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Voluntariado Cooperativo

¿espíritu solidario perdido o profesionalización necesaria?

Por Ramón Imperial Zúñiga

El cooperativismo nació de la convicción, no de los salarios. Los pioneros de Rochdale, y muchos otros líderes en la historia del movimiento, trabajaron sin recibir un solo centavo, impulsados por un profundo compromiso con la ayuda mutua y el bienestar colectivo. Durante décadas, el voluntariado fue la esencia de las cooperativas: un acto de solidaridad que construyó comunidades fuertes y fomentó la participación democrática.

Pero hoy el panorama es muy diferente. En cooperativas grandes –especialmente en ahorro y crédito, seguros y consumo– los directivos perciben dietas y honorarios que, en algunos casos, rivalizan con los sueldos de ejecutivos de empresas privadas. Algunos defienden esta práctica como un paso inevitable hacia la profesionalización: gestionar organizaciones con miles de socios y millones de dólares en activos requiere perfiles técnicos altamente calificados, no simples “buenos vecinos con buena voluntad”.

Sin embargo, muchos cooperativistas se preguntan: ¿no estamos perdiendo algo esencial en el camino? ¿Qué pasa cuando dirigir una cooperativa deja de ser un servicio a la comunidad y se convierte en un cargo codiciado? ¿Puede una cooperativa mantener su identidad solidaria si sus líderes actúan más como gerentes que como representantes de los socios?

Este artículo plantea un debate incómodo, pero necesario: ¿dónde está el equilibrio entre vocación solidaria y gestión profesional? Y, sobre todo, ¿es posible recuperar el espíritu voluntario sin renunciar a la eficiencia que exige el mundo actual?

 

Entre la mística solidaria y la lógica empresarial

El voluntariado ha sido, históricamente, la piedra angular del cooperativismo. Los primeros dirigentes no buscaban beneficios personales: su retribución era la satisfacción moral de servir a la comunidad. Esta entrega desinteresada dio al movimiento una identidad única, diferenciándolo de las empresas tradicionales. No había accionistas que reclamar dividendos, ni ejecutivos millonarios; solo vecinos organizados, dispuestos a dedicar tiempo y esfuerzo sin esperar más que el progreso colectivo.

Sin embargo, el cooperativismo del siglo XXI enfrenta una realidad muy distinta. Muchas cooperativas han crecido hasta convertirse en verdaderos gigantes económicos: algunas gestionan miles de millones en activos, millones de socios y operaciones internacionales. Para algunos, pretender que estas organizaciones sean dirigidas únicamente por voluntarios es casi un anacronismo. La complejidad regulatoria, los riesgos financieros y las exigencias del mercado hacen necesaria una gestión profesionalizada, con directivos remunerados que dediquen tiempo completo y cuenten con conocimientos técnicos especializados.

Pero esta transformación no está exenta de riesgos. ¿Qué ocurre cuando los líderes cooperativos se convierten en “élites directivas” alejadas de la base social? ¿El pago de dietas y honorarios altos incentiva la permanencia de los mismos líderes durante décadas, limitando la rotación democrática? Y, quizá la pregunta más incómoda: ¿hasta qué punto la profesionalización ha diluido la esencia solidaria y participativa del cooperativismo?

Este artículo explora las luces y sombras de esta evolución, contrastando el pasado idealista con el presente tecnificado. Presentaremos ejemplos de cooperativas donde el voluntariado sigue siendo un motor esencial, así como casos en que la remuneración ha generado debates intensos. También examinaremos dilemas éticos, impactos en la democracia interna y propuestas para un modelo híbrido que combine lo mejor de ambos mundos: vocación solidaria con eficiencia profesional.

Porque, al final, la verdadera pregunta no es si el voluntariado debe desaparecer, sino cómo recuperamos su espíritu sin renunciar a la calidad de gestión que hoy demandan los socios.

 

  1. Orígenes solidarios: cuando el voluntariado era la esencia

El cooperativismo nació de la solidaridad pura, en un contexto donde las necesidades colectivas superaban cualquier aspiración personal. Los Pioneros de Rochdale son el ejemplo más citado: 28 tejedores ingleses que, en 1844, después de largas jornadas laborales mal pagadas, dedicaban sus noches y fines de semana a organizar una pequeña tienda cooperativa. No recibían remuneración; al contrario, sacrificaban tiempo con sus familias y, en muchos casos, aportaban recursos propios para sostener el proyecto.

Este modelo no era exclusivo de Europa. En América Latina, muchas cooperativas de ahorro, consumo y producción agrícola surgieron a principios del siglo XX gracias a maestros rurales, sacerdotes, campesinos y obreros que veían en el cooperativismo una herramienta para sobrevivir frente a la pobreza y la explotación. La motivación era clara: servir a la comunidad antes que a sí mismos.

El voluntariado no solo respondía a una cuestión económica –la mayoría de las cooperativas no podía pagar sueldos–, sino que generaba un fuerte sentido de pertenencia y compromiso colectivo. Los dirigentes eran vistos como “uno más” dentro del grupo, y esa cercanía reforzaba la confianza. Las decisiones se tomaban en asambleas con alta participación, y los cargos directivos rotaban con frecuencia, pues nadie aspiraba a perpetuarse en un puesto que no ofrecía beneficios personales.

Pero más allá de la práctica, el voluntariado representaba una mística solidaria. Dirigir una cooperativa era un acto de honor y servicio, casi una obligación moral hacia la comunidad. ¿Podemos decir lo mismo hoy?

En muchos relatos históricos, los cooperativistas veteranos recuerdan cómo este espíritu de entrega cimentó las bases del movimiento. Sin voluntarios comprometidos, las cooperativas nunca habrían despegado. Pero esta pregunta resuena con fuerza en la actualidad: ¿era sostenible este modelo en un mundo cada vez más complejo?

El pasado nos enseña que el voluntariado fue la semilla, pero también nos deja un desafío: ¿cómo mantener vivo ese espíritu solidario en cooperativas que hoy mueven millones y enfrentan exigencias globales?

 

  1. Del servicio al cargo remunerado: ¿por qué cambió el modelo?

El paso del voluntariado puro a la remuneración de directivos no fue casual ni inmediato; fue el resultado de una evolución inevitable en la medida en que las cooperativas crecieron en tamaño, complejidad y responsabilidades.

En los primeros tiempos, administrar una cooperativa era relativamente sencillo: pequeños grupos de vecinos se organizaban para comprar alimentos al por mayor, ofrecer créditos modestos o comercializar productos agrícolas. Pero, con el paso de las décadas, muchas cooperativas se transformaron en verdaderas empresas sociales, algunas de ellas con operaciones tan grandes como las de cualquier corporación.

Factores que impulsaron el cambio

  1. Crecimiento económico y financiero. Cooperativas de ahorro y crédito, de seguros y de consumo alcanzaron miles de millones en activos y operaciones internacionales, requiriendo decisiones estratégicas de alto nivel.
  2. Exigencias regulatorias. En sectores financieros, la supervisión estatal obliga a cumplir estrictos estándares de contabilidad, gestión de riesgos y auditoría, lo cual demanda perfiles altamente calificados.
  3. Mayor competitividad. En mercados globalizados, las cooperativas ya no solo compiten con pequeños comercios, sino con multinacionales tecnológicas y cadenas internacionales, lo que obliga a profesionalizar la gestión para sobrevivir.
  4. Compromiso de tiempo completo. A diferencia de los pioneros, que dedicaban solo algunas horas voluntarias, hoy muchas cooperativas requieren dedicación exclusiva de sus directivos, algo difícil de exigir sin retribución económica.

El inicio de la desaparición del voluntariado

El cambio comenzó a notarse especialmente en las cooperativas grandes de Europa y América Latina entre las décadas de 1970 y 1990. En el sector financiero, por ejemplo, la complejidad de los productos y la presión regulatoria hicieron que los consejos de administración comenzaran a incluir profesionales remunerados. En algunos casos, el pago era simbólico (dietas modestas), pero en otros se transformó en salarios comparables a los de ejecutivos bancarios.

El argumento siempre fue el mismo: “sin incentivos económicos, no atraeremos a los perfiles que necesitamos”. Sin embargo, no todos coinciden en que esto haya sido un paso positivo. ¿Era realmente imposible encontrar líderes cooperativos con vocación solidaria y capacidad técnica?

El cambio de modelo, aunque comprensible desde el punto de vista funcional, abrió la puerta a nuevos riesgos: ¿cuánto de la identidad cooperativa se sacrificó en nombre de la eficiencia?

La pregunta sigue abierta: ¿era inevitable este cambio o faltó creatividad para mantener viva la mística del voluntariado en estructuras complejas?

 

  1. No todo es blanco o negro: voluntariado vivo en cooperativas pequeñas

Aunque en muchos sectores el voluntariado ha disminuido, en miles de cooperativas pequeñas sigue siendo el corazón del movimiento. Estas organizaciones, generalmente de base comunitaria, mantienen viva la esencia solidaria que dio origen al cooperativismo.

Voluntariado que resiste

En cooperativas de trabajo asociado, agrícolas y de servicios comunitarios, los dirigentes suelen ser socios que, además de cumplir sus labores productivas, destinan horas voluntarias a la administración. No reciben pago alguno o, en el mejor de los casos, dietas simbólicas que apenas cubren gastos básicos como transporte o alimentación durante reuniones.

Ejemplos concretos:

  • Cooperativas rurales de productores agrícolas en México y Centroamérica, donde los consejos de administración son integrados por campesinos que, después de largas jornadas en el campo, revisan cuentas y organizan asambleas.
  • Cooperativas de trabajo en España e Italia, pequeñas panaderías, talleres o empresas de limpieza donde la gestión se rota entre los socios para evitar costos extras.
  • Cooperativas de servicios básicos en comunidades indígenas, encargadas de administrar el suministro de agua, electricidad o internet comunitario, con líderes totalmente voluntarios.

En estos casos, el voluntariado no solo es una elección ética, sino una necesidad económica: estas cooperativas carecen de recursos para pagar sueldos altos.

Ventajas del voluntariado en pequeñas cooperativas

  1. Refuerza la identidad y el sentido de pertenencia. Todos se sienten corresponsables del éxito colectivo.
  2. Aumenta la participación democrática. Sin incentivos económicos, los cargos no se convierten en “botín” a disputar, y hay mayor rotación.
  3. Genera confianza en la comunidad. Los líderes voluntarios son percibidos como iguales, no como élites.

Limitaciones y riesgos

Sin embargo, no todo es ideal. La falta de remuneración puede generar:

  • Cansancio y desmotivación. Los dirigentes se ven obligados a combinar sus actividades productivas con tareas administrativas complejas.
  • Falta de profesionalización. La buena voluntad no siempre es suficiente para enfrentar retos contables, legales o tecnológicos.
  • Alta rotación y desorden administrativo. Muchos cargos se abandonan antes de tiempo por la carga de trabajo.

¿Un modelo sostenible?

El voluntariado funciona bien en contextos comunitarios o de pequeña escala, pero ¿puede sostenerse en un mundo cada vez más competitivo y regulado? Tal vez el desafío no es reemplazarlo, sino encontrar mecanismos de apoyo y formación que fortalezcan a estos voluntarios sin romper su espíritu solidario.

 

  1. Remunerar o no remunerar: dilemas éticos y prácticos

El debate sobre si los dirigentes cooperativos deben recibir pago no es solo una cuestión administrativa, sino profundamente ética y política. La pregunta clave es: ¿hasta qué punto la remuneración fortalece o debilita la esencia cooperativa?

Ventajas de pagar a los directivos

  1. Profesionalización y eficiencia. En sectores complejos –como ahorro y crédito o seguros– contar con directivos remunerados permite dedicación exclusiva y una mejor toma de decisiones técnicas.
  2. Atracción de talento especializado. Las cooperativas compiten con empresas privadas; si no ofrecen una retribución, es difícil atraer profesionales calificados en finanzas, derecho o tecnología.
  3. Estabilidad en la gestión. La remuneración incentiva la permanencia, evitando cambios abruptos que puedan afectar la continuidad de proyectos estratégicos.
  4. Reconocimiento al esfuerzo. En organizaciones grandes, la carga de trabajo puede ser tan intensa que sería injusto exigirla solo como “servicio voluntario”.

Desventajas y riesgos

Pero el pago de dietas u honorarios también ha generado controversias y críticas:

  • Creación de élites directivas. Cuando los sueldos son altos, los cargos pueden convertirse en posiciones codiciadas, alejando a los líderes de la base social.
  • Pérdida del espíritu solidario. La motivación puede desplazarse del servicio comunitario al beneficio personal.
  • Menor rotación democrática. Directivos que perciben ingresos considerables tienden a buscar la reelección indefinida, bloqueando la renovación de liderazgos.
  • Percepción negativa entre los socios. Muchos cooperativistas sienten que sus dirigentes se han “empresarializado”, generando desconfianza y apatía.

El dilema ético

Aquí surge la pregunta más incómoda: ¿es coherente con los valores cooperativos que un dirigente gane lo mismo –o más– que un gerente de empresa privada? Algunos defienden que el pago es justo si se mantiene dentro de márgenes razonables y transparentes. Otros argumentan que la verdadera esencia cooperativa se pierde cuando dirigir deja de ser un acto de servicio y se vuelve un “trabajo bien pagado”.

¿Existe un punto intermedio?

La respuesta podría estar en buscar un equilibrio: remuneraciones moderadas, ligadas a la responsabilidad real del cargo, acompañadas de formación cooperativa obligatoria para asegurar que los directivos, aun siendo pagados, mantengan su compromiso solidario.

La cuestión sigue abierta: ¿es posible pagar sin corromper la vocación?

 

  1. Impactos en la democracia interna: ¿menos participación por más dinero?

Uno de los principios esenciales del cooperativismo es la democracia participativa: “una persona, un voto”. Sin embargo, el pago de dietas y honorarios a los directivos ha generado cuestionamientos sobre su impacto en la participación y la calidad democrática.

¿Directivos menos accesibles?

Cuando los cargos se vuelven remunerados y de tiempo completo, los directivos pueden comenzar a comportarse más como ejecutivos profesionales que como representantes de los socios. En cooperativas grandes, no es raro escuchar críticas como:

  • “Ya no son parte de nosotros, son una élite aparte.”
  • “Antes venían a las reuniones comunitarias; ahora solo los vemos en asambleas anuales.”

La cercanía que caracterizaba a los dirigentes voluntarios tiende a diluirse, y con ello disminuye la confianza entre socios y líderes.

Intereses personales vs. espíritu solidario

El pago, aunque justificado por la carga de trabajo, introduce un incentivo personal: mantener el puesto para conservar el ingreso. Esto puede derivar en:

  1. Reelecciones indefinidas. Líderes que, antes, solo servían por periodos cortos, ahora buscan prolongar su permanencia.
  2. Menor apertura al relevo generacional. Los jóvenes encuentran más difícil acceder a cargos directivos cuando estos se convierten en “posiciones estables”.
  3. Conflictos internos. La lucha por los puestos remunerados puede generar divisiones en la base social, debilitando la cohesión comunitaria.

Menos participación de los socios

Otro efecto preocupante es el desinterés de los socios en participar activamente. ¿Para qué asistir a reuniones o postularse como dirigente si la gestión parece monopolizada por un grupo reducido? En algunas cooperativas grandes, la participación en asambleas ha caído drásticamente, dejando las decisiones en manos de pocos.

¿Es inevitable este efecto?

No necesariamente. Existen ejemplos de cooperativas que, aun pagando dietas, fomentan la participación mediante:

  • Asambleas deliberativas y transparentes.
  • Rotación obligatoria de cargos.
  • Programas de formación para nuevos líderes.

La pregunta clave sigue siendo: ¿cómo asegurar que la remuneración no distorsione la democracia interna?

En última instancia, el dinero no debería ser el motor del liderazgo cooperativo. Si los directivos son vistos más como “empleados bien pagados” que como representantes de la comunidad, la esencia democrática corre un serio riesgo.

 

  1. Diferencias por tamaño y sector: ¿a quién le conviene cada modelo?

No todas las cooperativas son iguales, y pretender que el voluntariado funcione en todos los casos sería tan irreal como exigir que todas paguen dietas elevadas. El modelo ideal depende del tamaño, la complejidad operativa y el sector en el que se desarrolla la cooperativa.

Voluntariado sostenible en cooperativas pequeñas

En cooperativas de base comunitaria –como las de consumo local, trabajo asociado o productores agrícolas– el voluntariado sigue siendo no solo posible, sino la mejor opción.

  • Por qué funciona:
    1. La gestión administrativa es más sencilla.
    2. Los recursos son limitados, y destinar dinero a honorarios puede comprometer la viabilidad económica.
    3. El contacto directo entre socios y dirigentes mantiene vivo el espíritu solidario.

Ejemplo: Una cooperativa de artesanos en Bolivia, con 50 socios, rota la presidencia cada dos años y los cargos son totalmente voluntarios. Esta práctica asegura alta participación y sentido de pertenencia.

Necesidad de perfiles técnicos en cooperativas grandes

En cambio, en cooperativas de gran escala –especialmente en los sectores financiero, de seguros y consumo masivo– el voluntariado absoluto suele ser insostenible:

  • Razones principales:
    1. Alta complejidad técnica: manejo de grandes volúmenes de dinero, cumplimiento de normativas, auditorías y riesgos financieros.
    2. Tiempo completo requerido: resulta inviable exigir a un voluntario que dedique 40 o más horas semanales sin retribución.
    3. Competencia empresarial: necesitan estrategias de mercado comparables a las de corporaciones privadas.

Ejemplo: Cooperativas de ahorro y crédito en América Latina, con millones de socios y operaciones internacionales, cuentan con directivos remunerados que dedican todo su tiempo a la gestión estratégica.

¿Podemos exigir lo mismo a todas?

No. Comparar una cooperativa barrial con una que mueve millones de dólares es injusto. Sin embargo, el desafío es mantener la coherencia cooperativa, independientemente del tamaño. ¿Por qué no establecer límites éticos, incluso en las grandes?

Un debate pendiente

  • ¿Podría una gran cooperativa destinar un porcentaje de sus operaciones a formar líderes voluntarios que fortalezcan la base social?
  • ¿Y si las pequeñas cooperativas recibieran apoyo técnico de federaciones para no sacrificar la esencia voluntaria?

El tamaño no debería justificar la pérdida total del espíritu solidario. La clave es adaptar el modelo sin renunciar a la identidad cooperativa.

 

  1. Modelos híbridos: combinar vocación con retribución justa

Entre el voluntariado puro y la profesionalización total existe un punto intermedio que muchas cooperativas están explorando: los modelos híbridos. Estos intentan equilibrar la vocación solidaria con la necesidad de contar con gestión eficiente y perfiles técnicos.

Buenas prácticas en modelos mixtos

  1. Dietas moderadas y transparentes.
    • Algunas cooperativas grandes establecen topes éticos a los honorarios, fijando un máximo vinculado a la media salarial del sector.
    • Ejemplo: Una cooperativa de consumo en España limita las dietas de sus directivos al equivalente de 2 salarios mínimos mensuales, con la obligación de rendir cuentas públicas anualmente.
  2. Voluntariado rotativo combinado con perfiles técnicos.
    • Los cargos estratégicos pueden ser remunerados, pero los comités de apoyo y los consejos consultivos son integrados por voluntarios que rotan periódicamente.
    • Esto mantiene viva la participación democrática y evita que todo quede en manos de profesionales pagados.
  3. Formación cooperativa obligatoria.
    • Directivos remunerados deben asistir a cursos periódicos sobre valores cooperativos, ética y participación democrática.
    • Así, la profesionalización no implica necesariamente perder la identidad solidaria.
  4. Participación social activa.
    • Algunas cooperativas obligan a sus directivos pagados a dedicar un porcentaje de su tiempo a actividades comunitarias, como talleres con socios o programas de educación cooperativa.

¿Debería existir un límite ético a las dietas?

La propuesta de establecer límites porcentuales o éticos es cada vez más debatida. Algunos sugieren que ningún directivo cooperativo debería ganar más que el gerente operativo o que las dietas no superen cierto porcentaje de los excedentes anuales.

Ventajas de los modelos híbridos

  • Mantienen el espíritu solidario al involucrar a voluntarios.
  • Aseguran profesionalización en áreas críticas.
  • Reducen tensiones internas al evitar sueldos desproporcionados.

El gran reto

El desafío es no convertir el modelo híbrido en un simple maquillaje ético. ¿De qué sirve limitar sueldos si la base social sigue sin participar? Los modelos mixtos solo funcionarán si los socios vuelven a sentirse parte activa de la gestión cooperativa.

En última instancia, el éxito de estos modelos dependerá de algo simple, pero difícil de lograr: que la retribución nunca sustituya a la vocación solidaria, sino que la complemente.

 

  1. ¿Recuperar el espíritu voluntario? Un debate para el futuro

El cooperativismo enfrenta un dilema que va más allá de dietas o sueldos: ¿es posible recuperar el espíritu voluntario en un mundo donde el tiempo se ha convertido en un recurso escaso y costoso?

El valor simbólico del voluntariado

Aunque muchas cooperativas no puedan prescindir de la profesionalización, el voluntariado sigue siendo un elemento identitario poderoso. No se trata solo de trabajar gratis, sino de reforzar la idea de que las cooperativas son proyectos comunitarios, no meras empresas.

  • Un voluntario que dedica algunas horas al mes a actividades comunitarias envía un mensaje claro a la base social: “esto sigue siendo de todos, no de unos pocos”.
  • Además, el voluntariado fomenta la educación cooperativa práctica, acercando a nuevos socios a la gestión.

Propuestas para revalorizar el voluntariado

  1. Programas paralelos de voluntariado social.
    • Aunque los cargos directivos sean remunerados, las cooperativas pueden impulsar brigadas solidarias, campañas de alfabetización financiera, o proyectos comunitarios gestionados por socios voluntarios.
  2. Códigos éticos claros.
    • Establecer compromisos explícitos para que, incluso los directivos remunerados, dedique parte de su tiempo a actividades no pagadas, reforzando su conexión con la comunidad.
  3. Campañas de sensibilización interna.
    • Promover el mensaje de que el cooperativismo no es solo un trabajo, sino un movimiento social, puede motivar a más socios a participar voluntariamente.
  4. Reconocimiento simbólico.
    • Premiar públicamente el esfuerzo voluntario –con menciones, diplomas o espacios destacados en las asambleas– puede ser tan efectivo como un incentivo económico.

¿Un ideal romántico o una necesidad estratégica?

Algunos argumentan que hablar de recuperar el espíritu voluntario es un romanticismo inútil en tiempos de globalización. Sin embargo, ¿no es precisamente ese espíritu lo que diferencia a las cooperativas de las empresas tradicionales? Si el cooperativismo pierde su carácter solidario, corre el riesgo de convertirse en una copia más del modelo capitalista, solo con otro nombre.

Un debate impostergable

El desafío no es volver al voluntariado total –algo casi imposible en cooperativas grandes–, sino revalorizarlo como un pilar cultural y ético. Si no se actúa, la base social podría alejarse aún más, dejando el futuro de las cooperativas en manos de directivos profesionales desconectados de la comunidad.

En palabras simples: la profesionalización puede ser necesaria, pero sin espíritu voluntario no hay cooperativismo auténtico.

 

¿Eficiencia o identidad? El equilibrio que no podemos perder

El debate sobre el voluntariado cooperativo no es un simple asunto administrativo; es una discusión sobre la identidad misma del cooperativismo. El paso de líderes voluntarios a directivos remunerados puede justificarse por la complejidad actual, pero no puede ser excusa para abandonar los principios que dieron origen al movimiento.

La profesionalización es necesaria en muchos casos, especialmente en cooperativas grandes y sectores regulados, pero no puede sustituir el compromiso solidario. Si el liderazgo cooperativo se convierte en un empleo más, con incentivos puramente económicos, corremos el riesgo de erosionar la confianza de los socios y de vaciar de contenido los valores que nos diferencian de cualquier empresa tradicional.

El futuro del cooperativismo dependerá de encontrar un equilibrio inteligente: remuneraciones justas, pero con límites éticos; profesionalización, pero con formación cooperativa obligatoria; directivos pagados, pero involucrados en actividades comunitarias no remuneradas.

Y, sobre todo, necesitamos revalorar el voluntariado como un acto de identidad cultural. Aunque no sea posible que todos los cargos sean voluntarios, sí podemos recuperar su espíritu a través de programas paralelos, rotación de liderazgos y una participación activa que devuelva a los socios el papel central que nunca debieron perder.

En última instancia, la pregunta que cada cooperativa debe hacerse es simple, pero poderosa:
“¿Estamos construyendo una empresa eficiente o un movimiento solidario que también es eficiente?”

 

Invitación: Recuperemos el debate, recuperemos el espíritu

El cooperativismo nació como un acto de rebeldía solidaria frente a la injusticia económica. Hoy, en medio de juntas directivas con dietas elevadas y estructuras cada vez más parecidas a las corporativas, ¿no corremos el riesgo de traicionar esa esencia?

Este artículo no pretende satanizar la profesionalización –es innegable que necesitamos gestión eficiente–, pero sí invita a reflexionar: ¿hasta dónde estamos dispuestos a sacrificar identidad a cambio de resultados financieros? Si seguimos justificando todo en nombre de la competitividad, ¿qué nos diferenciará realmente de una empresa tradicional?

Es momento de abrir un debate profundo en cada cooperativa, en cada federación, en cada consejo. ¿Podemos combinar la eficiencia con la solidaridad? ¿Estamos formando nuevos líderes con vocación, o solo ejecutivos bien pagados?

Te propongo algo: lleva esta discusión a tu cooperativa, a tu próxima asamblea, a tu red de contactos. Pregunta, incomoda, exige. ¿Cuánto de voluntariado queda en nuestra práctica cotidiana? Y, sobre todo, ¿qué acciones concretas podemos tomar para revalorizarlo sin retroceder en los avances técnicos?

El cooperativismo no sobrevivirá solo con balances positivos; sobrevivirá si sigue siendo un movimiento social vivo, participativo y solidario.

¿Qué opinas?

Comparte tu punto de vista en los comentarios. Abramos juntos este debate: sin espíritu solidario, no hay cooperativismo.

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El tamaño no importa… ¿o si?

Cooperativas grandes y pequeñas frente al reto de la identidad, la eficiencia y los beneficios reales para sus socios

Por Ramón Imperial Zúñiga

En el cooperativismo, el debate sobre el tamaño no es solo una cuestión de números: es una discusión sobre identidad, eficiencia y beneficios reales para los socios. ¿Una cooperativa pequeña es siempre más auténtica? ¿Una grande es necesariamente más eficiente? ¿Importa cuántos socios hay si, al final, no reciben los beneficios que justifican su participación?

Durante décadas, se ha idealizado la imagen de la cooperativa “de verdad” como aquella donde todos se conocen, se forman y deciden de manera cercana. Pero la realidad demuestra que ser pequeño no garantiza apego a los principios, así como ser grande no implica renunciar a ellos. Existen cooperativas de trabajo asociado o de pescadores que, aunque pequeñas, carecen de programas de formación o mecanismos democráticos activos. Y también hay gigantes de ahorro y crédito o consumo que, gracias a sus economías de escala, logran invertir en educación, participación y servicios de alto valor para sus socios.

El verdadero dilema no es el tamaño en sí, sino cómo cada cooperativa gestiona su identidad cooperativa, su capacidad operativa y los beneficios que entrega a sus miembros.

La pregunta entonces es inevitable: ¿qué pesa más, el número de socios o la capacidad de los dirigentes para mantener la esencia cooperativa, operar con eficiencia y devolver valor real a quienes confían en ella?

Más allá del número de socios, lo que realmente importa

Hablar del tamaño de una cooperativa siempre despierta pasiones. Para algunos, una cooperativa pequeña representa la esencia misma del movimiento: relaciones cercanas, decisiones participativas y un fuerte sentido de comunidad. Para otros, las grandes cooperativas son las que realmente logran incidir en la economía, generar empleos, ofrecer servicios competitivos y construir bienestar colectivo. Pero ¿es tan simple como elegir entre lo pequeño y lo grande?

El cooperativismo es tan diverso como sus sectores. Una cooperativa de trabajo asociado o de pescadores difícilmente rebasará los cientos de socios, no porque carezca de ambición, sino porque su modelo productivo y sus procesos operativos no permiten una estructura masiva. En cambio, una cooperativa de ahorro y crédito o de consumo puede y, en muchos casos, debe crecer hasta miles o incluso millones de socios para lograr economías de escala y ofrecer productos financieros o bienes de calidad a precios competitivos.

Sin embargo, el tamaño no lo es todo. Tres factores deberían ser el verdadero punto de análisis:

  1. Apego a la identidad cooperativa: ¿Se promueven la democracia interna, la participación y los valores cooperativos, sin importar si hay 50 o 500,000 socios?
  2. Eficiencia operativa y económica: ¿La estructura permite tomar decisiones ágiles, prestar buenos servicios y ser sostenible financieramente?
  3. Beneficios reales para los socios: ¿Los miembros reciben valor tangible –servicios de calidad, oportunidades de participación, educación cooperativa– que justifique su permanencia?

En este artículo debatiremos los mitos y realidades del tamaño cooperativo, presentando casos donde ser pequeño no garantizó identidad, donde ser grande fue sinónimo de eficiencia y fortalecimiento cooperativo, y donde el crecimiento terminó alejando a los socios.

Al final, la pregunta que debemos hacernos no es “¿cuál es el tamaño ideal?”, sino “cómo lograr que, sin importar el tamaño, las cooperativas cumplan su misión de generar bienestar colectivo”.

  1. ¿El tamaño define la identidad y la eficiencia? Mitos y realidades

El cooperativismo está lleno de frases que, con el tiempo, se convierten en dogmas. Una de ellas es que “las cooperativas auténticas son pequeñas”, porque solo así se garantiza la participación democrática y el apego a los valores. Otra, igualmente peligrosa, es la idea de que “una cooperativa grande siempre es más eficiente” porque puede generar economías de escala y competir con las empresas tradicionales. Ninguna de estas afirmaciones es totalmente cierta.

Identidad: ni lo pequeño es garantía ni lo grande es pecado

El tamaño no asegura el apego a los principios cooperativos. Una cooperativa de 50 socios puede ser tan distante y burocrática como una de 500,000 si no existen programas de formación ni mecanismos reales de participación. De hecho, se han visto pequeños grupos donde las decisiones quedan en manos de un puñado de directivos, con socios que apenas entienden su rol como dueños.

Por otro lado, hay grandes cooperativas que han demostrado que la identidad puede fortalecerse con el crecimiento. Cooperativas de ahorro y crédito en América Latina han invertido en educación masiva, programas de participación digital y campañas de identidad cooperativa que alcanzan a miles de socios.

Eficiencia: el tamaño puede ser un arma de doble filo

Las grandes cooperativas suelen ser más eficientes en términos económicos porque logran negociar mejores precios, reducir costos operativos y ofrecer servicios más competitivos. Sin embargo, esta eficiencia puede volverse un problema si se traduce en procesos excesivamente centralizados y burocráticos.

En contraste, las pequeñas cooperativas suelen ser ágiles en la toma de decisiones y en la atención personalizada, pero muchas veces carecen de recursos para profesionalizar su gestión, lo que las vuelve vulnerables en mercados cada vez más exigentes.

Beneficios reales para los socios: la verdadera medida del éxito

El tamaño solo tiene sentido si se traduce en valor tangible para los socios. Una cooperativa grande que ofrece servicios financieros accesibles, educación constante y participación efectiva está cumpliendo su propósito. Una pequeña que fomenta la solidaridad local, mejora la calidad de vida de sus miembros y genera arraigo comunitario también lo está haciendo bien.

El problema es cuando el tamaño, grande o pequeño, no se refleja en beneficios concretos, dejando a los socios como meros espectadores o clientes pasivos.

Entonces, la pregunta clave no es “¿cuántos socios tiene?”, sino “¿cómo utiliza sus recursos y estructura para ser fiel a su identidad, operar con eficiencia y generar bienestar real para sus miembros?”

  1. Pequeñas pero sin identidad: el problema también está abajo

Existe una creencia arraigada en el cooperativismo: “lo pequeño es sinónimo de auténtico”. Sin embargo, la realidad demuestra que muchas cooperativas pequeñas carecen de identidad cooperativa, no son eficientes y aportan escasos beneficios reales a sus socios. El problema no es exclusivo de las grandes organizaciones; también en las más pequeñas se encuentran serias debilidades que ponen en riesgo su esencia.

Identidad: la cercanía no siempre garantiza participación

Es común pensar que, en una cooperativa pequeña, todos se conocen, participan activamente y comprenden los principios cooperativos. Pero en muchos casos esto no ocurre. Hay cooperativas de productores, pescadores o artesanos donde los socios solo acuden a las asambleas por compromiso, sin conocer a fondo su papel como dueños y gestores.

La ausencia de programas de formación cooperativa es una de las principales causas. ¿De qué sirve tener 30 socios si ninguno entiende la importancia de la democracia interna, el control social o la solidaridad mutua? La falta de educación es un problema transversal que afecta a todas las cooperativas, sin importar el número de socios.

Eficiencia: vulnerabilidad por falta de profesionalización

Las pequeñas cooperativas suelen ser ágiles en la toma de decisiones, pero muchas carecen de procesos formales, planificación estratégica o recursos humanos capacitados. Esta falta de profesionalización las vuelve frágiles frente a la competencia, los cambios del mercado o las crisis económicas. El mito de que “la buena voluntad basta” sigue presente en muchos sectores, lo que limita su capacidad para generar servicios de calidad o asegurar su sostenibilidad a largo plazo.

Beneficios reales: cuando el tamaño reducido no se traduce en bienestar

Una cooperativa puede ser pequeña y cercana, pero si no mejora la calidad de vida de sus socios, está fallando en su misión esencial. Beneficios como precios justos, acceso a mercados, capacitación técnica o financiamiento solidario suelen estar ausentes en muchas organizaciones pequeñas que operan casi de manera informal.

Al final, el tamaño reducido no es excusa para no generar valor. Una cooperativa con pocos socios debería ser capaz de ofrecer ventajas significativas a cada uno, precisamente por su cercanía y facilidad de comunicación.

El problema, entonces, no es el número de miembros, sino la falta de visión y compromiso para construir identidad, profesionalizar la gestión y ofrecer beneficios tangibles, incluso en estructuras pequeñas.

  1. Grandes y fieles a sus principios: cuando crecer fortalece la identidad

El crecimiento no es sinónimo de pérdida de identidad. Aunque existe el riesgo de burocratización en grandes cooperativas, hay ejemplos inspiradores que demuestran que una estructura masiva puede ser una fortaleza para consolidar los principios cooperativos, mejorar la eficiencia y entregar beneficios reales a los socios.

Identidad: usar los recursos para educar y participar

Algunas grandes cooperativas han convertido su volumen en una oportunidad para reforzar la identidad cooperativa. Cooperativas de ahorro y crédito en América Latina, por ejemplo, han creado verdaderas escuelas internas, ofreciendo cursos masivos de educación financiera y cooperativa, no solo a sus socios, sino también a sus familias y comunidades.

En estos casos, los principios de educación y participación se amplifican gracias a los recursos disponibles. Plataformas digitales, boletines, asambleas virtuales y programas de voluntariado son herramientas que, bien gestionadas, permiten mantener el contacto con miles de socios. ¿No es acaso una prueba de que crecer puede ser una forma de multiplicar la conciencia cooperativa?

Eficiencia: economías de escala al servicio de la misión social

El tamaño puede ser una ventaja competitiva. Grandes cooperativas de consumo o salud han logrado negociar mejores precios, invertir en tecnología y profesionalizar a su personal gracias a las economías de escala. Cuando esta eficiencia se alinea con los valores cooperativos, los resultados son notables: servicios de alta calidad, acceso a productos asequibles y capacidad para resistir crisis económicas. La clave está en que la eficiencia no se convierta en un fin en sí mismo, sino en un medio para servir mejor a los socios.

Beneficios reales: devolver valor tangible a los miembros

Las grandes cooperativas que mantienen su esencia son aquellas que devuelven beneficios claros y perceptibles a sus socios. Dividendos equitativos, servicios complementarios (salud, educación, asistencia técnica) y oportunidades de participación en proyectos comunitarios son ejemplos concretos. Cuando los socios perciben estos beneficios, no importa si son 50, 500 o 500,000: se sienten parte de algo que los mejora como individuos y como comunidad.

El reto, entonces, no es evitar el crecimiento, sino garantizar que cada nuevo socio sea incorporado a una cultura cooperativa activa, reciba educación adecuada y perciba que su participación tiene impacto.

  1. Cuando crecer aleja a los socios: riesgos y síntomas de desmutualización

El crecimiento, aunque deseable en muchos casos, no siempre es sinónimo de éxito cooperativo. Cuando una cooperativa pierde el contacto con sus socios y se aleja de su misión, el tamaño se convierte en un obstáculo. Este fenómeno, conocido como desmutualización, es uno de los mayores riesgos para las cooperativas grandes que priorizan la expansión sobre su identidad.

Identidad: socios convertidos en clientes

El síntoma más evidente de desmutualización es cuando los socios dejan de verse como dueños y comienzan a comportarse como simples clientes. Esto ocurre cuando la toma de decisiones se vuelve tan compleja que la participación democrática se limita a unos pocos representantes, mientras la mayoría permanece indiferente.

En algunas grandes cooperativas, las asambleas se han convertido en meros trámites, sin debate real ni formación previa. ¿Puede llamarse cooperativa a una organización donde miles de socios no entienden ni influyen en las decisiones que afectan su propio patrimonio?

Eficiencia: burocracia que sofoca la agilidad

El crecimiento descontrolado puede generar estructuras pesadas y burocráticas. Procesos lentos, decisiones centralizadas y jerarquías rígidas terminan alejando a los socios, quienes perciben a la cooperativa como una institución lejana, similar a un banco o una empresa tradicional.

La eficiencia, en lugar de mejorar, se ve comprometida cuando las decisiones se toman con criterios más empresariales que cooperativos, priorizando indicadores financieros por encima de los valores sociales.

Beneficios reales: cuando los números no se traducen en bienestar

Algunas cooperativas grandes han caído en la trampa de presumir su número de socios, su monto en Activos Totales o su volumen de operaciones como sinónimo de éxito, olvidando que el verdadero objetivo es generar beneficios tangibles para cada miembro. Si el crecimiento no se traduce en mejores servicios, precios justos, programas educativos o desarrollo comunitario, entonces solo es expansión vacía.

En estos casos, los socios terminan preguntándose: “¿para qué sigo siendo parte de esta cooperativa si obtengo lo mismo que en cualquier empresa tradicional?”

El desafío no es evitar el crecimiento, sino garantizar que cada nuevo socio se integre a una cultura participativa, reciba educación cooperativa y perciba beneficios claros. De lo contrario, el tamaño puede convertirse en el principio del fin de la identidad cooperativa.

  1. El verdadero factor decisivo no es el tamaño, es convicción y liderazgo cooperativo

Después de analizar los mitos y realidades de las cooperativas grandes y pequeñas, la conclusión parece inevitable: el tamaño no es el verdadero factor decisivo; lo que define el éxito cooperativo es la convicción de sus dirigentes y gerente, el liderazgo que ejercen para mantener viva la esencia cooperativa, operar con eficiencia y generar beneficios reales para los socios.

Identidad: líderes que inspiran y educan

La identidad cooperativa no surge por inercia; se construye día a día con acciones concretas. Los líderes cooperativos, directivos y gerentes, son los primeros responsables de impulsar programas de educación, participación y transparencia, sin importar cuántos socios haya.

Un dirigente convencido de los valores cooperativos puede lograr que 50 personas participen activamente en cada decisión o que 500,000 comprendan, a través de plataformas digitales y encuentros periódicos, el significado real de ser dueños de su cooperativa.

La pregunta es: ¿cuántos líderes están realmente comprometidos con educar y motivar a sus socios, y cuántos se limitan a administrar como si dirigieran una empresa cualquiera?

Eficiencia: gestión profesional al servicio de los principios

La convicción también se traduce en gestión profesional y planificación estratégica. Un liderazgo cooperativo auténtico entiende que la eficiencia no está reñida con la solidaridad. Invertir en tecnología, capacitar al personal, mejorar procesos y buscar economías de escala son decisiones que, bien orientadas, potencian el impacto social de la cooperativa.

El reto está en no caer en la tentación de priorizar únicamente los resultados financieros; el objetivo siempre debe ser servir mejor a los socios, no acumular utilidades.

Beneficios reales: líderes que devuelven valor tangible

El liderazgo cooperativo se mide, finalmente, en la capacidad de transformar recursos en beneficios concretos para los miembros. Desde acceso a mejores precios y servicios de calidad, hasta formación, oportunidades de participación y proyectos comunitarios, los socios necesitan percibir que su cooperativa les ofrece algo más que cualquier empresa convencional.

Un líder creativo y comprometido encuentra formas de generar estos beneficios incluso en las cooperativas más pequeñas, mientras que un dirigente indiferente puede desperdiciar el enorme potencial de una gran organización.

El verdadero debate, entonces, no debería centrarse en el número de socios, sino en formar dirigentes con la convicción y la visión necesarias para mantener viva la esencia cooperativa, sin importar el tamaño.

  1. ¿Existe un tamaño ideal? Un debate abierto y sectorizado

La pregunta parece inevitable: ¿existe un tamaño óptimo para las cooperativas? La respuesta, aunque incómoda para quienes buscan recetas universales, es no. No hay un número mágico de socios que garantice identidad, eficiencia o beneficios reales.

El “tamaño ideal” depende, más bien, de la naturaleza del sector, de su modelo operativo y, sobre todo, de la capacidad de liderazgo para gestionar los principios cooperativos.

Identidad: el tamaño óptimo es el que permite mantener cercanía y participación

En cooperativas de trabajo asociado, pescadores o productores agrícolas, el tamaño reducido no es una elección romántica, sino una consecuencia lógica de su operación: los procesos productivos requieren coordinación directa, y una membresía masiva sería inmanejable. En estos casos, mantener estructuras pequeñas favorece la participación activa y la cohesión de los socios.

Por el contrario, en cooperativas de ahorro y crédito, salud o consumo, un número reducido de miembros limitaría su capacidad para competir y ofrecer servicios. Aquí, el tamaño puede y debe ser grande, siempre que existan mecanismos de educación y comunicación que mantengan viva la identidad.

Eficiencia: cada sector tiene su propio punto de equilibrio

El tamaño ideal también depende de la eficiencia operativa. Una cooperativa agrícola con 50 socios puede ser altamente efectiva si logra coordinar bien sus actividades y acceder a mercados locales. Una de consumo con el mismo número de socios sería inviable, pues no alcanzaría economías de escala ni capacidad de negociación con proveedores.

Así, el desafío no es crecer o mantenerse pequeño, sino encontrar el punto de equilibrio entre capacidad operativa y sostenibilidad financiera.

Beneficios reales: el tamaño que asegura valor tangible

El tamaño ideal, en última instancia, es aquel que permite maximizar los beneficios para los socios. Si una cooperativa grande no logra devolver valor tangible, su expansión carece de sentido; si una pequeña no mejora la calidad de vida de sus miembros, tampoco está cumpliendo su misión.

La pregunta polémica es: ¿deberían las cooperativas establecer recomendaciones sectoriales sobre tamaño para garantizar impacto y participación, o todo debe depender del liderazgo y la creatividad interna?

La respuesta sigue abierta, pero algo es claro: el tamaño es solo un medio, no un fin. Lo importante es que cada cooperativa, sea cual sea su dimensión, tenga la capacidad de ser fiel a su identidad, operar eficientemente y generar verdadero bienestar.

  1. Creatividad y tecnología: aliados para mantener la identidad sin importar el tamaño

El tamaño de una cooperativa, grande o pequeño, no debería ser un pretexto para perder identidad, operar con ineficiencia o dejar de generar beneficios reales. Hoy, más que nunca, la creatividad directiva y el uso inteligente de la tecnología son las claves para superar los retos que el crecimiento o la pequeñez imponen.

Identidad: educación y participación en la era digital

La tecnología ofrece oportunidades inéditas para fortalecer la identidad cooperativa, incluso en organizaciones con miles de socios dispersos geográficamente.

  • Plataformas virtuales de educación cooperativa pueden llegar a todos los miembros, desde videos cortos explicativos hasta cursos completos en línea.
  • Asambleas híbridas permiten que socios de zonas alejadas participen, voten y expresen sus opiniones en tiempo real.
  • Aplicaciones móviles pueden enviar contenidos educativos, noticias sobre la cooperativa e incluso encuestas para conocer la opinión de los socios.

¿No sería este un camino efectivo para asegurar que, sin importar el tamaño, cada socio comprenda y viva los principios cooperativos?

Eficiencia: tecnología al servicio de una gestión ágil

Las herramientas digitales también ayudan a mejorar la eficiencia operativa. Sistemas de gestión integrados, control financiero automatizado y plataformas de atención al socio pueden reducir costos, agilizar trámites y liberar recursos para programas educativos o sociales.

El reto está en no usar la tecnología solo para “administrar mejor”, sino para servir mejor: cada innovación debe evaluarse con la pregunta “¿esto mejora la vida de nuestros socios?”.

Beneficios reales: nuevas formas de devolver valor

La creatividad también es clave para diseñar beneficios que los socios perciban como valiosos. Algunas cooperativas han implementado:

  • Programas de recompensas solidarias (descuentos, puntos o bonificaciones por participación activa).
  • Plataformas de comercio justo en línea, conectando a pequeños productores con consumidores cooperativistas.
  • Espacios virtuales de networking cooperativo, fomentando alianzas y proyectos entre los propios socios.

En un mundo cada vez más interconectado, el tamaño deja de ser una limitante cuando la creatividad y la tecnología se ponen al servicio de la esencia cooperativa.

El desafío no es “ser pequeño para mantener identidad” ni “ser grande para ser competitivo”, sino ser innovador para que cada socio, sin importar cuántos sean, sienta que pertenece a algo que le genera valor real.

Más allá del tamaño, el verdadero reto cooperativo

El debate sobre el tamaño de las cooperativas no puede reducirse a un dilema entre lo pequeño y lo grande. Ni la cercanía de un grupo reducido ni la magnitud de una organización masiva garantizan, por sí mismas, la esencia cooperativa. Lo que realmente importa es la capacidad de cada cooperativa para mantener viva su identidad, operar con eficiencia y generar beneficios reales para sus socios.

El tamaño puede ser una oportunidad o un riesgo. Las pequeñas cooperativas tienen el potencial de construir lazos cercanos y decisiones participativas, pero muchas carecen de programas educativos y estructuras eficientes. Las grandes pueden lograr economías de escala e invertir en formación y servicios de calidad, pero corren el peligro de caer en la burocracia y alejar a sus socios.

El verdadero reto, entonces, no es medir cuántos miembros tiene una cooperativa, sino qué tan fuerte es su cultura cooperativa, qué tan profesional es su gestión y cuánto valor entrega a cada socio.

La conclusión es clara: no hay un tamaño ideal universal, solo hay cooperativas bien o mal gestionadas. Con creatividad, liderazgo y tecnología, cualquier cooperativa —grande o pequeña— puede ser un ejemplo de democracia, eficiencia y solidaridad.

La pregunta que queda abierta es incómoda, pero necesaria: ¿están nuestros dirigentes cooperativos preparados para liderar con visión y compromiso, o seguiremos culpando al tamaño de nuestros propios errores?

Invitación y llamado a la acción: El debate sigue abierto… ¿y tú qué opinas?

El cooperativismo necesita menos excusas y más compromiso. Culpar al tamaño de nuestras cooperativas —grande o pequeño— es el argumento fácil, pero lo verdaderamente difícil es asumir la responsabilidad de construir organizaciones con identidad sólida, eficientes y que entreguen beneficios reales a sus socios.

Si formas parte de una cooperativa, te invito a hacerte estas preguntas:

  • ¿Conoces realmente tus derechos y deberes como socio, o te comportas como un cliente más?
  • ¿Tu cooperativa te educa, te escucha y te permite participar en las decisiones, o solo te ve como un número en su balance?
  • ¿Recibes beneficios tangibles que justifiquen tu confianza en ella?

Y si eres directivo o gerente cooperativo:

  • ¿Estás formando a tus socios para que sean dueños responsables, o prefieres mantenerlos pasivos?
  • ¿Usas la tecnología y la creatividad para fortalecer la identidad y devolver valor real, o te escudas en la “falta de recursos” o en el “exceso de socios” para no innovar?

El cooperativismo no necesita ser pequeño para ser auténtico ni grande para ser competitivo. Necesita líderes y socios comprometidos.

Ahora te toca a ti:

👉 ¿El tamaño de tu cooperativa es una fortaleza o una excusa?

👉 Comparte tu opinión en los comentarios. Cuéntanos casos, ejemplos, aciertos o fracasos.

El debate sigue abierto, y cada experiencia cuenta para construir un cooperativismo más crítico, creativo y fiel a sus principios.

