La acción de cooperar es tan antigua como la humanidad, pero la historia reconoce los inicios del cooperativismo en Rochdale, Inglaterra, en el año 1844.
En plena época de la revolución industrial un grupo de 28 tejedores —27 hombres y una mujer— formaron la “Sociedad de los Justos Pioneros de Rochdale”, la primera cooperativa en el mundo. Una cooperativa de consumo.
Ya antes se habían hecho intentos para formar empresas de este tipo, pero a ellos se les reconoce como los iniciadores del cooperativismo universal debido a que sus principios y valores prevalecen hasta nuestros días.
Cuatro años más tarde, en 1848, al alcalde Friedrich Wilhelm Raiffeisen y el abogado y político Hermann Schulze-Delitzsch iniciaron las Cooperativas de Ahorro y Crédito en Alemania.
De ahí se propagaron por toda Europa y fue el canadiense Alphonse Desjardins quien fundó las primeras Caisses Populaires en América del Norte.
Años después, en 1951, los sacerdotes Pedro y Manuel Velázquez trajeron directamente de Canadá, el modelo cooperativo que se aplica hoy en día en México.
En resumen, las cooperativas de Alemania nos llevan más de un siglo de adelanto.
A finales del siglo XX las Cajas de ahorro y Bancos Cooperativos en España representaban un porcentaje mayoritario del sistema financiero español.
Algunas Caixas —como les llaman allá— eran más grandes y con mayor solvencia que muchos bancos.
En México, en ese tiempo estábamos “en pañales” en cuanto al desarrollo del movimiento cooperativo.
El gobierno federal tenía poco tiempo de haber volteado a ver a las cooperativas de ahorro y crédito para establecer un marco regulatorio adecuado al tipo de operaciones que realizan, pero esto había sido originado más por los problemas sociales ocasionados por la quiebra de algunas Cajas que como una estrategia de impulso el sistema cooperativo y al desarrollo la economía y la inclusión financiera.
En noviembre del año 2004 tuve la oportunidad de visitar algunas cooperativas en Alemania. Fue una experiencia muy enriquecedora.
En ese tiempo ese país europeo atravesaba un problema generacional. Ya tenían algunos años —desde la época de la postguerra—, que las parejas no deseaban tener descendencia.
Ese fenómeno provocó que a principios del siglo XXI los ciudadanos, en su mayoría eran adultos, muchos en plenitud o adultos mayores.
Era muy notorio que cuando salíamos a las calles casi no se veían niños. Gran parte de la población infantil era de origen turco.
En lo referente al tema cooperativo había una situación paradójica.
La imagen, la tecnología y los servicios de ahorro y crédito de algunas cooperativas estaban muy avanzados.
En las sucursales de algunas cooperativas alemanas ya no había cajeros, es decir, personas desempeñando dicha función.
El área de recepción de depósitos y pagos estaba ocupada por cajeros automáticos.
La forma de tramitar y otorgar los créditos también era diferente.
El crédito al consumo se atendía a través de pequeños quioscos ubicados en la sucursal en los cuales los mismos socios podían realizar sus trámites.
¡Era un sistema de autoservicio!
El socio capturaba su información y de manera automatizada, a través de sistemas paramétricos, el crédito se analizaba, se resolvía y si resultaba autorizado, el mismo sistema realizaba la transferencia a su tarjeta de débito.
Ese mismo proceso que el socio podía hacer en los quioscos lo podía realizar desde la comodidad de su domicilio, en su computadora.
Por lo que respecta a lo que conocemos como Crédito Hipotecario y Crédito Comercial, había personal especializado que atendía los trámites en oficinas regionalizadas.
Pero el éxito económico de una cooperativa no lo es todo.
La persona que fue nuestro guía en ese viaje nos explicó que, producto de su desarrollo financiero y de su avance en sus sistemas tecnológicos, en algunos casos los socios habían perdido el vínculo con la cooperativa.
¿Cómo explicaré la gravedad de la situación?
En la actualidad, en nuestro país, los socios tienen un vínculo con sus cooperativas.
Un vínculo es un enlace, una unión o identificación entre el Socio y la Caja. Es algo que fortalece la relación entre ambos.
En nuestro caso, ese vínculo se encuentra en la sucursal. Y no me refiero solo al inmueble a donde los socios acuden a recibir los servicios de la Caja. Me refiero también a la relación que tiene el personal con los socios.
En Alemania, en algunas cooperativas, los socios yo no necesitaban acudir a una sucursal ni tener contacto personal, todo era sistematizado.
Si deseaban realizar un depósito a sus ahorros o un retiro, lo podían hacer a través de una transferencia interbancaria o en un cajero automático.
Si deseaban tramitar un crédito, estaban los quioscos, los trámites por internet y la única lucecita que brillaba a través de personas eran los créditos hipotecarios o comerciales, que, dicho sea de paso, eran los menos.
Luego entonces, la relación del socio con la caja era meramente comercial.
Por fortuna todavía podían llamarse cooperativas pues aplicaban varios de los principios que les dieron origen.
Aún realizaban Asambleas y decidían el destino de sus excedentes, pero, por ejemplo, en relación al quinto principio, el de Educación Cooperativa, estaba totalmente desatendido.
En México, —y supongo que en Latinoamérica— todavía hay personal de las cooperativas que identifican bien al socio.
Saben quién es, dónde vive, a qué se dedica, si ahorra constante y sistemático o si paga puntualmente sus créditos.
De igual manera, el socio identifica al personal y hasta llega a entablar cierta amistad con él.
En resumen, es una relación más allá de lo comercial.
Durante mi viaje de regreso, esa problemática por la que algunas cooperativas alemanas estaban atravesando no dejaba de dar vueltas en mi mente porque lo mismo nos podría pasar en un futuro.
Haciendo una analogía, es como cuando una familia, en sus orígenes, tiene recursos limitados, pero, los papás y hermanos se esfuerzan, se conocen bien, se comunican y principalmente, se aman.
Luego, el destino los favorece y empiezan a mejorar económicamente al grado de que gozan de muchas comodidades, pero en contraparte, pierden esa sencillez que los caracterizaba, la comunicación, la identidad y ese afecto que tenían antes.
Es por eso que, desde entonces, las veces que puedo, sugiero a los miembros de las cooperativas que nunca dejen de aplicar los principios y valores del cooperativismo universal, pero, además, que no se pierda ese vínculo que hoy en día existe en las cooperativas.
El futuro va a cambiar para las cooperativas de Latinoamérica como está cambiando en Europa.
Pienso que las cooperativas nos tendremos que reagrupar y formar un sistema financiero más compacto.
Veo la necesidad de afrontar el desafío de ponernos al mismo o mejor nivel que los bancos, tanto en servicios como en seguridad de la información.
Pero para prever lo que les pasó a algunas cooperativas en Alemania, veo la necesidad urgente de considerar en nuestros planes estratégicos la conservación del vínculo entre el socio y su cooperativa.
Me parece que ese es un tema toral.
Author: Fermín Olalde
Aliado de PINOS, Consultor Independiente, Experto en cooperativismo, escritor.