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De cooperativas a bancos: desnaturalización del modelo cooperativo

Lo que está en juego no es solo la figura legal, sino el alma del cooperativismo

Por Ramón Imperial Zúñiga, Julio 2025

En el artículo anterior de esta serie, compartí mi preocupación por lo que está ocurriendo actualmente en Ecuador. Durante mi participación en la XV Convención Cooperativa Financiera de ICORED, celebrada en Panamá, tuve la oportunidad de dialogar directamente con varios amigos cooperativistas ecuatorianos. Gracias a esas conversaciones, comprendí con mayor claridad la magnitud y gravedad del problema que enfrentan: una reforma legislativa que, bajo el argumento de la modernización financiera, podría obligar a varias cooperativas de ahorro y crédito a transformarse en bancos.

Esta situación no es solo un asunto legal o técnico. Es una amenaza profunda a la naturaleza del modelo cooperativo, una señal de alerta que no puede ignorarse. Porque lo que hoy ocurre en Ecuador, mañana podría repetirse en cualquier otro país si no reaccionamos a tiempo.

Cooperativas y bancos: dos naturalezas distintas

Una cooperativa no es simplemente una entidad financiera más. Es una organización con alma, con historia, con propósito colectivo. Su base no es el capital, sino la confianza mutua y la asociación voluntaria entre personas que comparten necesidades y aspiraciones.

En cambio, un banco es una empresa cuyo propósito central es la maximización del retorno sobre el capital invertido. Los clientes no tienen participación ni voz en las decisiones. No hay principio de equidad o democracia económica. Solo hay oferta y demanda.

Por eso, transformar una cooperativa en banco no es un simple cambio de figura jurídica. Es un cambio estructural, de lógica, de identidad. Se pasa de una economía de personas a una economía de capital. Se abandona el principio de “una persona, un voto” para adoptar el de “una acción, un poder”.

¿Qué implica realmente esta transformación?

Cuando se obliga o se empuja a una cooperativa a transformarse en banco, se destruyen varios de sus pilares fundamentales:

  • La democracia participativa, donde cada socio tiene el mismo valor, sin importar su capital.
  • La propiedad colectiva, que da sentido de pertenencia y compromiso.
  • La distribución equitativa de los excedentes, con criterios solidarios y no especulativos.
  • El compromiso con el territorio, con el desarrollo comunitario, con la economía real.

En su lugar, se impone una lógica externa: la lógica del mercado financiero, donde lo que importa no es el bien común, sino el beneficio privado.

Un modelo exitoso que incomoda

Es necesario decirlo con claridad: lo que está ocurriendo en Ecuador no es casualidad. En los últimos años, las cooperativas de ahorro y crédito ecuatorianas han tenido un crecimiento notable. De 2012 a la fecha, han multiplicado por cuatro sus activos y membresía. Hoy representan más del 25% del sistema financiero del país.

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Este éxito —construido desde abajo, con esfuerzo colectivo, con base social— ha empezado a incomodar a ciertos intereses económicos tradicionales, que ven en las cooperativas no un complemento al sistema financiero, sino una amenaza a sus cuotas de mercado.

Y es aquí donde aparece el riesgo: cuando se mezclan presiones externas (políticas o económicas) con debilidades internas, el modelo cooperativo queda vulnerado. El problema no es solo la ley; es también la falta de preparación para enfrentarla.

La desmutualización: una amenaza interna

Vale la pena recordar que la amenaza a la naturaleza cooperativa no siempre viene de fuera. A veces, nace desde adentro.

Un caso emblemático fue el de una gran cooperativa mexicana que, en la década pasada, decidió transformarse en Sociedad Anónima. Se trataba de una organización con cerca de un millón de socios y décadas de historia. Sin embargo, un pequeño grupo de directivos logró, sin oposición real, ejecutar la transformación.

¿Por qué no hubo defensa? Porque durante años se abandonaron los programas de educación cooperativa. Los socios ya no se sentían dueños, sino simples clientes. No hubo conciencia, no hubo pertenencia, no hubo resistencia.

Hoy, esa organización opera como una entidad mercantil, sin participación democrática ni compromiso cooperativo. Y su caso nos recuerda que, cuando no formamos ni cultivamos la identidad cooperativa, la desmutualización puede imponerse en silencio, sin que nadie la detenga.

Como consecuencia de esa descooperativización silenciosa, el movimiento cooperativo de México —aunque reaccionó tarde en ese caso— logró impulsar una respuesta normativa importante. Con el apoyo de varios legisladores comprometidos, se incorporó en la nueva legislación aprobada en 2009 una prohibición expresa: ninguna cooperativa de ahorro y préstamo podrá transformarse en otro tipo de sociedad mercantil. Si una cooperativa desea dejar de operar, debe hacerlo a través de un proceso de liquidación, en el cual el patrimonio no puede ser transferido a particulares. Esta disposición legal se convirtió en una barrera de protección institucional, precisamente para evitar que se repitiera un caso similar. Es un claro ejemplo de cómo, incluso tras un error, pueden construirse mecanismos de defensa, siempre y cuando haya voluntad, conciencia y organización.

