Cooperativas grandes y pequeñas frente al reto de la identidad, la eficiencia y los beneficios reales para sus socios
Por Ramón Imperial Zúñiga
En el cooperativismo, el debate sobre el tamaño no es solo una cuestión de números: es una discusión sobre identidad, eficiencia y beneficios reales para los socios. ¿Una cooperativa pequeña es siempre más auténtica? ¿Una grande es necesariamente más eficiente? ¿Importa cuántos socios hay si, al final, no reciben los beneficios que justifican su participación?
Durante décadas, se ha idealizado la imagen de la cooperativa “de verdad” como aquella donde todos se conocen, se forman y deciden de manera cercana. Pero la realidad demuestra que ser pequeño no garantiza apego a los principios, así como ser grande no implica renunciar a ellos. Existen cooperativas de trabajo asociado o de pescadores que, aunque pequeñas, carecen de programas de formación o mecanismos democráticos activos. Y también hay gigantes de ahorro y crédito o consumo que, gracias a sus economías de escala, logran invertir en educación, participación y servicios de alto valor para sus socios.
El verdadero dilema no es el tamaño en sí, sino cómo cada cooperativa gestiona su identidad cooperativa, su capacidad operativa y los beneficios que entrega a sus miembros.
La pregunta entonces es inevitable: ¿qué pesa más, el número de socios o la capacidad de los dirigentes para mantener la esencia cooperativa, operar con eficiencia y devolver valor real a quienes confían en ella?
Más allá del número de socios, lo que realmente importa
Hablar del tamaño de una cooperativa siempre despierta pasiones. Para algunos, una cooperativa pequeña representa la esencia misma del movimiento: relaciones cercanas, decisiones participativas y un fuerte sentido de comunidad. Para otros, las grandes cooperativas son las que realmente logran incidir en la economía, generar empleos, ofrecer servicios competitivos y construir bienestar colectivo. Pero ¿es tan simple como elegir entre lo pequeño y lo grande?
El cooperativismo es tan diverso como sus sectores. Una cooperativa de trabajo asociado o de pescadores difícilmente rebasará los cientos de socios, no porque carezca de ambición, sino porque su modelo productivo y sus procesos operativos no permiten una estructura masiva. En cambio, una cooperativa de ahorro y crédito o de consumo puede y, en muchos casos, debe crecer hasta miles o incluso millones de socios para lograr economías de escala y ofrecer productos financieros o bienes de calidad a precios competitivos.
Sin embargo, el tamaño no lo es todo. Tres factores deberían ser el verdadero punto de análisis:
- Apego a la identidad cooperativa: ¿Se promueven la democracia interna, la participación y los valores cooperativos, sin importar si hay 50 o 500,000 socios?
- Eficiencia operativa y económica: ¿La estructura permite tomar decisiones ágiles, prestar buenos servicios y ser sostenible financieramente?
- Beneficios reales para los socios: ¿Los miembros reciben valor tangible –servicios de calidad, oportunidades de participación, educación cooperativa– que justifique su permanencia?
En este artículo debatiremos los mitos y realidades del tamaño cooperativo, presentando casos donde ser pequeño no garantizó identidad, donde ser grande fue sinónimo de eficiencia y fortalecimiento cooperativo, y donde el crecimiento terminó alejando a los socios.
Al final, la pregunta que debemos hacernos no es “¿cuál es el tamaño ideal?”, sino “cómo lograr que, sin importar el tamaño, las cooperativas cumplan su misión de generar bienestar colectivo”.
- ¿El tamaño define la identidad y la eficiencia? Mitos y realidades
El cooperativismo está lleno de frases que, con el tiempo, se convierten en dogmas. Una de ellas es que “las cooperativas auténticas son pequeñas”, porque solo así se garantiza la participación democrática y el apego a los valores. Otra, igualmente peligrosa, es la idea de que “una cooperativa grande siempre es más eficiente” porque puede generar economías de escala y competir con las empresas tradicionales. Ninguna de estas afirmaciones es totalmente cierta.