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Integración cooperativa: la fortaleza que no estamos aprovechando

El 6to Principio olvidado y las consecuencias de caminar divididos

Por Ramón Imperial Zúñiga, Julio 2025

En los artículos anteriores de esta serie, hemos abordado la amenaza que enfrenta el cooperativismo ecuatoriano, la desnaturalización del modelo cooperativo y la urgencia de reactivar la educación como herramienta de defensa. Pero aún falta tratar uno de los temas más sensibles y determinantes: la desintegración del movimiento cooperativo, tanto a nivel nacional como internacional.

A pesar de que la cooperación entre cooperativas es uno de los principios fundamentales proclamados por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), el 6º Principio —la integración— es quizás el más olvidado o incumplido. Lo vemos en casi todos los países: cooperativas que operan como entes aislados, federaciones débiles, confederaciones fragmentadas, relaciones intersectoriales inexistentes. Y esto tiene consecuencias reales y graves.

Frente a amenazas como la que se vive hoy en Ecuador, esta falta de integración se vuelve un problema estructural. Porque un movimiento dividido es un movimiento débil. Y un movimiento débil es presa fácil de intereses ajenos.

El 6º Principio: una promesa incumplida

La cooperación entre cooperativas no es solo un ideal bonito. Es una necesidad estratégica. Se basa en la idea de que, al unirnos, multiplicamos nuestras capacidades. Compartimos conocimiento, generamos sinergias, defendemos juntos nuestras causas y consolidamos nuestra identidad común.

Pero en la práctica, este principio se ha debilitado. En muchos países, las cooperativas no se conocen entre sí. Operan en sus propios nichos, sin contacto real con otras del mismo sector, y mucho menos con las de sectores diferentes. Algunas ni siquiera están afiliadas a federaciones o confederaciones. O si lo están, no participan activamente.

El resultado es una red rota, frágil. Y cuando llega una amenaza —como ahora en Ecuador—, no hay capacidad real de movilización, ni de defensa conjunta. Se actúa tarde, o de forma dispersa.

Integración sectorial: del individualismo a la cooperación

En el caso de las cooperativas de ahorro y crédito, la falta de integración interna es un problema crítico. Muchas de estas cooperativas funcionan como si fueran instituciones financieras convencionales, centradas en sus metas de crecimiento, sin generar lazos con sus pares. La competencia se impone sobre la colaboración.

Este aislamiento debilita la capacidad de reacción. Porque ante una amenaza legal, política o reputacional, cada cooperativa queda sola, sin una red sólida que la respalde, sin una voz colectiva que la defienda.

Por otro lado, aquellas que sí están integradas en redes fuertes —federaciones, uniones, confederaciones— cuentan con mejores herramientas para actuar, visibilizarse, gestionar con autoridades y organizar estrategias comunes.

La integración sectorial no es burocracia: es supervivencia. Y también es eficiencia: permite aprovechar economías de escala en áreas que muchas veces pasamos por alto. Imaginemos el ahorro que podría lograrse si varias cooperativas, en lugar de comprar por separado, unieran esfuerzos para adquirir en conjunto equipos de cómputo, mobiliario de oficinas, vehículos utilitarios o incluso servicios especializados como seguros, plataformas tecnológicas o capacitación. No solo se obtendrían mejores precios, sino también mayor calidad y condiciones de servicio, liberando recursos que podrían destinarse a educación, innovación o desarrollo social.

Este tipo de integración práctica ya ocurre en algunos países y demuestra que es posible. Varias federaciones en América Latina han creado marcas colectivas que fortalecen la identidad y la confianza en el sector, además de aumentar la capacidad de negociación con proveedores y de posicionamiento ante los consumidores.

Un ejemplo inspirador a nivel internacional es el de Inglaterra, donde en los últimos años se ha impulsado un proceso de unificación de diversos sectores cooperativos bajo una misma marca: “Co-op”. Esta estrategia conjunta ha fortalecido la presencia de las cooperativas en el mercado, haciéndolas más visibles y competitivas frente a las grandes cadenas tradicionales, sin perder su identidad cooperativa.

La cooperación entre iguales también permite desarrollar proyectos compartidos que, de forma aislada, serían imposibles: sistemas de información integrados, centros de innovación tecnológica, plataformas de comercio electrónico o incluso fondos solidarios que respalden a las cooperativas más pequeñas en momentos de crisis. Estos mecanismos no solo optimizan recursos, sino que aumentan la capacidad de impacto social y fortalecen la confianza de la comunidad.

En pocas palabras, integrarse no es perder autonomía, es multiplicar capacidades. La verdadera fortaleza del cooperativismo no está en el tamaño individual de cada entidad, sino en lo que pueden hacer juntas.

Integración intersectorial: una deuda histórica

Más allá del sector financiero, existe otra fractura: la falta de articulación entre sectores cooperativos. Las cooperativas agrícolas, de consumo, de vivienda, de salud, escolares, de trabajo, tecnológicas… muchas de ellas trabajan solas, aisladas, sin relacionarse entre sí.

Esto genera una pérdida de potencia colectiva. Porque si todos los sectores cooperativos se articularan, podrían tener una voz social y política muchísimo más fuerte, un peso institucional real, y una capacidad de movilización que sería difícil de ignorar por gobiernos o actores económicos.

La verdad incómoda es que los sectores cooperativos casi no se ven entre sí. No hay espacios reales de encuentro, ni de reflexión compartida. Y cuando llega una amenaza a un sector específico, como hoy al financiero en Ecuador, los demás sectores no reaccionan, porque lo sienten ajeno, lejano, como si no fuera su lucha.

Fragmentación nacional: el caso de cada país

Este problema se repite en diferentes grados en casi todos los países del continente. En muchos casos, existen múltiples federaciones con poca articulación entre ellas, o conflictos históricos no resueltos que impiden la cooperación. En otros, hay organismos nacionales que existen en el papel, pero que tienen escasa representatividad o capacidad de acción.

Hay países donde la fragmentación ha llevado incluso a situaciones de competencia institucional, debilitando la interlocución con el Estado y dando pie a regulaciones desfavorables o poco consultadas.

En este contexto, la unidad del cooperativismo ecuatoriano es crucial. Si sus organismos representativos no actúan como un solo cuerpo, si las cooperativas no se alinean, si no se genera una estrategia conjunta con liderazgo y vocería clara, la defensa frente a la actual amenaza será débil.

Y lo mismo aplica para el resto de América Latina: sin estructuras nacionales cohesionadas, el cooperativismo no podrá incidir en las políticas públicas ni defender su identidad.

¿Y la integración continental?

A nivel continental, contamos con organismos como Cooperativas de las Américas, COLAC, CCC-CA, entre otros, que han desempeñado un papel importante en distintos momentos. Sin embargo, frente a amenazas tan graves como la actual, se necesita una reacción mucho más fuerte, visible y sostenida.

No basta con pronunciamientos en redes sociales. Se necesitan:

  • Cartas dirigidas directamente a presidentes y congresos.
  • Reuniones con organismos multilaterales.
  • Campañas de sensibilización pública.
  • Apoyo técnico y jurídico.
  • Movilización solidaria entre países.

Además, se requiere fortalecer los vínculos entre los organismos continentales y las confederaciones nacionales. A menudo hay una distancia excesiva entre lo regional y lo local, lo que limita la eficacia de las acciones.

Fortalezas desaprovechadas

En América existen organizaciones nacionales muy fuertes, con gran legitimidad y experiencia: OCB en Brasil, Cooperar en Argentina, CONCAMEX en México, FEDECOAC en Paraguay, FEDPA en Panamá, FEDECACES en El Salvador, FACACH en Honduras, entre muchas otras.

Si todas estas organizaciones se expresaran juntas en defensa del cooperativismo ecuatoriano, el impacto sería enorme. El gobierno de Ecuador no podría ignorarlo. La presión diplomática, institucional y social sería mucho mayor.

Pero para eso se necesita liderazgo, coordinación y voluntad de actuar como un solo cuerpo. No podemos seguir operando como islas.

¿Qué podemos hacer?

  • Reactivar y fortalecer las federaciones y confederaciones nacionales, con una agenda común, moderna y proactiva.
  • Redefinir los modelos de los organismos de integración, seguimos funcionando igual desde hace varias décadas y los tiempos han cambiado, se podrían incorporar en las federaciones y confederaciones nuevos esquemas, nuevas plataformas, aprovechar mejor la tecnología.
  • Impulsar espacios de diálogo intersectorial, con agendas compartidas entre cooperativas de distintos sectores.
  • Establecer mecanismos ágiles de respuesta continental, para actuar frente a amenazas o crisis.
  • Invertir en tecnologías de articulación, como plataformas digitales de cooperación, comunicación instantánea y capacitación conjunta.
  • Crear campañas públicas unificadas, que muestren el rostro humano y social del cooperativismo.

Un llamado a la unidad

La situación en Ecuador debe servirnos como espejo. No solo para alertarnos, sino para reconocer nuestras propias debilidades como movimiento. Porque si el cooperativismo ecuatoriano se ve amenazado y responde solo, sin el respaldo contundente de la región, el mensaje que se envía es que somos un movimiento sin capacidad de defensa colectiva.

Creo que también se debería valorar si conviene promover un apoyo internacional más allá de nuestro continente, de América, que pasaría si el gobierno de Ecuador recibiera peticiones concretas de organismos cooperativos de Europa, de Asía, de África o de Oceanía?, seguramente el impacto sería mayor… En esto, la Alianza Cooperativa Internacional, ACI, podría jugar un rol muy importante, pero es necesario que los organismos de Ecuador que están llevando a cabo la representación institucional, definan y en su caso, soliciten el apoyo. 

Necesitamos superar viejos recelos, diferencias de enfoque, y egos institucionales. La amenaza que enfrentamos es más grande que nuestras diferencias. Es hora de recordar que solo unidos podemos defender lo que somos.

En el próximo artículo…

En el quinto y último artículo de esta serie, abordaremos un tema imprescindible: las estrategias jurídicas, políticas y diplomáticas que el cooperativismo puede y debe activar para defenderse de manera eficaz.

Veremos casos, propuestas y recomendaciones para que esta coyuntura no se repita en otros países. Porque no basta con resistir: hay que prepararse mejor para el futuro.

“La fragmentación del cooperativismo no es solo un problema interno. Es un factor de riesgo ante cualquier amenaza externa.”

Ha llegado el momento de unirnos de verdad. No por conveniencia, sino por convicción y por necesidad.

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Sin educación cooperativa, no hay defensa posible

La formación como muro de contención frente a la desnaturalización cooperativa

Por Ramón Imperial Zúñiga, Julio 2025

Si en los dos primeros artículos de esta serie abordamos la gravedad del caso ecuatoriano y los riesgos de transformar cooperativas en bancos, hoy es momento de detenernos en una dimensión menos visible, pero igual de crítica: la ausencia de educación cooperativa. Porque una cooperativa solo podrá resistir amenazas externas e internas si sus socios comprenden lo que significa ser parte de ella, si se sienten copropietarios, responsables y defensores activos del modelo.

El 5º Principio Cooperativo, proclamado por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), establece que las cooperativas deben proporcionar educación, formación e información a sus socios, dirigentes y empleados para que puedan contribuir efectivamente al desarrollo de su cooperativa. No es un principio decorativo. Es una piedra angular. Sin él, los demás principios se vacían de sentido. Y lo que es peor, la cooperativa queda expuesta a ser devorada por dinámicas ajenas a su identidad.

Un peligro silencioso que no podemos ignorar

Hoy hablamos mucho del caso de Ecuador porque es un problema visible, público, que está en la agenda de todos. Pero hay un peligro igual de grave —o incluso más delicado— que avanza de manera silenciosa en muchas cooperativas del mundo: una transformación interna, no legal ni jurídica, pero profundamente desnaturalizadora.

No se trata de leyes ni de disposiciones transitorias. Se trata de un cambio cultural y operativo, casi imperceptible, que poco a poco convierte a las cooperativas en organizaciones que funcionan, actúan y se comportan más como bancos o empresas mercantiles que como sociedades de personas.

Este tipo de transformación no se decreta con reformas ni requiere cambios estatutarios; se gesta desde dentro, en el día a día, cuando se abandonan los programas de educación cooperativa, cuando los socios dejan de sentirse dueños y participan solo como clientes, cuando las decisiones se concentran en pequeños grupos directivos sin contrapesos sociales.

Este peligro es aún más difícil de enfrentar porque no genera titulares ni provoca debates inmediatos, pero erosiona silenciosamente la esencia cooperativa. Y cuando finalmente se hace evidente, muchas veces ya es tarde para revertirlo.

Por eso la educación cooperativa no es solo un deber moral: es la primera línea de defensa contra esta desmutualización progresiva e invisible.

El cooperativismo no se hereda, se aprende

Uno de los grandes errores que hemos cometido —y lo digo como autocrítica desde dentro del movimiento— es suponer que la identidad cooperativa se conserva automáticamente, solo por estar en los estatutos o por tener décadas de existencia. Nada más lejos de la realidad. El cooperativismo no se hereda: se aprende, se comprende, se vive.

Cuando una persona entra a una cooperativa sin saber qué es, qué significa, cómo funciona ni qué derechos y deberes tiene, rápidamente asume una lógica de cliente. Se convierte en usuario de servicios financieros, no en socio de una organización. Y si las cosas van bien, no se compromete; si van mal, se va. No hay vínculo, ni lealtad, ni defensa.

Ese vacío de sentido solo puede llenarse mediante procesos formativos permanentes. Y no basta con una charla inicial o un folleto al inscribirse. Se necesita una estrategia integral y permanente de educación cooperativa, que acompañe la vida del socio desde que ingresa hasta que se retira, pasando por momentos clave de participación y formación continua.

Cuando los socios dejan de sentirse dueños

Una de las consecuencias más trágicas de la falta de educación cooperativa es la pérdida de sentido de pertenencia. Los socios dejan de sentirse dueños, pierden interés en participar en las asambleas, ya no se postulan a los consejos de administración ni exigen rendición de cuentas. La cooperativa, entonces, se convierte en una estructura burocrática, manejada por unos pocos, con una base social dormida o desinteresada.

Ese ambiente facilita dos riesgos graves:

  1. Que decisiones importantes se tomen sin consulta o sin oposición, como fue el caso de la desmutualización de algunas cooperativas.
  2. Que los espacios democráticos se vacíen, debilitando la gobernanza cooperativa y volviendo a la organización más vulnerable a presiones externas.

Y lo más doloroso es que muchas veces esta situación no surge de la mala intención de los dirigentes, sino de una cultura institucional que no prioriza al socio como sujeto central del proceso cooperativo.

El principio educativo no es un lujo, es una necesidad

Hoy más que nunca, el 5º Principio debe ser considerado una prioridad estratégica. En un entorno cada vez más competitivo, donde las cooperativas conviven con bancos, fintechs y empresas financieras, la educación no es un gasto; es una inversión en resiliencia.

Una cooperativa con socios formados, críticos, participativos y comprometidos, es una cooperativa que puede defenderse. Que puede oponerse a una transformación injusta. Que puede exigir coherencia. Que puede construir futuro.

La educación cooperativa debe incluir:

  • Conocimiento básico sobre el modelo cooperativo, sus valores y principios.
  • Formación en gobernanza democrática, derechos y deberes del socio.
  • Educación financiera básica, para que el socio entienda lo que hace su cooperativa.
  • Herramientas digitales y tecnológicas, para ampliar la participación.
  • Reflexión ética, sobre el papel de la cooperativa en la sociedad.

Tecnología y medios digitales: aliados de la educación

Hace años para que una persona ingresara como socio de una cooperativa, era un requisito indispensable que primero pasara por una serie de charlas educativas, luego eso se fue eliminando porque era una barrera que retardaba los procesos y ponía a las cooperativas en desventaja con otras entidades financieras.

Hoy en el cooperativismo eh general, estamos pagando el precio de esas decisiones, los socios ya no tienen claridad de sus derechos y obligaciones, de sus responsabilidades como dueños de la cooperativa, por eso la mayoría solo actúan como clientes y usuarios de los servicios que ofrece la cooperativa.

No se trata de regresar al pasado, de burocratizar los procesos, de poner barreras que nos impidan ser competitivos, pero vivimos en la era de la información y tenemos que ser muy creativos. Las herramientas están disponibles. No hay excusa para no hacer educación cooperativa accesible, moderna y atractiva.

Las cooperativas pueden (y deben) aprovechar:

  • Plataformas de aprendizaje virtual.
  • Aplicaciones móviles con contenidos breves y claros.
  • Podcasts, videos, infografías y cápsulas educativas.
  • Foros digitales, encuentros virtuales, debates en línea.

La clave está en usar un lenguaje sencillo, cercano, que conecte con la realidad del socio. No necesitamos doctrinas complejas ni libros difíciles. Necesitamos explicar, con claridad y pasión, qué es una cooperativa y por qué vale la pena defenderla.

Los dirigentes deben abrir espacios, no cerrarlos

Un error que a veces se comete —aunque de forma involuntaria— es que los directivos y gerentes, en su afán de “cuidar” la cooperativa, reducen la participación de los socios. Ven con recelo el disenso, evitan la crítica, limitan la información disponible. Algunos incluso prefieren que los socios “no se metan”.

Ese camino es peligroso. Porque cuando se limita la participación, se está desactivando la base del modelo cooperativo. La democracia interna no debe ser vista como una amenaza, sino como un pilar fundamental de la sostenibilidad.

Los dirigentes deben ser facilitadores de la educación cooperativa, no sus obstáculos. Deben promover la participación activa, motivar la capacitación y reconocer a los socios como verdaderos dueños. El liderazgo cooperativo no se mide solo en eficiencia financiera, sino en capacidad para cultivar una cultura democrática y participativa.

Una advertencia desde la experiencia

Volviendo brevemente al ejemplo mencionado en el artículo anterior: en México, una gran cooperativa se transformó en entidad mercantil sin resistencia interna. ¿Por qué? Porque no hubo educación cooperativa. Los socios no se sintieron dueños. No supieron defender su organización. El proceso se dio sin participación, sin debate, sin oposición real.

Fue un golpe duro, pero también un aprendizaje. Desde entonces, se han fortalecido los programas educativos en varias cooperativas mexicanas, y se han establecido mecanismos legales que prohíben la transformación del modelo sin disolución previa. Es decir: si hay educación y legislación protectora, hay defensa. Si no, hay desintegración.

¿Y Ecuador?

En el caso de Ecuador, la situación actual pone en evidencia cuánto puede llegar a depender la defensa del cooperativismo no solo de leyes y normativas, sino de la fuerza social organizada desde dentro de cada cooperativa.

No podemos saber con certeza, desde fuera, si todos los socios de las cooperativas están plenamente informados sobre lo que está ocurriendo, ni si participan activamente en la toma de decisiones, ni si cuentan con espacios regulares para el análisis, la formación o el debate colectivo. Pero sí podemos —y debemos— manifestar nuestra preocupación de que, si no existe ese proceso educativo y participativo interno, la defensa institucional será mucho más difícil.

Las estrategias legales y políticas son fundamentales, pero no son suficientes. Una cooperativa sin socios informados y comprometidos corre el riesgo de parecer ante el gobierno —y ante la sociedad— como una simple entidad financiera. Y si los propios socios no hacen oír su voz, si no ejercen su condición de dueños, ¿quién defenderá su cooperativa cuando esté en riesgo?

Por eso el 5º Principio de la ACI —educación, formación e información— no es un complemento, es la clave de la resiliencia cooperativa. Y no solo en Ecuador. En muchos países, la falta de programas educativos constantes ha generado bases sociales pasivas, desarraigadas, que no sienten que la cooperativa les pertenece.

Sin formación, no hay conciencia. Sin conciencia, no hay identidad. Sin identidad, no hay defensa posible.

No es tarde, pero es urgente

El momento actual exige una revalorización profunda del 5º Principio en todos los niveles del movimiento cooperativo. Esta no puede ser una tarea decorativa, ni relegada a un comité de capacitación sin recursos ni respaldo. Debe convertirse en una política institucional prioritaria, asumida desde la alta dirección, desde los consejos de administración y apoyada activamente por los organismos representativos.

Aplicar el 5º Principio no significa solo dar cursos ocasionales o repartir folletos. Significa generar procesos formativos permanentes, con metodologías modernas, adaptadas a diferentes públicos, apoyados en tecnologías accesibles, con un lenguaje claro y con participación activa de los socios. No es un gasto: es una inversión en identidad, en democracia y en sostenibilidad.

Pero esta tarea no puede depender únicamente de los esfuerzos aislados de algunas cooperativas con buena voluntad. Debe asumirse como un compromiso colectivo, una causa común para todo el movimiento. Las federaciones, confederaciones y organismos internacionales tienen una responsabilidad especial: generar materiales, metodologías y espacios de formación conjunta, de modo que ninguna cooperativa —por pequeña o remota que sea— quede fuera de este proceso.

Y no se trata solo de lo que hagan los dirigentes o las organizaciones representativas. La base social también debe asumir un papel más activo. No basta con esperar que las juntas directivas o los gerentes impulsen la formación; los propios socios deben exigir su derecho a estar informados y capacitados, a participar y a ser parte real de las decisiones. El cooperativismo se fortalece cuando sus socios dejan de ser espectadores y se convierten en protagonistas.

Aún hay tiempo. El reloj corre, pero no todo está perdido.

El cooperativismo ecuatoriano —y el latinoamericano en general— todavía puede demostrar que su mayor fortaleza no está solo en sus balances financieros, sino en la conciencia de sus socios, en su capacidad de participación y en la profundidad de sus valores. Y eso solo se construye desde la educación. Ahora es el momento.

Lo que sigue…

En el siguiente artículo hablaremos de otro gran tema pendiente: la integración cooperativa. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajar juntos? ¿Qué pasa con el 6º Principio? ¿Por qué, ante amenazas tan grandes, el cooperativismo sigue tan fragmentado?

La desunión es otro de nuestros grandes talones de Aquiles, porque al parecer entre las cooperativas no sabemos o no queremos “cooperar”. Y ha llegado el momento de abordar ese tema aunque sea delicado e incómodo.

“La mejor defensa de una cooperativa es una base social educada, participativa y crítica. Todo lo demás es vulnerable.”

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De cooperativas a bancos: desnaturalización del modelo cooperativo

Lo que está en juego no es solo la figura legal, sino el alma del cooperativismo

Por Ramón Imperial Zúñiga, Julio 2025

En el artículo anterior de esta serie, compartí mi preocupación por lo que está ocurriendo actualmente en Ecuador. Durante mi participación en la XV Convención Cooperativa Financiera de ICORED, celebrada en Panamá, tuve la oportunidad de dialogar directamente con varios amigos cooperativistas ecuatorianos. Gracias a esas conversaciones, comprendí con mayor claridad la magnitud y gravedad del problema que enfrentan: una reforma legislativa que, bajo el argumento de la modernización financiera, podría obligar a varias cooperativas de ahorro y crédito a transformarse en bancos.

Esta situación no es solo un asunto legal o técnico. Es una amenaza profunda a la naturaleza del modelo cooperativo, una señal de alerta que no puede ignorarse. Porque lo que hoy ocurre en Ecuador, mañana podría repetirse en cualquier otro país si no reaccionamos a tiempo.

Cooperativas y bancos: dos naturalezas distintas

Una cooperativa no es simplemente una entidad financiera más. Es una organización con alma, con historia, con propósito colectivo. Su base no es el capital, sino la confianza mutua y la asociación voluntaria entre personas que comparten necesidades y aspiraciones.

En cambio, un banco es una empresa cuyo propósito central es la maximización del retorno sobre el capital invertido. Los clientes no tienen participación ni voz en las decisiones. No hay principio de equidad o democracia económica. Solo hay oferta y demanda.

Por eso, transformar una cooperativa en banco no es un simple cambio de figura jurídica. Es un cambio estructural, de lógica, de identidad. Se pasa de una economía de personas a una economía de capital. Se abandona el principio de “una persona, un voto” para adoptar el de “una acción, un poder”.

¿Qué implica realmente esta transformación?

Cuando se obliga o se empuja a una cooperativa a transformarse en banco, se destruyen varios de sus pilares fundamentales:

  • La democracia participativa, donde cada socio tiene el mismo valor, sin importar su capital.
  • La propiedad colectiva, que da sentido de pertenencia y compromiso.
  • La distribución equitativa de los excedentes, con criterios solidarios y no especulativos.
  • El compromiso con el territorio, con el desarrollo comunitario, con la economía real.

En su lugar, se impone una lógica externa: la lógica del mercado financiero, donde lo que importa no es el bien común, sino el beneficio privado.

Un modelo exitoso que incomoda

Es necesario decirlo con claridad: lo que está ocurriendo en Ecuador no es casualidad. En los últimos años, las cooperativas de ahorro y crédito ecuatorianas han tenido un crecimiento notable. De 2012 a la fecha, han multiplicado por cuatro sus activos y membresía. Hoy representan más del 25% del sistema financiero del país.

Este éxito —construido desde abajo, con esfuerzo colectivo, con base social— ha empezado a incomodar a ciertos intereses económicos tradicionales, que ven en las cooperativas no un complemento al sistema financiero, sino una amenaza a sus cuotas de mercado.

Y es aquí donde aparece el riesgo: cuando se mezclan presiones externas (políticas o económicas) con debilidades internas, el modelo cooperativo queda vulnerado. El problema no es solo la ley; es también la falta de preparación para enfrentarla.

La desmutualización: una amenaza interna

Vale la pena recordar que la amenaza a la naturaleza cooperativa no siempre viene de fuera. A veces, nace desde adentro.

Un caso emblemático fue el de una gran cooperativa mexicana que, en la década pasada, decidió transformarse en Sociedad Anónima. Se trataba de una organización con cerca de un millón de socios y décadas de historia. Sin embargo, un pequeño grupo de directivos logró, sin oposición real, ejecutar la transformación.

¿Por qué no hubo defensa? Porque durante años se abandonaron los programas de educación cooperativa. Los socios ya no se sentían dueños, sino simples clientes. No hubo conciencia, no hubo pertenencia, no hubo resistencia.

Hoy, esa organización opera como una entidad mercantil, sin participación democrática ni compromiso cooperativo. Y su caso nos recuerda que, cuando no formamos ni cultivamos la identidad cooperativa, la desmutualización puede imponerse en silencio, sin que nadie la detenga.

Como consecuencia de esa descooperativización silenciosa, el movimiento cooperativo de México —aunque reaccionó tarde en ese caso— logró impulsar una respuesta normativa importante. Con el apoyo de varios legisladores comprometidos, se incorporó en la nueva legislación aprobada en 2009 una prohibición expresa: ninguna cooperativa de ahorro y préstamo podrá transformarse en otro tipo de sociedad mercantil. Si una cooperativa desea dejar de operar, debe hacerlo a través de un proceso de liquidación, en el cual el patrimonio no puede ser transferido a particulares. Esta disposición legal se convirtió en una barrera de protección institucional, precisamente para evitar que se repitiera un caso similar. Es un claro ejemplo de cómo, incluso tras un error, pueden construirse mecanismos de defensa, siempre y cuando haya voluntad, conciencia y organización.

Ecuador: un cruce de caminos

Lo que enfrenta hoy Ecuador es una situación crítica que combina dos dimensiones peligrosas:

  • Por un lado, una presión legal y política concreta que abre la posibilidad de transformar cooperativas en bancos.
  • Por otro, una preocupación latente: ¿existe plena cohesión interna, claridad de rumbo y movilización suficiente en el propio sector cooperativo ecuatoriano?

No podemos afirmar desde fuera si hay desinformación o falta de convicción en las cooperativas más expuestas a esta amenaza. Sería irresponsable generalizar. Sin embargo, como cooperativistas, no podemos dejar de preguntarnos —desde la preocupación solidaria— si todos los actores están plenamente conscientes del momento histórico que están viviendo.

¿Están los socios informados y movilizados?
¿Tienen los directivos y gerentes una posición clara y firme en defensa de la identidad cooperativa?
¿Existe unidad de acción entre las organizaciones representativas del sector?
¿Hay mecanismos de participación activa para que los propios socios hagan sentir su voz?

Porque si los socios no se sienten realmente parte de la cooperativa —si no se reconocen como propietarios y sujetos políticos del modelo—, el riesgo de que el gobierno los perciba simplemente como “clientes” es altísimo. Y entonces, el proceso de transformación podría avanzar con menos resistencia, legitimado por la inacción o el silencio.

Esa es una de las principales debilidades que puede tener hoy no solo el cooperativismo ecuatoriano, sino también el de otros países: la falta de arraigo, pertenencia y conciencia por parte de los socios, provocada muchas veces por la ausencia de formación cooperativa continua.

Cuando no hay identidad compartida, cuando se dejan de cultivar los principios y valores, la puerta a la desmutualización se abre con más facilidad. A veces, ni siquiera hace falta una imposición externa: basta con el desinterés interno para que todo lo construido durante décadas se diluya sin resistencia.

Por eso es urgente —y esperanzador— que los propios socios se hagan presentes, que se movilicen, que hagan ver al gobierno que están ante algo muy diferente a un banco tradicional.

Están ante cooperativas, organizaciones sociales de propiedad colectiva, y los socios no son clientes: son los verdaderos dueños.

Lo que está en juego: el alma del cooperativismo

Debemos entender que este no es un problema menor. No se trata solo de cambiar estatutos o modelos operativos. Está en juego el alma del cooperativismo.

Una cooperativa no es un banco con otro nombre. Es una forma distinta de entender la economía. Es una herramienta de inclusión, de democracia económica, de equidad.

Si permitimos que una reforma legal borre esa diferencia, si aceptamos que las cooperativas pueden transformarse en bancos sin mayor debate, habremos perdido una batalla histórica.

Una reacción solidaria e inteligente

Frente a esto, el movimiento cooperativo internacional no puede seguir en silencio o con acciones tibias. El tiempo corre, y corre rápido. El plazo de 90 días establecido en la reforma ecuatoriana avanza. A finales de septiembre podrían verse los primeros intentos de conversión.

Ya se han pronunciado algunos organismos como COLAC, CCC-CA, ACI-Américas, y otros más. Pero necesitamos más:
🔸 Federaciones y confederaciones nacionales en cada país.
🔸 Cooperativas grandes y pequeñas.
🔸 Organismos continentales y mundiales.
🔸 Ciudadanos cooperativistas comprometidos.

Convendría también contar con el apoyo de otros organismos internacionales que tienen presencia continental, como el Consejo Mundial de Cooperativas de Ahorro y Crédito, WOCCU, Movimiento Desjardins de Canadá, La Confederación Alemana de Cooperativas, DGRV, y la propia Alianza Cooperativa Internacional, ACI cuyo presidente, el Dr. Ariel Guarco, es de Argentina.

Se requieren no solo comunicados o ruido en redes sociales. También oficios enviados directamente al Presidente del Ecuador, al Congreso, a las entidades públicas. Cartas abiertas. Reuniones con embajadas. Gestiones diplomáticas. Presión coordinada.

Reflexión final

En cada país hay organismos cooperativos fuertes: OCB en Brasil, Cooperar en Argentina, CONCAMEX en México, FEDECOAC en Paraguay, CONFECOOP de Colombia, CUDECOOP de Uruguay, FEDPA en Panamá, y muchos más. Es momento de que esas organizaciones se expresen. Que digan: Ecuador no está solo.

Y para que estas acciones tengan sentido, deben hacerse de la mano de los organismos representativos del cooperativismo ecuatoriano. Esta es una lucha que solo puede ganarse con legitimidad y unidad.

Continuará…

Este segundo artículo forma parte de una serie de cinco. El siguiente abordará un tema que atraviesa todo lo anterior: la educación cooperativa. ¿Cómo puede una cooperativa defenderse si sus socios no saben que lo son? ¿Cómo se construye conciencia cooperativa? ¿Por qué es tan fácil que una organización se transforme sin que nadie reaccione?

Porque sin educación, no hay participación. Y sin participación, no hay cooperativismo que resista.

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¿Conviene a las cooperativas que los socios participen activamente?

En muchas cooperativas, esta pregunta se susurra en pasillos, se evita en reuniones y rara vez se plantea de manera abierta. ¿Por qué? Porque detona un debate profundo, desafiante y necesario. Un debate que toca nervios sensibles, cuestiona formas establecidas y pone sobre la mesa el corazón mismo del modelo cooperativo: la participación de sus socios.

¿De verdad conviene a las cooperativas que sus socios participen activamente? La respuesta, si se mira desde la esencia del cooperativismo, es un sólido y rotundo sí. Pero si se examina desde las prácticas cotidianas de muchas cooperativas, la cosa se vuelve más compleja, contradictoria y, a veces, hasta incómoda.

Este artículo propone una reflexión crítica, honesta y provocadora. Porque si queremos fortalecer al movimiento cooperativo, no podemos seguir eludiendo esta cuestión. Hay que mirar de frente.

La participación activa como columna vertebral del cooperativismo

El modelo cooperativo se sostiene sobre principios. No son adornos teóricos, son guías operativas. Entre ellos, el segundo principio es contundente: control democrático por parte de los socios.

Eso significa que los socios no solo tienen derecho a votar, sino a:

  • Informarse sobre la gestión.
  • Deliberar sobre el rumbo.
  • Cuestionar decisiones.
  • Proponer nuevas ideas.
  • Exigir rendición de cuentas.

Una cooperativa donde los socios están pasivos, desinformados o desinteresados pierde su naturaleza. Podrá tener estructura legal, productos competitivos, incluso reconocimiento institucional, pero no es una verdadera cooperativa. Es una empresa disfrazada de cooperativa.

Pero… ¿a todos les conviene que los socios participen?

Y aquí viene la tensión. Porque, aunque en el discurso se aplaude la participación, en la práctica puede incomodar, molestar o incluso amenazar ciertos equilibrios de poder.

  1. A la cooperativa como organización, sí le conviene

Desde su razón de ser, una cooperativa se enriquece cuando sus socios participan. Porque:

  • Se fortalece la identidad.
  • Se detectan más rápido los problemas.
  • Se aprovechan mejor los conocimientos diversos.
  • Se evita la burocratización.
  • Se construye legitimidad y sentido de pertenencia.

Las cooperativas que fomentan una participación activa, informada y crítica son más resilientes, más democráticas y más sostenibles en el tiempo.

  1. A los directivos, no siempre les conviene

La participación activa de los socios implica mayor vigilancia, mayor rendición de cuentas y menor espacio para decisiones unilaterales.

En cooperativas donde el Consejo de Administración se ha convertido en un círculo cerrado, donde se repiten los mismos liderazgos durante años, donde se teme la renovación, la participación activa se vuelve una amenaza.

Soci@s más crític@s pueden:

  • Exigir transparencia.
  • Denunciar irregularidades.
  • Promover elecciones competitivas.
  • Cuestionar alianzas o contrataciones opacas.

Por eso, en algunos casos, la participación se simula: se convoca a asambleas sin debate, se presentan informes cerrados, se limita el acceso a la información.

  1. A la gerencia, puede sacarla de su zona de confort

Un gerente en una cooperativa con socios activos no tiene una gestión fácil. Tiene una gestión vigilada, discutida, cuestionada. Debe justificar decisiones, explicar resultados, dialogar con sectores diversos.

Para algunos gerentes, esto puede ser una carga. Para otros, una oportunidad de hacer gestión con sentido, con apoyo de la base social.

El problema es cuando se construyen gerencias con lógicas empresariales, desligadas de la democracia interna. Allí, la participación activa incomoda porque impide decisiones verticales, porque exige más que resultados financieros: exige coherencia con el proyecto cooperativo.

  1. Al personal empleado, puede no parecerle lo más cómodo

Muchos trabajadores de cooperativas no están formados en cooperativismo. Ven a los socios como usuarios, como clientes. No comprenden que son los dueños legítimos de la organización.

Cuando los socios comienzan a ejercer su condición de dueños, preguntan, exigen, critican. Eso puede ser visto como una molestia.

Pero si se forma adecuadamente al personal, si se construye una cultura de respeto mutuo, el diálogo entre socios y empleados puede enriquecer la calidad del servicio, el sentido del trabajo y la cultura organizacional.

Romper el paradigma del socio pasivo

En muchas cooperativas se ha naturalizado la figura del socio pasivo: el que sólo consume, el que asiste a la asamblea para aplaudir, el que vota lo que le indican, el que no molesta.

Ese modelo puede funcionar un tiempo, pero es inviable a largo plazo. Porque:

  • Se debilita la democracia.
  • Se genera desconfianza.
  • Se abre espacio a la corrupción o ineficiencia.
  • Se pierde el sentido educativo y transformador del cooperativismo.

Una cooperativa viva necesita socios críticos, informados, participativos. No por romanticismo, sino por estrategia.

La participación activa construye poder colectivo

Un socio activo no solo fiscaliza. También propone. Aporta ideas. Defiende la cooperativa ante amenazas externas. Moviliza a otros. Se vuelve embajador del proyecto.

  • En cooperativas de ahorro y crédito: puede impulsar mejores productos financieros.
  • En cooperativas de vivienda: puede dinamizar la vida comunitaria.
  • En cooperativas de salud: puede promover la prevención y el autocuidado.
  • En cooperativas de trabajo: puede fortalecer la gestión participativa.

Donde hay participación real, hay comunidad. Hay sentido de pertenencia. Hay resistencia frente a la adversidad.

Pero… ¿cómo fomentar esa participación?

No basta con convocar a una asamblea una vez al año. Hay que construir condiciones para que la participación suceda:

  • Educación cooperativa permanente: formar en principios, derechos, responsabilidad.
  • Transparencia total: acceso sencillo a información relevante.
  • Espacios diversos de participación: comités, foros, encuestas, cabildos.
  • Escucha activa de las autoridades: recoger inquietudes y responder con respeto.
  • Reconocimiento a los aportes: valorar la iniciativa, celebrar el compromiso.

Reflexión final: la participación no es un riesgo, es la razón de ser

Algunos directivos o gerentes pueden ver la participación activa como un riesgo. Y lo es. Es un riesgo para el autoritarismo, para la comodidad, para la opacidad.

Pero es también la mayor fortaleza de una cooperativa. Es lo que la diferencia de cualquier empresa convencional. Es lo que garantiza que no se pierda el rumbo. Que no se convierta en una estructura vacía.

La participación activa de los socios no solo conviene. Es imprescindible.

Porque una cooperativa donde los socios son protagonistas:

  • Es más justa.
  • Es más transparente.
  • Es más innovadora.
  • Es más fuerte.

Y sobre todo: es más cooperativa.

¡Que nadie nos convenza de lo contrario!

Invitemos a participar. Eduquemos para participar. Creamos en la participación.

Porque solo así, el cooperativismo será lo que está llamado a ser: una economía al servicio de las personas, construida por ellas mismas.

Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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¿Quién define el éxito en una cooperativa?

En el mundo empresarial tradicional, el éxito se mide con cifras claras: ganancias, crecimiento, rentabilidad, retorno de inversión. Las métricas están bien establecidas y son aceptadas casi sin discusión. Sin embargo, cuando hablamos de cooperativas, esa definición no solo se vuelve insuficiente: puede llegar a ser engañosa.

Las cooperativas no son empresas como cualquier otra. Son empresas sociales, con una doble naturaleza: económica y solidaria. Generan bienes y servicios, pero también construyen comunidad, fortalecen la democracia y transforman vidas. Por eso, en una cooperativa, preguntarse quién define el éxito no es una pregunta secundaria: es una cuestión esencial.

Éxito según los números: una mirada limitada

En muchos espacios cooperativos, se ha adoptado de forma acrítica el lenguaje de la empresa tradicional. Se habla de éxito en términos de:

  • Crecimiento en activos.
  • Rentabilidad financiera.
  • Número de sucursales.
  • Expansión territorial.
  • Volumen de operaciones.

Y si bien estos indicadores son importantes para la sostenibilidad, no pueden ser los únicos ni los principales. Una cooperativa puede crecer en números y al mismo tiempo alejarse de su identidad, de su base social, de sus principios.

Es cierto que las cooperativas necesitan estabilidad económica, liquidez y solvencia para operar y cumplir sus fines. Pero cuando esos fines se subordinan a las métricas, cuando el éxito se reduce al balance financiero, corremos el riesgo de vaciar de contenido al cooperativismo.

El riesgo de parecerse demasiado a una empresa convencional

Cuando el éxito se mide solo con criterios financieros, muchas cooperativas terminan pareciéndose demasiado a las empresas capitalistas que supuestamente vinieron a transformar. Se vuelve más importante el balance que la participación, más relevante la rentabilidad que la equidad, más central la eficiencia que el empoderamiento.

Esto se traduce en:

  • Socios convertidos en clientes.
  • Directivos que se eternizan y toman decisiones cupulares, sin consultar a la base.
  • Gerencias que priorizan indicadores antes que el impacto social o comunitario.
  • Asambleas sin debate, donde todo ya está definido de antemano.
  • Empleados sin formación cooperativa, que repiten rutinas sin comprender el propósito profundo de su organización.

Y al final, éxito sin alma. O peor: éxito aparente que erosiona lentamente el sentido profundo del cooperativismo.

Éxito desde la identidad cooperativa

Una cooperativa que se respeta a sí misma debería preguntarse periódicamente:

  • ¿Estamos cumpliendo nuestro objeto social?
  • ¿Cómo impactamos en la vida concreta de nuestros socios y su entorno?
  • ¿Estamos construyendo poder colectivo o solo gestionando servicios?
  • ¿Cuánta participación real hay en nuestras decisiones?
  • ¿Quiénes se benefician del crecimiento institucional? ¿Toda la base social o solo una cúpula?
  • ¿Estamos fortaleciendo o debilitando la identidad cooperativa?

Responder a esas preguntas es redefinir el éxito. Porque una cooperativa exitosa no es solo la que crece, sino la que transforma. No solo la que compite, sino la que coopera. No solo la que genera resultados, sino la que genera conciencia.

Algunos ejemplos para reflexionar

  • Una cooperativa financiera que otorga millones en crédito, pero excluye a los pequeños productores o a los sectores informales. ¿Es eso éxito? ¿O es repetir la lógica excluyente de la banca tradicional?
  • Una cooperativa de salud con instalaciones modernas y costosos equipos, pero sin espacios de participación de los usuarios, sin formación en prevención o sin atención humana. ¿Es eso éxito?
  • Una cooperativa de vivienda que entrega casas rápidamente, pero sin procesos de integración barrial, sin acompañamiento para la convivencia, sin acceso a servicios básicos. ¿Es eso éxito?
  • Una cooperativa agropecuaria que exporta grandes volúmenes, pero invisibiliza a las mujeres productoras, no invierte en prácticas sustentables y concentra el poder en pocos liderazgos. ¿Es eso éxito?

Si en todas estas experiencias se prioriza lo financiero sobre lo humano, lo inmediato sobre lo sustentable, el éxito puede ser una trampa. Una trampa disfrazada de eficiencia que esconde la pérdida de sentido.

El rol de cada actor en la definición del éxito

Los socios deben recuperar su rol de dueños. No pueden conformarse con ser beneficiarios pasivos ni consumidores de servicios. Tienen el derecho y el deber de exigir una gestión alineada con la misión cooperativa. El éxito debe medirse también por cómo mejora su vida, su entorno, su participación.

Los directivos tienen la responsabilidad política de conducir la cooperativa de acuerdo con sus principios. Eso implica resistir la presión de medir todo con parámetros empresariales clásicos, e impulsar procesos de rendición de cuentas, participación real y renovación de liderazgos.

Los gerentes deben comprender que su rol es estratégico, pero que no son “dueños” de la cooperativa. Deben gestionar con eficiencia, sí, pero con ética cooperativa. El éxito operativo debe ser un medio para alcanzar fines sociales, no al revés.

Los empleados y colaboradores también deben ser parte de esta reflexión. Necesitan formación en identidad cooperativa y espacios para comprender cómo su trabajo impacta en la misión institucional. No son técnicos neutros: son actores clave del modelo.

Nuevas formas de medir el éxito

Para avanzar hacia una visión cooperativa del éxito, necesitamos también nuevos instrumentos, indicadores y formas de evaluación. Algunos ejemplos concretos podrían ser:

  • Niveles de participación efectiva: No solo cuántas personas asisten a la asamblea, sino cuántas proponen, debaten, inciden.
  • Percepción de pertenencia: ¿Los socios se sienten escuchados? ¿Se identifican con su cooperativa o la ven como un prestador de servicios?
  • Equidad interna: ¿Se distribuyen los beneficios de manera justa? ¿Hay desigualdad en los accesos, los créditos, los apoyos?
  • Transformación territorial: ¿La cooperativa mejora el entorno en el que opera? ¿Fortalece la economía local? ¿Promueve la justicia social?
  • Educación y conciencia cooperativa: ¿Hay programas formativos? ¿Se entiende qué es una cooperativa más allá de sus productos?
  • Alianzas solidarias: ¿Se aplica el sexto principio cooperativo? ¿Se apoya a otras cooperativas, se articula con redes comunitarias?

Autocrítica necesaria, no para destruir sino para reconstruir

Este artículo no es un ataque contra las cooperativas exitosas. Es una invitación a revisar qué entendemos por éxito y a quién le sirve esa definición. No hay nada malo en crecer, en profesionalizarse, en innovar. Lo peligroso es perder el rumbo. Dejar de preguntarse para qué existimos. Y eso, tarde o temprano, afecta la sostenibilidad, la confianza, la legitimidad.

Hacer autocrítica no es debilidad, es coherencia. No es retroceder, es corregir el camino antes de perdernos en una ruta que no nos pertenece.

Conclusión: redefinir el éxito es un acto de coherencia

En un mundo que idolatra el éxito individual, el cooperativismo tiene una oportunidad histórica: demostrar que otra forma de medir el progreso es posible. Una forma donde el crecimiento va de la mano con la justicia, donde la eficiencia convive con la democracia, donde la rentabilidad está al servicio del bien común.

Redefinir el éxito es volver al origen. Es recordar que las cooperativas no nacieron para ser las más grandes, sino las más humanas. No para competir como las empresas tradicionales, sino para demostrar que el desarrollo con dignidad y equidad es posible.

Porque el verdadero éxito de una cooperativa no se mide solo en balances… se mide en vidas transformadas, comunidades fortalecidas y sueños colectivos que se hacen realidad.

Ese es el tipo de éxito que necesitamos recuperar.

Ese es el tipo de éxito que vale la pena defender.

 

Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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El ser humano en el centro: Cooperativismo y la defensa del individuo en la economía solidaria

En los debates contemporáneos sobre modelos económicos, se suele presentar un falso dilema: o bien se prioriza el capital y la competencia individual como en el capitalismo, o se privilegia al colectivo en detrimento del individuo, como ha ocurrido en versiones autoritarias del comunismo o el socialismo estatista.

En medio de ese escenario polarizado, el cooperativismo emerge como una propuesta distinta: una economía con rostro humano en la que la comunidad importa, sí, pero donde la persona no se pierde ni se diluye. Cada socio es sujeto activo, con derechos, responsabilidades y poder real. Ni pieza del engranaje capitalista, ni número anónimo en la masa colectiva: persona completa, con voz, voto y dignidad.

Entre dos extremos que reducen a la persona

El capitalismo, con su énfasis en la propiedad privada y la maximización del beneficio individual, ha llevado a una creciente concentración de riqueza. En este sistema, el valor de las personas suele medirse por su capacidad de producir, consumir o competir. Quien no puede hacerlo —por pobreza, discapacidad, edad, género o condición— es marginado del sistema. La lógica es clara: quien no genera rentabilidad, no cuenta.

En este modelo, el éxito económico personal se convierte en medida de valor humano, y las relaciones sociales se reducen a contratos transaccionales. La empresa tradicional refleja esta lógica: lo que importa es el capital, no quién lo produce.

Por otro lado, el comunismo autoritario y ciertas formas de socialismo estatal han sacrificado la libertad individual en nombre de la colectividad o del Estado. La planificación centralizada ha sustituido la autonomía personal; la voz disidente ha sido silenciada en pro de la unidad. La persona desaparece en la masa, y la diversidad es vista como amenaza. La comunidad se vuelve una abstracción que justifica la anulación del individuo.

El resultado en ambos casos es el mismo: la persona deja de ser el fin y se convierte en medio. Se deshumaniza la economía.

El cooperativismo como tercera vía humanizadora

El cooperativismo, en cambio, se funda en un principio ético radical: las personas por encima del capital, pero también por encima del poder del Estado.

En una cooperativa:

  • Cada persona vale lo mismo: un socio, un voto.
  • La propiedad es compartida, pero el protagonismo es personal.
  • La participación no es formal, es sustantiva.
  • La comunidad es importante, pero solo si se construye desde la libertad individual.

El cooperativismo propone un equilibrio entre lo colectivo y lo individual. El grupo no aplasta a la persona; la empodera. La comunidad no sustituye la autonomía; la fortalece.

Una economía con identidad y conciencia

Las cooperativas no son simples mecanismos de distribución más justa. Son proyectos económicos con identidad. No están llamadas solo a “mejorar condiciones” en un sistema desigual, sino a transformar la forma misma en que entendemos la economía.

Y esa transformación empieza por entender que el ser humano no es una variable de ajuste. No es recurso humano. Es sujeto. Y como sujeto:

  • Tiene derecho a decidir.
  • Tiene derecho a formarse.
  • Tiene derecho a disentir.
  • Tiene derecho a ser protagonista.