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Ecuador: un cruce de caminos

Lo que enfrenta hoy Ecuador es una situación crítica que combina dos dimensiones peligrosas:

  • Por un lado, una presión legal y política concreta que abre la posibilidad de transformar cooperativas en bancos.
  • Por otro, una preocupación latente: ¿existe plena cohesión interna, claridad de rumbo y movilización suficiente en el propio sector cooperativo ecuatoriano?

No podemos afirmar desde fuera si hay desinformación o falta de convicción en las cooperativas más expuestas a esta amenaza. Sería irresponsable generalizar. Sin embargo, como cooperativistas, no podemos dejar de preguntarnos —desde la preocupación solidaria— si todos los actores están plenamente conscientes del momento histórico que están viviendo.

¿Están los socios informados y movilizados?
¿Tienen los directivos y gerentes una posición clara y firme en defensa de la identidad cooperativa?
¿Existe unidad de acción entre las organizaciones representativas del sector?
¿Hay mecanismos de participación activa para que los propios socios hagan sentir su voz?

Porque si los socios no se sienten realmente parte de la cooperativa —si no se reconocen como propietarios y sujetos políticos del modelo—, el riesgo de que el gobierno los perciba simplemente como “clientes” es altísimo. Y entonces, el proceso de transformación podría avanzar con menos resistencia, legitimado por la inacción o el silencio.

Esa es una de las principales debilidades que puede tener hoy no solo el cooperativismo ecuatoriano, sino también el de otros países: la falta de arraigo, pertenencia y conciencia por parte de los socios, provocada muchas veces por la ausencia de formación cooperativa continua.

Cuando no hay identidad compartida, cuando se dejan de cultivar los principios y valores, la puerta a la desmutualización se abre con más facilidad. A veces, ni siquiera hace falta una imposición externa: basta con el desinterés interno para que todo lo construido durante décadas se diluya sin resistencia.

Por eso es urgente —y esperanzador— que los propios socios se hagan presentes, que se movilicen, que hagan ver al gobierno que están ante algo muy diferente a un banco tradicional.

Están ante cooperativas, organizaciones sociales de propiedad colectiva, y los socios no son clientes: son los verdaderos dueños.

Lo que está en juego: el alma del cooperativismo

Debemos entender que este no es un problema menor. No se trata solo de cambiar estatutos o modelos operativos. Está en juego el alma del cooperativismo.

Una cooperativa no es un banco con otro nombre. Es una forma distinta de entender la economía. Es una herramienta de inclusión, de democracia económica, de equidad.

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Si permitimos que una reforma legal borre esa diferencia, si aceptamos que las cooperativas pueden transformarse en bancos sin mayor debate, habremos perdido una batalla histórica.

Una reacción solidaria e inteligente

Frente a esto, el movimiento cooperativo internacional no puede seguir en silencio o con acciones tibias. El tiempo corre, y corre rápido. El plazo de 90 días establecido en la reforma ecuatoriana avanza. A finales de septiembre podrían verse los primeros intentos de conversión.

Ya se han pronunciado algunos organismos como COLAC, CCC-CA, ACI-Américas, y otros más. Pero necesitamos más:
🔸 Federaciones y confederaciones nacionales en cada país.
🔸 Cooperativas grandes y pequeñas.
🔸 Organismos continentales y mundiales.
🔸 Ciudadanos cooperativistas comprometidos.

Convendría también contar con el apoyo de otros organismos internacionales que tienen presencia continental, como el Consejo Mundial de Cooperativas de Ahorro y Crédito, WOCCU, Movimiento Desjardins de Canadá, La Confederación Alemana de Cooperativas, DGRV, y la propia Alianza Cooperativa Internacional, ACI cuyo presidente, el Dr. Ariel Guarco, es de Argentina.

Se requieren no solo comunicados o ruido en redes sociales. También oficios enviados directamente al Presidente del Ecuador, al Congreso, a las entidades públicas. Cartas abiertas. Reuniones con embajadas. Gestiones diplomáticas. Presión coordinada.

Reflexión final

En cada país hay organismos cooperativos fuertes: OCB en Brasil, Cooperar en Argentina, CONCAMEX en México, FEDECOAC en Paraguay, CONFECOOP de Colombia, CUDECOOP de Uruguay, FEDPA en Panamá, y muchos más. Es momento de que esas organizaciones se expresen. Que digan: Ecuador no está solo.

Y para que estas acciones tengan sentido, deben hacerse de la mano de los organismos representativos del cooperativismo ecuatoriano. Esta es una lucha que solo puede ganarse con legitimidad y unidad.

Continuará…

Este segundo artículo forma parte de una serie de cinco. El siguiente abordará un tema que atraviesa todo lo anterior: la educación cooperativa. ¿Cómo puede una cooperativa defenderse si sus socios no saben que lo son? ¿Cómo se construye conciencia cooperativa? ¿Por qué es tan fácil que una organización se transforme sin que nadie reaccione?

Porque sin educación, no hay participación. Y sin participación, no hay cooperativismo que resista.

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Ramón Imperial Zúñiga
Author: Ramón Imperial Zúñiga

Socio fundador de Cooperativa PINOS y la Academia online 5to-Principio, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.

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