Por mucho tiempo, en los circuitos más convencionales del pensamiento económico, las palabras “capitalismo” y “cooperativismo” han habitado en extremos opuestos del espectro ideológico. Una representa la acumulación, la competencia, la propiedad privada y la maximización del beneficio individual. La otra, la solidaridad, la cooperación, la propiedad colectiva y el beneficio común. Y sin embargo, en los últimos años, un término que para muchos podría parecer contradictorio ha comenzado a emerger con cierta fuerza: capitalismo cooperativo.
¿Se trata de un oxímoron conceptual? ¿Una traición a los principios cooperativos? ¿O más bien una adaptación evolutiva para sobrevivir en un mundo regido por mercados y lógicas capitalistas?
Cómo se que la palabra “oxímoron” no es muy común, trataré de explicarla para que este artículo sea lo más claro posible:
Un oxímoron es una figura retórica que consiste en unir dos conceptos opuestos en una misma expresión, generando un efecto sorprendente o provocador. Aunque a primera vista parezcan contradictorios, al combinarse crean una imagen poderosa o una reflexión más profunda. Esta figura es común en la literatura, la poesía y también en el lenguaje cotidiano. Algunos ejemplos clásicos de oxímoron son: “silencio atronador”, “realidad virtual”, “música callada”, “hielo ardiente” o “luz oscura”. Estos contrastes ayudan a expresar complejidades, paradojas o emociones difíciles de describir con palabras simples.
Trataremos de analizar si “Capitalismo Cooperativo” es un oxímoron o si como dice el título, es solamente una “evolución necesaria” del cooperativismo.
El dilema de vivir en un mundo capitalista
Las cooperativas no operan en el vacío. Existen dentro de un sistema económico, legal, fiscal y cultural dominado por el capitalismo. Venden en mercados competitivos, usan sistemas financieros tradicionales, compiten por talento humano y deben generar ingresos para sostenerse.
Negar ese entorno sería ingenuo. Pero aceptarlo sin cuestionarlo también puede llevar a peligrosas contradicciones. El cooperativismo nació como una respuesta ética, económica y social al capitalismo salvaje del siglo XIX. Su razón de ser está en ofrecer una alternativa, no en adaptarse hasta confundirse.
Aquí es donde surge la tensión. Para muchas cooperativas modernas, crecer, competir o incluso sobrevivir ha requerido adoptar ciertas lógicas capitalistas: eficiencia operativa, innovación, reinversión, productividad. Pero, ¿hasta dónde se puede adoptar sin perder la esencia?
Casos reales que incomodan y hacen pensar
- Cooperativas globales que compiten con multinacionales: Pensemos en cooperativas de consumo que operan con miles de empleados, miles de millones en ventas, estructuras corporativas complejas, y una presencia en el mercado tan fuerte como cualquier empresa convencional. ¿Son cooperativas o corporaciones con fachada solidaria.
- Banca cooperativa y lógicas de rentabilidad: Algunas cooperativas financieras han implementado políticas crediticias tan restrictivas como los bancos tradicionales, buscando rentabilidad y bajos niveles de riesgo. ¿Hasta qué punto se sacrifica la inclusión financiera en nombre de la estabilidad económica?
- Trabajo precario en cooperativas “exitosas”: Hay cooperativas que han crecido rápidamente en sectores como tecnología o servicios, pero cuyas prácticas laborales reproducen la precariedad: sobrecarga, informalidad, falta de participación real. Promueven los valores y el humanismo, pero no los aplican con sus propios trabajadores. ¿El éxito justifica estas contradicciones?
Capitalismo cooperativo: tres interpretaciones posibles
- El oxímoron inaceptable. Desde una postura purista, “capitalismo cooperativo” es una contradicción. El primero prioriza el capital, el segundo a las personas. Mezclarlos es diluir la mística transformadora del cooperativismo. Para esta visión, cada concesión al mercado es una pérdida de identidad.
- El camuflaje necesario. Desde una postura pragmática, el cooperativismo debe adaptarse sin renunciar. Usar herramientas del capitalismo no es ceder, sino sobrevivir. Competir, profesionalizarse y escalar son condiciones necesarias para tener impacto. Pero el desafío es mantener el corazón cooperativo vivo.