El cooperativismo, cuando se vive con autenticidad, resiste la despersonalización del capitalismo y la homogeneización del colectivismo.

Casos donde el equilibrio se pierde

Aunque el modelo cooperativo está diseñado para poner a la persona en el centro, no siempre lo logra en la práctica. Veamos algunos ejemplos:

  • En cooperativas financieras, a veces se priorizan los indicadores contables por encima de las necesidades reales de los socios. Se ofrece crédito al que menos lo necesita y se margina al que más lo requiere, repitiendo la lógica bancaria.
  • En cooperativas de salud, la burocracia interna puede convertirse en un obstáculo para el trato humano y empático, priorizando protocolos por encima de las historias individuales.
  • En cooperativas de vivienda, es común que los procesos de construcción o asignación de espacios se den sin consultar adecuadamente a las personas que habitarán esas viviendas.
  • En cooperativas de trabajo asociado, se han registrado casos donde la toma de decisiones está concentrada en grupos reducidos, y el resto de los socios se convierte en fuerza laboral sin participación efectiva.

En todos estos casos, el cooperativismo pierde su alma cuando pierde de vista al ser humano.

Participar es ser reconocido como sujeto

En el cooperativismo, la participación no debe ser decorativa. Tiene que ser real. Y eso implica:

  • Generar espacios de deliberación donde las personas puedan expresar sus opiniones.
  • Diseñar mecanismos inclusivos donde todas las voces cuenten, incluso las críticas.
  • Formar a los socios para que entiendan, analicen y decidan con responsabilidad.

Cuando eso ocurre, el socio no es un cliente, ni un espectador, ni un voto ocasional. Es un actor pleno.

El poder de la persona como base de la comunidad

Hay una verdad fundamental que sostiene al cooperativismo: no existe comunidad verdadera sin individuos empoderados.

La comunidad no es una suma de masas obedientes. Es un tejido de personas que piensan, sienten, proponen, dudan, sueñan. Y solo cuando esas personas tienen espacio para desarrollarse, la comunidad puede crecer en autenticidad.

El cooperativismo cree en el poder de lo colectivo, pero no como imposición, sino como acuerdo libre entre iguales. Cree en la construcción de consensos, no en la uniformidad impuesta. Cree en la diversidad, no en la obediencia ciega.

Educación cooperativa: clave para el protagonismo

Una de las herramientas más potentes para poner al ser humano en el centro es la educación cooperativa. Formar no solo en conceptos financieros o administrativos, sino en:

  • Pensamiento crítico.
  • Participación democrática.
  • Ética del cuidado.
  • Derechos y responsabilidades.

Solo una base social educada puede ejercer su rol protagónico. De lo contrario, la cooperativa corre el riesgo de caer en manos de élites internas, alejadas de la voluntad y necesidades del colectivo.

Desafíos para todos los actores

  • Socios y socias: no aceptar ser espectadores. Involucrarse, preguntar, formarse, exigir.
  • Consejos de administración: garantizar que cada decisión refleje el sentir de las personas, no solo los indicadores.
  • Gerentes: gestionar con eficiencia, pero sin olvidar que cada número representa una historia humana.
  • Equipos técnicos: construir desde el conocimiento, pero dialogando con la experiencia de la base social.

Conclusión: sin personas, no hay cooperativismo

En tiempos donde la tecnología, la automatización y la economía de plataformas tienden a despersonalizar las relaciones, el cooperativismo debe reafirmar su esencia: la economía al servicio de las personas, no las personas al servicio de la economía.

El cooperativismo es una apuesta valiente por un modelo donde la comunidad potencia al individuo y el individuo sostiene a la comunidad. Donde el poder se comparte, el saber se democratiza y la dignidad se respeta.

Hoy más que nunca, necesitamos cooperativas que no olviden para qué existen: para que cada persona viva mejor, con otros, en libertad, equidad y responsabilidad compartida.

Ese es el centro. Esa es la diferencia.

Ese es el verdadero rostro humano de la economía solidaria.

🖋️ Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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Ni mercado sin alma, ni colectivismo sin rostro: El cooperativismo como economía con rostro humano

En otras palabras: NO a los excesos del capitalismo, del comunismo y del socialismo.

En un mundo donde los extremos marcan las agendas económicas, el cooperativismo sigue siendo una de las pocas propuestas que apuestan por el equilibrio. Por un lado, el capitalismo competitivo, centrado en la acumulación de riqueza, ha convertido al mercado en una entidad casi sagrada, donde el éxito se mide por la rentabilidad individual, y el ser humano vale lo que puede consumir o producir. Por otro lado, el colectivismo extremo, representado por versiones dogmáticas del comunismo, ha terminado por diluir la individualidad en nombre de la comunidad, negando la libertad personal y la diversidad de voces.

Entre esos dos modelos, el cooperativismo propone una tercera vía: una economía con rostro humano, donde la comunidad no anula a la persona, y donde el desarrollo no se mide solo en cifras, sino en bienestar compartido, equidad, democracia y sostenibilidad.

Cuando el mercado olvida el alma

El capitalismo ha traído consigo innovación, eficiencia y dinamismo económico. Nadie puede negarlo. Pero también ha generado desigualdad estructural, precarización laboral, depredación ambiental y una peligrosa concentración de poder económico en manos de unos pocos.

En este modelo, el dinero está por encima de las personas. Las empresas existen para maximizar ganancias, no para mejorar vidas. Se valora más el capital que al trabajador, más el rendimiento que la dignidad, más la competencia que la solidaridad.

Muchas veces se habla de “capitalismo con rostro humano”. Pero, ¿qué tan humano puede ser un sistema que permite que 1% de la población concentre más riqueza que el 50% más pobre del planeta?

Cuando la colectividad borra al individuo

El comunismo, por su parte, nació como una crítica radical al capitalismo. Pero en su versión más ortodoxa y autoritaria, cayó en el error opuesto: minimizar la libertad individual, suprimir la iniciativa propia y subordinar todo al Estado o al partido.

En nombre de la comunidad, la persona perdió rostro. Se impuso una visión única, centralizada, sin espacio para la diversidad o la disidencia. El colectivismo no era solidaridad, era obediencia. La economía no se construía desde las bases, sino desde el centro.

Este modelo generó rigidez, estancamiento, control excesivo y, en muchos casos, violaciones a derechos humanos. Terminó por demostrar que sin libertad individual, la comunidad también se vacía de sentido.

El cooperativismo: una alternativa con equilibrio

El cooperativismo propone otro camino. Parte de una convicción simple pero poderosa: las personas son el centro de la economía, no un recurso más. Y esa centralidad no se impone desde arriba, sino que se construye colectivamente, con reglas claras, con valores compartidos y con democracia económica.

En una cooperativa:

  • La propiedad es colectiva, pero la participación es individual. Cada persona tiene voz, voto y capacidad de incidir.
  • La gestión es compartida, pero respetando roles. No hay caudillos ni tecnócratas todopoderosos.
  • La rentabilidad importa, pero al servicio de un propósito social.
  • La comunidad es clave, pero sin borrar la diversidad de intereses, historias y perspectivas.

Empresas sociales, no empresas cualquiera

Una cooperativa sí es una empresa, pero no una empresa cualquiera. Es una empresa social, es decir, orientada a generar valor económico y social simultáneamente. No maximiza utilidades para repartir entre accionistas, sino que reinvierte para el beneficio de todos sus socios y de la comunidad.

Esto la diferencia claramente de la empresa privada tradicional, y también del aparato estatal centralizado. Es autónoma, autogestionada y democrática. Y funciona en el mercado, pero con valores.

En todos los sectores, el equilibrio es posible

  • En las cooperativas de ahorro y crédito, el reto es incluir a quienes han sido excluidos del sistema financiero, pero sin caer en las lógicas bancarias que priorizan rentabilidad sobre bienestar.
  • En las cooperativas de salud, se trata de brindar servicios de calidad, sin convertir la atención médica en mercancía, ni limitar la gestión a esquemas burocráticos.
  • En las cooperativas de vivienda, el objetivo es garantizar el derecho a habitar dignamente, equilibrando necesidades individuales con convivencia colectiva.
  • En las cooperativas de producción o agropecuarias, se debe promover la eficiencia sin caer en la explotación del trabajo, ni en la subordinación de los pequeños productores.
  • En las cooperativas de educación, turismo, tecnología o seguros, el desafío es innovar sin perder el compromiso con la equidad, el respeto a la persona y la construcción de comunidad.

Ni idealismo ingenuo, ni pragmatismo sin alma

El cooperativismo no pretende ser perfecto. Pero su riqueza está en su capacidad de tensionar los extremos, de aprender de ambos modelos sin imitar ninguno.

  • Toma del mercado la iniciativa, la creatividad, la eficiencia.
  • Toma del socialismo el sentido de comunidad, justicia y solidaridad.
  • Pero reivindica como propio el poder de las personas organizadas que deciden sobre su propia economía.

Es, en el fondo, una práctica de democracia económica real. No basta con votar cada cierto tiempo: se trata de construir colectivamente, cada día, desde abajo.

Una economía con rostro humano

Hablar de rostro humano no es una frase bonita. Es una apuesta concreta:

  • Por una economía donde las decisiones no las tomen solo los que tienen capital.
  • Donde el éxito no se mida por la cuenta bancaria, sino por la vida digna de las personas y comunidades.
  • Donde la competencia no borre la solidaridad, ni la eficiencia elimine la participación.
  • Donde el crecimiento sea sostenible, justo, compartido.

Reflexión para los actores cooperativos

  • A los socios, recordarles que tienen poder, voz y responsabilidad. Que la cooperativa no es un proveedor, sino una organización que les pertenece.
  • A los directivos, invitarles a ejercer un liderazgo con valores, con transparencia, con humildad. Sin clientelismos ni protagonismos.
  • A los gerentes, pedirles que gestionen con eficiencia, pero con alma. Que recuerden que no administran una empresa cualquiera, sino una organización con historia, con principios, con una misión social.
  • A los empleados cooperativos, motivarles a vivir los valores cooperativos en su práctica diaria, a entender que su trabajo es parte de una transformación más amplia.

El cooperativismo, hoy más necesario que nunca

En un mundo polarizado entre el mercado deshumanizado y el colectivismo uniformador, el cooperativismo tiene una oportunidad histórica: demostrar que otra economía es posible y ya está en marcha.

Una economía donde la eficiencia no excluye la equidad. Donde la innovación no borra la democracia. Donde el capital no manda, sino que sirve al bienestar común.

Una economía con rostro humano.

Porque al final del día, el éxito de una cooperativa no se mide por el tamaño de su edificio, ni por los ceros en su balance… sino por cuántas vidas transforma, cuántas comunidades empodera, cuánto sentido construye.

Ese es el desafío. Y también la esperanza.

🖋️ Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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¿Y si las cooperativas no fueran “alternativas”, sino el modelo base?

Una reflexión, análisis y pensamiento crítico de Ramón Imperial Zúñiga

🌱 Entrada.

Durante siglos nos han hecho creer que las cooperativas son una opción secundaria, una especie de “plan B” del sistema económico. Pero, ¿y si el orden fuera el contrario? ¿Qué pasaría si el modelo económico dominante en el mundo fuera el cooperativo, y el capitalismo un experimento marginal? Esta pregunta, más que una utopía, es una invitación a reflexionar profundamente sobre lo que consideramos “normal” y “posible”.

🔍 ¿Quién definió lo que es “normal” en economía?

La historia económica que aprendimos está escrita desde una narrativa dominante: la del capital privado, la competencia individual, la acumulación y la maximización del beneficio. Lo “natural”, se nos dice, es el mercado libre, el éxito personal y la competencia. Las cooperativas, mutuales y otras formas solidarias han sido reducidas a notas al pie, como si fueran fenómenos simpáticos pero anecdóticos.

Sin embargo, desde comunidades indígenas que practican la reciprocidad hasta redes de solidaridad urbana que nacen en cada crisis, existen formas económicas centradas en la colaboración, el cuidado mutuo y la propiedad colectiva. ¿Y si esas formas no fueran excepciones sino el centro?

🧭 Imaginando un mundo basado en cooperativas

¿Qué pasaría si las cooperativas fueran la regla, no la excepción?

  • Las escuelas enseñarían cooperación desde la infancia, formando ciudadanos que entienden el valor de la comunidad, el trabajo colectivo y la justicia económica.
  • Las empresas serían democráticas por diseño, con decisiones tomadas entre personas y no por accionistas invisibles.
  • La propiedad se distribuiría de forma justa, con énfasis en el bienestar colectivo en lugar del enriquecimiento individual.
  • La tecnología estaría al servicio de la comunidad, no de los monopolios globales.
  • Los medios de comunicación serían cooperativas informativas, independientes y gobernadas por quienes informan y quienes se informan.

Este ejercicio imaginativo no es ingenuo. Nos permite ver con claridad que la “normalidad” capitalista no es natural, ni eterna, ni universal. Es una construcción. Y como toda construcción, puede cambiarse.

🔄 Lo que ganamos (y lo que evitamos)

Un mundo donde el modelo económico predominante fuera cooperativo no solo implicaría más justicia, sino también:

  • Menor desigualdad estructural, al evitar la concentración de la riqueza.
  • Mayor resiliencia económica, al priorizar necesidades reales sobre la especulación.
  • Democracia profunda, más allá del voto político: una democracia económica del día a día.
  • Sostenibilidad auténtica, basada en la corresponsabilidad y el cuidado del entorno.
  • Reducción de la precariedad, al poner en el centro a las personas trabajadoras, no al capital.

¿Y qué evitaríamos? Crisis financieras originadas por la especulación, corrupción ligada a la captura corporativa del Estado, guerras comerciales y explotación laboral masiva.

💡 Entonces, ¿por qué no es así?

Porque los sistemas de poder no sueltan fácilmente sus privilegios. Porque cambiar la base económica de una sociedad implica cuestionar profundamente sus valores culturales, sus instituciones políticas y sus mecanismos legales. Pero también porque, muchas veces, los propios movimientos cooperativos han asumido un papel demasiado modesto, limitado a “resistir” en vez de disputar el sentido común.

No basta con ser “alternativos”. El cooperativismo debe aspirar a ser el modelo hegemónico del futuro. No por imposición, sino por convencimiento. Por viabilidad ética, ecológica y humana.

📣 Cierre: La utopía como método

Imaginemos para transformar. Cambiar la pregunta —de “¿es viable una economía cooperativa?” a “¿por qué no lo es ya?”— nos permite abrir nuevas posibilidades. El papel del cooperativismo no es adaptarse al mundo tal como está, sino construir el mundo tal como podría ser.

Las cooperativas no son un plan B. Son, en muchos aspectos, un plan A aún por desplegar.

y tu ¿Qué opinas?  espero tus comentarios y retroalimentación al final…


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Crecimiento o Desarrollo de las Cooperativas?

¿Crecimiento o Desarrollo de las Cooperativas?

Es muy interesante ver cómo va cambiando la cultura en el mundo.

Desde la antigüedad, tener una descendencia numerosa era un signo de fecundidad y bendición.

Todavía en las primeras seis décadas del siglo XX las familias en México por lo general eran numerosas.

A los padres de familia les representaba un esfuerzo importante atender todas las necesidades de sus hijos: Alimento, atención médica, ropa, educación, etcétera.

En 1972 inició la aplicación de un programa de salud a la madre y al niño, planificación familiar y paternidad responsable, pero fue hasta octubre de 1977 cuando se aprobó la Ley de Planificación Familiar y de ahí se desprendió una campaña de concientización sobre el control natal bajo el lema: “La familia pequeña vive mejor”.

Sin embargo, fue hasta en las últimas dos décadas del siglo XX que esa nueva cultura empezó a dar frutos.

Ahora, en el siglo XXI, cada vez es más común ver que las parejas jóvenes prefieren tener pocos hijos, conscientes de que es necesario atenderlos mejor.

Y…¿qué relación hay entre un tema demográfico y las cooperativas?.

Bueno, porque recuerdo que allá por la década de los setentas y ochentas, las federaciones otorgaban reconocimientos a las Cajas que llegaban a cierto número de socios, por lo tanto, el crecimiento en membresía era un logro importante para las cooperativas.

Era la cultura de ese tiempo y tal vez lo sigue siendo en la actualidad, sin embargo, poco a poco se ha ido tomando conciencia de que no solo es importante tener muchos socios sino atender sus necesidades de manera integral.

Lo mejor es que en una cooperativa se trabaje por lograr un desarrollo equilibrado el cual contiene implícitamente el crecimiento.

Pienso que, por responsabilidad social, debemos seguir creciendo.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera (ENIF) 2021 emitida por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y el INEGI, el 49.1% de la población de 18 a 70 años (41.1 millones de personas) en México tenía una cuenta en un banco o institución financiera. En 2018 dicha proporción era de 47.1% (Se incrementó dos puntos porcentuales en un periodo de tres años).

Siguiendo esta tendencia, lo más seguro es que para este 2024 el porcentaje se eleve alrededor de un 51%.

Esto significa que aún nos falta promover la inclusión financiera en la mitad de ese segmento de población. Tenemos mucho por hacer.

Pero también es necesario tomar conciencia que cuando ingresa un nuevo socio a la cooperativa, debemos atender todas las necesidades propias de nuestra esencia y objeto social.

¿Qué espera un socio cuando ingresa a una cooperativa?

Seguramente servicios financieros de ahorro o inversión y opciones de crédito en condiciones adecuadas como monto, plazo, forma de pago y tasas competitivas de interés.

Pero eso no es lo único que debemos atender.

Así como a un hijo hay que proporcionarle educación —académica y ética— también a cada socio hay que proveerle de educación, formación e información. Eso establece el quinto principio cooperativo.

También necesita seguridad. Que la forma en que administremos la cooperativa garantice que sus ahorros están seguros, que no se van a perder.

Punto importante es la seguridad de la información, la confidencialidad, integridad y protección de sus datos personales y de las operaciones que realice en la cooperativa.

Indicadores financieros sanos, un sistema eficaz de control interno y calidad en el servicio son otros elementos necesarios en ese desarrollo integral.

¿De qué le serviría a una empresa presumir ser la más grande del país si la calidad en el servicio a sus clientes es deficiente?

Una excelente atención personal, procesos ágiles, productos financieros atractivos y accesibles, instalaciones cómodas y un largo etcétera es lo que representa no solo crecer sino ser una cooperativa eficaz y eficiente con sus socios.

Así es que sí, es importante seguir creciendo, nuestro país necesita que las cooperativas contribuyan a la inclusión financiera de los mexicanos, pero hay que hacerlo de forma responsable e integral.

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Hoy- 4
Quinto Principio Cooperativo

Quinto Principio Cooperativo

Una Cooperativa es una sociedad autónoma formada por personas que se han unido voluntariamente para satisfacer necesidades económicas, sociales y culturales comunes, mediante una empresa de propiedad compartida gobernada democráticamente.

Como son empresas basadas en valores, no solamente para crear riqueza, las cooperativas comparten principios internacionalmente y actúan juntas para construir un mundo mejor a través de la cooperación.

Principios Cooperativos:

1.- Adhesión voluntaria y abierta.

2.- Gobierno democrático.

3.- Participación económica.

4.- Autonomía e independencia.

5.- Educación capacitación e información.

6.- Cooperación entre cooperativas.

7.- Compromiso con la comunidad.

En esta ocasión hare algunos comentarios sobre la importancia que reviste el quinto principio cooperativo y su aplicación dentro de las cooperativas:

5º. PRINCIPIO COOPERATIVO

EDUCACION, CAPACITACIÓN E INFORMACIÓN

Las cooperativas ofrecen educación y formación a sus miembros, representantes elegidos, directores y empleados, de forma que puedan contribuir de forma efectiva al desarrollo de sus cooperativas. Informar al público en general -particularmente a los jóvenes y a los lideres de opinión- sobre la naturaleza y los beneficios de la cooperación. 

  • Virtud más importante (educación) y decisiva del modelo cooperativo.
  • A través de educación es como las personas llegan a comprender que la cooperación es una eficiente herramienta para generar mejores condiciones de vida y para prosperar colectivamente.
  • A partir de los procesos de educación y formación es como los socios pueden comprender de mejor forma su propia propuesta de cooperación, la necesidad de mantener un equilibrio permanente entre las relaciones sociales y económicas y las necesidades de mantener un equilibrio permanente entre las relaciones sociales y económicas y las necesidades de proteger elementos como la democracia, la participación y equidad, aspectos fundamentales de la cooperación a partir de una organización productiva.
  • Busca defender la esencia suprema del cooperativismo, el ser humano como centro de la actividad empresarial.
  • La formación pues más allá de pretender la educación de los socios mediante la enseñanza de técnicas y aplicación de instrumentos que permita desarrollar mejores prácticas en la gestión socio-económica, lo que el quinto principio cooperativo busca es garantizar la presencia de mejores individuos en cuanto a su relaciones humanas, personales y sociales.
  • No se debe olvidar formar cooperativistas, no dejarse llevar por la dinámica de la competencia y dedicarse a educar y generar herramientas para el trabajo, la competencia y la mayor utilidad de los factores productivos, algo que en la actualidad se le llama educación financiera, es un elemento más complejo que educar.
  • Formar socios hábiles en la administración de su sociedad, conocedores de la gestión, las finanzas, los riesgos, la planificación o la dirección financiera, también debe generar herramientas e instrumentos que permitan formar a sus socios como humanos desplegando sus competencias personales y haciéndolas más sensibles a las personas, sus necesidades y los grandes talentos y oportunidades que cada individuo posee.
  • Busca educar para la gestión y desarrollo de la cooperación y formar seres humanos para que sean el centro de la actividad económica, además se debe resaltar la necesidad de información para los socios, actualmente un alto porcentaje de cooperativos, los socios que son los dueños y usuarios desconocen su propia organización, desde los servicios a los cuales pueden acceder hasta la situación empresarial expresada, por ejemplo, en los estados financieros; por esa razón un complemento de la educación y formación es la información.
  • Fomentemos el cooperativismo, formemos cooperativismo.

Como podemos observar el 5º Principio cooperativo que es la Educación, capacitación e información, reviste una importancia trascendental en el desarrollo de las Cooperativas y del cual sus Dirigentes y Operativos deben de darle la importancia que merece, garantizando así el éxito y continuidad de la Cooperativa.

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Hoy- 6
Lealtad cooperativa

Lealtad Cooperativa

He observado que diferentes marcas —inclusive algunas cooperativas de ahorro y crédito— otorgan a sus clientes —o socios— beneficios especiales para premiar su lealtad.

Sin embargo, si analizamos la mecánica para obtener estos premios, en la mayoría de los casos se otorgan en función a las compras o transacciones realizadas.

Todo esto me parece bien, pero creo que el término “lealtad” es más profundo y tal vez, inclusive más difícil de premiar.

Quiero compartir mi opinión respecto a lo que representa esta virtud y su aplicación práctica en las cooperativas en el entendido de que la única forma de crear lealtad de socios, dirigentes o colaboradores es a través de la formación.

Ya lo dice una frase muy común en el argot de cultura organizacional: “Nadie ama lo que no conoce”.

Empezaré afirmando que la vida en las cooperativas es similar a la vida de las personas, tiene sus altas y sus bajas.

Hay etapas de estabilidad, de tranquilidad, de progreso, pero también hay otras donde se tienen que afrontar adversidades muy fuertes.

Supongamos que una cooperativa entra en crisis.

Por ejemplo, un problema en la administración del crédito puede provocar varios efectos: Un alto índice de cartera vencida, la constitución elevada de reservas para riesgos crediticios, déficit (pérdidas acumuladas en el ejercicio), falta de liquidez, etcétera.

Pero no todos los problemas son de índole financiero también los hay sociales. Es el caso cuando quiebra una Caja en algún lugar del país y de inmediato se deteriora la imagen de las demás Cooperativas que forman parte del sector.

Y otros casos como problemas graves de control interno —un fraude, por ejemplo— o inclusive problemas de gobernabilidad.

Ejemplos como esos desestabilizan a la cooperativa y es cuando aparece una reacción natural que tenemos los seres humanos: El miedo.

Si un socio empieza a escuchar rumores u observa señales de que hay problemas en su Caja, lo más natural es que desee retirar sus recursos de ésta y llevarlos a un lugar más seguro.

En ese mismo caso, si quienes lo perciben son los dirigentes o los colaboradores, la reacción natural es renunciar.

En pocas palabras, cuando hay problemas, la tendencia natural es dejarlo todo y salir corriendo de ahí lo más pronto posible, pero es en ese momento en el que se prueba la verdadera lealtad.

Dicen que en los momentos difíciles es cuando se conocen a los verdaderos amigos y en las cooperativas no es la excepción.

La lealtad cooperativa no se refleja solo cuando el socio prefiere y hace uso de los servicios y beneficios de la Caja, también se refleja en los momentos de tribulación.

Ahora bien, para explicar cómo debiera ser la actitud de los socios, dirigentes y colaboradores en un momento de adversidad en su cooperativa me gustaría compartir un cuento que le escuché al empresario mexicano descendiente de migrantes japoneses, Carlos Kasuga, director general de Yakult una vez que tuve el privilegio de asistir a una de sus conferencias.

El cuento se llama: “El bosque incendiado y el gorrioncito” y más o menos dice así:

“Había una vez un bosque muy hermoso donde vivían muchos animales.

De repente ese bosque se empezó a incendiar y todos los animalitos, presa del pánico empezaron a huir.

Solo un gorrioncito, en lugar de huir, se dirigió hacia el rio, mojó sus alitas, voló sobre las llamas del incendio y dejó caer una o dos gotitas de agua.

Luego vuelve al rio, moja sus alitas, revolotea sobre las llamas y de nuevo deja caer una o dos gotitas de agua.

El elefante lo ve y le dice: “Gorrioncito, no seas tonto, huye, huye como todos nosotros, no ves que te vas a quemar”. Esas gotitas que tu dejas caer no serán suficientes para apagar ese incendio tan grande”

Pero el gorrioncito se voltea y le dice: “No, este bosque me ha dado todo, me ha dado hogar, me ha dado alimento, familia, amigos y, sobre todo, me ha dado felicidad, y no importa que yo me muera en el intento, por simple lealtad voy a tratar de salvarlo”.

Dicho esto, el gorrioncito vuelve al rio, moja sus alitas, revolotea sobre las llamas y deja caer una o dos gotitas sobre el bosque incendiado.

Ante esta actitud, Dios se compadece y deja caer una tormenta tan fuerte que termina apagando el incendio.

Al poco tiempo, el bosque vuelve a florecer y todos vuelven a ser felices, incluso más felices que antes”.

Así como en el cuento, el miedo es muy natural en momentos de crisis, pero también es necesario tomar consciencia y sacar valor de nuestra flaqueza.

Tal vez usted le ha dado tiempo, dinero, esfuerzo, dedicación a su cooperativa, pero también ésta le ha dado mucho: Aprendizaje, valores, servicios, desarrollo, amigos, sea que recibamos un salario o un servicio, con eso hemos podido sostener a nuestra familia.

A lo largo de mis treinta y siete años de laborar en una cooperativa una de las frases más comunes que escuché de parte de los socios fue: “Gracias a Dios y a la Caja tengo esto o aquello”.

Por eso, cuando hay una crisis lo que procede es no abandonarla en los momentos en que más nos necesita.

“Morirnos en la raya” y luchar por reestablecer el orden y la estabilidad de la cooperativa.

Trabajar duro aun a sabiendas de que nuestros pequeños esfuerzos son como esas gotitas de agua que el gorrioncito dejaba caer en el incendio.

Ya lo dijo la Madre Teresa de Calcuta: “Es cierto que nuestras acciones son como una pequeña gota en medio del mar, pero también es cierto que el mar no sería el mismo sin esa pequeña gota”

Y cuando todos, socios, dirigentes y colaboradores nos ponemos a trabajar de forma unida y organizada, es cuando la cooperativa logra superar la adversidad y se fortalece.

Eso tiene un nombre: Resiliencia.

Y cuando haya pasado la tempestad hay que estar consciente que fue nuestra actitud y nuestra lealtad la que generó la ayuda Divina.

Será en ese momento que escucharemos en nuestro interior la voz de nuestra cooperativa que nos dice: “Gracias, porque cuando muchos me abandonaron tú te mantuviste de pie, a mi lado”.

Y eso, es algo que solo Dios puede premiar.

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Hoy- 4
Vínculo Cooperativo

Vínculo Cooperativo, un tema toral

La acción de cooperar es tan antigua como la humanidad, pero la historia reconoce los inicios del cooperativismo en Rochdale, Inglaterra, en el año 1844.

En plena época de la revolución industrial un grupo de 28 tejedores —27 hombres y una mujer— formaron la “Sociedad de los Justos Pioneros de Rochdale”, la primera cooperativa en el mundo. Una cooperativa de consumo.

Ya antes se habían hecho intentos para formar empresas de este tipo, pero a ellos se les reconoce como los iniciadores del cooperativismo universal debido a que sus principios y valores prevalecen hasta nuestros días.

Cuatro años más tarde, en 1848, al alcalde Friedrich Wilhelm Raiffeisen y el abogado y político Hermann Schulze-Delitzsch iniciaron las Cooperativas de Ahorro y Crédito en Alemania.

De ahí se propagaron por toda Europa y fue el canadiense Alphonse Desjardins quien fundó las primeras Caisses Populaires en América del Norte.

Años después, en 1951, los sacerdotes Pedro y Manuel Velázquez trajeron directamente de Canadá, el modelo cooperativo que se aplica hoy en día en México.

En resumen, las cooperativas de Alemania nos llevan más de un siglo de adelanto.

A finales del siglo XX las Cajas de ahorro y Bancos Cooperativos en España representaban un porcentaje mayoritario del sistema financiero español.

Algunas Caixas —como les llaman allá— eran más grandes y con mayor solvencia que muchos bancos.

En México, en ese tiempo estábamos “en pañales” en cuanto al desarrollo del movimiento cooperativo.

El gobierno federal tenía poco tiempo de haber volteado a ver a las cooperativas de ahorro y crédito para establecer un marco regulatorio adecuado al tipo de operaciones que realizan, pero esto había sido originado más por los problemas sociales ocasionados por la quiebra de algunas Cajas que como una estrategia de impulso el sistema cooperativo y al desarrollo la economía y la inclusión financiera.

En noviembre del año 2004 tuve la oportunidad de visitar algunas cooperativas en Alemania. Fue una experiencia muy enriquecedora.

En ese tiempo ese país europeo atravesaba un problema generacional. Ya tenían algunos años —desde la época de la postguerra—, que las parejas no deseaban tener descendencia.

Ese fenómeno provocó que a principios del siglo XXI los ciudadanos, en su mayoría eran adultos, muchos en plenitud o adultos mayores.

Era muy notorio que cuando salíamos a las calles casi no se veían niños. Gran parte de la población infantil era de origen turco.

En lo referente al tema cooperativo había una situación paradójica.

La imagen, la tecnología y los servicios de ahorro y crédito de algunas cooperativas estaban muy avanzados.

En las sucursales de algunas cooperativas alemanas ya no había cajeros, es decir, personas desempeñando dicha función.

El área de recepción de depósitos y pagos estaba ocupada por cajeros automáticos.

La forma de tramitar y otorgar los créditos también era diferente.

El crédito al consumo se atendía a través de pequeños quioscos ubicados en la sucursal en los cuales los mismos socios podían realizar sus trámites.

¡Era un sistema de autoservicio!

El socio capturaba su información y de manera automatizada, a través de sistemas paramétricos, el crédito se analizaba, se resolvía y si resultaba autorizado, el mismo sistema realizaba la transferencia a su tarjeta de débito.

Ese mismo proceso que el socio podía hacer en los quioscos lo podía realizar desde la comodidad de su domicilio, en su computadora.

Por lo que respecta a lo que conocemos como Crédito Hipotecario y Crédito Comercial, había personal especializado que atendía los trámites en oficinas regionalizadas.

Pero el éxito económico de una cooperativa no lo es todo.

La persona que fue nuestro guía en ese viaje nos explicó que, producto de su desarrollo financiero y de su avance en sus sistemas tecnológicos, en algunos casos los socios habían perdido el vínculo con la cooperativa.

¿Cómo explicaré la gravedad de la situación?

En la actualidad, en nuestro país, los socios tienen un vínculo con sus cooperativas.

Un vínculo es un enlace, una unión o identificación entre el Socio y la Caja. Es algo que fortalece la relación entre ambos.

En nuestro caso, ese vínculo se encuentra en la sucursal. Y no me refiero solo al inmueble a donde los socios acuden a recibir los servicios de la Caja. Me refiero también a la relación que tiene el personal con los socios.

En Alemania, en algunas cooperativas, los socios yo no necesitaban acudir a una sucursal ni tener contacto personal, todo era sistematizado.

Si deseaban realizar un depósito a sus ahorros o un retiro, lo podían hacer a través de una transferencia interbancaria o en un cajero automático.

Si deseaban tramitar un crédito, estaban los quioscos, los trámites por internet y la única lucecita que brillaba a través de personas eran los créditos hipotecarios o comerciales, que, dicho sea de paso, eran los menos.

Luego entonces, la relación del socio con la caja era meramente comercial.

Por fortuna todavía podían llamarse cooperativas pues aplicaban varios de los principios que les dieron origen.

Aún realizaban Asambleas y decidían el destino de sus excedentes, pero, por ejemplo, en relación al quinto principio, el de Educación Cooperativa, estaba totalmente desatendido.

En México, —y supongo que en Latinoamérica— todavía hay personal de las cooperativas que identifican bien al socio.

Saben quién es, dónde vive, a qué se dedica, si ahorra constante y sistemático o si paga puntualmente sus créditos.

De igual manera, el socio identifica al personal y hasta llega a entablar cierta amistad con él.

En resumen, es una relación más allá de lo comercial.

Durante mi viaje de regreso, esa problemática por la que algunas cooperativas alemanas estaban atravesando no dejaba de dar vueltas en mi mente porque lo mismo nos podría pasar en un futuro.

Haciendo una analogía, es como cuando una familia, en sus orígenes, tiene recursos limitados, pero, los papás y hermanos se esfuerzan, se conocen bien, se comunican y principalmente, se aman.

Luego, el destino los favorece y empiezan a mejorar económicamente al grado de que gozan de muchas comodidades, pero en contraparte, pierden esa sencillez que los caracterizaba, la comunicación, la identidad y ese afecto que tenían antes.

Es por eso que, desde entonces, las veces que puedo, sugiero a los miembros de las cooperativas que nunca dejen de aplicar los principios y valores del cooperativismo universal, pero, además, que no se pierda ese vínculo que hoy en día existe en las cooperativas.

El futuro va a cambiar para las cooperativas de Latinoamérica como está cambiando en Europa.

Pienso que las cooperativas nos tendremos que reagrupar y formar un sistema financiero más compacto.

Veo la necesidad de afrontar el desafío de ponernos al mismo o mejor nivel que los bancos, tanto en servicios como en seguridad de la información.

Pero para prever lo que les pasó a algunas cooperativas en Alemania, veo la necesidad urgente de considerar en nuestros planes estratégicos la conservación del vínculo entre el socio y su cooperativa.

Me parece que ese es un tema toral.

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Hoy- 4
Educación cooperativa

La Educación Cooperativa, método infalible para el desarrollo y sustentabilidad del colectivo social

La educación cooperativa constituye en método generador del desarrollo y la sustentabilidad cooperativa, ésta ha sido moldeada según la tradición y entender de cada cooperativa, situación que en algunos casos funcionó o aún funciona, pero que en otros casos ha dado lugar a la desinformación o incluso distorsionada al cumplimiento de intensiones distantes a su objetivo educativo – formativo.

Hasta hace unos pocos años no existía una definición y una descripción uniforme de su intencionalidad, solo se contaba con el texto oficial del quinto principio cooperativo, de ahí la dificultad de su planificación, desarrollo de sus contenidos y medición del impacto, lo que se presta a imprecisiones o desviaciones, en resumen, cada cooperativa e incluso cada persona que la lleva a la praxis llamado comúnmente “educador” la adecua teniendo como base su experiencia personal e incluso su capricho o entender. Hay conceptos que podrían confundirse como: educación cooperativa, capacitación e información, a continuación, explicaremos sus diferencias y distintos alcances:

La educación cooperativa.

Idealmente será un sistema estratégico, activo, sistémico y con objetivos claros enfocados a la práctica delimitada por sus obligaciones y derechos de cada uno de los estamentos que dan vida a la organización cooperativa. (asociados, dirigentes, empleados, niñez, juventud, creadores de opinión y la comunidad en general). Mediante el establecimiento de programas propedéuticos, inductivos y formativos, orientados a la adquisición de conocimientos, de habilidades y actitudes con la visión de que cada uno de ellos adquiera identidad cooperativa, afianzando y asegurando el desarrollo sostenible, la sustentabilidad, la percepción positiva y la continuidad en el tiempo de la empresa cooperativa.

La capacitación.

Su objetivo será incrementar la eficiencia y calidad en el trabajo de las personas en determinadas tareas o áreas asignadas: El aprendizaje conduce a la persona a un estado de vigencia por medio de su actualización, que le evita la obsolescencia por medio de conocimientos, habilidades o actitudes que adquiere, así mismo dispone la adquisición de nuevos conocimientos con la finalidad de que alcance índice de eficiencia, productividad y desempeño. La educación ayuda el ser humano a crecer como persona, la capacitación ayuda al ser humano a realizar cosas con mayor profesionalismo.

La información.

Representa un conjunto organizado de datos importantes por medio de mensajes socializados por diversos mecanismos, de donde una persona adquiere algún conocimiento que le permite prevenir, resolver problemas y tomar decisiones, su aprovechamiento racional es la base del conocimiento.

Con esta definición, podemos reflexionar que también la información debe ser utilizada eficientemente en una empresa cooperativa, pudiendo surgir o manifestarse por medios impresos, de mano o de gran formato, visuales, auditivos, electrónicos e incluso virtuales por medio de la red de internet. Toda la información revelada en cualquier medio también es un acto educativo o formativo, sin embargo, carece de tutoría y retroalimentación simultánea entre el mensaje y el receptor, así mismo se desconoce su tiempo de vigencia y no hay una intencionalidad hilvanada de ideas subsecuentes.  

Esta obra literaria intentará profundizar a la “educación cooperativa” como agente vinculante y diferenciador entre las personas con su cooperativa, resaltará algunos valores que generan que las personas no solo hagan uso de servicios, porque la educación cooperativa será una intención ilimitada, donde cada persona adquirirá en su momento conciencia que invita al buen accionar. Así mismo invitará en todo su contenido a utilizar herramientas como la lectura, la participación en círculos de estudio y la colaboración en la vida socio – política de la cooperativa a fin de que estén en posibilidades de desarrollar el pensamiento crítico, reflexivo, la propuesta de nuevas alternativas constructivas, afianzando así las bases de la estructura democrática y asociativa. La educación cooperativa primero convencerá y transformará al ser humano para que sean éstos quienes cambien su destino, el de su familia y el de su comunidad para que después incluyan en la transformación de su cooperativa y de la sociedad.

Los programas formativos de educación cooperativa deben especializarse según lo que le corresponda hacer a cada persona, que les construya, que les haga adquirir saberes para su mejor desempeño y los lleven a desenvolverse frente a sus responsabilidades, al interior de la organización e incluso en su vida personal e individual. Analicemos ahora lo que idealmente deben conocer cada uno de los estamentos, el texto es enunciativo mas no limitativo, pues debemos entender que cada cooperativa se desarrolla en diversos giros y contextos.

Los Asociados(as)

  • Identificar los conceptos filosóficos y virtudes que sustentan la praxis cooperativa, tales como la ayuda mutua, la igualdad, equidad, el compromiso con la comunidad, el amor al prójimo, la participación, la democracia, la justicia económica, la calidad de vida y el buen vivir.
  • Identificar las ventajas de los productos y servicios que oferta la Cooperativa, así mismo saber utilizarlos de manera eficiente y sustanciosa.
  • Identificar el impacto económico y social de la cooperativa, así como de los programas específicos para el desarrollo y sustentabilidad económica, ambiental, cultural, de salud, alimentación y deporte.
  • Identificar la importancia de participar en la estructura democrática participativa de la cooperativa, desde el proceso de asambleas hasta asumir un cargo dirigencial en los órganos de medio de los órganos de gobierno electos democráticamente.
  • Identificar la participación de la sociedad cooperativa en la inducción de negocios productivos dentro del mercado local, la generación del autoempleo, la erradicación del desempleo y alentar el desarrollo sostenible de la comunidad.
  • Identificar las ventajas de la educación financiera, tales como tipos y características de instituciones financieras, el impacto del hábito del ahorro, las dimensiones del crédito, las responsabilidades de ser aval de otras cuentas, el presupuesto familiar… etc.

La niñez y la juventud.

En este estamento, cada tema que desarrollemos deberá encaminar o encausar a los menores de edad y a la juventud a: Aprender a convivir, a compartir, a expresarse, a redactar, a imaginar, a proponer, a reflexionar, a investigar, a participar, a entender la acción vinculante entre la cooperativa en la familia, la sociedad y la comunidad, a despertar inquietudes orientadas a la participación y la acción, y a diferenciar la cooperación de la tradicional individualidad.

Los contenidos académicos de esta etapa de vida, bien podemos tomar o abarcar la temática del estamento asociados, pero sin perder de vista que el contenido, las dinámicas, la mediación, el material didáctico y las estrategias de enseñanza serán diseñadas para facilitar el aprendizaje de los menores de edad. (“existen diferencias cualitativas entre el pensar infantil y el pensar adulto, más aún: existen diferencias cualitativas en diferentes momentos o etapas de la infancia, lo cual no implica que no haya en la sociedad humana actual adultos cronológicos que mantienen una edad mental pueril, explicable por el efecto del medio social. Piaget)

Dirigentes (órganos de gobierno).

Cuando una cooperativa ha implantado un sistema o modelo de educación cooperativa, en el lapso de un tiempo empezará a rendir frutos, lo más lógico es que los socios candidatos a ocupar un cargo dirigencial sean producto de las primeras fases o etapas del sistema de educación.

Uno de los problemas frecuentes en las cooperativas que carecen de un modelo o sistema educativo es que los asociados que son electos dirigentes, asumen una serie de compromisos como dirigir, representar, delegar, evaluar y responsabilizarse de muchas tareas que desconocen, situación que al tiempo merma los resultados de la organización, así mismo ellos mismos en su desconocimiento ceden su responsabilidad a otras personas debido a que “gobiernan desde las tinieblas”.

Los dirigentes de cualquier cooperativa deben identificar la naturaleza de su nombramiento y las atribuciones y responsabilidades de gobernar su colectivo, desde la perspectiva de que los socios reunidos en asamblea depositaron su confianza y credibilidad en ellos al elegirlos, por lo que esperan “mucho de ellos”.

Así mismo, los dirigentes deberán adquirir habilidades dirigenciales, empresariales y éticas derivadas de la relevancia de sus funciones formalmente descritas en las normas internas y en muchos casos desde las leyes reguladoras de la organización, por ello, consideramos que por lo menos deben adquirir los siguientes conocimientos y habilidades: 

  • El compromiso social y legal de ser dirigente y representante de una cooperativa.
  • La ética desde la perspectiva de su responsabilidad para la búsqueda de la reputación empresarial.
  • Establecimiento y supervisión de los programas educativos dirigidos a todos los estamentos de la cooperativa.
  • Adquirir y/o fortalecer sus conocimientos y habilidades técnicas en administración de empresas, supervisión, control, minimización de riesgos, delegación de la gestión gerencial, análisis de los estados financieros, rentabilidad e indicadores de gestión exitosa de los negocios de la cooperativa.
  • Adquirir habilidades en trabajo colaborativo, desarrollo y gestión del potencial y talento humano, derechos humanos con perspectiva de género, calidad en el servicio, inteligencia emocional, control de estrés, motivación y autoestima, Solución de conflictos etc.

Esta lista podrá ser mucho más extensa considerando la actividad empresarial de la cooperativa, por ejemplo, si se trata de una cooperativa de turismo, se agregaría el tema “conciencia turística”, fomento al turismo ecológico, de negocios y de cultura, etc.

Para los empleados (as).

Todos los empleados o colaboradores de una cooperativa, sin importar su rango, puesto, funciones, si atiende directamente o no a los asociados debe conocer de cooperativismo, éste es una de las diferencias de trabajar en otro tipo de organizaciones, porque una cooperativa requiere más que trabajadores, personas que amen y defiendan al modelo colectivo y solidario de la cooperación.

Para estamento tan importante en la cooperativa, sugerimos que los planes de educación, contengan todos los temas destinados a los asociados y dirigentes, claro, en la metodología de impartición, gestionar adecuaciones relacionadas al estamento, recalcando que ellos son pieza fundamental para la vida de la organización, pues son ellos quienes dan la cara al usuario y que de ellos depende en gran parte la buena o mala percepción que se formen asociados y comunidad acerca de la empresa cooperativa.

También los programas formativos de empleados cooperativos deben incluir temática relacionada con la especialización y la adquisición de conocimientos, destrezas y actitudes para que se desempeñen eficientemente en su área de trabajo.

Cada cooperativa ha diseñado diversas formas de estructura organizacional, algunas incluyen el plan de educación cooperativa a otras áreas, tales como Recursos Humanos, Gestión de talento, Comunicación social, e incluso Difusión y mercadeo. Desde nuestra experiencia, consideramos que esta práctica limita, merma y corre en el riesgo la disminución o marginación de las acciones educativas debido principalmente a la carga de trabajo, con mayor énfasis en cooperativas con más de 100 empleados; por lo que nuestra recomendación es que no exista cooperativa que no cuente por lo menos con el área específica y un facilitador, educador de tiempo completo. Debemos reconocer que en la organización pueden existir otras áreas orientadas a la gestión humana, sin embargo, el área de educación requiere de mucho trabajo, dedicación y acción, pues formar personas cooperativistas no es tan solo ofrecerles un texto y una evaluación.

Algunos contenidos adicionales que todo empleado de una cooperativa requiere podrían ser, por citar algunos:

  • Proceso de ingreso, permanencia y retiro de asociados.
  • Naturaleza y proceso de la función dirigencial.
  • Significado, alcance e impacto del capital social y de las partes sociales.
  • El sentido cooperativo, financiero y patrimonial del ahorro y el préstamo.
  • La naturaleza y esencia de los servicios adicionales que ofrece la organización.
  • Los derechos y obligaciones de los asociados.
  • Naturaleza y alcance de cada una de las cuentas de captación y de colocación.
  • Buenas prácticas éticas del empleado cooperativista.
  • Reputación e impacto de la cooperativa a partir de la percepción.
  • Organización de colectividad social.
  • Mecanismos para fortalecer y dar continuidad empresarial ante la comunidad.

La educación cooperativa es además formadora o transformadora de hábitos, valores y principios éticos conductuales para fortalecer el “saber ser”, el “saber convivir”, el “saber hacer”, potencializando lo que cada persona es capaz de hacer y de ser como persona íntegra e integral.

Entonces, la capacitación facilita la adquisición de saberes, perfecciona habilidades, despierta actitudes y nos ayuda a convivir de mejor manera con los demás, la educación nos transforma integralmente, desde lo interior del ser humano, lo que comúnmente se le llama “adquirir don de gente”, el educador brasileño Paulo Freire aseguró “Nadie educa a nadie, todos nos educamos mutuamente, porque todos podemos recoger de los otros su experiencia, su palabra, su consejo, de igual forma podemos dar a los otros lo que sabemos”.

Considerando los ejemplos anteriores, la educación la recibimos desde niños, por medio de nuestros padres, familiares, personas cercanas, maestros, amigos, vecinos, la tienda, el parque, el campo, todos estos entes de tan diversa naturaleza nos han estado educando en el tiempo y las épocas de vida.

En el caso de la educación cooperativa, es un proceso que nos lleva a comprender la justificación del quehacer de la empresa cooperativa en cada persona, en las familias, en la comunidad , en el mundo, por ello debe estar orientada a la acción, no a la palabra muerta, a fin de fortalecer al individuo y a la sociedad, lo que nos ayuda a descubrir, formar o visibilizar a líderes potenciales dispuestas a adquirir responsabilidades para con su cooperativa, ninguna cooperativa actuará con tibieza en el tema educativo, pues esto genera deformaciones, carencias, irresponsabilidad, manipulación y pasividad de la gente, por el contrario, hará en cada actor un ente que lucha por la justicia, la dignidad y la valoración de la gente.

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Hoy- 6
El camino de las cooperativas

El camino

Había una vez una familia en la que los padres inculcaron buenos principios y valores a sus hijos.

Cuando los hijos llegaron a la mayoría de edad, empezaron a trabajar, a tener éxito y a tomar sus propias decisiones.

Algunos aplicaron las enseñanzas inculcadas por sus padres, pero otros las consideraron arcaicas —obsoletas, pasadas de moda— y optaron por no aplicarlas.

Con el paso del tiempo, cada uno gozó o sufrió las consecuencias de sus decisiones.

Esta misma historia sucede con las cooperativas.

