objetivo es generar beneficios tangibles para cada miembro. Si el crecimiento no se traduce en mejores servicios, precios justos, programas educativos o desarrollo comunitario, entonces solo es expansión vacía.

En estos casos, los socios terminan preguntándose: “¿para qué sigo siendo parte de esta cooperativa si obtengo lo mismo que en cualquier empresa tradicional?”

El desafío no es evitar el crecimiento, sino garantizar que cada nuevo socio se integre a una cultura participativa, reciba educación cooperativa y perciba beneficios claros. De lo contrario, el tamaño puede convertirse en el principio del fin de la identidad cooperativa.

  1. El verdadero factor decisivo no es el tamaño, es convicción y liderazgo cooperativo

Después de analizar los mitos y realidades de las cooperativas grandes y pequeñas, la conclusión parece inevitable: el tamaño no es el verdadero factor decisivo; lo que define el éxito cooperativo es la convicción de sus dirigentes y gerente, el liderazgo que ejercen para mantener viva la esencia cooperativa, operar con eficiencia y generar beneficios reales para los socios.

Identidad: líderes que inspiran y educan

La identidad cooperativa no surge por inercia; se construye día a día con acciones concretas. Los líderes cooperativos, directivos y gerentes, son los primeros responsables de impulsar programas de educación, participación y transparencia, sin importar cuántos socios haya.

Un dirigente convencido de los valores cooperativos puede lograr que 50 personas participen activamente en cada decisión o que 500,000 comprendan, a través de plataformas digitales y encuentros periódicos, el significado real de ser dueños de su cooperativa.

La pregunta es: ¿cuántos líderes están realmente comprometidos con educar y motivar a sus socios, y cuántos se limitan a administrar como si dirigieran una empresa cualquiera?

Eficiencia: gestión profesional al servicio de los principios

La convicción también se traduce en gestión profesional y planificación estratégica. Un liderazgo cooperativo auténtico entiende que la eficiencia no está reñida con la solidaridad. Invertir en tecnología, capacitar al personal, mejorar procesos y buscar economías de escala son decisiones que, bien orientadas, potencian el impacto social de la cooperativa.

El reto está en no caer en la tentación de priorizar únicamente los resultados financieros; el objetivo siempre debe ser servir mejor a los socios, no acumular utilidades.

Beneficios reales: líderes que devuelven valor tangible

El liderazgo cooperativo se mide, finalmente, en la capacidad de transformar recursos en beneficios concretos para los miembros. Desde acceso a mejores precios y servicios de calidad, hasta formación, oportunidades de participación y proyectos comunitarios, los socios necesitan percibir que su cooperativa les ofrece algo más que cualquier empresa convencional.

Un líder creativo y comprometido encuentra formas de generar estos beneficios incluso en las cooperativas más pequeñas, mientras que un dirigente indiferente puede desperdiciar el enorme potencial de una gran organización.

El verdadero debate, entonces, no debería centrarse en el número de socios, sino en formar dirigentes con la convicción y la visión necesarias para mantener viva la esencia cooperativa, sin importar el tamaño.

  1. ¿Existe un tamaño ideal? Un debate abierto y sectorizado

La pregunta parece inevitable: ¿existe un tamaño óptimo para las cooperativas? La respuesta, aunque incómoda para quienes buscan recetas universales, es no. No hay un número mágico de socios que garantice identidad, eficiencia o beneficios reales.

El “tamaño ideal” depende, más bien, de la naturaleza del sector, de su modelo operativo y, sobre todo, de la capacidad de liderazgo para gestionar los principios cooperativos.

Identidad: el tamaño óptimo es el que permite mantener cercanía y participación

En cooperativas de trabajo asociado, pescadores o productores agrícolas, el tamaño reducido no es una elección romántica, sino una consecuencia lógica de su operación: los procesos productivos requieren coordinación directa, y una membresía masiva sería inmanejable. En estos casos, mantener estructuras pequeñas favorece la participación activa y la cohesión de los socios.

Por el contrario, en cooperativas de ahorro y crédito, salud o consumo, un número reducido de miembros limitaría su capacidad para competir y ofrecer servicios. Aquí, el tamaño puede y debe ser grande, siempre que existan mecanismos de educación y comunicación que mantengan viva la identidad.

Eficiencia: cada sector tiene su propio punto de equilibrio

El tamaño ideal también depende de la eficiencia operativa. Una cooperativa agrícola con 50 socios puede ser altamente efectiva si logra coordinar bien sus actividades y acceder a mercados locales. Una de consumo con el mismo número de socios sería inviable, pues no alcanzaría economías de escala ni capacidad de negociación con proveedores.

Así, el desafío no es crecer o mantenerse pequeño, sino encontrar el punto de equilibrio entre capacidad operativa y sostenibilidad financiera.

Beneficios reales: el tamaño que asegura valor tangible

El tamaño ideal, en última instancia, es aquel que permite maximizar los beneficios para los socios. Si una cooperativa grande no logra devolver valor tangible, su expansión carece de sentido; si una pequeña no mejora la calidad de vida de sus miembros, tampoco está cumpliendo su misión.

La pregunta polémica es: ¿deberían las cooperativas establecer recomendaciones sectoriales sobre tamaño para garantizar impacto y participación, o todo debe depender del liderazgo y la creatividad interna?

La respuesta sigue abierta, pero algo es claro: el tamaño es solo un medio, no un fin. Lo importante es que cada cooperativa, sea cual sea su dimensión, tenga la capacidad de ser fiel a su identidad, operar eficientemente y generar verdadero bienestar.

  1. Creatividad y tecnología: aliados para mantener la identidad sin importar el tamaño

El tamaño de una cooperativa, grande o pequeño, no debería ser un pretexto para perder identidad, operar con ineficiencia o dejar de generar beneficios reales. Hoy, más que nunca, la creatividad directiva y el uso inteligente de la tecnología son las claves para superar los retos que el crecimiento o la pequeñez imponen.

Identidad: educación y participación en la era digital

La tecnología ofrece oportunidades inéditas para fortalecer la identidad cooperativa, incluso en organizaciones con miles de socios dispersos geográficamente.

  • Plataformas virtuales de educación cooperativa pueden llegar a todos los miembros, desde videos cortos explicativos hasta cursos completos en línea.
  • Asambleas híbridas permiten que socios de zonas alejadas participen, voten y expresen sus opiniones en tiempo real.
  • Aplicaciones móviles pueden enviar contenidos educativos, noticias sobre la cooperativa e incluso encuestas para conocer la opinión de los socios.

¿No sería este un camino efectivo para asegurar que, sin importar el tamaño, cada socio comprenda y viva los principios cooperativos?

Eficiencia: tecnología al servicio de una gestión ágil

Las herramientas digitales también ayudan a mejorar la eficiencia operativa. Sistemas de gestión integrados, control financiero automatizado y plataformas de atención al socio pueden reducir costos, agilizar trámites y liberar recursos para programas educativos o sociales.

El reto está en no usar la tecnología solo para “administrar mejor”, sino para servir mejor: cada innovación debe evaluarse con la pregunta “¿esto mejora la vida de nuestros socios?”.

Beneficios reales: nuevas formas de devolver valor

La creatividad también es clave para diseñar beneficios que los socios perciban como valiosos. Algunas cooperativas han implementado:

  • Programas de recompensas solidarias (descuentos, puntos o bonificaciones por participación activa).
  • Plataformas de comercio justo en línea, conectando a pequeños productores con consumidores cooperativistas.
  • Espacios virtuales de networking cooperativo, fomentando alianzas y proyectos entre los propios socios.

En un mundo cada vez más interconectado, el tamaño deja de ser una limitante cuando la creatividad y la tecnología se ponen al servicio de la esencia cooperativa.

El desafío no es “ser pequeño para mantener identidad” ni “ser grande para ser competitivo”, sino ser innovador para que cada socio, sin importar cuántos sean, sienta que pertenece a algo que le genera valor real.

Más allá del tamaño, el verdadero reto cooperativo

El debate sobre el tamaño de las cooperativas no puede reducirse a un dilema entre lo pequeño y lo grande. Ni la cercanía de un grupo reducido ni la magnitud de una organización masiva garantizan, por sí mismas, la esencia cooperativa. Lo que realmente importa es la capacidad de cada cooperativa para mantener viva su identidad, operar con eficiencia y generar beneficios reales para sus socios.

El tamaño puede ser una oportunidad o un riesgo. Las pequeñas cooperativas tienen el potencial de construir lazos cercanos y decisiones participativas, pero muchas carecen de programas educativos y estructuras eficientes. Las grandes pueden lograr economías de escala e invertir en formación y servicios de calidad, pero corren el peligro de caer en la burocracia y alejar a sus socios.

El verdadero reto, entonces, no es medir cuántos miembros tiene una cooperativa, sino qué tan fuerte es su cultura cooperativa, qué tan profesional es su gestión y cuánto valor entrega a cada socio.

La conclusión es clara: no hay un tamaño ideal universal, solo hay cooperativas bien o mal gestionadas. Con creatividad, liderazgo y tecnología, cualquier cooperativa —grande o pequeña— puede ser un ejemplo de democracia, eficiencia y solidaridad.

La pregunta que queda abierta es incómoda, pero necesaria: ¿están nuestros dirigentes cooperativos preparados para liderar con visión y compromiso, o seguiremos culpando al tamaño de nuestros propios errores?

Invitación y llamado a la acción: El debate sigue abierto… ¿y tú qué opinas?

El cooperativismo necesita menos excusas y más compromiso. Culpar al tamaño de nuestras cooperativas —grande o pequeño— es el argumento fácil, pero lo verdaderamente difícil es asumir la responsabilidad de construir organizaciones con identidad sólida, eficientes y que entreguen beneficios reales a sus socios.

Si formas parte de una cooperativa, te invito a hacerte estas preguntas:

  • ¿Conoces realmente tus derechos y deberes como socio, o te comportas como un cliente más?
  • ¿Tu cooperativa te educa, te escucha y te permite participar en las decisiones, o solo te ve como un número en su balance?
  • ¿Recibes beneficios tangibles que justifiquen tu confianza en ella?

Y si eres directivo o gerente cooperativo:

  • ¿Estás formando a tus socios para que sean dueños responsables, o prefieres mantenerlos pasivos?
  • ¿Usas la tecnología y la creatividad para fortalecer la identidad y devolver valor real, o te escudas en la “falta de recursos” o en el “exceso de socios” para no innovar?

El cooperativismo no necesita ser pequeño para ser auténtico ni grande para ser competitivo. Necesita líderes y socios comprometidos.

Ahora te toca a ti:

👉 ¿El tamaño de tu cooperativa es una fortaleza o una excusa?

👉 Comparte tu opinión en los comentarios. Cuéntanos casos, ejemplos, aciertos o fracasos.

El debate sigue abierto, y cada experiencia cuenta para construir un cooperativismo más crítico, creativo y fiel a sus principios.

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Del silencio a la acción: el cooperativismo necesita incidencia política permanente

Sin incidencia política no hay defensa posible ni transformación

Por Ramón Imperial Zúñiga, Julio 2025

En los artículos anteriores de esta serie, hemos tratado de describir, analizar y entender un problema que rebasa las fronteras de un solo país. Lo que ocurre hoy en Ecuador —donde se ha abierto la posibilidad legal de que cooperativas de ahorro y crédito se conviertan en bancos en un plazo de 90 días— no es solo una crisis puntual. Es una amenaza sistémica, una advertencia global.

No es únicamente un problema jurídico, técnico o económico. Es una señal de alerta que nos obliga a revisar nuestras propias debilidades como movimiento: la fragilidad de nuestra identidad, la escasa participación de los socios, la falta de integración entre organizaciones y —como abordaremos hoy— nuestra ausencia en los espacios de poder y toma de decisiones.

Porque si el cooperativismo no tiene presencia política real, si no está en la mesa donde se toman las decisiones que le afectan, queda a merced de otros intereses. Y eso no puede continuar.

El cooperativismo necesita hacer política… sin ser partidista

A lo largo de su historia, el cooperativismo ha sido, en esencia, una propuesta política. No en el sentido tradicional de los partidos o campañas, sino en su concepción más profunda: una forma distinta de organizar la economía y la sociedad, centrada en la dignidad de la persona humana.

Por eso, es un error pensar que el cooperativismo debe mantenerse “alejado de la política”. Lo que debe evitarse, sin duda, es el partidismo. Pero no la incidencia política.

Las cooperativas deben tener presencia constante en los parlamentos, en los espacios de diálogo con el poder ejecutivo, en las comisiones de legislación, en los organismos de consulta pública, en los medios de comunicación política. No como invitados esporádicos, sino como actores permanentes.

El cooperativismo tiene voz propia. Tiene propuestas. Tiene una base social masiva. Y tiene derecho y deber de hacerse escuchar.

El peso social del cooperativismo debe hacerse sentir

En América Latina, el cooperativismo representa a más de 200 millones de personas si se suman directamente los socios y sus familias. Es un tejido social impresionante, con presencia en zonas rurales, barrios populares, comunidades marginadas, sectores urbanos y regiones remotas. Y sin embargo, ese peso social no se traduce en poder político real.

¿Por qué? Porque muchas veces el movimiento no ha sabido construir sus propias estrategias de incidencia. O ha tenido temor de ser confundido con algún partido. O ha preferido mantenerse al margen de los debates, esperando que “no lo toquen”.

Ese silencio, esa pasividad, tiene un precio. Y hoy lo estamos viendo.

Es hora de cambiar. Es hora de asumir que la defensa del modelo cooperativo requiere presencia pública, relaciones institucionales, vínculos con actores políticos, alianzas con otros movimientos sociales. La neutralidad no puede convertirse en invisibilidad.

Una vía distinta: ni de izquierda ni de derecha

El cooperativismo no es de izquierda ni de derecha. Y eso no es una debilidad: es una fortaleza.

Porque no propone simplemente una alternativa política, sino una lógica diferente. En el centro del cooperativismo no está el capital, ni el Estado, ni el mercado. Está la persona. El ser humano. Su dignidad, sus derechos, su capacidad de organizarse libremente para satisfacer sus necesidades.

Por eso el cooperativismo puede dialogar con todos los sectores políticos. Puede hacer propuestas económicas con responsabilidad social. Puede impulsar leyes más justas. Puede promover la inclusión sin polarizar. Puede ser un puente entre visiones diferentes, siempre que su voz sea clara y firme.

Esta visión debe ser la base de su incidencia política: no buscar el poder por el poder, sino influir en las decisiones que afectan a las personas, al desarrollo territorial, a la equidad y a la economía social.

Neutralidad política y presencia estratégica

Sin embargo, para que esta incidencia política sea efectiva y creíble, es indispensable mantener una neutralidad partidista absoluta. No es conveniente incrustar en las cooperativas a políticos de carrera, pues tarde o temprano aparecerá la tentación de arrastrar a los socios y a la propia cooperativa hacia una corriente política específica.

Es un error politizar a la cooperativa. Sus dirigentes y principales líderes no deberían participar activamente como militantes de partidos, porque eso pone en riesgo la unidad interna, debilita la confianza de los socios y puede utilizar a la cooperativa como plataforma electoral. El movimiento cooperativo debe mantenerse neutral, y esa neutralidad debe ser cuidada con rigor.

Esto no significa que los dirigentes deban aislarse de la vida pública. Muchos partidos políticos buscan incorporar en sus plataformas a líderes de la sociedad civil, y en ese espacio sí puede participar un dirigente cooperativo, siempre que actúe como representante del movimiento cooperativo, defendiendo sus principios, valores y necesidades, y no como integrante activo de un partido.

Un ejemplo exitoso de esta estrategia fue el programa impulsado hace algunos años por Cooperativas de las Américas, denominado “Parlamentarios Amigos del Cooperativismo”. La iniciativa consistía en identificar a legisladores de distintos partidos —diputados, senadores o parlamentarios— que, más allá de sus colores políticos, se comprometieran a apoyar al cooperativismo y a defenderlo en los congresos nacionales. Esta experiencia dio muy buenos resultados en países como Colombia, Argentina, Brasil y Chile, logrando aprobar leyes favorables y detener iniciativas que podían dañar al sector. Es un modelo que debería retomarse y mantenerse de manera permanente.

Lo esencial es que el cooperativismo tenga presencia política constante, sin partidismos, y que mantenga un diálogo abierto con los principales partidos y actores políticos de cada país. De esta forma, podrá anticiparse a posibles iniciativas legales que lo afecten, intervenir a tiempo en los debates y presentar propuestas constructivas antes de que las decisiones estén tomadas.

El cooperativismo no puede seguir actuando solo cuando la crisis ya es inminente. Debe estar en los espacios donde se decide su futuro, no para buscar privilegios, sino para defender su derecho a existir y a cumplir su misión social.

Lo que hemos aprendido en esta serie

Para cerrar esta serie de cinco artículos, vale la pena resumir las reflexiones y posibles aprendizajes que hemos intentado compartir en cada uno de ellos:

  • Artículo 1: Cuando veas las barbas de tu vecino cortar…
    Explicamos el caso ecuatoriano como un síntoma de algo más profundo: la amenaza real de que el modelo cooperativo sea desnaturalizado por decisiones políticas o intereses económicos. Advertimos que este no es solo un problema local, sino un precedente peligroso para toda América Latina y el mundo.
  • Artículo 2: De cooperativas a bancos: desnaturalización del modelo cooperativo
    Analizamos lo que implica convertir una cooperativa en banco: no solo un cambio jurídico, sino una transformación profunda de la lógica organizativa, de la propiedad, de los valores. Incorporamos ejemplos reales como el caso de Caja Libertad en México, y la importancia de leyes que protejan la identidad cooperativa.
  • Artículo 3: Sin educación cooperativa, no hay defensa posible
    Reafirmamos que una base social ignorante es una base vulnerable. Sin educación permanente, los socios dejan de sentirse dueños. El 5º Principio no es un lujo, es una estrategia de supervivencia. Hay que educar, informar, formar y transformar desde adentro.
  • Artículo 4: Integración cooperativa: la fortaleza que no estamos aprovechando
    Examinamos el debilitamiento del 6º Principio. El movimiento cooperativo está fragmentado, no solo entre sectores, sino incluso dentro del mismo país. Sin unidad, no hay fuerza. Y sin fuerza, no hay defensa. La integración es urgente, en lo nacional, regional y continental.
  • Artículo 5: Del silencio a la acción
    Hemos enfatizado la necesidad de una incidencia política permanente. El cooperativismo no puede seguir siendo un actor invisible. Debe influir. Debe participar. Debe defenderse. Y debe proponer.

Esperanza, acción y compromiso

Tenemos esperanza. A pesar del riesgo, confiamos en que el problema que enfrenta hoy el movimiento cooperativo de Ecuador puede y debe resolverse antes de que se cumpla el plazo de los 90 días. El movimiento nacional está activo. Varios organismos internacionales ya se han pronunciado. Hay apoyo, hay conciencia creciente.

Pero aún falta mucho. Hace falta más unidad, más visibilidad, más presión constructiva. Y sobre todo, hace falta que cada país reaccione. No para imponer, sino para acompañar. No para señalar, sino para solidarizar.

Porque hoy es Ecuador. Pero mañana puede ser cualquier otro país.
Y si no aprendemos en cabeza ajena, nos tocará sufrir en carne propia.

Un llamado final

Desde esta tribuna, desde este espacio, con humildad y convicción, hago un llamado a:

  • Las confederaciones y federaciones nacionales: movilícense. Emitan pronunciamientos. Hablen con sus gobiernos. Defiendan el modelo cooperativo con firmeza y estrategia.
  • Los organismos continentales y mundiales: intensifiquen su acción. No basta con publicar comunicados. Necesitamos gestiones diplomáticas, campañas públicas, incidencia efectiva.
  • Las cooperativas individuales: infórmense, eduquen a sus socios, participen en sus redes nacionales. No se aíslen.
  • Los líderes políticos y sociales: escuchen al cooperativismo. No lo vean como competencia, sino como aliado del desarrollo.
  • Cada persona cooperativista: que su voz se escuche. Que su acción se sienta. Que su compromiso se multiplique.

“El cooperativismo es una fuerza transformadora. Pero solo lo será si decide dejar de ser espectador y se convierte en actor protagónico de su propio destino.”

Hoy más que nunca, necesitamos pasar del silencio… a la acción.

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Integración cooperativa: la fortaleza que no estamos aprovechando

El 6to Principio olvidado y las consecuencias de caminar divididos

Por Ramón Imperial Zúñiga, Julio 2025

En los artículos anteriores de esta serie, hemos abordado la amenaza que enfrenta el cooperativismo ecuatoriano, la desnaturalización del modelo cooperativo y la urgencia de reactivar la educación como herramienta de defensa. Pero aún falta tratar uno de los temas más sensibles y determinantes: la desintegración del movimiento cooperativo, tanto a nivel nacional como internacional.

A pesar de que la cooperación entre cooperativas es uno de los principios fundamentales proclamados por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), el 6º Principio —la integración— es quizás el más olvidado o incumplido. Lo vemos en casi todos los países: cooperativas que operan como entes aislados, federaciones débiles, confederaciones fragmentadas, relaciones intersectoriales inexistentes. Y esto tiene consecuencias reales y graves.

Frente a amenazas como la que se vive hoy en Ecuador, esta falta de integración se vuelve un problema estructural. Porque un movimiento dividido es un movimiento débil. Y un movimiento débil es presa fácil de intereses ajenos.

El 6º Principio: una promesa incumplida

La cooperación entre cooperativas no es solo un ideal bonito. Es una necesidad estratégica. Se basa en la idea de que, al unirnos, multiplicamos nuestras capacidades. Compartimos conocimiento, generamos sinergias, defendemos juntos nuestras causas y consolidamos nuestra identidad común.

Pero en la práctica, este principio se ha debilitado. En muchos países, las cooperativas no se conocen entre sí. Operan en sus propios nichos, sin contacto real con otras del mismo sector, y mucho menos con las de sectores diferentes. Algunas ni siquiera están afiliadas a federaciones o confederaciones. O si lo están, no participan activamente.

El resultado es una red rota, frágil. Y cuando llega una amenaza —como ahora en Ecuador—, no hay capacidad real de movilización, ni de defensa conjunta. Se actúa tarde, o de forma dispersa.

Integración sectorial: del individualismo a la cooperación

En el caso de las cooperativas de ahorro y crédito, la falta de integración interna es un problema crítico. Muchas de estas cooperativas funcionan como si fueran instituciones financieras convencionales, centradas en sus metas de crecimiento, sin generar lazos con sus pares. La competencia se impone sobre la colaboración.

Este aislamiento debilita la capacidad de reacción. Porque ante una amenaza legal, política o reputacional, cada cooperativa queda sola, sin una red sólida que la respalde, sin una voz colectiva que la defienda.

Por otro lado, aquellas que sí están integradas en redes fuertes —federaciones, uniones, confederaciones— cuentan con mejores herramientas para actuar, visibilizarse, gestionar con autoridades y organizar estrategias comunes.

La integración sectorial no es burocracia: es supervivencia. Y también es eficiencia: permite aprovechar economías de escala en áreas que muchas veces pasamos por alto. Imaginemos el ahorro que podría lograrse si varias cooperativas, en lugar de comprar por separado, unieran esfuerzos para adquirir en conjunto equipos de cómputo, mobiliario de oficinas, vehículos utilitarios o incluso servicios especializados como seguros, plataformas tecnológicas o capacitación. No solo se obtendrían mejores precios, sino también mayor calidad y condiciones de servicio, liberando recursos que podrían destinarse a educación, innovación o desarrollo social.

Este tipo de integración práctica ya ocurre en algunos países y demuestra que es posible. Varias federaciones en América Latina han creado marcas colectivas que fortalecen la identidad y la confianza en el sector, además de aumentar la capacidad de negociación con proveedores y de posicionamiento ante los consumidores.

Un ejemplo inspirador a nivel internacional es el de Inglaterra, donde en los últimos años se ha impulsado un proceso de unificación de diversos sectores cooperativos bajo una misma marca: “Co-op”. Esta estrategia conjunta ha fortalecido la presencia de las cooperativas en el mercado, haciéndolas más visibles y competitivas frente a las grandes cadenas tradicionales, sin perder su identidad cooperativa.

La cooperación entre iguales también permite desarrollar proyectos compartidos que, de forma aislada, serían imposibles: sistemas de información integrados, centros de innovación tecnológica, plataformas de comercio electrónico o incluso fondos solidarios que respalden a las cooperativas más pequeñas en momentos de crisis. Estos mecanismos no solo optimizan recursos, sino que aumentan la capacidad de impacto social y fortalecen la confianza de la comunidad.

En pocas palabras, integrarse no es perder autonomía, es multiplicar capacidades. La verdadera fortaleza del cooperativismo no está en el tamaño individual de cada entidad, sino en lo que pueden hacer juntas.

Integración intersectorial: una deuda histórica

Más allá del sector financiero, existe otra fractura: la falta de articulación entre sectores cooperativos. Las cooperativas agrícolas, de consumo, de vivienda, de salud, escolares, de trabajo, tecnológicas… muchas de ellas trabajan solas, aisladas, sin relacionarse entre sí.

Esto genera una pérdida de potencia colectiva. Porque si todos los sectores cooperativos se articularan, podrían tener una voz social y política muchísimo más fuerte, un peso institucional real, y una capacidad de movilización que sería difícil de ignorar por gobiernos o actores económicos.

La verdad incómoda es que los sectores cooperativos casi no se ven entre sí. No hay espacios reales de encuentro, ni de reflexión compartida. Y cuando llega una amenaza a un sector específico, como hoy al financiero en Ecuador, los demás sectores no reaccionan, porque lo sienten ajeno, lejano, como si no fuera su lucha.

Fragmentación nacional: el caso de cada país

Este problema se repite en diferentes grados en casi todos los países del continente. En muchos casos, existen múltiples federaciones con poca articulación entre ellas, o conflictos históricos no resueltos que impiden la cooperación. En otros, hay organismos nacionales que existen en el papel, pero que tienen escasa representatividad o capacidad de acción.

Hay países donde la fragmentación ha llevado incluso a situaciones de competencia institucional, debilitando la interlocución con el Estado y dando pie a regulaciones desfavorables o poco consultadas.

En este contexto, la unidad del cooperativismo ecuatoriano es crucial. Si sus organismos representativos no actúan como un solo cuerpo, si las cooperativas no se alinean, si no se genera una estrategia conjunta con liderazgo y vocería clara, la defensa frente a la actual amenaza será débil.

Y lo mismo aplica para el resto de América Latina: sin estructuras nacionales cohesionadas, el cooperativismo no podrá incidir en las políticas públicas ni defender su identidad.

¿Y la integración continental?

A nivel continental, contamos con organismos como Cooperativas de las Américas, COLAC, CCC-CA, entre otros, que han desempeñado un papel importante en distintos momentos. Sin embargo, frente a amenazas tan graves como la actual, se necesita una reacción mucho más fuerte, visible y sostenida.

No basta con pronunciamientos en redes sociales. Se necesitan:

  • Cartas dirigidas directamente a presidentes y congresos.
  • Reuniones con organismos multilaterales.
  • Campañas de sensibilización pública.
  • Apoyo técnico y jurídico.
  • Movilización solidaria entre países.

Además, se requiere fortalecer los vínculos entre los organismos continentales y las confederaciones nacionales. A menudo hay una distancia excesiva entre lo regional y lo local, lo que limita la eficacia de las acciones.