- La mutación evolutiva. Una tercera visión propone que el “capitalismo cooperativo” puede representar una transición hacia un nuevo modelo económico: una hibridación que, si se gestiona con conciencia, podría humanizar el mercado, redistribuir poder y transformar desde adentro.
El riesgo real: perder el alma
El peligro no está en adoptar tecnología, estrategias de crecimiento o herramientas financieras. El verdadero riesgo está en abandonar los principios cooperativos por conveniencia, en dejar de formar a los socios, en burocratizar la democracia, en disfrazar decisiones cupulares como “participación”.
Cuando el discurso de “eficiencia” reemplaza al de “solidaridad”, y cuando la “rentabilidad” aplasta a la “equidad”, el cooperativismo deja de ser alternativa. Se vuelve una empresa más, solo que con estatutos distintos.
La pregunta central: ¿es posible competir sin copiar?
La clave no está en evitar toda estrategia del mundo empresarial, sino en decidir cómo y para qué se adoptan. Una cooperativa puede innovar, crecer, profesionalizarse, tener rentabilidad… pero si esos logros no se traducen en bienestar, participación y transformación social, entonces son logros vacíos.
La pregunta correcta no es si se puede mezclar el capitalismo con el cooperativismo. La pregunta es: ¿podemos mantener viva la razón de ser cooperativa mientras navegamos en un mundo capitalista?
Tres claves para no perderse en el camino:
- Formación permanente: Toda adaptación al mercado debe estar acompañada de educación cooperativa profunda, crítica, reflexiva. Formar conciencia es la mejor vacuna contra la desnaturalización.
- Medición de impacto social, no solo financiero: Si no medimos cómo cambiamos la vida de las personas, terminamos evaluando el éxito como cualquier empresa tradicional.
- Participación real, no simbólica: La democracia debe ser más que asambleas anuales. Debe vivirse en la gestión, en la transparencia, en la escucha activa y en la corresponsabilidad.
Reflexión final: volver al corazón
En un mundo cada vez más desigual, competitivo y deshumanizante, el cooperativismo tiene una misión que va más allá de sobrevivir: debe inspirar. No ser como las demás empresas, sino mostrar que otra economía es posible, incluso desde dentro del sistema dominante.
Quizá el capitalismo cooperativo sea un concepto que incomoda, pero esa incomodidad es una oportunidad. Una oportunidad para preguntarnos, con honestidad, si estamos transformando al sistema o si el sistema nos está transformando a nosotros.
En lo personal no estoy en contra de la aplicación de las mejores y modernas técnicas administrativas en las cooperativas, de que busquen la eficiencia y la excelencia, ya que para que las cooperativas realmente contribuyan a una mejor distribución de la riqueza, primero deben general riqueza, porque de otra manera solamente estarán distribuyendo pobreza. Pero el fin no justifica los medios, debemos siempre ser críticos y no desviarnos del camino.
Que cada cooperativa mire hacia adentro, escuche a su base social, recupere su historia y reimagine su futuro. Porque lo que está en juego no es solo su viabilidad económica, sino su alma.
Y el alma cooperativa no está en el capital: está en la gente, en la solidaridad, en el sueño compartido de construir un mundo más justo.
Invitación a la acción:
Posiblemente este tipo de artículos van a generar mucha polémica, y seguramente también detractores, pero lo importante es que seamos críticos entre nosotros mismos, no todo lo que hacemos en las cooperativas está bien, es bueno detenernos de vez en cuando, y cuestionarnos seria y profundamente, para rehacer el camino de ser necesario, o para seguir adelante con mayor firmeza y seguridad.
Reflexiona en tu cooperativa:
- ¿Cuánto de lo que hacen está guiado por los principios y cuánto por la presión del mercado?
- ¿Qué prácticas pueden revisarse?
- ¿Qué espacios deben abrirse para escuchar críticamente a los socios?
¡Es tiempo de volver al origen para proyectar el futuro!

Author: Ramón Imperial Zúñiga
Socio fundador de Cooperativa PINOS y la Academia online 5to-Principio, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.