Introducción
De acuerdo con la Declaración de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) en septiembre de 1995, al celebrar su congreso del centenario en Manchester, Inglaterra, en éste se aprueba la “Declaración de Identidad Cooperativa” en la cual se definen qué es una cooperativa, cuáles son sus valores y cuáles sus principios de la cooperación universal.
Tomando como referencia esta Declaración de la ACI, en el anterior artículo que les compartí titulado Los Fundamentos de la Cooperación en donde expuse las ideas originales, algunos precursores (teóricos y realizadores) del cooperativismo y la definición de Cooperativa.
En esta secuencia de conceptos de acuerdo con la Declaración de la ACI quiero compartir con ustedes una semblanza del segundo apartado, Los Valores Cooperativos pilares esenciales en la cooperativa para que se practiquen y vivan por parte de los directivos, empleados, afiliados y/o socios, así como fomentar una cultura de ayuda mutua y solidaridad en la comunidad donde pertenece la cooperativa.
La cooperativa debe de contar con un plan de educación cooperativa sistemática para promover y fortalecer la identidad de los que integran y pertenecen a la cooperativa, por lo tanto, les invito que analicen el contenido de cada valor y hagan una reflexión si realmente se practica y vive cada uno de los valores que se listan en este artículo, el objetivo es que los Valores Cooperativos no sean sólo de membrete, los valores que la ACI definió son para hacerlos vivos y hacer realidad la cooperación para lograr los objetivos comunes de los que pertenecen a la cooperativa.
Los Valores.
Del libro “Identidad cooperativa” escrito por el Prof. Florencio Eguía Villaseñor (2002), que se publicó hace más de una década, por lo tanto, revisemos los siguientes párrafos para estudiar los valores del cooperativismo universal.
“Las cooperativas se basan en los valores de ayuda mutua, responsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad. Sus miembros, emulando la tradición de los fundadores, creen y practican los valores éticos de honestidad, transparencia, responsabilidad social y compromiso con los demás”.
Es la primera vez que la Alianza Cooperativa Internacional se ocupa de los valores precisamente al reformular los principios fundamentales. Y lo hace inmediatamente después de definir a las cooperativas y antes de ocuparse de la nueva enunciación de los principios cooperativos.
En estos pocos renglones se afirma, primero, que las cooperativas se hincan en valores y que ellos, paradójicamente, no son valores materiales, económicos o financieros como pudiera pensarse por tratarse de un negocio y de una empresa, sino de valores éticos como los acabados de citar; segundo, se hace referencia también a los fundadores, los primeros y los posteriores, todos los cuales son reconocidos por “sus contribuciones eminentemente prácticas y, tan importante como su pragmatismo, fue su ética y su moralidad”; tercero, en este texto apretado aparece el decálogo valorativo de la cooperación porque, como se observa, son diez los valores citados por la Alianza y en ellos se pretende compendiar todo el valor del sistema cooperativista, considerado en sus aspectos asociativos y también en los empresariales, y, cuarto, que, como se observa, la ACI repite dos valores, el de la responsabilidad al quedar como compromiso personal y social y el de honestidad y transparencia pues, como sabemos, lo honesto es transparente y lo transparente necesariamente es honesto.
Valores del Cooperativismo.
Ya entrando en materia, nos preguntamos qué es el valor.
Entendemos que el valor es lo que vale y que todas las cosas tienen un valor y pueden ser valoradas en un determinado momento. Esto desde el ángulo del calor material porque desde el ético, que participa de nuestra esencia y cimenta su operatividad, el valor lo tomamos como la idea-fuerza que rige el comportamiento, inspira la vida y gobierna las palabras y las acciones.
El filósofo hispano, Carlos Díaz, nos aproxima al valor asegurando: “Cuanto más cerca está algo de mi corazón, tanto más valioso lo es para mí. Donde yo pongo mi corazón está mi valor. Si yo pongo mi corazón, mi vida y toda mi alma en el dinero, mi valor principal será el dinero”.