Fortalezas desaprovechadas

En América existen organizaciones nacionales muy fuertes, con gran legitimidad y experiencia: OCB en Brasil, Cooperar en Argentina, CONCAMEX en México, FEDECOAC en Paraguay, FEDPA en Panamá, FEDECACES en El Salvador, FACACH en Honduras, entre muchas otras.

Si todas estas organizaciones se expresaran juntas en defensa del cooperativismo ecuatoriano, el impacto sería enorme. El gobierno de Ecuador no podría ignorarlo. La presión diplomática, institucional y social sería mucho mayor.

Pero para eso se necesita liderazgo, coordinación y voluntad de actuar como un solo cuerpo. No podemos seguir operando como islas.

¿Qué podemos hacer?

  • Reactivar y fortalecer las federaciones y confederaciones nacionales, con una agenda común, moderna y proactiva.
  • Redefinir los modelos de los organismos de integración, seguimos funcionando igual desde hace varias décadas y los tiempos han cambiado, se podrían incorporar en las federaciones y confederaciones nuevos esquemas, nuevas plataformas, aprovechar mejor la tecnología.
  • Impulsar espacios de diálogo intersectorial, con agendas compartidas entre cooperativas de distintos sectores.
  • Establecer mecanismos ágiles de respuesta continental, para actuar frente a amenazas o crisis.
  • Invertir en tecnologías de articulación, como plataformas digitales de cooperación, comunicación instantánea y capacitación conjunta.
  • Crear campañas públicas unificadas, que muestren el rostro humano y social del cooperativismo.

Un llamado a la unidad

La situación en Ecuador debe servirnos como espejo. No solo para alertarnos, sino para reconocer nuestras propias debilidades como movimiento. Porque si el cooperativismo ecuatoriano se ve amenazado y responde solo, sin el respaldo contundente de la región, el mensaje que se envía es que somos un movimiento sin capacidad de defensa colectiva.

Creo que también se debería valorar si conviene promover un apoyo internacional más allá de nuestro continente, de América, que pasaría si el gobierno de Ecuador recibiera peticiones concretas de organismos cooperativos de Europa, de Asía, de África o de Oceanía?, seguramente el impacto sería mayor… En esto, la Alianza Cooperativa Internacional, ACI, podría jugar un rol muy importante, pero es necesario que los organismos de Ecuador que están llevando a cabo la representación institucional, definan y en su caso, soliciten el apoyo. 

Necesitamos superar viejos recelos, diferencias de enfoque, y egos institucionales. La amenaza que enfrentamos es más grande que nuestras diferencias. Es hora de recordar que solo unidos podemos defender lo que somos.

En el próximo artículo…

En el quinto y último artículo de esta serie, abordaremos un tema imprescindible: las estrategias jurídicas, políticas y diplomáticas que el cooperativismo puede y debe activar para defenderse de manera eficaz.

Veremos casos, propuestas y recomendaciones para que esta coyuntura no se repita en otros países. Porque no basta con resistir: hay que prepararse mejor para el futuro.

“La fragmentación del cooperativismo no es solo un problema interno. Es un factor de riesgo ante cualquier amenaza externa.”

Ha llegado el momento de unirnos de verdad. No por conveniencia, sino por convicción y por necesidad.

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Sin educación cooperativa, no hay defensa posible

La formación como muro de contención frente a la desnaturalización cooperativa

Por Ramón Imperial Zúñiga, Julio 2025

Si en los dos primeros artículos de esta serie abordamos la gravedad del caso ecuatoriano y los riesgos de transformar cooperativas en bancos, hoy es momento de detenernos en una dimensión menos visible, pero igual de crítica: la ausencia de educación cooperativa. Porque una cooperativa solo podrá resistir amenazas externas e internas si sus socios comprenden lo que significa ser parte de ella, si se sienten copropietarios, responsables y defensores activos del modelo.

El 5º Principio Cooperativo, proclamado por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), establece que las cooperativas deben proporcionar educación, formación e información a sus socios, dirigentes y empleados para que puedan contribuir efectivamente al desarrollo de su cooperativa. No es un principio decorativo. Es una piedra angular. Sin él, los demás principios se vacían de sentido. Y lo que es peor, la cooperativa queda expuesta a ser devorada por dinámicas ajenas a su identidad.

Un peligro silencioso que no podemos ignorar

Hoy hablamos mucho del caso de Ecuador porque es un problema visible, público, que está en la agenda de todos. Pero hay un peligro igual de grave —o incluso más delicado— que avanza de manera silenciosa en muchas cooperativas del mundo: una transformación interna, no legal ni jurídica, pero profundamente desnaturalizadora.

No se trata de leyes ni de disposiciones transitorias. Se trata de un cambio cultural y operativo, casi imperceptible, que poco a poco convierte a las cooperativas en organizaciones que funcionan, actúan y se comportan más como bancos o empresas mercantiles que como sociedades de personas.

Este tipo de transformación no se decreta con reformas ni requiere cambios estatutarios; se gesta desde dentro, en el día a día, cuando se abandonan los programas de educación cooperativa, cuando los socios dejan de sentirse dueños y participan solo como clientes, cuando las decisiones se concentran en pequeños grupos directivos sin contrapesos sociales.

Este peligro es aún más difícil de enfrentar porque no genera titulares ni provoca debates inmediatos, pero erosiona silenciosamente la esencia cooperativa. Y cuando finalmente se hace evidente, muchas veces ya es tarde para revertirlo.

Por eso la educación cooperativa no es solo un deber moral: es la primera línea de defensa contra esta desmutualización progresiva e invisible.

El cooperativismo no se hereda, se aprende

Uno de los grandes errores que hemos cometido —y lo digo como autocrítica desde dentro del movimiento— es suponer que la identidad cooperativa se conserva automáticamente, solo por estar en los estatutos o por tener décadas de existencia. Nada más lejos de la realidad. El cooperativismo no se hereda: se aprende, se comprende, se vive.

Cuando una persona entra a una cooperativa sin saber qué es, qué significa, cómo funciona ni qué derechos y deberes tiene, rápidamente asume una lógica de cliente. Se convierte en usuario de servicios financieros, no en socio de una organización. Y si las cosas van bien, no se compromete; si van mal, se va. No hay vínculo, ni lealtad, ni defensa.

Ese vacío de sentido solo puede llenarse mediante procesos formativos permanentes. Y no basta con una charla inicial o un folleto al inscribirse. Se necesita una estrategia integral y permanente de educación cooperativa, que acompañe la vida del socio desde que ingresa hasta que se retira, pasando por momentos clave de participación y formación continua.

Cuando los socios dejan de sentirse dueños

Una de las consecuencias más trágicas de la falta de educación cooperativa es la pérdida de sentido de pertenencia. Los socios dejan de sentirse dueños, pierden interés en participar en las asambleas, ya no se postulan a los consejos de administración ni exigen rendición de cuentas. La cooperativa, entonces, se convierte en una estructura burocrática, manejada por unos pocos, con una base social dormida o desinteresada.

Ese ambiente facilita dos riesgos graves:

  1. Que decisiones importantes se tomen sin consulta o sin oposición, como fue el caso de la desmutualización de algunas cooperativas.
  2. Que los espacios democráticos se vacíen, debilitando la gobernanza cooperativa y volviendo a la organización más vulnerable a presiones externas.

Y lo más doloroso es que muchas veces esta situación no surge de la mala intención de los dirigentes, sino de una cultura institucional que no prioriza al socio como sujeto central del proceso cooperativo.

El principio educativo no es un lujo, es una necesidad

Hoy más que nunca, el 5º Principio debe ser considerado una prioridad estratégica. En un entorno cada vez más competitivo, donde las cooperativas conviven con bancos, fintechs y empresas financieras, la educación no es un gasto; es una inversión en resiliencia.

Una cooperativa con socios formados, críticos, participativos y comprometidos, es una cooperativa que puede defenderse. Que puede oponerse a una transformación injusta. Que puede exigir coherencia. Que puede construir futuro.

La educación cooperativa debe incluir:

  • Conocimiento básico sobre el modelo cooperativo, sus valores y principios.
  • Formación en gobernanza democrática, derechos y deberes del socio.
  • Educación financiera básica, para que el socio entienda lo que hace su cooperativa.
  • Herramientas digitales y tecnológicas, para ampliar la participación.
  • Reflexión ética, sobre el papel de la cooperativa en la sociedad.

Tecnología y medios digitales: aliados de la educación

Hace años para que una persona ingresara como socio de una cooperativa, era un requisito indispensable que primero pasara por una serie de charlas educativas, luego eso se fue eliminando porque era una barrera que retardaba los procesos y ponía a las cooperativas en desventaja con otras entidades financieras.

Hoy en el cooperativismo eh general, estamos pagando el precio de esas decisiones, los socios ya no tienen claridad de sus derechos y obligaciones, de sus responsabilidades como dueños de la cooperativa, por eso la mayoría solo actúan como clientes y usuarios de los servicios que ofrece la cooperativa.

No se trata de regresar al pasado, de burocratizar los procesos, de poner barreras que nos impidan ser competitivos, pero vivimos en la era de la información y tenemos que ser muy creativos. Las herramientas están disponibles. No hay excusa para no hacer educación cooperativa accesible, moderna y atractiva.

Las cooperativas pueden (y deben) aprovechar:

  • Plataformas de aprendizaje virtual.
  • Aplicaciones móviles con contenidos breves y claros.
  • Podcasts, videos, infografías y cápsulas educativas.
  • Foros digitales, encuentros virtuales, debates en línea.

La clave está en usar un lenguaje sencillo, cercano, que conecte con la realidad del socio. No necesitamos doctrinas complejas ni libros difíciles. Necesitamos explicar, con claridad y pasión, qué es una cooperativa y por qué vale la pena defenderla.

Los dirigentes deben abrir espacios, no cerrarlos

Un error que a veces se comete —aunque de forma involuntaria— es que los directivos y gerentes, en su afán de “cuidar” la cooperativa, reducen la participación de los socios. Ven con recelo el disenso, evitan la crítica, limitan la información disponible. Algunos incluso prefieren que los socios “no se metan”.

Ese camino es peligroso. Porque cuando se limita la participación, se está desactivando la base del modelo cooperativo. La democracia interna no debe ser vista como una amenaza, sino como un pilar fundamental de la sostenibilidad.

Los dirigentes deben ser facilitadores de la educación cooperativa, no sus obstáculos. Deben promover la participación activa, motivar la capacitación y reconocer a los socios como verdaderos dueños. El liderazgo cooperativo no se mide solo en eficiencia financiera, sino en capacidad para cultivar una cultura democrática y participativa.

Una advertencia desde la experiencia

Volviendo brevemente al ejemplo mencionado en el artículo anterior: en México, una gran cooperativa se transformó en entidad mercantil sin resistencia interna. ¿Por qué? Porque no hubo educación cooperativa. Los socios no se sintieron dueños. No supieron defender su organización. El proceso se dio sin participación, sin debate, sin oposición real.

Fue un golpe duro, pero también un aprendizaje. Desde entonces, se han fortalecido los programas educativos en varias cooperativas mexicanas, y se han establecido mecanismos legales que prohíben la transformación del modelo sin disolución previa. Es decir: si hay educación y legislación protectora, hay defensa. Si no, hay desintegración.

¿Y Ecuador?

En el caso de Ecuador, la situación actual pone en evidencia cuánto puede llegar a depender la defensa del cooperativismo no solo de leyes y normativas, sino de la fuerza social organizada desde dentro de cada cooperativa.

No podemos saber con certeza, desde fuera, si todos los socios de las cooperativas están plenamente informados sobre lo que está ocurriendo, ni si participan activamente en la toma de decisiones, ni si cuentan con espacios regulares para el análisis, la formación o el debate colectivo. Pero sí podemos —y debemos— manifestar nuestra preocupación de que, si no existe ese proceso educativo y participativo interno, la defensa institucional será mucho más difícil.

Las estrategias legales y políticas son fundamentales, pero no son suficientes. Una cooperativa sin socios informados y comprometidos corre el riesgo de parecer ante el gobierno —y ante la sociedad— como una simple entidad financiera. Y si los propios socios no hacen oír su voz, si no ejercen su condición de dueños, ¿quién defenderá su cooperativa cuando esté en riesgo?

Por eso el 5º Principio de la ACI —educación, formación e información— no es un complemento, es la clave de la resiliencia cooperativa. Y no solo en Ecuador. En muchos países, la falta de programas educativos constantes ha generado bases sociales pasivas, desarraigadas, que no sienten que la cooperativa les pertenece.

Sin formación, no hay conciencia. Sin conciencia, no hay identidad. Sin identidad, no hay defensa posible.

No es tarde, pero es urgente

El momento actual exige una revalorización profunda del 5º Principio en todos los niveles del movimiento cooperativo. Esta no puede ser una tarea decorativa, ni relegada a un comité de capacitación sin recursos ni respaldo. Debe convertirse en una política institucional prioritaria, asumida desde la alta dirección, desde los consejos de administración y apoyada activamente por los organismos representativos.

Aplicar el 5º Principio no significa solo dar cursos ocasionales o repartir folletos. Significa generar procesos formativos permanentes, con metodologías modernas, adaptadas a diferentes públicos, apoyados en tecnologías accesibles, con un lenguaje claro y con participación activa de los socios. No es un gasto: es una inversión en identidad, en democracia y en sostenibilidad.

Pero esta tarea no puede depender únicamente de los esfuerzos aislados de algunas cooperativas con buena voluntad. Debe asumirse como un compromiso colectivo, una causa común para todo el movimiento. Las federaciones, confederaciones y organismos internacionales tienen una responsabilidad especial: generar materiales, metodologías y espacios de formación conjunta, de modo que ninguna cooperativa —por pequeña o remota que sea— quede fuera de este proceso.

Y no se trata solo de lo que hagan los dirigentes o las organizaciones representativas. La base social también debe asumir un papel más activo. No basta con esperar que las juntas directivas o los gerentes impulsen la formación; los propios socios deben exigir su derecho a estar informados y capacitados, a participar y a ser parte real de las decisiones. El cooperativismo se fortalece cuando sus socios dejan de ser espectadores y se convierten en protagonistas.

Aún hay tiempo. El reloj corre, pero no todo está perdido.

El cooperativismo ecuatoriano —y el latinoamericano en general— todavía puede demostrar que su mayor fortaleza no está solo en sus balances financieros, sino en la conciencia de sus socios, en su capacidad de participación y en la profundidad de sus valores. Y eso solo se construye desde la educación. Ahora es el momento.

Lo que sigue…

En el siguiente artículo hablaremos de otro gran tema pendiente: la integración cooperativa. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajar juntos? ¿Qué pasa con el 6º Principio? ¿Por qué, ante amenazas tan grandes, el cooperativismo sigue tan fragmentado?

La desunión es otro de nuestros grandes talones de Aquiles, porque al parecer entre las cooperativas no sabemos o no queremos “cooperar”. Y ha llegado el momento de abordar ese tema aunque sea delicado e incómodo.

“La mejor defensa de una cooperativa es una base social educada, participativa y crítica. Todo lo demás es vulnerable.”

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De cooperativas a bancos: desnaturalización del modelo cooperativo

Lo que está en juego no es solo la figura legal, sino el alma del cooperativismo

Por Ramón Imperial Zúñiga, Julio 2025

En el artículo anterior de esta serie, compartí mi preocupación por lo que está ocurriendo actualmente en Ecuador. Durante mi participación en la XV Convención Cooperativa Financiera de ICORED, celebrada en Panamá, tuve la oportunidad de dialogar directamente con varios amigos cooperativistas ecuatorianos. Gracias a esas conversaciones, comprendí con mayor claridad la magnitud y gravedad del problema que enfrentan: una reforma legislativa que, bajo el argumento de la modernización financiera, podría obligar a varias cooperativas de ahorro y crédito a transformarse en bancos.

Esta situación no es solo un asunto legal o técnico. Es una amenaza profunda a la naturaleza del modelo cooperativo, una señal de alerta que no puede ignorarse. Porque lo que hoy ocurre en Ecuador, mañana podría repetirse en cualquier otro país si no reaccionamos a tiempo.

Cooperativas y bancos: dos naturalezas distintas

Una cooperativa no es simplemente una entidad financiera más. Es una organización con alma, con historia, con propósito colectivo. Su base no es el capital, sino la confianza mutua y la asociación voluntaria entre personas que comparten necesidades y aspiraciones.

En cambio, un banco es una empresa cuyo propósito central es la maximización del retorno sobre el capital invertido. Los clientes no tienen participación ni voz en las decisiones. No hay principio de equidad o democracia económica. Solo hay oferta y demanda.

Por eso, transformar una cooperativa en banco no es un simple cambio de figura jurídica. Es un cambio estructural, de lógica, de identidad. Se pasa de una economía de personas a una economía de capital. Se abandona el principio de “una persona, un voto” para adoptar el de “una acción, un poder”.

¿Qué implica realmente esta transformación?

Cuando se obliga o se empuja a una cooperativa a transformarse en banco, se destruyen varios de sus pilares fundamentales:

  • La democracia participativa, donde cada socio tiene el mismo valor, sin importar su capital.
  • La propiedad colectiva, que da sentido de pertenencia y compromiso.
  • La distribución equitativa de los excedentes, con criterios solidarios y no especulativos.
  • El compromiso con el territorio, con el desarrollo comunitario, con la economía real.

En su lugar, se impone una lógica externa: la lógica del mercado financiero, donde lo que importa no es el bien común, sino el beneficio privado.

Un modelo exitoso que incomoda

Es necesario decirlo con claridad: lo que está ocurriendo en Ecuador no es casualidad. En los últimos años, las cooperativas de ahorro y crédito ecuatorianas han tenido un crecimiento notable. De 2012 a la fecha, han multiplicado por cuatro sus activos y membresía. Hoy representan más del 25% del sistema financiero del país.

Este éxito —construido desde abajo, con esfuerzo colectivo, con base social— ha empezado a incomodar a ciertos intereses económicos tradicionales, que ven en las cooperativas no un complemento al sistema financiero, sino una amenaza a sus cuotas de mercado.

Y es aquí donde aparece el riesgo: cuando se mezclan presiones externas (políticas o económicas) con debilidades internas, el modelo cooperativo queda vulnerado. El problema no es solo la ley; es también la falta de preparación para enfrentarla.

La desmutualización: una amenaza interna

Vale la pena recordar que la amenaza a la naturaleza cooperativa no siempre viene de fuera. A veces, nace desde adentro.

Un caso emblemático fue el de una gran cooperativa mexicana que, en la década pasada, decidió transformarse en Sociedad Anónima. Se trataba de una organización con cerca de un millón de socios y décadas de historia. Sin embargo, un pequeño grupo de directivos logró, sin oposición real, ejecutar la transformación.

¿Por qué no hubo defensa? Porque durante años se abandonaron los programas de educación cooperativa. Los socios ya no se sentían dueños, sino simples clientes. No hubo conciencia, no hubo pertenencia, no hubo resistencia.

Hoy, esa organización opera como una entidad mercantil, sin participación democrática ni compromiso cooperativo. Y su caso nos recuerda que, cuando no formamos ni cultivamos la identidad cooperativa, la desmutualización puede imponerse en silencio, sin que nadie la detenga.

Como consecuencia de esa descooperativización silenciosa, el movimiento cooperativo de México —aunque reaccionó tarde en ese caso— logró impulsar una respuesta normativa importante. Con el apoyo de varios legisladores comprometidos, se incorporó en la nueva legislación aprobada en 2009 una prohibición expresa: ninguna cooperativa de ahorro y préstamo podrá transformarse en otro tipo de sociedad mercantil. Si una cooperativa desea dejar de operar, debe hacerlo a través de un proceso de liquidación, en el cual el patrimonio no puede ser transferido a particulares. Esta disposición legal se convirtió en una barrera de protección institucional, precisamente para evitar que se repitiera un caso similar. Es un claro ejemplo de cómo, incluso tras un error, pueden construirse mecanismos de defensa, siempre y cuando haya voluntad, conciencia y organización.

Ecuador: un cruce de caminos

Lo que enfrenta hoy Ecuador es una situación crítica que combina dos dimensiones peligrosas:

  • Por un lado, una presión legal y política concreta que abre la posibilidad de transformar cooperativas en bancos.
  • Por otro, una preocupación latente: ¿existe plena cohesión interna, claridad de rumbo y movilización suficiente en el propio sector cooperativo ecuatoriano?

No podemos afirmar desde fuera si hay desinformación o falta de convicción en las cooperativas más expuestas a esta amenaza. Sería irresponsable generalizar. Sin embargo, como cooperativistas, no podemos dejar de preguntarnos —desde la preocupación solidaria— si todos los actores están plenamente conscientes del momento histórico que están viviendo.

¿Están los socios informados y movilizados?
¿Tienen los directivos y gerentes una posición clara y firme en defensa de la identidad cooperativa?
¿Existe unidad de acción entre las organizaciones representativas del sector?
¿Hay mecanismos de participación activa para que los propios socios hagan sentir su voz?

Porque si los socios no se sienten realmente parte de la cooperativa —si no se reconocen como propietarios y sujetos políticos del modelo—, el riesgo de que el gobierno los perciba simplemente como “clientes” es altísimo. Y entonces, el proceso de transformación podría avanzar con menos resistencia, legitimado por la inacción o el silencio.

Esa es una de las principales debilidades que puede tener hoy no solo el cooperativismo ecuatoriano, sino también el de otros países: la falta de arraigo, pertenencia y conciencia por parte de los socios, provocada muchas veces por la ausencia de formación cooperativa continua.

Cuando no hay identidad compartida, cuando se dejan de cultivar los principios y valores, la puerta a la desmutualización se abre con más facilidad. A veces, ni siquiera hace falta una imposición externa: basta con el desinterés interno para que todo lo construido durante décadas se diluya sin resistencia.

Por eso es urgente —y esperanzador— que los propios socios se hagan presentes, que se movilicen, que hagan ver al gobierno que están ante algo muy diferente a un banco tradicional.

Están ante cooperativas, organizaciones sociales de propiedad colectiva, y los socios no son clientes: son los verdaderos dueños.

Lo que está en juego: el alma del cooperativismo

Debemos entender que este no es un problema menor. No se trata solo de cambiar estatutos o modelos operativos. Está en juego el alma del cooperativismo.

Una cooperativa no es un banco con otro nombre. Es una forma distinta de entender la economía. Es una herramienta de inclusión, de democracia económica, de equidad.

Si permitimos que una reforma legal borre esa diferencia, si aceptamos que las cooperativas pueden transformarse en bancos sin mayor debate, habremos perdido una batalla histórica.

Una reacción solidaria e inteligente

Frente a esto, el movimiento cooperativo internacional no puede seguir en silencio o con acciones tibias. El tiempo corre, y corre rápido. El plazo de 90 días establecido en la reforma ecuatoriana avanza. A finales de septiembre podrían verse los primeros intentos de conversión.

Ya se han pronunciado algunos organismos como COLAC, CCC-CA, ACI-Américas, y otros más. Pero necesitamos más:
🔸 Federaciones y confederaciones nacionales en cada país.
🔸 Cooperativas grandes y pequeñas.
🔸 Organismos continentales y mundiales.
🔸 Ciudadanos cooperativistas comprometidos.

Convendría también contar con el apoyo de otros organismos internacionales que tienen presencia continental, como el Consejo Mundial de Cooperativas de Ahorro y Crédito, WOCCU, Movimiento Desjardins de Canadá, La Confederación Alemana de Cooperativas, DGRV, y la propia Alianza Cooperativa Internacional, ACI cuyo presidente, el Dr. Ariel Guarco, es de Argentina.

Se requieren no solo comunicados o ruido en redes sociales. También oficios enviados directamente al Presidente del Ecuador, al Congreso, a las entidades públicas. Cartas abiertas. Reuniones con embajadas. Gestiones diplomáticas. Presión coordinada.

Reflexión final

En cada país hay organismos cooperativos fuertes: OCB en Brasil, Cooperar en Argentina, CONCAMEX en México, FEDECOAC en Paraguay, CONFECOOP de Colombia, CUDECOOP de Uruguay, FEDPA en Panamá, y muchos más. Es momento de que esas organizaciones se expresen. Que digan: Ecuador no está solo.

Y para que estas acciones tengan sentido, deben hacerse de la mano de los organismos representativos del cooperativismo ecuatoriano. Esta es una lucha que solo puede ganarse con legitimidad y unidad.

Continuará…

Este segundo artículo forma parte de una serie de cinco. El siguiente abordará un tema que atraviesa todo lo anterior: la educación cooperativa. ¿Cómo puede una cooperativa defenderse si sus socios no saben que lo son? ¿Cómo se construye conciencia cooperativa? ¿Por qué es tan fácil que una organización se transforme sin que nadie reaccione?

Porque sin educación, no hay participación. Y sin participación, no hay cooperativismo que resista.

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Cuando veas las barbas de tu vecino cortar…

Lo que ocurre en Ecuador no es un caso aislado, es una advertencia para todo el cooperativismo latinoamericano y mundial

Por Ramón Imperial Zúñiga, julio 2025

Un encuentro revelador

En días recientes, durante mi participación en la XV Convención Cooperativa Financiera de ICORED (uno de los principales organismos de integración y representación del cooperativismo de ahorro y crédito de Ecuador), llevada a cabo en la ciudad de Panamá, tuve la grata oportunidad de dialogar con varios amigos cooperativistas de Ecuador. Conversaciones sinceras, preocupadas, profundas. Fue allí, cara a cara y sin intermediarios, donde comprendí con mayor claridad y cercanía la magnitud del problema que hoy enfrentan las cooperativas ecuatorianas.

Más allá de lo que se puede leer en comunicados oficiales o en los documentos jurídicos, fue al escuchar a los protagonistas directos, a los líderes del movimiento, cuando tomé conciencia del nivel de gravedad e implicaciones que esta situación conlleva, no solo para Ecuador, sino para el cooperativismo en su conjunto, en América Latina y más allá. Lo que están viviendo no es una amenaza local ni una coyuntura aislada; es una alerta que debe movilizarnos a todos, sin excepción, si en verdad creemos en los principios y valores que nos unen.

Una ley con consecuencias profundas

Como muchos ya saben, el punto de quiebre se encuentra en la reciente aprobación, por parte de la Asamblea Nacional del Ecuador, de la Ley Orgánica de Integridad Pública. Esta ley, que reforma casi una veintena de cuerpos normativos, incluye en su Disposición Transitoria Décimo Primera un mandato que podría cambiar radicalmente el panorama cooperativo del país: la transformación obligatoria de ciertas cooperativas de ahorro y crédito —identificadas como “sistémicas”— en sociedades anónimas, es decir, en bancos, bajo la supervisión de la Superintendencia de Bancos.

El proceso se justifica en nombre de la “estabilidad financiera” y el “riesgo sistémico”. Sin embargo, detrás de ese lenguaje técnico, se esconde una transformación estructural e identitaria, que, de concretarse, significaría el abandono forzado del modelo cooperativo para aquellas entidades que han logrado un desarrollo destacable.

El plazo para definir y aplicar esta transformación es de solo 90 días, y ya ha comenzado a correr. Esto quiere decir que, si no se detiene o modifica, para finales de septiembre de 2025 podríamos ver cómo algunas de las cooperativas más importantes del país dejan de serlo, para convertirse en bancos, perdiendo así su naturaleza democrática, solidaria y participativa.

