DEFINICIÓN
Una cooperativa se define como una asociación autónoma de personas que se han unido voluntariamente para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes, por medio de una empresa de propiedad conjunta y democráticamente controlada.
Esas personas lo hacen en conjunto pues piensan que juntos -en grupo- obtendrán mejores resultados que si lo hicieran en forma individual.
Esos resultados tienen un impacto no solo en la cooperativa, sino -también en el mediano y largo plazo- en su entorno más inmediato, la(s) comunidad(es) aledañas. Su influencia se hace sentir hacia adentro y hacia afuera.
DESARROLLO COOPERATIVO EN EL MEDIO URBANO
En el medio urbano, la presencia de una cooperativa de ahorro y préstamo, o de consumo, es una de las ofertas, de las muchas que existen, que se ofrecen como parte de los múltiples servicios que existen. Las características cooperativas específicas, su esencia conceptual, pasa prácticamente desapercibida para la mayoría de las personas, o es relevante para un cúmulo pequeño de sus socios(as): es una entidad financiera más, o que sirve para surtir las necesidades de consumo familiares, entre todas las otras opciones que existen, estando todas ellas al alcance de la mano. Quizá tienen algún beneficio económico para sus usuarios, o el de ofrecer, por ejemplo, productos orgánicos, que quizá son el motivo para asociarse. Esta es la realidad, siempre y cuando la cooperativa se limite a ofrecer exclusivamente el servicio específico que la caracteriza. No debería ser así: además de ofrecer los servicios que les dieron origen, deberían llevar a cabo (es probable que muchas lo hagan) una campaña intensa de divulgación entre los y las asociados/as -así como a nivel comunitario- para promover las demás actividades vinculadas a su esencia cooperativa. En el caso de las cooperativas de ahorro y préstamos algunos ejemplos podrían ser: educación para promover la importancia del ahorro, capacitación para manejar finanzas sanas en la familia, divulgación de la idea cooperativa a nivel escolar, el ahorro como instrumento para mejorar el nivel y la calidad de vida invirtiendo en la vivienda, la salud, la educación de adultos, etc. En el caso de las cooperativas de consumo, se puede promover programas para la alimentación adecuada, su impacto en la salud, establecer y promover vínculos con productores cercanos, presentación y promoción de recetas utilizando productos de temporada para mejorar el presupuesto familiar, etc. Estos son solo algunos ejemplos a través de los cuales el impacto de la cooperativa en la familia y en el medio urbano puede marcar la diferencia con otras empresas que ofrezcan los mismos servicios, pero desprovistos de la visión más amplia que debería caracterizar a una cooperativa. Estas actividades reforzarán su Identidad Cooperativa, por un lado, a la vez que cumplirán con su cometido de mantener un equilibrio adecuado entre lo social, económico y ambiental, por otro, promoviendo además actividades de género y relevantes para la juventud, como actualmente recomienda la Alianza Cooperativa Internacional, en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Ambos tipos de cooperativas, tanto de consumo como de ahorro y préstamo, deberían tener objetivos similares en lo relevante a su esencia cooperativa (además de los objetivos de sus actividades específicas). Políticas y estrategias más específicas deberían ser resultado de un análisis muy detallado en cada comunidad: las poblaciones que las integran, cuáles son sus necesidades, nivel económico y social, que servicios y productos específicos necesitan, ubicación geográfica, cercanía con productores, etc.