Un destacado cooperativista se expresó así en un congreso de ideología cooperativista: “Toda actitud humana tiene una inspiración filosófica. El hombre se comporta ante el mundo en una u otra forma según la concepción que tenga él y de sus relaciones con él; vale decir, según la significación y finalidad que dé a su vida individual y a su proyección social. A estos criterios que inciden a un determinado comportamiento, es a lo que generalmente llamamos valores”.
Otro filósofo, P. H. Kolvenbach proclama convencido: “Valor significa literalmente algo que tiene un precio, que es querido, de mucha estima o que vale la pena. Algo por lo que uno está dispuesto a sufrir, a sacrificarse; algo que es una razón para vivir y, si fuese preciso, morir. Los valores aportan a la vida la dimensión de significar algo para alguien; son los rieles que mantienen el tren en su camino y le facilitan el deslizarse suavemente con rapidez y determinación; los valores proporcionan, motiva, dan identidad a la persona, le ponen facciones, nombre y carácter. Sin valores uno fluctuaría como los troncos en la vorágine de un río turbulento; los valores son algo que ocupa el centro de la propia vida marcando su existencia y su profundidad.
Nuestras cooperativas, cada una de ellas, son asociaciones y sociedades de valores y no sólo de ahorro y préstamo como lo sostenemos con frecuencia y lo exhibimos en nuestros membretes, sino, además de ellos, de valores humanos que nos distinguen y diferencian en la comunidad nacional y de los que a continuación nos ocuparemos con la mayor brevedad posible.
Para acercarnos a los valores mostraremos algunas de sus características y recordaremos algunas definiciones, todas meritorias, aunque no sean reconocidas por todo el mundo precisamente por la dificultad del tema.
Dice el filósofo R. Frondizi: “Resulta sencillo plantear el problema de la naturaleza del valor. La complicación comienza cuando se proponen soluciones, puesto que todas suscitan objeciones que parecen insalvables. ¿Deseamos las cosas porque tiene valor o tienen valor porque las deseamos? Este es el problema principal. Dicho en otras palabras, ¿Conferimos nosotros valor a las cosas porque nos gustan, las deseamos, o tenemos algún interés en ellas o, por el contrario, todas nuestras reacciones se originan en cualidades que se hayan en el objeto y que nosotros percibimos con nuestros sentidos?”
Surgen en este planteamiento las dos grandes corrientes en que para su estudio se ha dividido la Axiología (de axios valor y logros, tratado) también conocida como la Teoría de los Valores o, en un principio, Estimativa.
El subjetivista se pregunta: ¿Puede algo tener valor si nadie lo ha percibido ni puede percibirlo? Resulta impensable algo que tuviera valor sin referencia a ningún sujeto.
La corriente objetivista reconoce que la valoración es subjetiva, eso no implica que el valor lo sea, pues no debe confundirse el valor con la valoración. Esto es así porque los valores dependientes de los objetos y no de los sujetos que sólo se limitan a captar el valor.
Los objetivistas añaden que los argumentos en contra de su tesis no se refieren a los valores sino a los bienes, como cuando se alude a la belleza de un cuadro o a la justicia de un acto, los cuales son bienes, pero no a la belleza o a la justicia que son valores independientes de cualquier bien. A diferencia de los valores, los bienes son imperfectos al no lograr muchas veces encarnar plenamente los valores.
La verdad es que ninguna de las dos corrientes satisface plenamente la comprensión de la naturaleza del valor. Las dos son unilaterales y hasta contradictorias.
El subjetivismo carece de razón porque reduce el valor a una vivencia personal olvidando que si bien el valor existe para el sujeto, éste no es memorable individual sino social, además que los valores requieren de un sustrato material y sensible, inseparable de los valores.
Por su parte el objetivismo tampoco tiene razón porque separa al hombre de los valores; olvida que el hombre, como ser histórico y social, es el creador de los valores y de los bienes en que se plasman. Los valores son creaciones humanas y sólo existen y se realizan en el hombre y por el hombre. Los valores son objetivos, pero su objetividad es humana y social.
Características del valor.