El problema no es solo de Ecuador… es de todos

Lo más preocupante de esta situación es que no se trata solo de un asunto interno de Ecuador. Lo que ocurra allí sentará un precedente que podría replicarse en otros países, especialmente en aquellos donde el cooperativismo ha alcanzado niveles importantes de desarrollo financiero y social.

Hoy es Ecuador. Mañana podría ser México, Colombia, Brasil, Paraguay o cualquier otro país donde las cooperativas hayan logrado consolidarse como actores relevantes en el sistema financiero. La tentación de bancarizar el cooperativismo —ya sea por presión del mercado, por intereses de grupos económicos o por visión limitada de algunos sectores del Estado— podría encontrar en este caso un “modelo” para reproducirse.

El cooperativismo no puede permitirse actuar como si esto fuera una excepción, ni caer en la comodidad de pensar que “eso no nos va a pasar”. Nos está pasando. Le está ocurriendo a nuestros hermanos cooperativistas en Ecuador, y nos interpela a todos.

De sociedad de personas a sociedad de capital

Más allá de las formas legales, lo que está en juego aquí es la esencia misma del modelo cooperativo. La diferencia entre una cooperativa y un banco no es solo jurídica: es filosófica, económica, política y social.

Una cooperativa es una sociedad de personas, donde cada socio tiene voz y voto, donde la propiedad es colectiva, donde los excedentes se distribuyen con equidad o se reinvierten en la comunidad, y donde la finalidad no es el lucro, sino el bienestar común.

Transformarla en un banco significa convertirla en una sociedad de capital, donde las decisiones las toman quienes más aportan, donde prima la lógica de la rentabilidad financiera, donde los objetivos sociales quedan subordinados al retorno económico, y donde los socios dejan de ser sujetos activos para convertirse en clientes.

Si esta transformación se lleva a cabo, se perderá todo lo que ha hecho que el cooperativismo sea una alternativa viable y valiosa durante más de 180 años. No solo se modificará una estructura organizativa, se alterará un legado histórico que nació como respuesta a la exclusión y a la desigualdad.

El peso del desarrollo cooperativo ecuatoriano

Es imposible entender esta coyuntura sin reconocer también el notable avance que ha tenido el cooperativismo ecuatoriano en las últimas décadas. Lejos de ser un sector marginal o complementario, las cooperativas de ahorro y crédito del país:

  • Representan más del 25% del sistema financiero nacional.
  • Están presentes en el 95.5% de los cantones.
  • Han cuadruplicado sus activos y número de socios desde 2012.
  • Atienden a sectores tradicionalmente excluidos por la banca.
  • Generan confianza social, territorialidad e inclusión real.

Este crecimiento —que debería ser motivo de orgullo nacional— ha despertado también inquietudes en sectores tradicionales, especialmente en la banca privada. Y es ahí donde conviene ser claros: esta medida legal no nace en el vacío. Es el resultado de una correlación de fuerzas, de intereses económicos y de dinámicas políticas que no necesariamente entienden ni valoran la especificidad del modelo cooperativo.

¿Estamos reaccionando como deberíamos?

Varios organismos internacionales ya se han pronunciado, entre ellos COLAC, CCC-CA, ACI-Américas y algunos organismos nacionales de distintos países. Sin embargo, la magnitud del problema exige una reacción más fuerte, más organizada y más articulada.

No basta con publicaciones en Redes Sociales, con mensajes de apoyo o con comunicados institucionales. Se requiere:

  • Envío de oficios directos al Presidente del Ecuador, a la Asamblea Nacional, a los ministros competentes y a la Superintendencia de Bancos.
  • Gestión diplomática con las embajadas del Ecuador en cada país.
  • Reuniones con organismos multilaterales como la OEA, la CEPAL o incluso la ONU.
  • Pronunciamientos firmados por cooperativas, federaciones y confederaciones de toda América Latina.
  • Coordinación estrecha con los organismos cooperativos de Ecuador, para asegurar que las acciones externas sumen y no se dispersen.
  • Hacer sentir por todos loe medios, que las Cooperativas de Ecuador no están solas, que cuentan con todo el respaldo internacional, con todo el peso de un movimiento que lleva ya más de 180 años.

¿Y dentro del Ecuador?

Sé que los organismos de representación ecuatorianos están haciendo una labor admirable. Pero también vale la pena preguntarnos, sin ánimos de señalar:

  • ¿Existe unidad real dentro del cooperativismo ecuatoriano?
  • ¿Las cooperativas más grandes, que estarían directamente afectadas, tienen una posición firme y clara?
  • ¿Hay alguna posibilidad de que intereses particulares estén viendo esta conversión como una oportunidad?
  • ¿Todos los socios comprenden lo que está en juego, o solo algunos directivos están conscientes?
  • Si al menos una décima parte de todos los socios del cooperativismo en Ecuador se movilizaran, seguramente lograrían detener esta iniciativa, pero… hay conciencia en los socios?  Se sienten realmente identificados con sus cooperativas?

Estas preguntas no buscan dividir. Buscan fortalecer la respuesta colectiva. Porque sin unidad interna, la solidaridad externa no basta.

Una voz en el desierto… que espera eco

Este es el primero de una serie de artículos que iré compartiendo para analizar con mayor profundidad las distintas aristas de este conflicto.

Sé que estas palabras pueden sonar como una voz perdida en el desierto, pero espero que encuentren eco en otros rincones del continente. Que sean repetidas, amplificadas, adaptadas, y sobre todo, que muevan a la acción.

El problema que hoy vive Ecuador nos convoca a todos.

Y la respuesta que demos como movimiento cooperativo será una prueba de nuestra madurez, de nuestra coherencia y de nuestra capacidad de actuar como un verdadero cuerpo solidario.

Unidad, conciencia y acción

El momento que vivimos requiere de unidad en Ecuador, sí, pero también de unidad continental y mundial.

Requiere de esfuerzos ordenados, bien encaminados, y respetuosos de las estructuras locales.

Este artículo tiene como propósito informar, sensibilizar y convocar.

Cualquier acción que se decida tomar, deberá hacerse en coordinación con los organismos representativos del cooperativismo ecuatoriano. Las 2 personas reconocidas y autorizadas como voceros del movimiento son Econ. Edgar Peñaherrera G.  y Econ. Juan Pablo Guerra G.  

Y si alguien necesita información o contactos para ello, estoy a su disposición para facilitar lo necesario.

Porque hoy más que nunca, defender a las cooperativas de Ecuador es defender al cooperativismo en su conjunto.

“Cuando veas las barbas de tu vecino cortar… pon las tuyas a remojar”

Hoy es el momento de poner las nuestras a remojar, no solo los cooperativistas de Ecuador, sino de todo el continente. Y de hacerlo juntos, antes de que sea demasiado tarde.

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¿Conviene a las cooperativas que los socios participen activamente?

En muchas cooperativas, esta pregunta se susurra en pasillos, se evita en reuniones y rara vez se plantea de manera abierta. ¿Por qué? Porque detona un debate profundo, desafiante y necesario. Un debate que toca nervios sensibles, cuestiona formas establecidas y pone sobre la mesa el corazón mismo del modelo cooperativo: la participación de sus socios.

¿De verdad conviene a las cooperativas que sus socios participen activamente? La respuesta, si se mira desde la esencia del cooperativismo, es un sólido y rotundo sí. Pero si se examina desde las prácticas cotidianas de muchas cooperativas, la cosa se vuelve más compleja, contradictoria y, a veces, hasta incómoda.

Este artículo propone una reflexión crítica, honesta y provocadora. Porque si queremos fortalecer al movimiento cooperativo, no podemos seguir eludiendo esta cuestión. Hay que mirar de frente.

La participación activa como columna vertebral del cooperativismo

El modelo cooperativo se sostiene sobre principios. No son adornos teóricos, son guías operativas. Entre ellos, el segundo principio es contundente: control democrático por parte de los socios.

Eso significa que los socios no solo tienen derecho a votar, sino a:

  • Informarse sobre la gestión.
  • Deliberar sobre el rumbo.
  • Cuestionar decisiones.
  • Proponer nuevas ideas.
  • Exigir rendición de cuentas.

Una cooperativa donde los socios están pasivos, desinformados o desinteresados pierde su naturaleza. Podrá tener estructura legal, productos competitivos, incluso reconocimiento institucional, pero no es una verdadera cooperativa. Es una empresa disfrazada de cooperativa.

Pero… ¿a todos les conviene que los socios participen?

Y aquí viene la tensión. Porque, aunque en el discurso se aplaude la participación, en la práctica puede incomodar, molestar o incluso amenazar ciertos equilibrios de poder.

  1. A la cooperativa como organización, sí le conviene

Desde su razón de ser, una cooperativa se enriquece cuando sus socios participan. Porque:

  • Se fortalece la identidad.
  • Se detectan más rápido los problemas.
  • Se aprovechan mejor los conocimientos diversos.
  • Se evita la burocratización.
  • Se construye legitimidad y sentido de pertenencia.

Las cooperativas que fomentan una participación activa, informada y crítica son más resilientes, más democráticas y más sostenibles en el tiempo.

  1. A los directivos, no siempre les conviene

La participación activa de los socios implica mayor vigilancia, mayor rendición de cuentas y menor espacio para decisiones unilaterales.

En cooperativas donde el Consejo de Administración se ha convertido en un círculo cerrado, donde se repiten los mismos liderazgos durante años, donde se teme la renovación, la participación activa se vuelve una amenaza.

Soci@s más crític@s pueden:

  • Exigir transparencia.
  • Denunciar irregularidades.
  • Promover elecciones competitivas.
  • Cuestionar alianzas o contrataciones opacas.

Por eso, en algunos casos, la participación se simula: se convoca a asambleas sin debate, se presentan informes cerrados, se limita el acceso a la información.

  1. A la gerencia, puede sacarla de su zona de confort

Un gerente en una cooperativa con socios activos no tiene una gestión fácil. Tiene una gestión vigilada, discutida, cuestionada. Debe justificar decisiones, explicar resultados, dialogar con sectores diversos.

Para algunos gerentes, esto puede ser una carga. Para otros, una oportunidad de hacer gestión con sentido, con apoyo de la base social.

El problema es cuando se construyen gerencias con lógicas empresariales, desligadas de la democracia interna. Allí, la participación activa incomoda porque impide decisiones verticales, porque exige más que resultados financieros: exige coherencia con el proyecto cooperativo.

  1. Al personal empleado, puede no parecerle lo más cómodo

Muchos trabajadores de cooperativas no están formados en cooperativismo. Ven a los socios como usuarios, como clientes. No comprenden que son los dueños legítimos de la organización.

Cuando los socios comienzan a ejercer su condición de dueños, preguntan, exigen, critican. Eso puede ser visto como una molestia.

Pero si se forma adecuadamente al personal, si se construye una cultura de respeto mutuo, el diálogo entre socios y empleados puede enriquecer la calidad del servicio, el sentido del trabajo y la cultura organizacional.

Romper el paradigma del socio pasivo

En muchas cooperativas se ha naturalizado la figura del socio pasivo: el que sólo consume, el que asiste a la asamblea para aplaudir, el que vota lo que le indican, el que no molesta.

Ese modelo puede funcionar un tiempo, pero es inviable a largo plazo. Porque:

  • Se debilita la democracia.
  • Se genera desconfianza.
  • Se abre espacio a la corrupción o ineficiencia.
  • Se pierde el sentido educativo y transformador del cooperativismo.

Una cooperativa viva necesita socios críticos, informados, participativos. No por romanticismo, sino por estrategia.

La participación activa construye poder colectivo

Un socio activo no solo fiscaliza. También propone. Aporta ideas. Defiende la cooperativa ante amenazas externas. Moviliza a otros. Se vuelve embajador del proyecto.

  • En cooperativas de ahorro y crédito: puede impulsar mejores productos financieros.
  • En cooperativas de vivienda: puede dinamizar la vida comunitaria.
  • En cooperativas de salud: puede promover la prevención y el autocuidado.
  • En cooperativas de trabajo: puede fortalecer la gestión participativa.

Donde hay participación real, hay comunidad. Hay sentido de pertenencia. Hay resistencia frente a la adversidad.

Pero… ¿cómo fomentar esa participación?

No basta con convocar a una asamblea una vez al año. Hay que construir condiciones para que la participación suceda:

  • Educación cooperativa permanente: formar en principios, derechos, responsabilidad.
  • Transparencia total: acceso sencillo a información relevante.
  • Espacios diversos de participación: comités, foros, encuestas, cabildos.
  • Escucha activa de las autoridades: recoger inquietudes y responder con respeto.
  • Reconocimiento a los aportes: valorar la iniciativa, celebrar el compromiso.

Reflexión final: la participación no es un riesgo, es la razón de ser

Algunos directivos o gerentes pueden ver la participación activa como un riesgo. Y lo es. Es un riesgo para el autoritarismo, para la comodidad, para la opacidad.

Pero es también la mayor fortaleza de una cooperativa. Es lo que la diferencia de cualquier empresa convencional. Es lo que garantiza que no se pierda el rumbo. Que no se convierta en una estructura vacía.

La participación activa de los socios no solo conviene. Es imprescindible.

Porque una cooperativa donde los socios son protagonistas:

  • Es más justa.
  • Es más transparente.
  • Es más innovadora.
  • Es más fuerte.

Y sobre todo: es más cooperativa.

¡Que nadie nos convenza de lo contrario!

Invitemos a participar. Eduquemos para participar. Creamos en la participación.

Porque solo así, el cooperativismo será lo que está llamado a ser: una economía al servicio de las personas, construida por ellas mismas.

Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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¿Quién define el éxito en una cooperativa?

En el mundo empresarial tradicional, el éxito se mide con cifras claras: ganancias, crecimiento, rentabilidad, retorno de inversión. Las métricas están bien establecidas y son aceptadas casi sin discusión. Sin embargo, cuando hablamos de cooperativas, esa definición no solo se vuelve insuficiente: puede llegar a ser engañosa.

Las cooperativas no son empresas como cualquier otra. Son empresas sociales, con una doble naturaleza: económica y solidaria. Generan bienes y servicios, pero también construyen comunidad, fortalecen la democracia y transforman vidas. Por eso, en una cooperativa, preguntarse quién define el éxito no es una pregunta secundaria: es una cuestión esencial.

Éxito según los números: una mirada limitada

En muchos espacios cooperativos, se ha adoptado de forma acrítica el lenguaje de la empresa tradicional. Se habla de éxito en términos de:

  • Crecimiento en activos.
  • Rentabilidad financiera.
  • Número de sucursales.
  • Expansión territorial.
  • Volumen de operaciones.

Y si bien estos indicadores son importantes para la sostenibilidad, no pueden ser los únicos ni los principales. Una cooperativa puede crecer en números y al mismo tiempo alejarse de su identidad, de su base social, de sus principios.

Es cierto que las cooperativas necesitan estabilidad económica, liquidez y solvencia para operar y cumplir sus fines. Pero cuando esos fines se subordinan a las métricas, cuando el éxito se reduce al balance financiero, corremos el riesgo de vaciar de contenido al cooperativismo.

El riesgo de parecerse demasiado a una empresa convencional

Cuando el éxito se mide solo con criterios financieros, muchas cooperativas terminan pareciéndose demasiado a las empresas capitalistas que supuestamente vinieron a transformar. Se vuelve más importante el balance que la participación, más relevante la rentabilidad que la equidad, más central la eficiencia que el empoderamiento.

Esto se traduce en:

  • Socios convertidos en clientes.
  • Directivos que se eternizan y toman decisiones cupulares, sin consultar a la base.
  • Gerencias que priorizan indicadores antes que el impacto social o comunitario.
  • Asambleas sin debate, donde todo ya está definido de antemano.
  • Empleados sin formación cooperativa, que repiten rutinas sin comprender el propósito profundo de su organización.

Y al final, éxito sin alma. O peor: éxito aparente que erosiona lentamente el sentido profundo del cooperativismo.

Éxito desde la identidad cooperativa

Una cooperativa que se respeta a sí misma debería preguntarse periódicamente:

  • ¿Estamos cumpliendo nuestro objeto social?
  • ¿Cómo impactamos en la vida concreta de nuestros socios y su entorno?
  • ¿Estamos construyendo poder colectivo o solo gestionando servicios?
  • ¿Cuánta participación real hay en nuestras decisiones?
  • ¿Quiénes se benefician del crecimiento institucional? ¿Toda la base social o solo una cúpula?
  • ¿Estamos fortaleciendo o debilitando la identidad cooperativa?

Responder a esas preguntas es redefinir el éxito. Porque una cooperativa exitosa no es solo la que crece, sino la que transforma. No solo la que compite, sino la que coopera. No solo la que genera resultados, sino la que genera conciencia.

Algunos ejemplos para reflexionar

  • Una cooperativa financiera que otorga millones en crédito, pero excluye a los pequeños productores o a los sectores informales. ¿Es eso éxito? ¿O es repetir la lógica excluyente de la banca tradicional?
  • Una cooperativa de salud con instalaciones modernas y costosos equipos, pero sin espacios de participación de los usuarios, sin formación en prevención o sin atención humana. ¿Es eso éxito?
  • Una cooperativa de vivienda que entrega casas rápidamente, pero sin procesos de integración barrial, sin acompañamiento para la convivencia, sin acceso a servicios básicos. ¿Es eso éxito?
  • Una cooperativa agropecuaria que exporta grandes volúmenes, pero invisibiliza a las mujeres productoras, no invierte en prácticas sustentables y concentra el poder en pocos liderazgos. ¿Es eso éxito?

Si en todas estas experiencias se prioriza lo financiero sobre lo humano, lo inmediato sobre lo sustentable, el éxito puede ser una trampa. Una trampa disfrazada de eficiencia que esconde la pérdida de sentido.

El rol de cada actor en la definición del éxito

Los socios deben recuperar su rol de dueños. No pueden conformarse con ser beneficiarios pasivos ni consumidores de servicios. Tienen el derecho y el deber de exigir una gestión alineada con la misión cooperativa. El éxito debe medirse también por cómo mejora su vida, su entorno, su participación.

Los directivos tienen la responsabilidad política de conducir la cooperativa de acuerdo con sus principios. Eso implica resistir la presión de medir todo con parámetros empresariales clásicos, e impulsar procesos de rendición de cuentas, participación real y renovación de liderazgos.

Los gerentes deben comprender que su rol es estratégico, pero que no son “dueños” de la cooperativa. Deben gestionar con eficiencia, sí, pero con ética cooperativa. El éxito operativo debe ser un medio para alcanzar fines sociales, no al revés.

Los empleados y colaboradores también deben ser parte de esta reflexión. Necesitan formación en identidad cooperativa y espacios para comprender cómo su trabajo impacta en la misión institucional. No son técnicos neutros: son actores clave del modelo.

Nuevas formas de medir el éxito

Para avanzar hacia una visión cooperativa del éxito, necesitamos también nuevos instrumentos, indicadores y formas de evaluación. Algunos ejemplos concretos podrían ser:

  • Niveles de participación efectiva: No solo cuántas personas asisten a la asamblea, sino cuántas proponen, debaten, inciden.
  • Percepción de pertenencia: ¿Los socios se sienten escuchados? ¿Se identifican con su cooperativa o la ven como un prestador de servicios?
  • Equidad interna: ¿Se distribuyen los beneficios de manera justa? ¿Hay desigualdad en los accesos, los créditos, los apoyos?
  • Transformación territorial: ¿La cooperativa mejora el entorno en el que opera? ¿Fortalece la economía local? ¿Promueve la justicia social?
  • Educación y conciencia cooperativa: ¿Hay programas formativos? ¿Se entiende qué es una cooperativa más allá de sus productos?
  • Alianzas solidarias: ¿Se aplica el sexto principio cooperativo? ¿Se apoya a otras cooperativas, se articula con redes comunitarias?

Autocrítica necesaria, no para destruir sino para reconstruir

Este artículo no es un ataque contra las cooperativas exitosas. Es una invitación a revisar qué entendemos por éxito y a quién le sirve esa definición. No hay nada malo en crecer, en profesionalizarse, en innovar. Lo peligroso es perder el rumbo. Dejar de preguntarse para qué existimos. Y eso, tarde o temprano, afecta la sostenibilidad, la confianza, la legitimidad.

Hacer autocrítica no es debilidad, es coherencia. No es retroceder, es corregir el camino antes de perdernos en una ruta que no nos pertenece.

Conclusión: redefinir el éxito es un acto de coherencia

En un mundo que idolatra el éxito individual, el cooperativismo tiene una oportunidad histórica: demostrar que otra forma de medir el progreso es posible. Una forma donde el crecimiento va de la mano con la justicia, donde la eficiencia convive con la democracia, donde la rentabilidad está al servicio del bien común.

Redefinir el éxito es volver al origen. Es recordar que las cooperativas no nacieron para ser las más grandes, sino las más humanas. No para competir como las empresas tradicionales, sino para demostrar que el desarrollo con dignidad y equidad es posible.

Porque el verdadero éxito de una cooperativa no se mide solo en balances… se mide en vidas transformadas, comunidades fortalecidas y sueños colectivos que se hacen realidad.

Ese es el tipo de éxito que necesitamos recuperar.

Ese es el tipo de éxito que vale la pena defender.

 

Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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El ser humano en el centro: Cooperativismo y la defensa del individuo en la economía solidaria

En los debates contemporáneos sobre modelos económicos, se suele presentar un falso dilema: o bien se prioriza el capital y la competencia individual como en el capitalismo, o se privilegia al colectivo en detrimento del individuo, como ha ocurrido en versiones autoritarias del comunismo o el socialismo estatista.

En medio de ese escenario polarizado, el cooperativismo emerge como una propuesta distinta: una economía con rostro humano en la que la comunidad importa, sí, pero donde la persona no se pierde ni se diluye. Cada socio es sujeto activo, con derechos, responsabilidades y poder real. Ni pieza del engranaje capitalista, ni número anónimo en la masa colectiva: persona completa, con voz, voto y dignidad.

Entre dos extremos que reducen a la persona

El capitalismo, con su énfasis en la propiedad privada y la maximización del beneficio individual, ha llevado a una creciente concentración de riqueza. En este sistema, el valor de las personas suele medirse por su capacidad de producir, consumir o competir. Quien no puede hacerlo —por pobreza, discapacidad, edad, género o condición— es marginado del sistema. La lógica es clara: quien no genera rentabilidad, no cuenta.

En este modelo, el éxito económico personal se convierte en medida de valor humano, y las relaciones sociales se reducen a contratos transaccionales. La empresa tradicional refleja esta lógica: lo que importa es el capital, no quién lo produce.

Por otro lado, el comunismo autoritario y ciertas formas de socialismo estatal han sacrificado la libertad individual en nombre de la colectividad o del Estado. La planificación centralizada ha sustituido la autonomía personal; la voz disidente ha sido silenciada en pro de la unidad. La persona desaparece en la masa, y la diversidad es vista como amenaza. La comunidad se vuelve una abstracción que justifica la anulación del individuo.

El resultado en ambos casos es el mismo: la persona deja de ser el fin y se convierte en medio. Se deshumaniza la economía.

El cooperativismo como tercera vía humanizadora

El cooperativismo, en cambio, se funda en un principio ético radical: las personas por encima del capital, pero también por encima del poder del Estado.

En una cooperativa:

  • Cada persona vale lo mismo: un socio, un voto.
  • La propiedad es compartida, pero el protagonismo es personal.
  • La participación no es formal, es sustantiva.
  • La comunidad es importante, pero solo si se construye desde la libertad individual.

El cooperativismo propone un equilibrio entre lo colectivo y lo individual. El grupo no aplasta a la persona; la empodera. La comunidad no sustituye la autonomía; la fortalece.

Una economía con identidad y conciencia

Las cooperativas no son simples mecanismos de distribución más justa. Son proyectos económicos con identidad. No están llamadas solo a “mejorar condiciones” en un sistema desigual, sino a transformar la forma misma en que entendemos la economía.

Y esa transformación empieza por entender que el ser humano no es una variable de ajuste. No es recurso humano. Es sujeto. Y como sujeto:

  • Tiene derecho a decidir.
  • Tiene derecho a formarse.
  • Tiene derecho a disentir.
  • Tiene derecho a ser protagonista.

El cooperativismo, cuando se vive con autenticidad, resiste la despersonalización del capitalismo y la homogeneización del colectivismo.

Casos donde el equilibrio se pierde

Aunque el modelo cooperativo está diseñado para poner a la persona en el centro, no siempre lo logra en la práctica. Veamos algunos ejemplos:

  • En cooperativas financieras, a veces se priorizan los indicadores contables por encima de las necesidades reales de los socios. Se ofrece crédito al que menos lo necesita y se margina al que más lo requiere, repitiendo la lógica bancaria.
  • En cooperativas de salud, la burocracia interna puede convertirse en un obstáculo para el trato humano y empático, priorizando protocolos por encima de las historias individuales.
  • En cooperativas de vivienda, es común que los procesos de construcción o asignación de espacios se den sin consultar adecuadamente a las personas que habitarán esas viviendas.
  • En cooperativas de trabajo asociado, se han registrado casos donde la toma de decisiones está concentrada en grupos reducidos, y el resto de los socios se convierte en fuerza laboral sin participación efectiva.

En todos estos casos, el cooperativismo pierde su alma cuando pierde de vista al ser humano.

Participar es ser reconocido como sujeto

En el cooperativismo, la participación no debe ser decorativa. Tiene que ser real. Y eso implica:

  • Generar espacios de deliberación donde las personas puedan expresar sus opiniones.
  • Diseñar mecanismos inclusivos donde todas las voces cuenten, incluso las críticas.
  • Formar a los socios para que entiendan, analicen y decidan con responsabilidad.

Cuando eso ocurre, el socio no es un cliente, ni un espectador, ni un voto ocasional. Es un actor pleno.

El poder de la persona como base de la comunidad

Hay una verdad fundamental que sostiene al cooperativismo: no existe comunidad verdadera sin individuos empoderados.

La comunidad no es una suma de masas obedientes. Es un tejido de personas que piensan, sienten, proponen, dudan, sueñan. Y solo cuando esas personas tienen espacio para desarrollarse, la comunidad puede crecer en autenticidad.

El cooperativismo cree en el poder de lo colectivo, pero no como imposición, sino como acuerdo libre entre iguales. Cree en la construcción de consensos, no en la uniformidad impuesta. Cree en la diversidad, no en la obediencia ciega.

Educación cooperativa: clave para el protagonismo

Una de las herramientas más potentes para poner al ser humano en el centro es la educación cooperativa. Formar no solo en conceptos financieros o administrativos, sino en:

  • Pensamiento crítico.
  • Participación democrática.
  • Ética del cuidado.
  • Derechos y responsabilidades.

Solo una base social educada puede ejercer su rol protagónico. De lo contrario, la cooperativa corre el riesgo de caer en manos de élites internas, alejadas de la voluntad y necesidades del colectivo.

Desafíos para todos los actores

  • Socios y socias: no aceptar ser espectadores. Involucrarse, preguntar, formarse, exigir.
  • Consejos de administración: garantizar que cada decisión refleje el sentir de las personas, no solo los indicadores.
  • Gerentes: gestionar con eficiencia, pero sin olvidar que cada número representa una historia humana.
  • Equipos técnicos: construir desde el conocimiento, pero dialogando con la experiencia de la base social.