Identidad: ni lo pequeño es garantía ni lo grande es pecado
El tamaño no asegura el apego a los principios cooperativos. Una cooperativa de 50 socios puede ser tan distante y burocrática como una de 500,000 si no existen programas de formación ni mecanismos reales de participación. De hecho, se han visto pequeños grupos donde las decisiones quedan en manos de un puñado de directivos, con socios que apenas entienden su rol como dueños.
Por otro lado, hay grandes cooperativas que han demostrado que la identidad puede fortalecerse con el crecimiento. Cooperativas de ahorro y crédito en América Latina han invertido en educación masiva, programas de participación digital y campañas de identidad cooperativa que alcanzan a miles de socios.
Eficiencia: el tamaño puede ser un arma de doble filo
Las grandes cooperativas suelen ser más eficientes en términos económicos porque logran negociar mejores precios, reducir costos operativos y ofrecer servicios más competitivos. Sin embargo, esta eficiencia puede volverse un problema si se traduce en procesos excesivamente centralizados y burocráticos.
En contraste, las pequeñas cooperativas suelen ser ágiles en la toma de decisiones y en la atención personalizada, pero muchas veces carecen de recursos para profesionalizar su gestión, lo que las vuelve vulnerables en mercados cada vez más exigentes.
Beneficios reales para los socios: la verdadera medida del éxito
El tamaño solo tiene sentido si se traduce en valor tangible para los socios. Una cooperativa grande que ofrece servicios financieros accesibles, educación constante y participación efectiva está cumpliendo su propósito. Una pequeña que fomenta la solidaridad local, mejora la calidad de vida de sus miembros y genera arraigo comunitario también lo está haciendo bien.
El problema es cuando el tamaño, grande o pequeño, no se refleja en beneficios concretos, dejando a los socios como meros espectadores o clientes pasivos.
Entonces, la pregunta clave no es “¿cuántos socios tiene?”, sino “¿cómo utiliza sus recursos y estructura para ser fiel a su identidad, operar con eficiencia y generar bienestar real para sus miembros?”
- Pequeñas pero sin identidad: el problema también está abajo
Existe una creencia arraigada en el cooperativismo: “lo pequeño es sinónimo de auténtico”. Sin embargo, la realidad demuestra que muchas cooperativas pequeñas carecen de identidad cooperativa, no son eficientes y aportan escasos beneficios reales a sus socios. El problema no es exclusivo de las grandes organizaciones; también en las más pequeñas se encuentran serias debilidades que ponen en riesgo su esencia.
Identidad: la cercanía no siempre garantiza participación
Es común pensar que, en una cooperativa pequeña, todos se conocen, participan activamente y comprenden los principios cooperativos. Pero en muchos casos esto no ocurre. Hay cooperativas de productores, pescadores o artesanos donde los socios solo acuden a las asambleas por compromiso, sin conocer a fondo su papel como dueños y gestores.
La ausencia de programas de formación cooperativa es una de las principales causas. ¿De qué sirve tener 30 socios si ninguno entiende la importancia de la democracia interna, el control social o la solidaridad mutua? La falta de educación es un problema transversal que afecta a todas las cooperativas, sin importar el número de socios.
Eficiencia: vulnerabilidad por falta de profesionalización
Las pequeñas cooperativas suelen ser ágiles en la toma de decisiones, pero muchas carecen de procesos formales, planificación estratégica o recursos humanos capacitados. Esta falta de profesionalización las vuelve frágiles frente a la competencia, los cambios del mercado o las crisis económicas. El mito de que “la buena voluntad basta” sigue presente en muchos sectores, lo que limita su capacidad para generar servicios de calidad o asegurar su sostenibilidad a largo plazo.
Beneficios reales: cuando el tamaño reducido no se traduce en bienestar
Una cooperativa puede ser pequeña y cercana, pero si no mejora la calidad de vida de sus socios, está fallando en su misión esencial. Beneficios como precios justos, acceso a mercados, capacitación técnica o financiamiento solidario suelen estar ausentes en muchas organizaciones pequeñas que operan casi de manera informal.
Al final, el tamaño reducido no es excusa para no generar valor. Una cooperativa con pocos socios debería ser capaz de ofrecer ventajas significativas a cada uno, precisamente por su cercanía y facilidad de comunicación.
