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Integración cooperativa: la fortaleza que no estamos aprovechando

El 6to Principio olvidado y las consecuencias de caminar divididos

Por Ramón Imperial Zúñiga, Julio 2025

En los artículos anteriores de esta serie, hemos abordado la amenaza que enfrenta el cooperativismo ecuatoriano, la desnaturalización del modelo cooperativo y la urgencia de reactivar la educación como herramienta de defensa. Pero aún falta tratar uno de los temas más sensibles y determinantes: la desintegración del movimiento cooperativo, tanto a nivel nacional como internacional.

A pesar de que la cooperación entre cooperativas es uno de los principios fundamentales proclamados por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI), el 6º Principio —la integración— es quizás el más olvidado o incumplido. Lo vemos en casi todos los países: cooperativas que operan como entes aislados, federaciones débiles, confederaciones fragmentadas, relaciones intersectoriales inexistentes. Y esto tiene consecuencias reales y graves.

Frente a amenazas como la que se vive hoy en Ecuador, esta falta de integración se vuelve un problema estructural. Porque un movimiento dividido es un movimiento débil. Y un movimiento débil es presa fácil de intereses ajenos.

El 6º Principio: una promesa incumplida

La cooperación entre cooperativas no es solo un ideal bonito. Es una necesidad estratégica. Se basa en la idea de que, al unirnos, multiplicamos nuestras capacidades. Compartimos conocimiento, generamos sinergias, defendemos juntos nuestras causas y consolidamos nuestra identidad común.

Pero en la práctica, este principio se ha debilitado. En muchos países, las cooperativas no se conocen entre sí. Operan en sus propios nichos, sin contacto real con otras del mismo sector, y mucho menos con las de sectores diferentes. Algunas ni siquiera están afiliadas a federaciones o confederaciones. O si lo están, no participan activamente.

El resultado es una red rota, frágil. Y cuando llega una amenaza —como ahora en Ecuador—, no hay capacidad real de movilización, ni de defensa conjunta. Se actúa tarde, o de forma dispersa.

Integración sectorial: del individualismo a la cooperación

En el caso de las cooperativas de ahorro y crédito, la falta de integración interna es un problema crítico. Muchas de estas cooperativas funcionan como si fueran instituciones financieras convencionales, centradas en sus metas de crecimiento, sin generar lazos con sus pares. La competencia se impone sobre la colaboración.

Este aislamiento debilita la capacidad de reacción. Porque ante una amenaza legal, política o reputacional, cada cooperativa queda sola, sin una red sólida que la respalde, sin una voz colectiva que la defienda.

Por otro lado, aquellas que sí están integradas en redes fuertes —federaciones, uniones, confederaciones— cuentan con mejores herramientas para actuar, visibilizarse, gestionar con autoridades y organizar estrategias comunes.

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La integración sectorial no es burocracia: es supervivencia. Y también es eficiencia: permite aprovechar economías de escala en áreas que muchas veces pasamos por alto. Imaginemos el ahorro que podría lograrse si varias cooperativas, en lugar de comprar por separado, unieran esfuerzos para adquirir en conjunto equipos de cómputo, mobiliario de oficinas, vehículos utilitarios o incluso servicios especializados como seguros, plataformas tecnológicas o capacitación. No solo se obtendrían mejores precios, sino también mayor calidad y condiciones de servicio, liberando recursos que podrían destinarse a educación, innovación o desarrollo social.

Este tipo de integración práctica ya ocurre en algunos países y demuestra que es posible. Varias federaciones en América Latina han creado marcas colectivas que fortalecen la identidad y la confianza en el sector, además de aumentar la capacidad de negociación con proveedores y de posicionamiento ante los consumidores.

Un ejemplo inspirador a nivel internacional es el de Inglaterra, donde en los últimos años se ha impulsado un proceso de unificación de diversos sectores cooperativos bajo una misma marca: “Co-op”. Esta estrategia conjunta ha fortalecido la presencia de las cooperativas en el mercado, haciéndolas más visibles y competitivas frente a las grandes cadenas tradicionales, sin perder su identidad cooperativa.

La cooperación entre iguales también permite desarrollar proyectos compartidos que, de forma aislada, serían imposibles: sistemas de información integrados, centros de innovación tecnológica, plataformas de comercio electrónico o incluso fondos solidarios que respalden a las cooperativas más pequeñas en momentos de crisis. Estos mecanismos no solo optimizan recursos, sino que aumentan la capacidad de impacto social y fortalecen la confianza de la comunidad.

En pocas palabras, integrarse no es perder autonomía, es multiplicar capacidades. La verdadera fortaleza del cooperativismo no está en el tamaño individual de cada entidad, sino en lo que pueden hacer juntas.

Integración intersectorial: una deuda histórica

Más allá del sector financiero, existe otra fractura: la falta de articulación entre sectores cooperativos. Las cooperativas agrícolas, de consumo, de vivienda, de salud, escolares, de trabajo, tecnológicas… muchas de ellas trabajan solas, aisladas, sin relacionarse entre sí.

Esto genera una pérdida de potencia colectiva. Porque si todos los sectores cooperativos se articularan, podrían tener una voz social y política muchísimo más fuerte, un peso institucional real, y una capacidad de movilización que sería difícil de ignorar por gobiernos o actores económicos.