Conclusión: sin personas, no hay cooperativismo

En tiempos donde la tecnología, la automatización y la economía de plataformas tienden a despersonalizar las relaciones, el cooperativismo debe reafirmar su esencia: la economía al servicio de las personas, no las personas al servicio de la economía.

El cooperativismo es una apuesta valiente por un modelo donde la comunidad potencia al individuo y el individuo sostiene a la comunidad. Donde el poder se comparte, el saber se democratiza y la dignidad se respeta.

Hoy más que nunca, necesitamos cooperativas que no olviden para qué existen: para que cada persona viva mejor, con otros, en libertad, equidad y responsabilidad compartida.

Ese es el centro. Esa es la diferencia.

Ese es el verdadero rostro humano de la economía solidaria.

🖋️ Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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Participar no es suficiente: el reto de una participación transformadora

En el imaginario cooperativo, la participación ha sido siempre una piedra angular. “Una persona, un voto” es mucho más que una fórmula democrática: es la expresión de un modelo económico que pretende devolver el poder a quienes lo producen. Sin embargo, en la práctica cotidiana de muchas cooperativas, la participación se ha convertido en un ritual, una formalidad que se agota en la asamblea anual o en la elección periódica de dirigentes.

¿Es eso realmente participar? ¿O estamos confundiendo presencia con incidencia, y consulta con empoderamiento?

Este artículo propone una reflexión profunda sobre la participación de los socios en las cooperativas, no como un derecho cumplido, sino como un campo de disputa, de construcción permanente, de innovación y de poder compartido. Porque participar no es suficiente. Lo que necesitamos es una participación transformadora.

Participar no es asistir, es construir

Demasiadas veces se mide la participación por el número de asistentes a una asamblea, por la cantidad de votos emitidos o por el cumplimiento de los procedimientos estatutarios. Pero la verdadera participación se mide en otro plano: en la capacidad real de influir en las decisiones, de modificar los rumbos, de generar propuestas desde la base social.

Una cooperativa donde 500 socios acuden a una asamblea para escuchar pasivamente informes y ratificar decisiones ya tomadas no es más participativa que una donde 50 socios deliberan, proponen, cuestionan y co-crean soluciones.

La participación transformadora exige un salto cualitativo: pasar de la consulta a la co-decisión, del cumplimiento formal a la construcción activa.

Tres trampas comunes que vacían la participación

  1. La información asimétrica: Muchos socios no entienden del todo lo que se discute. Reciben informes financieros técnicos, sin traducción pedagógica, o propuestas cerradas que no permiten modificaciones reales.
  2. La agenda impuesta: Las asambleas se vuelven espacios para ratificar lo que ya decidió el Consejo o la Gerencia. Los puntos clave llegan sin posibilidad de debate. La “participación” es votar lo ya definido.
  3. La exclusión silenciosa: Horarios inconvenientes, lenguaje técnico, falta de materiales previos, ausencia de metodologías inclusivas… Todo eso hace que muchos socios, especialmente jóvenes, mujeres o personas de comunidades rurales, no se sientan parte.

Una mirada sectorial: distintos escenarios, mismos desafíos

  • En las cooperativas de ahorro y crédito, la participación suele limitarse a elegir al Consejo y a revisar cifras. Pero, ¿se consulta a los socios sobre las políticas crediticias, los servicios que necesitan, la inclusión financiera?
  • En las cooperativas de vivienda, muchas veces las decisiones sobre diseño, mantenimiento o incluso convivencia se toman sin procesos participativos reales. La vivienda cooperativa no puede gestionarse con lógicas verticales.
  • En las cooperativas de producción o pesca, las decisiones técnicas suelen concentrarse en unos pocos. ¿Qué pasa con los trabajadores asociados? ¿Tienen voz real o solo cumplen funciones operativas?
  • En las cooperativas de salud o turismo, es común que el equipo técnico y directivo tome decisiones con poca consulta a quienes realmente usan los servicios o conocen las comunidades.

Participar implica crear mecanismos de escucha, de consulta deliberativa, de devolución de resultados, de construcción conjunta. Sin eso, la participación es una fachada.

Hacia una participación transformadora: principios clave

  1. Acceso a información comprensible y oportuna: Democratizar los datos. Traducir los informes financieros. Explicar los proyectos en lenguaje claro. Usar herramientas visuales. Formar para comprender.
  2. Diseño participativo de las agendas: Incluir temas propuestos por los socios. Permitir asambleas temáticas. Realizar consultas previas. Asegurar que la agenda refleje las preocupaciones reales de la base.
  3. Metodologías inclusivas y creativas: No todo debe resolverse en formato de exposición y votación. Se pueden usar foros deliberativos, grupos focales, asambleas por zonas, plataformas digitales participativas.
  4. Formación en participación: La participación también se aprende. Se enseña a deliberar, a leer documentos, a construir propuestas, a ejercer el poder sin autoritarismo.
  5. Seguimiento a las decisiones colectivas: Participar también es saber qué pasó con lo que se decidió. Se debe devolver información, mostrar avances, explicar dificultades. La transparencia alimenta la participación.

La participación como poder compartido

El poder en las cooperativas no debe concentrarse ni en los directivos, ni en los gerentes, ni en los técnicos. La participación transformadora implica reconocer que todos los actores tienen saberes, miradas, intereses y capacidades que deben articularse.

Un Consejo de Administración que consulta activamente a la base antes de tomar decisiones, una gerencia que construye propuestas con el equipo técnico y con los socios, una asamblea donde se discute con profundidad y respeto… esos son ejemplos de poder cooperativo bien distribuido.

La participación no es solo un medio para validar decisiones. Es una estrategia para construir inteligencia colectiva, para fortalecer la pertenencia, para evitar errores costosos, para democratizar la gestión.

Obstáculos estructurales a superar

  • Individualismo instalado: Muchos socios ven a la cooperativa como un proveedor de servicios, no como un proyecto colectivo.
  • Estilos autoritarios de liderazgo: Hay quienes creen que participar debilita la eficacia, cuando en realidad la enriquece.
  • Falta de tiempo y recursos: Diseñar procesos participativos reales exige inversión de tiempo, energía y creatividad.
  • Poca formación ciudadana: La cultura democrática no se improvisa. Se cultiva.

Reconocer estos obstáculos no es excusa para no actuar. Es el primer paso para transformarlos.

Algunas experiencias inspiradoras

  • Cooperativas que organizan cabildos regionales antes de su asamblea general.
  • Equipos de trabajo que usan presupuestos participativos para definir prioridades.
  • Plataformas digitales que permiten a los socios votar y opinar en tiempo real.
  • Espacios de diálogo intergeneracional para renovar liderazgos.

No hay una receta única. Pero sí hay una certeza: si la participación no se reinventa, se marchita.

Cerrar la brecha entre discurso y práctica

Es común escuchar en los estatutos frases como “La Asamblea es el órgano supremo”. Pero en la realidad cotidiana, muchas decisiones relevantes se toman en espacios reducidos, con escasa transparencia o sin mecanismos claros de devolución.

Cerrar esa brecha requiere voluntad política, compromiso institucional y cultura participativa. La participación debe ser una práctica constante, no una foto anual.

Reflexión final: transformar para permanecer

Las cooperativas nacieron para transformar. Para democratizar la economía. Para devolver el poder a las personas organizadas.

Pero si no transformamos nuestra propia manera de participar, nos arriesgamos a perder la esencia. La participación transformadora es el puente entre los valores cooperativos y la acción cotidiana.

Que nadie quede fuera. Que todos puedan incidir. Que cada voz cuente. Porque en una cooperativa verdadera, participar no es un privilegio ni un ritual: es el corazón de su existencia.

¡Participar no es suficiente! ¡Participar es transformar!


🖋️ Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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¿Un nuevo capítulo para el cooperativismo mexicano… o una página en blanco?

El pasado 16 de abril de 2025, en México se publicaron en el Diario Oficial de la Federación las reformas a la Ley de la Economía Social y Solidaria (LESS) y a la Ley General de Sociedades Cooperativas (LGSC). Con ello, entraron oficialmente en vigor importantes cambios al marco normativo del cooperativismo.

Estas reformas, independientemente de las posturas a favor o en contra, ya son ley vigente y, por lo tanto, deben ser conocidas, interpretadas y respetadas por todo el ecosistema cooperativo. Sin embargo, aún quedan muchas preguntas en el aire que no pueden ser respondidas de manera tajante, al menos no por ahora.

El Movimiento Cooperativo: ¿excluido del proceso?

Uno de los temas que más ha llamado la atención —y que es imposible ignorar— es el hecho de que las reformas se concretaron sin una participación activa ni amplia del movimiento cooperativo nacional. Es decir, la nueva legislación no fue construida de la mano de los actores que viven, promueven y sostienen día a día al cooperativismo en sus múltiples formas.

A pesar de ello, hay que ser responsables: la ley ya es un hecho, y ante este nuevo escenario, la pregunta más importante no es quién fue consultado y quién no, sino cómo vamos a responder colectivamente a los desafíos y oportunidades que se abren a partir de estas modificaciones.

Tres nuevas funciones clave para el INAES: ¿reto imposible?

Uno de los cambios más trascendentes recae sobre el Instituto Nacional de la Economía Social (INAES), al cual se le han encomendado nuevas y complejas responsabilidades. Entre ellas, destacan tres en particular:

  1. La certificación de cooperativas y organismos cooperativos.
  2. La sustitución de notarios y corredores públicos en la constitución de cooperativas y en el registro o validación de los posteriores actos corporativos.
  3. La creación del Registro Nacional de Cooperativas y Organismos Cooperativos.

Estas tareas representan un cambio de paradigma. Pero, ¿está preparado el INAES para asumir estas funciones? ¿Cuenta con la infraestructura, el personal técnico, los sistemas de información, los procesos y sobre todo, los recursos presupuestales necesarios para cumplirlas?

De momento no tenemos una respuesta clara. Por ello, damos el beneficio de la duda, con la esperanza de que el Congreso de la Unión y el Gobierno Federal acompañen este proceso dotando al INAES de los medios suficientes para no dejar esta reforma en letra muerta.

El artículo 14, fracción XXI Bis: una oportunidad histórica

De todos los cambios introducidos, hay uno que merece ser destacado con especial atención: la nueva fracción XXI Bis del artículo 14 de la LESS, que establece la siguiente facultad y responsabilidad al INAES:

“Definir e implementar el modelo de certificación de las Sociedades Cooperativas y de los demás Organismos del Sector Social de la Economía, respecto del cumplimiento de la presente Ley, particularmente en lo que corresponde a los fines, valores, principios y prácticas del cooperativismo y de la Economía Social y Solidaria.”

Esto significa que el proceso de certificación no se limitará a las cooperativas como entidades, sino que también se extenderá a todos los demás organismos cooperativos, es decir, uniones, federaciones, confederaciones y consejo superior. Este punto abre una posibilidad inédita para reordenar y legitimar al movimiento cooperativo en su conjunto.

¿Representatividad auténtica o simulada?

Hasta ahora, cualquier persona podía constituir una “federación” o “confederación” con muy pocos elementos, sin ningún tipo de verificación o evaluación. Como resultado, la representatividad real del cooperativismo ha estado frecuentemente fragmentada o simulada. ¿Cuántas “confederaciones” existen realmente activas? ¿Cuántas federaciones tienen más de cinco cooperativas afiliadas? ¿Cuántas de las Uniones cumplen realmente con todos los requisitos? ¿Quién ha verificado esto?

Basta con echar un vistazo al ámbito de las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo (SOCAPs). En el Registro Nacional de SOCAPs del FOCOOP (Fondo de Protección al Ahorro Cooperativo), aparecen decenas de federaciones distintas, muchas de las cuales difícilmente podrán acreditar que cuentan con al menos cinco cooperativas legalmente afiliadas y en operación activa, como exige la LGSC.

La situación no es distinta en otras ramas del cooperativismo. Por ello, la certificación puede ser el mecanismo que finalmente acredite quién representa a quién, y si esa representación se basa en realidades o en ficciones administrativas.

¿Con quién dialoga el gobierno?

Si este modelo de certificación se implementa de forma seria y técnica —sin capturas políticas ni favoritismos—, podría convertirse en una herramienta poderosa para transparentar la interlocución del Estado con el cooperativismo. Es decir, el INAES, los legisladores, y el propio Poder Ejecutivo sabrán con precisión cuáles son las organizaciones que realmente representan a las cooperativas mexicanas y cuáles no.

Este proceso de certificación también puede servir como una autodepuración del movimiento cooperativo, que durante años ha padecido el uso oportunista de figuras representativas vacías de contenido o de base social, y sin sustento legal.

Conclusión: ni euforia ni rechazo, sino vigilancia proactiva

Estamos ante un momento clave. Lo que hoy parecen reformas administrativas, mañana podrían marcar la diferencia entre un movimiento cooperativo ordenado y robusto, o una nueva era de simulación con nuevas etiquetas legales.

No hay que dejarse llevar ni por el entusiasmo fácil, ni por el pesimismo paralizante. Hay que observar, preguntar, documentar, organizar y proponer. Si se hace con inteligencia colectiva, esta reforma puede convertirse en el punto de partida de una refundación real del cooperativismo en México.

Pero si se deja pasar sin exigencia, sin vigilancia y sin articulación social, se corre el riesgo de que esta “nueva etapa” termine siendo sólo una promesa más.

En tanto el INAES define e implementa el modelo de certificación, las actuales uniones, federaciones, confederaciones y los dos “Consejos Superiores del Cooperativismo” que actualmente existen en México, dispondrán de algunos meses para reordenarse y para estar en condiciones de demostrar la representatividad que dicen tener.

Si se aprovecha bien, puede ser una gran oportunidad para todo el cooperativismo en México, y en el corto plazo se podría conocer no solamente cuántas cooperativas existen de los diversos sectores, sino también la auténtica y real representatividad de cada organismo cooperativo, de segundo, tercer y cuarto nivel.

Por ahora, para todos los organismos cooperativos de México: uniones, federaciones, confederaciones y consejos superiores, creo que aplica perfectamente el dicho:

“Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar.”

Qué todo sea por el bien del Movimiento Cooperativo de México.

 

🖋️ Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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¿Qué harían o qué dirían hoy Los Pioneros de Rochdale?

En 1844, en una pequeña ciudad industrial de Inglaterra, 28 trabajadores textiles cambiaron la historia. No tenían grandes capitales ni padrinos políticos. Tenían algo más poderoso: La convicción de que podían construir una economía basada en la justicia, la cooperación y la dignidad humana.

Esos hombres y mujeres fundaron la “Sociedad de los Equitativos Pioneros de Rochdale”. No solo establecieron una tienda de consumo solidario; sentaron las bases de un modelo que hoy inspira a millones en todo el mundo: El Cooperativismo.

Pero ¿qué pensarían si vieran las cooperativas actuales? ¿Se sentirían orgullosos? ¿O acaso se preguntarían en qué momento nos alejamos tanto de su sueño?

Hoy, más que recordar su historia, necesitamos interpelarnos desde su ejemplo. ¡Preguntarnos qué harían o qué dirían ellos si estuvieran en nuestro lugar!

De la tienda humilde a la cooperación transformadora

Los pioneros no se conformaron con abrir una tienda. Definieron principios. Construyeron reglas claras. Practicaron valores: democracia, equidad, educación, autonomía.

Entendieron que una cooperativa no es solo una empresa diferente, sino una escuela de ciudadanía económica. Un instrumento para empoderar personas, no para reproducir la lógica capitalista en versiones más “amables”.

Cada libra esterlina que movían en su tienda era un acto político. Cada decisión, un ejercicio de construcción colectiva. Cada socio, un dueño y un aprendiz.

El espejo incómodo de las cooperativas actuales

Hoy existen cooperativas inmensas, con activos millonarios, plataformas tecnológicas sofisticadas y presencia global. Sin embargo, también existen desviaciones preocupantes:

  • Cooperativas de ahorro y crédito que operan como bancos comerciales, más preocupadas por la rentabilidad y por cumplir con la regulación aplicable, que por la inclusión financiera.
  • Cooperativas de vivienda donde los proyectos habitacionales priorizan la plusvalía inmobiliaria más que el acceso digno a una vivienda.
  • Cooperativas de producción o pesca que reproducen relaciones laborales jerárquicas, olvidando la equidad entre sus miembros.
  • Cooperativas de salud que gestionan servicios médicos como simples negocios de atención privada.
  • Cooperativas de turismo que privilegian el turismo de masas, con lógicas extractivistas, sobre el turismo comunitario y sustentable.
  • Cooperativas de seguros que olvidan su rol solidario y operan guiadas por criterios meramente comerciales.

En muchas, sino es que en la gran mayoría de las cooperativas, los socios no se sienten dueños de la empresa, se ven a si mismos solamente como clientes y a las cooperativas las ven solo como un proveedor más de los productos o servicios que requieren para satisfacer sus necesidades.

Estas desviaciones muestran cómo, a pesar del crecimiento económico o institucional, el espíritu cooperativo puede debilitarse si no se cultiva conscientemente.

¿Qué harían hoy los pioneros?

Es muy arriesgado suponer que pensarían o harían hoy Los Pioneros de Rochdale, pero conociendo su historia e ideales, me atrevo a plantear lo siguiente:

  1. Volverían a formar a cada socio Educar a los asociados era para ellos una prioridad. Entendían que sin formación crítica, la cooperativa perdería su esencia. Hoy exigirían programas de educación cooperativa sistemática, profundizando no solo en cuestiones administrativas, sino en conciencia social, democracia participativa y solidaridad.
  2. Pondrían la participación real en el centro No tolerarían estructuras cerradas ni asambleas donde todo está decidido antes de votar. Impulsarían debates auténticos, procesos de deliberación previa, consultas abiertas a los socios en todas las cooperativas, desde las pequeñas de producción hasta las grandes de servicios.
  3. Recordarían que la rentabilidad es un medio, no un fin Sostenibilidad económica, sí; pero jamás a costa de perder el compromiso social. Una cooperativa de ahorro debe incluir. Una cooperativa de salud debe garantizar atención humana y solidaria. Una cooperativa de vivienda debe priorizar hogares dignos sobre la especulación.
  4. Promoverían la renovación de liderazgos Fomentarían procesos de renovación periódica en los órganos de gobierno, evitando que unos pocos se adueñen de las estructuras. Abrirían espacios para jóvenes, mujeres, y nuevos liderazgos comunitarios.
  5. Defenderían la cooperación entre cooperativas El sexto principio sería innegociable. Cooperativas de distintos sectores se apoyarían, compartirían tecnología, conocimientos, cadenas de valor y espacios de incidencia política.
  6. Innovarían sin perder la identidad Incorporarían tecnología y modernización solo como herramientas para democratizar el acceso, mejorar la eficiencia al servicio de los socios y proteger la identidad cooperativa.

Los pioneros no aplaudirían el “crecimiento vacío”

Crecimiento en activos sin crecimiento en participación. Crecimiento en infraestructura sin crecimiento en democracia interna. Crecimiento en productos y servicios, sin crecimiento en compromiso solidario.

Eso no era su sueño. Su sueño era una economía de las personas para las personas, no una imitación mejorada del sistema que buscaban transformar.

Una mirada crítica pero esperanzadora

No se trata de negar los logros. Existen cooperativas de vivienda que luchan por el acceso a hogares dignos. Cooperativas de producción que sostienen economías rurales enteras. Cooperativas de salud que priorizan la atención preventiva y comunitaria. Cooperativas de ahorro que promueven la inclusión financiera real.

No podemos generalizar diciendo que todo esté mal, hay cooperativas de todos tamaños y en todos los sectores, que día a día se esfuerzan por mantener vivos los ideales de los Pioneros de Rochdale, por aplicar los Principios y Valores Cooperativos, pero también hay una gran e inmensa cantidad de cooperativas, chicas, medianas y grandes, en todos los países, que poco a poco se van olvidando de sus orígenes y de su verdadera vocación.

Es necesario reconocer que el riesgo de burocratización, de elitización, de mercantilización existe. Combatirlo requiere valentía institucional, coherencia ideológica y acción colectiva consciente.

Hoy, preguntarnos “¿qué harían o qué dirían los pioneros?” es un llamado a regenerar el cooperativismo desde adentro, en todas sus expresiones sectoriales y territoriales.

Una invitación a todos los actores cooperativos

  • A los directivos, para que lideren con ética, inclusión y renovación.
  • A los gerentes, para que gestionen con vocación de servicio, no como administradores de una empresa convencional.
  • A los socios, para que retomen su papel activo como dueños y constructores de sus cooperativas.
  • A los empleados cooperativos, para que asuman el compromiso de fortalecer desde su gestión diaria los principios y valores cooperativos.

¡Recuperar Rochdale en el siglo XXI!

Rochdale no es un museo. Es un faro. Es una referencia viva.

Cada vez que una cooperativa de vivienda promueve acceso digno, una de salud prioriza la vida sobre el lucro, una de producción apuesta por la equidad, una de ahorro y crédito fomenta la inclusión financiera y el bienestar social por encima del beneficio económico, una de turismo comunitario pone a las comunidades en el centro, o cualquier tipo de cooperativa actúa con principios, transparencia y compromiso solidario, están honrando a los pioneros.

Cada vez que olvidamos esos principios, nos alejamos de su sueño.

Hoy, más que nunca, el mundo necesita cooperativismo genuino: proyectos donde la economía se ponga al servicio de la vida.

¡Hoy más que nunca, necesitamos volver a Rochdale, no para copiar su forma, sino para encender su espíritu en cada decisión, en cada cooperativa, en cada sueño solidario que construimos juntos!

🖋️ Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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Cooperativas: ¿de todos o de nadie?

El modelo empresarial cooperativo: ¿empresa de todos o empresa sin dueño?

Durante décadas se ha repetido que las cooperativas son “empresas de todos”. Una definición sencilla y poderosa. Pero conviene preguntarnos con honestidad: ¿realmente son empresas de todos… o hemos creado estructuras que, en la práctica, parecen empresas sin dueño?

La propiedad colectiva es uno de los pilares del modelo cooperativo. No hay un capitalista principal, ni un grupo de accionistas que persigue el máximo beneficio. Hay personas asociadas que, en teoría, comparten la propiedad y el poder de decisión. Sin embargo, muchas cooperativas han desarrollado formas de gobierno en las que los socios están cada vez más alejados de la gestión real, y donde la participación se limita a asambleas esporádicas, desinformadas o meramente formales.

Dos tendencias especialmente comunes muestran los extremos a los que se ha deformado el modelo:

  1. Cuando el gerente se convierte en el verdadero dueño

En muchas cooperativas, el gerente ha sido también el fundador, o jugó un papel clave en el crecimiento y consolidación de la organización. Su liderazgo es indiscutible. El problema surge cuando su figura eclipsa al Consejo de Administración y a la propia Asamblea. Los directivos se convierten en figuras decorativas que respaldan automáticamente todo lo que el gerente propone. No hay deliberación, no hay contrapesos, no hay supervisión real. La cooperativa funciona como una empresa personal con estatutos cooperativos.

Se pierde la democracia interna, se erosiona la cultura cooperativa, y los socios dejan de participar porque sienten que nada cambia con su intervención. En este escenario, el gerente no rinde cuentas: lidera, decide, ejecuta… y muchas veces también se perpetúa. Además, cuando este poder no es fiscalizado adecuadamente, pueden generarse desviaciones graves en el rumbo de la cooperativa.

  1. Cuando el Consejo de Administración actúa como grupo de control

En el extremo opuesto, hay cooperativas donde el gerente existe sólo como figura simbólica. Las verdaderas decisiones se toman por un pequeño grupo de directivos que han capturado el control institucional. Son los que están todos los días en la oficina, dan órdenes directamente al personal operativo, intervienen en los asuntos administrativos y operan como si fueran los ejecutivos de la organización.

En estos casos, el Consejo de Administración se convierte en el órgano que ejecuta, decide, fiscaliza y controla. Se rompe el equilibrio natural de poderes. A menudo, estos directivos reciben “compensaciones” o dietas que los atan al cargo, y establecen mecanismos para alternarse los puestos y evitar la renovación. No hay rotación democrática ni renovación de liderazgos. El resultado es un modelo cerrado, autorreferencial, que debilita la transparencia y la rendición de cuentas.

El rol ausente del Consejo de Vigilancia

Un factor determinante en estos desequilibrios institucionales es la omisión o debilidad del Consejo de Vigilancia. Este órgano tiene la función esencial de verificar el cumplimiento del objeto social, así como vigilar que se respeten los estatutos, reglamentos y acuerdos de los órganos superiores. Sin embargo, en muchas cooperativas, el Consejo de Vigilancia ha sido cooptado por el gerente o por los mismos directivos que controlan el Consejo de Administración. En lugar de ser un órgano crítico e independiente, se convierte en una instancia inerte, complaciente o subordinada.

Cuando el Consejo de Vigilancia no cumple su función, se abre la puerta a excesos, abusos de poder y desviaciones que erosionan la legitimidad de la cooperativa. Su papel es clave para garantizar el equilibrio institucional y debe ser fortalecido mediante formación, autonomía y acceso a la información.

Dueños sin conciencia o sin poder

En todos estos escenarios, el resultado es el mismo: los socios son espectadores. La propiedad colectiva se mantiene en el papel, pero se vacía de contenido. O bien un gerente actúa como dueño, o bien un grupo de directivos captura el poder. La base social no participa, no se forma, no incide. En consecuencia, no se siente parte real de la cooperativa. No hay cultura de propiedad. No hay conciencia de corresponsabilidad. No hay empoderamiento.

El modelo cooperativo ideal: equilibrio, transparencia y participación

El modelo empresarial cooperativo debería construirse desde un equilibrio claro de funciones:

  • La Asamblea General debe ser el órgano supremo de decisión, integrado por socios informados, críticos, preparados y conscientes. Es el espacio donde se define el rumbo general, se elige a los consejos y se aprueban las líneas fundamentales.
  • El Consejo de Administración debe ejercer su función natural de dirigir la cooperativa, lo que incluye aprobar normas internas, planes y presupuestos. Su función es estratégica, no operativa. No debe involucrarse en la gestión cotidiana ni dar órdenes al personal. Debe establecer políticas, supervisar la ejecución y evaluar resultados.
  • La Gerencia debe ejecutar lo aprobado por la Asamblea y el Consejo, y proponer iniciativas, planes y presupuestos para su aprobación. Su rol es técnico, profesional, orientado a la eficiencia sin perder los valores cooperativos.
  • El Consejo de Vigilancia debe fiscalizar que todo lo anterior se haga en apego al objeto social, los principios, estatutos y reglamentos. Su independencia y capacidad de acción es vital para que exista un contrapeso efectivo.

Cada estructura debe cumplir su rol. Ninguna debería invadir a la otra. Cuando eso ocurre, la cooperativa se fortalece, la participación crece, y la propiedad colectiva se vive con autenticidad.

El papel olvidado de los socios: ser dueños activos, no clientes pasivos

En muchas cooperativas, los socios han sido reducidos a usuarios de servicios. Van a la cooperativa como irían a un banco. No preguntan, no cuestionan, no deciden. Participan solo si hay sorteos, rifas o regalos. Y muchas veces, eso es resultado directo de una falta de formación cooperativa.

El quinto principio cooperativo, que establece la educación, formación e información como base del desarrollo cooperativo, ha sido incumplido de forma sistemática por muchas instituciones. Se capacita al personal, a veces a los directivos, pero rara vez a la base social. Y sin formación, no hay participación crítica. No hay control social efectivo. No hay democracia real.