La mayoría iniciaron trabajando bajo los principios y valores del cooperativismo universal.

Unas se han modernizado, su imagen y sus servicios son muy similares a los de las instituciones bancarias, pero hacen esfuerzos importantes por conservar su esencia.

Otras, también iniciaron así pero cuando empezaron a crecer y a tener éxito, un día consideraron que esa filosofía era “arcaica” y tomaron la decisión de seguir otro camino diferente al cooperativismo.

Al final cada una goza o sufre las consecuencias de sus decisiones.

Y como es de suponerse, la diferencia entre seguir un camino y otro, la hacemos las personas, y hoy quiero referirme a los tres elementos que las personas debemos desarrollar para que una cooperativa siga operando como tal.

  1. Conocimiento.
  2. Convicción.
  3.  Voluntad.

Cuando una persona ingresa a las filas de la cooperativa, sea en el ámbito societario, dirigencial u operativo, y no conoce, es bien fácil que deseé cambiar el rumbo de ésta.

Por eso es importante que toda persona que ingresa a una cooperativa conozca los motivos que originaron que en diferentes partes del mundo exista esta forma de organización social.

Es recomendable que conozcan la historia, desde Rochdale hasta nuestros días, pero en especial la historia de su cooperativa, en su comunidad, en su localidad. ¿Cómo empezó todo? ¿Quién o quiénes iniciaron? ¿Qué los motivó a hacerlo? ¿Qué esfuerzos y sacrificios ameritaron?

Luego hay que transmitir y guiarles en la interpretación adecuada de cada uno de los principios y valores establecidos por la Alianza Cooperativa Internacional.

Todo esto lo debemos saber, socios, dirigentes y colaboradores.

Entre más alto sea el nivel de responsabilidad de una persona en la cooperativa más conocimiento debe tener de sus orígenes, principios y valores del cooperativismo.

Ahora hablemos de la convicción. El conocimiento, en sí mismo, no nos sirve de mucho si no está asociado con la convicción.

Pero, ¿cómo se adquiere la convicción? Ahí interviene un elemento importante: El liderazgo. Los lideres son los primeros que tienen que estar convencidos para poder inspirar a los demás. El otro elemento es la vivencia. Que cada persona experimente lo que se dice. Que haya congruencia entre la idea y la práctica.

Si a un socio se le habla del valor de la ayuda mutua tiene que sentirlo, vivirlo en carne propia, encontrarle sentido a los servicios que recibe de su cooperativa.

Cuando una persona experimenta algo que originalmente era una idea, se convence de que es real.

Todos los líderes de una cooperativa deben estar convencidos que de aplicar los principios y valores del cooperativismo es lo único que les permitirá mantener su esencia.

Y el tercer elemento es la voluntad. Podemos tener conocimiento y convicción, pero hace falta querer, es decir, la firme decisión de que nuestra empresa siga siendo cooperativa.

Pareciera que este último elemento no tiene tanta importancia, pero debemos recordar que la integración de nuevos elementos en las filas de la cooperativa tanto en el ámbito operativo como en el dirigencial vendrá acompañada de nuevas ideas y siempre será una tentación dejar de aplicar prácticas cooperativistas por considerarse “arcaicas” en afán de la modernización.

Ante el éxito económico que se va teniendo, siempre será una tentación convertirse en una figura jurídica distinta a la de cooperativa.

Entonces debe prevalecer la voluntad de seguir siéndolo.

La modernización y la eficiencia empresarial no debe reñir con la esencia cooperativa, más bien, se complementan.

Debemos aspirar a ser cooperativas rentables, lideres en el mercado financiero, con procesos y servicios de calidad, con mecanismos de seguridad iguales o mejores que los de los bancos, pero sin renunciar a nuestros principios y valores.

Para finalizar, quiero compartirles una historia.

Hace mucho tiempo, un grupo de personas provenientes de diferentes cooperativas de todo el país se reunieron para asistir a un congreso.

Mientras convivían felizmente en la hora de la comida, el Gerente General de una de ellas expresó con aire de presunción que su cooperativa estaba por entrar a una etapa de “actualización” y que, entre los cambios que querían aplicar, estaba la suspensión de las actividades educativas y la eliminación de las Asambleas.

—Son procesos muy costosos que podemos evitar —dijo.

Muchos de los presentes se quedaron atónitos.

—Entonces, ¿dónde quedó el segundo principio cooperativo? —preguntó alguien—El del control democrático de los socios.

—Y el quinto principio también, —complementó otra persona — el de la educación.

El líder de esa cooperativa contestó tranquilamente:

—Tanto mis dirigentes como yo, pensamos que en lo que debemos enfocarnos es a fortalecer los aspectos empresariales y la calidad en el servicio. La filosofía romántica no nos ayudará a mantenernos en el mercado ni a competir con los grandes jugadores financieros.

Otro de los ahí presentes le comentó:

—Si tu piensas que la democracia o la educación son costosas, espera a ver el precio tan alto que pagarás al no invertir en ellas.

Palabras proféticas. Hoy en día, la cooperativa a la cual pertenecía ese líder dejó de serlo y siguió otro camino.

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Hoy- 3
Reducir cartera vencida

Recomendaciones para reducir la Cartera Vencida

Había una vez un hombre que tenía un pozo en el cual el agua debía mantener hasta cierto límite máximo, sin embargo, siempre estaba excedido del límite al grado de que el agua se desbordaba del pozo. Para resolver el problema, el hombre se pasaba todo el día sacando el agua con un balde, pero por más esfuerzos que hacía, no lograba reducirlo al nivel deseado.

En la vida hay ocasiones en que llamamos “problema” a algo que más bien es un efecto, una consecuencia originada por una causa mayor.

En las cooperativas de ahorro y crédito sucede algo similar cuando se tiene un alto índice de cartera vencida. A veces consideramos que es nuestro principal problema, sin embargo, es solo el efecto, la consecuencia de una o varias causas que la originan.

Hoy quiero compartir mi experiencia respecto a cuáles son los tres sistemas que es recomendable revisar para reducir la cartera vencida.

El primero es el sistema de Educación Cooperativa.

Si un socio no cumple con sus compromisos de pago, puede deberse a dos razones: O se está enfrentando a una situación adversa imprevista (por ejemplo, una enfermedad, la pérdida de su fuente de ingresos, etcétera) o es un reflejo de que aún no se encuentra educado en el valor de la responsabilidad.

En el primer caso, lo recomendable es tener una comunicación inmediata con el socio para ayudarle a buscar soluciones que le permitan atender lo más pronto posible su situación.

Respecto al segundo caso, es necesario aplicar acciones de educación cooperativa.

Un socio con un nivel adecuado de educación cooperativa no necesita que le llamen por teléfono ni que le envíen cartas ni gestores ni abogados para recuperar su adeudo ya que aplica el valor cooperativo de la responsabilidad.

La educación cooperativa no solo debe limitarse a la realización de reuniones, sino que debe estar implícita en cada etapa de los procesos operativos.

Voy a utilizar un ejemplo sencillo. Imaginemos que un ejecutivo está por entregarle un crédito a un socio.

¿Qué pensaría usted si lo que le informa el ejecutivo al socio es algo como lo siguiente?:

 “Su crédito fue autorizado por diez mil pesos a un plazo de diez meses, por lo tanto, sus abonos mensuales serán de mil pesos y su fecha de pago será los días trece de cada mes. La tasa que le corresponde es del 2% mensual sobre saldos insolutos”

En lo general bien, ¿verdad? Es la información básica que se le dice al socio, pero eso solo es información, falta la formación. Entonces para complementarlo, pienso que podría agregar algo como lo siguiente:

“El dinero que usted está por recibir proviene de las aportaciones de otros socios, por lo tanto, es importante que realice sus pagos puntualmente con el fin de que la cooperativa siga sirviendo a los demás.”

Ese párrafo, si lo midiéramos en tiempo, nos llevaría unos veinte segundos y va orientado a que el socio tome conciencia de dos cosas: Del origen de los recursos que se está llevando y la importancia de retornarlos de forma puntual.

A eso le llamo yo “una cápsula de formación cooperativa”. De esa manera, el ejecutivo de crédito es también un educador.

Como ese ejemplo hay muchos y si eso se repite cada vez que el socio acude a la Caja, es como se va logrando un cambio positivo en sus hábitos y actitudes, es decir, en su educación cooperativa.

El segundo sistema a revisar es el de Crédito.

Imagine usted que no labora en una cooperativa de ahorro y crédito sino en una fabrica de zapatos o de galletas, o de lo que sea.

Si el producto final está saliendo defectuoso, ¿trataría de corregir el producto hasta el final o revisaría que cada etapa del proceso de producción se realice de forma efectiva desde un inicio?

Por eso es conveniente revisar reglamentos, políticas y procedimientos de crédito desde el inicio, es decir, desde la forma en que se está obteniendo la información en el momento en que el socio acude a presentar su solicitud.

También en el momento en que se realiza el análisis del crédito y se definen las condiciones que se pactarán con el socio: Plazo, fecha y forma de pago, tasa, etcétera.

Quiero poner un ejemplo muy sencillo relacionado con la fecha de pago: Si un socio recibe su crédito el día veintitrés de junio, hay cooperativas en las cuales establecen por default su fecha de pago para los días veintitrés de cada mes.

Pero si ese socio recibe sus ingresos por quincena, pueden ocurrir dos cosas:

Si el socio es organizado y previsor (aquí nuevamente resalto la importancia de la formación cooperativa), dará su primer pago quincenal el día 30 de junio y su segundo pago el 15 de julio. De esa forma, para cuando llegue el 23 de Julio su préstamo estará al corriente.

Pero hay una realidad, no todos los socios son organizados ni previsores. Más de alguno tendrá en mente la fecha del 23 de julio para dar su pago, pero como todavía no ha recibido sus ingresos quincenales, lo dará hasta el 31 de Julio, generando así un atraso.

Esa situación se puede resolver teniendo el cuidado de establecer sus pagos en la fecha más cercana al día que reciba sus ingresos.

En el caso del ejemplo en que el socio recibe sus ingresos por quincena, aunque haya recibido su crédito el día 23, ¿por qué no asignarle su fecha de pago el día primero o el día dos?

Otro ejemplo es cuando no se realiza una adecuada evaluación de la solvencia moral, la capacidad de pago o la viabilidad del proyecto de inversión.

Cuando uno analiza de forma retrospectiva el expediente de un crédito que se encuentra en cartera vencida se puede detectar si al momento del análisis había elementos que ya reflejaban la alta posibilidad de incumplimiento.

Existe un concepto que, en mi opinión, sería conveniente que cada cooperativa lo implementara: El índice de mora temprana.

Consiste en medir qué porcentaje de los créditos otorgados en un mes determinado se atrasan inmediatamente al mes siguiente a su contratación. A través de este índice estamos evaluando la calidad de la producción de créditos.

Este dato se puede obtener por persona o instancia facultada para autorizar créditos. Aquí se puede detectar si la generación de la morosidad se está dando en todas las instancias o solo en alguna en lo específico.

Cuando un crédito está bien analizado y otorgado, tiene menos posibilidades de que incurra en morosidad o en cartera vencida.

Cuando me refiero al término “Morosidad” es cuando el crédito presenta incumplimiento en sus pagos, pero aún no reúne las características establecidas en las reglas de operación para considerase vencido en su totalidad.

El término “Cartera Vencida” es cuando ya reúne las características para darse por vencido.

Otra de las áreas de oportunidad que presentan algunas cooperativas es que no miden su índice de morosidad, solo el de cartera vencida.

El tercer sistema a revisar es el de Cobranza.

El secreto para tener un sistema de cobranza efectivo es lograr la recuperación del pago atrasado lo más pronto posible.

Para ello, es conveniente adoptar un método predictivo de tal forma que a aquel socio que siempre ha pagado puntual y un día se atrasa, no lo molestaremos de forma inmediata, pero para aquel socio que estadísticamente siempre se atrasa, es necesario detonar las gestiones de forma preventiva o correctiva.

Entre más tiempo se tarde la cooperativa en recuperar un pago pendiente más difícil será su recuperación.

Las gestiones tienen que ser graduales. Algunas pueden ser preventivas basadas en un sistema predictivo, otras, administrativas a través de llamadas telefónicas o mensajes de texto o visitas personales. Finalmente, las gestiones extrajudiciales y judiciales.

La mejor forma de evitar que una cooperativa tenga que contratar un ejército de gestores o de abogados es lograr que la recuperación de cartera se realice de forma oportuna en la etapa administrativa.

Hay muchos más aspectos por considerar en el sistema de recuperación, por ejemplo, la forma de aplicar la cobranza extrajudicial, judicial o legal, el control de embargos y adjudicaciones, los procesos de castigo o eliminación de cartera, etcétera.

Tener una cartera de crédito sana tiene muchos beneficios, principalmente se garantiza la continuidad de la operación de la cooperativa, se tiene liquidez suficiente, el nivel de constitución de reservas para préstamos incobrables es moderado, por consecuencia el resultado del ejercicio es superávit y se tendrá un nivel de capitalización adecuado.

Así es que, si su Cooperativa es de las que sufre de altos índices de cartera vencida, no trate de pasarse la vida sacando cubetadas de agua del pozo, más bien, identifique el lugar por donde se está filtrando el agua y tápelo.

Es momento de hacer un alto, revisar y ajustar lo que corresponda.

Es verdad que representa un esfuerzo, pero es un compromiso que tenemos con nuestros socios como respuesta a la confianza que han depositado en nosotros al confiarnos sus ahorros.

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Hoy- 5
el examen

El examen

Ese día llegué puntual a la reunión regional convocada por nuestro jefe el subdirector.

Entré a la sala y vi que ya estaban acomodadas las sillas y mesas formando una herradura.

Conforme fuimos llegando las dieciocho personas que estábamos convocadas, nos acomodamos en las sillas de nuestra preferencia y esperamos a que diera inicio la reunión.

Nuestro jefe se caracterizaba por ser muy puntual para iniciar las juntas.

Tengo que ser sincero, ese día me pesó que me hayan citado a esa reunión. Mi equipo y yo no estábamos logrando las metas de crecimiento y me pareció que hubiera sido más productivo quedarnos en nuestro centro de trabajo a laborar, pero pues, órdenes son órdenes.

El subdirector llegó sonriente y saludó con amabilidad a toda la audiencia. Cerró la puerta de madera que daba acceso a la sala, nos dio la bienvenida y procedió a mencionar los temas que veríamos en la reunión.

Hubo uno que llamó poderosamente mi atención. Decía: “Examen de calidad en el servicio”

Supuse que nos impartirían ese tema y luego nos aplicarían un examen, pero no, cuando llegó el momento de abordarlo el jefe nos explicó que la calidad en el servicio al Socio es lo más importante en la vida de nuestra cooperativa.

—Entonces —indicó— voy a entregarles una hoja y les voy a aplicar un examen de calidad en servicio.

La mayoría de los asistentes intercambiamos miradas. “¿Cómo vamos a contestar un examen si aún no nos imparten el tema?”, pensé.

Sin embargo, mi jefe continuó con su dinámica. Nos entregó las hojas y cada quien nos dispusimos a contestarlo.

En la hoja venían preguntas como: ¿Qué es la calidad en el servicio?, ¿A quién se le considera el “padre” de la calidad? ¿En qué país inició la cultura de calidad?, etcétera.

Por fortuna yo había estudiado ese tema en la universidad, por lo tanto, empecé a contestarlo sin problema. Todos los asistentes hicimos lo propio y se produjo un silencio absoluto.

De pronto tocaron en la puerta, “toc, toc, toc”, pero nadie se levantó para abrir. Todos estábamos concentrados en contestar nuestro examen.

La perilla se movió con suavidad y la puerta se fue abriendo poco a poco. Alcé la vista y vi que una señora de apariencia humilde ingresaba a la sala. Nos miraba apenada.

—Disculpen —el eco de su voz sonó en todo el recinto— ¿dónde puedo tratar lo de un atraso que tengo en mis pagos?

Al escucharla, volví a centrarme en mi hoja de examen. Supuse que alguien más se encargaría de atenderla. Los demás ni la voltearon a ver.

De pronto, una compañera de nombre Jaqueline dejó de escribir, se levantó de su silla y se dirigió a la señora.

—Buenos días —le dijo a la vez que le regalaba una hermosa sonrisa— si gusta, yo la puedo acompañar al área donde la puedan atender.

La señora asintió y le agradeció su amable gesto. Ambas salieron de la sala.

Después de un breve lapso, Jaqueline regresó a su lugar y siguió contestando su examen.

En ese momento nuestro jefe —que hasta entonces había sido un mero espectador— tomó la palabra y anunció que había terminado el tiempo.

Jaqueline se preocupó. Ella no había terminado de contestar su examen. El jefe recogió las hojas y las guardó en su portafolios.

Cuando tuvo la atención de todos, dijo:

—Ya tengo los resultados del examen.

Nuevamente todos intercambiamos miradas. ¿Cómo podía tener los resultados si nos acababa de recoger las hojas?

—Les voy a pedir que le demos un aplauso a la compañera Jaqueline quien fue la única que pasó el examen.

Todos aplaudimos.

—El examen de calidad en el servicio no era el que venía en la hoja —dijo el subdirector ante la mirada atónita de los presentes —era la señora que entró hace un momento a la sala.

Y fue cuando nos explicó que la señora era una actriz que él había preparado previamente para someternos a prueba.

—“Cuando la “socia” entró —explicó el jefe— pasó desapercibida para todos. Para ustedes, el examen escrito era más importante que ella. Eso no está bien.

En la vida diaria de la cooperativa, tenemos muchas cosas qué hacer: contestar correos, hacer reportes o alguna otra tarea que se nos haya encomendado, pero debemos recordar que no hay actividad más importante que atender a los socios.

¿Para qué quieren pasar un examen teórico sobre calidad en el servicio si lo más importante es aplicarlo en la práctica?”

Ese día recibí una gran lección y salí convencido de que había sido una de las reuniones más productivas a las que había asistido.

A partir de entonces, cuando estoy ocupado en mi escritorio realizando una tarea importante y se me acerca un(a) socio(a) a solicitar mi apoyo, me acuerdo de aquella reunión y de inmediato dejo todo y con la mejor de mis sonrisas me dispongo a presentar mi examen.

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Hoy- 3
El poder del cooperativismo

El poder del cooperativismo

Hace muchos años tuve el enorme privilegio de asistir a una sesión de capacitación impartida por el Padre Manuel Velázquez y el Profesor Florencio Eguía Villaseñor.

En esa sesión nos explicaron las principales corrientes filosóficas, políticas, económicas y sociales que existen en el mundo: El socialismo científico, el socialismo utópico, el comunismo, el capitalismo y cómo el cooperativismo es un sistema que trata de poner a las personas en condiciones de vida más humanas mediante la organización de su economía y su influencia en la sociedad.

Una de las cosas que llamó mi atención fue cuando el padre Velázquez comentó que, en una cooperativa, los socios podían dar amor al prójimo, aun sin conocerse.

Sí, por ejemplo, valores como la ayuda mutua, la responsabilidad, la solidaridad, etcétera son una forma práctica, objetiva y eficaz de dar amor al prójimo en la vida diaria.

Nos explicaron la diferencia entre el Cooperativismo y otros sistemas, solo pondré como ejemplo uno de ellos.

A principios del siglo XVI, el abogado, teólogo y escritor inglés Thomas More (Tomás Moro) escribió su obra máxima: De Optimo Republicae Statu deque Nova Insula Ūtopia.

En su novela, Utopía es el nombre de una nación, una isla en la que se aplica una forma de organización social ideal cuyos habitantes logran el Estado perfecto, caracterizado por la convivencia pacífica, el bienestar de sus habitantes, y el disfrute común de los bienes.

Esta forma de pensamiento fue la precursora del socialismo utópico, pero a diferencia de éste, el cooperativismo reconoce que las personas somos diferentes y el mundo imperfecto.

En la realidad de este mundo hay injusticia, maldad, diferencias sociales, pero a pesar de ello, podemos lograr una forma de vida más digna.

México es un país capitalista, sin embargo, pienso que el sistema cooperativo ha tenido una aportación transcendental en la mejora de las condiciones económicas y sociales de las familias.

En los treinta y siete años que trabajé dentro de la cooperativa pude constatar en la práctica lo que el padre Manuel y el profesor Florencio expusieron como una ideología.

Hoy quiero compartir algunas experiencias que demuestran que el cooperativismo no es una doctrina romántica ni una utopía.

En la década de los ochenta yo era cajero en una oficina receptora y cada sábado acudía una señora a depositar su ahorro. Ella vivía en una colonia de la periferia de la ciudad, tenía un aspecto humilde y se cubría del sol con un rebozo gris. Calzaba zapatillas de plástico de las más económicas que se vendían por aquella época y sus pies estaban llenos de polvo.

Durante el tiempo que laboré en esa oficina, no hubo ni un solo sábado en que no llevara su ahorro, modesto, pero seguramente le representaba un sacrificio.

Bueno pues, así como ella, llegaba el panadero, la señora de la tienda, la maestra, el niño que saliendo de la escuela llevaba su ahorro, el doctor y tantas y tantas personas que apartaban un poco de sus ingresos para confiárselos a la Caja.

Lo que me pareció maravilloso es que la suma de todos esos depósitos que hacían las personas, se los llevaban los mismos socios a través de créditos.

Ahí estaba la aplicación práctica de lo que nos decía el padre Manuel. Un grupo de personas ayuda a otras, aún sin conocerse. Ese es un acto de amor muy evidente.

Cuando un socio da un poco de su tiempo para acudir a una asamblea para informarse de cómo va su cooperativa y elegir a sus dirigentes, o cuando invita a una persona a ingresar a la Caja o cuando aporta sus ideas, todos esos son auténticos actos de amor hacia los demás.

Otro comentario que llamó mi atención en la capacitación mencionada fue cuando el profesor Eguía comentó que la educación cooperativa tenía que verse reflejada en un cambio de hábitos y actitudes de los socios.

En ese momento me pareció un poco ambicioso el alcance de la idea como para verlo en la realidad, hasta que conocí un caso que me gustaría compartir a continuación:

Una socia solicitó un crédito a la Caja pues deseaba pagar una deuda originada por los gastos de hospitalización de uno de sus hijos. Un agiotista le había prestado con el “módico” interés del diez por ciento mensual.

El Comité de Crédito encomendó al personal de la Caja indagar un poco más respecto a si la socia realmente tenía la capacidad para pagar el préstamo.

Cuando llegó la señora a la sucursal, iba acompañada de su esposo quien trabajaba como despachador en una gasolinera.

El personal de la Caja les explicó que la cooperativa tenía la responsabilidad de garantizar que ese dinero que se otorgaría en crédito, regresara íntegra y oportunamente ya que éste procedía del ahorro de los demás socios.

El esposo se quedó admirado porque él se imaginaba que la Caja tenía una gran bóveda de donde procedía el dinero, pero nunca pensó que era el ahorro de otras personas.

Entonces se le explicó que lo que manifestaba en su solicitud era que tenía una gran capacidad de pago, pero lo que se demostraba en la realidad era que no la tenía.

—¿Y cómo llegaron a esa conclusión? —preguntó él.

—Pues porque el último préstamo que se le otorgó tenía un compromiso de pago inferior al que propone actualmente y sin embargo se abonó con atrasos continuos. Esos atrasos, pudieron originarse por dos motivos: O el hábito de pagar puntual no está bien sólido o dentro de sus gastos familiares existe una fuga de dinero que no les permite pagar puntualmente.

Después de un breve silencio, la señora exclamó dirigiéndose a su esposo.

—Dile lo que realmente pasa viejo, la verdad.

El hombre bajó la mirada, dudó un momento y luego exclamó:

—La verdad es que de vez en cuando me echo mis cervezas con mis amigos.

—Cada semana —precisó la señora inmediatamente.

—Bueno sí —reconoció él— cada semana, entonces cuando llega el día de pago ya no nos alcanza el dinero y es cuando nos atrasamos.

El personal de la Caja les explicó que era respetable la forma de vida de cada socio pero que la cooperativa necesitaba garantizar que ese crédito se retornara puntualmente, en o antes de las fechas pactadas como mensualidades.

Hasta ese momento el esposo de la socia desconocía tres datos elementales:

  1. De dónde procedía el dinero que la Caja otorgaba en crédito.
  2. La afectación que tenía el no pagar puntual sus abonos y,
  3. La importancia que tenía el seguir ahorrando constante y sistemáticamente.

Y de pronto el hombre lanzó una propuesta:

—Vamos a hacer algo —dijo— ¿por qué no nos dan una oportunidad de demostrarles que podemos cumplir? Yo me comprometo a reducir esa fuga de dinero que cada semana tenemos por mis vicios. Ya verán que no les vamos a quedar mal.

Su esposa no salía de su asombro por lo que estaba escuchando. No esperaba ese compromiso de parte de él.

Es verdad que “del dicho al hecho hay mucho trecho”, pero lo cierto es que se dieron varias condiciones para que el señor tomara conciencia de todo eso. Naturalmente la necesidad que tenían, pero ante todo su disposición y apertura.

Como complemento del compromiso expresado por el señor y en base a la información que ambos externaron, el personal de la Caja realizó una nueva descripción de sus ingresos y gastos considerando algunos cambios en la forma de administración de su economía familiar.

Toda esa información se le envió al Comité de Crédito y al siguiente día el préstamo fue autorizado.

La socia y su esposo, cuando recibieron la resolución, estaban tan agradecidos con la Caja que reiteraron —principalmente él— el compromiso de cumplir, ahora sí, puntualmente con sus pagos.

Y así fue.

Pero aquí viene lo más interesante, realmente hubo un cambio de hábitos y actitudes por parte de ellos.

A partir de ese suceso, el cumplimiento de la socia fue tan puntual que presumía su insignia de “socia cumplida”.

Pero la educación cooperativa trascendió al ámbito familiar ya que años más tarde, en una reunión, la socia expuso que atribuía a la Caja que su esposo hubiera dejado de tomar licor.

¿Increíble no? Pero ese es el poder del cooperativismo.


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Hoy- 7
Principios Cooperativos en la Cooperativa

Principios Cooperativos en la Cooperativa

Introducción

En referencia a la Declaración de la ACI en el año 1995, quiero compartir el tercer apartado del tema Identidad Cooperativa, el cual también es parte de la coincidencia y fortaleza del cooperativismo a nivel internacional, por lo anterior, es importante que se fomente y promuevan espacios para que los socios (afiliados), empleados y directivos de las cooperativas y de los que ocupan cargos de representación en cualquier nivel de los organismos cooperativos de integración para fortalecer la identidad, la integración y el liderazgo estratégico de los sectores y movimientos cooperativos.

En esta secuencia, voy a compartir contenido referente a los Principios Cooperativos, expondré una breve semblanza de la evolución de los éstos y el alcance de cada uno con el objetivo de que se conozca su contenido y dé oportunidad para que se promuevan y difundan en primera instancia al interior de las cooperativas, posteriormente a los ciudadanos de las comunidades donde están presentes las cooperativas para ofrecer sus productos y servicios, hay que recordar que las cooperativas son parte de la comunidad, porque de ésta son los socios, empleados y directivos que la conforman.

En México los iniciadores y precursores de las cajas populares, hoy cooperativas de ahorro préstamo, han promovido la vivencia y práctica de los principios cooperativos, porque dan orden a la administración, al gobierno cooperativo y a la representación del cooperativismo a lo interno y ante las instituciones gubernamentales y regulatorias de los sectores cooperativos, me refiero a sectores porque existen cooperativas de consumo, cooperativas de producción, cooperativas de trabajo asociado, cooperativas de ahorro y crédito, sólo por mencionar sólo algunas de ellas.

Comparto el pensamiento de uno de los precursores de las cooperativas de ahorro y préstamo en México, el Dr. Pedro Velázquez Hernández “Las Cajas Populares son una obra de economía y de educación inspiradas en los principios cristianos, cuya finalidad es hacer conscientes a los hombres de sus derechos y sus deberes. El régimen cooperativista no es un analgésico, sino la energía atómica para la elevación del pueblo”.

En los siguientes párrafos expongo una reseña de los principios cooperativos que han sido pilares para todas las cooperativas. Invito a los que toman las decisiones estratégicas a nivel de cooperativas y organismos cooperativos de integración que incluyan un Eje Estratégico de Identidad y Cultura Cooperativa en su planeación estratégica.

Principios cooperativos.

Cuando en 1966 aparece aquella formulación de los principios del cooperativismo no pudo evitarse una comparación con la hasta entonces vigente. La nueva, en definitiva, era enormemente superior. Porque era fruto de un estudio internacional y se conocía el texto resolutorio de la comisión analizadora: porque los principios no eran ya pequeñas formulaciones sugerentes de normatividad si no párrafos explícitos continentes de valores con ánimo de perdurabilidad y porque los seis nuevos principios se presentaban en uno mismo nivel de importancia, con los dos primeros enfocados al aspecto asociativo de la cooperativa , los dos siguientes al empresarial y los dos finales consagrados al crecimiento de la asociación-empresa en toda su integridad.

Si, los principios cooperativos de 1966 eran posiblemente superiores a los de 1937, sin embargo, sólo es posible la comparación por tratarse de la misma materia.

Veintinueve años después se vuelve a presentar una situación análoga, cuando en septiembre de 1995, al celebrar su congreso del centenario de Manchester, Inglaterra, la Alianza Cooperativa, la cual consta de tres definiciones: Qué es una cooperativa, cuáles son los valores y qué y cuáles los principios de la cooperación universal.

Esta nueva presentación de “los principios” del cooperativismo hace necesaria algunas comparaciones y/o comentarios, siendo el primero que después de 1937, cada 29 años ha habido una formulación nueva de los fundamentos sustentadores del cooperativismo mundial y de seguir la misma tónica, la próxima sucederá en 2024 siempre y cuando sea exigido por las circunstancias cambiantes de los tiempos.

Evolución de los principios.

Hace más de medio siglo que venimos hablando formalmente de los principios del cooperativismo y sólo ahora se les define de modo oficial. Y de qué modo se les define. Son al decir de la Alianza Cooperativa Internacional, ACI, en su Declaración de 1995, lineamientos o, quizá, directrices para que las cooperativas pongan en práctica sus valores. Así de sencillo, pero sí contundente.

Con tal definición pareciera una degradación de los principios, pues siempre se les consideró lo máximo, sin embargo, viéndolo más despacio se les ennobleció al considerarlos herramientas operativas para que los valores éticos de la cooperación no se queden en enunciados teóricos, sino que se lleven a la práctica y, en lo posible, sea asimilados por los cooperadores hasta conformar nuevos hábitos de conducta. Vistos así, ¡que grandiosos son ahora los principios cooperativos!

Ian MacPherson, durante su discurso de presentación de la Declaración de Identidad Cooperativa, resaltó varios puntos que ahora pueden sintetizarse. Dijo, por ejemplo: “Durante los últimos meses a menudo me he preguntado ¿Qué es lo realmente importante respecto a la revisión de los principios? Si lo pensamos, uno de los cambios importantes no son los principios en sí, sino que se les haya ubicado en el contexto de una declaración sobre «identidad cooperativa»”.

Para clarificar esto MacPherson añadió: “Uno de los problemas de las dos formulaciones (1937 y 1966) es que los principios, por sí solos, no ofrecen ninguna comprensión de su raigambre intelectual o filosófica. Pienso que esa omisión fue desafortunada porque, sin proponérselo, contribuyó a la tendencia de considerar los principios como un conjunto de mandamientos administrativos en lugar de catalogarlos como parte constitutiva de una filosofía coherente”.

Más tarde subrayó que los principios, tal como ahora se presentan, “son igualmente aplicables a las cooperativas de consumo, financieras, de producción, de trabajo y de servicios por lo menos”.

Al analizar las características de los principios apuntó: “Son flexibles, aunque cada uno exige de la cooperativa una forma mínima de conducta. Son además pautas que indican normas mínimas de comportamiento organizativo y sugiere constantemente otras acciones posibles; no son mandamientos… y lejos de ser una limitación a lo que hacemos, como sostienen algunos, los principios nos brindarán los conocimientos necesarios para ser cada vez más valiosos en el futuro, para la familia humana del mundo entero”.

Los principios cooperativos de 1995 no surgieron silvestres de los últimos estudios, pero ni siquiera de las recientes investigaciones al cooperativismo mundial previas a su formulación. Estos principios son herederos legítimos de las dos ediciones anteriores y si afirmamos que éstos son mejores es precisamente porque ya se contaba con la experiencia de aquellos.

La formulación de los principios de 1937 era, completa, así:

  1. Libre adhesión.
  2. Control democrático.
  3. Distribución a los socios del excedente a prorrata de sus operaciones.
  4. Interés limitado sobre el capital.
  5. Neutralidad política y religiosa.
  6. Venta al contado.
  7. Desarrollo de la educación.

 

La formulación de 1966 la usamos mucho con esta traducción:

  1. La adhesión a cualquier sociedad cooperativa debe ser voluntaria y sin restricción artificial o discriminación social, racial, política o religiosa, para todas las personas que puedan hacer uso de sus servicios y estén dispuestos a aceptar las responsabilidades de ser socio.
  1. Las sociedades cooperativas son organizaciones democráticas. Sus operaciones deben ser administradas por personas elegidas o designadas según la modalidad establecida por los socios y con la obligación de rendirles cuenta de su acción. Los miembros de cooperativas primarias deben gozar de igual derecho de voto (una persona, un voto) y de participar en las decisiones en igualdad de condiciones a los demás. En otras cooperativas no primarias la administración debe ser conducida sobre una base democrática y en forma adecuada.
  1. Las aportaciones de capital deben, solamente recibir una tasa de interés estrictamente limitada, si fuere establecida alguna.
  1. Los excedentes o sobrantes, si los hay, pertenecen a los socios y deben distribuirse de manera tal que ningún socio gane a costa de otro. Esto puede hacerse, a decisión de los socios, como sigue:
  2. Mediante la creación de un fondo para el futuro crecimiento de la cooperativa.
  3. Mediante el establecimiento de servicios comunes.
  4. Mediante la distribución entre los socios en proporción a sus transacciones con la sociedad.
  1. Las cooperativas deben destinar y aplicar fondos para la educación de sus socios, directivos, empleados y público en general, sobre los principios y técnicas de la cooperación, tanto en sus aspectos económicos como en los democráticos.
  1. Todas las organizaciones cooperativas, con el fin de servir mejor a los intereses de sus asociados y de sus comunidades, deben cooperar activamente, de todos los modos posibles, con otras cooperativas locales, nacionales o internacionales.

Los principios del Cooperativismo.

Los principios de 1995 son derivados de los valores primogénitos; son “directrices” para operar y desarrollar la cooperativa; son principios prácticos de los primeros cooperadores y son “cualidades esenciales para conformar cooperativistas efectivos, para hacer distintas a las cooperativas y para dar valor al movimiento cooperativo”. Así se lee en la “conclusión” del documento emitido por la Alianza Cooperativa Internacional, ACI. La parte final de nuestra interpretación será lo más breve posible.

Los principios del cooperativismo universal son válidos para todo tipo y nivel de cooperativas; los siete son igualmente imperativos para los cooperadores y sus entidades y su aplicación completa y oportuna hace la diferencia entre la empresa cooperativa y la comercial que persigue fines lucrativos.

He aquí los actuales principios con una muy breve indicación de lo que es propio de cada uno de ellos

  1. Adhesión voluntaria y abierta.

Las cooperativas son organizaciones voluntarias, abiertas a toda persona capaces de utilizar sus servicios y dispuestas a aceptar las responsabilidades de ser socio, sin discriminación social, política, religiosa, racial o de sexo.

Lo propio del principio de adhesión es:

  1. Las cooperativas son personas más que capitales u otros bienes: que la cooperativa es una asociación de personas y que en base a ese grupo se constituirá el negocio de autoservicio.
  2. Que solamente pueden adherirse a esta sociedad los que quieren libremente conformarla. Lo cual quiere decir que debe de haber voluntad para el ingreso y también para la permanencia como asociado.
  3. Que, aunque exista voluntariedad no todas las personas pueden ser admitidas como socios y/o afiliados de cualquier cooperativa, imponiéndose, al menos tres limitantes objetivos: que el candidato cuente con una capacidad económica para ser “accionista” del negocio en igualdad de condiciones a los demás; que pueda usar los servicios de la cooperativa de modo habitual y que esté dispuesto a asumir la dignidad y a cumplir las responsabilidades derivadas de la aflicción. Esto indica que toda cooperativa tiene un fin específico, su objeto social, pudiendo, por tanto, admitir solamente a quienes lo compartan.
  4. Que no son admisibles a las discriminaciones artificiales de raza, credo, filiación política, condición social o de sexo, puesto que todas las personas son iguales en esencia.
  5. Que la cooperativa como institución no pude mostrar preferencias por ningún partido político ni por determinado credo religioso, respetando totalmente las inclinaciones de sus miembros en estos campos.
  6. Que la cooperativa debe mostrar y demostrar una política de puertas abiertas hacia todos los posibles socios y, todavía más, debe llamarlos y motivarlos para que se ayuden ayudando.
  7. Que en una cooperativa lo primero es la unión de las personas, pues sin ella no hay cooperación, pero se trata de una unión fuerte y consistente, mejor expresada con adhesión, por la cual, todos corren una y la misma suerte quedando así ratificados los conceptos de solidaridad y cooperación, que trascienden a todos los principios y también a toda la vida de la cooperativa como sociedad y como empresa.
  1. Gobierno democrático de los socios.

Las cooperativas son administradas democráticamente por sus socios, quienes participan activamente en la adopción de políticas y en la toma de decisiones. Los elegidos como mandatarios sean hombres o mujeres, deberán rendir cuentas ante los asociados. En las cooperativas de primer grado los socios tienen iguales derechos de voto (un socio, un voto) y las de otros niveles se organizan también en forma democrática.

En este principio, directamente expresados o a veces deducidos, se encuentran los siguientes elementos de la doctrina cooperativa:

  1. En toda cooperativa la autoridad reside en los propios miembros; no proviene de nadie externo, ya sea del poder político, económico o el cultural distinto de la cooperativa.
  2. El poder reside en los socios y/o afiliados pero no aislados sino organizados. Es decir, ningún asociado puede individualmente dar órdenes a los directivos, a los empleados o hacer que se cambien las normas operativas de la organización.
  3. La asamblea general es el foro ordinario para que los socios expresen su voluntad y ejerzan su poder de gobierno. La asamblea “es la máxima autoridad” de la sociedad; así lo establece el postulado cooperativo y lo ratifican las leyes respectivas.
  4. La asamblea general es comúnmente anual; es convocada y organizada por el Consejo de Administración, en el caso de la cooperativa y por el Consejo Directivo, en el caso de la Federación o Confederación, y se ocupa de los asuntos de mayor trascendencia de la sociedad, los que no pueden ser delegados, como sanción a los informes, aprobación de planes y presupuestos y elección de mandatarios para el futuro.
  5. Los asociados tienen el derecho de asistir y participar en las asambleas generales con la conciencia de ser la materia prima de su realización. Nadie más en la comunidad, o fuera de ella, tiene tal privilegio.
  6. El papel más destacado de los socios en la asamblea es la emisión de voto cooperativo. Éste no puede ser irreflexivo ni imitativo.
  7. Es destacar que la cooperativa, como todas las sociedades y asociaciones, funciona bajo el régimen de autoridad delegada. Pero esto, que es práctico e imperativo, conlleva un cuidado especial para los socios en sus tres etapas de operación: cuando se seleccionan y eligen los candidatos idóneos para la función encomendada; durante todo el tiempo de su desempeño supervisando sistemáticamente su actuación y llamando a cuentas para aplaudir y felicitar su fiel cumplimiento o deponiéndolo por infiel, irresponsable e indigno de la autoridad concedida.
  8. En fin, en este principio debe recalcarse que en las cooperativas votan las personas y no los capitales.

 

  1. Participación económica de los socios.

Los socios contribuyen con justicia al capital de sus cooperativas y lo administran democráticamente. Al menos una parte de ese capital es de propiedad común. Normalmente reciben una compensación limitada, si la hubiera, sobre el capital aportado como requisito de la afiliación. Los excedentes, a decisión de los socios, se destinan a alguno de los siguientes fines: a) el desarrollo de la cooperativa mediante la posible  creación  de reservas, parte de las cuales, al menos, serán indivisibles; b) beneficio para los socios  en proporción a sus transacciones con la cooperativa y c) apoyo a otras actividades acordadas por los socios.

Concretamente este principio engloba ahora los principios tercero y cuarto de 1966, quedando todo el consagrado al negocio cooperativo. Es decir, aquí se encuentran todos los elementos requeridos para la operación eficiente de la cooperativa como empresa, de los cuales los más sobresalientes son:

  1. La cooperativa es un negocio, aunque no persiga el lucro, sino el servicio.
  2. Toda empresa necesita de capital. Este debe aportarse por los dueños y ese aporte confirma la calidad de asociado.
  3. El monto del aporte guarda relación directa con la calidad y la cantidad de servicio.
  4. A las aportaciones se les llama “capital” pero aquí lo más importante es la persona y no el dinero.
  5. Hay razones válidas para pagar un interés al capital, sin embargo, también las hay para no hacerlo.
  6. Los socios y/o afiliados son responsables de la administración del negocio. Se hace por la asamblea general, el consejo o mesa directiva y el personal empleado.
  7. Las “ganancias” son propiedad de los socios y/o afiliados y también las pérdidas, si las hubiere.
  8. Existe ahora una parte de propiedad común en cualquier cooperativa, la cual es irrepartible.
  1. Autonomía e independencia.

Las cooperativas son sociedades autónomas de ayuda mutua gestionadas por sus propios miembros. Cuando firman acuerdos con otras organizaciones, incluyendo los gobiernos, o consiguen capital de fuentes externas, lo hacen asegurando el autogobierno de los socios y afianzando la autonomía de la cooperativa.

Lo propio del principio de la autonomía es:

  1. Las cooperativas no dependen de nadie, como sociedad no como empresa, sino que son gobernadas por sus propios socios, son autónomas y también independientes.
  2. Esto no quiere decir que sean organizaciones anárquicas (falta de gobierno). Las gobiernan sus socios siguiendo los postulados del cooperativismo, además de las leyes de la materia que de ordinario se inspiran en la doctrina cooperadora.
  3. Las cooperativas no podrán eludir el trato con las autoridades gubernamentales a cuyo cargo está el reconocimiento como sociedad cooperativa, la concesión de algunos apoyos por tratarse de una obra de beneficio social y la supervisión regular para constatar el cumplimiento de las normas aplicables.
  4. Ninguna de estas actividades debe implicar más que lo ya normado; es decir, no es admisible que por efectuar esas acciones las autoridades se posesionen de la cooperativa de hecho o de derecho.
  5. Lo aconsejable será cumplir siempre y con fidelidad las normas vigentes, no sólo para evitar sanciones y sin sabores, sino también para que los socios y la comunidad constaten la seriedad de la cooperativa como empresa de los necesitados. Y en adición se evitará el riesgo de intromisiones por parte de la autoridad.
  6. Y también será muy aconsejable que los directivos y los socios asuman cada uno su respectivo papel, pues al no hacerlo se producirán vacíos que otros querrán llenar a su beneficio. El gobierno implica algo más que levantar la mano para emitir un voto una vez al año. Conlleva responsabilidad, compromiso, fidelidad y, sobre todo, ser verdadero cooperativista.
  1. Educación, capacitación e información.

Las cooperativas brindan educación y capacitación a sus socios, directivos, gerentes y empleados para que contribuyan con eficacia al desarrollo de sus cooperativas. Informan, además, al gran público –especialmente a los jóvenes y líderes de opinión- de la naturaleza y beneficios de la cooperación.

Privativo de este principio, hoy como ayer, son los siguientes elementos, expresa deductivamente contenidos en redacción:

  1. La cooperativa como revisamos es una sociedad y una empresa ahora, por efecto de este principio, es también una entidad de educación cooperativa.
  2. Si hubiésemos de priorizar la importancia de estas tres facetas de la cooperativa diríamos que la agrupación y el negocio coadyuvan con sus prácticas a que la educación realice a cabalidad su objetivo, que es elevar la condición de la vida de las personas para que puedan conseguir con más facilidad su destino trascendente.
  3. Función, por lo tanto, de los directivos es poner a la cooperativa en condiciones de cumplir la eficacia las exigencias de su misión educadora. Quizá no más que las de la asociación o la empresa, pero definitivamente no menos que ellas.
  4. Los sujetos de la educación de la cooperativa, hoy como ayer, son los socios, los directivos, los empleados y público en general, o sea, los propios y los cercanos a la cooperativa sin excluir a nadie, aunque dando prioridad a los jóvenes líderes de opinión.
  5. Que la labor educativa es, de inmediato, “para contribuir una eficacia al desarrollo de la cooperativa”, pero su pretensión alcanzará al hombre completo, como miembro de una familia, elemento de una profesión, perteneciente a un estrato social y ciudadano de un país con historia, cultura e instituciones comunes.
  6. Que el contenido de la educación se precisa ahora más claramente con “la naturaleza y beneficios de la cooperación”. La naturaleza incluye lógicamente la definición, los valores y los principios, o sea, toda la Declaración de la Identidad Cooperativa y los beneficios alcanzan cómo la teoría se ha transformado en práctica ayudadora en más de un siglo y media de experiencia mundial.
  7. Que lo más aconsejable para cualquier cooperativa será que elabora un programa educativo que abarque a los distintos destinatarios y contemple los diferentes contenidos de la educación. Este programa sólo será efectivo si cuenta con un presupuesto exclusivo y suficiente y si se hace permanente con las adecuaciones anuales pertinentes para las circunstancias de la cooperativa.
  8. Que el método educativo es tan amplio que no descarta ninguna actividad que brinde formación e información de los demás, aunque muchas veces se organizarán reuniones, se editarán actos diversos con fines concretos. Pero uno de los mejores medios es considerar educativas cada una de las actividades ordinarias de la cooperativa, como producir, consumir, comprar, vender, deliberar, votar, delegar o gobernar. Así no habrá sólo teoría sino también práctica aleccionadora.
  9. Y, hoy como ayer “tanto vale una cooperativa cuanto vale cada uno de sus socios”, sentencia que ahora se agiganta justamente porque nos ocupamos de los valores. Es decir, no vale tanto por sus pesos, sus edificios, sus técnicas o maneras de operar, sino por lo que vaya haciendo en sus elementos –dueño y clientes- como también en la comunidad donde se desenvuelven.
  1. Cooperación entre cooperativas.

Las cooperativas sirven a sus asociados con mayor eficacia y fortalecen al movimiento cooperativo cuando trabajan conjuntamente mediante estructuras locales, nacionales, regionales e internacionales.

Lo propio del principio de la integración es:

  1. Conceptuar que una cooperativa aislada no es cooperativa: niega su misma esencia; trabajar con los demás.
  2. – Toda cooperativa, aunque grande, es sólo un eslabón en la larga cadena de la cooperación.
  3. La intercooperación es un mandato, pero también una conveniencia: para servir mejor y obtener más servicios.
  4. La integración no anula la autonomía, la libertad ni el autogobierno; al contrario, se es más cooperativa: sirve mejor a sus miembros y contribuye a engrandecer el Movimiento Cooperativo
  5. Son varios los enemigos de la intercooperación, pero sólo una es su esencia: el egoísmo, el anticooperativismo.
  6. Las entidades de mayor nivel son también cooperativas y se les aplican las mismas normas, los mismos valores y principios.
  7. Toda cooperación sólo se cristaliza con los aportes; así debe hacerse a nivel de la federación, de la confederación y de la unión.
  1. Compromiso con la comunidad.

Las cooperativas trabajan por el desarrollo sostenible de sus comunidades mediante políticas favorables aprobados por sus socios.

Lo propio del principio de la comunidad es:

  1. La cooperativa se debe a sus propios socios, pero por eso mismo se debe también a su comunidad que es la de ellos.
  2. No se trata de dar limosnas, sino de apoyar en lo que más se necesita: la educación, la salud, el deporte, la seguridad, la ecología o, de otro lado, los niños, las mujeres, los desocupados, etc.
  3. Lo mejor es promover la formación de otras cooperativas: son autónomas, buscan la educación y el desarrollo integral de las personas.
  4. Se aspira a no tener que vivir dos vidas dispares, una mutual en la cooperativa y otra de lucha en la sociedad. Ahora, por este principio, hay que cooperativizar la comunidad y la economía.
  5. Pero cuidado: no atacar a otras cooperativas y no ser desleal con otras instituciones, sino colaborador sincero de todas ellas.
  6. Los socios deben aprobar la posible ayuda en la finalidad a ser atacada y los recursos que se emplearán.

Tales son los principios cooperativos de la ACI, tal como los aprobó en su Congreso del Centenario, en 1995. Desde luego es sólo una síntesis por lo que recomendamos consultar el libro “Identidad cooperativa” donde aparece la Declaración completa y dos explicaciones pertinentes para la actuación cotidiana de nuestras organizaciones cooperativas.