Respecto a las cooperativas de producción y servicios en el medio urbano, fuera de las que muchas veces políticos están interesados en su fundación y promoción -y no siempre en su fortalecimiento y desarrollo-, deberían partir de una base distinta a la del apoyo externo. Su fortaleza y probabilidades de éxito radica antes que nada en el conocimiento y confianza que existe entre sus integrantes: esto no implica rechazar o no considerar la necesidad de apoyos externos, sino que la base para su constitución debe ser antes que nada su cohesión y compromiso interno con la idea cooperativa. Estas personas se conocen, quizá algunos tienen algún vínculo familiar entre ellos, existen relaciones de amistad, relaciones profesionales, etc. Estos son algunos de los factores que impulsan a algunas personas a formar entre ellos una cooperativa que producirá tal o cual producto o servicio. En México la ley establece que como mínimo se necesitan cinco personas para su conformación. Factores importantes para su supervivencia serán: 1) pensar que juntos puedan solucionar mejor las situaciones que enfrentan que si lo hicieran por separado (definición), y 2) la confianza que existe entre los(as) fundadores(as). Este es un elemento clave en la formación de una cooperativa de producción y servicios. Este elemento, en las cooperativas de ahorro y préstamo o de consumo, existe también, pero de una forma más sutil, más indirecta. En estos casos, el elemento de confianza en la institución, en sus dirigentes, es fundamental, pero no así en los demás socios: en muchos casos, sino en la mayoría -debido al gran número de socios- ni siquiera se conocen unos con otros. En una cooperativa de producción y servicios, las personas están 8 horas -en términos generales- todos los días juntas, cumpliendo su misión. La confianza y las relaciones entre ellos(as) es un elemento fundamental. Con el tiempo los números varían: se integran nuevos socios, quizá se contrate también personal asalariado, etc., y cuando ya se den esos casos, se tomarán las medidas necesarias -con una planificación adecuada- para enfrentarse con el incremento del personal.
Las actividades que las cooperativas desarrollan, y los vínculos humanos y grupales que se van desarrollando, el contacto diario y las funciones que se cumplen, generan como efecto secundario -no obligatoriamente como un objetivo definido de antemano- relaciones entre personas, presentación y discusión de ideas, análisis de situaciones que la cooperativa es el catalizador, no la causa para que se den, sino que simplemente -por su mera existencia- las facilita. La dirigencia cooperativa -sin importar a que actividad ésta se dedique- deberá ser consciente de esta situación para aprovecharla, en distintos aspectos: 1) aprovechando las ideas de todos para mejorar y hacer más efectivos sus productos, servicios y procesos; 2) mantener vivo el espíritu y la democracia cooperativa: 3) difundir la idea cooperativa y formar otras cooperativas en un sentido horizontal -otras cooperativas de base- o en un sentido vertical -escalar el quehacer cooperativo- para agregar otros servicios o productos enriqueciendo su escala de valor, y 4) presentar y fomentar -en el momento adecuado- los ámbitos en los cuales la cooperativa puede participar y contribuir con el entorno, que no son obligatoriamente parte de su quehacer técnico profesional específico, pero que son parte de su concepción social, relevante a mejorar el nivel y calidad de vida (educación, salud, vivienda, jóvenes, sostenibilidad, etc.), de los socios en primer lugar, del personal asalariado y posteriormente del entorno inmediato en la cual está inserta. A mediano o largo plazo, también del entorno más amplio: la cooperativa debería ser capaz -con el tiempo- de transformarse en foco de desarrollo local.
Conviene recordar que la difusión de un mensaje de organización cooperativa, como opción empresarial, ya sea de producción y servicios, ahorro y préstamo o consumo, puede ser asimilada más fácilmente, más naturalmente, en un entorno humano ya acostumbrado a la presencia de una cooperativa en el medio, independientemente de su quehacer específico. En México, la presencia de cooperativas de ahorro y préstamo es fuerte -cuenta incluso con la cooperativa más grande del continente, Caja Popular Mexicana-; sería importante que ésta, y las demás que integran el sector, desarrollen estrategias adecuadas para la difusión de la idea cooperativa donde tienen presencia.
DESARROLLO COOPERATIVO EN EL MEDIO RURAL
Desarrollar cooperativas en el medio urbano y en el medio rural, tiene algunas características parecidas, si bien tiene también algunas diferencias que conviene conocer y tomar en consideración. Si nos referimos a una cooperativa de ahorro y préstamo, o de consumo, hay muchas comunidades en el medio rural donde esas cooperativas probablemente son la única instancia financiera o de consumo existente. Bancos u otros organismos financieros no se encuentran porque no les conviene (su infraestructura es demasiado pesada para que la inversión se justifique). Redes de consumo conocidas en el medio urbano, tampoco tienen presencia en comunidades rurales, porque el tamaño de la población no lo justifica. Si bien en cada país los distintos sectores del quehacer cooperativo se van desarrollando de acuerdo a características históricas, políticas y culturales específicas, podemos decir en términos generales que el sector de ahorro y préstamo es fuerte en el continente americano. Menos fuerte el de producción y servicios, y menos aún el de consumo. Esto no quiere decir que no haya países, como Argentina, por ejemplo, donde el sector de consumo está desarrollado, o el de salud en Brasil.
