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Promotora e Incubadora de Organizaciones Solidarias

Cuando veas las barbas de tu vecino cortar…

Lo que ocurre en Ecuador no es un caso aislado, es una advertencia para todo el cooperativismo latinoamericano y mundial

Por Ramón Imperial Zúñiga, julio 2025

Un encuentro revelador

En días recientes, durante mi participación en la XV Convención Cooperativa Financiera de ICORED (uno de los principales organismos de integración y representación del cooperativismo de ahorro y crédito de Ecuador), llevada a cabo en la ciudad de Panamá, tuve la grata oportunidad de dialogar con varios amigos cooperativistas de Ecuador. Conversaciones sinceras, preocupadas, profundas. Fue allí, cara a cara y sin intermediarios, donde comprendí con mayor claridad y cercanía la magnitud del problema que hoy enfrentan las cooperativas ecuatorianas.

Más allá de lo que se puede leer en comunicados oficiales o en los documentos jurídicos, fue al escuchar a los protagonistas directos, a los líderes del movimiento, cuando tomé conciencia del nivel de gravedad e implicaciones que esta situación conlleva, no solo para Ecuador, sino para el cooperativismo en su conjunto, en América Latina y más allá. Lo que están viviendo no es una amenaza local ni una coyuntura aislada; es una alerta que debe movilizarnos a todos, sin excepción, si en verdad creemos en los principios y valores que nos unen.

Una ley con consecuencias profundas

Como muchos ya saben, el punto de quiebre se encuentra en la reciente aprobación, por parte de la Asamblea Nacional del Ecuador, de la Ley Orgánica de Integridad Pública. Esta ley, que reforma casi una veintena de cuerpos normativos, incluye en su Disposición Transitoria Décimo Primera un mandato que podría cambiar radicalmente el panorama cooperativo del país: la transformación obligatoria de ciertas cooperativas de ahorro y crédito —identificadas como “sistémicas”— en sociedades anónimas, es decir, en bancos, bajo la supervisión de la Superintendencia de Bancos.

El proceso se justifica en nombre de la “estabilidad financiera” y el “riesgo sistémico”. Sin embargo, detrás de ese lenguaje técnico, se esconde una transformación estructural e identitaria, que, de concretarse, significaría el abandono forzado del modelo cooperativo para aquellas entidades que han logrado un desarrollo destacable.

El plazo para definir y aplicar esta transformación es de solo 90 días, y ya ha comenzado a correr. Esto quiere decir que, si no se detiene o modifica, para finales de septiembre de 2025 podríamos ver cómo algunas de las cooperativas más importantes del país dejan de serlo, para convertirse en bancos, perdiendo así su naturaleza democrática, solidaria y participativa.

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El problema no es solo de Ecuador… es de todos

Lo más preocupante de esta situación es que no se trata solo de un asunto interno de Ecuador. Lo que ocurra allí sentará un precedente que podría replicarse en otros países, especialmente en aquellos donde el cooperativismo ha alcanzado niveles importantes de desarrollo financiero y social.

Hoy es Ecuador. Mañana podría ser México, Colombia, Brasil, Paraguay o cualquier otro país donde las cooperativas hayan logrado consolidarse como actores relevantes en el sistema financiero. La tentación de bancarizar el cooperativismo —ya sea por presión del mercado, por intereses de grupos económicos o por visión limitada de algunos sectores del Estado— podría encontrar en este caso un “modelo” para reproducirse.

El cooperativismo no puede permitirse actuar como si esto fuera una excepción, ni caer en la comodidad de pensar que “eso no nos va a pasar”. Nos está pasando. Le está ocurriendo a nuestros hermanos cooperativistas en Ecuador, y nos interpela a todos.

De sociedad de personas a sociedad de capital

Más allá de las formas legales, lo que está en juego aquí es la esencia misma del modelo cooperativo. La diferencia entre una cooperativa y un banco no es solo jurídica: es filosófica, económica, política y social.

Una cooperativa es una sociedad de personas, donde cada socio tiene voz y voto, donde la propiedad es colectiva, donde los excedentes se distribuyen con equidad o se reinvierten en la comunidad, y donde la finalidad no es el lucro, sino el bienestar común.

Transformarla en un banco significa convertirla en una sociedad de capital, donde las decisiones las toman quienes más aportan, donde prima la lógica de la rentabilidad financiera, donde los objetivos sociales quedan subordinados al retorno económico, y donde los socios dejan de ser sujetos activos para convertirse en clientes.

Si esta transformación se lleva a cabo, se perderá todo lo que ha hecho que el cooperativismo sea una alternativa viable y valiosa durante más de 180 años. No solo se modificará una estructura organizativa, se alterará un legado histórico que nació como respuesta a la exclusión y a la desigualdad.