Al reflexionar en las características del valor seguimos en buena parte las lecciones de los maestros Raíl Gutiérrez Sáenz y Gustavo Escobar Valenzuela cuyos textos recomendamos ampliamente. Dice el primero que al estudiar el valor y sus propiedades se encuentran las siguientes características:
- Consiste en que los valores se pueden siempre mencionar por pares. Aun valor positivo corresponde a uno negativo y viceversa: la belleza y la fealdad, la bondad y la maldad, la riqueza y la miseria, la verdad y la falsedad, la virtud y el vicio, etc.
- Consiste en que los valores sólo se dan con toda perfección en su propia esencia. Cuando se encarnan en los seres materiales sólo existen de un modo perfecto. Por ejemplo, la justicia de hecho deja mucho que desear en comparación con la esencia pura de Justicia.
- Consiste en que los valores inclinan hacia sí mismo la atención, las facultades y la voluntad del hombre que los capta. Un objeto o una persona valiosa inmediatamente nos inclinan hacia ellos. El hombre tiene una tendencia natural hacia lo valioso.
- Consiste en que los valores se dan en las cosas o personas (objetos) independientemente de que sean conocidos o no por alguien en particular. Por ejemplo, el valor “utilidad” reside en una máquina de escribir, aunque caiga en manos de unos salvajes analfabetos que desconozcan su uso y, por eso, su utilidad. El valor moral de una persona reside en ella aun cuando otros la juzguen en el sentido opuesto e inclusive, aun cuando el mismo sujeto no sepa valorar su propia actitud honesta.
Esencia del valor.
“La realización de los valores brinda una oportunidad extraordinaria para cimentar el entendimiento entre los hombres más allá de sus diferencias constitucionales y trascendiendo el medio en que se hayan formado, así como el carácter que los determine. La aceptación de los valores es la parte medular en la comprensión social; son el núcleo más importante, más esencial y genuino del hombre, ofrecen la revelación subjetiva de su naturaleza y la manifestación objetiva de su conducta, teniendo como denominador común a la conciencia”.
“El valor es ante todo un elemento de expresión espiritual y la proyección del hombre en sus obras. Vale todo lo que contribuye al desarrollo del hombre, ya sea en el aspecto material o espiritual. Sustancialmente el valor repercute en el progreso, en la continua evolución”.
“Los valores se realizan en actos concretos, en obras que traducen las vivencias del espíritu. Cada una de ellas registra una modalidad específica que consiste en un diverso tipo de valores”.
“Los valores son conceptos amplios sobre aspectos importantes de la vida, los seres humanos y sus relaciones. Estos conceptos amplios funcionan como guías de la conducta personal. Son guías normativas, aprendidas y se expresan en actitudes, predisposiciones y patrones de conductas”.
“Los valores son aquellas características que hacen importante y estimable de suyo una realidad humana. Conforman la cultura de un pueblo dándole su sentido humano. La democracia no es sólo un asunto técnico- político, sino ante todo cultural que requiere de valores, actitudes y compromisos para ser digna de ser vivida; no es un fin en sí misma, sino medio facilitador en la consecución del bien de la comunidad: “Una democracia sin principios se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto como lo demuestra la historia”
Valores Cooperativos.
Reiteramos que la aportación más importante de la Alianza en su formulación de 1995 es precisamente la parte de la Declaración que alude a los valores cooperativos. Porque, como lo indica el concepto, al referirnos a los valores nos ocupamos de lo más valioso del sistema. No de lo accidental sino de lo esencial; no de lo secundario sino de lo primario.
Presento a continuación una breve semblanza de los valores cooperativos.
Ayuda mutua.
Ayudar es auxiliar, socorrer, prestar cooperación a quien lo necesita y, en nuestro caso, que es mutual, es recíproca, o sea, esperando el aporte de los demás porque ya se ha brindado el propio.
La ayuda mutua supone pensar primero en los demás antes que en uno mismo. Por eso se opone a toda forma de egoísmo, el antivalor en que se funda el sistema económico imperante.