En el entorno rural, a diferencia del urbano, es probable que personas que integran una cooperativa de ahorro y préstamo -o de consumo- se conozcan entre ellos (la población es pequeña). En esas circunstancias, la cooperativa podría facilitar con más naturalidad la posibilidad -y la conveniencia- de crear otras cooperativas, por un lado, así como la posibilidad y la conveniencia de facilitar actividades y promover iniciativas orientadas al desarrollo social comunitario. En muchas de estas comunidades, la presencia e impacto de la cooperativa es grande y puede tener un peso similar al poder político municipal, o el de la iglesia. En conjunto se pueden plantear, organizar y llevar a cabo políticas, que, si fuese posible planificar y coordinar con otras instancias comunitarias importantes, podrían llegar a tener un peso relevante en el quehacer comunitario y que influya en su bienestar. Es ahí donde su impacto es –o puede ser- muy grande. En ese medio, la cooperativa es de hecho, la única organización con una concepción clara de lo que es desarrollo integral y bienestar humano. Puede ser un factor de cambio y transformarse en un foco de desarrollo económico, social y ambiental, local y quizás regional.
Si queremos incrementar el impacto económico y social comunitario local de una cooperativa de ahorro y préstamo, debemos enfatizar antes que nada a la cooperativa, fortalecer su funcionamiento como institución financiera cooperativa, que implica:
- todos los requisitos técnico profesionales de una instancia financiera, y
- el fortalecimiento de su Identidad Cooperativa, es decir, aclarar con los socios(as), ¿cuál es la diferencia entre una cooperativa y un banco?; ¿qué acciones concretas caracterizan a las cooperativas de ahorro y préstamo?, ¿los(as) socios(as) cooperativos han pasado inducción cooperativa antes de ser socios/as?, ¿son conscientes de que implica ser socio(a)?, ¿la cooperativa cumple otras funciones además de la de administrar el dinero de sus socios?, ¿cuáles?, etc.
Estas son algunos de los puntos que conviene aclarar y definir con los socios/as. Escuchar sus opiniones y tomarlas(os) en cuenta para definir recomendaciones que deberían ser objeto de análisis y decisiones estratégicas en las asambleas de la cooperativa.
Lo mismo puede decirse de una cooperativa de consumo, con las adecuaciones necesarias, cuando pasamos de ahorro y préstamo a consumo (aclarar con los socios por ejemplo las diferencias entre un Walmart y una cooperativa de consumo).
Esas preguntas son importantes en cualquier medio -urbano o rural- y los socios(as), en ambos casos, deberían tener muy claras las respuestas, y cuál es su posición frente a ellas. De cualquier forma, ellas revisten un carácter más agudo en el medio rural, porque ahí -como ya dijimos previamente- la cooperativa quizá es la única instancia financiera, o de consumo, presente. Su impacto puede ser mucho más decisivo, al no haber otra instancia que presente un mensaje real de cambio, una opción alternativa a la realidad presente. El mensaje cooperativo puede ser más efectivo al llevarse a cabo por integrantes de la propia comunidad. Estas personas saben cuáles son los temas importantes para ellos, que les afecta; sus propuestas responden a necesidades sentidas (no obligatoriamente todas son realizables, algunas responderán quizá a necesidades o situaciones personales o políticas que poco tienen que ver con necesidades o problemas comunitarios reales); el lenguaje que utilizan es real, el de su vida diaria; los ejemplos que pueden presentar son verdaderos; se referirán a casos específicos para fortalecer sus argumentos, de una forma tal que solo alguien de adentro puede saber, lo que los transforma en más vívidos y efectivos. Las personas que trabajen con estos grupos deberán ser muy sensible al lenguaje, a como hablar con ellos, lo que puede ser una excelente oportunidad para elaborar un plan de acción de desarrollo social comunitario (*).