La verdad incómoda es que los sectores cooperativos casi no se ven entre sí. No hay espacios reales de encuentro, ni de reflexión compartida. Y cuando llega una amenaza a un sector específico, como hoy al financiero en Ecuador, los demás sectores no reaccionan, porque lo sienten ajeno, lejano, como si no fuera su lucha.

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Fragmentación nacional: el caso de cada país

Este problema se repite en diferentes grados en casi todos los países del continente. En muchos casos, existen múltiples federaciones con poca articulación entre ellas, o conflictos históricos no resueltos que impiden la cooperación. En otros, hay organismos nacionales que existen en el papel, pero que tienen escasa representatividad o capacidad de acción.

Hay países donde la fragmentación ha llevado incluso a situaciones de competencia institucional, debilitando la interlocución con el Estado y dando pie a regulaciones desfavorables o poco consultadas.

En este contexto, la unidad del cooperativismo ecuatoriano es crucial. Si sus organismos representativos no actúan como un solo cuerpo, si las cooperativas no se alinean, si no se genera una estrategia conjunta con liderazgo y vocería clara, la defensa frente a la actual amenaza será débil.

Y lo mismo aplica para el resto de América Latina: sin estructuras nacionales cohesionadas, el cooperativismo no podrá incidir en las políticas públicas ni defender su identidad.

¿Y la integración continental?

A nivel continental, contamos con organismos como Cooperativas de las Américas, COLAC, CCC-CA, entre otros, que han desempeñado un papel importante en distintos momentos. Sin embargo, frente a amenazas tan graves como la actual, se necesita una reacción mucho más fuerte, visible y sostenida.

No basta con pronunciamientos en redes sociales. Se necesitan:

  • Cartas dirigidas directamente a presidentes y congresos.
  • Reuniones con organismos multilaterales.
  • Campañas de sensibilización pública.
  • Apoyo técnico y jurídico.
  • Movilización solidaria entre países.

Además, se requiere fortalecer los vínculos entre los organismos continentales y las confederaciones nacionales. A menudo hay una distancia excesiva entre lo regional y lo local, lo que limita la eficacia de las acciones.

Fortalezas desaprovechadas

En América existen organizaciones nacionales muy fuertes, con gran legitimidad y experiencia: OCB en Brasil, Cooperar en Argentina, CONCAMEX en México, FEDECOAC en Paraguay, FEDPA en Panamá, FEDECACES en El Salvador, FACACH en Honduras, entre muchas otras.

Si todas estas organizaciones se expresaran juntas en defensa del cooperativismo ecuatoriano, el impacto sería enorme. El gobierno de Ecuador no podría ignorarlo. La presión diplomática, institucional y social sería mucho mayor.

Pero para eso se necesita liderazgo, coordinación y voluntad de actuar como un solo cuerpo. No podemos seguir operando como islas.

¿Qué podemos hacer?

  • Reactivar y fortalecer las federaciones y confederaciones nacionales, con una agenda común, moderna y proactiva.
  • Redefinir los modelos de los organismos de integración, seguimos funcionando igual desde hace varias décadas y los tiempos han cambiado, se podrían incorporar en las federaciones y confederaciones nuevos esquemas, nuevas plataformas, aprovechar mejor la tecnología.
  • Impulsar espacios de diálogo intersectorial, con agendas compartidas entre cooperativas de distintos sectores.
  • Establecer mecanismos ágiles de respuesta continental, para actuar frente a amenazas o crisis.
  • Invertir en tecnologías de articulación, como plataformas digitales de cooperación, comunicación instantánea y capacitación conjunta.
  • Crear campañas públicas unificadas, que muestren el rostro humano y social del cooperativismo.
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Un llamado a la unidad

La situación en Ecuador debe servirnos como espejo. No solo para alertarnos, sino para reconocer nuestras propias debilidades como movimiento. Porque si el cooperativismo ecuatoriano se ve amenazado y responde solo, sin el respaldo contundente de la región, el mensaje que se envía es que somos un movimiento sin capacidad de defensa colectiva.

Creo que también se debería valorar si conviene promover un apoyo internacional más allá de nuestro continente, de América, que pasaría si el gobierno de Ecuador recibiera peticiones concretas de organismos cooperativos de Europa, de Asía, de África o de Oceanía?, seguramente el impacto sería mayor… En esto, la Alianza Cooperativa Internacional, ACI, podría jugar un rol muy importante, pero es necesario que los organismos de Ecuador que están llevando a cabo la representación institucional, definan y en su caso, soliciten el apoyo. 

Necesitamos superar viejos recelos, diferencias de enfoque, y egos institucionales. La amenaza que enfrentamos es más grande que nuestras diferencias. Es hora de recordar que solo unidos podemos defender lo que somos.

En el próximo artículo…

En el quinto y último artículo de esta serie, abordaremos un tema imprescindible: las estrategias jurídicas, políticas y diplomáticas que el cooperativismo puede y debe activar para defenderse de manera eficaz.

Veremos casos, propuestas y recomendaciones para que esta coyuntura no se repita en otros países. Porque no basta con resistir: hay que prepararse mejor para el futuro.

“La fragmentación del cooperativismo no es solo un problema interno. Es un factor de riesgo ante cualquier amenaza externa.”

Ha llegado el momento de unirnos de verdad. No por conveniencia, sino por convicción y por necesidad.

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Ramón Imperial Zúñiga
Author: Ramón Imperial Zúñiga

Socio fundador de Cooperativa PINOS y la Academia online 5to-Principio, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.

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