El problema, entonces, no es el número de miembros, sino la falta de visión y compromiso para construir identidad, profesionalizar la gestión y ofrecer beneficios tangibles, incluso en estructuras pequeñas.
- Grandes y fieles a sus principios: cuando crecer fortalece la identidad
El crecimiento no es sinónimo de pérdida de identidad. Aunque existe el riesgo de burocratización en grandes cooperativas, hay ejemplos inspiradores que demuestran que una estructura masiva puede ser una fortaleza para consolidar los principios cooperativos, mejorar la eficiencia y entregar beneficios reales a los socios.
Identidad: usar los recursos para educar y participar
Algunas grandes cooperativas han convertido su volumen en una oportunidad para reforzar la identidad cooperativa. Cooperativas de ahorro y crédito en América Latina, por ejemplo, han creado verdaderas escuelas internas, ofreciendo cursos masivos de educación financiera y cooperativa, no solo a sus socios, sino también a sus familias y comunidades.
En estos casos, los principios de educación y participación se amplifican gracias a los recursos disponibles. Plataformas digitales, boletines, asambleas virtuales y programas de voluntariado son herramientas que, bien gestionadas, permiten mantener el contacto con miles de socios. ¿No es acaso una prueba de que crecer puede ser una forma de multiplicar la conciencia cooperativa?
Eficiencia: economías de escala al servicio de la misión social
El tamaño puede ser una ventaja competitiva. Grandes cooperativas de consumo o salud han logrado negociar mejores precios, invertir en tecnología y profesionalizar a su personal gracias a las economías de escala. Cuando esta eficiencia se alinea con los valores cooperativos, los resultados son notables: servicios de alta calidad, acceso a productos asequibles y capacidad para resistir crisis económicas. La clave está en que la eficiencia no se convierta en un fin en sí mismo, sino en un medio para servir mejor a los socios.
Beneficios reales: devolver valor tangible a los miembros
Las grandes cooperativas que mantienen su esencia son aquellas que devuelven beneficios claros y perceptibles a sus socios. Dividendos equitativos, servicios complementarios (salud, educación, asistencia técnica) y oportunidades de participación en proyectos comunitarios son ejemplos concretos. Cuando los socios perciben estos beneficios, no importa si son 50, 500 o 500,000: se sienten parte de algo que los mejora como individuos y como comunidad.
El reto, entonces, no es evitar el crecimiento, sino garantizar que cada nuevo socio sea incorporado a una cultura cooperativa activa, reciba educación adecuada y perciba que su participación tiene impacto.
- Cuando crecer aleja a los socios: riesgos y síntomas de desmutualización
El crecimiento, aunque deseable en muchos casos, no siempre es sinónimo de éxito cooperativo. Cuando una cooperativa pierde el contacto con sus socios y se aleja de su misión, el tamaño se convierte en un obstáculo. Este fenómeno, conocido como desmutualización, es uno de los mayores riesgos para las cooperativas grandes que priorizan la expansión sobre su identidad.
Identidad: socios convertidos en clientes
El síntoma más evidente de desmutualización es cuando los socios dejan de verse como dueños y comienzan a comportarse como simples clientes. Esto ocurre cuando la toma de decisiones se vuelve tan compleja que la participación democrática se limita a unos pocos representantes, mientras la mayoría permanece indiferente.
En algunas grandes cooperativas, las asambleas se han convertido en meros trámites, sin debate real ni formación previa. ¿Puede llamarse cooperativa a una organización donde miles de socios no entienden ni influyen en las decisiones que afectan su propio patrimonio?
Eficiencia: burocracia que sofoca la agilidad
El crecimiento descontrolado puede generar estructuras pesadas y burocráticas. Procesos lentos, decisiones centralizadas y jerarquías rígidas terminan alejando a los socios, quienes perciben a la cooperativa como una institución lejana, similar a un banco o una empresa tradicional.
La eficiencia, en lugar de mejorar, se ve comprometida cuando las decisiones se toman con criterios más empresariales que cooperativos, priorizando indicadores financieros por encima de los valores sociales.