Es muy difícil establecer generalidades para las cooperativas de producción y servicios en comunidades rurales y que sean relevantes para varios países: hay cooperativas grandes y exitosas, junto con cooperativas pequeñas, enfrentando, quizá frecuentemente, situaciones al borde de la supervivencia. En todos los países encontraremos ejemplos relevantes. De cualquier forma, las cooperativas cuya situación lo permita, deberían llevar a cabo actividades orientadas al desarrollo social de la comunidad a la cual pertenecen, y más adelante, en la medida de sus posibilidades, en las comunidades de su entorno (**).
CONCLUSIÓN
Lo que es importante resaltar es que todas las cooperativas, grandes o chicas, en el medio rural o en el urbano, deben tener claro su esencia, es decir, su Identidad Cooperativa, de acuerdo a lo que establecen los Principios y Valores Cooperativos. Todas las cooperativas surgen en un entorno particular, con personas determinadas; cada cual, con su historia personal, familiar y comunitaria. Cada cooperativa en cierto sentido es un mundo aparte, singular, único. La unidad de todo ese mundo tan variado está en su concepción similar: los Principios y los Valores. Esto facilita la clasificación de cooperativas, la creación de categorías, la elaboración de recomendaciones y el diseño de modelos con sugerencias, qué si bien son generales, para implementarlas es necesario no solo su adopción, sino fundamentalmente su adaptación, es decir cómo aplicar en ese caso específico, en esa situación particular, una recomendación general. Lo mismo aplica a los países: cada uno tiene una legislación diferente, la historia de cada uno de ellos es particular, así como sus tradiciones, instituciones políticas y cultura. En estas líneas nos referimos a elementos generales relevantes a cualquier cooperativa, urbana o rural, independientemente del país donde desarrolle su actividad, sea ésta cual sea.
La dirigencia cooperativa (el Concejo de Administración o el de Vigilancia, sus presidentes, los encargados de las Comisiones, o cualquiera de los líderes cooperativos con peso político suficiente) debería ser el factor que impulse la importancia de aplicar los Valores y Principios Cooperativos en la vida diaria de la cooperativa, a través de su aplicación en las políticas, estrategias y decisiones que ésta adopte.
La esencia de la concepción cooperativa es mantener un equilibrio entre la actividad económica, la social y la ambiental. Ese equilibrio está orientado a mejorar la calidad y el nivel de vida de sus integrantes y de la comunidad. Se podrá conseguir si mejoramos nuestra capacidad económica y su viabilidad futura, pero orientando ésta a mejorar nuestra educación, salud, vivienda, medio ambiente, vivencia democrática, etc. (que en su conjunto implican desarrollo). Este proceso tiene que ser planificado, organizado, dirigido y gestionado simultáneamente desde “arriba hacia abajo y desde abajo hacia arriba” (por eso mencionábamos más arriba la necesidad de un(a) líder cooperativo, alguien con peso político, con autoridad, -puede ser una o más personas-, para iniciar e impulsar el proceso, con la dirigencia y la participación activa de las bases).
Para llevarlo a cabo, es necesario conocer las necesidades sentidas de los cooperativistas -además de servicios financieros y/o de consumo-, ¿qué otras necesidades existen? Este proceso será muy diferente si se trata de una cooperativa de producción y servicios (número pequeño de personas que seguramente durante el proceso de conformación de la cooperativa ya analizaron ese tema), a diferencia de una cooperativa de ahorro y préstamo o de consumo, donde por su propia naturaleza ese conocimiento mutuo es menor. En una etapa posterior, se llevará a cabo algo parecido con la comunidad: en ambos casos hay diferencia entre las necesidades sentidas y las reales. En ambos casos hay que recordar que una cooperativa no es el gobierno, no debemos despertar falsas expectativas; que expectativas son las que la cooperativa puede enfrentar, o, por otro lado, puede quizá ser el factor que inicie, despierte, que sugiera al gobierno -local, estatal, federal- la conveniencia -o necesidad- de tomar cartas en el asunto. A veces en ausencia de iniciativa gubernamental, la cooperativa es el único factor interesado, y en consecuencia lidera –dentro de sus posibilidades- la implementación de estos proyectos.
