En el imaginario cooperativo, la participación ha sido siempre una piedra angular. “Una persona, un voto” es mucho más que una fórmula democrática: es la expresión de un modelo económico que pretende devolver el poder a quienes lo producen. Sin embargo, en la práctica cotidiana de muchas cooperativas, la participación se ha convertido en un ritual, una formalidad que se agota en la asamblea anual o en la elección periódica de dirigentes.
¿Es eso realmente participar? ¿O estamos confundiendo presencia con incidencia, y consulta con empoderamiento?
Este artículo propone una reflexión profunda sobre la participación de los socios en las cooperativas, no como un derecho cumplido, sino como un campo de disputa, de construcción permanente, de innovación y de poder compartido. Porque participar no es suficiente. Lo que necesitamos es una participación transformadora.
Participar no es asistir, es construir
Demasiadas veces se mide la participación por el número de asistentes a una asamblea, por la cantidad de votos emitidos o por el cumplimiento de los procedimientos estatutarios. Pero la verdadera participación se mide en otro plano: en la capacidad real de influir en las decisiones, de modificar los rumbos, de generar propuestas desde la base social.
Una cooperativa donde 500 socios acuden a una asamblea para escuchar pasivamente informes y ratificar decisiones ya tomadas no es más participativa que una donde 50 socios deliberan, proponen, cuestionan y co-crean soluciones.
La participación transformadora exige un salto cualitativo: pasar de la consulta a la co-decisión, del cumplimiento formal a la construcción activa.
Tres trampas comunes que vacían la participación
- La información asimétrica: Muchos socios no entienden del todo lo que se discute. Reciben informes financieros técnicos, sin traducción pedagógica, o propuestas cerradas que no permiten modificaciones reales.
- La agenda impuesta: Las asambleas se vuelven espacios para ratificar lo que ya decidió el Consejo o la Gerencia. Los puntos clave llegan sin posibilidad de debate. La “participación” es votar lo ya definido.
- La exclusión silenciosa: Horarios inconvenientes, lenguaje técnico, falta de materiales previos, ausencia de metodologías inclusivas… Todo eso hace que muchos socios, especialmente jóvenes, mujeres o personas de comunidades rurales, no se sientan parte.
Una mirada sectorial: distintos escenarios, mismos desafíos
- En las cooperativas de ahorro y crédito, la participación suele limitarse a elegir al Consejo y a revisar cifras. Pero, ¿se consulta a los socios sobre las políticas crediticias, los servicios que necesitan, la inclusión financiera?
- En las cooperativas de vivienda, muchas veces las decisiones sobre diseño, mantenimiento o incluso convivencia se toman sin procesos participativos reales. La vivienda cooperativa no puede gestionarse con lógicas verticales.
- En las cooperativas de producción o pesca, las decisiones técnicas suelen concentrarse en unos pocos. ¿Qué pasa con los trabajadores asociados? ¿Tienen voz real o solo cumplen funciones operativas?
- En las cooperativas de salud o turismo, es común que el equipo técnico y directivo tome decisiones con poca consulta a quienes realmente usan los servicios o conocen las comunidades.
Participar implica crear mecanismos de escucha, de consulta deliberativa, de devolución de resultados, de construcción conjunta. Sin eso, la participación es una fachada.
Hacia una participación transformadora: principios clave
- Acceso a información comprensible y oportuna: Democratizar los datos. Traducir los informes financieros. Explicar los proyectos en lenguaje claro. Usar herramientas visuales. Formar para comprender.
- Diseño participativo de las agendas: Incluir temas propuestos por los socios. Permitir asambleas temáticas. Realizar consultas previas. Asegurar que la agenda refleje las preocupaciones reales de la base.
- Metodologías inclusivas y creativas: No todo debe resolverse en formato de exposición y votación. Se pueden usar foros deliberativos, grupos focales, asambleas por zonas, plataformas digitales participativas.
- Formación en participación: La participación también se aprende. Se enseña a deliberar, a leer documentos, a construir propuestas, a ejercer el poder sin autoritarismo.
- Seguimiento a las decisiones colectivas: Participar también es saber qué pasó con lo que se decidió. Se debe devolver información, mostrar avances, explicar dificultades. La transparencia alimenta la participación.
La participación como poder compartido
El poder en las cooperativas no debe concentrarse ni en los directivos, ni en los gerentes, ni en los técnicos. La participación transformadora implica reconocer que todos los actores tienen saberes, miradas, intereses y capacidades que deben articularse.
Un Consejo de Administración que consulta activamente a la base antes de tomar decisiones, una gerencia que construye propuestas con el equipo técnico y con los socios, una asamblea donde se discute con profundidad y respeto… esos son ejemplos de poder cooperativo bien distribuido.
La participación no es solo un medio para validar decisiones. Es una estrategia para construir inteligencia colectiva, para fortalecer la pertenencia, para evitar errores costosos, para democratizar la gestión.
Obstáculos estructurales a superar
- Individualismo instalado: Muchos socios ven a la cooperativa como un proveedor de servicios, no como un proyecto colectivo.
- Estilos autoritarios de liderazgo: Hay quienes creen que participar debilita la eficacia, cuando en realidad la enriquece.
- Falta de tiempo y recursos: Diseñar procesos participativos reales exige inversión de tiempo, energía y creatividad.
- Poca formación ciudadana: La cultura democrática no se improvisa. Se cultiva.
Reconocer estos obstáculos no es excusa para no actuar. Es el primer paso para transformarlos.
Algunas experiencias inspiradoras
- Cooperativas que organizan cabildos regionales antes de su asamblea general.
- Equipos de trabajo que usan presupuestos participativos para definir prioridades.
- Plataformas digitales que permiten a los socios votar y opinar en tiempo real.
- Espacios de diálogo intergeneracional para renovar liderazgos.
No hay una receta única. Pero sí hay una certeza: si la participación no se reinventa, se marchita.
Cerrar la brecha entre discurso y práctica
Es común escuchar en los estatutos frases como “La Asamblea es el órgano supremo”. Pero en la realidad cotidiana, muchas decisiones relevantes se toman en espacios reducidos, con escasa transparencia o sin mecanismos claros de devolución.
Cerrar esa brecha requiere voluntad política, compromiso institucional y cultura participativa. La participación debe ser una práctica constante, no una foto anual.
Reflexión final: transformar para permanecer
Las cooperativas nacieron para transformar. Para democratizar la economía. Para devolver el poder a las personas organizadas.
Pero si no transformamos nuestra propia manera de participar, nos arriesgamos a perder la esencia. La participación transformadora es el puente entre los valores cooperativos y la acción cotidiana.
Que nadie quede fuera. Que todos puedan incidir. Que cada voz cuente. Porque en una cooperativa verdadera, participar no es un privilegio ni un ritual: es el corazón de su existencia.
¡Participar no es suficiente! ¡Participar es transformar!
🖋️ Este artículo forma parte de la serie Pensamiento Cooperativo Crítico | Reflexión y Conciencia desarrollada por Ramón Imperial Zúñiga para Pinos-Coop.

Author: Ramón Imperial Zúñiga
Socio fundador de Cooperativa PINOS y la Academia online 5to-Principio, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.