Beneficios reales: cuando los números no se traducen en bienestar
Algunas cooperativas grandes han caído en la trampa de presumir su número de socios, su monto en Activos Totales o su volumen de operaciones como sinónimo de éxito, olvidando que el verdadero objetivo es generar beneficios tangibles para cada miembro. Si el crecimiento no se traduce en mejores servicios, precios justos, programas educativos o desarrollo comunitario, entonces solo es expansión vacía.
En estos casos, los socios terminan preguntándose: “¿para qué sigo siendo parte de esta cooperativa si obtengo lo mismo que en cualquier empresa tradicional?”
El desafío no es evitar el crecimiento, sino garantizar que cada nuevo socio se integre a una cultura participativa, reciba educación cooperativa y perciba beneficios claros. De lo contrario, el tamaño puede convertirse en el principio del fin de la identidad cooperativa.
- El verdadero factor decisivo no es el tamaño, es convicción y liderazgo cooperativo
Después de analizar los mitos y realidades de las cooperativas grandes y pequeñas, la conclusión parece inevitable: el tamaño no es el verdadero factor decisivo; lo que define el éxito cooperativo es la convicción de sus dirigentes y gerente, el liderazgo que ejercen para mantener viva la esencia cooperativa, operar con eficiencia y generar beneficios reales para los socios.
Identidad: líderes que inspiran y educan
La identidad cooperativa no surge por inercia; se construye día a día con acciones concretas. Los líderes cooperativos, directivos y gerentes, son los primeros responsables de impulsar programas de educación, participación y transparencia, sin importar cuántos socios haya.
Un dirigente convencido de los valores cooperativos puede lograr que 50 personas participen activamente en cada decisión o que 500,000 comprendan, a través de plataformas digitales y encuentros periódicos, el significado real de ser dueños de su cooperativa.
La pregunta es: ¿cuántos líderes están realmente comprometidos con educar y motivar a sus socios, y cuántos se limitan a administrar como si dirigieran una empresa cualquiera?
Eficiencia: gestión profesional al servicio de los principios
La convicción también se traduce en gestión profesional y planificación estratégica. Un liderazgo cooperativo auténtico entiende que la eficiencia no está reñida con la solidaridad. Invertir en tecnología, capacitar al personal, mejorar procesos y buscar economías de escala son decisiones que, bien orientadas, potencian el impacto social de la cooperativa.
El reto está en no caer en la tentación de priorizar únicamente los resultados financieros; el objetivo siempre debe ser servir mejor a los socios, no acumular utilidades.
Beneficios reales: líderes que devuelven valor tangible
El liderazgo cooperativo se mide, finalmente, en la capacidad de transformar recursos en beneficios concretos para los miembros. Desde acceso a mejores precios y servicios de calidad, hasta formación, oportunidades de participación y proyectos comunitarios, los socios necesitan percibir que su cooperativa les ofrece algo más que cualquier empresa convencional.
Un líder creativo y comprometido encuentra formas de generar estos beneficios incluso en las cooperativas más pequeñas, mientras que un dirigente indiferente puede desperdiciar el enorme potencial de una gran organización.
El verdadero debate, entonces, no debería centrarse en el número de socios, sino en formar dirigentes con la convicción y la visión necesarias para mantener viva la esencia cooperativa, sin importar el tamaño.
- ¿Existe un tamaño ideal? Un debate abierto y sectorizado
La pregunta parece inevitable: ¿existe un tamaño óptimo para las cooperativas? La respuesta, aunque incómoda para quienes buscan recetas universales, es no. No hay un número mágico de socios que garantice identidad, eficiencia o beneficios reales.
El “tamaño ideal” depende, más bien, de la naturaleza del sector, de su modelo operativo y, sobre todo, de la capacidad de liderazgo para gestionar los principios cooperativos.
Identidad: el tamaño óptimo es el que permite mantener cercanía y participación
En cooperativas de trabajo asociado, pescadores o productores agrícolas, el tamaño reducido no es una elección romántica, sino una consecuencia lógica de su operación: los procesos productivos requieren coordinación directa, y una membresía masiva sería inmanejable. En estos casos, mantener estructuras pequeñas favorece la participación activa y la cohesión de los socios.
