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Promotora e Incubadora de Organizaciones Solidarias

¿Quién define el éxito en una cooperativa?

En el mundo empresarial tradicional, el éxito se mide con cifras claras: ganancias, crecimiento, rentabilidad, retorno de inversión. Las métricas están bien establecidas y son aceptadas casi sin discusión. Sin embargo, cuando hablamos de cooperativas, esa definición no solo se vuelve insuficiente: puede llegar a ser engañosa.

Las cooperativas no son empresas como cualquier otra. Son empresas sociales, con una doble naturaleza: económica y solidaria. Generan bienes y servicios, pero también construyen comunidad, fortalecen la democracia y transforman vidas. Por eso, en una cooperativa, preguntarse quién define el éxito no es una pregunta secundaria: es una cuestión esencial.

Éxito según los números: una mirada limitada

En muchos espacios cooperativos, se ha adoptado de forma acrítica el lenguaje de la empresa tradicional. Se habla de éxito en términos de:

  • Crecimiento en activos.
  • Rentabilidad financiera.
  • Número de sucursales.
  • Expansión territorial.
  • Volumen de operaciones.

Y si bien estos indicadores son importantes para la sostenibilidad, no pueden ser los únicos ni los principales. Una cooperativa puede crecer en números y al mismo tiempo alejarse de su identidad, de su base social, de sus principios.

Es cierto que las cooperativas necesitan estabilidad económica, liquidez y solvencia para operar y cumplir sus fines. Pero cuando esos fines se subordinan a las métricas, cuando el éxito se reduce al balance financiero, corremos el riesgo de vaciar de contenido al cooperativismo.

El riesgo de parecerse demasiado a una empresa convencional

Cuando el éxito se mide solo con criterios financieros, muchas cooperativas terminan pareciéndose demasiado a las empresas capitalistas que supuestamente vinieron a transformar. Se vuelve más importante el balance que la participación, más relevante la rentabilidad que la equidad, más central la eficiencia que el empoderamiento.

Esto se traduce en:

  • Socios convertidos en clientes.
  • Directivos que se eternizan y toman decisiones cupulares, sin consultar a la base.
  • Gerencias que priorizan indicadores antes que el impacto social o comunitario.
  • Asambleas sin debate, donde todo ya está definido de antemano.
  • Empleados sin formación cooperativa, que repiten rutinas sin comprender el propósito profundo de su organización.
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Y al final, éxito sin alma. O peor: éxito aparente que erosiona lentamente el sentido profundo del cooperativismo.

Éxito desde la identidad cooperativa

Una cooperativa que se respeta a sí misma debería preguntarse periódicamente:

  • ¿Estamos cumpliendo nuestro objeto social?
  • ¿Cómo impactamos en la vida concreta de nuestros socios y su entorno?
  • ¿Estamos construyendo poder colectivo o solo gestionando servicios?
  • ¿Cuánta participación real hay en nuestras decisiones?
  • ¿Quiénes se benefician del crecimiento institucional? ¿Toda la base social o solo una cúpula?
  • ¿Estamos fortaleciendo o debilitando la identidad cooperativa?

Responder a esas preguntas es redefinir el éxito. Porque una cooperativa exitosa no es solo la que crece, sino la que transforma. No solo la que compite, sino la que coopera. No solo la que genera resultados, sino la que genera conciencia.

Algunos ejemplos para reflexionar

  • Una cooperativa financiera que otorga millones en crédito, pero excluye a los pequeños productores o a los sectores informales. ¿Es eso éxito? ¿O es repetir la lógica excluyente de la banca tradicional?
  • Una cooperativa de salud con instalaciones modernas y costosos equipos, pero sin espacios de participación de los usuarios, sin formación en prevención o sin atención humana. ¿Es eso éxito?
  • Una cooperativa de vivienda que entrega casas rápidamente, pero sin procesos de integración barrial, sin acompañamiento para la convivencia, sin acceso a servicios básicos. ¿Es eso éxito?
  • Una cooperativa agropecuaria que exporta grandes volúmenes, pero invisibiliza a las mujeres productoras, no invierte en prácticas sustentables y concentra el poder en pocos liderazgos. ¿Es eso éxito?