Una llamada a la conciencia cooperativa

No se trata de eliminar la dirección profesional ni de debilitar el liderazgo institucional. Se trata de reconstruir el equilibrio original del modelo cooperativo, donde cada actor cumple su papel con claridad y respeto mutuo.

Los gerentes deben liderar con responsabilidad, sin protagonismos. Los consejos deben gobernar sin administrar. El Consejo de Vigilancia debe vigilar sin interferencias. Los socios deben ejercer su propiedad con conciencia y compromiso.

Porque una cooperativa no es verdaderamente de todos cuando nadie participa. Tampoco cuando unos pocos deciden por todos. Es de todos cuando cada quien asume el rol que le corresponde, cuando el poder se ejerce colectivamente, y cuando el sentido de pertenencia está vivo.

Este es un llamado a los gerentes que gobiernan solos, a los directivos que se eternizan en los cargos, a los consejos de vigilancia que han renunciado a su función, y a los socios que han dejado de interesarse: el cooperativismo necesita recuperar su alma. Volver al equilibrio. Volver a su base social.

No se trata solo de administrar una organización. Se trata de construir una economía diferente. Una economía con rostro humano, con justicia, con participación. Una economía donde ser dueño no es un título simbólico, sino una responsabilidad compartida.

Hoy más que nunca, es tiempo de que las cooperativas vuelvan a ser lo que prometen ser: empresas de todos, con todos adentro, con todos decidiendo, con todos construyendo el futuro desde la acción colectiva.

🖋️ Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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Capitalismo cooperativo: ¿oxímoron o evolución necesaria?

Por mucho tiempo, en los circuitos más convencionales del pensamiento económico, las palabras “capitalismo” y “cooperativismo” han habitado en extremos opuestos del espectro ideológico. Una representa la acumulación, la competencia, la propiedad privada y la maximización del beneficio individual. La otra, la solidaridad, la cooperación, la propiedad colectiva y el beneficio común. Y sin embargo, en los últimos años, un término que para muchos podría parecer contradictorio ha comenzado a emerger con cierta fuerza: capitalismo cooperativo.

¿Se trata de un oxímoron conceptual? ¿Una traición a los principios cooperativos? ¿O más bien una adaptación evolutiva para sobrevivir en un mundo regido por mercados y lógicas capitalistas?

Cómo se que la palabra “oxímoron” no es muy común, trataré de explicarla para que este artículo sea lo más claro posible:

Un oxímoron es una figura retórica que consiste en unir dos conceptos opuestos en una misma expresión, generando un efecto sorprendente o provocador. Aunque a primera vista parezcan contradictorios, al combinarse crean una imagen poderosa o una reflexión más profunda. Esta figura es común en la literatura, la poesía y también en el lenguaje cotidiano. Algunos ejemplos clásicos de oxímoron son: “silencio atronador”, “realidad virtual”, “música callada”, “hielo ardiente” o “luz oscura”. Estos contrastes ayudan a expresar complejidades, paradojas o emociones difíciles de describir con palabras simples.

Trataremos de analizar si “Capitalismo Cooperativo” es un oxímoron o si como dice el título, es solamente una “evolución necesaria” del cooperativismo.

El dilema de vivir en un mundo capitalista

Las cooperativas no operan en el vacío. Existen dentro de un sistema económico, legal, fiscal y cultural dominado por el capitalismo. Venden en mercados competitivos, usan sistemas financieros tradicionales, compiten por talento humano y deben generar ingresos para sostenerse.

Negar ese entorno sería ingenuo. Pero aceptarlo sin cuestionarlo también puede llevar a peligrosas contradicciones. El cooperativismo nació como una respuesta ética, económica y social al capitalismo salvaje del siglo XIX. Su razón de ser está en ofrecer una alternativa, no en adaptarse hasta confundirse.

Aquí es donde surge la tensión. Para muchas cooperativas modernas, crecer, competir o incluso sobrevivir ha requerido adoptar ciertas lógicas capitalistas: eficiencia operativa, innovación, reinversión, productividad. Pero, ¿hasta dónde se puede adoptar sin perder la esencia?

Casos reales que incomodan y hacen pensar

  1. Cooperativas globales que compiten con multinacionales: Pensemos en cooperativas de consumo que operan con miles de empleados, miles de millones en ventas, estructuras corporativas complejas, y una presencia en el mercado tan fuerte como cualquier empresa convencional. ¿Son cooperativas o corporaciones con fachada solidaria.
  2. Banca cooperativa y lógicas de rentabilidad: Algunas cooperativas financieras han implementado políticas crediticias tan restrictivas como los bancos tradicionales, buscando rentabilidad y bajos niveles de riesgo. ¿Hasta qué punto se sacrifica la inclusión financiera en nombre de la estabilidad económica?
  3. Trabajo precario en cooperativas “exitosas”: Hay cooperativas que han crecido rápidamente en sectores como tecnología o servicios, pero cuyas prácticas laborales reproducen la precariedad: sobrecarga, informalidad, falta de participación real. Promueven los valores y el humanismo, pero no los aplican con sus propios trabajadores. ¿El éxito justifica estas contradicciones?

Capitalismo cooperativo: tres interpretaciones posibles

  1. El oxímoron inaceptable. Desde una postura purista, “capitalismo cooperativo” es una contradicción. El primero prioriza el capital, el segundo a las personas. Mezclarlos es diluir la mística transformadora del cooperativismo. Para esta visión, cada concesión al mercado es una pérdida de identidad.
  2. El camuflaje necesario. Desde una postura pragmática, el cooperativismo debe adaptarse sin renunciar. Usar herramientas del capitalismo no es ceder, sino sobrevivir. Competir, profesionalizarse y escalar son condiciones necesarias para tener impacto. Pero el desafío es mantener el corazón cooperativo vivo.
  3. La mutación evolutiva. Una tercera visión propone que el “capitalismo cooperativo” puede representar una transición hacia un nuevo modelo económico: una hibridación que, si se gestiona con conciencia, podría humanizar el mercado, redistribuir poder y transformar desde adentro.

El riesgo real: perder el alma

El peligro no está en adoptar tecnología, estrategias de crecimiento o herramientas financieras. El verdadero riesgo está en abandonar los principios cooperativos por conveniencia, en dejar de formar a los socios, en burocratizar la democracia, en disfrazar decisiones cupulares como “participación”.

Cuando el discurso de “eficiencia” reemplaza al de “solidaridad”, y cuando la “rentabilidad” aplasta a la “equidad”, el cooperativismo deja de ser alternativa. Se vuelve una empresa más, solo que con estatutos distintos.

La pregunta central: ¿es posible competir sin copiar?

La clave no está en evitar toda estrategia del mundo empresarial, sino en decidir cómo y para qué se adoptan. Una cooperativa puede innovar, crecer, profesionalizarse, tener rentabilidad… pero si esos logros no se traducen en bienestar, participación y transformación social, entonces son logros vacíos.

La pregunta correcta no es si se puede mezclar el capitalismo con el cooperativismo. La pregunta es: ¿podemos mantener viva la razón de ser cooperativa mientras navegamos en un mundo capitalista?

Tres claves para no perderse en el camino:

  1. Formación permanente: Toda adaptación al mercado debe estar acompañada de educación cooperativa profunda, crítica, reflexiva. Formar conciencia es la mejor vacuna contra la desnaturalización.
  2. Medición de impacto social, no solo financiero: Si no medimos cómo cambiamos la vida de las personas, terminamos evaluando el éxito como cualquier empresa tradicional.
  3. Participación real, no simbólica: La democracia debe ser más que asambleas anuales. Debe vivirse en la gestión, en la transparencia, en la escucha activa y en la corresponsabilidad.

Reflexión final: volver al corazón

En un mundo cada vez más desigual, competitivo y deshumanizante, el cooperativismo tiene una misión que va más allá de sobrevivir: debe inspirar. No ser como las demás empresas, sino mostrar que otra economía es posible, incluso desde dentro del sistema dominante.

Quizá el capitalismo cooperativo sea un concepto que incomoda, pero esa incomodidad es una oportunidad. Una oportunidad para preguntarnos, con honestidad, si estamos transformando al sistema o si el sistema nos está transformando a nosotros.

En lo personal no estoy en contra de la aplicación de las mejores y modernas técnicas administrativas en las cooperativas, de que busquen la eficiencia y la excelencia, ya que para que las cooperativas realmente contribuyan a una mejor distribución de la riqueza, primero deben general riqueza, porque de otra manera solamente estarán distribuyendo pobreza. Pero el fin no justifica los medios, debemos siempre ser críticos y no desviarnos del camino.

Que cada cooperativa mire hacia adentro, escuche a su base social, recupere su historia y reimagine su futuro. Porque lo que está en juego no es solo su viabilidad económica, sino su alma.

Y el alma cooperativa no está en el capital: está en la gente, en la solidaridad, en el sueño compartido de construir un mundo más justo.

Invitación a la acción:

Posiblemente este tipo de artículos van a generar mucha polémica, y seguramente también detractores, pero lo importante es que seamos críticos entre nosotros mismos, no todo lo que hacemos en las cooperativas está bien, es bueno detenernos de vez en cuando, y cuestionarnos seria y profundamente, para rehacer el camino de ser necesario, o para seguir adelante con mayor firmeza y seguridad.

Reflexiona en tu cooperativa: 

  • ¿Cuánto de lo que hacen está guiado por los principios y cuánto por la presión del mercado? 
  • ¿Qué prácticas pueden revisarse? 
  • ¿Qué espacios deben abrirse para escuchar críticamente a los socios?

¡Es tiempo de volver al origen para proyectar el futuro!


🖋️ Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico  desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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Reforma aprobada, Lección aprendida: El Movimiento Cooperativo ante el cierre de un proceso legislativo que no lo escuchó

El 10 de abril de 2025, con la aprobación en el Senado de la República del dictamen que expide la nueva Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público, y que reforma también la Ley de la Economía Social y Solidaria (LESS), la Ley General de Sociedades Cooperativas (LGSC) y la Ley Federal de Austeridad Republicana, concluye formalmente un proceso legislativo que, sin duda, ha dejado profundas reflexiones para el movimiento cooperativo en México.

Desde el inicio fue claro: el interés del gobierno no estaba centrado en las leyes que rigen al sector cooperativo. El objetivo central era la modernización del sistema de compras gubernamentales, la eliminación de CompraNet, la creación de una nueva Plataforma Digital de Contrataciones Públicas y nuevos modelos de adjudicación. Las reformas a la LGSC y la LESS eran complementarias, accesorias, y así fueron tratadas.

En ambas cámaras, la mayoría oficialista aceleró el proceso. En comisiones, dictaminaron rápido. En el Pleno, votaron sin mayor discusión. En el Senado, 66 votos a favor, 23 en contra. Ningún legislador habló del cooperativismo. Ningún argumento fue considerado. Ninguna reserva fue adoptada.

Se modificó el papel del INAES sin análisis técnico. Se le otorgaron facultades de registro y validación de actos jurídicos que antes correspondían a notarios públicos. Se eliminó la función notarial para las cooperativas de nueva creación. Se creó un Registro Nacional sin garantías operativas. Y todo pasó desapercibido.

Tampoco se evaluó el impacto en las SOCAPs, parte del Sistema Financiero Mexicano. Cambiar sus reglas de reconocimiento legal sin consultar a CNBV o SHCP es un riesgo innecesario. Afecta la certeza jurídica de millones de socios y puede generar conflictos con otras autoridades.

Esta reforma confirmó una dolorosa realidad: el cooperativismo no fue prioridad. Ningún grupo parlamentario lo defendió activamente. Ningún medio lo visibilizó. La voz cooperativa no se escuchó. Pasamos desapercibidos. Y eso no debe volver a pasar.

En lo personal, he publicado análisis, artículos y materiales con un solo objetivo: dejar constancia. No tengo cargo, ni represento oficialmente a nadie. Por respeto, no mencioné a legisladores ni funcionarios, ni los arrobé en las publicaciones. Pero sentí la responsabilidad de hablar, aunque fuera como una voz en el desierto.

Sé que muchas personas y organizaciones sí hicieron su parte. Conozco su compromiso. Pero el resultado muestra que no fue suficiente. Nos faltó unidad, articulación, estrategia, incidencia política, narrativa común. Nos faltó presencia. Y eso debe cambiar.

El cooperativismo no debe formar un partido. Tampoco debe subordinarse a ninguno. Pero sí debe tener incidencia en todos. Todos los partidos deben conocer, respetar y respaldar a este sector que representa una cuarta parte del país.

Sí. Una cuarta parte. Cerca de 15 millones de personas forman parte directamente de alguna cooperativa como socios y más de 40 millones están relacionadas indirectamente. Somos un pilar de la economía solidaria en México. Y aún así fuimos ignorados.

Este proceso legislativo termina. Pero no es el final del camino.

📌 Los legisladores pasarán.
📌 Los funcionarios pasarán.
📌 Las plataformas, los decretos, las mayorías… todo pasará.

Pero el cooperativismo seguirá aquí.

Cada vez más presente. Cada vez más necesario.

Creo que este momento debe quedarnos grabado como un punto de inflexión. O aprendemos de esto, o volverá a ocurrir. O nos organizamos y participamos más activamente en la vida pública del país, o seguirán aprobando leyes que nos afectan sin considerarnos.

A quienes forman parte de alguna cooperativa —como socios, directivos o trabajadores— les dejo este mensaje: no es tiempo de desánimo. Es tiempo de compromiso, de unidad, de formación, de incidencia. No dejemos que esta experiencia nos aísle. Al contrario: que nos motive a actuar con mayor claridad y responsabilidad.

Es momento de unidad. De organización. De profesionalización. De alzar la voz desde nuestra identidad y nuestra historia.

Porque el futuro del cooperativismo no se decreta. Se construye. Con unidad, con propuestas, con voz propia. Desde abajo, con identidad y con dignidad.

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Entre la opacidad y la omisión: se vota en el Senado una reforma que impacta al cooperativismo sin escucharlo

Este jueves 10 de abril de 2025, el Senado de la República someterá a discusión y votación el dictamen que expide la nueva Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público, y que también reforma la Ley Federal de Austeridad Republicana, la Ley General de Sociedades Cooperativas (LGSC) y la Ley de la Economía Social y Solidaria (LESS). El dictamen ya fue aprobado por la Cámara de Diputados y dictaminado por las comisiones correspondientes en el Senado.

Como advertimos desde que se presentó esta iniciativa, el objetivo central del paquete legislativo no es el fortalecimiento del cooperativismo, sino la transformación del sistema de compras gubernamentales. La nueva ley sustituirá a CompraNet y plantea una serie de innovaciones como la Plataforma Digital de Contrataciones Públicas y la Tienda Digital del Gobierno Federal. En este contexto, las reformas a la LGSC y la LESS aparecen como satélites, sin discusión técnica ni participación real del sector.

El dictamen, tal como se votará hoy, reproduce en esencia el aprobado por la Cámara de Diputados. Incluye modificaciones importantes en los procedimientos de contratación pública y establece mecanismos nuevos como adjudicaciones directas por excepción, contratos marco, licitaciones simplificadas y diálogos competitivos. En teoría, estos cambios buscan hacer más ágil la adquisición de bienes y servicios por parte del Estado. Sin embargo, tanto senadores como especialistas han señalado los riesgos implícitos en este nuevo modelo.

En sus votos particulares, los senadores Ricardo Anaya e Imelda Sanmiguel, del Partido Acción Nacional, alertaron sobre las implicaciones que esta reforma tendrá en el cumplimiento del artículo 134 constitucional. Señalaron que la reforma convierte la excepción en regla, promueve discrecionalidad, concentra atribuciones en el Ejecutivo y no garantiza transparencia ni rendición de cuentas suficientes. Además, criticaron la falta de límites cuantitativos para los nuevos mecanismos de contratación.

Desde la perspectiva del sector cooperativo, lo más preocupante no es solo el contenido de la reforma, sino la forma en que se ha procesado: sin consultas públicas, sin análisis de impacto en el ecosistema cooperativo, sin participación de sus organizaciones representativas. En el caso de la LGSC, se modifica la naturaleza de los actos fundacionales al permitir que el INAES sustituya a los notarios públicos. También se establece un Registro Nacional único de cooperativas, bajo control del propio INAES.

Estas reformas plantean riesgos jurídicos importantes. La función notarial, como acto de fe pública, está regulada por los estados y protegida por el artículo 121 de la Constitución. Sustituirla por una validación administrativa del INAES sin garantías técnicas ni operativas puede vulnerar la seguridad jurídica de los socios y generar conflictos en actos ante terceros, bancos o instituciones públicas. Más aún si se trata de cooperativas de ahorro y préstamo (SOCAPs), sujetas a vigilancia del sistema financiero.

Además, el INAES pasaría de ser un organismo de fomento a uno con capacidades de control, supervisión y registro únicos. Esto contradice el espíritu original de las leyes de economía social, que promovían el desarrollo autónomo y participativo del sector. Con esta reforma, el cooperativismo queda subordinado a una lógica administrativa y tecnocrática, perdiendo espacio de autogestión.

Es importante reconocer que hubo reservas presentadas por algunos grupos parlamentarios que intentaron mitigar estos riesgos. Movimiento Ciudadano propuso conservar el papel de los notarios; el PT sugirió reforzar el carácter social de la participación cooperativa en adquisiciones. Sin embargo, ninguna de estas reservas fue incorporada al dictamen, ni tampoco se abrió un espacio real de diálogo o escucha con el movimiento cooperativo.

Todo indica que el Senado aprobará el dictamen con rapidez. Las prioridades legislativas están enfocadas en consolidar el nuevo sistema de adquisiciones públicas, no en discutir el marco jurídico del cooperativismo. Es legítimo que el Estado busque eficiencia, pero no lo es que lo haga ignorando a un sector que representa a millones de personas organizadas en torno a la democracia económica y la solidaridad.

El cooperativismo no está en contra de la modernización del Estado. Pero sí exige respeto a su identidad, participación en los procesos legislativos que lo afectan y certeza jurídica en las reglas del juego. No se puede hablar de economía social desde el poder, sin contar con quienes la hacen posible desde abajo.

Hoy, más que nunca, el movimiento cooperativo debe documentar sus reservas, visibilizar sus propuestas y articular su voz. Aunque esta reforma se apruebe sin escucharnos, debemos dejar constancia pública de nuestras preocupaciones y preparar el terreno para una agenda legislativa más participativa y justa.

El futuro del cooperativismo no depende de una sola ley. Depende de la organización, la formación y la unidad de sus actores. Que esta reforma no nos silencie, sino que nos impulse a construir con más fuerza nuestra propia propuesta de país.

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¿Y si las cooperativas no fueran “alternativas”, sino el modelo base?

Una reflexión, análisis y pensamiento crítico de Ramón Imperial Zúñiga

🌱 Entrada.

Durante siglos nos han hecho creer que las cooperativas son una opción secundaria, una especie de “plan B” del sistema económico. Pero, ¿y si el orden fuera el contrario? ¿Qué pasaría si el modelo económico dominante en el mundo fuera el cooperativo, y el capitalismo un experimento marginal? Esta pregunta, más que una utopía, es una invitación a reflexionar profundamente sobre lo que consideramos “normal” y “posible”.

🔍 ¿Quién definió lo que es “normal” en economía?

La historia económica que aprendimos está escrita desde una narrativa dominante: la del capital privado, la competencia individual, la acumulación y la maximización del beneficio. Lo “natural”, se nos dice, es el mercado libre, el éxito personal y la competencia. Las cooperativas, mutuales y otras formas solidarias han sido reducidas a notas al pie, como si fueran fenómenos simpáticos pero anecdóticos.

Sin embargo, desde comunidades indígenas que practican la reciprocidad hasta redes de solidaridad urbana que nacen en cada crisis, existen formas económicas centradas en la colaboración, el cuidado mutuo y la propiedad colectiva. ¿Y si esas formas no fueran excepciones sino el centro?

🧭 Imaginando un mundo basado en cooperativas

¿Qué pasaría si las cooperativas fueran la regla, no la excepción?

  • Las escuelas enseñarían cooperación desde la infancia, formando ciudadanos que entienden el valor de la comunidad, el trabajo colectivo y la justicia económica.
  • Las empresas serían democráticas por diseño, con decisiones tomadas entre personas y no por accionistas invisibles.
  • La propiedad se distribuiría de forma justa, con énfasis en el bienestar colectivo en lugar del enriquecimiento individual.
  • La tecnología estaría al servicio de la comunidad, no de los monopolios globales.
  • Los medios de comunicación serían cooperativas informativas, independientes y gobernadas por quienes informan y quienes se informan.

Este ejercicio imaginativo no es ingenuo. Nos permite ver con claridad que la “normalidad” capitalista no es natural, ni eterna, ni universal. Es una construcción. Y como toda construcción, puede cambiarse.

🔄 Lo que ganamos (y lo que evitamos)

Un mundo donde el modelo económico predominante fuera cooperativo no solo implicaría más justicia, sino también:

  • Menor desigualdad estructural, al evitar la concentración de la riqueza.
  • Mayor resiliencia económica, al priorizar necesidades reales sobre la especulación.
  • Democracia profunda, más allá del voto político: una democracia económica del día a día.
  • Sostenibilidad auténtica, basada en la corresponsabilidad y el cuidado del entorno.
  • Reducción de la precariedad, al poner en el centro a las personas trabajadoras, no al capital.

¿Y qué evitaríamos? Crisis financieras originadas por la especulación, corrupción ligada a la captura corporativa del Estado, guerras comerciales y explotación laboral masiva.

💡 Entonces, ¿por qué no es así?

Porque los sistemas de poder no sueltan fácilmente sus privilegios. Porque cambiar la base económica de una sociedad implica cuestionar profundamente sus valores culturales, sus instituciones políticas y sus mecanismos legales. Pero también porque, muchas veces, los propios movimientos cooperativos han asumido un papel demasiado modesto, limitado a “resistir” en vez de disputar el sentido común.

No basta con ser “alternativos”. El cooperativismo debe aspirar a ser el modelo hegemónico del futuro. No por imposición, sino por convencimiento. Por viabilidad ética, ecológica y humana.

📣 Cierre: La utopía como método

Imaginemos para transformar. Cambiar la pregunta —de “¿es viable una economía cooperativa?” a “¿por qué no lo es ya?”— nos permite abrir nuevas posibilidades. El papel del cooperativismo no es adaptarse al mundo tal como está, sino construir el mundo tal como podría ser.

Las cooperativas no son un plan B. Son, en muchos aspectos, un plan A aún por desplegar.

y tu ¿Qué opinas?  espero tus comentarios y retroalimentación al final…


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La iniciativa presidencial avanza: luces y sombras

Llamado urgente al Cabildeo Cooperativo

La iniciativa de reforma enviada por la Presidencia de la República a la Cámara de Diputados el pasado 13 de marzo de 2025 ha generado un importante revuelo, particularmente dentro del sector cooperativo y de la economía social y solidaria. Si bien el documento incluye modificaciones a la Ley General de Sociedades Cooperativas (LGSC) y a la Ley de Economía Social y Solidaria (LESS), todo indica que el verdadero objetivo central de la iniciativa se encuentra en la transformación del sistema de adquisiciones públicas en México.

La iniciativa propone la expedición de una nueva Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público, así como reformas a otras leyes fundamentales como la de Austeridad Republicana, la de Obras Públicas y, por supuesto, la LGSC y la LESS. En conjunto, se trata de una reforma de gran alcance que responde a una agenda prioritaria de la Presidencia para fortalecer el control, la digitalización y la centralización de las compras públicas mediante una nueva Plataforma Digital de Contrataciones Públicas, que sustituiría al actual sistema CompraNet.

Este carácter prioritario hace prever que la iniciativa será aprobada rápidamente, sin que haya espacio suficiente para una discusión profunda sobre sus implicaciones para el cooperativismo, ya que el gobierno actual tiene amplia mayoría en ambas cámaras y la mayoría de los legisladores simplemente seguirán la línea y orientación de su partido, sin generar mayor análisis y discusión de la iniciativa. Aunque hay aspectos en las leyes cooperativas que podrían mejorarse, la velocidad del trámite legislativo responde principalmente al interés del Ejecutivo Federal en que la nueva Ley de Adquisiciones y la Plataforma Digital entren en vigor a la brevedad. En ese contexto, el tema cooperativo aparece subordinado a otros objetivos del Estado.

Uno de los puntos más sensibles de la iniciativa es la propuesta de transferir al INAES la facultad de dar fe de los actos corporativos de las cooperativas, eliminando así la intervención de los notarios públicos. Como se ha argumentado en otros análisis, esta propuesta genera dudas sobre su viabilidad jurídica, constitucional y operativa. Sin embargo, es poco probable que este tema por sí solo detenga el avance de la iniciativa en su conjunto, dado que representa un componente secundario frente al núcleo central de la reforma.

En este escenario, fue positivo que, tras la solicitud expresa de líderes del movimiento cooperativo, la Comisión de Economía Social y Fomento del Cooperativismo de la Cámara de Diputados pidiera formalmente que le fuera turnada la iniciativa, a pesar de no haber sido considerada inicialmente. La comisión emitió una opinión favorable con observaciones, lo que representa un avance en términos de participación del sector. No obstante, la iniciativa sigue siendo dictaminada por la Comisión de Transparencia y Anticorrupción, y no hay certeza de que se incorporen las propuestas cooperativas al dictamen final.

El proceso legislativo aún no concluye. Una vez que se apruebe el dictamen en la Comisión de Transparencia y Anticorrupción, será turnado al Pleno de la Cámara de Diputados. Todo indica que allí será aprobado con la mayoría oficialista. Posteriormente, la minuta será enviada al Senado, donde pasará nuevamente por comisiones para su análisis y eventual dictaminación. Es en esta segunda etapa donde el movimiento cooperativo puede y debe redoblar sus esfuerzos de cabildeo y presencia institucional.

La labor del cooperativismo mexicano no debe limitarse a la crítica o a la queja, sino que debe traducirse en acciones concretas de seguimiento legislativo, diálogo institucional y propuestas técnicas. Aunque puede ser difícil modificar sustancialmente el contenido de la iniciativa en esta fase, es fundamental dejar constancia documentada y pública de las preocupaciones, objeciones y propuestas del sector. Esto no solo influye en la toma de decisiones actual, sino que prepara el terreno para una agenda de reformas futuras.

Esta coyuntura legislativa debe ser vista como una oportunidad para que el movimiento cooperativo actúe de manera unida, estratégica y con visión de largo plazo. Las reformas que hoy parecen marginales podrían tener impactos profundos en la operatividad, gobernanza y legalidad de las cooperativas en el futuro. Por eso, es necesario insistir en que cualquier modificación al marco legal del sector debe contar con el análisis técnico correspondiente y con la participación directa de sus actores.

Con respeto institucional, pero con firmeza, el cooperativismo mexicano debe hacer un llamado al Congreso de la Unión, a las comisiones dictaminadoras y a los legisladores en general para que escuchen activamente a quienes han construido durante décadas un modelo económico alternativo, basado en la solidaridad, la democracia y el bien común.

La historia ha demostrado que las leyes que se imponen sin diálogo terminan siendo letra muerta o fuente de conflictos. Hoy tenemos la oportunidad de corregir el rumbo, fortalecer al INAES en sus funciones de fomento —no de control— y reconocer a las cooperativas como verdaderos actores del desarrollo nacional. Que así sea.