Es un hecho que necesitamos siempre de la ayuda de los demás; por eso lo mejor es organizarla y sistematizarla, evitando el despilfarro de recursos y acrecentando los valores que nos son comunes, como la hermandad, la solidaridad y la dignidad humana que nos eleva y significa.
El concepto de la ayuda mutua inspira al resto de los valores y también a los principios de la cooperación. Y esto es así porque hacemos todo por ayudar, por servir, conformando no una economía de lucro sino de servicio.
Responsabilidad.
La responsabilidad como valor moral es la capacidad de respuesta positiva ante un deber asumido.
Según la ACI la responsabilidad deber ser personal pero también social; o sea, se demanda y espera de cada uno de los afiliados, también de la cooperativa como asociación de responsables para trascender e influir en la comunidad y así buscar su transformación y su superación.
En una sociedad de ayuda mutua la responsabilidad se conceptúa como el compromiso ineludible hacia todos los demás y como la reciprocidad esperada del ayudado para corresponder por el servicio recibido.
La responsabilidad es una de las cualidades más buscadas por los empleados y de las más exigibles en los centros educativos. Se pretende que todo mundo cumpla con su deber y al ser llamado a cuentas pueda con entereza responder. Sí, yo fui y aquí estoy para asumir las consecuencias.
Democracia.
Lincoln definió la democracia como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, indicando que tiene él la dignidad y la capacidad suficientes para el autogobierno.
También significa que en la cooperativa votan las personas y no los capitales, reconociendo a cada socio una sola voz y un solo voto en completo régimen de igualdad y de responsabilidad.
La democracia sólo es posible por la educación para escoger a los mejores mandatarios; para supervisar regularmente su actuación y para llamarlos a que rindan cuentas completas, oportunas y satisfactorias.
Igualdad.
La naturaleza se resiste a la igualdad; por eso las distinciones entre las mismas plantas, los mismos animales y entre cada una de las personas.
La igualdad como valor cooperativo establece que nadie puede ser tratado de modo preferente en la cooperativa a pesar de que algunos sean más antiguos como socios; de que desempeñen algún cargo como consejeros o funcionarios; de que cuenten con más bienes económicos personales o, quizá, de que hicieron más aportaciones a la cooperativa.
La igualdad es en derechos y obligaciones y se ejemplifica con la conocida sentencia de “un socio, un voto”.
Equidad.
Entendemos por equidad la “justicia ejercida no según la letra de la ley, sino según un sentimiento de rectitud natural.
Las cooperativas persiguen la aplicación de la justicia, aunque mitigada por la caridad como la recomienda el papado. La Alianza Cooperativa Internacional, sin embargo, prefiere la equidad seguramente por ser más moderada.
En realidad, no hay mucho problema para admitir la sustitución a condición de estar conscientes de que luchamos incruentamente por dar a cada uno lo que le pertenece y lo hacemos por justicia con métodos equitativos.
Solidaridad.
Por solidaridad entendemos la adhesión a la causa de los demás haciéndonos uno con ellos hasta correr una y la misma suerte.
Esto significa que todo cuanto uno haga repercute en los demás, como también a la inversa: lo que los demás hacen o dejen de hacer me afectará ahora o después.
El cooperativismo proclama la solidaridad como un valor ético y puede admitir la definición dada por Juan Pablo II: “Es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos”.
Valores éticos.
Los seis valores anteriores denominados aquí valores cooperativos, bien pueden ser reconocidos como valores básicos de la cooperación para contener la esencia de su doctrina. Pero pueden también llamarse valores humanistas para referirse a la persona humana o, como lo hace la Alianza, valores operacionales, seguramente por iluminar consistentemente las actividades ordinarias de la cooperativa en beneficio de los socios.
Sin embargo, los seis valores ya tocados y los otros cuatro que abordaremos en seguida son valores éticos, independientemente, del apelativo que les demos en nuestro léxico coloquial. Y son valores éticos, primero, porque así lo considera la Alianza; segundo, porque en sí mismos son valiosos (son valores) y como no son directamente históricos, técnicos, estéticos, u otros varios que podrían ser, son los relacionados con el comportamiento humano y, tercero, porque ya desde antes, cuando hablábamos de los principios, dábamos de inmediato un paso adelante y llegábamos a su médula: los valores éticos de la cooperación, entre los que surgían los aquí mencionados aunque con otra redacción.