Si en todas estas experiencias se prioriza lo financiero sobre lo humano, lo inmediato sobre lo sustentable, el éxito puede ser una trampa. Una trampa disfrazada de eficiencia que esconde la pérdida de sentido.

El rol de cada actor en la definición del éxito

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Los socios deben recuperar su rol de dueños. No pueden conformarse con ser beneficiarios pasivos ni consumidores de servicios. Tienen el derecho y el deber de exigir una gestión alineada con la misión cooperativa. El éxito debe medirse también por cómo mejora su vida, su entorno, su participación.

Los directivos tienen la responsabilidad política de conducir la cooperativa de acuerdo con sus principios. Eso implica resistir la presión de medir todo con parámetros empresariales clásicos, e impulsar procesos de rendición de cuentas, participación real y renovación de liderazgos.

Los gerentes deben comprender que su rol es estratégico, pero que no son “dueños” de la cooperativa. Deben gestionar con eficiencia, sí, pero con ética cooperativa. El éxito operativo debe ser un medio para alcanzar fines sociales, no al revés.

Los empleados y colaboradores también deben ser parte de esta reflexión. Necesitan formación en identidad cooperativa y espacios para comprender cómo su trabajo impacta en la misión institucional. No son técnicos neutros: son actores clave del modelo.

Nuevas formas de medir el éxito

Para avanzar hacia una visión cooperativa del éxito, necesitamos también nuevos instrumentos, indicadores y formas de evaluación. Algunos ejemplos concretos podrían ser:

  • Niveles de participación efectiva: No solo cuántas personas asisten a la asamblea, sino cuántas proponen, debaten, inciden.
  • Percepción de pertenencia: ¿Los socios se sienten escuchados? ¿Se identifican con su cooperativa o la ven como un prestador de servicios?
  • Equidad interna: ¿Se distribuyen los beneficios de manera justa? ¿Hay desigualdad en los accesos, los créditos, los apoyos?
  • Transformación territorial: ¿La cooperativa mejora el entorno en el que opera? ¿Fortalece la economía local? ¿Promueve la justicia social?
  • Educación y conciencia cooperativa: ¿Hay programas formativos? ¿Se entiende qué es una cooperativa más allá de sus productos?
  • Alianzas solidarias: ¿Se aplica el sexto principio cooperativo? ¿Se apoya a otras cooperativas, se articula con redes comunitarias?
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Autocrítica necesaria, no para destruir sino para reconstruir

Este artículo no es un ataque contra las cooperativas exitosas. Es una invitación a revisar qué entendemos por éxito y a quién le sirve esa definición. No hay nada malo en crecer, en profesionalizarse, en innovar. Lo peligroso es perder el rumbo. Dejar de preguntarse para qué existimos. Y eso, tarde o temprano, afecta la sostenibilidad, la confianza, la legitimidad.

Hacer autocrítica no es debilidad, es coherencia. No es retroceder, es corregir el camino antes de perdernos en una ruta que no nos pertenece.

Conclusión: redefinir el éxito es un acto de coherencia

En un mundo que idolatra el éxito individual, el cooperativismo tiene una oportunidad histórica: demostrar que otra forma de medir el progreso es posible. Una forma donde el crecimiento va de la mano con la justicia, donde la eficiencia convive con la democracia, donde la rentabilidad está al servicio del bien común.

Redefinir el éxito es volver al origen. Es recordar que las cooperativas no nacieron para ser las más grandes, sino las más humanas. No para competir como las empresas tradicionales, sino para demostrar que el desarrollo con dignidad y equidad es posible.

Porque el verdadero éxito de una cooperativa no se mide solo en balances… se mide en vidas transformadas, comunidades fortalecidas y sueños colectivos que se hacen realidad.

Ese es el tipo de éxito que necesitamos recuperar.

Ese es el tipo de éxito que vale la pena defender.

 

Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

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Ramón Imperial Zúñiga
Author: Ramón Imperial Zúñiga

Socio fundador de Cooperativa PINOS y la Academia online 5to-Principio, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.

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Claudia Lucia Arbelaez Castro
3 junio, 2025 2:36 pm

Excelente artículo, lo acabamos de emitir en Solidaria Stereo emisora online de ESS.

Que interesante el informativo mensual, también invita a cada día tener una compromiso cooperativo.

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