De acuerdo con la información estadística que proporciona la Alianza Cooperativa Internacional en su página nos presenta que: Más del 12 % de la población mundial es cooperativista de los 3 millones de cooperativas que existen en el mundo, por lo anterior, las cooperativas están contribuyendo al mejoramiento y al desarrollo del nivel de vida de sus socios y/o afiliados, así como en la generación de empleos y el crecimiento de la economía de los países.

 

Bibliografía.

  • Eguía F. y MacPherson, Ian. (2002). Identidad Cooperativa. México.
  • (1995). Declaración de la Identidad Cooperativa, Alianza Cooperativa Internacional. Manchester.
  • (2023). Datos y Cifras. Alianza Cooperativa Internacional. Recuperado en septiembre en el sitio Datos y cifras | ICd
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Cooperativas - la otra realidad

Cooperativas: La otra realidad

REALIDAD COMPLEJA

Todos sabemos que estamos viviendo en una época de cambios vertiginosos y continuos.

Pero lo que parece evidente para muchos de los cooperativistas con los cuales nos reunimos en encuentros nacionales e internacionales, ¿es realmente así para todos los cooperativistas?

Me temo que no.

Para muchos cooperativistas en muchos países del mundo, incluyendo México, la realidad cotidiana es muy distinta de los temas que se abordan en las conversaciones o discusiones que se mantienen con los demás compañeros en estas reuniones, los que presentan los conferencistas que nos vienen a ilustrar sobre los distintos temas de su especialidad, o cuando leemos los libros de una muy rica bibliografía que se refieren a las últimas novedades de las tecnologías de la información y la comunicación y su impacto en la administración moderna, el acercamiento de las distancias entre la cúpula y la base en las corporaciones modernas, y por supuesto la cálida recomendación a las organizaciones de todo tipo –que para las cooperativas debería ser obvio al ser parte de su esencia- de abandonar el concepto de liderazgo vertical tradicional y la adopción del concepto de liderazgo participativo.

Todos estos conceptos, importantísimos en sí mismos, están dejando su huella en la forma de entender y analizar cualquier tipo de organización, pero desgraciadamente son prácticamente irrelevantes para un gran número de cooperativistas.

Los compañeros y compañeras en muchas cooperativas viven una realidad muy distinta.

Viven una realidad en la cual la supervivencia económica real, diaria, literal, es su prioridad principal. No están vinculados con otras estructuras cooperativas nacionales más grandes que los puedan asesorar, orientar, apoyar para mejorar su estructura, organización y funcionamiento. Están aislados del quehacer cooperativo más amplio. Sus vínculos se dan con personas, grupos y estructuras que se aprovechan de esa situación para mantenerlos en esa relación de control y supeditación. Al estar también geográficamente más o menos aislados, su situación se va repitiendo de generación en generación, y en definitiva las cosas son como son, porque así siempre fueron. Por supuesto las estructuras políticas locales o regionales aprovechan en su beneficio ese estado de cosas para promover el continuismo, la dependencia, el paternalismo. En esta situación están muchos grupos en muchas comunidades. Muchos de estos grupos son cooperativas, pero de tales tienen solamente el nombre.

Los temas tratados en reuniones nacionales e internacionales son sumamente importantes, pero éstos atañen solo a una parte, por cierto, muy significativa, del sector cooperativo. A la otra parte, a la que hacemos referencia en estas líneas, esos temas son casi irrelevantes. De la misma forma en que la desigualdad entre los sectores más ricos y los más pobres en todo el mundo se está agrandando más y más desde finales de los años ’70 y principios de los ‘80 hasta hoy día, de la misma forma aumenta la desigualdad entre las cooperativas que muy acertadamente se insertan en los procesos económicos y tecnológicos que caracterizan a lo que se conoce actualmente como la era del conocimiento, y las cooperativas de las que nunca hablamos, y que probablemente tampoco conocemos (ellas tampoco a nosotros). Éstas permanecen inalteradas, en el limbo, al margen de los procesos que afectan a una parte de la sociedad, pero no a ellas, y probablemente ni siquiera saben que estos procesos se están dando.

¿Cuál debe ser entonces nuestra posición? Cómo cooperativistas no solo conscientes de lo que pasa en nuestro derredor, sino que activamente participamos en muchos de estos procesos, ¿cuál debe ser nuestra actitud?, ¿nuestras decisiones deben verse influidas por esta situación?, ¿esta situación nos preocupa?, ¿en alguna asamblea general de una cooperativa, o en alguna sesión de su concejo de administración, se hace referencia a este tema?

Estas preguntas y muchas otras que se podrían plantear, ¿han sido consideradas en algún foro cooperativo, reunión, congreso, etc.? 

El sexto principio cooperativo se refiere claramente a la cooperación entre cooperativas. ¿Lo estamos llevando a la práctica?  

COMPARACIONES Y ANÁLISIS

Si bien en cada país hay realidades diferentes que responden a características nacionales específicas, vemos también ciertos procesos parecidos en grupos de países a diferencia de lo que pasa en otros grupos de países.

En términos generales en los países de Europa occidental (países nórdicos, Alemania, Francia, Inglaterra, España, Italia, entre otros), algunos de Asia (Japón, Corea del Sur), Oceanía (Australia, Nueva Zelanda) y América del Norte (Estados Unidos, Canadá), tenemos empresas de la economía social y un movimiento cooperativo fuerte, organizado, consolidado, con información fidedigna y accesible. En muchos de los países en vías de desarrollo y en las economías emergentes –no en todos- esta información es más dudosa, más escasa, menos confiable y en muchos casos el movimiento cooperativo además está fragmentado.

Antes de empezar a referirnos a ambos casos, quisiera hacer un planteamiento general: en términos generales vemos que en los países más desarrollados, hay un mayor nivel de educación; un mayor consenso respecto del modelo de nación, a pesar de todas las diferencias que pueden darse entre los distintos partidos políticos que compiten por el gobierno; mejores vías de comunicación; niveles de bancarización más amplios; muy amplios sectores de la población, si no todos, están conectados a la red eléctrica, y ésta es continua sin apagones continuos; bajos niveles de analfabetismo en la población en general y en la población cooperativa en particular; las diferencias sociales y económicas entre los sectores, si bien han aumentado en los últimos años, no llegan a los extremos de los países en vías de desarrollo. Es en esos países precisamente donde vemos un desarrollo más consolidado de la economía social y del cooperativismo. Es en esos países donde las empresas de la economía social –incluyendo las cooperativas por supuesto- están más pujantes, y hay un mayor reconocimiento público, mediático y político a su contribución al quehacer total de la sociedad y a su bienestar general. Ese reconocimiento lo vemos entre otros elementos a través de las leyes existentes, promulgadas por los parlamentos, que son la base de políticas públicas que promueven y fomentan el fortalecimiento de esas estructuras. Sirva como ejemplo las declaraciones hechas por el Presidente del Gobierno Español, Pedro Sánchez, el 1.7.23, al hacerse cargo de la Presidencia del Concejo de la Unión Europea por los próximos seis meses, que la economía social será una de sus principales prioridades.

Por otro lado, en los países en vías de desarrollo, y en las llamadas economías emergentes, si bien no presentan un cuadro homogéneo, las empresas de la economía social, incluyendo las cooperativas, presentan una situación menos alentadora. Entre otras características, y en términos generales, en estos países vemos niveles de educación y de salud inferiores (incluyendo por supuesto grandes sectores de la población rural y cooperativa rural); la  concepción de un modelo de estado es más fragmentada; el tejido social está más fragmentado; las vías de comunicación son más escasas y de calidad mediocre, llegan a menos localidades y su estado de mantenimiento es en general de regular a malo, lo que implica que muchas comunidades están pobremente vinculadas con su entorno, lo que a su vez dificulta la relación, el comercio, la intercomunicación; comunidades no están vinculadas a la red eléctrica; el transporte público deja que desear; el nivel de analfabetismo es más elevado (particularmente en el sector rural); los porcentajes de población sin acceso a los servicios ofrecidos por la banca tradicional son altos. En América Latina el índice de desigualdad entre el sector más pudiente y el más débil es el más alto del mundo (Foro Económico Mundial, CEPAL, OXFAM). Es precisamente en este entorno donde vemos a las empresas de la economía social y a las cooperativas en una situación difícil. Existen leyes, como en el caso de México, donde se menciona específicamente en el artículo 25 Constitucional que la economía nacional está constituida por tres sectores: el público, el social y el privado. Pero el conocimiento y el reconocimiento que del sector social tienen tanto el sector público, el sector privado, así como los medios de comunicación y el medio político son nimios, por no decir nulos.

Al hacer generalizaciones amplias se incurre en inexactitudes. No en todos los países esta situación es la que prevalece. En Costa Rica y en Uruguay, en Argentina y en Brasil, por ejemplo, en comparación con otros países de la región, la realidad cooperativa es diferente. Asimismo, dentro de un país, la situación no siempre es homogénea: hay países donde un sector, en general el de ahorro y préstamo, es fuerte y está organizado adecuadamente -como es el caso de México- pero otros sectores lo están menos.

Son muchos los factores que inciden en esta situación. Sin pretender hacer un análisis exhaustivo propongo dividir el análisis en dos tipos de factores: los factores internos y los factores externos.

Por factores internos me refiero a la responsabilidad del propio movimiento cooperativo y a su “contribución” en la generación de la situación problemática en que se encuentran muchas de las cooperativas en varios países.

Por factores externos me refiero más que nada a la responsabilidad que le cabe al entorno político, los poderes ejecutivo y legislativo principalmente, y a los medios de comunicación, en la generación de la situación en que se encuentran la economía social en general y las cooperativas en particular, o al desconocimiento que en general se tiene de su esencia, su participación y contribución, la escasa trascendencia que se le da, así como la escasa legislación -y de calidad dudosa- y políticas públicas que no están orientadas a su desarrollo, fortalecimiento y promoción.

FACTORES INTERNOS

Al movimiento cooperativo le corresponde una parte considerable de responsabilidad en esta situación. Muchas veces vemos líderes cooperativos demasiado comprometidos con sus intereses personales en detrimento del movimiento que dicen representar. Están establecidos en zonas de comodidad desde hace mucho tiempo; tienen dificultades -no están interesados- en adaptarse a los cambios ideológicos, conceptuales, sociales, políticos y tecnológicos que se están dando en el mundo en los últimos treinta-cuarenta años; mantienen compromisos partidarios que impiden ver -o confunden- entre el beneficio del movimiento cooperativo y el vínculo y la dependencia con un partido político; mantienen cotos definidos de poder; adolecen de falta de una visión y misión de fortalecimiento del movimiento; no piensan con una perspectiva política de desarrollo cooperativo. La lista de debilidades puede ser muy larga.

Pero si agregamos estos factores a los que mencionábamos más arriba –deficiencias en el  desarrollo, transporte, comunicación, educación, salud, bancarización, etc.- tenemos una situación en la cual se puede dar la “tormenta perfecta”: ideal para mantener en la cúpula del movimiento a personajes con grandes habilidades tácticas-operativas que les permite continuar en los cargos que ocupan, pero cuya preocupación principal no es el fortalecimiento del movimiento, sino manejar los hilos que les permite seguir donde están. Siguen manejando presupuestos, mantienen vínculos más o menos estables con algunos centros de poder político y económico, y siguen estando al frente de organizaciones que a veces no se sabe muy bien ni su tamaño, ni que es lo que realmente hacen, ni a quien representan, pero mantienen una fachada de “representatividad”: siguen siendo “presidentes”, participan en reuniones, y, en fin, “acá no pasa nada, todo está bien, todo sigue igual”.

Lo que está ocurriendo en nuestro derredor, la revolución tecnológica, la apertura y el flujo de la información, la utilización de las redes para difundir el quehacer del movimiento, tratar de llegar a más gente, como desarrollar nuevos campos de actividad cooperativa, como capacitar a nuestros socios en las nuevas realidades tecnológicas en las que ahora estamos viviendo, como posicionarnos como movimiento cooperativo en esta nueva realidad, como incrementar la influencia del movimiento en el poder legislativo, con el poder ejecutivo, en los medios de comunicación, en la opinión pública, todo eso es algo que no les preocupa. Les preocupa seguir manteniendo los mismos puestos y las mismas posiciones; crean a veces organizaciones de segundo o tercer nivel -con un viso de legalidad- que contribuyen en realidad a la fragmentación del movimiento, pero en realidad mantienen y tratan de fortalecer sus vínculos políticos personales para su beneficio individual, no para el desarrollo y fortalecimiento del cooperativismo.

Hay líderes más sofisticados: aprovechan la revolución tecnológica, utilizan las redes, quieren posicionar al movimiento de una forma que hace recordar el interés genuino de un cooperativista. Pero no confundirse: algunos de estos líderes lo hacen con la condición de que ellos estén “arriba”, puedan utilizar los presupuestos para distribuirlos de una forma que les permita aumentar su control sobre los grupos que reciben esos apoyos y de esa forma aumentar su influencia y dominio.

En fin, las variantes y las combinaciones pueden ser varias: en definitiva, a pesar de excelentes discursos o conferencias que muchos de estos personajes pueden dar, la realidad es que se necesita poco tiempo de contacto con ellos para ver su verdadera naturaleza: una cosa es declamar los valores y principios cooperativos, y otra muy distinta es comportarse de acuerdo a ellos, vivirlos.

Cuando las declaraciones son distintas de las intenciones, es difícil articular políticas comunes. Es difícil unir al movimiento cooperativo, es difícil generar consensos entre los líderes, y muchas veces cuando ya se consiguen, son efímeros o superficiales: dependiendo de cambios circunstanciales, o intereses momentáneos, lo acordado deja de tener vigencia.

Con esto no quiero decir que todos los líderes cooperativos son personas no creíbles o no confiables. De ninguna forma. Pero alcanza con que un número determinado de ellos tengan algunas o varias de estas características y sean lo suficientemente “representativos” para crear la “masa crítica” que dificulta, obstaculiza, o puede hacer fracasar los intentos de cohesionar al movimiento cooperativo que realizan otros líderes, sinceramente dedicados a fortalecerlo. 

Si a esto le agregamos lo que presentábamos más arriba: rezagos serios en alfabetización y actividad educativa de todo tipo, dificultades de transporte y de comunicación, obstáculos geográficos, usos y costumbres muy arraigados en comunidades con un fuerte localismo, la inexistencia de servicios bancarios que puedan financiar proyectos productivos y educativos, a la par con la existencia de un sistema político y de intermediarios que aprovechan esa situación para generar una situación de dependencia entre unos y otros, asegurando la continuación de estructuras cuyo objetivo es asegurarse que no haya cambios, se mantenga y se conserve el estatus quo, obtenemos un círculo vicioso muy difícil de romper. En esta cadena, los eslabones están todos muy asegurados uno con otro. Es difícil encontrar el eslabón débil, para romperla.

No por eso debemos desistir en nuestro empeño. Es por eso precisamente que las cooperativas y sus líderes que están verdaderamente preocupados por la consolidación y fortalecimiento del movimiento cooperativo a nivel nacional, y la Alianza Cooperativa Internacional -a nivel internacional- deberían dedicarle más atención a esta situación que afecta a un número grande de seres humanos en muchos países. Si bien hay particularidades específicas en cada uno de ellos, se puede establecer algunas líneas comunes a todos, lo que facilitará el desarrollo de una estrategia continental, en el caso de América Latina, que podría transformarse en una estrategia mundial con las adecuaciones necesarias, pero tomando en cuenta que quizá puede haber muchos más elementos unificadores, que diferenciadores. De la misma forma que la Declaración 193 de la OIT, presenta recomendaciones para el fortalecimiento del cooperativismo en todo el mundo, la Alianza Cooperativa Internacional, fiel a sus principios y valores, debería tomar también como suyo este desafío estratégico. Profundizaremos más este punto al final cuando nos refiramos a las recomendaciones.

Por otro lado, están los líderes cooperativos que no pertenecen, ni se identifican, con las   estructuras políticas partidarias tradicionales identificadas con el control político del estado, o sea con el gobierno. Estos líderes están identificados con otros partidos políticos, o ideologías políticas, que no participan en el gobierno y que de hecho se oponen a él. Por supuesto que es el derecho de todo ser humano a decidir con cuál ideología política se identifica, a qué partido político se afilia y a quien le otorga su voto. La dificultad surge cuando estas personas llevan a todo el grupo cooperativo a tener una afiliación o identificación partidaria.

Esto atenta contra la ideología cooperativa, sus principios y valores- que se expresan claramente en contra de la identificación partidaria del grupo, pues ésta desvirtúa la esencia de la actividad cooperativa al transformarla en proselitismo político. Las cooperativas son entes independientes   -4to. Principio Cooperativo- y como tales sin afiliación política o partidaria. Eso no quiere decir que sus integrantes no tengan, individualmente, sus preferencias políticas y partidarias. Un cooperativista por su propia esencia es un ente profundamente político, pero a que partido votar es una decisión personal, no grupal. Como asociaciones tenemos que estar listos a mantener diálogos con todos los actores políticos desde una situación de independencia, y no dependientes de nuestras preferencias ideológicas. Tener como grupo una preferencia partidaria ya previamente asumida y reconocida nos limitará enormemente y acotará nuestra capacidad de interrelación y negociación con los otros sectores políticos.   

También están las cooperativas y sus líderes que se dedican prácticamente en exclusividad al desarrollo y fortalecimiento de su actividad. Están “encerradas” -por decirlo de alguna forma- en su ocupación. Se dedican a su trabajo. Hacen todo lo necesario para fortalecer su posición financiera y mejorar su situación en el mercado. Esto es muy loable, pero hay que tener mucho cuidado: la dificultad que se suscita con esta postura es que al tener mucha atención y energía dedicada al quehacer técnico/profesional, se descuida –o hay menos energía disponible- a ver el resto de lo que debe ser el quehacer cooperativo en su totalidad. Puede quizá descuidarse el fortalecimiento cooperativo, la identidad cooperativa. Es difícil mantener el equilibrio adecuado entre el desarrollo social, el económico y el ambiental en una cooperativa, pero es parte de su esencia. Conviene recordar también el principio del vínculo, la colaboración y asistencia entre cooperativas para que el movimiento no se debilite (6to. Principio). 

FACTORES EXTERNOS

Frente a esta situación de fragmentación del movimiento cooperativo en diferentes países, las instancias políticas en todos sus niveles, se ven enfrentadas a una difícil disyuntiva: ¿a quién escuchar?, ¿a quién hacerle caso?, ¿qué línea de acción tomar para fortalecer a las empresas de la economía social y a las cooperativas?

Conviene no olvidar que, en muchos países, tanto en el sector privado como en el público en general –incluyendo el político-, hay un desconocimiento profundo sobre todo lo que significa la economía social y el cooperativismo.    

Son pocos los políticos a los cuales les interesa, o que tienen conocimientos sobre lo que implica la economía social y el cooperativismo. Muchos de ellos están de antemano comprometidos e identificados con la concepción del modelo económico neoliberal. O no les importa, o no saben, que actualmente muchas autoridades económicas internacionales, como por ejemplo los premios Nobel en Economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman, entre otros, además de instituciones como el Fondo Monetario Internacional, la CEPAL e instancias académicas entre otras, han declarado públicamente que el modelo neoliberal está exhausto, que no ha producido los resultados esperados y que es el responsable de los descalabros financieros que estamos viviendo en los últimos años. También es verdad que por ahora no existe un modelo aceptado como alternativa, que sirva como una recomendación que instituciones internacionales presenten como solución. Pero muchos políticos ni siquiera se plantean esta nueva realidad, no la reconocen, no se refieren a ella, y por lo tanto no buscan alternativas conceptuales sobre las cuales se pueden desarrollar modelos específicos que respondan a necesidades sentidas y realidades nacionales concretas.

Cuando la cultura política y económica predominante es la de preservar el poder y control de ciertos grupos a expensas de otros, el juego que se juega es el llamado de “suma cero”: lo que un grupo gana es lo que el otro grupo pierde. Por un lado, un grupo relativamente pequeño, pero muy bien organizado, los que manejan los hilos del poder económico, político y medios de comunicación -o están cerca de ellos-, y por el otro, el sector social, un grupo grande, numeroso, y en muchos casos mal organizado y fragmentado, lo que facilita que en este juego de suma cero sea el perdedor. Todos los que participan en el grupo de los ganadores reciben algo por supuesto. La división de las ganancias no es igualitaria, pero es lo suficientemente significativa para satisfacer a sus diversos integrantes. Estos esquemas no son estables: cada tanto se producen movimientos y acomodos internos, de tal forma que algunos integrantes van modificando su situación, algunos mejoran su participación y otros la disminuyen, pero mientras las cosas funcionan en forma más o menos aceptable, los acomodos y adecuaciones son movimientos internos que no afectan a la estructura del juego en su totalidad.

Algunos líderes cooperativos son parte de esa estructura. Aprovechan, disfrutan y reciben parte de los beneficios a cambio de que colaboren con ella y contribuyan a su mantenimiento. Su identificación no es hacia sus representados, los socios cooperativos y sus cooperativas, sino hacia los círculos de poder de los cuales ellos son socios menores, pero socios al fin.

Frente a esta situación, los gobiernos están en una situación delicada. Pueden por un lado aprovecharse de los grupos cooperativos con los cuales tienen vínculos tradicionales para seguir apoyándolos. Por otro lado, no pueden dejar de escuchar a los otros representantes cooperativos que también tienen sus demandas para presentar.

En el primer caso, estas cooperativas se transforman en grupos de apoyo político al partido en el poder. Se da una situación paradójica en la cual en vez de que el gobierno apoye y fomente al movimiento cooperativo, son estas cooperativas y sus líderes, qué sirviendo como grupo de mantenimiento a las estructuras tradicionales, apoyan al gobierno, sin conseguir apoyos para el movimiento en su totalidad. Los beneficiados son en definitiva los líderes cooperativos, y parcialmente las cooperativas por ellos lideradas, como ya explicamos más arriba, que obtienen algunos beneficios condicionados. Pero esto no significa fortalecimiento ni desarrollo, ni del movimiento ni de las propias cooperativas que esperan y dependen de las cuotas y beneficios negociados. Su significado para esas cooperativas, es aumento de la dependencia del gobierno, pérdida de independencia, tergiversación de los principios y valores cooperativos, debilitamiento continuo del movimiento y pérdida de credibilidad entre otros. Es por eso que en algunos países vemos que hay muchas cooperativas, algunas de ellas incluso fuertes, pero el movimiento cooperativo es débil.

En el segundo caso, el de los líderes cooperativos que no mantienen un vínculo de dependencia con el gobierno o con partidos políticos que integran el sistema político, hacen sus planteamientos y son escuchados, pero eso es todo. Eso no compromete a los políticos a tomar decisiones que fortalezcan al movimiento. Las decisiones que los parlamentarios o los gobernantes tomen están basadas en sus cálculos y la conveniencia política circunstancial. Como ya explicamos más arriba, el conocimiento del tema no los caracteriza. Sus compromisos están definidos de antemano con otros grupos, otros sectores y con sus propias cúpulas políticas. Por supuesto, eso no impide que escuchen las explicaciones, propuestas y demandas, pero están cumpliendo con una formalidad, nada más.

La propia división y fractura del movimiento cooperativo facilita a los legisladores y al ejecutivo ese posicionamiento: aprovechan esta situación pues al escuchar de los diversos grupos representativos cooperativos planteamientos diferentes, a veces hasta opuestos, deciden lo que a ellos les parece más adecuado. La fractura del movimiento cooperativo consigue lo impensable: siendo un movimiento grande, que incluye a muchas personas, nos vemos como si fuésemos pocos y no relevantes; a pesar de tener una representación fuerte en el sector de la producción y servicios, de cumplir una función importante en el ahorro y préstamo al ser los únicos que ofrecemos servicios financieros variados a núcleos importantes de población, la opinión generalizada sobre  el movimiento es que se trata de un grupo de pobres que tienen la organización en cooperativas como única alternativa para la supervivencia. En el sector de consumo, por ejemplo, cooperativas en muchos países cumplen una importante función humanitaria, económica, social y ecológica al ofrecer productos que de otra forma personas no podrían adquirir, o tendrían que pagar un precio más elevado por él. Tienen además un importante objetivo formativo-educativo al tratar de educar al público a preocuparse por su salud alimentaria, al ingerir productos sanos, orgánicos, no tratados con agentes químicos dañinos, obligando a los productores a detallar características de lo que están ofreciendo. Esto a su vez cumple una importante función de sustentabilidad ambiental. Estas actividades son hoy día particularmente importantes en países desarrollados, que afortunadamente se están extendiendo a otras latitudes también. En este terreno, la realidad es muy diversa entre países.    

RECOMENDACIONES

En ningún campo del quehacer humano, se encontrará una solución a un problema, si éste no fue previamente definido, reconocido como tal. Se dice que más importante que encontrar una buena respuesta, es enunciar la pregunta adecuada… Cuando estudiamos álgebra nos enseñan que el primer paso fundamental para resolver una ecuación, antes que nada, es plantearla correctamente.

Lo mismo aplica por supuesto en nuestro caso.

Tenemos que concientizarnos y reconocer que, en mayor o menor medida, en un gran número de   países del mundo, el problema de un movimiento cooperativo no consolidado, la existencia de líderes no representativos que aprovechan para fines personales -o de otra índole- a los organismos cooperativos, existe, y es un flagelo. Esta situación afecta no solamente a los socios cooperativos que sufren directamente en carne propia las consecuencias, sino también a las demás cooperativas, qué si bien viven en su quehacer cotidiano una realidad distinta, se ven hoy día -y se verán en el futuro- afectadas por la dinámica política, económica, mediática y comunicacional que se genera, como traté de explicar en las líneas anteriores.

De la misma forma que dividimos previamente nuestro análisis en factores internos y factores externos para realizar nuestras observaciones, aplicaremos ahora la misma metodología y dividiremos también nuestras recomendaciones en internas (que tienen que surgir dentro del movimiento cooperativo en cada país) y externas (acciones que deben darse fuera del ámbito de las cooperativas), legislación y políticas públicas, (éstas, por ejemplo, pueden ser el resultado de iniciativas cooperativas). En este aspecto, a los movimientos cooperativos nacionales, les cabe un rol preponderante. Existe otra posibilidad, que empieza tener más presencia últimamente: las declaraciones hechas por políticos en ese sentido. Como ejemplo, las declaraciones del Presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, que mencionábamos antes, o las palabras pronunciadas por el Presidente de Colombia, Gustavo Petro, en la Clausura de la Asamblea Nacional de Economía Solidaria, Popular y Comunitaria, el 19.7.23, en Neiva, Huila.

FACTORES INTERNOS

Las organizaciones cooperativas, así sean éstas de base, o representen a organizaciones de segundo, tercer o cuarto nivel -de acuerdo a las leyes y a las normas de cada país- deben reconocer el momento histórico en el que estamos viviendo actualmente. Es un momento de transición importante, tanto a nivel conceptual como práctico: el movimiento cooperativo tiene la posibilidad de influir en el desarrollo económico y social sostenible de mucha gente en muchos países, presentando la opción de que otro mundo es posible. No estamos presentando un nuevo partido político. Estamos hablando de la opción de organizar la producción, el mercadeo, el financiamiento de proyectos, la organización comunitaria -que implica salud, educación, infraestructura, entre otros- bajo un marco diferente. No implica la sustitución de un modelo por otro. No estamos hablando de revolución. Estamos hablando de favorecer la aparición de más opciones. Éstas no solo deben provenir de las grandes instituciones ya existentes como las grandes corporaciones que conocemos. Pueden surgir iniciativas desde “abajo”, por grupos de personas que quieren tomar su destino en sus manos. A estos grupos hay que apoyarlos con capacitación, financiamiento, la posibilidad que entre cooperativas se puedan financiar proyectos productivos y de otra índole, redes de mercadeo y mercadeo entre cooperativas. Tenemos que promover los cambios en las leyes que nos faciliten el desarrollo de iniciativas propias, la innovación, el apoyo mutuo y la búsqueda de soluciones a las situaciones específicas de nuestro sector: debemos ser capaces de contribuir a impulsar y financiar nuestro propio desarrollo (en México la ley actual lo impide). Somos por un lado empresarios privados, pero no el típico empresario privado que la ley conoce y reglamenta. Somos en realidad empresarios sociales, y para ellos no existe una ley que los defina. De ahí la importancia de promover un código cooperativo, como hay un código comercial, penal, etc.  

No es casualidad que no hay actividad humana que no esté representada por una cooperativa en algún país del mundo. Muchas veces estas cooperativas son instituciones muy grandes con una actividad financiera y de impacto social muy amplio, que surgieron por iniciativa propia.

Todo esto, y mucho más, es posible conseguir en cualquier país con una condición: que el movimiento cooperativo empiece a tomar conciencia que es un movimiento, no distintas cooperativas, cada una preocupándose -con una visión estrecha- de su quehacer exclusivamente. Si bien el fortalecimiento de una cooperativa es condición necesaria, y el fortalecimiento del sector a la que la cooperativa pertenece es muy importante, no es suficiente: las cooperativas .y las estructuras de segundo y tercer grado que se creen- deben ampliar su visión, colaborar y preocuparse por el fortalecimiento de todo el movimiento cooperativo nacional y el internacional.

En esa etapa, a los líderes cooperativos sectoriales nacionales les cabe una tarea transcendental. Son ellos los que deberán orientar la actividad en aras de la unidad. Hay que tomar en cuenta que se estarán enfrentando con muchos elementos dentro del movimiento cooperativo -como ya explicamos antes- que no están interesados en fortalecer ese proceso. En cada lugar, las estrategias deberán ser adecuadas y diferentes entre ellas, pero el objetivo es el mismo: consolidar y fortalecer el movimiento. Esto no se hará de un día para el otro. Llevará tiempo, pero lo antes que empecemos, antes llegaremos a la meta.

Esta labor es responsabilidad exclusiva de los cooperativistas. Nadie lo hará en nuestro lugar. Nosotros conocemos las entrañas del movimiento. Nosotros conocemos sus debilidades y sus fortalezas. Nosotros también conocemos las amenazas y las oportunidades. Planteándolas con franqueza, con apertura, pero con mente abierta, dispuesta a revisar diferentes opciones, encontraremos las alternativas y caminos que nos permitan llegar a la unidad.

Pero tenemos que recordar que nuestra responsabilidad y nuestro trabajo debemos desarrollarlo en dos sentidos:

  1. Trabajar con las cúpulas de las distintas organizaciones cooperativas para consolidar un frente que presentemos a los otros sectores como el político, el empresarial, el de los medios, y a través de éste empezar a posicionarnos en la opinión pública, como una opción empresarial social y económica real atractiva, con el componente de la sustentabilidad, que actualmente cada día más aumenta su aceptación, y simultáneamente,
  2. Dedicar mucha atención a las cooperativas alejadas, olvidadas, las que no son tomadas en cuenta, porque no las conocemos, porque no tenemos contacto con ellas, pero que existen, están ahí. Con estos grupos se pueden desarrollar muchos proyectos productivos, educativos, de comercialización, de transporte, de almacenamiento, formación de cadenas de integración horizontal, no solo vertical, promoción y desarrollo de mercadeo entre las cooperativas.

En fin, las opciones son múltiples, pero hay que reconocer el desafío y enfrentarse a él.         

FACTORES EXTERNOS

Teniendo la carta de la unidad en nuestra mano, así ya se haya conseguido, o esté ya en una fase más o menos avanzada, nos podremos presentar frente a los círculos a los cuales queremos llegar con otro discurso, ya consolidado, con otra presentación.

Este discurso, basado en la independencia del movimiento cooperativo, y contando con información fidedigna que permita medir la fuerza económica y la contribución social y ambiental que representa, despertará interés y respeto.

Desde esta posición será posible elaborar leyes –en base a propuestas que elaboremos- que estén diseñadas para el posicionamiento, desarrollo, fortalecimiento y promoción del movimiento cooperativo, no solo para determinar su estructura, o facilitar su control. Aumentará la posibilidad de desarrollar el derecho cooperativo, para no seguir incluidos en el derecho comercial, como ocurre en México. Podremos preparar una propuesta de ley de economía social y solidaria que esté diseñada también para su desarrollo y fortalecimiento. Si bien ya hay varios países en el continente americano que cuentan con estas leyes -y que pueden ser mejoradas-, hay otros que no las tienen.

De la misma forma como en muchos países distintos grupos del sector privado tienen sus cámaras que representan intereses gremiales muy específicos, y que consiguen un impacto e influencia política y mediática considerable, también el movimiento cooperativo puede -y debe- organizarse para estar en una situación semejante. Sería una excelente oportunidad para ejercer un cabildeo homogéneo e integral a las necesidades de todo el movimiento, respetando por supuesto, y enfatizando, necesidades específicas de tal o cual sector cooperativo. Esta es la función que en México debería cumplir el Concejo Superior del Cooperativismo.

Esto facilitaría al movimiento no solo promover al cooperativismo en su totalidad -con las particularidades de cada uno de los sectores que lo integran- sino también llamar la atención para considerar las situaciones muy especiales en que se encuentran las cooperativas más alejadas, más aisladas, más desconectadas. Cuando los medios políticos y los medios de comunicación masiva comiencen a considerar la importancia, la trascendencia y las posibilidades del movimiento cooperativo, esto tendrá también sus consecuencias a nivel estatal, regional y local. Como ya dijimos más arriba, esto no se dará de un día para otro. Es un proceso al que hay que abocarse desde ahora con una visión estratégica de largo alcance y crear las estructuras y la planificación que nos permita alcanzarla.

La Alianza Cooperativa Internacional deberá jugar un papel muy importante en este proceso.

Si bien es muy difícil para un organismo internacional inmiscuirse o tomar partido en situaciones relevantes al quehacer interno de países, se pueden aprovechar los encuentros regionales y continentales para analizar, estudiar, definir estrategias, hacer posicionamientos, y elaborar resolutivos que fomenten, resalten la importancia y encaminen los esfuerzos de organizaciones cooperativas en la dirección de la consolidación de un movimiento cooperativo nacional. En el continente americano existe el PARLATINO, la reunión de parlamentarios americanos interesados en el tema del cooperativismo. En las Conferencias Regionales, así como en las Cumbres, que organiza Cooperativas de las Américas, se llevan a cabo encuentros con los legisladores. El tema del modelo cooperativo, la importancia de las empresas de la economía social y el apoyo requerido por parte de los parlamentos se presenta y se explica. Será muy importante darle un seguimiento muy puntual con todos los legisladores identificados como convencidos del tema para continuar presentándoles material informativo relevante, no solo durante los encuentros. Simultáneamente los movimientos nacionales continuarán desarrollando y fortaleciendo estos vínculos. Es importante aumentar el compromiso de los legisladores con el tema, para que los resolutivos no se queden en meras declaraciones.

Lo que quiero recalcar es que este trabajo político se debe llevar a cabo no solo por tal o cual organización cooperativa afiliada a la ACI, sino a nombre de todo el movimiento cooperativo nacional en los países.

CONCLUSIONES FINALES

Si bien hay que considerar para el fortalecimiento del movimiento cooperativo muchos factores sobre los cuales no tenemos control, hay varios factores sobre los cuales tenemos control y somos los únicos responsables por ellos. Sobre esos factores es que propongo comenzar a desarrollar nuestro trabajo con una planificación muy definida pero muy flexible, y por sobre todo con mucho convencimiento, dedicación y entusiasmo. En la planificación habrá errores o cosas que no fueron tomadas en cuenta. Serán corregidas y adecuadas. Pero para llevar a cabo todo eso tenemos que disponer de una energía y dedicación al tema que solo el convencimiento y el entusiasmo pueden conseguir.

Manos a la obra que el tiempo apremia. Cuando antes comencemos, antes se verán los resultados.

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Procesos mentales en las cooperativas

Procesos mentales en las Cooperativas

Una de las preocupaciones principales que tienen las cooperativas es la importancia que se le da al tema de la EDUCACIÓN, por lo que cada año se realiza dentro del presupuesto, temas que los dirigentes, empleados y socios requieren y deben de recibir, con la finalidad de que conozcan más sobre su cooperativa, estos temas pueden ser según la necesidad y pueden ser filosóficos (doctrina cooperativa), técnicos, desarrollo de habilidades, de información, etc.

Vemos como resultados en la impartición de los temas recibidos, que estos tienen diferentes impactos en los participantes, derivado de una serie de variables que cada uno tenemos dentro de nuestra historia educativa personal, como pueden ser la que recibimos de la familia, escuelas, sociedad y de las experiencias personales  que hemos tenido, de ahí que cuando tenemos la oportunidad de convivir con nuestros compañeros dirigentes, empleados, socios y público en general nos damos cuenta del como piensan y esto nos da la posibilidad de que al conocer un poco de ellos podemos ofrecerles los requerimientos que necesitan para satisfacer sus necesidades.

A continuación, vamos a ver los procesos mentales que se dan en cada uno de nosotros, pues hay quienes al recibir información y por su forma de pensar no hay un cambio en ellos, otros lo entienden, pero no lo aprenden ni lo aplican, otros lo entienden lo aprenden y se convencen, pero no lo aplican y son pocos los que lo entienden, aprenden y deciden aplicarlo y lo aplican que es lo principal.

A continuación, vamos a ver estos procesos mentales para que nos queden claros estos procesos:

SENTIDO DE EFICACIA PERSONAL: Da confianza a un ser humano en sus procesos mentales y cuando un ser humano confía en sus procesos mentales, entonces tiene un sentido de eficacia personal y se da cuenta de lo que es capaz.

5 pasos son los que constituyen los procesos mentales:

1.- PENSAR.
2.- ENTENDER.
3.- APRENDER.
4.- ELEGIR; Y
5.- DECIDIR.

 1.- PENSAR.

¿Qué pienso?, ¿alguien piensa, que el otro piensa, que usted piensa?, ¿Alguien de ustedes supone, me dijo esto, como queriéndome decir esto otro? y está sufriendo e inventando la realidad que no fue dicha. ¿Alguien sufre por anticipado el futuro?, alguien se regaña y se insulta; ¿Qué pienso? El primero y más importante de los procesos mentales para tener confianza en sí mismo y tiene un sentido de eficacia personal, es el pensar, ¿Qué pienso?, pienso por los demás y pienso además que lo que yo pienso de los demás es correcto. ¡Estoy muy mal!

Si este primer proceso no funciona entonces yo no me siento eficaz, por lo tanto, mi autoestima desciende.

Ejemplos:

  1. Durante años y años al viajar en un automóvil yo cruzaba mis brazos y agarraba la portezuela muy fuerte porque mi mente decía que al dar una vuelta, se iba abrir la portezuela y yo iba a salir rodando y las llantas posteriores me iban a aplastar.
  2. ¿Han matado a alguien en tu cabeza?
  3. ¿Ustedes ya se murieron en mi mente?
  4. ¿La iglesia es un fraude, ya que los padres se meten con las mujeres?
  5. Yo no confió en el Gobierno, pues es un corrupto.

Por lo tanto, tengo que mejorar mi programa de pensamiento, para   cambiar   la manera de pensar; mucha gente quiere alcanzar buenos resultados pensando y actuando igual y así no se puede, se tiene que estudiar, aconsejar de quienes tienen éxito, prepararnos más, superarnos, aprender cosas nuevas, compartir experiencias, etc.

El tener el deseo de superación y buscar lugares donde puedo superarme.

Ejemplo, en mi comunidad existen organizaciones con costo y sin costo que me pueden ayudar, como son las iglesias, casas de la cultura, talleres, conferencias, platicas de superación personal, talleres para aprender a confeccionar ropa, cocina, pasteles, mecánica, baile, música, teatro, en fin, un sinnúmero de actividades que existen, lo principal es que uno se decida a realizarlo.

Ejemplos del como pienso como persona (Sacado del libro Padre rico, Padre pobre):

Por ejemplo, un padre tenía el hábito de decir “no puedo afrontarlo”. El otro prohibió el uso de tales palabras. El insistía en que yo dijera “¿cómo puedo afrontarlo?” La primera frase es una afirmación, mientras que la segunda es una pregunta; una nos deja fuera de combate, mientras que la otra nos fuerza a pensar. Mi padre en-vías-de-hacerse-rico explicaría que, automáticamente, al decir “no puedo afrontarlo”, nuestro cerebro cesa de trabajar. Al formular la pregunta “¿cómo puedo afrontarlo?”, nuestro cerebro comienza a trabajar. Él no se refería a comprar todo lo que uno quisiera. Él era un fanático de la ejercitación de la mente, la computadora más poderosa del mundo. “Mi cerebro se pone cada día más fuerte porque lo ejercito, más se fortalece, más dinero puedo hacer.” El creía que afirmar automáticamente “no puedo afrontarlo” era una señal de haraganería mental.

Aunque ambos hombres tenían un gran respeto por la educación y el aprendizaje, ellos estaban en desacuerdo sobre aquello que pensaban que sería importante aprender. Uno quería que yo estudiara mucho, lograra un título, consiguiera un buen empleo y trabajara por el dinero. Él quería que yo estudiara para convertirme en un profesional, abogado o contador, o que asistiera a la escuela de negocios para lograr una Maestría. El otro me animaba a estudiar para ser rico, para entender cómo funciona el dinero, y para aprender cómo tenerlo trabajando para mí. “¡Yo no trabajo por el dinero!” eran palabras que él repetía una y otra vez, “el dinero trabaja para mí”.

2.- ENTENDER:

¿Qué entiendo? Les voy a contar una historia que he visto repetirse, le piden a alguien que lea una página y esta, está más preocupada por los acentos y las comas que por la misma página, entonces le da lectura muy cuatropeada, al final la persona que coordina le dice ¿Quieres comentar algo de la página? Y al tratar de contestar da una vista rápida a la hoja y termina diciendo un rollo que nada tiene que ver con la página; no entendió nada; regularmente la gente cuando tiene conflictos graves en su mente no entiende.

Hay personas que siempre están preguntando ¿Qué dijo? Ya que no entienden y uno se pregunta ¿Entienden los pasos de un programa? ¿Entienden la importancia de su vida? ¿Entienden la trascendencia del amor de Dios? y salen con la pregunta ¿Qué dijo? Regularmente hay gente que tiene pereza mental, ejemplo: Te voy a dar mi teléfono, espérate deja anotarlo, porque después no me acuerdo; haber haz un ejercicio, hoy no lo anotes y cáptalo, retenlo, tú puedes, saben que cualquiera puede hacer eso y con pretextos como estos, vamos postergando nuestra capacidad de entender la vida, el programa, el procedimiento, mi posición en la vida, regularmente decimos: no le entendí, después que me lo expliquen.

Haciendo la reflexión, según como pienso eso entiendo, ejemplo: Si pienso que las mujeres deben de estar en casa, haciendo las labores del hogar y ellas no deben andar en la calle, entonces entiendo que lo mejor para ellas es que no salgan de la casa ya que ahí está su lugar.

Dentro de las capacitaciones regularmente la gente entiende el tema, pero no se lo aprende ni lo aplica, es cuando decimos le entra por una oreja y le sale por la otra.

3.- APRENDER.

¿Aprendo? Se comenta por los especialistas que la mejor forma de aprender es compartiendo, que cuando una persona comprende algo y lo aprende, si lo da a los demás de inmediato, se fija en su memoria y en su comprensión; y si lo vuelve a dar, se fija más, a lo mejor al que se le comparte no lo entiende, pero tú ya lo aprendiste bien.

Por consiguiente, es recomendable que lo que compartas de lo que vas aprendiendo que sean cosas buenas ya que, si compartes cosas malas, por ejemplo, conflictos, también estas se quedan y están fijos en tu mente.

Compartiendo lo que voy aprendiendo y utilizando de tal forma que se vaya fijando en mi aprendizaje de una nueva forma de vivir y entonces mi proceso de aprender empieza a funcionar y cuando una persona sabe que puede aprender, aprende más y más y además confía en que lo entiende y aprende y lo piensa, van cambiando la mecánica de sus procesos mentales y su autoestima crece.

4.- ELEGIR.

Me da mucha tristeza lo que les voy a decir, pero el grueso de los seres humanos no elegimos como queremos vivir; vivimos al ahí se va, a como venga la vida, a la deriva o peor aún de acuerdo a las expectativas de seres humanos que están peor que uno.

Uno de los mejores dones que Dios nos ha dado es el poder de elección y la mayoría de los seres humanos vivimos trabados en la vida, nuestra forma de pensar, de entender y lo que hemos aprendido. Ejemplo. A alguien se le invita a salir a algún lado y esta responde, si quisiera, pero es que no puedo, no me dejan, ¿Y por qué no puedes?, porque no tengo ¿Y por qué no tienes? Tú puedes tener, es decir yo elijo como quiero vivir, no elijo como otro(s) quieren que viva, si no como yo quiero.

Para poder cambiar hay que tomar decisiones trascendentes en la vida, habrá que prepararnos para poder cambiar y poder vivir como yo elijo vivir, cuesta mucho trabajo, pero bien vale la pena, muchos años de estudiar, cambiar, aplicar, conocer, convertir, hablar con otros, e recaído y vuelvo hacia arriba, he vivido mal porque otro(s) quieren que viva mal, pero ya no, he decidido vivir bien. Esto está en mí.

A veces la debilidad de carácter, hace que hasta los hijos decidan por ti. Ejemplo, una señora comenta ya no quiero vivir con él, pero mis hijos se oponen, habría que contestarles, entonces que se vayan con él, yo no dejo que decidan por mí, yo decido como quiero vivir mi vida. Una cosa debe de quedar clara y es que no quiero vivir mal.

5.- DECIDIR.

No es lo mismo elegir que decidir, hay mucha gente que ha elegido lo que quiere, pero no se ha decidido todavía, en pocas palabras es hacer lo que uno ha elegido.

Como ando de mis procesos mentales: Pienso, entiendo, aprendo, elijo y decido; entonces mi autoestima se elevará, será sana.

Como conclusión ponemos decir que tener una autoestima alta equivale a sentirse confiadamente apto para la vida, o, usando los términos de la definición inicial, sentirse capaz y valioso; o sentirse aceptado como persona.

El conocer los procesos mentales nos pone a reflexionar en lo personal como hemos actuado hasta el momento y como retroalimentación debo descubrir mis áreas de oportunidad en los cuales debo de trabajar para mejorar como persona.

Al igual el conocer los procesos mentales y al ver el comportamiento de nuestros semejantes podemos concluir en que proceso mental se quedan. Hay quienes por su estructura mental y por su forma de pensar, aunque utilices datos estadísticos, fundamentos científicos, ven su realidad o la que quieren ver y no cambian.

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reflexión sobre valores cooperativos

Una reflexión sobre los VALORES Cooperativos

Antecedentes:

El tema de los Valores Cooperativos se planteó de modo formal en el seno de la Alianza Cooperativa Internacional hasta el año 1988 en el Congreso realizado en Estocolmo bajo la Presidencia de Lars Marcus. Antes de esa fecha, se daba por sentado que dichos valores inspiraban los Principios Cooperativos y que fueron justamente esos valores los que motivaron a los Pioneros de Rochdale a formular aquellos primeros siete principios del sistema cooperativo de la economía, en el año de la fundación de su cooperativa en 1844. Esos principios, fueron modificados en el año 1937, luego en el año 1966 y finalmente en el Congreso de Mánchester en 1995, cuando se cumplieron los 100 años de la creación de la Alianza Cooperativa Internacional.

En 1988, cuando se celebró el Congreso de la Alianza Cooperativa Internacional en Estocolmo, Suecia, la organización encargó a su Presidente Lars Marcus, la elaboración de un informe sobre los Valores Cooperativos con el propósito de hacer una nueva formulación de los Principios Cooperativos a la luz de tales Valores. Lars Marcus consideró que era difícil elaborar una lista de los Valores y en su lugar prefirió señalar algunos rasgos esenciales del comportamiento humano que influyen en la vida de una cooperativa”, a partir de los cuales escogió como Valores la participación, democracia, honradez y preocupación por los demás.

En este ejercicio, no nos referiremos a los principios cooperativos de manera específica, ya que el objetivo es hacer un análisis sobre la vivencia de los Valores Cooperativos como la base de la identidad de los cooperativistas, los cuales a su vez son la razón de ser del cooperativismo. Si se vivencian los valores en los cooperativistas, se pondrán en práctica los principios cooperativos sin discusión.  

Justificación:

Si bien es cierto en el mundo existen más de mil millones de personas asociadas a cooperativas, también es cierto que una gran mayoría no conocen la diferencia entre ser y no ser cooperativista, razón por la cual, en algunos casos las cooperativas tiene grandes debilidades en su Gobernabilidad. Si los cooperativistas conocen, entienden y ponen en práctica los valores cooperativos, cada cooperativa tendrá un Mejor Gobierno Cooperativo, lo cual beneficiará a sus asociados o dueños de manera muy efectiva y eficaz.

El objetivo de esta reflexión es dejar claro que los valores son humanos y son los humanos quienes tienen a cargo la gestión de las empresas cooperativas.

Decir que los primeros seis valores son institucionales y que los últimos cuatro son  de los cooperativistas, considero que ese concepto debe cambiar, y tener claro que si los mismos cooperativistas no vivencian estos valores, tampoco lo harán las empresas cooperativas, porque una empresa y un edificio no tiene sentimiento ni sensibilidad. La cultura de una empresa está dada por las personas que la gestionan.