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La función notarial, el INAES y los riesgos de sustituir la fe pública

Un llamado a los legisladores del Congreso de la Unión.

La reciente iniciativa presentada el 13 de marzo de 2025 en la Cámara de Diputados, que propone reformas significativas a la Ley de Economía Social y Solidaria y a la Ley General de Sociedades Cooperativas, ha generado un amplio debate en el sector cooperativo y entre especialistas en derecho.

Entre las modificaciones más destacadas se encuentra la propuesta de que el Instituto Nacional de la Economía Social (INAES) asuma la función de dar fe de los actos corporativos de las cooperativas, una tarea que tradicionalmente ha sido desempeñada por notarios públicos. Esta medida, aunque busca simplificar procesos y reducir costos para las cooperativas, plantea diversas implicaciones legales y operativas que merecen un análisis detallado.

En México, la función notarial es esencial para garantizar la autenticidad y legalidad de diversos actos jurídicos. Los notarios públicos, profesionales del derecho investidos de fe pública por el Estado, tienen la responsabilidad de dar certeza y seguridad jurídica a los actos y contratos que autorizan. Su intervención asegura que los documentos notariales sean reconocidos y válidos tanto a nivel nacional como internacional.

La propuesta de transferir esta función al INAES plantea interrogantes sobre la capacidad de este instituto para asumir tales responsabilidades. Aunque el INAES juega un papel crucial en el fomento y desarrollo de la economía social, sus atribuciones actuales no incluyen funciones notariales. Asignarle esta tarea implicaría no solo una reestructuración interna significativa, sino también la garantía de que el personal esté debidamente capacitado para ejercer funciones que requieren un alto grado de especialización y responsabilidad.

Actualmente, la única instancia federal que tiene facultades para ejercer funciones notariales es la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), y solo en el ámbito internacional, mediante sus oficinas consulares y bajo condiciones muy específicas. Asimismo, los corredores públicos tienen fe pública en materia mercantil, pero su actuación está regulada por la Ley Federal de Correduría Pública, y se limita exclusivamente a actos de comercio.

Ambos casos están claramente definidos por leyes especiales que regulan esa función. De aprobarse la reforma, el INAES se convertiría en la primera entidad administrativa federal con atribuciones para ejercer fe pública en el ámbito interno, sin que exista una ley especializada que regule tal función ni un marco constitucional que lo sustente.

La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece en su artículo 121, fracción IV, que los actos públicos de una entidad federativa gozarán de fe y crédito en las otras. Esto subraya la importancia de que los actos jurídicos, como los realizados ante notarios, tengan reconocimiento en todo el país. Modificar la entidad responsable de otorgar fe pública podría requerir no solo cambios en leyes secundarias, sino también una reforma constitucional para asegurar la coherencia y validez de los actos jurídicos en el ámbito nacional.

Además, la función notarial está regulada por leyes estatales, y los notarios son supervisados por autoridades locales. La centralización de esta función en una entidad federal como el INAES podría entrar en conflicto con las competencias estatales, lo que añade una capa de complejidad legal a la propuesta.

Las Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo (SOCAPs), al formar parte del Sistema Financiero Mexicano, están sujetas a regulaciones estrictas y supervisión por parte de entidades como la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) y el Banco de México (BdeM). Cualquier modificación en la certificación de sus actos corporativos podría generar incertidumbre jurídica, afectando la confianza de los socios y terceros, y potencialmente desestabilizando el sistema financiero. Por ello, se considera indispensable que estas autoridades sean consultadas formalmente antes de aprobar cualquier cambio que involucre a entidades bajo su supervisión.

Otro aspecto que ha llamado la atención es el procedimiento legislativo seguido para esta iniciativa. Tradicionalmente, las propuestas relacionadas con el cooperativismo y la economía social son turnadas a la Comisión de Economía Social y Fomento del Cooperativismo de la Cámara de Diputados, especializada en estos temas. Sin embargo, en este caso, la iniciativa no fue remitida a dicha comisión para su revisión y dictamen. Esta omisión podría limitar el análisis profundo y especializado que una propuesta de tal magnitud requiere, además de restar participación a los actores directamente involucrados en el sector cooperativo.

Dada la relevancia y las posibles implicaciones de la propuesta, es fundamental que el Congreso de la Unión proceda con cautela. Se recomienda encarecidamente que se realicen consultas amplias que incluyan a las autoridades regulatorias del sistema financiero, expertos en derecho constitucional y, sobre todo, a los propios integrantes del movimiento cooperativo. La participación activa de estos actores garantizará que cualquier reforma refleje las necesidades reales del sector y se implemente de manera coherente con el marco legal vigente.

Por ello, se hace un llamado respetuoso al Congreso de la Unión, a la Cámara de Diputados y al Senado para que tomen el tiempo necesario en el estudio de esta iniciativa, asegurando que cualquier cambio fortalezca y no debilite al movimiento cooperativo en México. Especialmente, se solicita que se escuche la voz del cooperativismo organizado, representado por sus principales organismos de integración, quienes han construido durante décadas una propuesta sólida de economía democrática, solidaria y comunitaria para el país.

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Un llamado al movimiento cooperativo

Participar, proponer y defender nuestra identidad

Con este artículo concluimos una serie de siete textos dedicados al análisis reflexivo de la iniciativa de reforma legal presentada por el Ejecutivo federal el 13 de marzo de 2025, la cual propone cambios significativos a la Ley General de Sociedades Cooperativas (LGSC), la Ley de Economía Social y Solidaria (LESS) y otras disposiciones relacionadas con el sector.

Durante esta serie, hemos abordado los elementos clave de la propuesta: la nueva centralidad del INAES, la eliminación de las funciones notariales en la constitución de cooperativas, la creación de un Registro Nacional, la apertura a contrataciones públicas y los riesgos de control estatal sobre un sector históricamente autogestivo.

Este último artículo es una invitación clara y directa a la acción colectiva. Porque el momento que vivimos no es menor. Esta iniciativa representa un punto de inflexión en la historia del cooperativismo mexicano. Puede significar una oportunidad para su fortalecimiento, o un retroceso en términos de autonomía, identidad y participación.

Lo que está en juego.

No se trata únicamente de cambios legales o administrativos. Lo que está en juego es el modelo mismo de sociedad que queremos construir desde el cooperativismo: uno basado en la democracia económica, la solidaridad, la participación consciente y el compromiso comunitario.

Permitir que esta iniciativa se apruebe sin un debate público amplio, sin participación real del sector cooperativo, sería un error histórico. No podemos permitir que otros decidan por nosotros. La ley que rige a las cooperativas debe ser el reflejo de nuestra identidad, no de intereses ajenos.

¿Qué debe hacer el movimiento cooperativo?

  • Informarse: es necesario que todas las cooperativas, federaciones, confederaciones y consejo(s) superior(es) conozcan el contenido de la iniciativa y sus posibles impactos.
  • Reflexionar: más allá de la técnica legal, debemos analizar lo que esta reforma implica para nuestra práctica cotidiana, nuestros valores y nuestros derechos.
  • Proponer: como sector organizado, debemos presentar alternativas viables, construir propuestas de modificación, y plantear modelos legislativos que sí respondan a nuestra naturaleza.
  • Incidir: necesitamos interlocución directa con diputadas, diputados, senadoras y senadores. Hay que solicitar audiencias, enviar posicionamientos, participar en foros y comisiones.
  • Movilizar: si es necesario, debemos articularnos públicamente, con mensajes claros y contundentes que defiendan la esencia del cooperativismo.

No basta con reaccionar. Es momento de actuar estratégicamente, con unidad, visión y propuestas. El cooperativismo ha demostrado su capacidad de organización, su arraigo territorial y su vocación transformadora. Ahora toca demostrar que también sabe defender sus conquistas históricas y su derecho a decidir su propio camino.

El papel de los organismos de integración.

Los órganos de integración –uniones, federaciones, confederaciones y consejo(s) superior(es)– tienen una responsabilidad especial en este momento. Su voz debe ser clara, firme y representativa. Son ellos quienes deben liderar el proceso de respuesta institucional del sector.

Asimismo, deben convocar a la base cooperativa a informarse, debatir y participar. No hay tiempo para la indiferencia. El futuro legal del cooperativismo se está escribiendo hoy.

Es momento de dejar afuera intereses particulares de líderes y organizaciones, es momento de unidad nacional, de hacer vida el Sexto Principio Cooperativo, por una causa común.

Un mensaje a los legisladores y al Ejecutivo.

A quienes ocupan cargos de representación popular y de responsabilidad institucional en el Ejecutivo federal, queremos decirles con respeto y claridad: el cooperativismo no es un accesorio del desarrollo económico. Es una forma legítima, constitucional y eficaz de construir economía con rostro humano.

Cualquier reforma que afecte al sector debe contar con su participación, su voz y su experiencia. Las leyes no pueden imponerse desde arriba. Deben construirse con quienes las vivirán día a día desde sus comunidades y territorios.

Por una ley construida desde el cooperativismo.

Desde aquí hacemos un llamado a todas y todos quienes creen en la democracia económica, la justicia social y la soberanía de los pueblos: acompañemos este proceso con conciencia y con acción. Que esta reforma no pase desapercibida, y mucho menos, que pase sin nuestra participación activa.

Porque una ley sin el cooperativismo no es ley para el cooperativismo. Y una transformación sin el pueblo organizado no es transformación.

El futuro es ahora. Participemos, propongamos, defendamos. Juntas y juntos, desde el corazón cooperativo de México.

Esta ha sido el último artículo, te invito a leer toda la serie de reflexiones sobre esta importante iniciativa de reforma. Cada texto aborda un tema clave que debemos comprender como movimiento cooperativo:

  1. Introducción: Una iniciativa que nos llama a reflexionar
  2. ¿Modernización o riesgo de control?
  3. El INAES en el centro: ¿Fomento, control o ambas?
  4. Fin de los notarios, nacimiento del registro único
  5. Un registro nacional para todo el cooperativismo
  6. ¿Oportunidad o trampa? Contrataciones públicas y cooperativas
  7. Conclusión: Un llamado a la UNIDAD del movimiento cooperativo

Este es un momento único, y está en nuestras manos aprovecharlo con responsabilidad, unidad y participación activa. El futuro del cooperativismo no debe decidirse sin nuestra voz ni sin nuestra propuesta.

Leamos, debatamos, propongamos. Hagámoslo juntas y juntos, como movimiento.

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¿Oportunidad o trampa?

La apertura del cooperativismo a las contrataciones públicas

Uno de los elementos novedosos de la iniciativa de reforma legal es la inclusión explícita del sector social de la economía, y particularmente de las cooperativas, como posibles participantes en los procedimientos de contratación pública previstos en la nueva Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público.

A primera vista, esto puede parecer una gran oportunidad: abrir el mercado de compras públicas a las cooperativas significaría habilitar una fuente de ingresos constante, predecible y significativa. Sin embargo, esta inclusión también plantea una serie de preguntas importantes sobre las condiciones, los riesgos y la compatibilidad de las contrataciones estatales con la lógica cooperativa.
 

El planteamiento de la iniciativa.

La propuesta establece que las entidades del sector social podrán ser proveedoras del Estado en igualdad de condiciones que otros sectores. Esto incluiría participar en licitaciones, adjudicaciones directas, convenios marco y otras formas de contratación.

Ventajas potenciales.

  • Ampliación del mercado: las cooperativas podrían acceder a contratos para proveer bienes y servicios a dependencias públicas, abriendo un canal de ingresos más estable.
  • Visibilización institucional: ser reconocidas como proveedoras formales del Estado elevaría el perfil y la legitimidad de las cooperativas ante terceros.
  • Diversificación económica: cooperativas de producción, consumo, trabajo o multiservicios podrían desarrollar líneas de negocio orientadas al sector público.
  • Incentivo a la formalización: el acceso a estos contratos puede alentar a que más cooperativas se formalicen y fortalezcan jurídicamente.

Riesgos e implicaciones.

  • Lógica de mercado vs. lógica cooperativa: el sistema de contrataciones públicas está diseñado para empresas mercantiles, no para organizaciones con valores solidarios y decisiones democráticas.
  • Competencia desigual: las cooperativas suelen tener menos capital, estructura administrativa o experiencia en licitaciones que grandes proveedores privados.
  • Posible desnaturalización: si se prioriza el ingreso por encima del impacto social, algunas cooperativas podrían adaptarse al modelo empresarial tradicional, debilitando su identidad.
  • Riesgo de cooptación: sin mecanismos de equidad, las cooperativas con vínculos políticos podrían acaparar contratos, generando clientelismo y concentración.
  • Sobrerregulación: los requisitos técnicos, fiscales y administrativos para contratar con el Estado podrían excluir a muchas cooperativas pequeñas o nuevas.

Reflexiones estratégicas.

La contratación pública puede ser una herramienta poderosa para el fomento de la economía social, siempre que se diseñe con criterios diferenciados. No basta con abrir el mercado, hay que adaptarlo a la realidad y misión del sector cooperativo.

Algunas preguntas clave que deben considerarse:

  • ¿Habrá criterios sociales o solidarios en las licitaciones?
  • ¿Se considerarán procesos asociativos o territoriales como ventaja competitiva?
  • ¿El INAES o las federaciones cooperativas podrán acompañar técnicamente a sus afiliadas en estos procesos?

Una consideración clave que la iniciativa no contempla, pero que sería fundamental, es el papel que podría desempeñar el INAES como instancia de acompañamiento técnico y puente institucional. Esta función permitiría que el Instituto no solo registre cooperativas, sino que también facilite su participación efectiva en contrataciones públicas mediante asesoría, vinculación con dependencias, y seguimiento a convocatorias. Asimismo, este acompañamiento debería realizarse en articulación con las federaciones, confederaciones y las Instituciones de Asistencia Técnica (IAT) que ya están contempladas en la Ley General de Sociedades Cooperativas como entidades de apoyo al desarrollo cooperativo. En lugar de ser únicamente un ente registrador, el INAES podría convertirse en un impulsor estratégico del acceso cooperativo al mercado público, especialmente para aquellas organizaciones con menor capacidad operativa o administrativa.

  • ¿Habrá convocatorias específicas para el sector social?

Propuestas de mejora:

  • Incorporar cláusulas sociales en la Ley de Adquisiciones: valorar el impacto local, la participación democrática y el beneficio colectivo como criterios de selección.
  • Diseñar esquemas diferenciados de contratación: convocatorias exclusivas para cooperativas, con requisitos adaptados.
  • Crear una plataforma de enlace: una ventanilla única donde las dependencias conozcan las capacidades de las cooperativas registradas.
  • Capacitación especializada: formar a las cooperativas en procesos de contratación pública, con apoyo del INAES y universidades.
  • Fortalecer alianzas cooperativas: fomentar que varias cooperativas se asocien para ofrecer servicios conjuntos al Estado.

Ejemplos internacionales.

En países como Italia o Francia, las llamadas ‘cooperativas sociales’ tienen prioridad en la provisión de ciertos servicios públicos, especialmente en sectores como cuidado, educación o medio ambiente. Estas leyes no solo les dan acceso, sino que reconocen su aporte diferencial.

En América Latina, Colombia y Uruguay han desarrollado experiencias de compras públicas inclusivas que podrían servir de inspiración para México.

Conclusión.

La apertura del mercado de contrataciones públicas al sector cooperativo es una oportunidad, pero también un reto. Puede convertirse en una vía de fortalecimiento económico o en una trampa que desvirtúe la esencia del cooperativismo.

El sector debe participar activamente en el diseño de los mecanismos específicos, para garantizar que las reglas del juego no sean las del mercado puro, sino las de la justicia económica y la solidaridad.

En el siguiente y último artículo de esta serie, reflexionaremos sobre la importancia de que el movimiento cooperativo se una y participe activamente en este proceso legislativo, proponiendo mejoras y defendiendo su identidad.

Te invito a leer toda la serie de reflexiones sobre esta importante iniciativa de reforma. Cada texto aborda un tema clave que debemos comprender como movimiento cooperativo:

  1. Introducción: Una iniciativa que nos llama a reflexionar
  2. ¿Modernización o riesgo de control?
  3. El INAES en el centro: ¿Fomento, control o ambas?
  4. Fin de los notarios, nacimiento del registro único
  5. Un registro nacional para todo el cooperativismo
  6. ¿Oportunidad o trampa? Contrataciones públicas y cooperativas
  7. Conclusión: Un llamado a la UNIDAD del movimiento cooperativo

Este es un momento único, y está en nuestras manos aprovecharlo con responsabilidad, unidad y participación activa. El futuro del cooperativismo no debe decidirse sin nuestra voz ni sin nuestra propuesta.

Leamos, debatamos, propongamos. Hagámoslo juntas y juntos, como movimiento.

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Un Registro Nacional para todo el cooperativismo

Luces y sombras de concentrar el padrón cooperativo en manos del Estado

Uno de los elementos estructurales de la iniciativa de reforma presentada por el Ejecutivo federal es la creación de un Registro Nacional de Cooperativas y Entidades de la Economía Social y Solidaria (ESS), a cargo del Instituto Nacional de la Economía Social (INAES). Esta propuesta busca consolidar, en un solo sistema, toda la información relacionada con las cooperativas, mutualidades, empresas sociales, asociaciones civiles con actividades productivas y otras formas organizativas del sector.


A primera vista, la idea de un registro único parece sensata: facilitaría el acceso a información verificada, permitiría diseñar mejores políticas públicas y visibilizaría el aporte económico y social del sector. Sin embargo, también abre interrogantes en torno a su implementación, uso político, capacidad institucional del INAES y respeto a la autonomía del sector.

¿Qué propone la iniciativa?

El proyecto establece que todas las entidades del sector social deberán registrarse en este nuevo sistema como condición para acceder a apoyos, programas, contrataciones públicas y otros beneficios. El INAES sería el encargado de operarlo, validarlo y actualizarlo.

Ventajas potenciales.

  • Visibilidad y diagnóstico: por primera vez se tendría un panorama nacional completo del cooperativismo y la ESS, con datos útiles para tomar decisiones públicas.
  • Transparencia: el registro permitiría conocer quién es quién en el sector, reduciendo el riesgo de simulación o uso indebido de figuras jurídicas cooperativas.
  • Focalización de apoyos: con una base de datos clara, se podrían asignar recursos y programas de forma más equitativa.
  • Reconocimiento formal: el registro podría ayudar a posicionar al sector ante otras instituciones públicas y privadas.

Riesgos e implicaciones críticas.

  • Centralización excesiva: concentrar toda la información en un solo organismo gubernamental puede derivar en burocratización, lentitud y posibles errores administrativos.
  • Control político: al depender del Ejecutivo, el registro podría usarse para premiar o castigar organizaciones según afinidades ideológicas.
  • Exclusión por barreras tecnológicas: cooperativas en zonas rurales o con baja conectividad digital podrían quedar fuera del sistema por falta de capacitación o infraestructura.
  • Desplazamiento de otros registros: muchas cooperativas ya están inscritas en registros estatales o municipales. No se define cómo se articularán estos padrones.
  • Vulneración de la autonomía: si el registro se convierte en requisito obligatorio para operar legalmente, se corre el riesgo de que el Estado controle indirectamente la existencia misma de las organizaciones.

¿Qué condiciones debería cumplir un buen Registro Nacional?

Para que esta propuesta sea realmente útil y respetuosa de la naturaleza del sector, se requeriría:

  • Diseño participativo: con aportes del movimiento cooperativo, mutualista y solidario en su arquitectura y funcionamiento.
  • Transparencia: que el acceso a la información sea público, con criterios éticos y protección de datos sensibles.
  • Descentralización: oficinas o mecanismos de apoyo regional que acompañen el proceso de registro.
  • Accesibilidad: formatos multilingües, físicos y digitales, con acompañamiento técnico gratuito.
  • Autonomía institucional: idealmente, el registro debería estar en manos de un órgano mixto con participación estatal y social.

Ejemplos internacionales.

En países como Uruguay y Colombia existen registros cooperativos, pero son gestionados con apoyo de entes mixtos o en colaboración con federaciones. En España, el registro depende de las comunidades autónomas, lo cual permite adaptarlo a realidades territoriales.

México podría innovar con un modelo participativo, pero la iniciativa actual no camina en esa dirección. Al contrario, refuerza una lógica vertical, centralista y controladora.

Propuesta alternativa.

  • Crear un Sistema Nacional de Información Cooperativa y Solidaria, con base en el INAES pero con consejo ciudadano de gobernanza.
  • Articular registros estatales, municipales y federales, con interoperabilidad técnica.
  • Reconocer como válidos los registros existentes y facilitar su migración sin burocracia.
  • Usar el registro como herramienta de fomento, no de control.

Conclusión.

El registro único puede ser una herramienta poderosa para el desarrollo del sector cooperativo y solidario, siempre que se diseñe e implemente con principios de participación, transparencia, respeto a la diversidad y descentralización.

No se trata de oponerse al registro, sino de exigir que cumpla su verdadera función: visibilizar, fortalecer y articular, no controlar ni condicionar la existencia de las organizaciones del sector social.

En el siguiente artículo analizaremos el tema de la incorporación del sector social en las contrataciones públicas, otra de las grandes novedades de la reforma que también genera múltiples implicaciones.

Te invito a leer toda la serie de reflexiones sobre esta importante iniciativa de reforma. Cada texto aborda un tema clave que debemos comprender como movimiento cooperativo:

  1. Introducción: Una iniciativa que nos llama a reflexionar
  2. ¿Modernización o riesgo de control?
  3. El INAES en el centro: ¿Fomento, control o ambas?
  4. Fin de los notarios, nacimiento del registro único
  5. Un registro nacional para todo el cooperativismo
  6. ¿Oportunidad o trampa? Contrataciones públicas y cooperativas
  7. Conclusión: Un llamado a la UNIDAD del movimiento cooperativo

Este es un momento único, y está en nuestras manos aprovecharlo con responsabilidad, unidad y participación activa. El futuro del cooperativismo no debe decidirse sin nuestra voz ni sin nuestra propuesta.

Leamos, debatamos, propongamos. Hagámoslo juntas y juntos, como movimiento.

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Fin de los Notarios, nacimiento del Registro único

¿Simplificación o pérdida de certeza jurídica para las cooperativas?

Uno de los aspectos más disruptivos de la iniciativa de reforma presentada por el Ejecutivo federal es la eliminación de la figura del Notario o Corredor Público en la constitución y actos corporativos de las cooperativas. En su lugar, la propuesta establece que dichas funciones serán asumidas directamente por el Instituto Nacional de la Economía Social (INAES), a través de un nuevo sistema de registro.

Esta medida, que a primera vista puede parecer una simplificación administrativa favorable, encierra profundas implicaciones jurídicas, operativas e institucionales que deben ser analizadas con cuidado.

El planteamiento legal.

La propuesta indica que las sociedades cooperativas podrán constituirse mediante un acta suscrita ante el INAES, sin necesidad de protocolización ante fedatario público. Del mismo modo, cualquier modificación estatutaria, acuerdo de asamblea, fusión, escisión o transformación también deberá inscribirse directamente ante el organismo.

Este cambio implicaría que el INAES se convierta, en la práctica, en el fedatario exclusivo del cooperativismo mexicano. A través de un sistema informático aún no especificado, se pretende que miles de actos jurídicos al año puedan tramitarse de forma directa, sin pasar por notaría alguna.

Ventajas esperadas.

Las razones que se esgrimen a favor de esta reforma son comprensibles:

  • Reducción de costos: las notarías representan un gasto elevado, especialmente para cooperativas pequeñas o en formación.
  • Mayor accesibilidad: muchas regiones del país carecen de notarios públicos, lo que hace casi imposible cumplir con los requisitos actuales.
  • Agilidad: eliminar la intermediación notarial podría, en teoría, acelerar los procesos de constitución y modificación estatutaria.

Desde una perspectiva de inclusión territorial y justicia social, facilitar el acceso legal a las comunidades organizadas es un objetivo valioso. No obstante, el problema está en cómo se sustituye una figura jurídica con funciones de fe pública por un ente administrativo sin el mismo respaldo constitucional ni operatividad territorial.

Riesgos jurídicos y operativos.

  • Pérdida de certeza jurídica: los notarios actúan como garantes de la legalidad y autenticidad de los actos que presencian. Suprimirlos sin un mecanismo equivalente puede generar actos viciados, impugnables o carentes de valor probatorio.

Cabe destacar que la función notarial en México no es meramente operativa, sino que se encuentra reconocida en el artículo 121 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y regulada por leyes estatales específicas. Los notarios ejercen fe pública, una figura jurídica que otorga validez, autenticidad y seguridad a los actos que formalizan. Sustituir esta función constitucional por una plataforma administrativa del INAES sin el mínimo respaldo ni controles externos, implica un debilitamiento estructural de la certeza jurídica que protege tanto a las cooperativas como a terceros involucrados en sus operaciones.

  • Ausencia de control de legalidad: los notarios no solo dan fe, también revisan el cumplimiento de normas legales en la redacción de estatutos, asambleas y reformas. El INAES no tiene esa función ni el personal capacitado en todo el país.
  • Vulnerabilidad ante conflictos internos: si no hay una validación externa e imparcial de los acuerdos, se pueden multiplicar los conflictos entre socios por decisiones controvertidas.
  • Saturación del sistema: el INAES tendría que asumir miles de trámites anuales, sin estructura técnica ni territorial suficiente. La simplificación puede derivar en caos administrativo.
  • Inseguridad para terceros: bancos, proveedores, inversionistas y autoridades pueden no confiar en documentos emitidos sin fe pública notarial, afectando el acceso a financiamiento y la formalización de relaciones contractuales.

Comparación internacional.

En la mayoría de los países con fuerte desarrollo cooperativo, los actos de constitución y modificación de las cooperativas se realizan ante fedatario público o autoridad judicial. Incluso donde existen registros especializados, estos coexisten con la validación notarial, como forma de garantizar seguridad jurídica.

México sería uno de los pocos países en donde una autoridad administrativa asuma de forma exclusiva funciones de autenticación y legalización de actos cooperativos, sin controles externos.

¿Qué alternativas existen?

La eliminación de las notarías no tiene por qué ser total. Se pueden plantear alternativas que combinen accesibilidad con certeza jurídica:

  • Mecanismos opcionales: permitir a las cooperativas elegir entre acudir al INAES o a un notario, según su contexto.
  • Tarifas sociales notariales: establecer aranceles reducidos para cooperativas en zonas rurales o de economía solidaria.
  • Convenios con notarios solidarios: crear una red nacional de notarios con vocación social, capacitados en cooperativismo.
  • Asistencia legal técnica: dotar al INAES de asesores jurídicos comunitarios, que acompañen los procesos pero sin sustituir la fe pública.

Una preocupación estructural.

Este tema revela un problema más profundo: la falta de una política estatal que reconozca la especificidad jurídica del cooperativismo. Las cooperativas no son ni empresas mercantiles ni organizaciones civiles comunes, son EMPRESAS-SOCIALES. Necesitan un marco normativo y operativo adecuado, que combine seguridad legal, reconocimiento institucional y flexibilidad organizativa.

Al convertir al INAES en registrador, validador y árbitro de todos los actos jurídicos cooperativos, se consolida un modelo centralista, ineficiente y riesgoso. Lo que debía ser fomento se transforma en supervisión; lo que debía ser apoyo, se convierte en burocracia.

Conclusión.

La intención de facilitar la constitución de cooperativas es positiva, pero el mecanismo propuesto genera más dudas que certezas. No se puede debilitar la seguridad jurídica en nombre de la simplificación. Tampoco se debe cargar al INAES con funciones que ni le corresponden ni puede cumplir.