Honestidad.
La honestidad, como valor cooperativo, está vinculada con la honradez e induce a respetar los bienes ajenos. Se la conoce también como probidad y se opone a cualquier forma de engaño, mentira, fraude o falsedad, aunque tampoco admite las medias verdades, las corruptelas, la estafa o cualquier otra forma de apoderarse de lo ajeno.
El valor honestidad es de aplicación constante en la cooperativa y si fuera de ella es inadmisible la deshonestidad aquí, en el negocio autoposeído, su comisión amerita una corrección severa.
Si un acto o una conducta son honestos puede afirmarse que es transparente, que es clara y diáfana, como que se actúa y comporta con probidad y honestidad, como lo hace el dueño con su propiedad pues no podrá engañarse o perjudicarse a sí mismo.
Transparencia.
Este valor está emparentado con la honestidad y alcanza, por tanto, a todos los cooperadores, sean consejeros, empleados o socios. Aquí, sin embargo, las orientaciones hacia los consejeros por ser los socios de mayor dignidad y calidad, los seleccionados para servir a sus compañeros y quienes de ordinario reflejan la imagen institucional ante propios y extraños.
El consejero vive en casa de cristal, por lo que su comportamiento, de palabra y de obra, se semejará a las paredes. No hará, por tanto, “cosas buenas que parecen malas”, justamente porque, lejos de ser transparente, aparecerá como engaño, falso, mentiroso, o, por lo menos, turbio.
La actitud transparente de un líder requiere de la vigencia de los valores: la veracidad, la sinceridad, la justicia, la claridad, cuya aplicación siempre creciente producirá un ambiente de seguridad, confianza, credibilidad y la deseada garantía de éxito para los socios y su comunidad.
Responsabilidad social.
La ACI parece repetirse con el valor responsabilidad, aunque ahora lo enfoque hacia la sociedad. En realidad, toda responsabilidad (capacidad de respuesta satisfactoria) tiene una exigencia personal para un sujeto con repercusión en los demás.
Este valor guarda mucha relación con el séptimo principio cooperativo “Compromiso con la Comunidad”.
Lo importante aquí es resaltar que un valor ético del cooperativismo es la responsabilidad social y que toda cooperativa tiene una obligación con la sociedad, cuyos problemas, aunque sean macroproblemas, deben ser vistos como propios precisamente por el imperio de este valor ético.
Compromiso con los demás
Este último valor señalado por la Alianza ha sido traducido como el cuidado a los demás o preocupación por los demás. Lo evidente es que está muy relacionado al anterior, tal como la propia Alianza lo recalca al destacar que ambos “emanan del tipo de relaciones que las cooperativas sostienen con sus comunidades”.
Toda cooperación por ser ayuda implica un compromiso con el necesitado porque ella, como lo dice el diccionario, es una relación que evidencia “obligación contraída, palabra dada y fe empeñada”.
El compromiso de la cooperativa es con todos los necesitados. En concreto hay que comprometerse a favor de los niños; el compromiso debe alcanzar a la mujer; la cooperativa debe comprometerse con la juventud; el compromiso de los cooperadores ha de incluir también a la gente de campo; el compromiso debe de extenderse también a los indígenas y debemos comprometernos con los obreros y hacer realidad la razón de ser de la cooperativa impulsar el desarrollo económico, social y el cultural por medio de la cooperación.
Bibliografía.
- Eguía F. y MacPherson, Ian. (2002). Identidad Cooperativa. México.
- (1995). Declaración de la Identidad Cooperativa, Alianza Cooperativa Internacional. Manchester.
Author: Ignacio Rico
Socio fundador de Cooperativa PINOS Especialista en Formación y Desarrollo Reconocido escritor y líder cooperativista