Cooperativas: La otra realidad
REALIDAD COMPLEJA
Todos sabemos que estamos viviendo en una época de cambios vertiginosos y continuos.
Pero lo que parece evidente para muchos de los cooperativistas con los cuales nos reunimos en encuentros nacionales e internacionales, ¿es realmente así para todos los cooperativistas?
Me temo que no.
Para muchos cooperativistas en muchos países del mundo, incluyendo México, la realidad cotidiana es muy distinta de los temas que se abordan en las conversaciones o discusiones que se mantienen con los demás compañeros en estas reuniones, los que presentan los conferencistas que nos vienen a ilustrar sobre los distintos temas de su especialidad, o cuando leemos los libros de una muy rica bibliografía que se refieren a las últimas novedades de las tecnologías de la información y la comunicación y su impacto en la administración moderna, el acercamiento de las distancias entre la cúpula y la base en las corporaciones modernas, y por supuesto la cálida recomendación a las organizaciones de todo tipo –que para las cooperativas debería ser obvio al ser parte de su esencia- de abandonar el concepto de liderazgo vertical tradicional y la adopción del concepto de liderazgo participativo.
Todos estos conceptos, importantísimos en sí mismos, están dejando su huella en la forma de entender y analizar cualquier tipo de organización, pero desgraciadamente son prácticamente irrelevantes para un gran número de cooperativistas.
Los compañeros y compañeras en muchas cooperativas viven una realidad muy distinta.
Viven una realidad en la cual la supervivencia económica real, diaria, literal, es su prioridad principal. No están vinculados con otras estructuras cooperativas nacionales más grandes que los puedan asesorar, orientar, apoyar para mejorar su estructura, organización y funcionamiento. Están aislados del quehacer cooperativo más amplio. Sus vínculos se dan con personas, grupos y estructuras que se aprovechan de esa situación para mantenerlos en esa relación de control y supeditación. Al estar también geográficamente más o menos aislados, su situación se va repitiendo de generación en generación, y en definitiva las cosas son como son, porque así siempre fueron. Por supuesto las estructuras políticas locales o regionales aprovechan en su beneficio ese estado de cosas para promover el continuismo, la dependencia, el paternalismo. En esta situación están muchos grupos en muchas comunidades. Muchos de estos grupos son cooperativas, pero de tales tienen solamente el nombre.
Los temas tratados en reuniones nacionales e internacionales son sumamente importantes, pero éstos atañen solo a una parte, por cierto, muy significativa, del sector cooperativo. A la otra parte, a la que hacemos referencia en estas líneas, esos temas son casi irrelevantes. De la misma forma en que la desigualdad entre los sectores más ricos y los más pobres en todo el mundo se está agrandando más y más desde finales de los años ’70 y principios de los ‘80 hasta hoy día, de la misma forma aumenta la desigualdad entre las cooperativas que muy acertadamente se insertan en los procesos económicos y tecnológicos que caracterizan a lo que se conoce actualmente como la era del conocimiento, y las cooperativas de las que nunca hablamos, y que probablemente tampoco conocemos (ellas tampoco a nosotros). Éstas permanecen inalteradas, en el limbo, al margen de los procesos que afectan a una parte de la sociedad, pero no a ellas, y probablemente ni siquiera saben que estos procesos se están dando.
¿Cuál debe ser entonces nuestra posición? Cómo cooperativistas no solo conscientes de lo que pasa en nuestro derredor, sino que activamente participamos en muchos de estos procesos, ¿cuál debe ser nuestra actitud?, ¿nuestras decisiones deben verse influidas por esta situación?, ¿esta situación nos preocupa?, ¿en alguna asamblea general de una cooperativa, o en alguna sesión de su concejo de administración, se hace referencia a este tema?
Estas preguntas y muchas otras que se podrían plantear, ¿han sido consideradas en algún foro cooperativo, reunión, congreso, etc.?
El sexto principio cooperativo se refiere claramente a la cooperación entre cooperativas. ¿Lo estamos llevando a la práctica?
COMPARACIONES Y ANÁLISIS
Si bien en cada país hay realidades diferentes que responden a características nacionales específicas, vemos también ciertos procesos parecidos en grupos de países a diferencia de lo que pasa en otros grupos de países.
En términos generales en los países de Europa occidental (países nórdicos, Alemania, Francia, Inglaterra, España, Italia, entre otros), algunos de Asia (Japón, Corea del Sur), Oceanía (Australia, Nueva Zelanda) y América del Norte (Estados Unidos, Canadá), tenemos empresas de la economía social y un movimiento cooperativo fuerte, organizado, consolidado, con información fidedigna y accesible. En muchos de los países en vías de desarrollo y en las economías emergentes –no en todos- esta información es más dudosa, más escasa, menos confiable y en muchos casos el movimiento cooperativo además está fragmentado.