Se necesita una solución equilibrada, que garantice accesibilidad sin sacrificar legalidad. Y, sobre todo, se requiere la participación activa del movimiento cooperativo en el diseño e implementación de cualquier cambio.

En el siguiente artículo analizaremos el impacto de la creación del Registro Nacional de Cooperativas y Entidades de la ESS, también a cargo del INAES, y sus implicaciones para el reconocimiento, monitoreo y fortalecimiento del sector.

Te invito a leer toda la serie de reflexiones sobre esta importante iniciativa de reforma. Cada texto aborda un tema clave que debemos comprender como movimiento cooperativo:

  1. Introducción: Una iniciativa que nos llama a reflexionar
  2. ¿Modernización o riesgo de control?
  3. El INAES en el centro: ¿Fomento, control o ambas?
  4. Fin de los notarios, nacimiento del registro único
  5. Un registro nacional para todo el cooperativismo
  6. ¿Oportunidad o trampa? Contrataciones públicas y cooperativas
  7. Conclusión: Un llamado a la UNIDAD del movimiento cooperativo

Este es un momento único, y está en nuestras manos aprovecharlo con responsabilidad, unidad y participación activa. El futuro del cooperativismo no debe decidirse sin nuestra voz ni sin nuestra propuesta.

Leamos, debatamos, propongamos. Hagámoslo juntas y juntos, como movimiento.

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El INAES en el centro: ¿Fomento, control o ambas?

Riesgos y oportunidades para el sector cooperativo

En el contexto de la reciente iniciativa de reforma presentada por el Ejecutivo federal, uno de los elementos más relevantes y polémicos es el papel que se le asigna al Instituto Nacional de la Economía Social (INAES). Esta institución, creada con la intención de fomentar el desarrollo del sector social de la economía, parece ahora colocarse en el centro de la estructura jurídica propuesta, con funciones que van mucho más allá del fomento.

Este artículo tiene como objetivo analizar las implicaciones de esta nueva centralidad del INAES: ¿estamos ante un fortalecimiento necesario para impulsar a las cooperativas y empresas sociales, o se trata de un giro institucional que amenaza la autonomía del sector mediante una lógica de control estatal?

De fomento a control: el cambio de paradigma

Desde su creación, el INAES ha tenido un mandato orientado al fomento: promover la organización, financiamiento, asistencia técnica, capacitación y fortalecimiento de las entidades de la economía social y solidaria. Sin embargo, la iniciativa de reforma propone que esta institución no solo fomente, sino que también registre, supervise y valide los actos jurídicos de las cooperativas.

Entre las nuevas responsabilidades se contemplan:

  • Constituir cooperativas directamente ante el INAES, sin notarios ni corredores públicos.
  • Registrar todas las reformas estatutarias y actos corporativos.
  • Operar el Registro Nacional de Cooperativas y Entidades de la ESS.
  • Ser vínculo para que las cooperativas accedan a contrataciones públicas.

Este cambio representa una mutación institucional: de promotor a guardian,  de aliado a regulador, de facilitador a autoridad central.

Ventajas potenciales

Entre los beneficios que este cambio podría traer, destacan:

  • Accesibilidad: cooperativas rurales o de comunidades marginadas podrían constituirse sin necesidad de cubrir costosos servicios notariales.
  • Centralización de la información: con un registro único se podrían diseñar mejores políticas públicas basadas en datos reales y actualizados.
  • Mayor reconocimiento institucional: el INAES tendría un papel protagónico, lo que podría atraer mayor atención presupuestal y política.
  • Simplificación administrativa: al concentrar trámites en una sola entidad, se podrían reducir tiempos y costos, si el sistema es eficiente.

Riesgos institucionales y políticos.

Sin embargo, el desplazamiento del INAES hacia un rol de control también conlleva múltiples riesgos:

  • Autonomía en peligro: si el Estado valida cada decisión interna de las cooperativas, se rompe con el principio de autogestión.
  • Concentración excesiva de funciones: el INAES carece actualmente de la infraestructura, personal y tecnología para operar eficazmente este nuevo esquema.
  • Burocratización: en lugar de simplificar, podría generar cuellos de botella que retrasen operaciones básicas de las cooperativas.
  • Uso político: al depender directamente del Ejecutivo, el INAES podría ser utilizado con fines electorales o clientelares.
  • Desconfianza del sector: muchas cooperativas podrían optar por la informalidad o el aislamiento si perciben al INAES como una autoridad vigilante y no como un aliado estratégico.

Análisis desde la identidad cooperativa.

El cooperativismo es, por esencia, un modelo democrático y autogestionario. Sus órganos de gobierno surgen de la base social y responden a una lógica distinta de la empresarial tradicional. Cualquier intento de subordinación institucional por parte del Estado debe ser examinado críticamente.

El problema no es que exista regulación, sino que se concentre en una sola entidad con funciones contradictorias. El mismo organismo no puede fomentar, fiscalizar, sancionar y validar actos jurídicos. Se requiere una estructura diferenciada, con participación del sector en los procesos de gobernanza y toma de decisiones.

¿Qué debería hacer realmente el INAES?

Desde una visión cooperativa, el INAES debería centrarse en:

  • Formular políticas públicas de largo plazo para el desarrollo de la economía social.
  • Financiar proyectos viables con visión solidaria.
  • Generar redes territoriales de acompañamiento y formación.
  • Impulsar el acceso a mercados diferenciados.
  • Articular esfuerzos interinstitucionales.
  • Y sobre todo: ser un facilitador del protagonismo del propio sector, no un interventor de sus decisiones internas.

Experiencias internacionales.

En otros países con sectores cooperativos fuertes, como Canadá, Francia, Brasil, Argentina o Uruguay, el papel del Estado es más bien subsidiario: crea condiciones, respeta la autonomía, financia procesos estratégicos y fomenta la participación. No asume el control absoluto del registro, la constitución ni la vida jurídica de las cooperativas.

México debe aprender de estas experiencias y evitar replicar modelos burocráticos ineficientes o controladores.

Propuestas y contrapesos necesarios.

Si la reforma avanza, es imprescindible establecer contrapesos claros para que el INAES no se convierta en una entidad con poder excesivo. Algunas propuestas incluyen:

  • Crear un Consejo Nacional del Sector Social de la Economía, con representación de cooperativas, mutualidades y empresas sociales.
  • Establecer una figura de defensoría o acompañamiento legal independiente.
  • Generar mecanismos de rendición de cuentas públicos y auditables.
  • Garantizar que el registro y constitución sean accesibles, pero también sujetos a revisión por órganos autónomos.

Conclusión.

El cooperativismo necesita un Estado que lo reconozca, lo apoye y lo impulse. Pero también requiere que se respete su identidad, su autonomía y su capacidad de autogestión. El INAES puede y debe jugar un papel estratégico, pero no puede convertirse en juez y parte de todo el sector.

Estamos a tiempo de abrir el debate, mejorar la propuesta legal y construir un modelo institucional participativo, ético y funcional.

¡ El movimiento cooperativo tiene la palabra !.

En el siguiente artículo abordaremos el tema del Registro Único y la desaparición del papel de los notarios públicos en la constitución y operación de las cooperativas. Un cambio que, sin duda, amerita especial atención.

Te invito a leer toda la serie de reflexiones sobre esta importante iniciativa de reforma. Cada texto aborda un tema clave que debemos comprender como movimiento cooperativo:

  1. Introducción: Una iniciativa que nos llama a reflexionar
  2. ¿Modernización o riesgo de control?
  3. El INAES en el centro: ¿Fomento, control o ambas?
  4. Fin de los notarios, nacimiento del registro único
  5. Un registro nacional para todo el cooperativismo
  6. ¿Oportunidad o trampa? Contrataciones públicas y cooperativas
  7. Conclusión: Un llamado a la UNIDAD del movimiento cooperativo

Este es un momento único, y está en nuestras manos aprovecharlo con responsabilidad, unidad y participación activa. El futuro del cooperativismo no debe decidirse sin nuestra voz ni sin nuestra propuesta.

Leamos, debatamos, propongamos. Hagámoslo juntas y juntos, como movimiento.

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¿Modernización o Riesgo de Control?

Análisis general de la nueva iniciativa legal sobre cooperativismo y economía social

La reciente iniciativa presentada por el Ejecutivo federal ante la Cámara de Diputados, publicada en la Gaceta Parlamentaria del 13 de marzo de 2025, ha generado inquietudes y expectativas en el sector cooperativo y en las organizaciones de la economía social y solidaria (ESS) en México.

Bajo el argumento de modernizar el marco jurídico, la propuesta plantea reformas a la Ley General de Sociedades Cooperativas (LGSC), a la Ley de Economía Social y Solidaria (LESS), así como la expedición de una nueva Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público, y modificaciones a la Ley Federal de Austeridad Republicana, entre otras.

En este primer artículo de análisis, exploramos los aspectos generales de la iniciativa, evaluando tanto sus posibles aportaciones como los riesgos que conlleva, particularmente en términos de autonomía, identidad cooperativa y estructura institucional del sector social de la economía.

Contexto constitucional y legal.

El artículo 25 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos reconoce expresamente al sector social de la economía como parte fundamental del desarrollo nacional, al lado de los sectores público y privado. Esta disposición, sin embargo, ha tenido escasa operatividad en décadas recientes, y el reconocimiento legal no ha sido acompañado por una política pública sostenida de fomento, financiamiento y fortalecimiento institucional para las cooperativas y demás formas organizativas del sector social.

En ese sentido, la iniciativa parte de un acierto: reconocer la necesidad de actualizar el marco normativo que rige al cooperativismo y a la ESS, e integrarlos a las políticas económicas nacionales. No obstante, como veremos, lo hace sin romper con una visión funcional, utilitaria y limitada del sector.

Los ejes centrales de la iniciativa.

Desde un análisis integral, la propuesta gira en torno a cinco grandes ejes temáticos:

  1. Reconfiguración de las atribuciones del INAES, ampliando sus funciones hacia la constitución, registro y supervisión de cooperativas.
  2. Eliminación del requisito de protocolización notarial para actos constitutivos y corporativos de las cooperativas.
  3. Creación de un Registro Nacional de Cooperativas y Entidades de la ESS, a cargo del INAES.
  4. Inclusión formal del sector social en los procedimientos de contratación pública.
  5. Modificación del lenguaje y objetivos en la LESS y la LGSC, con un enfoque más funcionalista que transformador.

¿Qué se gana con esta reforma?

En primer lugar, se reconoce con mayor claridad el papel del sector social en la economía nacional. Las menciones explícitas a la posibilidad de que las cooperativas participen en licitaciones, convenios y adquisiciones públicas abren una ventana de oportunidad para su sostenibilidad financiera.

A diferencia de las demás reformas que modifican leyes existentes, la iniciativa también contempla la expedición de una nueva Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público. Esta norma tiene como objetivo modernizar el proceso de contratación estatal mediante la creación de una Plataforma Digital de Contrataciones, la cual sustituiría al tradicional sistema CompraNet. Este cambio, si bien abre oportunidades para la inclusión de cooperativas en nuevos procesos de contratación, también impone la necesidad de garantizar un marco normativo que asegure la transparencia, competitividad y condiciones equitativas para el sector social.

Asimismo, eliminar la necesidad de acudir a Notarios o Corredores Públicos para la constitución de una cooperativa puede facilitar la formalización de nuevas organizaciones, especialmente en comunidades rurales, indígenas o marginadas donde el acceso a servicios notariales es limitado o costoso. En esta aparente ventaja, lo único que habría que valorar y asegurar es que el INAES realmente tenga la capacidad y estructura suficiente para sustituir las funciones de los Notarios y Fedatarios, y que no se vayan a complicar los procesos en vez de simplificarlos.

Finalmente, la creación de un registro nacional centralizado permitiría contar con datos actualizados y completos sobre el universo cooperativo, algo que históricamente ha sido una gran deuda del Estado mexicano. Esta base de información puede mejorar el diseño de políticas públicas, la rendición de cuentas y la transparencia sectorial.

¿Qué se pone en riesgo?

El problema es que, aunque se reconocen ciertos derechos y posibilidades al sector, la forma en que se pretende operativizar esta modernización implica una lógica de control centralizado que amenaza la autonomía cooperativa. Al asignar al INAES la facultad de autorizar, registrar, validar actos corporativos, e incluso supervisar la vida jurídica de las cooperativas, se corre el riesgo de consolidar un modelo burocrático, ineficiente y politizado.

Para que el INAES desarrolle todas las funciones asignadas, se requeriría de una Plataforma tecnológica muy robusta, que difícilmente se podrá desarrollar en el corto plazo. Y la gran pregunta es: ¿Todo se hará de manera centralizada o se requerrirá además fortalecer y desarrollar oficinas regionales, estatales o locales del INAES?

La ausencia de un enfoque de participación, autogestión y control social desde el propio sector es preocupante. No se proponen mecanismos de cogestión, consejos consultivos u observatorios ciudadanos. Tampoco se reconoce la experiencia acumulada de un movimiento cooperativo con más de 70 años de historia organizada.

Otro aspecto crítico es el enfoque mercantilista implícito en la iniciativa. La apertura hacia contrataciones públicas, aunque positiva en principio, podría empujar a muchas cooperativas a adoptar lógicas empresariales convencionales, abandonando su identidad solidaria. Se pierde la oportunidad de proponer un modelo alternativo de contratación pública con criterios sociales, solidarios y participativos.

Análisis político-institucional.

El texto legal muestra una lógica tecnocrática de diseño institucional: concentración de funciones, control de registros, centralización de trámites. Todo esto sin una propuesta seria de fortalecimiento presupuestal, territorial o de capital humano del INAES. Se trata de una ampliación de atribuciones sin una correlación clara de capacidades institucionales.

Más grave aún, no se plantea una verdadera política pública integral de fomento al cooperativismo. No se menciona el papel de la educación cooperativa, la promoción cultural de la ESS, la investigación aplicada ni el fortalecimiento de redes territoriales. La visión del sector sigue siendo instrumental: útil en tanto que funcional a ciertas prioridades estatales, pero no como un proyecto económico y político con valor propio.

Conclusión inicial.

La iniciativa presenta elementos rescatables, como el reconocimiento formal de derechos económicos y la eliminación de barreras burocráticas. Sin embargo, también plantea riesgos estructurales que deben ser discutidos a fondo por el movimiento cooperativo y por los legisladores.

La pregunta central sigue abierta: ¿esta reforma busca realmente fortalecer al sector social de la economía, o más bien subordinarlo a la lógica del Estado y del mercado?

Invito a todos los organismos cooperativos, federaciones, confederaciones y consejos superiores, así como a legisladores responsables y funcionarios públicos comprometidos, a analizar con rigor esta iniciativa, y a participar activamente en el proceso legislativo. El momento es ahora.

Este es el Segundo de una serie de artículos. En los siguientes, profundizaremos en los temas clave que esta reforma plantea para el futuro del cooperativismo en México.

Te invito a leer toda la serie de reflexiones sobre esta importante iniciativa de reforma. Cada texto aborda un tema clave que debemos comprender como movimiento cooperativo:

  1. Introducción: Una iniciativa que nos llama a reflexionar
  2. ¿Modernización o riesgo de control?
  3. El INAES en el centro: ¿Fomento, control o ambas?
  4. Fin de los notarios, nacimiento del registro único
  5. Un registro nacional para todo el cooperativismo
  6. ¿Oportunidad o trampa? Contrataciones públicas y cooperativas
  7. Conclusión: Un llamado a la UNIDAD del movimiento cooperativo

Este es un momento único, y está en nuestras manos aprovecharlo con responsabilidad, unidad y participación activa. El futuro del cooperativismo no debe decidirse sin nuestra voz ni sin nuestra propuesta.

Leamos, debatamos, propongamos. Hagámoslo juntas y juntos, como movimiento.

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Una Iniciativa que nos llama a reflexionar

Una invitación a todo el Movimiento Cooperativo de México

En días recientes, el Ejecutivo federal presentó ante la Cámara de Diputados una iniciativa de reforma legal que propone modificaciones significativas a diversas normas que impactan de manera directa al sector cooperativo y a la economía social y solidaria en México.

La iniciativa presentada el 13 de marzo de 2025 propone modificaciones y adiciones a varias leyes existentes que impactan directamente al sector cooperativo en México. A continuación, se muestra un resumen de las leyes afectadas:

  1. Ley General de Sociedades Cooperativas (LGSC): Se plantean reformas en diversos artículos para incluir conceptos como organismos cooperativos, sistemas cooperativos y la redefinición del papel del Instituto Nacional de la Economía Social (INAES). Además, se establecen disposiciones sobre la constitución de sociedades cooperativas, enfatizando la no discriminación y la independencia de partidos políticos o asociaciones religiosas.
  2. Ley de Economía Social y Solidaria (LESS): La iniciativa busca reformar artículos específicos con el objetivo de definir e implementar un modelo de certificación para las sociedades cooperativas y otros organismos del sector social de la economía. Este modelo de certificación estaría a cargo del INAES, que podría coordinarse con entidades federativas, municipios y alcaldías para su implementación.
  3. Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público: Se propone la expedición de una nueva ley que sustituya a la anterior, con el fin de crear la Plataforma Digital de Contrataciones Públicas, reemplazando al sistema CompraNet. Esta plataforma tiene como objetivo automatizar y brindar mayor transparencia a los procesos de contratación pública.
  4. Ley de Obras Públicas y Servicios Relacionados con las Mismas: Se plantean reformas para ajustar los esquemas de contratación pública, implementar nuevas estrategias de contratación y utilizar recursos tecnológicos que contribuyan a combatir la corrupción y generar valor para el Estado.
  1. Ley Federal de Austeridad Republicana: La iniciativa propone derogar y reformar disposiciones específicas de esta ley para alinearlas con los nuevos procedimientos de contratación pública y las estrategias de austeridad del gobierno.

Es importante destacar que, según la información disponible, la iniciativa se centra en modificar y actualizar leyes existentes en lugar de proponer la creación de nuevas leyes. Estas reformas buscan modernizar el marco legal relacionado con las cooperativas y la economía social en México, promoviendo una mayor transparencia, eficiencia y participación del sector social en las contrataciones públicas.

Una coyuntura legal de Alta trascendencia.

Estas propuestas, de aprobarse en sus términos actuales, transformarían el marco jurídico que rige al cooperativismo mexicano, y por tanto, a miles de organizaciones que forman parte del sector social de la economía: cooperativas, mutualidades, empresas sociales, asociaciones civiles productivas, entre otras.

En principio, pareciera que la iniciativa es muy sencilla y que va dirigida principalmente a las cooperativas que quieran ofrecer sus productos o servicios a las dependencias de gobierno, pero en realidad las modificaciones afectan a todo tipo de cooperativas, no solo a las de nueva creación, sino también a las que ya existen y están muy bien desarrolladas.

No todo lo que plantea la iniciativa es negativo, hay aspectos muy rescatables que podrían ser de beneficio para el cooperativismo y que se deben considerar, pero lo importante es que haya un análisis de fondo y que el Movimiento Cooperativo de México tenga la oportunidad de aportar ideas y propuestas, y que realmente sea escuchado.

Estamos ante una coyuntura de gran trascendencia, que debe ser atendida, analizada y comprendida con profundidad, no solo desde una óptica jurídica, sino también desde una perspectiva cooperativa, estratégica y política.

Por ello, he decidido generar y publicar una serie de artículos de análisis y reflexión, con el objetivo de aportar elementos para el debate informado y fomentar la participación activa de nuestro movimiento en el proceso legislativo.

¿A quiénes van dirigidos estos artículos?

  • A todos los Socios, Directivos y Trabajadores de Cooperativas.
  • A los líderes de las cooperativas de base, así como sus uniones, federaciones, confederaciones y consejo(s) superior(es)
  • A las y los legisladores federales (diputadas, diputados, senadoras y senadores)
  • A las dependencias del Poder Ejecutivo Federal y Estatales
  • Y en general, para toda persona interesada en el fortalecimiento de la democracia económica, la participación ciudadana y el desarrollo con justicia social.

¿Qué contendrá esta serie?

En total, incluyendo el presente artículo introductorio, serán siete artículos, redactados con lenguaje claro pero con sustento jurídico y político, que abordarán los temas clave de la iniciativa desde una óptica cooperativa:

¿Dónde se publicarán estas reflexiones?

Los artículos serán difundidos en los siguientes espacios:

Invitación a la lectura, el análisis y la acción

A lo largo de ya casi cuatro décadas he tenido la oportunidad y el privilegio de participar en diversas etapas del Movimiento Cooperativo Mexicano, y también en varios organismos del ámbito internacional, aunque ya no tengo una participación activa o de representación, ahora hago esta aportación desde la convicción de que la democracia no es solo un derecho, sino una responsabilidad compartida.

Por ello, te invito a leer, compartir, debatir y enriquecer esta serie de análisis y reflexiones. Solo si comprendemos a fondo los cambios propuestos y reflexionamos colectivamente sobre ellos, podremos definir cómo responder: con propuestas, con unidad, y con visión de largo plazo.

Este no es un llamado aislado, es una invitación al diálogo nacional cooperativo.

Porque las cooperativas no son un tema del pasado… Son parte clave del futuro económico, social y democrático de México.

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Evolución de la Búsqueda de Empleo en el Cooperativismo

La I.A. puede conectar la oferta y la demanda con un Asistente Inteligente.

Introducción

El cooperativismo ha sido, desde sus inicios, un pilar fundamental en la creación de comunidades más justas, solidarias y sostenibles. Sin embargo, encontrar empleo en este sector puede ser un desafío si no se cuenta con las herramientas adecuadas.

Aquí es donde entra en juego el Asistente Inteligente especializado en ofertas de empleo cooperativo. Con un enfoque único y adaptado a las necesidades del cooperativismo, este asistente está diseñado para conectar candidatos con oportunidades laborales en cooperativas, además de brindar orientación integral en gestión de recursos humanos.

En este artículo exploraremos cómo este Asistente Inteligente puede convertirse en tu mejor aliado en el ámbito laboral cooperativo.

 

¿Qué es un Asistente Inteligente especializado en ofertas de empleo cooperativo?

Este Asistente Inteligente es una herramienta tecnológica basada en inteligencia artificial diseñada exclusivamente para abordar las necesidades del sector cooperativo en el ámbito laboral.

A diferencia de otros asistentes genéricos, su conocimiento está profundamente arraigado en el cooperativismo, cubriendo desde normativas específicas hasta las mejores prácticas de gestión laboral en este entorno.

Funciones principales:

  • Identificar y presentar ofertas de empleo en cooperativas.
  • Brindar asesoría personalizada tanto a candidatos como a empleadores.
  • Adaptar las recomendaciones y orientación según normativas locales y regionales.
  • Facilitar procesos laborales éticos, eficientes y alineados con los principios cooperativos.

Cómo ayuda al usuario:

  • Proporciona información precisa y actualizada sobre vacantes disponibles en cooperativas.
  • Ofrece guías y plantillas para mejorar las aplicaciones laborales.
  • Ayuda a entender los derechos y deberes laborales en el contexto del cooperativismo.
Conectando talento con oportunidades: La oferta laboral cooperativa

Una de las funciones clave de este Asistente Inteligente es actuar como un puente entre quienes buscan empleo y las cooperativas que necesitan talento. Entender la dinámica de las ofertas laborales en este sector requiere una visión integral que este asistente proporciona de forma eficaz.

Servicios que ofrece:

  • Búsqueda de empleo: Acceso a una base de datos en constante actualización con ofertas laborales de cooperativas en diversas regiones y sectores.
  • Orientación personalizada: Recomendaciones específicas basadas en el perfil del candidato, su ubicación y sus intereses.
  • Filtros avanzados: Permite buscar empleos según categoría, nivel de experiencia y tipo de cooperativa: Ahorro y Crédito, cooperativas de producción, consumo, entre otras).
  • Valor añadido: Los usuarios no solo encuentran empleo; también reciben una introducción al espíritu cooperativo y a los beneficios de trabajar en un modelo que prioriza el bienestar colectivo.

 

Herramientas para candidatos: Preparación y postulación efectiva

Un buen perfil profesional es esencial para destacarse en el proceso de selección. Este Asistente Inteligente ayuda a los candidatos a construir su mejor versión profesional a través de herramientas prácticas.

Qué ofrece:

  • Plantillas de currículum y cartas de presentación: Diseñadas específicamente para destacar habilidades y valores alineados con el cooperativismo.
  • Guías para entrevistas: Instrucciones detalladas sobre cómo responder preguntas clave y presentar una actitud profesional en entrevistas laborales.
  • Asesoramiento personalizado: Responde preguntas sobre cómo estructurar un CV, destacar logros y desarrollar una narrativa convincente en las postulaciones.
  • Beneficios: Estas herramientas aumentan significativamente las posibilidades de éxito en la búsqueda de empleo, ayudando a los candidatos a destacar en un sector donde los valores son tan importantes como las habilidades.
Apoyo a cooperativas: Reclutamiento y selección de talento

El éxito de una cooperativa depende, en gran medida, de su capacidad para atraer y retener talento alineado con sus principios. Este Asistente Inteligente está diseñado para ser un recurso integral para los empleadores en el sector cooperativo.

Servicios para cooperativas:

  • Estrategias de reclutamiento: Ayuda a estructurar procesos efectivos para atraer candidatos calificados y comprometidos.
  • Publicación de vacantes: Asistencia en la creación de ofertas laborales atractivas y alineadas con los valores cooperativos.
  • Selección de personal: Recomendaciones sobre cómo evaluar habilidades técnicas y valores éticos en los candidatos.
  • Impacto: Al optimizar los procesos de contratación, este Asistente Inteligente ayuda a las cooperativas a encontrar talento que no solo cumpla con los requisitos técnicos, sino que también comparta su compromiso con el bienestar comunitario.
Un enfoque ético y normativo en la gestión laboral

El marco regulatorio y los principios éticos son pilares fundamentales del cooperativismo. Este Asistente Inteligente integra estas consideraciones en cada una de sus funciones.

Aspectos destacados:

  • Cumplimiento normativo: Brinda orientación sobre regulaciones laborales específicas de cada país o región, asegurando que las cooperativas cumplan con todas las leyes aplicables.
  • Derechos y deberes: Educa a empleadores y empleados sobre sus derechos laborales, fomentando relaciones laborales justas y respetuosas.
  • Rescisión de personal: Ofrece guías sobre cómo manejar desvinculaciones laborales de manera ética y legal.
  • Por qué importa: Un enfoque ético en la gestión laboral no solo mejora la reputación de una cooperativa, sino que también fortalece la confianza y la cohesión interna.
El futuro del empleo cooperativo con Inteligencia Artificial

La inteligencia artificial no solo facilita procesos; también transforma la forma en que entendemos y gestionamos el empleo en el cooperativismo.

Innovaciones clave:

  • Análisis de tendencias: Identifica sectores cooperativos en crecimiento y las habilidades más demandadas.
  • Capacitación digital: Recomienda cursos y plataformas de aprendizaje alineadas con los intereses y necesidades del usuario.
  • Automatización de procesos: Simplifica tareas administrativas, como la gestión de currículums y la programación de entrevistas.
  • Proyección: Este Asistente Inteligente está en constante evolución, adaptándose a los cambios del mercado laboral y las necesidades específicas de las cooperativas.
Conclusión: Tu aliado indispensable en el cooperativismo laboral

Este Asistente Inteligente no es solo una herramienta; es un recurso integral que empodera tanto a candidatos como a empleadores en el sector cooperativo.