Esto implica entender en profundidad el sentido y la intención de los Valores y Principios Cooperativos. No alcanza saberlos recitar de memoria, dar una conferencia sobre ellos o tenerlos en un cuadro colgado en una pared en nuestra oficina, sino cuál es su sentido, cuál es su impacto en nuestra actividad, forma de pensar, en nuestra conducta: cómo llevarlos a la práctica en nuestra vida cotidiana como cooperativistas, a pesar de las limitaciones y con las dificultades que podemos encontrar al tratar de implementarlos.
La cooperativa, de acuerdo a sus posibilidades, puede realizar una identificación de necesidades reales y sentidas con sus socios(as) y posteriormente en la comunidad, y llegar a la conclusión que en uno de los dos casos -o en ambos, no obligatoriamente al mismo tiempo- puede liderar un proyecto de promoción de la juventud, o de fortalecimiento de la infraestructura, o de equidad de género, o cuidado ambiental, de salud, educación, etc., y promover un plan de intervención. Ese plan debe ser expuesto, explicado y promovido de tal forma, que los(as) socios(as) -posteriormente la comunidad- sean los responsables de ponerlo en práctica, si bien la cooperativa tendrá la función de organizar y promover la iniciativa, asesorar, acompañar y orientar su ejecución, con responsabilidades compartidas.
Esta actividad requerirá de una campaña política-formativa-educativa muy bien diseñada, con una estrategia adecuada de implementación y una campaña de difusión muy bien pensada. El objetivo es que tanto los socios(as) como la comunidad se empiecen a familiarizar con la idea que la cooperativa no es solamente una empresa que produce un artículo, provee un servicio, administra dineros o provee necesidades de consumo, con toda la importancia que todas estas actividades tienen. La cooperativa es algo más. Esa es nuestra Identidad Cooperativa, tal como nos orientan los Principios y Valores Cooperativos. Cada cooperativa deberá orientar su quehacer de acuerdo a sus posibilidades y prioridades, considerando las características especiales de sus socios(as) y de las comunidades. En este último punto, el 7° Principio Cooperativo es particularmente relevante.
El análisis de estos planteamientos requiere considerar muchos aspectos del quehacer interno de la cooperativa, y entre otros, el aspecto formativo-educativo y de capacitación (5° Principio). Estos procesos en las cooperativas son varios y se dan en distintos niveles.
Para todas las cooperativas -sin considerar el giro al que se dediquen- hay un patrón que mide, 1) su éxito financiero, y 2) en comparación con los resultados del año anterior, cuáles son los resultados de este año. Si la administración y las finanzas están correctamente organizadas el resultado es claro. Puede haber discusiones respecto a las causas que los motivaron, pero no respecto al resultado. Las cosas son menos claras, respecto a su conducta como cooperativa. Si bien existe un instrumento, el Balance Social Cooperativo -diseñado expresamente para revisar ese aspecto- no todas las cooperativas lo aplican. Por lo tanto, la conducta cooperativa, sigue estando en un ámbito no del todo definido, lo que se presta a diferentes interpretaciones. En esos casos, cada cooperativa presentará lo que considere necesario de acuerdo a su visión, su situación, sus posibilidades y sus prioridades. Esta podría ser una de las causas que conducen al debilitamiento del movimiento cooperativo, es decir, cooperativas empiezan a perder paulatinamente la noción de equilibrio que tiene que ser la base de su quehacer integral, y comienzan a dar más peso a uno de los elementos que constituyen la tríada, ya sea el social, el económico o el ambiental (y a veces también el personal). Si a eso se le agrega la dificultad que se origina por malas prácticas de distintos tipos, el peligro que acecha es grande, y de ahí la importancia de la educación cooperativa continua, tanto en el aspecto técnico-profesional como en el conceptual.
La Cooperativa Pinos puede ser uno de los elementos que contribuya a fortalecer los vínculos y la comunicación entre las bases y la dirigencia cooperativa, así como entre éstas y su entorno comunitario, en aras de mantener viva y pujante la tradición que caracteriza a nuestro movimiento.
(*) Podemos proponer un programa de intervención cooperativa de desarrollo comunitario sostenible.
(**) También en este punto podemos contribuir a la elaboración y puesta en práctica de políticas y estrategias de desarrollo social comunitario cooperativo integral, de acuerdo a las características locales en cada comunidad.

Author: Dov Orian
Aliado de PINOS, Consultor Independiente, Experto en cooperativismo y Economía Social.