Antes de empezar a referirnos a ambos casos, quisiera hacer un planteamiento general: en términos generales vemos que en los países más desarrollados, hay un mayor nivel de educación; un mayor consenso respecto del modelo de nación, a pesar de todas las diferencias que pueden darse entre los distintos partidos políticos que compiten por el gobierno; mejores vías de comunicación; niveles de bancarización más amplios; muy amplios sectores de la población, si no todos, están conectados a la red eléctrica, y ésta es continua sin apagones continuos; bajos niveles de analfabetismo en la población en general y en la población cooperativa en particular; las diferencias sociales y económicas entre los sectores, si bien han aumentado en los últimos años, no llegan a los extremos de los países en vías de desarrollo. Es en esos países precisamente donde vemos un desarrollo más consolidado de la economía social y del cooperativismo. Es en esos países donde las empresas de la economía social –incluyendo las cooperativas por supuesto- están más pujantes, y hay un mayor reconocimiento público, mediático y político a su contribución al quehacer total de la sociedad y a su bienestar general. Ese reconocimiento lo vemos entre otros elementos a través de las leyes existentes, promulgadas por los parlamentos, que son la base de políticas públicas que promueven y fomentan el fortalecimiento de esas estructuras. Sirva como ejemplo las declaraciones hechas por el Presidente del Gobierno Español, Pedro Sánchez, el 1.7.23, al hacerse cargo de la Presidencia del Concejo de la Unión Europea por los próximos seis meses, que la economía social será una de sus principales prioridades.
Por otro lado, en los países en vías de desarrollo, y en las llamadas economías emergentes, si bien no presentan un cuadro homogéneo, las empresas de la economía social, incluyendo las cooperativas, presentan una situación menos alentadora. Entre otras características, y en términos generales, en estos países vemos niveles de educación y de salud inferiores (incluyendo por supuesto grandes sectores de la población rural y cooperativa rural); la concepción de un modelo de estado es más fragmentada; el tejido social está más fragmentado; las vías de comunicación son más escasas y de calidad mediocre, llegan a menos localidades y su estado de mantenimiento es en general de regular a malo, lo que implica que muchas comunidades están pobremente vinculadas con su entorno, lo que a su vez dificulta la relación, el comercio, la intercomunicación; comunidades no están vinculadas a la red eléctrica; el transporte público deja que desear; el nivel de analfabetismo es más elevado (particularmente en el sector rural); los porcentajes de población sin acceso a los servicios ofrecidos por la banca tradicional son altos. En América Latina el índice de desigualdad entre el sector más pudiente y el más débil es el más alto del mundo (Foro Económico Mundial, CEPAL, OXFAM). Es precisamente en este entorno donde vemos a las empresas de la economía social y a las cooperativas en una situación difícil. Existen leyes, como en el caso de México, donde se menciona específicamente en el artículo 25 Constitucional que la economía nacional está constituida por tres sectores: el público, el social y el privado. Pero el conocimiento y el reconocimiento que del sector social tienen tanto el sector público, el sector privado, así como los medios de comunicación y el medio político son nimios, por no decir nulos.
Al hacer generalizaciones amplias se incurre en inexactitudes. No en todos los países esta situación es la que prevalece. En Costa Rica y en Uruguay, en Argentina y en Brasil, por ejemplo, en comparación con otros países de la región, la realidad cooperativa es diferente. Asimismo, dentro de un país, la situación no siempre es homogénea: hay países donde un sector, en general el de ahorro y préstamo, es fuerte y está organizado adecuadamente -como es el caso de México- pero otros sectores lo están menos.
Son muchos los factores que inciden en esta situación. Sin pretender hacer un análisis exhaustivo propongo dividir el análisis en dos tipos de factores: los factores internos y los factores externos.
Por factores internos me refiero a la responsabilidad del propio movimiento cooperativo y a su “contribución” en la generación de la situación problemática en que se encuentran muchas de las cooperativas en varios países.
Por factores externos me refiero más que nada a la responsabilidad que le cabe al entorno político, los poderes ejecutivo y legislativo principalmente, y a los medios de comunicación, en la generación de la situación en que se encuentran la economía social en general y las cooperativas en particular, o al desconocimiento que en general se tiene de su esencia, su participación y contribución, la escasa trascendencia que se le da, así como la escasa legislación -y de calidad dudosa- y políticas públicas que no están orientadas a su desarrollo, fortalecimiento y promoción.