Por el contrario, en cooperativas de ahorro y crédito, salud o consumo, un número reducido de miembros limitaría su capacidad para competir y ofrecer servicios. Aquí, el tamaño puede y debe ser grande, siempre que existan mecanismos de educación y comunicación que mantengan viva la identidad.
Eficiencia: cada sector tiene su propio punto de equilibrio
El tamaño ideal también depende de la eficiencia operativa. Una cooperativa agrícola con 50 socios puede ser altamente efectiva si logra coordinar bien sus actividades y acceder a mercados locales. Una de consumo con el mismo número de socios sería inviable, pues no alcanzaría economías de escala ni capacidad de negociación con proveedores.
Así, el desafío no es crecer o mantenerse pequeño, sino encontrar el punto de equilibrio entre capacidad operativa y sostenibilidad financiera.
Beneficios reales: el tamaño que asegura valor tangible
El tamaño ideal, en última instancia, es aquel que permite maximizar los beneficios para los socios. Si una cooperativa grande no logra devolver valor tangible, su expansión carece de sentido; si una pequeña no mejora la calidad de vida de sus miembros, tampoco está cumpliendo su misión.
La pregunta polémica es: ¿deberían las cooperativas establecer recomendaciones sectoriales sobre tamaño para garantizar impacto y participación, o todo debe depender del liderazgo y la creatividad interna?
La respuesta sigue abierta, pero algo es claro: el tamaño es solo un medio, no un fin. Lo importante es que cada cooperativa, sea cual sea su dimensión, tenga la capacidad de ser fiel a su identidad, operar eficientemente y generar verdadero bienestar.
- Creatividad y tecnología: aliados para mantener la identidad sin importar el tamaño
El tamaño de una cooperativa, grande o pequeño, no debería ser un pretexto para perder identidad, operar con ineficiencia o dejar de generar beneficios reales. Hoy, más que nunca, la creatividad directiva y el uso inteligente de la tecnología son las claves para superar los retos que el crecimiento o la pequeñez imponen.
Identidad: educación y participación en la era digital
La tecnología ofrece oportunidades inéditas para fortalecer la identidad cooperativa, incluso en organizaciones con miles de socios dispersos geográficamente.
- Plataformas virtuales de educación cooperativa pueden llegar a todos los miembros, desde videos cortos explicativos hasta cursos completos en línea.
- Asambleas híbridas permiten que socios de zonas alejadas participen, voten y expresen sus opiniones en tiempo real.
- Aplicaciones móviles pueden enviar contenidos educativos, noticias sobre la cooperativa e incluso encuestas para conocer la opinión de los socios.
¿No sería este un camino efectivo para asegurar que, sin importar el tamaño, cada socio comprenda y viva los principios cooperativos?
Eficiencia: tecnología al servicio de una gestión ágil
Las herramientas digitales también ayudan a mejorar la eficiencia operativa. Sistemas de gestión integrados, control financiero automatizado y plataformas de atención al socio pueden reducir costos, agilizar trámites y liberar recursos para programas educativos o sociales.
El reto está en no usar la tecnología solo para “administrar mejor”, sino para servir mejor: cada innovación debe evaluarse con la pregunta “¿esto mejora la vida de nuestros socios?”.
Beneficios reales: nuevas formas de devolver valor
La creatividad también es clave para diseñar beneficios que los socios perciban como valiosos. Algunas cooperativas han implementado:
- Programas de recompensas solidarias (descuentos, puntos o bonificaciones por participación activa).
- Plataformas de comercio justo en línea, conectando a pequeños productores con consumidores cooperativistas.
- Espacios virtuales de networking cooperativo, fomentando alianzas y proyectos entre los propios socios.
En un mundo cada vez más interconectado, el tamaño deja de ser una limitante cuando la creatividad y la tecnología se ponen al servicio de la esencia cooperativa.
El desafío no es “ser pequeño para mantener identidad” ni “ser grande para ser competitivo”, sino ser innovador para que cada socio, sin importar cuántos sean, sienta que pertenece a algo que le genera valor real.
