En muchas cooperativas, esta pregunta se susurra en pasillos, se evita en reuniones y rara vez se plantea de manera abierta. ¿Por qué? Porque detona un debate profundo, desafiante y necesario. Un debate que toca nervios sensibles, cuestiona formas establecidas y pone sobre la mesa el corazón mismo del modelo cooperativo: la participación de sus socios.
¿De verdad conviene a las cooperativas que sus socios participen activamente? La respuesta, si se mira desde la esencia del cooperativismo, es un sólido y rotundo sí. Pero si se examina desde las prácticas cotidianas de muchas cooperativas, la cosa se vuelve más compleja, contradictoria y, a veces, hasta incómoda.
Este artículo propone una reflexión crítica, honesta y provocadora. Porque si queremos fortalecer al movimiento cooperativo, no podemos seguir eludiendo esta cuestión. Hay que mirar de frente.
La participación activa como columna vertebral del cooperativismo
El modelo cooperativo se sostiene sobre principios. No son adornos teóricos, son guías operativas. Entre ellos, el segundo principio es contundente: control democrático por parte de los socios.
Eso significa que los socios no solo tienen derecho a votar, sino a:
- Informarse sobre la gestión.
- Deliberar sobre el rumbo.
- Cuestionar decisiones.
- Proponer nuevas ideas.
- Exigir rendición de cuentas.
Una cooperativa donde los socios están pasivos, desinformados o desinteresados pierde su naturaleza. Podrá tener estructura legal, productos competitivos, incluso reconocimiento institucional, pero no es una verdadera cooperativa. Es una empresa disfrazada de cooperativa.
Pero… ¿a todos les conviene que los socios participen?
Y aquí viene la tensión. Porque, aunque en el discurso se aplaude la participación, en la práctica puede incomodar, molestar o incluso amenazar ciertos equilibrios de poder.
- A la cooperativa como organización, sí le conviene
Desde su razón de ser, una cooperativa se enriquece cuando sus socios participan. Porque:
- Se fortalece la identidad.
- Se detectan más rápido los problemas.
- Se aprovechan mejor los conocimientos diversos.
- Se evita la burocratización.
- Se construye legitimidad y sentido de pertenencia.
Las cooperativas que fomentan una participación activa, informada y crítica son más resilientes, más democráticas y más sostenibles en el tiempo.
- A los directivos, no siempre les conviene
La participación activa de los socios implica mayor vigilancia, mayor rendición de cuentas y menor espacio para decisiones unilaterales.
En cooperativas donde el Consejo de Administración se ha convertido en un círculo cerrado, donde se repiten los mismos liderazgos durante años, donde se teme la renovación, la participación activa se vuelve una amenaza.
Soci@s más crític@s pueden:
- Exigir transparencia.
- Denunciar irregularidades.
- Promover elecciones competitivas.
- Cuestionar alianzas o contrataciones opacas.
Por eso, en algunos casos, la participación se simula: se convoca a asambleas sin debate, se presentan informes cerrados, se limita el acceso a la información.
- A la gerencia, puede sacarla de su zona de confort
Un gerente en una cooperativa con socios activos no tiene una gestión fácil. Tiene una gestión vigilada, discutida, cuestionada. Debe justificar decisiones, explicar resultados, dialogar con sectores diversos.
Para algunos gerentes, esto puede ser una carga. Para otros, una oportunidad de hacer gestión con sentido, con apoyo de la base social.
El problema es cuando se construyen gerencias con lógicas empresariales, desligadas de la democracia interna. Allí, la participación activa incomoda porque impide decisiones verticales, porque exige más que resultados financieros: exige coherencia con el proyecto cooperativo.
- Al personal empleado, puede no parecerle lo más cómodo
Muchos trabajadores de cooperativas no están formados en cooperativismo. Ven a los socios como usuarios, como clientes. No comprenden que son los dueños legítimos de la organización.
Cuando los socios comienzan a ejercer su condición de dueños, preguntan, exigen, critican. Eso puede ser visto como una molestia.
Pero si se forma adecuadamente al personal, si se construye una cultura de respeto mutuo, el diálogo entre socios y empleados puede enriquecer la calidad del servicio, el sentido del trabajo y la cultura organizacional.
Romper el paradigma del socio pasivo
En muchas cooperativas se ha naturalizado la figura del socio pasivo: el que sólo consume, el que asiste a la asamblea para aplaudir, el que vota lo que le indican, el que no molesta.
Ese modelo puede funcionar un tiempo, pero es inviable a largo plazo. Porque:
- Se debilita la democracia.
- Se genera desconfianza.
- Se abre espacio a la corrupción o ineficiencia.
- Se pierde el sentido educativo y transformador del cooperativismo.
Una cooperativa viva necesita socios críticos, informados, participativos. No por romanticismo, sino por estrategia.
La participación activa construye poder colectivo
Un socio activo no solo fiscaliza. También propone. Aporta ideas. Defiende la cooperativa ante amenazas externas. Moviliza a otros. Se vuelve embajador del proyecto.
- En cooperativas de ahorro y crédito: puede impulsar mejores productos financieros.
- En cooperativas de vivienda: puede dinamizar la vida comunitaria.
- En cooperativas de salud: puede promover la prevención y el autocuidado.
- En cooperativas de trabajo: puede fortalecer la gestión participativa.
Donde hay participación real, hay comunidad. Hay sentido de pertenencia. Hay resistencia frente a la adversidad.
Pero… ¿cómo fomentar esa participación?
No basta con convocar a una asamblea una vez al año. Hay que construir condiciones para que la participación suceda:
- Educación cooperativa permanente: formar en principios, derechos, responsabilidad.
- Transparencia total: acceso sencillo a información relevante.
- Espacios diversos de participación: comités, foros, encuestas, cabildos.
- Escucha activa de las autoridades: recoger inquietudes y responder con respeto.
- Reconocimiento a los aportes: valorar la iniciativa, celebrar el compromiso.
Reflexión final: la participación no es un riesgo, es la razón de ser
Algunos directivos o gerentes pueden ver la participación activa como un riesgo. Y lo es. Es un riesgo para el autoritarismo, para la comodidad, para la opacidad.
Pero es también la mayor fortaleza de una cooperativa. Es lo que la diferencia de cualquier empresa convencional. Es lo que garantiza que no se pierda el rumbo. Que no se convierta en una estructura vacía.
La participación activa de los socios no solo conviene. Es imprescindible.
Porque una cooperativa donde los socios son protagonistas:
- Es más justa.
- Es más transparente.
- Es más innovadora.
- Es más fuerte.
Y sobre todo: es más cooperativa.
¡Que nadie nos convenza de lo contrario!
Invitemos a participar. Eduquemos para participar. Creamos en la participación.
Porque solo así, el cooperativismo será lo que está llamado a ser: una economía al servicio de las personas, construida por ellas mismas.
Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

Author: Ramón Imperial Zúñiga
Socio fundador de Cooperativa PINOS y la Academia online 5to-Principio, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.
La participación activa,conciente e informada no existe en mi cooperativa,quienes cuestionamos,proponemos y alzamos la voz somos delegados, desinformados y sancionados por autoridades.Es preocupante que impunemente se mienta y se engañe a los socios,que manejen la caja como negocio propio y se alejen cada vez más de los valores y principios del verdadero cooperativismo e incluso las propias normas y Leyes que nos rigen.Tengo la esperanza que organismos superiores unan sus fuerzas con las pocas que desde adentro empujamos para transformar a nuestras organizaciones en verdaderas cooperativas.