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El peso del desarrollo cooperativo ecuatoriano

Es imposible entender esta coyuntura sin reconocer también el notable avance que ha tenido el cooperativismo ecuatoriano en las últimas décadas. Lejos de ser un sector marginal o complementario, las cooperativas de ahorro y crédito del país:

  • Representan más del 25% del sistema financiero nacional.
  • Están presentes en el 95.5% de los cantones.
  • Han cuadruplicado sus activos y número de socios desde 2012.
  • Atienden a sectores tradicionalmente excluidos por la banca.
  • Generan confianza social, territorialidad e inclusión real.

Este crecimiento —que debería ser motivo de orgullo nacional— ha despertado también inquietudes en sectores tradicionales, especialmente en la banca privada. Y es ahí donde conviene ser claros: esta medida legal no nace en el vacío. Es el resultado de una correlación de fuerzas, de intereses económicos y de dinámicas políticas que no necesariamente entienden ni valoran la especificidad del modelo cooperativo.

¿Estamos reaccionando como deberíamos?

Varios organismos internacionales ya se han pronunciado, entre ellos COLAC, CCC-CA, ACI-Américas y algunos organismos nacionales de distintos países. Sin embargo, la magnitud del problema exige una reacción más fuerte, más organizada y más articulada.

No basta con publicaciones en Redes Sociales, con mensajes de apoyo o con comunicados institucionales. Se requiere:

  • Envío de oficios directos al Presidente del Ecuador, a la Asamblea Nacional, a los ministros competentes y a la Superintendencia de Bancos.
  • Gestión diplomática con las embajadas del Ecuador en cada país.
  • Reuniones con organismos multilaterales como la OEA, la CEPAL o incluso la ONU.
  • Pronunciamientos firmados por cooperativas, federaciones y confederaciones de toda América Latina.
  • Coordinación estrecha con los organismos cooperativos de Ecuador, para asegurar que las acciones externas sumen y no se dispersen.
  • Hacer sentir por todos loe medios, que las Cooperativas de Ecuador no están solas, que cuentan con todo el respaldo internacional, con todo el peso de un movimiento que lleva ya más de 180 años.

¿Y dentro del Ecuador?

Sé que los organismos de representación ecuatorianos están haciendo una labor admirable. Pero también vale la pena preguntarnos, sin ánimos de señalar:

  • ¿Existe unidad real dentro del cooperativismo ecuatoriano?
  • ¿Las cooperativas más grandes, que estarían directamente afectadas, tienen una posición firme y clara?
  • ¿Hay alguna posibilidad de que intereses particulares estén viendo esta conversión como una oportunidad?
  • ¿Todos los socios comprenden lo que está en juego, o solo algunos directivos están conscientes?
  • Si al menos una décima parte de todos los socios del cooperativismo en Ecuador se movilizaran, seguramente lograrían detener esta iniciativa, pero… hay conciencia en los socios?  Se sienten realmente identificados con sus cooperativas?
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Estas preguntas no buscan dividir. Buscan fortalecer la respuesta colectiva. Porque sin unidad interna, la solidaridad externa no basta.

Una voz en el desierto… que espera eco

Este es el primero de una serie de artículos que iré compartiendo para analizar con mayor profundidad las distintas aristas de este conflicto.

Sé que estas palabras pueden sonar como una voz perdida en el desierto, pero espero que encuentren eco en otros rincones del continente. Que sean repetidas, amplificadas, adaptadas, y sobre todo, que muevan a la acción.

El problema que hoy vive Ecuador nos convoca a todos.

Y la respuesta que demos como movimiento cooperativo será una prueba de nuestra madurez, de nuestra coherencia y de nuestra capacidad de actuar como un verdadero cuerpo solidario.

Unidad, conciencia y acción

El momento que vivimos requiere de unidad en Ecuador, sí, pero también de unidad continental y mundial.

Requiere de esfuerzos ordenados, bien encaminados, y respetuosos de las estructuras locales.

Este artículo tiene como propósito informar, sensibilizar y convocar.

Cualquier acción que se decida tomar, deberá hacerse en coordinación con los organismos representativos del cooperativismo ecuatoriano. Las 2 personas reconocidas y autorizadas como voceros del movimiento son Econ. Edgar Peñaherrera G.  y Econ. Juan Pablo Guerra G.  

Y si alguien necesita información o contactos para ello, estoy a su disposición para facilitar lo necesario.

Porque hoy más que nunca, defender a las cooperativas de Ecuador es defender al cooperativismo en su conjunto.

“Cuando veas las barbas de tu vecino cortar… pon las tuyas a remojar”

Hoy es el momento de poner las nuestras a remojar, no solo los cooperativistas de Ecuador, sino de todo el continente. Y de hacerlo juntos, antes de que sea demasiado tarde.

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Ramón Imperial Zúñiga
Author: Ramón Imperial Zúñiga

Socio fundador de Cooperativa PINOS y la Academia online 5to-Principio, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.

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