Más allá del tamaño, el verdadero reto cooperativo
El debate sobre el tamaño de las cooperativas no puede reducirse a un dilema entre lo pequeño y lo grande. Ni la cercanía de un grupo reducido ni la magnitud de una organización masiva garantizan, por sí mismas, la esencia cooperativa. Lo que realmente importa es la capacidad de cada cooperativa para mantener viva su identidad, operar con eficiencia y generar beneficios reales para sus socios.
El tamaño puede ser una oportunidad o un riesgo. Las pequeñas cooperativas tienen el potencial de construir lazos cercanos y decisiones participativas, pero muchas carecen de programas educativos y estructuras eficientes. Las grandes pueden lograr economías de escala e invertir en formación y servicios de calidad, pero corren el peligro de caer en la burocracia y alejar a sus socios.
El verdadero reto, entonces, no es medir cuántos miembros tiene una cooperativa, sino qué tan fuerte es su cultura cooperativa, qué tan profesional es su gestión y cuánto valor entrega a cada socio.
La conclusión es clara: no hay un tamaño ideal universal, solo hay cooperativas bien o mal gestionadas. Con creatividad, liderazgo y tecnología, cualquier cooperativa —grande o pequeña— puede ser un ejemplo de democracia, eficiencia y solidaridad.
La pregunta que queda abierta es incómoda, pero necesaria: ¿están nuestros dirigentes cooperativos preparados para liderar con visión y compromiso, o seguiremos culpando al tamaño de nuestros propios errores?
Invitación y llamado a la acción: El debate sigue abierto… ¿y tú qué opinas?
El cooperativismo necesita menos excusas y más compromiso. Culpar al tamaño de nuestras cooperativas —grande o pequeño— es el argumento fácil, pero lo verdaderamente difícil es asumir la responsabilidad de construir organizaciones con identidad sólida, eficientes y que entreguen beneficios reales a sus socios.
Si formas parte de una cooperativa, te invito a hacerte estas preguntas:
- ¿Conoces realmente tus derechos y deberes como socio, o te comportas como un cliente más?
- ¿Tu cooperativa te educa, te escucha y te permite participar en las decisiones, o solo te ve como un número en su balance?
- ¿Recibes beneficios tangibles que justifiquen tu confianza en ella?
Y si eres directivo o gerente cooperativo:
- ¿Estás formando a tus socios para que sean dueños responsables, o prefieres mantenerlos pasivos?
- ¿Usas la tecnología y la creatividad para fortalecer la identidad y devolver valor real, o te escudas en la “falta de recursos” o en el “exceso de socios” para no innovar?
El cooperativismo no necesita ser pequeño para ser auténtico ni grande para ser competitivo. Necesita líderes y socios comprometidos.
Ahora te toca a ti:
👉 ¿El tamaño de tu cooperativa es una fortaleza o una excusa?
👉 Comparte tu opinión en los comentarios. Cuéntanos casos, ejemplos, aciertos o fracasos.
El debate sigue abierto, y cada experiencia cuenta para construir un cooperativismo más crítico, creativo y fiel a sus principios.

Author: Ramón Imperial Zúñiga
Socio fundador de Cooperativa PINOS y la Academia online 5to-Principio, Consultor en Cooperativismo y ESS especialista en Estrategia y Gobernanza, Reconocido escritor con 40 años de experiencia internacional en liderazgo cooperativo.
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En resumen, el objetivo de una cooperativa es mejorar el nivel de vida del asociado, no es un fin en sí mismo. Si no logra mejorar la condición de vida de sus asociados no tiene razón de existir, se convierte en una empresa como cualquier otra.
Por eso el tema del tamaño depende del sector en el cual desarrolle su actividad, de como surge, etc. etc., pero es obvio que en una cooperativa de trabajo asociado en principio el asociado es más participativo porque contribuye con su trabajo y le interesa mantener su fuente de trabajo y por tanto la probabilidad de que la identidad cooperativa se fortalezca es mayor.
Pero como en todo,por supuesto pueden existir cooperativas de trabajo asociado mal gestionadas y controladas por un pequeño grupo.
Ahora, es cierto y evidente que no existe un número ideal que deban tener las cooperativas porque como tu bien lo dices esto depende de muchos factores.
Saludos y felicitaciones por el artículo
Manuel Mariño