En el Congreso de Mánchester en 1995, se aprobaron los siguientes valores cooperativos:

Ayuda Mutua:

La “ayuda mutua” se vive cuando dos o más personas se socorren y cooperan entre sí para lograr las metas individuales o colectivas propuestas y satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales. Los cooperativistas,  deben considerar que el desarrollo individual se obtiene por medio de la unión de personas con el propósito de conseguir un mismo fin. Se dice que es la capacidad para contribuir al desarrollo individual y colectivo, por medio de acciones conjuntas y responsabilidades compartidas

Responsabilidad:

La “responsabilidad” es la obligación de los cooperativistas de responder por sus propios actos.  Es también garantizar el cumplimiento de los compromisos adquiridos entre personas y entre los cooperativistas con su cooperativa a partir del Acto Cooperativo. Se refiere también al nivel de desempeño en el cumplimiento de las actividades para el logro de metas institucionales, sintiendo un compromiso moral con los asociados. Los asociados en una cooperativa son responsables de su creación, mantenimiento y de su desarrollo futuro y asumen un compromiso con el país en términos de solidaridad, humanismo y patriotismo.

Democracia:

En el cooperativismo hay “democracia” cuando los asociados mantienen el control de la cooperativa, participando activamente en la toma de decisiones en sus asambleas generales, en órganos sociales a través de sus representantes o en otros espacios de poder. Por esta razón se debe dar importancia a la participación democrática de los asociados, al derecho de votar, elegir y ser elegidos. Todos los asociados tienen el derecho a formar parte de la Asamblea General, al Consejo de Administración, Vigilancia o fiscalía,  y tomar decisiones que beneficien a su Cooperativa y a la comunidad en general.

Igualdad:

Los cooperativistas, deben velar porque se de el mismo trato y condiciones de desarrollo a cada asociado o asociada sin discriminación de sexo, etnia, clase social, credo y capacidad intelectual o física.   Se trata del reconocimiento de la calidad humana para la determinación de los derechos y obligaciones, independientemente de los criterios de capacidad, necesidad y riqueza que cada uno tenga. Los asociados tienen iguales deberes y derechos. Se trata de la ausencia de privilegios. La principal fortaleza del cooperativismo son sus asociados y estos tienen derecho a participar, a ser informados, ser escuchados, y tomar decisiones en igualdad de condiciones. De esta manera en el código de Buen Gobierno de cada cooperativa, se deben establecer las políticas de igualdad acorde a este valor cooperativo.  

Equidad:

Los cooperativistas deben de velar porque en sus cooperativas se de a cada cual lo que se merece o haya ganado según sea su grado de participación o aporte y reconociendo sus condiciones y características especiales. Se debe velar por la distribución justa y proporcional de los excedentes logrados de acuerdo al uso de los servicios que cada asociado y asociada hayan realizado en un periodo determinado.

Solidaridad:

Los cooperativistas, dan su adhesión libre y voluntaria a una causa personal o empresarial, creando una relación humana de mutuo apoyo donde la felicidad particular depende de la felicidad colectiva. En la comunidad de intereses, sentimientos y propósitos, la solidaridad es la que nos lleva a unión para crecer de manera conjunta y al interés por lo que sucede a los demás, para lograr una mejor calidad de vida, un mundo más justo y el camino hacia la paz. Solidaridad es un sentimiento que se refiere a la vocación del ser humano, al valor por el interés colectivo, a la identificación con los problemas y a la  preocupación por el bienestar común.

Honestidad:

Los cooperativistas, deben actuar con honradez, dignidad y decencia en su conducta diaria. Los cooperativistas no roban, no estafan ni cometen fraudes, son coherentes con el pensar, decir y actuar, enmarcados dentro de los principios y valores empresariales. La honestidad de los cooperativistas se manifiesta con actitudes correctas, claras, transparentes y éticas al obrar con calidad y sentido de pertenencia frente a su cooperativa.

Transparencia:

Los cooperativistas, deben actuar con claridad, veracidad y eficiencia, y deben velar para que en sus cooperativas, la información que se brinde a sus asociados y dirigentes también sea clara, oportuna y veraz, para propiciar un clima de confianza, seguridad y credibilidad. En una cooperativa hay “transparencia” cuando la información es administrada entre los asociados y dirigentes de manera clara, veraz y oportuna. En la base de la transparencia está la confianza, la comunicación y la franqueza. Se oponen a ello, el encubrimiento y el engaño.

Responsabilidad Social:

Los cooperativistas deben de velar porque en sus cooperativas, exista una política de responsabilidad social y se elabore también el Balance Social Cooperativo cada año, para conocer sus resultados. En el cooperativismo la “responsabilidad social” se vincula al compromiso con el desarrollo de la comunidad. Las cooperativas son agentes activos en la generación de empleo y en la justa distribución de la riqueza. La Responsabilidad Social Cooperativa, es la presencia activa de las cooperativas y sus asociados en las comunidades donde actúan, con el fin de contribuir a su mejoramiento integral y desarrollo humano sostenible, es tener la conciencia de pertenecer a la sociedad y que ésta depende del esfuerzo de cada unos de sus integrantes.

Preocupación por los Demás:

Los cooperativistas, deben velar por el bienestar material y espiritual de las personas que le rodean, el cooperativista auténtico estará en una condición de inquietud o desasosiego, buscando soluciones a los problemas sociales. Eso es “preocupación por los demás”. Lars Marcus dice que se refiere a ” interesarse por el país, por la región continental del planeta en donde vive, por el planeta mismo. Deben ser los cooperativistas defensores a ultranza de la justicia social en su país, de la equidad en las relaciones internacionales. Deben ser abogados de la paz del mundo; luchar porque los conflictos entre los pueblos sean dirimidos en una mesa de negociación y no en el campo de batalla. La preocupación por los demás tiene que ver también con la defensa del medio ambiente, la ecología, etc.”

En lo que respecta a la preocupación por los demás, como uno de los valores enunciados por Marcus en su informe, es mucho lo que podría decirse. Sin duda alguna no es posible la constitución de una cooperativa si los organizadores de ella no poseen ese valor del interés o preocupación por los otros. La cooperativa es el resultado o fruto del interés de unos por otros. UNO PARA TODOS Y TODOS PARA UNO. Si se va a ella persiguiendo sólo mi propio interés particular, obviando todo interés por los otros -y cada quien pensando de esa manera- se puede asegurar que el fracaso estruendoso será el final de tal “cooperativa”.

Mas esa preocupación por los demás debe extenderse a los que están fuera de la cooperativa. El cooperativista no puede ser ajeno a los problemas de su comunidad. Le debe interesar tomar parte en la solución de los problemas de salud, de seguridad, de analfabetismo, de desempleo, etc. Cuanto mejor esté la comunidad en donde se halla inserta la cooperativa, tanto mejor para ésta.

Debe preocuparse el cooperativista por los niños y jóvenes, por las mujeres, en particular por las madres, por las personas de tercera edad, etc. Tiene que manifestar su preocupación por el deporte, por la cultura, por la espiritualidad de los miembros de su comunidad.

La preocupación por los demás no tiene límites. Ella exige interesarse por el país, por la región continental del planeta en donde vive, por el planeta mismo. Deben ser los cooperativistas defensores a ultranza de la justicia social en su país, de la equidad en las relaciones internacionales.

Deben ser abogados de la paz del mundo; luchar porque los conflictos entre los pueblos sean dirimidos en una mesa de negociación y no en el campo de batalla. La preocupación por los demás tiene que ver también con la defensa del medio ambiente, la ecología, etc.

Este valor cooperativista ha sido la inspiración para formular el séptimo principio cooperativo, de acuerdo con la Identidad Cooperativa del Congreso de Manchester de la ACI, en el año 1995: EL INTERÉS O PREOCUPACIÓN POR LA COMUNIDAD.

En lo tocante a la responsabilidad social y la preocupación por los demás, además de lo ya escrito antes, hay que decir que si se puede encontrar en otras empresas diferentes a las cooperativas, en éstas DEBE constituir uno de sus objetivos primordiales. Significa que nuestras empresas están en la obligación de manifestar un profundo y sincero interés por la comunidad en donde desenvuelven sus actividades. Todo lo que sea de importancia para la comunidad lo es también, y en grado sumo, para las cooperativas, incluyendo el respeto al medio ambiente del cual dependemos todos para una mejor calidad de vida.

Mi interés en esta reflexión se debe a que en la Declaración de Identidad de 1995, solamente se hace un desglose de los principios cooperativos, más no así de los valores cooperativos. Además insisto en que hay que darle a los valores la forma de que sean vivenciados por los cooperativistas como la base de la Identidad Cooperativa.

También es importante hacer la diferencia entre la identidad cooperativa y la marca cooperativa. Insisto en que la Identidad Cooperativa se refiere a los valores vivenciados por sus cooperativistas mientras que la marca cooperativa, se refiere a la parte empresarial.

Mucho agradeceré los aportes que me hagan a esta reflexión, ya que quiero elaborar una propuesta académica para promover los valores cooperativos en los cooperativistas para fortalecer su identidad cooperativa y de esta manera marcar una diferencia entre el ser y no ser cooperativista.


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Valores Cooperativos, esencia de la Cooperativa

Valores Cooperativos, esencia de la Cooperativa

Introducción

De acuerdo con la Declaración de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) en septiembre de 1995, al celebrar su congreso del centenario en Manchester, Inglaterra, en éste se aprueba la “Declaración de Identidad Cooperativa” en la cual se definen qué es una cooperativa, cuáles son sus valores y cuáles sus principios de la cooperación universal.

Tomando como referencia esta Declaración de la ACI, en el anterior artículo que les compartí titulado Los Fundamentos de la Cooperación en donde expuse las ideas originales, algunos precursores (teóricos y realizadores) del cooperativismo y la definición de Cooperativa.

En esta secuencia de conceptos de acuerdo con la Declaración de la ACI quiero compartir con ustedes una semblanza del segundo apartado, Los Valores Cooperativos pilares esenciales en la cooperativa para que se practiquen y vivan por parte de los directivos, empleados, afiliados y/o socios, así como fomentar una cultura de ayuda mutua y solidaridad en la comunidad donde pertenece la cooperativa.

La cooperativa debe de contar con un plan de educación cooperativa sistemática para promover y fortalecer la identidad de los que integran y pertenecen a la cooperativa, por lo tanto, les invito que analicen el contenido de cada valor y hagan una reflexión si realmente se practica y vive cada uno de los valores que se listan en este artículo, el objetivo es que los Valores Cooperativos no sean sólo de membrete, los valores que la ACI definió son para hacerlos vivos y hacer realidad la cooperación para lograr los objetivos comunes de los que pertenecen a la cooperativa.

Los Valores.

Del libro “Identidad cooperativa” escrito por el Prof. Florencio Eguía Villaseñor (2002), que se publicó hace más de una década, por lo tanto, revisemos los siguientes párrafos para estudiar los valores del cooperativismo universal.

“Las cooperativas se basan en los valores de ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad. Sus miembros, emulando la tradición de los fundadores, creen y practican los valores éticos de honestidad, transparencia, responsabilidad social y compromiso con los demás”.

Es la primera vez que la Alianza Cooperativa Internacional se ocupa de los valores precisamente al reformular los principios fundamentales. Y lo hace inmediatamente después de definir a las cooperativas y antes de ocuparse de la nueva enunciación de los principios cooperativos.

En estos pocos renglones se afirma, primero, que las cooperativas se hincan en valores y que ellos, paradójicamente, no son valores materiales, económicos o financieros como pudiera pensarse por tratarse de un negocio y de una empresa, sino de valores éticos como los acabados de citar; segundo, se hace referencia también a los fundadores, los primeros y los posteriores, todos los cuales son reconocidos por “sus contribuciones eminentemente prácticas y, tan importante como su pragmatismo, fue su ética y su moralidad”; tercero, en este texto apretado aparece el decálogo valorativo de la cooperación porque, como se observa, son diez los valores citados por la Alianza y en ellos se pretende compendiar todo el valor del sistema cooperativista, considerado en sus aspectos asociativos y también en los empresariales, y, cuarto, que, como se observa, la ACI repite dos valores, el de la responsabilidad al quedar como compromiso personal y social y el de honestidad y transparencia pues, como sabemos, lo honesto es transparente y lo transparente necesariamente es honesto.

Valores del Cooperativismo.

Ya entrando en materia, nos preguntamos qué es el valor.

Entendemos que el valor es lo que vale y que todas las cosas tienen un valor y pueden ser valoradas en un determinado momento. Esto desde el ángulo del calor material porque desde el ético, que participa de nuestra esencia y cimenta su operatividad, el valor lo tomamos como la idea-fuerza que rige el comportamiento, inspira la vida y gobierna las palabras y las acciones.

El filósofo hispano, Carlos Díaz, nos aproxima al valor asegurando: “Cuanto más cerca está algo de mi corazón, tanto más valioso lo es para mí. Donde yo pongo mi corazón está mi valor. Si yo pongo mi corazón, mi vida y toda mi alma en el dinero, mi valor principal será el dinero”.

Un destacado cooperativista se expresó así en un congreso de ideología cooperativista: “Toda actitud humana tiene una inspiración filosófica. El hombre se comporta ante el mundo en una u otra forma según la concepción que tenga él y de sus relaciones con él; vale decir, según la significación y finalidad que dé a su vida individual y a su proyección social. A estos criterios que inciden a un determinado comportamiento, es a lo que generalmente llamamos valores”.

Otro filósofo, P. H. Kolvenbach proclama convencido: “Valor significa literalmente algo que tiene un precio, que es querido, de mucha estima o que vale la pena. Algo por lo que uno está dispuesto a sufrir, a sacrificarse; algo que es una razón para vivir y, si fuese preciso, morir. Los valores aportan a la vida la dimensión de significar algo para alguien; son los rieles que mantienen el tren en su camino y le facilitan el deslizarse suavemente con rapidez y determinación; los valores proporcionan, motiva, dan identidad a la persona, le ponen facciones, nombre y carácter. Sin valores uno fluctuaría como los troncos en la vorágine de un río turbulento; los valores son algo que ocupa el centro de la propia vida marcando su existencia y su profundidad.

Nuestras cooperativas, cada una de ellas, son asociaciones y sociedades de valores y no sólo de ahorro y préstamo como lo sostenemos con frecuencia y lo exhibimos en nuestros membretes, sino, además de ellos, de valores humanos que nos distinguen y diferencian en la comunidad nacional y de los que a continuación nos ocuparemos con la mayor brevedad posible.

Para acercarnos a los valores mostraremos algunas de sus características y recordaremos algunas definiciones, todas meritorias, aunque no sean reconocidas por todo el mundo precisamente por la dificultad del tema.

Dice el filósofo R. Frondizi: “Resulta sencillo plantear el problema de la naturaleza del valor. La complicación comienza cuando se proponen soluciones, puesto que todas suscitan objeciones que parecen insalvables. ¿Deseamos las cosas porque tiene valor o tienen valor porque las deseamos? Este es el problema principal. Dicho en otras palabras, ¿Conferimos nosotros valor a las cosas porque nos gustan, las deseamos, o tenemos algún interés en ellas o, por el contrario, todas nuestras reacciones se originan en cualidades que se hayan en el objeto y que nosotros percibimos con nuestros sentidos?”

Surgen en este planteamiento las dos grandes corrientes en que para su estudio se ha dividido la Axiología (de axios valor y logros, tratado) también conocida como la Teoría de los Valores o, en un principio, Estimativa.

El subjetivista se pregunta: ¿Puede algo tener valor si nadie lo ha percibido ni puede percibirlo? Resulta impensable algo que tuviera valor sin referencia a ningún sujeto.

La corriente objetivista reconoce que la valoración es subjetiva, eso no implica que el valor lo sea, pues no debe confundirse el valor con la valoración. Esto es así porque los valores dependientes de los objetos y no de los sujetos que sólo se limitan a captar el valor.

Los objetivistas añaden que los argumentos en contra de su tesis no se refieren a los valores sino a los bienes, como cuando se alude a la belleza de un cuadro o a la justicia de un acto, los cuales son bienes, pero no a la belleza o a la justicia que son valores independientes de cualquier bien. A diferencia de los valores, los bienes son imperfectos al no lograr muchas veces encarnar plenamente los valores.

La verdad es que ninguna de las dos corrientes satisface plenamente la comprensión de la naturaleza del valor. Las dos son unilaterales y hasta contradictorias.

El subjetivismo carece de razón porque reduce el valor a una vivencia personal olvidando que si bien el valor existe para el sujeto, éste no es memorable individual sino social, además que los valores requieren de un sustrato material y sensible, inseparable de los valores.

Por su parte el objetivismo tampoco tiene razón porque separa al hombre de los valores; olvida que el hombre, como ser histórico y social, es el creador de los valores y de los bienes en que se plasman. Los valores son creaciones humanas y sólo existen y se realizan en el hombre y por el hombre. Los valores son objetivos, pero su objetividad es humana y social.

Características del valor.

Al reflexionar en las características del valor seguimos en buena parte las lecciones de los maestros Raíl Gutiérrez Sáenz y Gustavo Escobar Valenzuela cuyos textos recomendamos ampliamente. Dice el primero que al estudiar el valor y sus propiedades se encuentran las siguientes características:

  1. Consiste en que los valores se pueden siempre mencionar por pares. Aun valor positivo corresponde a uno negativo y viceversa: la belleza y la fealdad, la bondad y la maldad, la riqueza y la miseria, la verdad y la falsedad, la virtud y el vicio, etc.
  1. Consiste en que los valores sólo se dan con toda perfección en su propia esencia. Cuando se encarnan en los seres materiales sólo existen de un modo perfecto. Por ejemplo, la justicia de hecho deja mucho que desear en comparación con la esencia pura de Justicia.
  1. Consiste en que los valores inclinan hacia sí mismo la atención, las facultades y la voluntad del hombre que los capta. Un objeto o una persona valiosa inmediatamente nos inclinan hacia ellos. El hombre tiene una tendencia natural hacia lo valioso.
  1. Consiste en que los valores se dan en las cosas o personas (objetos) independientemente de que sean conocidos o no por alguien en particular. Por ejemplo, el valor “utilidad” reside en una máquina de escribir, aunque caiga en manos de unos salvajes analfabetos que desconozcan su uso y, por eso, su utilidad. El valor moral de una persona reside en ella aun cuando otros la juzguen en el sentido opuesto e inclusive, aun cuando el mismo sujeto no sepa valorar su propia actitud honesta.

Esencia del valor.

“La realización de los valores brinda una oportunidad extraordinaria para cimentar el entendimiento entre los hombres más allá de sus diferencias constitucionales y trascendiendo el medio en que se hayan formado, así como el carácter que los determine. La aceptación de los valores es la parte medular en la comprensión social; son el núcleo más importante, más esencial y genuino del hombre, ofrecen la revelación subjetiva de su naturaleza y la manifestación objetiva de su conducta, teniendo como denominador común a la conciencia”.

“El valor es ante todo un elemento de expresión espiritual y la proyección del hombre en sus obras. Vale todo lo que contribuye al desarrollo del hombre, ya sea en el aspecto material o espiritual. Sustancialmente el valor repercute en el progreso, en la continua evolución”.

“Los valores se realizan en actos concretos, en obras que traducen las vivencias del espíritu. Cada una de ellas registra una modalidad específica que consiste en un diverso tipo de valores”.

“Los valores son conceptos amplios sobre aspectos importantes de la vida, los seres humanos y sus relaciones. Estos conceptos amplios funcionan como guías de la conducta personal. Son guías normativas, aprendidas y se expresan en actitudes, predisposiciones y patrones de conductas”.

“Los valores son aquellas características que hacen importante y estimable de suyo una realidad humana. Conforman la cultura de un pueblo dándole su sentido humano. La democracia no es sólo un asunto técnico- político, sino ante todo cultural que requiere de valores, actitudes y compromisos para ser digna de ser vivida; no es un fin en sí misma, sino medio facilitador en la consecución del bien de la comunidad: “Una democracia sin principios se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto como lo demuestra la historia”

Valores Cooperativos.

Reiteramos que la aportación más importante de la Alianza en su formulación de 1995 es precisamente la parte de la Declaración que alude a los valores cooperativos. Porque, como lo indica el concepto, al referirnos a los valores nos ocupamos de lo más valioso del sistema. No de lo accidental sino de lo esencial; no de lo secundario sino de lo primario.

Presento a continuación una breve semblanza de los valores cooperativos.

Ayuda mutua.

Ayudar es auxiliar, socorrer, prestar cooperación a quien lo necesita y, en nuestro caso, que es mutual, es recíproca, o sea, esperando el aporte de los demás porque ya se ha brindado el propio.

La ayuda mutua supone pensar primero en los demás antes que en uno mismo. Por eso se opone a toda forma de egoísmo, el antivalor en que se funda el sistema económico imperante.

Es un hecho que necesitamos siempre de la ayuda de los demás; por eso lo mejor es organizarla y sistematizarla, evitando el despilfarro de recursos y acrecentando los valores que nos son comunes, como la hermandad, la solidaridad y la dignidad humana que nos eleva y significa.

El concepto de la ayuda mutua inspira al resto de los valores y también a los principios de la cooperación. Y esto es así porque hacemos todo por ayudar, por servir, conformando no una economía de lucro sino de servicio.

Responsabilidad.

La responsabilidad como valor moral es la capacidad de respuesta positiva ante un deber asumido.

Según la ACI la responsabilidad deber ser personal pero también social; o sea, se demanda y espera de cada uno de los afiliados, también de la cooperativa como asociación de responsables para trascender e influir en la comunidad y así buscar su transformación y su superación.

En una sociedad de ayuda mutua la responsabilidad se conceptúa como el compromiso ineludible hacia todos los demás y como la reciprocidad esperada del ayudado para corresponder por el servicio recibido.

La responsabilidad es una de las cualidades más buscadas por los empleados y de las más exigibles en los centros educativos. Se pretende que todo mundo cumpla con su deber y al ser llamado a cuentas pueda con entereza responder. Sí, yo fui y aquí estoy para asumir las consecuencias.

Democracia.

Lincoln definió la democracia como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, indicando que tiene él la dignidad y la capacidad suficientes para el autogobierno.

También significa que en la cooperativa votan las personas y no los capitales, reconociendo a cada socio una sola voz y un solo voto en completo régimen de igualdad y de responsabilidad.

La democracia sólo es posible por la educación para escoger a los mejores mandatarios; para supervisar regularmente su actuación y para llamarlos a que rindan cuentas completas, oportunas y satisfactorias.

Igualdad.

La naturaleza se resiste a la igualdad; por eso las distinciones entre las mismas plantas, los mismos animales y entre cada una de las personas.

La igualdad como valor cooperativo establece que nadie puede ser tratado de modo preferente en la cooperativa a pesar de que algunos sean más antiguos como socios; de que desempeñen algún cargo como consejeros o funcionarios; de que cuenten con más bienes económicos personales o, quizá, de que hicieron más aportaciones a la cooperativa.

La igualdad es en derechos y obligaciones y se ejemplifica con la conocida sentencia de “un socio, un voto”.

Equidad.

Entendemos por equidad la “justicia ejercida no según la letra de la ley, sino según un sentimiento de rectitud natural.

Las cooperativas persiguen la aplicación de la justicia, aunque mitigada por la caridad como la recomienda el papado. La Alianza Cooperativa Internacional, sin embargo, prefiere la equidad seguramente por ser más moderada.

En realidad, no hay mucho problema para admitir la sustitución a condición de estar conscientes de que luchamos incruentamente por dar a cada uno lo que le pertenece y lo hacemos por justicia con métodos equitativos.

Solidaridad.

Por solidaridad entendemos la adhesión a la causa de los demás haciéndonos uno con ellos hasta correr una y la misma suerte.

Esto significa que todo cuanto uno haga repercute en los demás, como también a la inversa: lo que los demás hacen o dejen de hacer me afectará ahora o después.

El cooperativismo proclama la solidaridad como un valor ético y puede admitir la definición dada por Juan Pablo II: “Es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”.

Valores éticos.

Los seis valores anteriores denominados aquí valores cooperativos, bien pueden ser reconocidos como valores básicos de la cooperación para contener la esencia de su doctrina. Pero pueden también llamarse valores humanistas para referirse a la persona humana o, como lo hace la Alianza, valores operacionales, seguramente por iluminar consistentemente las actividades ordinarias de la cooperativa en beneficio de los socios.

Sin embargo, los seis valores ya tocados y los otros cuatro que abordaremos en seguida son valores éticos, independientemente, del apelativo que les demos en nuestro léxico coloquial. Y son valores éticos, primero, porque así lo considera la Alianza; segundo, porque en sí mismos son valiosos (son valores) y como no son directamente históricos, técnicos, estéticos, u otros varios que podrían ser, son los relacionados con el comportamiento humano y, tercero, porque ya desde antes, cuando hablábamos de los principios, dábamos de inmediato un paso adelante y llegábamos a su médula: los valores éticos de la cooperación, entre los que surgían los aquí mencionados aunque con otra redacción.

Honestidad.

La honestidad, como valor cooperativo, está vinculada con la honradez e induce a respetar los bienes ajenos. Se la conoce también como probidad y se opone a cualquier forma de engaño, mentira, fraude o falsedad, aunque tampoco admite las medias verdades, las corruptelas, la estafa o cualquier otra forma de apoderarse de lo ajeno.

El valor honestidad es de aplicación constante en la cooperativa y si fuera de ella es inadmisible la deshonestidad   aquí, en el negocio autoposeído, su comisión amerita una corrección severa.

Si un acto o una conducta son honestos puede afirmarse que es transparente, que es clara y diáfana, como que se actúa y comporta con probidad y honestidad, como lo hace el dueño con su propiedad pues no podrá engañarse o perjudicarse a sí mismo.

Transparencia.

Este valor está emparentado con la honestidad y alcanza, por tanto, a todos los cooperadores, sean consejeros, empleados o socios. Aquí, sin embargo, las orientaciones hacia los consejeros por ser los socios de mayor dignidad y calidad, los seleccionados para servir a sus compañeros y quienes de ordinario reflejan la imagen institucional ante propios y extraños.

El consejero vive en casa de cristal, por lo que su comportamiento, de palabra y de obra, se semejará a las paredes. No hará, por tanto, “cosas buenas que parecen malas”, justamente porque, lejos de ser transparente, aparecerá como engaño, falso, mentiroso, o, por lo menos, turbio.

La actitud transparente de un líder requiere de la vigencia de los valores: la veracidad, la sinceridad, la justicia, la claridad, cuya aplicación siempre creciente producirá un ambiente de seguridad, confianza, credibilidad y la deseada garantía de éxito para los socios y su comunidad.

Responsabilidad social.

La ACI parece repetirse con el valor responsabilidad, aunque ahora lo enfoque hacia la sociedad. En realidad, toda responsabilidad (capacidad de respuesta satisfactoria) tiene una exigencia personal para un sujeto con repercusión en los demás.

Este valor guarda mucha relación con el séptimo principio cooperativo “Compromiso con la Comunidad”.

Lo importante aquí es resaltar que un valor ético del cooperativismo es la responsabilidad social y que toda cooperativa tiene una obligación con la sociedad, cuyos problemas, aunque sean macroproblemas, deben ser vistos como propios precisamente por el imperio de este valor ético.

Compromiso con los demás

Este último valor señalado por la Alianza ha sido traducido como el cuidado a los demás o preocupación por los demás. Lo evidente es que está muy relacionado al anterior, tal como la propia Alianza lo recalca al destacar que ambos “emanan del tipo de relaciones que las cooperativas sostienen con sus comunidades”.

Toda cooperación por ser ayuda implica un compromiso con el necesitado porque ella, como lo dice el diccionario, es una relación que evidencia “obligación contraída, palabra dada y fe empeñada”.

El compromiso de la cooperativa es con todos los necesitados. En concreto hay que comprometerse a favor de los niños; el compromiso debe alcanzar a la mujer; la cooperativa debe comprometerse con la juventud; el compromiso de los cooperadores ha de incluir también a la gente de campo; el compromiso debe de extenderse también a los indígenas y debemos comprometernos con los obreros y hacer realidad la razón de ser de la cooperativa impulsar el desarrollo económico, social y el cultural por medio de la cooperación.

Bibliografía.

  • Eguía F. y MacPherson, Ian. (2002). Identidad Cooperativa. México.
  • (1995). Declaración de la Identidad Cooperativa, Alianza Cooperativa Internacional. Manchester.
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Hoy- 2
La educación y su poder transformacional

La Educación y su poder transformacional

Innegablemente, la educación tiene un poder transformador. Desde del origen de su palabra en latín educere que significa conducir, orientar, guiar; nos podemos dar una idea del alcance de este importante proceso, porque primero tenemos que entender que es eso; un proceso que no es magia y mucho menos involucra temas paranormales o de suerte.

En lo personal yo relaciono muchísimo la palabra educación con el proceso de la metamorfosis; ya que al igual que un huevo de gusano se convierte en una bella mariposa, la educación tiene la posibilidad de transformar lo menos a lo más, conllevando al cambio de un estado a otro muy positivo de manera sorprendente y/ o extraordinaria.

Pocas personas saben de mis orígenes ya que la mayor parte del tiempo, he evitado el personalizar, no obstante, ahora tengo la oportunidad de compartir que gracias a la educación, pude salir de mi precaria condición social logrando transitar hacia una mejor realidad.

Partiendo de mi biografía personal, comparto que la comunidad en la que nací está ubicada en un pequeño poblado perteneciente al municipio de Apodaca en Nuevo León, comunidad que en los años 70´s tenía menos de 500 habitantes; entiendo que ahora la habitan menos de 100 personas.  Dicho poblado sólo contaba con una pequeña escuela donde se brindaba educación primaria; 3 grados escolares en el turno de la mañana y los otros 3 grados en el turno vespertino. A pesar de lo precario de las instalaciones de mi escuela primaria, logró tener profesores y profesoras muy comprometidas con su vocación. Al paso del tiempo, puedo reconocer que gracias al ejemplar modelo de mis profesores, ello me despertó el interés de estudiar en primera instancia para ser “Maestra” ya que me extasiaba ver cómo iban logrando que la mayoría de sus alumnos, fuéramos avanzando en nuestro saber. Como dato anecdótico vale la pena mencionar que en mi comunidad no teníamos “Kinder” y que al margen de ello, a pesar de sólo tener 5 años me dieron la oportunidad de cursar el primer año de la Primaria, pudiendo terminarla a los 11 años. Derivado de lo compartido con anterioridad, comento que fueron muy coincidentes mis experiencias en dicha etapa de mi vida con lo expuesto en la reciente película “El último vagón”.

Como parte del proceso evolutivo que conlleva la educación y al margen de que en mi familia fui la mayor y única mujer de 5 hijos y que mi padre como muchos de su época, no aprobaba que estudiara por ser mujer y por qué  la situación económica de la familia era muy precaria, eso no fue impedimento para que con la ayuda de becas  y trabajo compartido con los estudios, me llevaran a concluir mi estudios profesionales  como Contador Público y Auditor en la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL)  en diciembre de 1988.   No está por demás comentar que en las dos familias, la materna y la paterna, fui la primera mujer que pudo terminar una carrera universitaria.

El mencionado logro y mi trabajo como Auxiliar Contable 3 años antes en la cooperativa para la cual aún laboro, me posibilitó ganarme la confianza de su Consejo de Administración dándome el puesto de Gerente General con tan sólo 21 años de edad. Así mismo, consciente de la necesidad de seguirme preparando para estar a la altura de las exigencias de mi puesto, solicité la oportunidad de realizar mis estudios de maestría en Administración con especialidad en Finanzas en la misma UANL compartiendo los costos con la cooperativa. Más tarde, la cooperativa me brindó la posibilidad de realizar un programa de perfeccionamiento directivo en una importante escuela de negocios y desde el 2009 me ha mantenido en su programa de continuidad y actualización.

No resulta redundante mencionar que la condición económica y social de nuestro país, está fuertemente vinculado al bajo nivel de estudios de los mexicanos; basta mencionar que al 2020, en México teníamos sólo 9.7 años de escolaridad según datos del INEGI y la situación se agrava en las zonas rurales y/o indígenas.

En últimas fechas se ha puesto a debate el que no es necesario contar con una carrera profesional para salir adelante en la vida, lo anterior se apoya en nuevos y lucrativos “trabajos” que aparentan ser la panacea sobre todo para un sector de los jóvenes que buscan ganancias rápidas y con el menor esfuerzo. De lo antes expuesto puedo mencionar que en muchos de esos “trabajos” se puede visualizar claramente la carencia de conocimientos y habilidades básicas, que ponen en riesgo la sostenibilidad en el tiempo de dichos trabajos, ello sin mencionar que puedan estar relacionados con actividades no lícitas o de dudosa reputación.

Peor aún, es el escenario que pinta un TickTock reciente que se hizo viral, tildado “el más deprimente” pues alude a la historia de jóvenes que comparten sus sueños profesionales rotos. Dicho escenario se relaciona con un artículo titulado “Pocas oportunidades para los jóvenes”, publicado en agosto de 2022 por la Universidad Nacional de México, en donde muestra como las crisis económicas recurrentes de los últimos 40 años han provocado que los jóvenes tengan cada vez menos oportunidades laborales. 

En adición a lo anterior y partiendo de mi historia personal puedo asegurar que un adecuado sistema de capacitación dual (escuela/trabajo) similar al usado en países como Alemania, constituye un factor de éxito en el desarrollo de aptitudes y habilidades para un mejor desarrollo profesional y personal.

Creí oportuno que conocieran más sobre mi persona ya que en analogía con el ejemplo del huevo del gusano, me siento muy privilegiada de haber podido llegar a convertirme en una mariposa que siempre inquieta y de manera muy humilde, reconocerá que debe seguir aprendiendo y educándose para poner al servicio de los demás, los dones recibidos.

Por último y no menos importante, considero necesario recalcar que no es casual que el cooperativismo tenga como uno de sus principios la educación, pues ello representa la posibilidad de que independientemente de que las personas no puedan acceder a estudios académicos, las cooperativas debemos guiar, orientar o conducir a nuestros Socios para que puedan tener sus propias metamorfosis. Siempre será mucho mejor si también incidimos para que también puedan lograr el término de sus estudios formales y de manera acreditada.

Aprovecho el espacio para reiterar mi agradecimiento perenne a CSN por los primeros 50 años de su fundación oficial, refrendando mi compromiso para continuar retribuyendo al máximo las oportunidades brindadas.


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Hoy- 4
la importancia de la educación cooperativa en un sistema efectivo de crédito y cobranza

La importancia de la Educación Cooperativa en un Sistema efectivo de Crédito y Cobranza

El crédito es la razón principal por la cual la mayoría de los socios ingresa a una Caja Popular.

La cartera de préstamos es su activo principal y el más rentable, pero también representa un riesgo.

Es por eso que hoy quiero dedicar unas líneas para compartir un concepto que me parece básico para lograr un sistema de crédito y cobranza efectivo: La Educación Cooperativa.

Hay quienes creen que el sistema de crédito y cobranza inicia cuando un Socio acude a solicitar un préstamo. Pienso que no es así, todo empieza desde que acude a la cooperativa a solicitar información para ingresar.

Es importante saber ¿cómo ve el Socio a la Caja?

Si el socio conceptualiza a la Caja como si fuera un Banco, es decir, una empresa propiedad de un grupo reducido de capitalistas adinerados o un negocio propiedad de quién sabe quién, donde prestan dinero, el efecto en su actuar es uno. Le serán indiferentes muchas cosas. Si ahorra o no, si paga puntual o no, si acude a una Asamblea o no, al fin que no es su empresa.

Si por el contrario, el Socio conceptualiza a la Caja como suya, como lo que es, una cooperativa de la cual es copropietario y corresponsable junto con otros socios, hay más posibilidades de que la cuide y la proteja.

Para lograrlo, se requiere algo que se llama Educación Cooperativa y eso lleva un proceso que inicia desde que acude a ingresar a la Caja.

No hay que olvidar que el Socio no nace, se hace. Aunque al ingresar haya cubierto sus Partes Sociales, podrá tener la legalidad de Socio, pero no necesariamente esa mentalidad.

La Educación Cooperativa es uno de los Principios del Cooperativismo Universal y junto a los otros seis, es lo que permitirá que la Caja mantenga su esencia original a través del tiempo.

Desde mi punto de vista, la Educación Cooperativa debe aplicarse en cada etapa de la vida del Socio dentro de la Caja y por todos los medios posibles.

Cuando ingresa, es necesario que el Socio sepa a dónde está ingresando, lo que significa ser socio y no solo los servicios que otorga o los derechos que tiene sino también sus responsabilidades.

Cuando acude a tramitar un crédito y luego cuando lo recibe debe tener claridad que ese dinero proviene de otros socios que como él, se esfuerzan para ahorrar y cumplir sus responsabilidades, por lo tanto, el compromiso de regresarlo oportunamente debe ser muy fuerte.

Cuando acude al área de Cajas y por alguna razón tiene que esperar, es importante que se utilicen los medios visuales y auditivos para brindarle información y formación. Lo que ve y escucha en las pantallas, en los banners, en el ambiente, deben ser medios para aportarle cápsulas formativas y aprovechar su presencia.

Si por alguna razón se atrasa en sus pagos, un gestor de cobranza, antes de ser tal, debe ser ante todo un formador cooperativo, dispuesto a escuchar al socio, entender el problema que le impide cumplir y ayudarle a encontrar una solución que le permita reactivar sus pagos.

Cuando se organizan charlas formativas y círculos de estudio es muy común que siempre van los mismos socios, aquellos que son o fueron dirigentes, aquellos los más cumplidos y todo eso está bien, pero recordemos que quienes necesitan al médico no son los sanos sino los enfermos, por lo tanto es importante “echarse un clavado” a los sistemas e identificar a los socios inactivos en su ahorro, o atrasados en sus pagos o decepcionados con la Caja y si por alguna razón no quieren o no pueden acudir a charlas, entonces hay que ir a buscarlos.

Y es importante que el socio no sienta que al funcionario lo que le interesa es que el socio lleve dinero. No, el interés debe ser por la persona. El objetivo es volver a reactivar esa relación entre Socio y Caja para beneficio de todos.

Y qué me dicen de las Asambleas. Es el acto educativo por excelencia. Aunque es una realidad que a veces es estresante estar en un presídium rindiendo cuentas y respondiendo preguntas o inclusive sufriendo los embates de las críticas, es el momento en que el Socio ejerce su papel de dueño de su cooperativa.

Me parece que cada actividad informada en una Asamblea, cada cifra expuesta tiene que llevar un enfoque educativo. En todas las Asambleas el Socio debe salir con la convicción de que “la unión hace la fuerza” y que “nadie puede tanto como todos juntos” y que “la Caja realmente es su empresa” porque él fue informado de lo que ocurrió en un año, eligió a sus dirigentes y votó en lo que corresponde a su nivel.

En una Asamblea hay que vencer los nervios, tomar ese micrófono y resaltar los logros y desafíos que tiene la Caja y gritar a los cuatro vientos que todo eso es resultado del cumplimiento de los socios y de la aplicación de los principios y valores del cooperativismo.

No es filosofía romántica, es aplicación práctica y con un impacto muy alto en la vida de cada Socio y de su Cooperativa.

Por eso es importante que la función de Formación Cooperativa aunque pudiera ser coordinada por un Gerente de Formación, debe ser desempeñada por todo el personal y dirigentes aplicando lo que corresponda en cada etapa de los procesos operativos, administrativos o democráticos de la Caja.

Tengo una preocupación. He escuchado a un par de funcionarios hablar de la educación cooperativa pero en su exposición solo se enfoca a la educación financiera. Es diferente. La educación financiera es solo un tema de lo que debe abarcar la educación cooperativa.

La Educación Cooperativa, como la Educación en general, tiene que reflejarse en un cambio positivo, en una mejora de los hábitos y actitudes de la persona. Cuando hablo de la persona, me refiero a Socios (adultos y menores), dirigentes y empleados.

¿Dónde se nota que un socio está educado cooperativamente? No en su asistencia a una charla o círculo de estudios, ese es solo un medio, se nota en todas sus acciones dentro de la Caja. Solo por mencionar algunas:

Si ahorra de forma constante y sistemática.

Si invita a sus familiares y conocidos para que también ingresen y se beneficien con los servicios de la Caja.

Si aporta ideas para mejorar los servicios de su cooperativa.

Si asiste a sus Asambleas, no por obligación ni por interés de un premio, sino por convicción.

Si cumple con el pago oportuno de sus créditos sin necesidad de que la Caja tenga que gastar en una llamada, un aviso o un gestor.

Por eso es que en diversos foros he comentado que una Caja que tiene problemas de altos índices de Cartera Vencida no solo tiene un problema en su sistema de otorgamiento y recuperación de cartera sino también en la aplicación del principio de la Educación Cooperativa.

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Hoy- 2

Identidad cooperativa e Impacto comunitario

DEFINICIÓN

Una cooperativa se define como una asociación autónoma de personas que se han unido voluntariamente para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes, por medio de una empresa de propiedad conjunta y democráticamente controlada.

Esas personas lo hacen en conjunto pues piensan que juntos -en grupo- obtendrán mejores resultados que si lo hicieran en forma individual.  

Esos resultados tienen un impacto no solo en la cooperativa, sino -también en el mediano y largo plazo- en su entorno más inmediato, la(s) comunidad(es) aledañas. Su influencia se hace sentir hacia adentro y hacia afuera.

DESARROLLO COOPERATIVO EN EL MEDIO URBANO

En el medio urbano, la presencia de una cooperativa de ahorro y préstamo, o de consumo, es una de las ofertas, de las muchas que existen, que se ofrecen como parte de los múltiples servicios que existen. Las características cooperativas específicas, su esencia conceptual, pasa prácticamente desapercibida para la mayoría de las personas, o es relevante para un cúmulo pequeño de sus socios(as): es una entidad financiera más, o que sirve para surtir las necesidades de consumo familiares, entre todas las otras opciones que existen, estando todas ellas al alcance de la mano. Quizá tienen algún beneficio económico para sus usuarios, o el de ofrecer, por ejemplo, productos orgánicos, que quizá son el motivo para asociarse. Esta es la realidad, siempre y cuando la cooperativa se limite a ofrecer exclusivamente el servicio específico que la caracteriza. No debería ser así: además de ofrecer los servicios que les dieron origen, deberían llevar a cabo (es probable que muchas lo hagan) una campaña intensa de divulgación entre los y las asociados/as -así como a nivel comunitario- para promover las demás actividades vinculadas a su esencia cooperativa. En el caso de las cooperativas de ahorro y préstamos algunos ejemplos podrían ser: educación para promover la importancia del ahorro, capacitación para manejar finanzas sanas en la familia, divulgación de la idea cooperativa a nivel escolar, el ahorro como instrumento para mejorar el nivel y la calidad de vida invirtiendo en la vivienda, la salud, la educación de adultos, etc. En el caso de las cooperativas de consumo, se puede promover programas para la alimentación adecuada, su impacto en la salud, establecer y promover vínculos con productores cercanos, presentación y promoción de recetas utilizando productos de temporada para mejorar el presupuesto familiar, etc. Estos son solo algunos ejemplos a través de los cuales el impacto de la cooperativa en la familia y en el medio urbano puede marcar la diferencia con otras empresas que ofrezcan los mismos servicios, pero desprovistos de la visión más amplia que debería caracterizar a una cooperativa. Estas actividades reforzarán su Identidad Cooperativa, por un lado, a la vez que cumplirán con su cometido de mantener un equilibrio adecuado entre lo social, económico y ambiental, por otro, promoviendo además actividades de género y relevantes para la juventud, como actualmente recomienda la Alianza Cooperativa Internacional, en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

Ambos tipos de cooperativas, tanto de consumo como de ahorro y préstamo, deberían tener objetivos similares en lo relevante a su esencia cooperativa (además de los objetivos de sus actividades específicas). Políticas y estrategias más específicas deberían ser resultado de un análisis muy detallado en cada comunidad: las poblaciones que las integran, cuáles son sus necesidades, nivel económico y social, que servicios y productos específicos necesitan, ubicación geográfica, cercanía con productores, etc.

Respecto a las cooperativas de producción y servicios en el medio urbano, fuera de las que muchas veces políticos están interesados en su fundación y promoción -y no siempre en su fortalecimiento y desarrollo-, deberían partir de una base distinta a la del apoyo externo. Su fortaleza y probabilidades de éxito radica antes que nada en el conocimiento y confianza que existe entre sus integrantes: esto no implica rechazar o no considerar la necesidad de apoyos externos, sino que la base para su constitución debe ser antes que nada su cohesión y compromiso interno con la idea cooperativa. Estas personas se conocen, quizá algunos tienen algún vínculo familiar entre ellos, existen relaciones de amistad, relaciones profesionales, etc. Estos son algunos de los factores que impulsan a algunas personas a formar entre ellos una cooperativa que producirá tal o cual producto o servicio. En México la ley establece que como mínimo se necesitan cinco personas para su conformación. Factores importantes para su supervivencia serán: 1) pensar que juntos puedan solucionar mejor las situaciones que enfrentan que si lo hicieran por separado (definición), y 2) la confianza que existe entre los(as) fundadores(as). Este es un elemento clave en la formación de una cooperativa de producción y servicios. Este elemento, en las cooperativas de ahorro y préstamo o de consumo, existe también, pero de una forma más sutil, más indirecta. En estos casos, el elemento de confianza en la institución, en sus dirigentes, es fundamental, pero no así en los demás socios: en muchos casos, sino en la mayoría -debido al gran número de socios- ni siquiera se conocen unos con otros. En una cooperativa de producción y servicios, las personas están 8 horas -en términos generales- todos los días juntas, cumpliendo su misión. La confianza y las relaciones entre ellos(as) es un elemento fundamental. Con el tiempo los números varían: se integran nuevos socios, quizá se contrate también personal asalariado, etc., y cuando ya se den esos casos, se tomarán las medidas necesarias -con una planificación adecuada- para enfrentarse con el incremento del personal.   

Las actividades que las cooperativas desarrollan, y los vínculos humanos y grupales que se van desarrollando, el contacto diario y las funciones que se cumplen, generan como efecto secundario -no obligatoriamente como un objetivo definido de antemano- relaciones entre personas, presentación y discusión de ideas, análisis de situaciones que la cooperativa es el catalizador, no la causa para que se den, sino que simplemente -por su mera existencia- las facilita. La dirigencia cooperativa -sin importar a que actividad ésta se dedique- deberá ser consciente de esta situación para aprovecharla, en distintos aspectos: 1) aprovechando las ideas de todos para mejorar y hacer más efectivos sus productos, servicios y procesos; 2) mantener vivo el espíritu y la democracia cooperativa: 3) difundir la idea cooperativa y formar otras cooperativas en un sentido horizontal -otras cooperativas de base- o en un sentido vertical -escalar el quehacer cooperativo- para agregar otros servicios o productos enriqueciendo su escala de valor, y 4) presentar y fomentar -en el momento adecuado- los ámbitos en los cuales la cooperativa puede participar y contribuir con el entorno, que no son obligatoriamente parte de su quehacer técnico profesional específico, pero que son parte de su concepción social, relevante a mejorar el nivel y calidad de vida (educación, salud, vivienda, jóvenes, sostenibilidad, etc.), de los socios en primer lugar, del personal asalariado y posteriormente del entorno inmediato en la cual está inserta. A mediano o largo plazo, también del entorno más amplio: la cooperativa debería ser capaz -con el tiempo- de transformarse en foco de desarrollo local.

Conviene recordar que la difusión de un mensaje de organización cooperativa, como opción empresarial, ya sea de producción y servicios, ahorro y préstamo o consumo, puede ser asimilada más fácilmente, más naturalmente, en un entorno humano ya acostumbrado a la presencia de una cooperativa en el medio, independientemente de su quehacer específico. En México, la presencia de cooperativas de ahorro y préstamo es fuerte -cuenta incluso con la cooperativa más grande del continente, Caja Popular Mexicana-; sería importante que ésta, y las demás que integran el sector, desarrollen estrategias adecuadas para la difusión de la idea cooperativa donde tienen presencia.         

DESARROLLO COOPERATIVO EN EL MEDIO RURAL

Desarrollar cooperativas en el medio urbano y en el medio rural, tiene algunas características parecidas, si bien tiene también algunas diferencias que conviene conocer y tomar en consideración. Si nos referimos a una cooperativa de ahorro y préstamo, o de consumo, hay muchas comunidades en el medio rural donde esas cooperativas probablemente son la única instancia financiera o de consumo existente. Bancos u otros organismos financieros no se encuentran porque no les conviene (su infraestructura es demasiado pesada para que la inversión se justifique). Redes de consumo conocidas en el medio urbano, tampoco tienen presencia en comunidades rurales, porque el tamaño de la población no lo justifica. Si bien en cada país los distintos sectores del quehacer cooperativo se van desarrollando de acuerdo a características históricas, políticas y culturales específicas, podemos decir en términos generales que el sector de ahorro y préstamo es fuerte en el continente americano. Menos fuerte el de producción y servicios, y menos aún el de consumo. Esto no quiere decir que no haya países, como Argentina, por ejemplo, donde el sector de consumo está desarrollado, o el de salud en Brasil.  