Desde la búsqueda de empleo hasta la gestión ética de recursos humanos, su impacto va más allá de la tecnología, fomentando un mercado laboral cooperativo más justo, eficiente y alineado con los principios del cooperativismo.

Puedes acceder al Asistente Inteligente de Ofertas de Empleo Cooperativo en: https://chatgpt.com/g/g-673c301433ac8191b31cbbee2c3570fe-ofertas-de-empleo-cooperativo

Tenemos 100 Asistentes Inteligentes que hemos desarrollado y especializado en diversos temas del Cooperativismo, se pueden encontrar en el siguiente enlace: https://pinos-coop.xyz/asistentes-inteligentes-en-cooperativismo

Aprovechemos la nueva tecnología, el conocimiento y la información están a nuestro alcance, es nuestra responsabilidad si lo utilizamos o no.

 

Noviembre del 2024.

Ramón Imperial Zúñiga.

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Explorando El Observatorio Cooperativo

Una Herramienta Innovadora para Fortalecer el Cooperativismo.

Introducción.

El mundo cooperativo se enfrenta constantemente a desafíos y oportunidades en un entorno económico y social cambiante. Ante esta realidad, nace el Observatorio Cooperativo, una herramienta especializada basada en inteligencia artificial, diseñada para proporcionar análisis, datos y orientación a cooperativas, investigadores, y líderes en el sector. Este artículo detalla cómo el Observatorio Cooperativo puede convertirse en un aliado estratégico, destacando sus funciones, capacidades y beneficios.

Sección 1: Qué es el Observatorio Cooperativo y a quién está dirigido.

El Observatorio Cooperativo es un asistente inteligente especializado, cuyo objetivo principal es recopilar, analizar y difundir información clave sobre el sector cooperativo. Diseñado para ser accesible y útil para un amplio público, está dirigido a:

  • Miembros y administradores de cooperativas que buscan datos actualizados para la toma de decisiones estratégicas.
  • Investigadores y académicos interesados en explorar tendencias y analizar el impacto del cooperativismo.
  • Entidades gubernamentales y organismos reguladores que necesitan datos confiables para formular políticas públicas.
  • Periodistas y comunicadores que desean entender y divulgar las dinámicas del sector cooperativo.

El Observatorio se adapta a las necesidades de cada usuario, ya sea que busquen estadísticas simples o análisis avanzados sobre temas específicos.

Sección 2: Funciones principales del Observatorio Cooperativo
  1. Recopilación y procesamiento de datos. El Observatorio Cooperativo accede a bases de datos globales, regionales y locales para obtener información confiable y actualizada. Entre las fuentes destacadas se incluyen:
  • Informes de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI).
  • Bases de datos estadísticas gubernamentales.
  • Estudios académicos y publicaciones especializadas.

Esta capacidad permite a los usuarios obtener datos sobre número de cooperativas, sectores de actividad, impacto económico y contribuciones sociales, adaptados a la región de interés.

  1. Análisis de tendencias. El Observatorio emplea herramientas analíticas avanzadas para identificar y proyectar tendencias en el cooperativismo. Estas tendencias incluyen:
  • Crecimiento y evolución de sectores cooperativos específicos.
  • Impacto de las cooperativas en el empleo y la inclusión social.
  • Innovaciones tecnológicas adoptadas por cooperativas.

El análisis predictivo permite anticipar desafíos y explorar oportunidades emergentes.

  1. Generación de informes personalizados. El Observatorio produce informes adaptados a las necesidades del usuario, abordando aspectos como:
  • Desempeño financiero de cooperativas.
  • Comparativas entre modelos cooperativos y otras formas empresariales.
  • Evaluación de sostenibilidad y gobernanza.

Estos informes son herramientas valiosas para respaldar decisiones estratégicas.

  1. Monitoreo de normativas y regulaciones. La herramienta rastrea cambios legales y normativos que afectan al sector cooperativo. Proporciona alertas sobre:
  • Nuevas leyes aplicables a cooperativas.
  • Requisitos regulatorios locales.
  • Políticas gubernamentales que promueven o afectan el cooperativismo.

Este monitoreo ayuda a las cooperativas a mantenerse en cumplimiento y a aprovechar incentivos.

Sección 3: Cómo el Observatorio Cooperativo apoya a las personas interesadas en el sector.

Facilitando el acceso a información confiable. La inteligencia artificial permite al Observatorio sintetizar grandes volúmenes de datos y presentarlos de manera clara y comprensible. Esto reduce la brecha de información que muchas cooperativas enfrentan al no contar con recursos para realizar investigaciones propias.

Fortaleciendo la toma de decisiones. A través de análisis detallados y visualizaciones gráficas, el Observatorio empodera a los líderes cooperativos con información estratégica que les permite:

  • Evaluar la viabilidad de proyectos nuevos.
  • Optimizar recursos y estrategias.
  • Responder rápidamente a cambios del entorno.

Promoviendo la innovación y sostenibilidad. El Observatorio identifica prácticas innovadoras y casos de éxito a nivel mundial, promoviendo su adopción en diferentes contextos. Además, evalúa el impacto ambiental y social de las cooperativas, orientando hacia modelos más sostenibles.

Sección 4: Ejemplos prácticos del uso del Observatorio Cooperativo

Caso 1: Una cooperativa agrícola busca expandirse. Con el apoyo del Observatorio, la cooperativa puede:

  • Identificar mercados emergentes para sus productos.
  • Analizar las tendencias de consumo local y global.
  • Evaluar la viabilidad económica de la expansión.

Caso 2: Un investigador explora el impacto social del cooperativismo. El Observatorio facilita acceso a datos específicos sobre empleo generado por cooperativas, inclusión de comunidades vulnerables y contribuciones al desarrollo local.

Caso 3: Una entidad gubernamental diseña políticas públicas. Mediante los análisis del Observatorio, el gobierno puede identificar sectores cooperativos que requieren incentivos y diseñar políticas basadas en evidencia sólida.

Sección 5: ¿Por qué confiar en el Observatorio Cooperativo?

Precisión y confiabilidad. El Observatorio utiliza fuentes de alta calidad y aplica metodologías analíticas rigurosas. Esto garantiza que la información sea precisa y relevante.

Adaptabilidad a contextos locales. La herramienta ajusta sus análisis a las normativas y realidades de cada país o región, asegurando relevancia para los usuarios.

Enfoque en el desarrollo cooperativo. Más allá de los datos, el Observatorio busca inspirar y fortalecer el movimiento cooperativo, promoviendo su impacto económico y social.

Conclusión

El Observatorio Cooperativo es más que una herramienta tecnológica; es un socio estratégico para quienes buscan potenciar el impacto del cooperativismo. Con su capacidad para ofrecer datos precisos, análisis avanzados y orientación personalizada, facilita el camino hacia un futuro más inclusivo y sostenible para las cooperativas.

Puedes acceder al Asistente Inteligente del Observatorio Cooperativo en: https://chatgpt.com/g/g-maM0xsXcD-observatorio-cooperativo

Todos los Asistentes Inteligentes que hemos desarrollado hasta ahora en diversos temas del Cooperativismo, se pueden encontrar en el siguiente enlace: https://pinos-coop.xyz/asistentes-inteligentes-en-cooperativismo

Esperamos toda esta información sea de utilidad a muchos cooperativistas y demás gente interesada.


Noviembre del 2024.

Ramón Imperial Zúñiga.

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Revolucionando el Cooperativismo

La Importancia de utilizar Asistentes Inteligentes Especializados para Impulsar el Movimiento Cooperativo Global.

Introducción.

El cooperativismo, con sus principios de ayuda mutua, democracia y equidad, ha sido un pilar fundamental en el desarrollo económico y social de numerosas comunidades alrededor del mundo. Sin embargo, en la era digital actual, es imperativo que este movimiento adopte herramientas tecnológicas avanzadas para mantenerse relevante y eficaz.

Una de las innovaciones más prometedoras en este ámbito es la implementación de Asistentes Inteligentes Especializados en diversos temas del cooperativismo. Estos modelos de Inteligencia Artificial (IA) tienen el potencial de asesorar técnicamente a individuos y organizaciones, proporcionando información, metodologías, herramientas y plataformas que faciliten el desarrollo consistente y ordenado del movimiento cooperativo en diferentes países.

1.- Comprendiendo los Asistentes Inteligentes y su Aplicación en el Cooperativismo.

Los Asistentes Inteligentes son modelos de lenguaje basados en IA que han sido entrenados con vastas cantidades de datos textuales, permitiéndoles generar respuestas coherentes y contextualmente relevantes a diversas consultas. Son una especie de Profesor o de Maestro Particular que tenemos a tiempo completo a nuestra disposición para que nos apoye con información y asesoría en relación al tema para el que se ha especializado.

En el contexto del cooperativismo, los Asistentes Inteligentes Especializados pueden ofrecer:

  • Asesoramiento Técnico: Proporcionan orientación sobre la formación y gestión de cooperativas, incluyendo aspectos legales, financieros y operativos.
  • Información Actualizada: Mantienen a los usuarios informados sobre las últimas tendencias, regulaciones y mejores prácticas en el ámbito cooperativo.
  • Metodologías y Herramientas: Ofrecen acceso a metodologías probadas y herramientas prácticas para mejorar la eficiencia y eficacia de las cooperativas.
2.- Beneficios de Utilizar Asistentes Inteligentes Especializados en el Cooperativismo.

La integración de Asistentes Inteligentes en el Cooperativismo ofrece múltiples ventajas, entre las que Podemos mencionar las siguientes:

  • Accesibilidad Inmediata: Los usuarios pueden obtener información y asesoramiento en tiempo real, sin necesidad de esperar por consultorías tradicionales.
  • Personalización de Contenido: Los Asistentes Inteligentes pueden adaptarse a las necesidades específicas de cada cooperativa, ofreciendo soluciones a medida.
  • Reducción de Costos: Al automatizar procesos de asesoramiento y formación, se disminuyen los gastos asociados a consultorías y capacitaciones presenciales.
  • Fomento de la Innovación: La adopción de IA impulsa a las cooperativas a modernizarse y a mantenerse competitivas en un entorno globalizado.
 3.- Superando el Temor a la Inteligencia Artificial en el Ámbito Cooperativo.

Es natural que la introducción de nuevas tecnologías genere incertidumbre. Sin embargo, es crucial entender que la IA, y en particular los Asistentes Inteligentes, están diseñados para complementar y potenciar el trabajo humano, no para reemplazarlo. Algunas estrategias para mitigar estos temores incluyen:

  • Educación y Sensibilización: Organizar talleres y seminarios que expliquen el funcionamiento y los beneficios de los Asistentes Inteligentes en el cooperativismo.
  • Demostraciones Prácticas: Mostrar casos de éxito donde la IA ha mejorado procesos dentro de cooperativas.
  • Participación Activa: Involucrar a los miembros de las cooperativas en el desarrollo y adaptación de los Asistentes Inteligentes, asegurando que la tecnología responda a sus necesidades reales.
 4.- Aplicaciones Prácticas de Asistentes Inteligentes en Diferentes Áreas del Cooperativismo.

Los Asistentes Inteligentes Especializados pueden ser de gran utilidad en diversas áreas del cooperativismo:

  • Formación y Capacitación: Desarrollo de programas educativos personalizados que aborden desde los fundamentos del cooperativismo hasta habilidades avanzadas de gestión.
  • Gestión Financiera: Asesoramiento en la elaboración de presupuestos, análisis financiero y estrategias de sostenibilidad económica.
  • Marketing y Comunicación: Creación de estrategias de marketing digital, gestión de redes sociales y comunicación efectiva con los miembros y la comunidad.
  • Innovación y Desarrollo: Identificación de oportunidades de innovación, desarrollo de nuevos productos o servicios y adaptación a las tendencias del mercado.
5.- Casos de Éxito: Asistentes Inteligentes Impulsando el Cooperativismo en Diversos Países.

La implementación de Asistentes Inteligentes en el cooperativismo ya ha mostrado resultados positivos en diferentes regiones:

  • España: Cooperativas agroalimentarias han adoptado Asistentes Inteligentes para optimizar procesos de producción y distribución, mejorando la eficiencia y reduciendo costos.
  • Colombia: Cooperativas de café utilizan Asistentes Inteligentes para analizar datos de mercado y ajustar sus estrategias de exportación, aumentando su competitividad internacional.
  • Kenia: Aplicaciones basadas en Asistentes Inteligentes han permitido a agricultores acceder a información sobre precios de mercado en tiempo real, empoderándolos en sus negociaciones comerciales.
6.- Futuro del Cooperativismo: Integración de Asistentes Inteligentes Transformación Digital.

La digitalización es un camino inevitable para el cooperativismo moderno. La integración de Asistentes Inteligentes no solo facilita la adaptación a este nuevo entorno, sino que también abre puertas a oportunidades antes inexploradas:

  • Expansión Global: Las cooperativas pueden conectar con socios y mercados internacionales de manera más efectiva.
  • Transparencia y Gobernanza: La IA puede ayudar a mejorar la transparencia en la gestión y a fortalecer la confianza entre los miembros.
  • Sostenibilidad: Optimizar procesos y recursos, contribuyendo a prácticas más sostenibles y responsables con el medio ambiente.
Conclusión.

La adopción de Asistentes Inteligentes Especializados en el ámbito del cooperativismo representa una oportunidad sin precedentes para fortalecer y revitalizar este movimiento a nivel global. Al proporcionar asesoramiento técnico, información actualizada y herramientas prácticas, estos modelos de IA pueden impulsar el desarrollo consistente y ordenado de las cooperativas en diversos países.

Es esencial que los miembros y líderes cooperativos superen el temor a la inteligencia artificial, reconociendo su potencial para complementar y mejorar sus esfuerzos. Al abrazar la transformación digital y las innovaciones tecnológicas, el cooperativismo puede asegurar su relevancia y éxito en el siglo XXI.

En la Cooperativa PINOS: Promotora e Incubadora de Organizaciones Solidarias, nos hemos decidido a subirnos al barco de la Inteligencia Artificial, y si esto significa revolucionar el cooperativismo, estamos dispuestos a hacerlo, aunque posiblemente nos genere algunas críticas.

Este es el primer artículo que publicamos relacionado con la Inteligencia Artificial, pero iremos publicando varios más a partir de los próximos días, para dar a conocer a algunos de los 100 Asistentes Inteligentes que hemos desarrollado y que ya están disponibles, para ponerlos al servicio de toda la gente interesada.

Todos los Asistentes Inteligentes que hemos desarrollado hasta ahora en diversos temas del Cooperativismo, se pueden encontrar en el siguiente enlace: https://pinos-coop.xyz/asistentes-inteligentes-en-cooperativismo

Esperamos que mucha gente, muchos lideres, se sumen a este esfuerzo de utilizar la tecnología y la Inteligencia Artificial que tenemos disponible, hay mucha información y conocimiento, hay que difundirlos, pero lo más importante será llevar a la práctica toda esta información, para que realmente revitalicemos el Movimiento Cooperativo Mundial.

Noviembre del 2024.

Ramón Imperial Zúñiga.

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Hoy- 4

Origen y Fundamentos de la Cooperativa PINOS

En las diferentes páginas y secciones dentro del sitio web de la cooperativa PINOS, las personas interesadas podrán encontrar suficiente información para entender lo que se pretende lograr con dicha organización.

Posiblemente este sea uno de los primeros artículos que se publiquen en la hemeroteca de la cooperativa, y aunque más adelante estaré abordando varios temas que considero podrían ser de interés y utilidad para socios, directivos o colaboradores de diversos organismos, por ahora creo conveniente dejar por escrito cuáles han sido las motivaciones y las principales razones que han dado origen a esta cooperativa.

Antecedentes.

Durante varios años, algunas personas hemos tenido la oportunidad de participar en diversos organismos cooperativos, varios ya hemos cerrado nuestro ciclo laboral, pero, aunque nos hemos retirado del trabajo activo, no nos hemos desvinculado totalmente del cooperativismo y últimamente algunos dedicamos parte de nuestro tiempo en dar asesorías y capacitaciones a diferentes organizaciones.

Desde mediados del año 2022 entre algunos amigos que mantuvimos cierta comunicación, surgió la idea de unirnos formalmente para crear una cooperativa de servicios profesionales, pero por diferentes razones y principalmente por las ocupaciones que cada uno hemos traído en lo individual, no la habíamos concretado.

Así se nos fueron pasando cerca de doce meses, pero en las últimas semanas tomamos la decisión de forzarnos a dar los pasos necesarios y definitivos para crear la cooperativa, aunque no tuviéramos las condiciones óptimas, aunque la tengamos que ir perfeccionando poco a poco.

La mayoría de quienes decidimos crear la cooperativa tenemos una amplia trayectoria y experiencia dentro del cooperativismo y la economía social y solidaria, ya tuvimos nuestro espacio de crecimiento y desarrollo profesional, ya dimos lo que teníamos que dar y en los últimos años hemos mantenido un discreto perfil, por lo que es importante comentar que ahora con la cooperativa no pretendemos regresar a ser protagonistas o a ocupar cargos en ninguna de las cooperativas y organismos existentes, o en general en el movimiento cooperativo de México o de otros países.

Naturaleza y nombre de la cooperativa.

Tuvimos la oportunidad de crear un despacho o cualquier otro tipo de empresa privada, pero queremos ser congruentes y fieles a lo que aprendimos y vivimos durante muchos años: hemos decidido poner en práctica el modelo cooperativo.

En base al marco legal cooperativo, vigente en México, la alternativa más adecuada es que conformemos una Sociedad Cooperativa de Servicios Profesionales, con la modalidad de una Institución de Asistencia Técnica, IAT, cuya función principal es apoyar e impulsar al movimiento cooperativo.

Hemos decidido llamar PINOS a nuestra cooperativa, porque los pinos son el símbolo internacional más utilizado para representar al cooperativismo, pero además porque las letras de la palabra PINOS nos permiten transmitir la esencia de lo que queremos ser: Promotora e Incubadora de Organizaciones Solidarias.

Mercado objetivo.

No pretendemos competir con nadie, sabemos que hay diferentes organismos como Uniones, Federaciones, Confederaciones y Consejos, que cumplen una función importante en la integración y representación de las cooperativas, algunos organismos cuentan con personal y estructuras suficientes para apoyar y atender adecuadamente a sus cooperativas afiliadas, y algunos otros simplemente son de representación.

Sabemos también que hay muchísimas cooperativas que funcionan de manera independiente, aisladas, que no cuentan con ningún apoyo. Igualmente hay personas interesadas en crear un negocio o empresa con el modelo cooperativo, pero no saben con quién dirigirse, no saben dónde solicitar apoyo.

En los últimos años, lamentablemente se han quitado muchos recursos y apoyos de parte del gobierno, algunas áreas e instancias que antes apoyaban el desarrollo de cooperativas y entidades solidarias, ahora tienen un presupuesto muy limitado y aunque tratan de aprovecharlo al máximo, la verdad no es suficiente para que puedan apoyar adecuadamente a las cooperativas y entidades de la economía social.

La cooperativa PINOS espera ser una alternativa de solución para quienes requieran apoyo para crear o para desarrollar cooperativas, de todos tipos y de sectores.

Esperamos contar con la aceptación de los actuales organismos cooperativos y de las diversas autoridades, venimos a ayudar y a colaborar, no a competir ni a perjudicar a nadie.

Objetivos Principales:

Con la cooperativa PINOS principalmente queremos generar espacios y mecanismos para poder aportar los conocimientos y experiencia que adquirimos durante varios años

Estamos convencidos que el trabajo individual, aunque sea efectivo, no trasciende en el tiempo ni es igual de productivo que si se hace en equipo, es mejor institucionalizarlo, que no se vea a personas aisladas sino a una organización, es por ellos que estamos dispuestos a trabajar por medio de la cooperativa, para que se gane y fortalezca el trabajo en equipo, complementándonos unos a otros.

Orientación económica y social.

Lo económico no es lo principal que nos mueve, pero si queremos que la cooperativa sea un negocio exitoso y sostenible, con buenos resultados financieros, que genere los ingresos suficientes para cubrir sus gastos y que haya excedentes adecuados para que se generen beneficios moderados para todos los socios.

Queremos compartir nuestras ideas, conocimientos y experiencias; pretendemos ayudar de manera genuina a quienes tengan interés en crear y desarrollar cooperativas, de diferentes tipos, así como también apoyar a otros organismos solidarios que lo requieran.

Carencia de escritores e ideólogos cooperativos.

En México ha habido principalmente dos personas que escribieron varios libros sobre el cooperativismo, pero ambos ya murieron: Don Rosendo Rojas Coria, quien escribió sobre diversos temas cooperativos, al morir su familia donó toda su colección de libros a la Universidad de Chapingo, y Don Florencio Eguía Villaseñor, quién escribió principalmente en relación con las Cajas Populares o Cooperativas de Ahorro y Préstamo, al morir, quién se encarga de preservar y difundir su obra literaria es Caja Popular Mexicana.

En general, consideramos que hay un gran vacío, falta mucha información y literatura de tipo cooperativo y solidario. No contamos actualmente en México con  grandes ideólogos ni escritores sobre el cooperativismo, hay personas que han hecho algunos intentos de escribir sobre algunos temas cooperativos, pero han sido esfuerzos aislados y no han proliferado, varias personas tienen cualidades, pero no hay quien les apoye, les respalde o les motive para que escriban.

Varias cooperativas y organizaciones tienen sus propios sitios web y plataformas, pero normalmente sólo dan a conocer información de su propia organización, para promover y mercadear sus propios productos y servicios, no es para difundir el cooperativismo. Faltan plataformas donde verdaderamente se difunda y promueva el cooperativismo y la economía social y solidaria.

No queremos ser arrogantes, de ninguna manera pretendemos convertirnos en grandes escritores del cooperativismo, ni sustituir a los grandes ideólogos, pero si consideramos que, con solidaridad y cooperación, con las pequeñas aportaciones de varias personas, se pueden cubrir algunos de los huecos o vacíos que han ido quedando y lograr buenos resultados.

En general, hace falta información y literatura no solamente sobre temas doctrinarios y filosóficos de tipo cooperativo y solidario, sino también sobre temas técnicos, empresariales y de productividad, para que se logre y mantenga un desarrollo equilibrado en todas las cooperativas.

Socios de la Cooperativa.

Un grupo inicial de seis personas, con diferentes especialidades y experiencias, somos los que hemos decidido fundar la cooperativa PINOS, tenemos clara nuestra función y rol como socios y dueños de la empresa y por lo tanto, que seremos los responsables de su buen funcionamiento. Se requerirá que todos tengamos pleno involucramiento, compromiso y participación, de acuerdo con nuestras condiciones y circunstancias personales.

Aliados de la Cooperativa.

Para complementarnos en la cooperativa, hemos decidido invitar a varias personas más, de México y de otros países, que también tienen amplio conocimiento y experiencia respecto al cooperativismo y la economía social y solidaria, quienes nos apoyarán sin ser socios, y les llamaremos ALIADOS.

La función principal de nuestros aliados es aportar de manera periódica, ideas, conocimientos y experiencias, mediante pequeños escritos que se estarán publicando en la hemeroteca de la cooperativa.

Eventualmente, de acuerdo con las necesidades de la cooperativa y a las condiciones y circunstancias de los aliados, algunos de ellos podrán ser llamados a colaborar en algunos proyectos que tenga que atender la cooperativa.

En el futuro, en función a la evolución y desarrollo que tenga la cooperativa, algunos de los aliados podrían ingresar como socios en base a la conveniencia mutua, tanto de la cooperativa como de ellos.

El grupo inicial de aliados es de cerca de una docena de personas, en la medida en que avance y evolucione favorablemente la cooperativa, podría el grupo irse ampliando poco a poco y de manera gradual y selectiva, con la anuencia de los socios y demás aliados.

Hemeroteca Cooperativa.

En general todos los socios y aliados desde hace tiempo hemos tenido la intención de escribir algo sobre nuestra experiencia y las vivencias que hemos tenido en el ámbito cooperativo, pero por las diversas ocupaciones y sobre todo porque no hay plataformas adecuadas para la difusión de este tipo de contenidos, siempre se ha quedado sólo en buenas intenciones.

Por medio de la cooperativa PINOS, consideramos que lo mejor es no complicarnos pretendiendo escribir LIBROS, sino que entre todos los socios y aliados vayamos escribiendo pequeños artículos, vivencias, historias, anécdotas, análisis y opiniones sobre diversos temas, para que todo eso se vaya publicando de manera periódica, de forma sencilla, sin complicarnos la vida.

Es posible que con todo el material que se vaya formando, de cada autor, en algún momento se pueda integrar, compilar y perfeccionar, para formar uno o varios libros, eso lo veremos en el futuro, por ahora simplemente nuestra tarea es escribir y dejar plasmada nuestra experiencia, conocimientos y opiniones sobre diversos temas, lo que al mismo tiempo ayudará a generar análisis, debate y discusión.

Nuestro compromiso es publicar de manera periódica y sistemática diversos artículos, con formato sencillo y cortos de duración, para facilitar su lectura, se abarcarán diversos temas de manera plural, tanto de tipo doctrinario como técnico.

Para facilitar su localización en la hemeroteca de la cooperativa PINOS, todas las publicaciones estarán clasificadas por autor, socios o aliados, e igualmente en base a categorías de acuerdo al tipo de cooperativas o el tema a tratar.

Videoteca Cooperativa.

Además de la información escrita, también queremos que la plataforma sirva para integrar y coleccionar diversos videos de tipo cooperativo y solidario, que ahora están dispersos en el ciberespacio y el mundo del internet.

Estaremos desarrollando varios videos propios de la cooperativa y de sus integrantes, pero también estaremos sirviendo de enlace para otros videos que hay en otras plataformas, de tal manera que, en un solo lugar, en la plataforma de PINOS, cualquier persona pueda encontrar los videos que sean de su interés.

Plataforma Tecnológica Cooperativa.

Desde hace varios meses se le ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo para preparar y desarrollar el sitio web de la cooperativa PINOS, que pretende ser una plataforma en la que, además de dar a conocer la información propia de la cooperativa PINOS, también se den a conocer diferentes publicaciones y videos que ayuden a promover y difundir lo que es el cooperativismo, así como la economía social y solidaria.

Más que una cooperativa, se está creando una plataforma tecnológica de tipo cooperativo, un sitio web que pueda almacenar mucha información que en un futuro le pueda ser de utilidad a todas las personas que quieran conocer y consultar sobre el cooperativismo y la economía social y solidaria.

Tenemos mucha confianza en que la cooperativa tenga aceptación y que realmente sea de utilidad para muchas personas y organizaciones. A todos los integrantes de la cooperativa todavía nos quedan varios años de vida activa y si Dios no lo permite seguiremos colaborando en todo lo que podamos, pero indudablemente que algún día dejaremos de participar en ella, tal vez todavía no sea el momento pero prefiero dejar desde ahora las siguientes preguntas para quienes lean, ahora y en el futuro, esta publicación…

¿Vendrán otras personas que le darán continuidad a este esfuerzo? ¿Alguien le dará seguimiento a la plataforma, al mantenimiento y conservación de la información que aquí se genere?   No lo sabemos, por ahora nosotros haremos lo que nos corresponde, ya más adelante Dios proveerá.


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