En el entorno rural, a diferencia del urbano, es probable que personas que integran una cooperativa de ahorro y préstamo -o de consumo- se conozcan entre ellos (la población es pequeña). En esas circunstancias, la cooperativa podría facilitar con más naturalidad la posibilidad -y la conveniencia- de crear otras cooperativas, por un lado, así como la posibilidad y la conveniencia de facilitar actividades y promover iniciativas orientadas al desarrollo social comunitario. En muchas de estas comunidades, la presencia e impacto de la cooperativa es grande y puede tener un peso similar al poder político municipal, o el de la iglesia. En conjunto se pueden plantear, organizar y llevar a cabo políticas, que, si fuese posible planificar y coordinar con otras instancias comunitarias importantes, podrían llegar a tener un peso relevante en el quehacer comunitario y que influya en su bienestar. Es ahí donde su impacto es –o puede ser- muy grande. En ese medio, la cooperativa es de hecho, la única organización con una concepción clara de lo que es desarrollo integral y bienestar humano. Puede ser un factor de cambio y transformarse en un foco de desarrollo económico, social y ambiental, local y quizás regional.

Si queremos incrementar el impacto económico y social comunitario local de una cooperativa de ahorro y préstamo, debemos enfatizar antes que nada a la cooperativa, fortalecer su funcionamiento como institución financiera cooperativa, que implica:

  1. todos los requisitos técnico profesionales de una instancia financiera, y
  2. el fortalecimiento de su Identidad Cooperativa, es decir, aclarar con los socios(as), ¿cuál es la diferencia entre una cooperativa y un banco?; ¿qué acciones concretas caracterizan a las cooperativas de ahorro y préstamo?, ¿los(as) socios(as) cooperativos han pasado inducción cooperativa antes de ser socios/as?, ¿son conscientes de que implica ser socio(a)?, ¿la cooperativa cumple otras funciones además de la de administrar el dinero de sus socios?, ¿cuáles?, etc.

Estas son algunos de los puntos que conviene aclarar y definir con los socios/as. Escuchar sus opiniones y tomarlas(os) en cuenta para definir recomendaciones que deberían ser objeto de análisis y decisiones estratégicas en las asambleas de la cooperativa.

Lo mismo puede decirse de una cooperativa de consumo, con las adecuaciones necesarias, cuando pasamos de ahorro y préstamo a consumo (aclarar con los socios por ejemplo las diferencias entre un Walmart y una cooperativa de consumo). 

Esas preguntas son importantes en cualquier medio -urbano o rural- y los socios(as), en ambos casos, deberían tener muy claras las respuestas, y cuál es su posición frente a ellas. De cualquier forma, ellas revisten un carácter más agudo en el medio rural, porque ahí -como ya dijimos previamente- la cooperativa quizá es la única instancia financiera, o de consumo, presente. Su impacto puede ser mucho más decisivo, al no haber otra instancia que presente un mensaje real de cambio, una opción alternativa a la realidad presente. El mensaje cooperativo puede ser más efectivo al llevarse a cabo por integrantes de la propia comunidad. Estas personas saben cuáles son los temas importantes para ellos, que les afecta; sus propuestas responden a necesidades sentidas (no obligatoriamente todas son realizables, algunas responderán quizá a necesidades o situaciones personales o políticas que poco tienen que ver con necesidades o problemas comunitarios reales); el lenguaje que utilizan es real, el de su vida diaria; los ejemplos que pueden presentar son verdaderos; se referirán a casos específicos para fortalecer sus argumentos, de una forma tal que solo alguien de adentro puede saber, lo que los transforma en más vívidos y efectivos. Las personas que trabajen con estos grupos deberán ser muy sensible al lenguaje, a como hablar con ellos, lo que puede ser una excelente oportunidad para elaborar un plan de acción de desarrollo social comunitario (*).

Es muy difícil establecer generalidades para las cooperativas de producción y servicios en comunidades rurales y que sean relevantes para varios países: hay cooperativas grandes y exitosas, junto con cooperativas pequeñas, enfrentando, quizá frecuentemente, situaciones al borde de la supervivencia. En todos los países encontraremos ejemplos relevantes. De cualquier forma, las cooperativas cuya situación lo permita, deberían llevar a cabo actividades orientadas al desarrollo social de la comunidad a la cual pertenecen, y más adelante, en la medida de sus posibilidades, en las comunidades de su entorno (**).

CONCLUSIÓN

Lo que es importante resaltar es que todas las cooperativas, grandes o chicas, en el medio rural o en el urbano, deben tener claro su esencia, es decir, su Identidad Cooperativa, de acuerdo a lo que establecen los Principios y Valores Cooperativos. Todas las cooperativas surgen en un entorno particular, con personas determinadas; cada cual, con su historia personal, familiar y comunitaria. Cada cooperativa en cierto sentido es un mundo aparte, singular, único. La unidad de todo ese mundo tan variado está en su concepción similar: los Principios y los Valores. Esto facilita la clasificación de cooperativas, la creación de categorías, la elaboración de recomendaciones y el diseño de modelos con sugerencias, qué si bien son generales, para implementarlas es necesario no solo su adopción, sino fundamentalmente su adaptación, es decir cómo aplicar en ese caso específico, en esa situación particular, una recomendación general. Lo mismo aplica a los países: cada uno tiene una legislación diferente, la historia de cada uno de ellos es particular, así como sus tradiciones, instituciones políticas y cultura. En estas líneas nos referimos a elementos generales relevantes a cualquier cooperativa, urbana o rural, independientemente del país donde desarrolle su actividad, sea ésta cual sea.

La dirigencia cooperativa (el Concejo de Administración o el de Vigilancia, sus presidentes, los encargados de las Comisiones, o cualquiera de los líderes cooperativos con peso político suficiente) debería ser el factor que impulse la importancia de aplicar los Valores y Principios Cooperativos en la vida diaria de la cooperativa, a través de su aplicación en las políticas, estrategias y decisiones que ésta adopte. 

La esencia de la concepción cooperativa es mantener un equilibrio entre la actividad económica, la social y la ambiental. Ese equilibrio está orientado a mejorar la calidad y el nivel de vida de sus integrantes y de la comunidad. Se podrá conseguir si mejoramos nuestra capacidad económica y su viabilidad futura, pero orientando ésta a mejorar nuestra educación, salud, vivienda, medio ambiente, vivencia democrática, etc. (que en su conjunto implican desarrollo). Este proceso tiene que ser planificado, organizado, dirigido y gestionado simultáneamente desde “arriba hacia abajo y desde abajo hacia arriba” (por eso mencionábamos más arriba la necesidad de un(a) líder cooperativo, alguien con peso político, con autoridad, -puede ser una o más personas-, para iniciar e impulsar el proceso, con la dirigencia y la participación activa de las bases). 

Para llevarlo a cabo, es necesario conocer las necesidades sentidas de los cooperativistas -además de servicios financieros y/o de consumo-, ¿qué otras necesidades existen? Este proceso será muy diferente si se trata de una cooperativa de producción y servicios (número pequeño de personas que seguramente durante el proceso de conformación de la cooperativa ya analizaron ese tema), a diferencia de una cooperativa de ahorro y préstamo o de consumo, donde por su propia naturaleza ese conocimiento mutuo es menor. En una etapa posterior, se llevará a cabo algo parecido con la comunidad: en ambos casos hay diferencia entre las necesidades sentidas y las reales. En ambos casos hay que recordar que una cooperativa no es el gobierno, no debemos despertar falsas expectativas; que expectativas son las que la cooperativa puede enfrentar, o, por otro lado, puede quizá ser el factor que inicie, despierte, que sugiera al gobierno -local, estatal, federal- la conveniencia -o necesidad- de tomar cartas en el asunto. A veces en ausencia de iniciativa gubernamental, la cooperativa es el único factor interesado, y en consecuencia lidera –dentro de sus posibilidades- la implementación de estos proyectos.

Esto implica entender en profundidad el sentido y la intención de los Valores y Principios Cooperativos. No alcanza saberlos recitar de memoria, dar una conferencia sobre ellos o tenerlos en un cuadro colgado en una pared en nuestra oficina, sino cuál es su sentido, cuál es su impacto en nuestra actividad, forma de pensar, en nuestra conducta: cómo llevarlos a la práctica en nuestra vida cotidiana como cooperativistas, a pesar de las limitaciones y con las dificultades que podemos encontrar al tratar de implementarlos.

La cooperativa, de acuerdo a sus posibilidades, puede realizar una identificación de necesidades reales y sentidas con sus socios(as) y posteriormente en la comunidad, y llegar a la conclusión que en uno de los dos casos -o en ambos, no obligatoriamente al mismo tiempo- puede liderar un proyecto de promoción de la juventud, o de fortalecimiento de la infraestructura, o de equidad de género, o cuidado ambiental, de salud, educación, etc., y promover un plan de intervención. Ese plan debe ser expuesto, explicado y promovido de tal forma, que los(as) socios(as) -posteriormente la comunidad- sean los responsables de ponerlo en práctica, si bien la cooperativa tendrá la función de organizar y promover la iniciativa, asesorar, acompañar y orientar su ejecución, con responsabilidades compartidas.

Esta actividad requerirá de una campaña política-formativa-educativa muy bien diseñada, con una estrategia adecuada de implementación y una campaña de difusión muy bien pensada. El objetivo es que tanto los socios(as) como la comunidad se empiecen a familiarizar con la idea que la cooperativa no es solamente una empresa que produce un artículo, provee un servicio, administra dineros o provee necesidades de consumo, con toda la importancia que todas estas actividades tienen. La cooperativa es algo más. Esa es nuestra Identidad Cooperativa, tal como nos orientan     los Principios y Valores Cooperativos. Cada cooperativa deberá orientar su quehacer de acuerdo a sus posibilidades y prioridades, considerando las características especiales de sus socios(as) y de las comunidades. En este último punto, el 7° Principio Cooperativo es particularmente relevante.

El análisis de estos planteamientos requiere considerar muchos aspectos del quehacer interno de la cooperativa, y entre otros, el aspecto formativo-educativo y de capacitación (5° Principio). Estos procesos en las cooperativas son varios y se dan en distintos niveles.

Para todas las cooperativas -sin considerar el giro al que se dediquen- hay un patrón que mide, 1) su éxito financiero, y 2) en comparación con los resultados del año anterior, cuáles son los resultados de este año. Si la administración y las finanzas están correctamente organizadas el resultado es claro. Puede haber discusiones respecto a las causas que los motivaron, pero no respecto al resultado. Las cosas son menos claras, respecto a su conducta como cooperativa. Si bien existe un instrumento, el Balance Social Cooperativo -diseñado expresamente para revisar ese aspecto- no todas las cooperativas lo aplican. Por lo tanto, la conducta cooperativa, sigue estando en un ámbito no del todo definido, lo que se presta a diferentes interpretaciones. En esos casos, cada cooperativa presentará lo que considere necesario de acuerdo a su visión, su situación, sus posibilidades y sus prioridades. Esta podría ser una de las causas que conducen al debilitamiento del movimiento cooperativo, es decir, cooperativas empiezan a perder paulatinamente la noción de equilibrio que tiene que ser la base de su quehacer integral, y comienzan a dar más peso a uno de los elementos que constituyen la tríada, ya sea el social, el económico o el ambiental (y a veces también el personal). Si a eso se le agrega la dificultad que se origina por malas prácticas de distintos tipos, el peligro que acecha es grande, y de ahí la importancia de la educación cooperativa continua, tanto en el aspecto técnico-profesional como en el conceptual.

La Cooperativa Pinos puede ser uno de los elementos que contribuya a fortalecer los vínculos y la comunicación entre las bases y la dirigencia cooperativa, así como entre éstas y su entorno comunitario, en aras de mantener viva y pujante la tradición que caracteriza a nuestro movimiento.     

(*) Podemos proponer un programa de intervención cooperativa de desarrollo comunitario sostenible.

(**) También en este punto podemos contribuir a la elaboración y puesta en práctica de políticas y estrategias de desarrollo social comunitario cooperativo integral, de acuerdo a las características locales en cada comunidad.

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Hoy- 3

El Visitante (Un cuento cooperativo)

Un día estaba en el cielo uno de los ángeles muy concentrado revisando una serie de datos frente al monitor de su computadora.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Dios como si no lo supiera.

—¡Ah! Hola Señor. Estoy revisando los datos de las cooperativas que existen en el mundo y estoy impresionado.

—¿Ah sí? ¿Qué es lo que más te impresiona?

—Pues mira, por ejemplo ésta —dijo señalando un logotipo— es impresionante la antigüedad que lleva dando servicio.

—Y esta otra —continuó el ángel— su volumen de activos. O ésta, la cantidad de socios que tiene.

Cada que el ángel mencionaba una de esas características, Dios asentía con la cabeza, sonriendo.

—No hay duda de que han progresado —dijo el Señor— aunque a mí me gustaría conocer algo más importante.

—¿Sí? ¿Qué es?

—¿Cómo es su trato con la gente?

—Pues ese dato no está en las estadísticas, pero ¿no crees que de alguna manera el crecimiento cuantitativo refleja lo cualitativo?

—En parte, pero no siempre es así.

—Oh, ya veo, pues ese dato en lo particular no lo tenemos en nuestro sistema.

—Lo sé, por es que me gustaría ir a visitarlos.

El ángel se asombró sobremanera y no pudo evitar reflejar su alegría.

—Con mucho gusto Señor, tus deseos son órdenes. De inmediato me pondré en contacto con el Gerente o Director General de cada cooperativa para que te organicen una recepción como Tú te mereces, con representantes de los altos mandos directivos y acompañado por guapas edecanes para que te den un tour por sus sucursales.

Dios sonrió y movió su cabeza en señal de desaprobación.

—¿Te parece que ese es mi estilo? —le preguntó Dios mientras que el ángel se quedó pensando unos segundos:

—Entonces, ¿cómo te gustaría que fuera tu visita?

—Me disfrazaré.

El ángel no pudo ocultar su cara de sorpresa y Dios le explicó con paciencia:

—Un día llegaré disfrazado de un socio o aspirante. Tal vez de uno que no cuente con mucho dinero para ver si realmente le dan más valor a la persona.

Otro día me disfrazaré de ese socio que se encuentra muy atrasado en sus pagos.

O tal vez de aquel que es muy inquisitivo en las Asambleas o el que tiene muy mal carácter cuando acude a la oficina.

O del responsable de la sucursal o de alguno de los integrantes del personal.

O en la persona de un directivo.

Pudiera ser un adulto, un anciano o un niño.

—Ya entiendo Señor —exclamó el ángel.

—Sí, lo que más me interesa conocer es qué tanto se aplica el amor entre todos, su calidad humana, porque lo que hicieren con el más pequeño de sus hermanos, me lo hacen a mí.

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Hoy- 4

Analogía consecuencial entre el Quinto y Sexto Principios Cooperativos

La práctica del sexto principio “Cooperación entre cooperativas” es una consecuencia positiva natural de la anteposición práctica del quinto principio “educación”. La mezcla equilibrada de ambos postulados sugiere que personas fuertemente vinculadas por medio de la convicción colectiva y solidaria, apoyen y fortalezcan la participación voluntaria de su organización en modelos integracionistas, creados por las propias organizaciones para su representación sectorial y múltiples beneficios que dan fortaleza empresarial y las alianzas estratégicas sectoriales, aspectos que facilitan el desarrollo integral de las cooperativas, la generación de iniciativas tendientes al empoderamiento del modelo cooperativo y facilitar las relaciones y políticas publicas dirigidas a los gobiernos y la comunidad.

No ser parte activa de la práctica de los principios y valores cooperativos, genera ausencia de cooperación bilateral o individualismo entre las organizaciones que en apariencia conforman un movimiento. Si aplicáramos una encuesta a los cooperativistas preguntando ¿Las cooperativas deben cooperar y colaborar entre sí?, la respuesta sería seguramente un rotundo SI, pocos serían los escépticos que lo dudarían, algunos otros argumentarían un “depende de los beneficios que consiga” situación que no es en apariencia grave, pero si es una sugestiva reacción de autodefensa de su individualidad. El problema radica en lo que hacemos contrario a lo que pensamos o manifestamos.

Los cooperativistas necesitamos hacer un alto, reflexionar como imaginamos a nuestras cooperativas en 5, 10 y 20 años, si hoy estamos sembrando cimientos que fortalecen la unión o la plena individualidad, si estamos suavizando la posible envidia sectorial e incluso la rivalidad entre las mismas organizaciones cooperativas, así mismo reflexionar sobre el modelo cooperativo en cuestión de competitividad, rentabilidad, rumbo que hoy estamos dando a la educación a socios, consejeros, empleados, a la niñez y la juventud, así como imaginar como las tecnologías de la información y la comunicación podrán impactar positivamente en nuestras organizaciones.

Uno de los ejes que pueden transformar desde la raíz lo que hasta hoy venimos realizando es precisamente la convicción de la gente por medio de la educación. Es sorprendente que en los países de nuestro continente se han desarrollado distintos proyectos tendientes al fortalecimiento del capital humano, algunos lo hacen como una obligación legal, otros por convencimiento propio y algunos más por conservar una buena tradición, sin embargo, tales esfuerzos aislados y sin una sincronía generan resultados parciales, con poco sentido y falta de contundencia. La vinculación de tantos buenos proyectos y programas serían material para elaborar toda una carrera universitaria formal de la práctica cooperativa.

¿Qué podemos hacer para vincular los esfuerzos aislados en materia educativa?

Debemos reconocer a personas y organizaciones que hacen de la educación una herramienta de gestión y fortaleza institucional para el beneficio y empoderamiento de los cooperativistas al interior de su propia organización, vale la pena comentar que un servidor y el Dr. Alberto Mora Portuguez de Costa Rica, hemos venido realizando durante varios años diversos estudios y proyectos para la conformación de un modelo educativo cooperativo basado en la idiosincrasia y costumbres de los cooperativistas, dicho proyecto trasformador poco a poco llegará a consolidarse como un legado a nuestros jóvenes, la nueva generación que debe revitalizar, libres de vicios heredados el destino del movimiento cooperativo. Sin embargo, el camino no es tan fácil, habrá que vencer obstáculos creados por las conveniencias de algunos actores que hacen de su gestión una isleta de poder para su propio beneficio.

Es importante que podamos unificar conceptos que a simple vista creemos que son idénticos, por ejemplo:  

  • ¿Qué es la educación cooperativa?
  • ¿Qué cambios buscamos en los sujetos de la educación?
  • ¿Cómo medir el impacto y cambio en los sujetos de la educación?

¿Qué es la educación cooperativa?

Es un proceso formativo permanente, dirigido a las personas que conforman con su esfuerzo y trabajo una cooperativa, incluyendo a la comunidad en general, jóvenes y creadores de opinión, quienes generan impacto en la sociedad sobre el quehacer cooperativo. Lo anterior arrojará como resultado el desarrollo sustentable de las personas (sujetos de la educación) y por ende del colectivo o empresa cooperativa, la que debe distinguirse como una organización de ejemplar gestión administrativa, rentable y acertadamente gobernada por los asociados. 

Mientras no tengamos claro el concepto de la educación cooperativa, incurriremos en errores y desviaciones que carecen del factor “formativo” por ejemplo: si una cooperativa patrocina un evento deportivo o un concierto musical, me surgen los siguientes cuestionamientos:

  1. ¿Esta es una acción de mercadeo o de educación?
  2. ¿De que manera se asegura la “formación de las personas” que asisten o participan en eventos de éste tipo?
  3. ¿Estas actividades generan identidad a favor de la cooperativa?

 ¿Qué cambios buscamos en los sujetos de la educación?

Esta pregunta nos lleva a reflexionar si en realidad sabemos “Que transformación idealizamos en las personas” si no sabemos la respuesta, también se está deformando el fin nato de la educación. Por ejemplo, si en una cooperativa se convoca un taller para aprender a elaborar productos lácteos, estamos sembrando o fortaleciendo una habilidad que podrá ser de utilidad parcial para los asistentes que lo pongan en práctica, ya sea para el auto consumo o para crear un negocio productivo. Para que esta actividad resulte transformadora y educativa, requiere además del taller, el acompañamiento de un programa bien definido de educación financiera cooperativa, que enseñe a los emprendedores a distinguir las formas en las que la propia Cooperativa puede impulsar su propuesta de negocio productivo, un emprendimiento que les lleve a trasforme su modo de vivir mediante ingresos más justos. Ahora, me surgen los siguientes cuestionamientos:

  1. Los asistentes, ya sean asociados o personas de la comunidad ¿Serán capaces de emprender un negocio sin asesoría financiera y con tan solo saber elaborar productos?
  1. ¿Incrementará su identidad con su cooperativa por facilitarles un curso o taller?
  1. ¿Qué beneficio o resultado tangible tuvo la cooperativa con esta actividad?
  1. ¿No será que la intención es tan solo justificar actividades para la utilización del fondo de educación cooperativa?

¿Cómo medir el impacto y cambio en los sujetos de la educación?

Las cooperativas mas allá de cumplir con planes de trabajo, lo que se convierte en acciones cuantitativas (lo que se invierte o deja de invertir) deben medir el impacto y el cambio que generan las acciones que a nombre de la cooperativa y de la educación se llevan a cabo, la evaluación mantener un enfoque cualitativo, no solo cuantitativo, he visto informes que solo mencionan:

  • Asistieron 836 mujeres a las clases de tejido con gancho.
  • Asistieron 900 niños al festejo de su día.
  • Asistieron más de 200 familias a festejar el día del padre.
  • Acudieron 100 socios al taller de información sobre el préstamo.

La medición cualitativa puede darse por medio de la aplicación de un “Balance Social Cooperativo” el cual deberá estar diseñado y enfocado para que desde el planteamiento de las acciones inicie su labor valorativa, para que a la postre arroje resultados cualitativos y no se limite también a los resultados cuantitativos, de lo contrario, todo lo seguiremos solo midiendo con números.

Una cooperativa que impacta a los sujetos de la educación es aquella que:

  • Empleados, gerentes y directores trabajan con ética y son promotores de la cooperativa y del modelo como tal, reconocen que laborar en una cooperativa es más dignificante que hacerlo en otras empresas por ejemplo en un auto servicio.
  • Los directivos actúan comprometidos moralmente ante quienes les eligieron, y cualquier actividad que realicen dentro de sus facultades, lleva tal finalidad, venciendo en todo momento las aristas que les lleven a desvirtuar su función.
  • Los asociados han encontrado en la cooperativa el complemento de su esfuerzo propio, valoran a su cooperativa como una institución con vocación formativa más que como simple proveedora de financiamientos, tienen amor por su colectivo y se comprometen a participar en su tejido social y de gobierno.
  • Por último, una cooperativa con alta presencia de la educación es aquella que denota solidez, buen gobierno, rentabilidad y ejemplo para toda la comunidad empresarial.

Un buen proyecto educativo es aquel que tiene detectadas las áreas de oportunidad y las prioridades de la cooperativa, imaginemos si ésta forma de trabajo la hacemos propia y más tarde se conforman proyectos sectoriales con participación entre varias cooperativas.
 

¿Cómo podemos aprovechar las experiencias de otras cooperativas?

Lo anterior podemos conseguirlo si superamos los cásicos tabúes que nos impiden un verdadero desarrollo y un desinteresado compartir cooperativo, esto es cuestión de educación. Los tabúes son:

  • Falta de humildad de quienes se apropian de las organizaciones.

Para gestionar con sencillez se requiere de personas poseedoras de valores natos, de sensibilidad cooperativa, y de verdadera renuncia a la búsqueda de beneficios propios, se puede ser sencillo y amable, aunque se represente a una organización que maneja miles de dólares, cientos de empleados y millones de activos. Bien dice la voz del pueblo, que cuando se actúa con honestidad y ética, el efecto regresa a las personas y la organización exponencialmente multiplicado, por el contrario, si se actúa con trampas, deshonestidad y en perjuicio de la gente, el negocio en el tiempo empieza a mermar…La sencillez debe ponerse como ejemplo a seguir derivado del actuar cotidiano de dirigentes y administradores. Si la Cooperativa es dirigida por personas sencillas y con temple inamovible orientado al bienestar común, el compartir cooperativo solo será una consecuencia, nadie puede compartir lo que no tiene, la humildad de gestión también incluye el reconocimiento de los logros de otros, pareciera sencillo asimilar las aseveraciones, pero en la práctica es complejo debido al distorsionado concepto del institucionalismo.

  • Ausencia de un estado de derecho interno.

La cooperación entre cooperativas hace práctica cuando las personas, dirigentes y funcionarios administradores, aceptan y cumplen a cabalidad sus compromisos, superando la buena intención, estableciendo un estado de derecho interno instaurando modelos de gobierno corporativo – cooperativo, donde no solo se elaboran reglas intencionales para los órganos de gobierno, se hacen pensando en los socios quienes también poseen sus espacios de participación política interna, como las asambleas o comisiones, estableciendo mecanismos de control interno que blindan la operación y por último unidades de análisis de riesgos que visualizan los escenarios ideales para el bienestar de la organización. Todos debemos renunciar a la apatía que solo genera el empoderamiento de unos pocos en quienes depositamos el destino actual y futuro de nuestra organización cooperativa. 

  • Sometimiento a los problemas ordinarios.

Sacrificamos la inversión en el futuro inmediato, éste síntoma desafortunadamente se vuelve cada vez más común en las cooperativas, es muy clara que una gestión administrativa debe priorizar necesidades, sin embargo, las empresas exitosas son aquellas administradas por objetivos, no dejan de lado la visión de futuro, afrontan sus debilidades presentes y a la par van sembrando lo que cosecharán en el futuro.

¿Qué debilidades tiene hoy en día tu cooperativa?

¿Qué medidas se están tomando?

¿Qué actividades estás desarrollando hoy con vistas al logro de mejores resultados en el futuro deseable?

  • Problemas de comunicación orgánica.

A simple apariencia todos podemos asumir compromisos relacionados a los actos cooperativos, sin embargo, la realidad dista de ello, cuando no es nuestra voluntad asumir compromisos decimos “Andrés o Clara asistirá en mi representación, pero no tienen ninguna facultad de decisión y compromiso” la reflexión es ¿entonces a que van? ¿Una sola persona puede y debe hablar y decidir el destino de miles?

Los cooperativistas debemos fortalecer nuestros sistemas de control interno en donde se especifique las jerarquías y responsabilidades, no solo orgánicas sino también de facultativas, el no hacerlo provoca dejar pasar oportunidades de negocio.

  • Transparencia en el manejo de partidas presupuestales.

Las cooperativas debemos practicar un estilo de administración apegado a valores, tales como la honestidad y transparencia. Hablar de valores éticos nunca ha sido fácil, porque los valores no aceptan destrezas intermedias, o “se es transparente o no se es” Las Cooperativas deben invertir sus partidas de educación cooperativa en un programa de educación, no es sano destinarlo para cubrir otro tipo de egresos operativos a nombre de actos educativos.

Para concluir…

  • ¿Quiénes llevan el destino y riendas de la cooperativa son cooperativistas?
  • ¿Son cooperativistas de convicción o de conveniencia?

Las cooperativas debemos aprovechar las coyunturas y debilidades del mercado, debemos establecer planes estratégicos al corto, mediano y largo plazo donde se enumeren ejes estratégicos que nos darán éxito empresarial y sostenimiento de nuestros mercados, tales como lo relacionado con herramientas de gestión orientadas a la trasparencia y honestidad, impacto de los aportes a la sociedad, recomposición de las estructuras jerárquicas piramidales, programas de afianzamiento de la identidad “educación cooperativa”, programas de difusión de la educación financiera cooperativa  y desde luego lo conducente a la adopción de las tecnologías de la información y comunicación.

Hagamos pues un alto, reflexionemos las oportunidades que nos revelan nuestras propias carencias, construyamos modelos integrales de desarrollo y hagamos de nuestra cooperativa la empresa que no solo se le festejen los históricos años cumplidos, visualicémosla en un futuro, dándole la oportunidad de perdurar muchos años más en el mercado que ya es muy distante y diferente que el escenario histórico de cuando se le fundó.



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La tercera vía: El Cooperativismo

Es innegable que en los tiempos actuales la generación de riqueza es sustancialmente mayor a la lograda en siglos pasados.

No obstante lo anterior, la desigualdad y la concentración del capital ahora es mayor que nunca. Según OXFAM international, el 1 % más rico acumula casi el doble de riqueza que el resto de la población mundial en los últimos dos años.  Durante la última década, los súper ricos han acaparado el 50 % de la nueva riqueza generada, cifra que acaban  de superar.

La fortuna de los mil millonarios está creciendo a un ritmo de 2700 millones de dólares al día, al mismo tiempo que al menos 1700 millones de trabajadoras y trabajadores viven en países en los que la inflación crece por encima de los salarios.

Caso contrario, las estadísticas de la Alianza Cooperativa Internacional detallan que:

  • Más del 12 % de la población mundial es cooperativista de las 3 millones de cooperativas que existen en el mundo.
  • De acuerdo con el World Cooperative Monitor (2020), las 300 empresas cooperativas y mutuales más importantes del mundo suman un volumen de negocio de 2,14 billones de dólares.
  • Las cooperativas proporcionan empleo al 10 % de la población empleada.

En experiencia propia y desde hace casi 4 décadas, he estado convencida de que el Cooperativismo, es el sistema socioeconómico ideal para resolver los más importantes problemas de crecimiento y desarrollo de las personas, de sus comunidades, de los países y del mundo.

Mi convicción no es dogmática sino vivencial, ya que el haber llegado a CSN como colaboradora  a muy temprana edad, me dio la oportunidad de forjar una cultura de ahorro  que combinada con mi condición de estudiante universitaria; me posibilitó a combinar la teoría económica con la práctica en la Cooperativa, pudiendo vivir en carne propia las bondades de convertirme en Socia de la misma.

Por otra parte y no menos importante, de manera muy cercana; he tenido la oportunidad de ver el impacto en la vida de las personas cuando adoptan y hacen suyos, los principios y valores del Cooperativismo.

Países como Alemania y Canadá tienen los modelos cooperativos más consolidados y no es casual, que sus economías estén en los primeros lugares del mundo, y que sus habitantes cuenten con los mejores índices de desarrollo humano.

Lamentablemente en nuestro país, el verdadero Cooperativismo es un héroe anónimo que incide para bien, en la vida de millones de mexicanos, pero que raramente es reconocido e impulsado por autoridades y líderes de opinión.

El Cooperativismo en México más representativo, es el relacionado con el giro de ahorro y crédito; y por cifras publicadas por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores al cierre de Marzo de 2023, ya son más de 8.7 millones de Socios los que conforman 155 Sociedades Cooperativas de Ahorro y Préstamo (SOCAP´s) autorizadas, acumulando más de $239,244 millones de pesos en activos, con una cartera de crédito que asciende a $137,162 millones de pesos y una captación total de $190,957 millones de pesos.

Aún cuando la experiencia cooperativa en México aún es muy limitada, ya que no ha tenido un alcance integrador con todos los agentes de la economía social y solidaria;  los casi 72 años de historia de las SOCAP´s  representan un  punto de partida para recomenzar, explorando nuevas iniciativas de colaboración que tomen en cuenta la nueva realidad social y económica del país,  así como las herramientas tecnológicas tan presentes hoy en día; sin menoscabo de no cometer los mismos errores del pasado.

Los millones  de pobres que tiene nuestro país, nos obligan a reflexionar y responder con un trabajo decidido y comprometido en mayor medida, con la solución de este lastre que nos ha agobiado por tantos años y que el Cooperativismo ha demostrado con creces, ser la mejor vía para lograrlo.

Nuestro desafío como líderes y/o beneficiarios de la cooperación, es difundir y convencer a todos los que nos rodean, de apropiarse de la doctrina cooperativa para lograr una mejora integral en sus vidas, al superar su condición económica de la mano del desarrollo de valores como la ayuda mutua, la democracia y la solidaridad.  Pero aún más,  debemos incidir en la generación de alternativas que conecten a todos los participantes en el movimiento cooperativo de México tal como ahora lo pretende esta nueva empresa llamada PINOS, a quien le deseamos toda clase de parabienes, augurándoles muchos éxitos por la nobleza del propósito y más; por la urgencia de atender de la manera más eficaz y rápida,  la inequidad económica que tanto nos ha aquejado en nuestro México querido.

 

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Las Cooperativas ¿Un nuevo Modelo Económico?

INTRODUCCIÓN.

Si bien la cooperación y la solidaridad entre los seres humanos es una característica que permitió nuestra supervivencia -como especie- hasta hoy día, también es cierto que la competencia, la lucha, el ansia de predominio, el ejercicio del poder y tratar de controlar a otros, también nos caracteriza. Somos seres complejos: simultáneamente estamos poseídos por Eros y por Thanatos, las fuerzas del amor y la vida, por un lado, y por el otro, de la muerte y la destrucción (Sigmund Freud).

El medio ambiente dentro del cual nos desarrollamos -el entorno social, económico, político, histórico, cultural y educacional- facilita, incluso promueve, aspectos específicos y concretos de nuestra esencia más oculta, (¿personalidad?), que se traducen en conductas y decisiones orientadas más hacia la cooperación o el enfrentamiento. En estos procesos intervienen asimismo inclinaciones personales, genéticas dicen hoy algunos; formativas -que dependen del marco familiar, cultural y social- dicen otros.

Somos capaces de ofrecer nuestras vidas por diferentes personas en ciertas circunstancias, y en otras, somos también capaces de quitárselas.

Esta dualidad del ser humano nos indica su complejidad, maleabilidad y elasticidad, pero también su capacidad de adaptación o asimilación de nuevas y distintas normas de conducta. Ya sea por motivos ideológicos, conveniencia, comodidad, educación, influencia de la publicidad y la propaganda, etc., pasamos de una forma de comportarnos a otra con relativa rapidez, y estamos convencidos de nuestras nuevas creencias, con la misma intensidad que ayer estábamos de otras. Los cambios pueden incluir a veces variaciones inusitadas: pasar de un extremo a otro respecto de posiciones que hasta cierto momento eran normales y cotidianas. Ejemplos no faltan: lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial o en la guerra que llevó a la disolución de la antigua Yugoslavia y las matanzas denominadas “limpieza étnica”: antiguos vecinos que vivían en paz y convivencia normal, se masacraron unos a otros, poblados fueron arrasados y sus habitantes asesinados por sus vecinos (Ruanda, Sudán, la antigua Yugoslavia y Cambodia son solo algunos ejemplos). Algo parecido está ocurriendo hoy día en distintas latitudes: la tragedia de los refugiados que escapan de las guerras, o de dificultades económicas, en distintos lugares del mundo. No tienen a donde llegar por que nadie los quiere recibir y muchos mueren en el intento de llegar a un país “seguro”. Muchos de los que hoy se oponen a recibir y salvar a otros seres humanos, estuvieron hace poco tiempo -en términos históricos- buscando refugio para salvarse de las persecuciones de las que fueron objeto. En otros casos, fueron sus progenitores -ciudadanos de potencias coloniales- los que causaron que grandes números de población -los colonizados- tuviesen que huir o sufriesen persecuciones e injusticias atroces.

En una síntesis tan apretada de procesos sumamente complicados, las generalizaciones no toman en consideración que también hay mucha gente que no renuncia a sus creencias, están totalmente identificados con ellas, ponen en peligro sus propias vidas y muchas veces se inmolan en nombre de las ideas a las cuales no están dispuestos a renunciar.

Menciono estos temas porque a nivel económico pasa algo parecido. Vivimos nuestra realidad económica cotidiana y pensamos que ese es el modelo “natural”. Las alternativas al mismo, son vistas como un fenómeno secundario, algo marginal, que no es tomado en cuenta porque es prácticamente irrelevante. No recordamos que en épocas pretéritas vivíamos con modelos económicos diferentes, que en ese momento eran el modelo “natural”, aceptado por todos. En el futuro es muy probable que nuestro entorno económico sea muy distinto del actual, y ese será, nuevamente en ese momento, el modelo “natural”.

La característica de los modelos, de todos ellos, independientemente que se trate de un modelo económico, físico, astronómico, social, financiero, químico, etc., es su temporalidad. Ningún modelo es eterno. Todos los modelos vienen a presentar, explicar, solucionar o describir una realidad tal como la vemos en un momento determinado, con los elementos con los que contamos en ese momento. Ese modelo es aceptado mientras su utilización no genera problemas, contradicciones o dificultades de una importancia tal que hagan necesaria su sustitución por otro modelo. Eso no quiere decir que el nuevo modelo es obligatoriamente mejor que el anterior, sino que éste explica, soluciona o describe mejor, algunos de los problemas que se presentan precisamente por la utilización del modelo antiguo y las contradicciones que éste empieza a generar, o considera elementos nuevos, desconocidos anteriormente. Todo modelo tiene implícita en su propia esencia, su final. Su aplicación genera situaciones no previstas en el momento de su gestación, que en definitiva crean la necesidad de un cambio, su sustitución por otro modelo. Es el principio de la entropía que rige nuestro devenir: desde el momento de nuestro nacimiento estamos destinados a desaparecer. La responsabilidad del ser humano es no aferrarse a la utilización de instrumentos pertenecientes a un modelo que empieza –en cierto momento- a ser visto como no adecuado, inefectivo e incluso contraproducente a la situación, problemas o dificultades que se generan años después que comenzó su aplicación, y que en su momento fue efectivo, por lo menos para algunos sectores (los que ostentan el poder de decisión). Nunca sabemos de antemano durante cuánto tiempo ese modelo servirá, o será utilizado. Pero debemos ser conscientes que en algún momento deberemos cambiarlo y sustituirlo por otro, y así sucesivamente…

SÍNTESIS HISTÓRICA ECONÓMICA

Planteo estas cuestiones porque en el desarrollo económico de la humanidad, y con mayor seguridad desde la Edad Media hasta nuestros días, que es cuando hay mayor documentación disponible, vemos también algo similar: el ser humano toma como verdad absoluta, como un hecho consumado, algo que es resultado de una realidad económica, un desarrollo tecnológico, decisiones políticas, concepción ideológica, fe religiosa, convenciones sociales, a las cuales fuimos preparados, educados, formados, adoctrinados, y pensamos entonces que “las cosas son así”. Pero las cosas no siempre fueron así como las conocemos en la época en la cual nos toca vivir: son así desde el momento que se decide que “son así”.

Durante la Edad Media -unos diez siglos aproximadamente, entre el siglo V y el siglo XV, que es cuando comienza el Renacimiento- el modelo económico con el cual se regía la vida económica en occidente era totalmente distinto del que conocemos en la actualidad. No me refiero a los aspectos industriales o tecnológicos que comenzaron con la Revolución Industrial y se prolongan, e incluso se intensificaron, hasta hoy día. Me refiero a la concepción económica que regía el quehacer comercial. Las premisas eran totalmente diferentes; los conceptos eran distintos. El modelo económico que regía los contactos entre las personas estaba basado fundamentalmente en el intercambio, el vínculo directo entre seres humanos, el contacto personal entre los que intervienen en la negociación. El trueque -el intercambio de productos- era ampliamente utilizado. Como esta modalidad comercial tenía también muchas limitantes, se utilizaban “monedas” diferentes (semillas, granos, “recibos” y también monedas). Pero lo interesante a recalcar es que toda la actividad comercial se llevaba a cabo sin el concepto que hoy día es prácticamente entendido como obvio, lógico y natural: el de ganancia. No existía el concepto de ganancia para la gran mayoría, pues estamos hablando de una economía de subsistencia. Las transacciones se llevaban a cabo no para ganar, sino para mantener en funcionamiento el orden de las cosas. El herrero para seguir produciendo sus productos tenía que comparar algunos insumos. Los que vendían esos insumos necesitaban los productos que el herrero producía. Intercambiaban unos productos por otros: lo que unos producían por lo que otros les proporcionaban para que éstos pudiesen seguir produciendo. Así con todos los sectores: los agricultores llevaban los alimentos que producían al mercado para intercambiarlos por los productos que necesitaban para seguir produciendo alimentos que los demás necesitaban -por motivos obvios-, lo que les permitía seguir produciendo los productos que los agricultores necesitaban, y así en un círculo virtuoso.

De esta forma funcionaba el mercado, “dirigido” por las fuerzas productivas, que ofrecían sus productos o servicios, los intercambiaban, y en términos generales, nadie individualmente ganaba. Ganaban todos, es decir la comunidad. Eso generaba estabilidad: fortalecía -o debilitaba, según fuese el caso- los vínculos personales, aumentaba la confianza -o la desconfianza- entre los que participaban en los intercambios, pero como la mayoría de las transacciones se llevaban a cabo a nivel comunitario, el que engañaba una vez, es muy probable que le fuera difícil hacerlo por segunda vez.

Uno de los resultados de las cruzadas, fue que cuando volvieron a sus lugares de origen los que salieron a ellas, introdujeron algunas de las innovaciones que vieron en las tierras de las cuales estaban regresando. Una de ellas fue el bazar. La economía del bazar, que es el intercambio, venta y compra -pero a una escala mayor- así como el contacto personal entre las fuerzas vivas en una comunidad, -o entre varias comunidades- en lugares y fechas determinadas, aseguraba la estabilidad no solamente económica, sino también la social, política e institucional, pero con impacto territorial mayor.

De esa forma se iba afianzando y fortaleciendo la independencia y posicionamiento del sector productivo de la sociedad vis-a-vis la aristocracia, que veía su poder y control sobre sus vasallos limitado por la autonomía relativa con la cual la comunidad desarrollaba su vida y las actividades económicas y sociales. La vida económica de la comunidad se estaba llevando a cabo sin la intervención de la aristocracia, de los señores feudales. Éstos tenían capacidad para dirigir ejércitos en la guerra, más no para dirigir el mercado en tiempos de paz, que se desarrollaba prácticamente sin su intervención. Más aún: éste se desarrollaba sin la dirección de nadie, pero con la participación de todos los que tenían algún producto o servicio que ofrecer, y que por supuesto era necesitado. Eran muchas “caras” -no solo una- las que representaban al mercado, y muchas manos las que lo operaban. Las “guildas”, gremios o cofradías de artesanos que organizaban el quehacer, instrucción, remuneración y normas de conducta de las personas que se dedicaban a un giro o profesión determinada, tenían fuerza y capacidad de decisión. Influían en lo referente al oficio que representaban con relativa independencia, pero no fijaban las normas de operación de las otras cofradías. En total, todas ejercían su influencia manteniendo un cierto equilibrio unas con otras. El mercado era plural, no había monopolios en el sentido actual del término, porque su misma estructura lo impedía.

El trueque permitía la realización de operaciones comerciales sencillas. Para operaciones comerciales más complicadas se necesitaban otros instrumentos. Las monedas de materiales preciosos, oro y plata, por ejemplo, residuos todavía del imperio romano, fueron utilizadas para pagar a los caballeros cruzados, o eran emitidas por centros comerciales importantes como Florencia. Las monedas, a pesar de la degradación a la que fueron sometidos a lo largo del tiempo, -y que generaba inflación, al disminuir continuamente su valor pues disminuían la cantidad del metal que contenían- tenían un valor intrínseco y se guardaban, más que nada por los que ya eran ricos (los señores feudales y los grandes comerciantes, que eran la minoría).

Comerciantes conocidos en la comunidad -y en los cuales se confiaba- emitían a veces “recibos” que podían intercambiarse por los servicios/productos que personas necesitaban, si se complicaba su obtención por medio del trueque. Lo importante a enfatizar es que estos recibos no tenían como objetivo enriquecer a los comerciantes locales, sino posibilitar y agilizar la realización de transacciones comerciales que por medio del trueque sería imposible, engorroso o complicado realizar. El mercado seguía funcionando, pero no para que algunos de sus participantes se hagan más ricos a costa de los demás, sino para que toda la comunidad continúe funcionando con su vida normal.

Existían otras convenciones respecto a cuál era el monto real de los recibos, dependiendo del producto/servicio que se tratase: el valor de los recibos que se entregaban por granos era menor que la cantidad entregada, pues se tomaba en cuenta que se requiere almacenarlos y que durante ese tiempo la calidad se deteriora debido a plagas, humedad, gusanos, etc., y el grano pierde valor. De esta forma se promovía y aumentaba la actividad comercial y todos estaban mejor. El mercado -y los que en él intervenían- se regía por una concepción diferente a la que conocemos actualmente: el objetivo no era la ganancia y el crecimiento, sino mantener, promover y continuar la vida comunitaria.

El incremento de la actividad comercial iba desarrollando soluciones locales, circunstanciales, para facilitar las transacciones, que incluían por ejemplo la mención del valor de un recibo por un producto determinado, como equivalente a una fracción de una moneda de oro.

Esta situación por supuesto no era del agrado de la clase dirigente. Ésta tenía control sobre la vida política de la comunidad -en situaciones de emergencia como una guerra- pero no tenía control sobre su vida económica. Ésta se desarrollaba sin su intervención, en forma independiente. Tampoco les gustaba que se mencionara el valor de una transacción en recibos comunitarios locales, como una fracción determinada de una moneda de oro, que ellos acumulaban y manipulaban. Sobre todas estas transacciones ellos no tenían ningún control.

Si bien durante un tiempo esta actividad se desarrolló en forma independiente, no controlada y promovida “desde abajo”, la aristocracia se sintió amenazada por la robustez de las transacciones y de la vida económica comunitaria independiente.

La solución que encontraron les permitió mantener, e incluso fortalecer, sus privilegios de clase. Se empezó por otorgar el permiso de realizar ciertas actividades a ciertas personas de su elección solamente, a cambio de recibir una parte de las ganancias. El segundo paso fue extraer valor de todas esas pequeñas transacciones que se realizaba en la comunidad sin su control y que empezaban a generar la creación de una incipiente clase media. Eso se podía llevar a cabo frenando y controlando esa actividad.

Todos los monarcas de fines de la Edad Media y principios del Renacimiento, fueron con el tiempo prohibiendo la utilización de todas las monedas, recibos y cualquier otra forma de pago, que no fueran las monedas emitidas por el señor o monarca: se aseguraban el control absoluto de la economía de la región sobre la cual reinaban. De esta forma también se “imponía un impuesto” a la gente simplemente por la devaluación que continuamente llevaban a cabo al disminuir la cantidad de oro o plata en las monedas, quedándose con la diferencia devaluada de ese metal. La realeza encontró la forma de enriquecerse otorgándose la exclusividad de imprimir monedas.

Si un comerciante necesitaba dinero para alguna inversión, tenía que obtenerlo del tesoro del rey. Al devolvérselo lo hacía pagando un interés. Era una apuesta al crecimiento futuro. A diferencia del “dinero” en el mercado comunitario como era conocido previamente, cuyo objeto era mantener la vida y actividad en la comunidad, ahora si la gente quería utilizar dinero, tenía que pagar por ese privilegio. El dinero tenía como función hacer más rica a la gente que ya era rica: el dinero empezó a crear más dinero (¿suena conocido?). Los aristócratas en derredor del rey eran los únicos que poseían la riqueza suficiente para participar y promover esta situación de la cual ellos eran los principales favorecidos. La economía real, la del trabajo, la que producía productos y servicios, tendría ahora que recurrir a la economía de las finanzas, pidiendo préstamos, para mantener sus actividades. No solo eso: los que trabajaban tendrían que concluir su actividad con más dinero del que habían solicitado en préstamo, pues debían pagar los intereses acordados. Pero toda la comunidad estaba en una situación parecida. Todos estaban ahora tratando de sobrevivir ganando más para poder devolver los préstamos y los intereses, porque la opción de no hacerlo era la cárcel (manejada por las autoridades políticas). Mientras la actividad económica comunitaria previa se desarrollaba de acuerdo a la demanda que hubiese de productos y servicios en el mercado, ahora la cantidad de moneda existente dependía del crédito que obtenían sus participantes. Si antes había una economía basada en la cooperación y el intercambio, ahora la economía era de competencia; todos competían contra todos, para devolver los préstamos y sobrevivir. El precio de un producto incluía el interés que el productor debía pagar en el futuro por el préstamo que había solicitado en el pasado para producirlo. Pero como estamos hablando de actividades económicas en un entorno de subsistencia, no en un entorno empresarial de desarrollo en el sentido actual del término, hubo un empobrecimiento general de la población y un deterioro de la salud y vida societaria. Los que se enriquecían eran los “grandes jugadores”, aristócratas, grandes monopolios, y los gobernantes, que tenían a su disposición también los medios legales y los militares para imponer sus ideas. El desarrollo del colonialismo y las grandes compañías comerciales de las potencias occidentales dedicadas a la explotación y esclavización de los terrenos conquistados son el mejor ejemplo.

La United East Indian Company holandesa o la británica East India Company, son excelentes ejemplos. La primera, cuando fue creada por el gobierno holandés en 1602, recibió el monopolio durante 21 años de todo el comercio holandés de las especies. Fue la más grande corporación comercial de la historia con el mayor valor bursátil: a dólares de 2012 su valor sería de US$ 7.4 trillones. Tenía la capacidad de declarar guerra, encarcelar, torturar, mutilar y ejecutar convictos, negociar tratados, imprimir su propia moneda, establecer colonias, etc. La segunda, la East India Company, creada en 1600 por la reina Elizabeth I, llegó a controlar la mitad del comercio mundial, particularmente algodón, seda, índigo añil, sal, salitre, te y opio. No solo eso: la compañía gobernó la India en los primeros años del imperio británico.

Los grandes corporativos mundiales que conocemos actualmente, Walmart, Google, Amazon, Exxon, etc., si bien no tienen las prerrogativas y poderes con los que contaban sus antecesores, operan con ese modelo, con esa concepción: extraer dinero de la actividad económica de todos.  Thomas Piketty lo demostró en su best-seller “Capital in the Twenty First Century”: la tasa de retorno al capital es mayor que la tasa de crecimiento de la economía. El dinero hace más rápidamente dinero que el valor que las compañías crean. Es por eso que grandes emporios industriales como General Electric por ejemplo, vendieron varias áreas de producción industrial y ampliaron sus servicios financieros, pues es más rentable la actividad financiera que la productiva.

MODELOS

Un modelo es una representación gráfica sintetizada, simplificada, de un fenómeno complejo, de una realidad complicada, que se está analizando. Incluye algunos de los elementos -se supone que los más relevantes- que intervienen en ese fenómeno y la forma en que interactúan para producir el fenómeno en cuestión. Economía es una ciencia social, y maneja simultáneamente muchos modelos, no solamente uno. En las ciencias “duras”, como matemáticas, física, química, etc., hay algunos modelos “fundamentales” que tienden a explicar una gran cantidad de fenómenos que ocurren en sus ámbitos, con la característica que permiten la predicción con gran exactitud. También en esos modelos hay cambios y adecuaciones, pero sus postulados son en términos generales aceptados por toda -o la gran mayoría- de la comunidad científica, hasta que se produce alguna revolución científica, como por ejemplo la teoría de la relatividad y la teoría cuántica en el siglo pasado, que obligó a una revisión y adecuación de los modelos aceptados hasta ese momento.

Los modelos económicos son mucho más reducidos en su concepción; su validez es más restringida: tienden a explicar un fenómeno particular, o a sugerir un camino de acción siempre y cuando se den ciertas circunstancias (su capacidad de predicción es mucho más limitada). Esas circunstancias (condicionantes) son muchas. Tantas que las recomendaciones que los economistas hacen, en general empiezan con: si se dan tales circunstancias, o, en el caso que….. (Se cuenta que el presidente americano Truman perdía la paciencia cuando sus asesores económicos le planteaban alternativas que siempre empezaban con esas limitantes).

Esta situación adquirió una dimensión distinta cuando en los últimos decenios del siglo pasado varios economistas “se olvidaron” de la relatividad de sus modelos y “empezaron a tomarlos en serio”, es decir, en vez de pensar que hay muchos modelos, de acuerdo a las circunstancias y con muchas limitaciones, pensaron que encontraron el modelo. Economistas como Friedman, Fama, entre otros, empezaron a pensar que tenían soluciones para el manejo de la economía en general,  de los países desarrollados y en desarrollo. Instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional también pensaban de esa forma. Se empezaron a elaborar “recetas económicas” y comenzaron con su aplicación. En América Latina encontraron un terreno propicio para aplicar sus ideas, más aún, cuando su implementación se realizaba por gobiernos dictatoriales, autoritarios, convencidos de los beneficios que traería la aplicación del modelo neoliberal.

Esta tendencia se vio fortalecida en 1989, cuando se llevó a cabo en Washington una conferencia cuyo resultado fue la aprobación de un documento preparado por un economista, John Williamson, que recomendaba una serie de amplias reformas para transformar a países en vías de desarrollo en ejemplos de aplicación de políticas económicas de libre mercado (léase aplicación a ultranza del modelo neoliberal), como solución para generar desarrollo económico. En esos años la Unión Soviética colapsó, lo que generó un momento político internacional propicio. La concepción básica era la suposición que la intervención gubernamental detenía el crecimiento económico y había generado además la crisis de deuda externa de los años ’80. La intención de esos programas estaba encaminada a liberar las economías nacionales de las restricciones impuestas por las regulaciones existentes en países. El remedio propuesto se puede sintetizar en tres palabras: estabilizar, privatizar y liberalizar. John Williamson se quejaría posteriormente, que sus recomendaciones describían en síntesis modestas reformas, y que no representaban el “fundamentalismo de mercado”, término genérico aplicado posteriormente para definir la concepción que las fuerzas libres de los mercados son la solución -y el antídoto- para los problemas que generan la intervención de las políticas públicas, sociales y económicas gubernamentales.

CONCEPCIÓN Y MODELO COOPERATIVO

Si me detuve con algún detalle para presentar lo que pasó en dos momentos históricos muy distintos, la Edad Media y los últimos cuarenta años –aproximadamente- del siglo XX, fue para mostrar la relatividad de los modelos. En definitiva, los seres humanos deciden cuándo, cómo y porque aplicar determinada concepción económica y su correspondiente modelo.

Después de la crisis financiera del 2008, que comenzó en Estados Unidos y se extendió rápidamente a todo el mundo, son pocos actualmente los economistas que piensan que el mercado tiene la capacidad de autocorregir las distorsiones que se generan por su propia actividad. Es necesaria la intervención gubernamental, y precisamente la mejor demostración de esta necesidad, fue –y sigue siendo- la intervención de los bancos centrales de Estados Unidos, la Unión Europea y de muchos países más en los mercados, por mencionar algunos casos solamente, para estabilizar la situación y evitar un descalabro económico mayúsculo mundial. Lo mismo se puede decir sobre la intervención masiva de los estados para medirse con la crisis mundial originada por la pandemia del Corona virus y que obligó en muchos países a revisar y adecuar los esquemas de salud pública aplicados. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, también abandonaron la concepción de trabajar con recetas prefabricadas para todos los países, sin tomar en consideración sus características específicas. Lo mismo puede decirse sobre la OMS (organización Mundial de la Salud). Los modelos de intervención con los que se trabajan actualmente y las recomendaciones elaboradas están diseñados para tal o cual país, región, etc. No son universales.

¿Qué papel juegan las cooperativas en todo este entorno?

Las cooperativas siempre fueron desde que se consolidó la primera formalmente reconocida como tal, la de los Pioneros de Rochdale en 1844, algo distinto del entorno. Pero a diferencia de un partido político que propone una solución masiva para solucionar la situación nacional, o local, y que afecta por supuesto a un gran número de personas, una cooperativa surge como una solución para resolver la situación de un pequeño grupo de personas (los que deciden integrar la cooperativa). En forma muy esquemática podemos decir que el líder político propone soluciones que un gran número de personas acepta. Las cooperativas surgen exactamente al revés: es una solución que surge de un pequeño número de personas para solucionar sus dificultades. Nuevamente, en forma muy esquemática podemos decir en el primer caso, que la solución surge de arriba y de afuera; en el segundo caso de abajo y de adentro.

Otro elemento a considerar es que las cooperativas siempre fueron, y siguen siendo, un modelo económico y social particular alternativo que coexiste con el modelo general -diferente- que se aplica en el resto de la sociedad. No cuenta con una plataforma política con la cual sale a convencer al resto de la población -una de las características de un partido político-, pero si cuenta con los Principios y Valores Cooperativos que constituyen la Identidad Cooperativa, con los cuales pretende mantenerse en el rumbo adecuado, es decir que su actividad se siga desarrollando de acuerdo a esos Principios y Valores, fortaleciéndolos. De paso sea dicho esos mismos Principios y Valores fueron elaborados por los Pioneros de Rochdale, y en 1995 fueron adecuados con algunas modificaciones, y son los nos caracterizan actualmente.

Conviene recordar que lo que comenzó con el grupo de 28 Pioneros de Rochdale en 1844 es actualmente un movimiento de mil doscientas cincuenta millones de personas con tres millones de cooperativas en todo el mundo. Prácticamente no hay actividad humana que en algún país del mundo una cooperativa no se dedique a ella. Una de las características más interesantes es que precisamente por ser un movimiento que surge de abajo y de adentro, y que es un producto de su entorno cultural, histórico, político y social, se va adaptando, por la propia iniciativa de sus integrantes, a los cambios sociales, económicos y políticos, y a desarrollos tecnológicos que cada vez con más frecuencia nos están impactando y moldeando. De ahí que sea necesario aumentar continuamente nuestra capacidad de análisis para entender los cambios que se están dando en nuestro derredor, fortaleciendo a la vez nuestra capacidad de innovación para crear nuevas formas de organización y estructuras cooperativas efectivas, utilizando los instrumentos tecnológicos que actualmente están a nuestra disposición sin olvidar nuestra esencia, nuestra Identidad Cooperativa.

Por eso es tan importante mantener activa en todas las cooperativas las actividades de capacitación cooperativa continua, no solo en el ámbito de la capacitación técnica profesional en el terreno específico de la actividad de la cooperativa, sino en el de formación y capacitación cooperativa. Los socios y socias, independientemente de sus funciones, cargos y años como miembros, deben recordar continuamente que antes que nada son socios y socias cooperativos y deben pensar y comportarse como tales. Sus decisiones deben estar guiadas precisamente por esos Valores y Principios que más de una vez nos olvidamos de ellos, o los dejamos de lado.

Esto se hace más difícil aún, cuando consideramos que somos en definitiva un modelo distinto, alterno, de organización social y económico, que coexiste, como minoría, dentro de un modelo mayoritario, que agrupa a la gran mayoría de la sociedad, que actualmente es el modelo neoliberal. Este modelo, como todos los demás que le han precedido, no es solamente económico y social. Es también cultural, político, educativo y formativo, lo cual tiene una enorme influencia en nuestra forma de pensar y en nuestro comportamiento. Es muy difícil estar formados y educados en un modelo neoliberal y comportarnos como cooperativistas. Como ya decíamos al principio de este artículo, vemos como natural y obvia la forma de pensar y de comportarnos de acuerdo al modelo en el cual estamos inmersos. Cambiar esos esquemas no es fácil. Demanda de un gran esfuerzo que no siempre estamos dispuestos de llevar a cabo. No siempre estamos de acuerdo en invertir la energía necesaria, para obtener algo distinto a los cánones aceptados de éxito económico y social. Las presiones se ejercen de un modo muy sutil, pero muy efectivo, que conducen en muchos casos a que cooperativas empiecen a funcionar con apariencia de cooperativas, con el nombre de cooperativas, pero que en realidad la forma en que se toman las decisiones, su vida interna, se aleja cada vez más de la esencia cooperativa y se asemeja más a otras formas de organización empresarial. Podrán contar con estructuras y organigramas de una cooperativa, pero es solamente la superficie: en su esencia dejaron de serlo, ya no lo son, pues se comportan de otra forma.

Es un reto difícil, pero debemos ser conscientes de nuestra realidad: cuáles son los desafíos a los cuales nos enfrentamos y con que instrumentos contamos para medirnos con ellos. Debemos ser conscientes de nuestras debilidades y fortalezas, de nuestras amenazas y de nuestras oportunidades. Pero este proceso debe ser un proceso que se lleve a cabo en conjunto, con todos las y los involucrados. Es  verdad que las contribuciones no serán uniformes: algunos contribuirán más en algunos aspectos y otros contribuirán más en otros; en ciertos momentos algunos serán muy activos y otros menos; la innovación se notará más en algunas personas que en otras, pero algunos serán también más realistas que otros, más pragmáticos que otros; algunos serán más capaces de traducir en pasos concretos y llevar a la práctica, buenos deseos, ambiciones, sueños que otros tengan, pero que si los dejamos a ese nivel, quedarán en el terreno de las buenas intenciones solamente, que nunca se transformarán en realidades tangibles, capaces de operar e influir en el nivel y calidad de vida  de los integrantes cooperativos.

CONCLUSIÓN 

Para responder a la pregunta que le da título a este artículo: LAS COOPERATIVAS: ¿UN NUEVO MODELO ECONÓMICO?, diría que no es nuevo, porque a lo largo de toda la historia humana, siempre ha habido formas de quehacer económico basado en la solidaridad, el apoyo mutuo, la asistencia, el trabajo grupal, con estructuras y esquemas organizativos (muchas veces informales) basados en la toma de decisiones grupal, donde los intereses colectivos y comunitarios pueden tener mucho peso y a veces incluso son los que priman. La cooperación ha existido siempre.

Pero desde la Revolución Industrial -finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX- el modelo cooperativo siempre fue una alternativa -minoritaria- al modelo industrial capitalista que se estaba fortaleciendo a pasos agigantados. Desde un primer momento este modelo alternativo comenzó a ser adoptado y adaptado en muchos países por distintos grupos en distintos momentos. Por otro lado, con el desarrollo de los medios de comunicación masivos después de la Primer Guerra Mundial -principalmente radio y prensa escrita-, su fortalecimiento e impacto después de la Segunda Guerra Mundial, la mejora en los niveles de educación, que permitió que cada vez una mayor proporción de la población pudiese leer la prensa escrita, hasta que el desarrollo tecnológico con la televisión y posteriormente el internet y las redes sociales, permitió que el mundo esté interconectado en forma prácticamente instantánea, permitió y facilitó la masificación de concepciones políticas e ideológicas opuestas a la concepción cooperativa, basadas en el fomento del individualismo, el consumo, la satisfacción inmediata de necesidades, el retiro de los gobiernos de funciones y responsabilidades públicas para dejarlas en manos de las fuerzas de mercado exclusivamente (Margaret Thatcher, ex Primer Ministra Británica, decía que no hay sociedad, que solo hay individuos).

Actualmente el modelo neoliberal, si bien se aplica en la mayoría absoluta de los países -solo en dos países (Cuba y Corea del Norte) no se aplica- está cada vez más discutido y puesto en tela de juicio. Lo que no existe es consenso respecto a que modelo pudiera servir de alternativa. El modelo cooperativo -que fue y sigue siendo el modelo utilizado por una minoría- está basado en un proceso de gestación distinto a los modelos económicos y sociales que hemos conocido en los últimos dos siglos y medio aproximadamente (desde la Revolución Industrial). Éstos fueron gestados por élites político-económicas, apoyados por élites académicas (desde arriba y de afuera como decíamos más arriba). El modelo de gestación cooperativo es distinto: son los mismos grupos que desean conformarse como cooperativa los que diseñan su modelo organizativo y su estructura (desde abajo y de adentro, basados en los Principios y Valores Cooperativos). Los puntos de partida son diferentes: el primero aprovecha los sentimientos e impulsos de competencia, de éxito personal, ambición de poder, obtención de grandes recompensas -no solo financieras-, de reconocimiento para sobresalir, aprovechando la inteligencia, la curiosidad y la capacidad de innovación que tenemos todos los seres humanos, pero algunos pocos en particular en forma notoria. Esos pocos casos sirven como ejemplo para generar el prototipo del éxito personal para toda la sociedad, generando una cultura de la inmediatez, del esfuerzo y su recompensa individual rápida, del consumo exagerado como demostración del éxito individual por sobre todo lo demás. El segundo propone una solución grupal a las situaciones que enfrentan personas comunes, bajo la premisa que juntos lo harán mejor que si lo hicieran individualmente. El objetivo es que el grupo viva mejor, tenga un nivel y calidad de vida mejor. El primero busca el enriquecimiento de los grupos dominantes; el segundo busca mejorar las condiciones laborales, la salud, la educación, la cultura, las condiciones de vida (vivienda, infraestructura, etc.) de los cooperativistas. El primero busca el desarrollo tecnológico continuo y lo mide a través del PIB; el segundo busca escalar la fortaleza inicial de la cooperativa mejorando y fortaleciendo su capacidad empresarial mejorando procesos, incluyendo nuevas tecnologías, impulsando la colaboración horizontal y vertical para fortalecer el movimiento y agrandar el entorno sobre el cual puede hacer sentir su impacto social, económico y ambiental. También buscará alianzas estratégicas con otras organizaciones, sin olvidar su Identidad Cooperativa. El primero utiliza, favorece y fomenta la enorme creatividad del ser humano para generar, lo que vemos actualmente como un avance científico sin parangón en la historia humana, pero que a su vez  genera enormes riquezas para grupos cada vez más reducidos de personas; el segundo trata de utilizar estos increíbles adelantos tecnológicos para fortalecer y mejorar su esquema fundamental, crear nuevas formas de asociación, nuevos organigramas estructurales, movilizando a más sectores utilizando las nuevas tecnologías (cooperativas de plataforma por ejemplo) para mejorar el nivel y calidad de vida de los cooperativistas y su entorno, en la medida de lo posible.

Todo esto da prueba de la enorme capacidad de resiliencia del movimiento cooperativo. Para subsistir y prosperar en un entorno que muchas veces es adverso en lo político, económico, social y cultural, debemos recurrir continuamente, y aprovechar al máximo, la capacidad de innovación e inventiva de los cooperativistas. En un entorno cambiante, con una velocidad que se incrementa continuamente, y sumamente competitivo, el movimiento cooperativo está muchas veces enfrentando condiciones adversas. Las leyes a menudo fueron redactadas bajo la influencia de concepciones que responden a los intereses políticos y económicos de grupos dominantes. El desafío es grande: seguir siendo el modelo empresarial alternativo de quehacer económico, social y ambiental que le permita no solamente sobrevivir, sino continuar fortaleciéndose. Esto se podrá conseguir si somos conscientes que el foco de nuestro modelo económico y social se basa en recordar que nuestro activo más importante es el ser humano, y no el dinero.


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Carácter no lucrativo de las empresas Cooperativas y el “Acto Cooperativo”

Consideraciones generales.

Cuando hablamos de cooperativas, hacemos alusión a organizaciones socioeconómicas “sui-géneris”, que se desenvuelven dentro de su propia cultura organizacional en las que, mientras los aportes de capital sólo tienen derecho a percibir un interés limitado, los excedentes resultantes de sus actividades se destinan a diversas finalidades comunes o se retornan a sus asociados y asociadas, de acuerdo con el uso de los servicios que hagan en sus cooperativas.

La Alianza Cooperativa Internacional define una cooperativa como “Una asociación autónoma de personas que se han unido voluntariamente para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes, por medio de una empresa de propiedad conjunta y democráticamente controlada.”

Ese carácter sui-géneris que se resume en esta definición, se expresa en el lenguaje utilizado en el ámbito cooperativo, el cual también tiene un significado inherente a la naturaleza social de la identidad cooperativa y a su cultura organizacional. Es diferente al lenguaje utilizado por las empresas privadas y otras empresas de la economía social. Por ejemplo, lo que para una empresa privada es “ganancia”, para las cooperativas se denomina “excedentes”, las empresas privadas tienen “socios o accionistas” y las cooperativas tienen “asociados y asociadas”.

Las cooperativas se forman a partir de un contrato con los asociados y asociadas con el fin de satisfacer necesidades comunes. Este contrato se realiza por medio del Acto Cooperativo que es “El supuesto jurídico, ausente de lucro y de intermediación, que realiza la cooperativa en cumplimiento de un fin preponderantemente económico y de utilidad social”.

El servicio que una cooperativa brinda a sus asociados representa una ventaja económica que consiste en el abaratamiento del precio de ese servicio, el cual se debería de reducir el costo al mínimo posible, eliminando la ganancia que normalmente tienen los intermediarios particulares, que especulan encareciendo los precios a los consumidores finales. 

En este marco es que adquiere sentido el “carácter no lucrativo de las cooperativas”. Si se considera lo que la Real Academia Española define como “lucro” la “ganancia o provecho que se obtiene de alguna cosa”, la derivación lucrativa se refiere a que “produce utilidad y ganancia”. Entonces, cuando hablamos de “entidades no lucrativas” nos referimos a aquellas que no producen a sus beneficiarios, miembros o usuarios, ningún tipo de ganancia, provecho, utilidad, beneficio o ventaja material.  Sin embargo, el concepto de entidades no lucrativas actualmente tiende a ampliarse y esa amplitud varía considerablemente, de acuerdo con las experiencias y con la legislación vigente en cada país. Las cooperativas son entidades no lucrativas, principalmente porque no se proponen la obtención de ganancias económicas, sino más bien, otros objetivos que consisten en la prestación de servicios y otros beneficios al costo para sus asociados y asociadas.

Bases para el carácter no lucrativo de las cooperativas

Las cooperativas se rigen por normas equitativas e igualitarias que previenen todo posible carácter especulativo de sus operaciones y aseguran la consecución de objetivos de interés general para todos sus miembros. En este caso rigen los “principios y valores   cooperativos”, los cuales establecen, entre otras normas, el acceso libre “que mantiene el valor nominal de los aportes de capital cooperativo y hace que no resulte lucrativo negociar con esos aportes de capital. La aplicación en las cooperativas de base de un solo voto por asociado cualquiera sea el monto de los aportes de capital que posea, el pago a lo sumo de un interés limitado sobre el monto de los aportes de capital y el destino de los excedentes a fines comunes, o su distribución entre los asociados y asociadas, en proporción al monto de las operaciones que individualmente hayan realizado con la cooperativa.

Excedentes:

Las cooperativas operan como medios o instrumentos y se organizan y administran con el objeto de proporcionar al costo, diferentes servicios a sus asociados y asociadas. Para poder cubrir el costo de los servicios que proporcionan, las cooperativas perciben un precio por los artículos o servicios que suministran a sus asociados (en las cooperativas de distribución) o bien realizan retenciones (en las cooperativas de colocación de la producción y en las cooperativas de trabajo). No es posible determinar de antemano y con exactitud, el costo exacto de prestación de servicios (precio de adquisición de diversos artículos, alquileres, gastos de papelería o embalaje, gastos de transporte, depreciaciones o mermas) para operar con excedentes razonables que permitan cubrir en forma adecuada el costo administrativo y operativo de esos servicios.

Por esta razón, los balances anuales de las cooperativas suelen indicar la existencia de “excedentes” (Sobrante) de percepción o de retención.  Estos excedentes, de acuerdo con el 3er Principio Cooperativo, se destinan al desarrollo de las actividades de la entidad cooperativa, se aplican a servicios comunes o se distribuyen entre los asociados en proporción a sus operaciones con la cooperativa durante un período determinado.

Cuando las cooperativas de “distribución” tienen “excedentes”, significa que, por los artículos o servicios suministrados, se han percibido determinados montos (precios, cuotas, primas, etc.) que “exceden” el costo de tales artículos o servicios. Esos excedentes se destinan a capital de trabajo para brindar un mejor servicio durante el período fiscal y se retornan a los asociados y asociadas en proporción al monto de sus respectivas adquisiciones de artículos o servicios. En algunos casos, cuando se realizan las asambleas anuales, los asociados y asociadas pueden acordar la capitalización de todo o parte de esos excedentes para fortalecer el patrimonio común de la cooperativa.

En el caso de cooperativas que realizan funciones de “colocación de la producción agrícola”, los excedentes revelan que las deducciones o retenciones para gastos (realizadas sobre el monto que reciben los agricultores, pescadores o artesanos por los productos entregados) “exceden” el costo de los servicios.  Esos excedentes de retención se destinan a finalidades comunes o se retornan a sus asociados en proporción a los productos entregados. También se puede dar el caso, en el cual se capitaliza todo o parte de los excedentes por decisión de sus asociados.

Lo más importante dentro de las cooperativas son las personas y no el capital, ya que la distribución eventual de excedentes entre las personas asociadas no depende del capital integrado por ellas, sino de su participación en las actividades comunes de la cooperativa.

Las cooperativas de Trabajo Asociado suelen tener “excedentes de retención” que consisten en las diferencias entre los importes adelantados (mensual, quincenalmente, etc.) a los trabajadores asociados y asociadas durante el ejercicio, por su respectivo trabajo, y los beneficios o excedentes obtenidos anualmente y evidenciados a través del balance de la respectiva cooperativa.

En todos los casos, una vez aprobado el Balance Contable correspondiente por parte de la Asamblea General, los excedentes deben destinarse a finalidades comunes o distribuirlos entre los asociados en proporción a su participación en las operaciones sociales con la cooperativa. Cuando la decisión es distribuirlos, corresponde hacer en proporción a las compras realizadas por los asociados y asociadas a la cooperativa de distribución, en proporción a los productos entregados por los asociados a las cooperativas de acopio y colocación de la producción, en proporción al trabajo realizado por los asociados y asociadas en las cooperativas de trabajo asociado y así para todas las cooperativas, según el rubro socio económico en que actúan.

Esta distribución de excedentes entre los asociados y asociadas en proporción a sus respectivas operaciones constituye un rasgo característico de la cultura cooperativa; lo cual las hace diferentes de otras organizaciones. Pero la otra posibilidad es que los cooperativistas resuelvan en sus Asambleas Generales, otros destinos comunes para sus excedentes, en lugar de distribuirlos entre los ellos.

Tanto el pago de un interés sobre los aportes de capital, como la distribución de excedentes entre los asociados, no son de carácter obligatorio, sino que dependen de la decisión adoptada por ellos en las Asambleas Generales.

La Alianza Cooperativa Internacional expresa claramente en el tercer principio cooperativo, que los excedentes o economías eventuales pertenecen a los asociados de la respectiva cooperativa y de acuerdo con la decisión que éstas adopten, no sólo pueden distribuirse en proporción a las operaciones de los miembros con la entidad, sino también aplicarse al desarrollo de las actividades de la cooperativa o a servicios comunes.

Lo que marca en realidad una diferencia fundamental con otras organizaciones, es que las cooperativas no podrían distribuir los excedentes con base en otro criterio que no fuera la participación proporcional de los asociados y asociadas en sus operaciones sociales; no podrían, por lo tanto, distribuir excedentes con base a los aportes de capital o con base en su actuación en los cargos directivos, etc.

Operaciones con no asociados y no asociadas:

En el caso de las cooperativas que realizan operaciones con no asociados, se corre el peligro de que un número limitado de asociados pueda beneficiarse directa o indirectamente con el uso de los mismos servicios de la cooperativa por terceros, amenazando así con subvertir las bases de igualdad y de equidad del sistema cooperativo. Para disminuir ese riesgo que deriva de la realización de operaciones con no asociados, se procura evitar que los excedentes cooperativos que provengan de operaciones con terceros, se distribuyan entre los asociados y asociadas. Lo que se propone es que dichos excedentes se destinen a finalidades comunes o que se acrediten eventualmente a esos terceros, como parte de pago de los aportes de capital y para estimular su ingreso en calidad de asociados y asos.

El Acto Cooperativo.

“La actividad de las cooperativas consiste en prestar servicios a sus asociados: crédito; oportunidad de trabajo; vivienda, provisión de artículos de consumo; seguro; comercialización de productos; entre otros. Esa prestación de servicios se diferencia de la que realizan las empresas comerciales comunes, pues éstas la hacen con el propósito de obtener un lucro a costa de los clientes. En cambio, las cooperativas la hacen sin ánimo lucrativo, pues están formadas por los propios interesados en obtener los servicios; son ellos sus dueños y quienes la administran.

La relación que se establece entre la cooperativa y sus asociados con motivo de brindarles el servicio, constituye un acto de características singulares denominado “Acto Cooperativo”.  Así lo reconocen numerosas leyes de cooperativas de distintos países que de esa manera diferencian claramente la naturaleza de la actividad cooperativa de la que corresponde a las organizaciones comerciales lucrativas. El acto cooperativo expresa la condición del asociado como dueño, gestor y usuario de la cooperativa.

De acuerdo con Antonio Salinas Puente, mexicano que escribió en 1954 su obra Derecho Cooperativo, los caracteres generales del “Acto Cooperativo” consisten en:

  • Constituye un acto jurídico
  • Se trata de un acto colectivo en el que el sujeto principal de la relación jurídica es la organización cooperativa, ya que los individuos realizan esta categoría de actos, en tanto que pertenecen a ella
  • Su naturaleza es patrimonial
  • Es un acto no oneroso ya que, sin ser gratuito, tampoco dicho acto persigue finalidad de lucro
  • Es un acto subjetivo porque pertenece a la actividad de la organización

Y dice que los caracteres específicos son los siguientes:

  • Se trata de un acto de organización, en tanto es producto de la organización cooperativa
  • Hay ausencia de lucro y de intermediación
  • Tiene una finalidad social

Salinas Puente lo define así: “El Acto Cooperativo es el supuesto jurídico, ausente de lucro y de intermediación, que realiza la organización cooperativa en cumplimiento de un fin preponderantemente económico y de utilidad social”

El Venezolano Jaime Daly Guevara, define el “Acto Cooperativo” como “La denominación jurídica de un hecho: la cooperación entre seres humanos con un fin socio económico, es decir, cooperar para procurar el mejoramiento social y económico” del grupo mediante la acción conjunta de los miembros de una obra colectiva.

EL ACTO COOPERATIVO EN LA LEGISLACIÓN LATINOAMERICANA

Brasil, 1971.

Art.79. Denominam-se atos cooperativos os praticados entre as cooperativas e seus associados, entre estes e aquelas e pelas cooperativas entre si quando associadas, para a consecução dos objetivos sociais. Parágrafo único. O ato cooperativo não implica operação de mercado, nem contrato de compra e venda de produto ou mercadoria.

Argentina, 1973.

Art.4. Son actos cooperativos los realizados entre las cooperativas y sus miembros y por aquéllas entre sí en el cumplimiento del objeto social y la consecución de los fines institucionales. También lo son, respecto de las cooperativas, los actos jurídicos que con idéntica finalidad realicen con otras personas.

Honduras, 1987.

Art. 4. Son actos cooperativos aquellos en que intervengan por sí, una o más cooperativas, toda vez que no signifiquen actos de comercio o civiles, expresamente definidos en códigos especiales. Los actos cooperativos se regirán por las disposiciones de esta Ley.

Colombia, 1988.

Art.7. Son actos cooperativos los realizados entre sí por las cooperativas o entre éstas y sus miembros, en desarrollo de su objeto social.

Mexico, 1994,

Art.6. Se consideran actos cooperativos los relativos a la organización y funcionamiento interno de las sociedades cooperativas.

Paraguay, 1994.

Art. 8. El acto cooperativo es la actividad solidaria, de ayuda mutua y sin fines de lucro de personas que se asocian para satisfacer necesidades comunes o fomentar el desarrollo. El primer acto cooperativo es la Asamblea Fundacional y la aprobación del Estatuto. Son también actos cooperativos los realizados por: a) Las cooperativas con sus miembros; b) Las cooperativas entre sí; y, c) Las cooperativas con terceros en cumplimiento de su objeto social. En este caso se reputa acto mixto, y sólo será acto cooperativo respecto de la cooperativa. Los actos cooperativos quedan sometidos a esta ley y subsidiariamente al Derecho Común. Las relaciones entre las cooperativas y sus empleados y obreros se rigen por la Legislación Laboral. En las cooperativas de trabajo los miembros no tienen relación de dependencia laboral.

Puerto Rico, 1994.

Art. 2.4. Son actos cooperativos los realizados entre las cooperativas y sus miembros o por las cooperativas entre sí y con el Estado en cumplimiento de su objetivo social y quedan sometidas al Derecho Cooperativo.

Costa Rica, 1994.

Art.2. Las actividades de intermediación financiera cooperativa son actos cooperativos, por lo cual quedan sometidos al derecho cooperativo; sin embargo, supletoriamente se regirán por el derecho mercantil, en cuanto sea compatible con su naturaleza especial.

Panamá, 1997.

Art.3. Son actos cooperativos los realizados entre cooperativas y sus miembros o entre estos y las entidades previstas en esta Ley, o entre los miembros y terceros, en cumplimiento de su objetivo social, y quedan sometidos al derecho cooperativo.

Venezuela, 2001.

Art.7. Son actos cooperativos los realizados entre las cooperativas y sus miembros o por las cooperativas entre sí, o con otros entes en cumplimiento de su objeto social y quedan sometidos al derecho cooperativo y en general al ordenamiento jurídico vigente.

Nicaragua, 2004.

Art.7. Son actos cooperativos, los que realizan entre sí los miembros y las cooperativas, en cumplimiento de sus objetivos, las relaciones de las cooperativas con terceras personas no sujetas a esta Ley, no son actos cooperativos y se regirán por la legislación correspondiente.

Uruguay, 2008.

Art.9. Son actos cooperativos los realizados entre las cooperativas y sus miembros, por éstas y los miembros de sus cooperativas socias, o por las cooperativas entre sí cuando estuviesen asociadas bajo cualquier forma o vinculadas por pertenencia a otra de grado superior, en cumplimiento de su objeto social. Los mismos constituyen negocios jurídicos específicos, cuya función económica es la ayuda mutua, quedan sometidos al derecho cooperativo y para su interpretación se entenderán integrados por las estipulaciones del estatuto social. Tendrán por objeto la creación, modificación o extinción de obligaciones, negocios dispositivos en sentido amplio o en sentido estricto.

Ley Marco 2009, ACI-Américas.

Art.7. Son actos cooperativos los realizados entre las cooperativas y los miembros o por las cooperativas entre sí en cumplimiento de su objetivo social y quedan sometidos al Derecho Cooperativo.

Peru 2010

Son actos cooperativos los que se realizan internamente entre las cooperativas y sus miembros en cumplimiento de su objeto social, los cuales son actos propios de un mandato con representación, estos no tienen fines de lucro.

Ecuador, 2011

Art.4. Las operaciones que los organismos de la Economía Popular y Solidaria efectúen con sus miembros, para efectos tributarios, no constituyen actos mercantiles de transferencias de bienes o prestación de servicios. Son actos económicos solidarios de aportación, distribución o partición; en cambio, los que efectúan con terceros no miembros de dichas organizaciones, constituyen actos civiles o de comercio, sujetos al régimen tributario.

Nota: Tomado de Alberto Garcia Muller

Conclusión:

Entrar en este proceso de definición del carácter no lucrativo de las cooperativas y la  importancia del “Acto Cooperativo a diferencia del “Acto de naturaleza mercantil” es sumamente relevante, en estos momentos,  en que en todos los países de la región, hay políticas gubernamentales que buscan gravar a las cooperativas con impuestos sin valorar el carácter social de éstas.

1] Salinas Puente, Antonio; “Derecho Cooperativo”, México 1954.

[2] Daly Guevara, Jaime; “Derecho Cooperativo” pag. 82

 

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Los Fundamentos de la Cooperación

La cooperación surgió como una respuesta a necesidades reales y en tal sentido puede asegurarse que su historia es la misma del hombre. “El cooperativismo, afirma Carlos Gide, no brotó del cerebro de ningún genio esclarecido, sino de la entraña misma del pueblo” que lo ha adoptado como una respuesta válida para darse los bienes y los servicios de que carece.

Con el tiempo, sin embargo, el cooperativismo ha venido depurándose en sus aspectos esenciales de la teoría y de técnica hasta conformar ahora la doctrina cooperativa y su práctica de acción en concordancia con el presente.

En este apartado trataremos cuatro aspectos históricos del cooperativismo: las ideas originales, lo teóricos, los primeros realizadores exitosos y la definición de cooperativa.

Ideas originales.

En la historia de la cooperación aparecen como primeras manifestaciones mutuales las siguientes, tal como las recuerda Carlos Uribe Garzón:

  1. Las organizaciones para la explotación de la tierra en común con los babilonios.
  2. La colonia comunal mantenida por los esenios en Ein Guedi a orillas del Mar Muerto.
  3. Las sociedades funerarias y de seguros entre los griegos y romanos.
  4. Los “ágapes” de los primeros cristianos como forma primitiva de cooperativas de consumidores.
  5. La vida gregaría entre los germanos.
  6. Las organizaciones agrarias y de trabajo entre los pueblos eslavos: el “Mir” y el “Artel” entre los rusos y la “Zadruga” de los servicios.
  7. La organización del trabajo y de la producción en el “Manoir” medieval.
  8. Las agrupaciones de campesinos para la transformación de la leche: “queserías” de los armenios y de los campesinos europeos de los Alpes, del Jura y de Saboya.
  9. Las organizaciones para el cultivo de la tierra y el trabajo en las civilizaciones precolombinas, principalmente entre los Incas (Ayllú) y los Aztecas (Calpulli). También la “Minga” y el “Convite”.
  10. Las “Reducciones” de los jesuitas en Paraguay.
  11. Las “Cajas de Comunidad” en la época de la colonia española en América, y
  12. Las colonias de carácter religioso de los inmigrantes en América del Norte.

Hubo sin duda otras manifestaciones que no la registra la historia; sin embargo, con éstas basta para demostrar el sentido gregario del hombre cuando aprecia el valor de los demás y que en conjunto puede mucho más que permaneciendo aislado.

Si comparamos ahora esas primeras experiencias con las actuales organizaciones cooperativas fácilmente se podría afirmar que distaban mucho de catalogarlas como tales, el fondo es el mismo y por eso las recuerda la historia de la cooperación.

Los teóricos de la cooperación.

En el caso de la cooperación se distinguen dos tipos de teóricos: los remotos y los recientes. Entre los primeros se ubica en la antigüedad a Platón (427-347 a. de C.) que en – La República—y otras obras defendió una concepción idealista del mundo y luchó contra las teorías materialistas de su época y en el Renacimiento se recuerdan a Tomás Moro (1478-1538) autor de –Utopía— donde critica la situación de su tiempo; Tomás Campella (1568-1639) quien en –La ciudad del sol— destaca los males que flagelan a la sociedades humanas y la contraposición entre ricos y pobres; Francisco Bacon (1561-1626) que en –La nueva Atlántida–  representa el florecimiento económico de una sociedad ideal y años después Etienne Cabet (1788-1856) quien en su –Viaje a Icaria–  intentó demostrar la superioridad de la sociedad socialista sobre la capitalista.

Casi todos estos personajes expusieron su pensamiento mediante novelas y ubicándose en un lugar ajeno y utópico, donde se daría un régimen de vida ideal en lo económico y lo social. Así censuraban sus respectivas sociedades y presentaban, aunque románticamente, la conformación de una convivencia justa y feliz para todos.

Los teóricos recientes, mejor conocidos como precursores, están mucho más emparentados con el cooperativismo tal como hoy se conoce. Éstos teorizaron, desde luego, y también trataron de practicar sus ideas, aunque sin fortuna. No obstante, conforman la infraestructura de la cooperación sistematizada. Hacemos un recuento de algunas personalidades más destacadas.

Roberto Owen (1771-1858). Rico industrial y filántropo inglés, desgató su salud y su fortuna en búsqueda de una vida mejor para los desheredados. Sus ideas básicas son: comunidad de posesión y de trabajo, combinación del trabajo intelectual y físico, desarrollo multilateral de la personalidad e igualdad de derechos.

Carlos Fourier (1772-1837). Llevó en Francia una vida solitaria y oscura, se dio a conocer por su crítica al régimen imperante. Sus obras principales fueron “Teoría de los cuatro movimientos y de los destinos generales”, “Teoría de la unidad universal” y “El nuevo mundo industrial y social”.

Guillermo King (1786-1865). Médico de Brighton, Inglaterra, el doctor King expresó una buena parte de su pensamiento por medio de “El Cooperador”, periódico que redactó personalmente. En 1827 fundó una cooperativa de consumo y seguidamente propició la creación de otras más hasta sumar unas 300.

Felipe Buchez (1796-1865). Periodista, historiador y político se afirmó como una personalidad de gran fuerza. Nació en Bélgica, tanto allí como en Francia desplegó una notable actividad en favor de la doctrina cooperativa aplicada a la industria pequeña o artesanal. Se considera el fundador de las cooperativas de trabajo y su experiencia, aunque transitoria, subsanó algunas dificultades de ese tipo de entidades, como la calidad fusionada de socio y trabajador, el carácter democrático, la distribución de excedentes y el destino desinteresado del remanente en caso de disolución de la sociedad.

Los realizadores.

Pioneros de Rochdale. La tienda cooperativa abierta en 1844 en el Callejón del Sapo por lo Justos pioneros de Rochdale, como ellos mismos se denominaron, es el primer caso de éxito cooperativista de la historia. El 25 de noviembre la cooperativa alquiló por un año un local modesto en Toad Lane (callejuela de los sapos) y el 24 de octubre fueron certificados los estatutos de la Sociedad. Adquirieron algunos cuantos artículos como harina, mantequilla, azúcar y avena y el 21 de diciembre de 1844 el local abrió sus puertas ante la incomprensión de los vecinos.

Estos principios fueron adoptados también por las cooperativas de producción y sirve de base ahora a todo el cooperativismo mundial. Sin embargo, el cooperativismo de crédito se originó en Alemania, principalmente por el abogado Herman Schultze-Delizsch (1808-1883) quien difundió sus ideas principalmente en el medio urbano y por el alcalde Federico Guillermo Raiffeisen (1818-1888) que las propagó con espíritu cristiano preferentemente en el medio rural. Estos dos movimientos subsisten en la actualidad y se han extendido prácticamente por todo el mundo.

Así surgió el cooperativismo como doctrina socioeconómica, comenzando con las ideas fundamentales, las cuales fueron después teorizadas por unos críticos de sus respectivas realidades, para después traducirlas en principios y normas que permitieran operar unas sociedades donde se aplican los postulados doctrinarios.

Definición de Cooperativa.

Se define como cooperativa a una organización formada por personas con intereses comunes, que aspiran la obtención de productos o servicios en condiciones de justicia como fruto de su colectividad gobernada por ellos mismos.

La Alianza Cooperativa Internacional confiere el siguiente significado universal a la palabra “cooperativa”, independientemente del tipo de servicios y operaciones que ésta realice:

“Una cooperativa es una asociación autónoma formada por personas unidas voluntariamente para satisfacer sus necesidades económicas, sociales y culturales comunes, por medio de una empresa de propiedad compartida gobernada democráticamente”.

Esta definición es intencionalmente, una declaración mínima; por tanto, no es una descripción de la cooperativa “perfecta”. Por consiguiente, intencionalmente es amplia en su campo de acción, al reconocer que los socios de los diferentes tipos de cooperativas estarán involucrados de distintas formas y que los socios deben tener cierta libertad al organizar sus asuntos. Se espera que esta definición sea útil.

La definición recala las siguientes características de la cooperativa:

  1. La cooperativa es “autónoma”. Esto significa que es tan independiente del gobierno y las empresas privadas como sea posible.
  2. Es una “asociación de personas”. Esto significa que las cooperativas tienen la libertad de definir “personas” en cualquier forma legal que escojan. Muchas de las cooperativas primarias alrededor del mundo admiten sólo seres humanos individuales. Muchas otras cooperativas primarias admiten “personas jurídicas”, que en muchas jurisdicciones incluyen compañías a las que se les conceden los mismos derechos que a cualquier otro socio. Las cooperativas de otro nivel que el primario, en su mayoría, son propiedad de otras cooperativas. En todos los casos, la naturaleza de su práctica democrática es un asunto que debe decidir sus asociados.
  3. Las personas están unidas “voluntariamente”. Asociarse a una cooperativa no debe ser obligatorio. Dentro de los propósitos y recursos de las cooperativas, los socios deben ser libres para unirse o irse.
  4. Los socios de una cooperativa “satisfacen sus necesidades económicas, sociales y culturales”. Esta parte de la definición recalca que las cooperativas las organizan sus socios, para su beneficio individual y mutuo. Normalmente, las cooperativas deben funcionar dentro del mercado y entonces deben ser administradas eficiente y prudentemente. En su mayoría, existen principalmente para satisfacer sus fines económicos, pero también tienen objetivos sociales y culturales. “Social” quiere decir, la satisfacción de sus objetivos sociales, tal como la provisión de servicios de salud o de guardería. Tales actividades deben ser conducidas de una manera económica para que provean el tipo de servicio que beneficia a los socios. Las cooperativas pueden abarcar metas culturales de acuerdo con los intereses y deseo de los socios; por ejemplo, asistir en la promoción de una cultura nacional, promoviendo la paz, patrocinando deportes actividades culturales, y mejorando las relaciones de la comunidad. En verdad, en el futuro ayudando a proveer una mejor manera de vivir cultural, intelectual y espiritual-, puede convertirse en una de las maneras más importantes por lo cual las cooperativas pueden beneficiar a los socios y contribuir a sus comunidades.
  5. La cooperativa es “una empresa de propiedad compartida gobernada democráticamente”. Esta frase se recalca dentro de las cooperativas, se distribuye el control entre los socios sobre una base democrática. Estas dos características de propiedad y gobierno democrático son especialmente importantes al diferenciar las cooperativas de otro tipo de organizaciones, como las empresas controladas por el capital o por el gobierno. Cada cooperativa es también una “empresa” en el sentido que es una entidad organizada, que funciona normalmente en el mercado; debe, por lo tanto, esforzarse para servir a los socios eficiente y eficazmente.

Si se observa no sólo la cooperativa se enfoca en el aspecto económico, la participación de ésta es aún más importante, porque contribuye a un desarrollo de los socios y de la comunidad, fomentando y aplicando prácticas que impulsan el mejoramiento económico, social y cultural a nivel local, nacional y regional.

Bibliografía de consulta: Eguía, F. (2002). ABC de la Cooperación, segunda edición. México

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El Desafío ¿Socio o Cliente?

Si yo te preguntara: ¿Cuántos socios son en tu cooperativa? ¿Cuál sería tu respuesta? ¿Diez mil? ¿Cien mil? ¿Un millón? Antes de que respondas déjame contarte un cuento:

Había una vez dos personas que decidieron asociarse para emprender un negocio. Una tienda de abarrotes.

Aportaron capital, rentaron un local, compraron mercancía, contrataron personal y pusieron en marcha su negocio.

Como ambos socios tenían necesidades de consumo de los productos que ofrecía su tienda, también se volvieron usuarios.

Y como sucede a diario en el mundo, un día llegó la competencia. Otra tienda de abarrotes se instaló exactamente frente a la de ellos.

Cierto día, uno de los socios a quien llamaremos “A” tuvo necesidad de comprar su despensa y se dirigió a su tienda para adquirirla. Antes de entrar observó un cartel que colocó la competencia en el cual ofrecía productos con las mismas características pero más económicos.

Le dio curiosidad y entró a la tienda de enfrente y confirmó que efectivamente estaban más económicos, además, el local era más amplio y el personal, más amable.

Hizo cuentas y dijo para sí mismo: “Si compro mi despensa completa en este lugar me ahorraré bastante dinero”. Y así lo hizo.

El socio “B” tuvo la misma necesidad de comprar su despensa y también observó la oferta que tenía la competencia, entró al local y se dio cuenta de lo mismo que su compañero, pero en lugar de comprar ahí, fue a comprarla a la tienda donde él era co-propietario. Sí, le salió un poco más caro, pero convocó al socio “A” a una reunión.

—Tenemos que hacer algo —le dijo— de lo contrario la competencia nos ganará a nuestros clientes.

Entonces se pusieron manos a la obra y realizaron ajustes en su negocio. No solo revisaron precios, también la comodidad de las instalaciones, la calidad de sus productos y la atención por parte del personal. En un corto plazo ya su tienda había mejorado.

Hasta aquí concluyo mi cuento y ahora te invito a reflexionar. Está claro que “A” y “B” tenían la legalidad de “Socios” de su tienda de abarrotes ya que aportaron capital pero ¿cuál de los dos tuvo la mentalidad de “Socio”?

Exacto. El socio “A” tuvo una mentalidad de usuario. Hizo lo que tú y yo hubiéramos hecho con cualquier negocio de abarrotes: Ir a donde nos ofrezcan el producto más barato y nos den mejor servicio y comodidad,  pero el socio “B” asumió su papel y su responsabilidad de dueño, de co-propietario e hizo algo diferente. Su participación no solo fue en aportar capital, se sintió responsable de la situación de su negocio, actuó, provocó una mejora y por default él también se benefició como usuario.

Ahora sí me gustaría conocer tu respuesta. Modificaré un poco la pregunta: De las personas que tienen sus certificados de aportación en tu cooperativa ¿Cuántos crees que tienen mentalidad de “SOCIO”?

¿Cuántos acuden a su asamblea anual para conocer la situación de su cooperativa conscientes de la importancia de tomar decisiones?

¿Cuántos aportan sus ideas aun y cuando no sean dirigentes? ¿Cuántos pagan sus créditos puntualmente, conscientes de que su atraso perjudica a otros socios y a su cooperativa? ¿Cuántos utilizan principalmente los servicios de su cooperativa y solo acceden a otras instituciones cuando no encuentran los servicios en la suya?

Tal vez estas mismas preguntas habría que hacérnoslas primero a quienes formamos parte de la estructura operativa y dirigencial.

Ahora bien, es muy natural que cuando una persona ingresa, su expectativa sea la de cliente o usuario y eso no tiene nada de malo, no tiene la culpa. Por lo general, la forma en que un socio invita a otro a ingresar es así: “Ve, ahí ahorras y te prestan”.

En mi opinión, el desafío más grande que tenemos en las cooperativas hoy en día no es solo crecer en membresía, ni estar a la vanguardia en servicios digitales sino lograr que cada persona que ingrese, no solo posea la legalidad de Socio sino que adopte esa mentalidad y se haga responsable de su cooperativa ya que es lo que garantizará mantener su naturaleza a través del tiempo.

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