FACTORES INTERNOS
Al movimiento cooperativo le corresponde una parte considerable de responsabilidad en esta situación. Muchas veces vemos líderes cooperativos demasiado comprometidos con sus intereses personales en detrimento del movimiento que dicen representar. Están establecidos en zonas de comodidad desde hace mucho tiempo; tienen dificultades -no están interesados- en adaptarse a los cambios ideológicos, conceptuales, sociales, políticos y tecnológicos que se están dando en el mundo en los últimos treinta-cuarenta años; mantienen compromisos partidarios que impiden ver -o confunden- entre el beneficio del movimiento cooperativo y el vínculo y la dependencia con un partido político; mantienen cotos definidos de poder; adolecen de falta de una visión y misión de fortalecimiento del movimiento; no piensan con una perspectiva política de desarrollo cooperativo. La lista de debilidades puede ser muy larga.
Pero si agregamos estos factores a los que mencionábamos más arriba –deficiencias en el desarrollo, transporte, comunicación, educación, salud, bancarización, etc.- tenemos una situación en la cual se puede dar la “tormenta perfecta”: ideal para mantener en la cúpula del movimiento a personajes con grandes habilidades tácticas-operativas que les permite continuar en los cargos que ocupan, pero cuya preocupación principal no es el fortalecimiento del movimiento, sino manejar los hilos que les permite seguir donde están. Siguen manejando presupuestos, mantienen vínculos más o menos estables con algunos centros de poder político y económico, y siguen estando al frente de organizaciones que a veces no se sabe muy bien ni su tamaño, ni que es lo que realmente hacen, ni a quien representan, pero mantienen una fachada de “representatividad”: siguen siendo “presidentes”, participan en reuniones, y, en fin, “acá no pasa nada, todo está bien, todo sigue igual”.
Lo que está ocurriendo en nuestro derredor, la revolución tecnológica, la apertura y el flujo de la información, la utilización de las redes para difundir el quehacer del movimiento, tratar de llegar a más gente, como desarrollar nuevos campos de actividad cooperativa, como capacitar a nuestros socios en las nuevas realidades tecnológicas en las que ahora estamos viviendo, como posicionarnos como movimiento cooperativo en esta nueva realidad, como incrementar la influencia del movimiento en el poder legislativo, con el poder ejecutivo, en los medios de comunicación, en la opinión pública, todo eso es algo que no les preocupa. Les preocupa seguir manteniendo los mismos puestos y las mismas posiciones; crean a veces organizaciones de segundo o tercer nivel -con un viso de legalidad- que contribuyen en realidad a la fragmentación del movimiento, pero en realidad mantienen y tratan de fortalecer sus vínculos políticos personales para su beneficio individual, no para el desarrollo y fortalecimiento del cooperativismo.
Hay líderes más sofisticados: aprovechan la revolución tecnológica, utilizan las redes, quieren posicionar al movimiento de una forma que hace recordar el interés genuino de un cooperativista. Pero no confundirse: algunos de estos líderes lo hacen con la condición de que ellos estén “arriba”, puedan utilizar los presupuestos para distribuirlos de una forma que les permita aumentar su control sobre los grupos que reciben esos apoyos y de esa forma aumentar su influencia y dominio.
En fin, las variantes y las combinaciones pueden ser varias: en definitiva, a pesar de excelentes discursos o conferencias que muchos de estos personajes pueden dar, la realidad es que se necesita poco tiempo de contacto con ellos para ver su verdadera naturaleza: una cosa es declamar los valores y principios cooperativos, y otra muy distinta es comportarse de acuerdo a ellos, vivirlos.
Cuando las declaraciones son distintas de las intenciones, es difícil articular políticas comunes. Es difícil unir al movimiento cooperativo, es difícil generar consensos entre los líderes, y muchas veces cuando ya se consiguen, son efímeros o superficiales: dependiendo de cambios circunstanciales, o intereses momentáneos, lo acordado deja de tener vigencia.
Con esto no quiero decir que todos los líderes cooperativos son personas no creíbles o no confiables. De ninguna forma. Pero alcanza con que un número determinado de ellos tengan algunas o varias de estas características y sean lo suficientemente “representativos” para crear la “masa crítica” que dificulta, obstaculiza, o puede hacer fracasar los intentos de cohesionar al movimiento cooperativo que realizan otros líderes, sinceramente dedicados a fortalecerlo.
Si a esto le agregamos lo que presentábamos más arriba: rezagos serios en alfabetización y actividad educativa de todo tipo, dificultades de transporte y de comunicación, obstáculos geográficos, usos y costumbres muy arraigados en comunidades con un fuerte localismo, la inexistencia de servicios bancarios que puedan financiar proyectos productivos y educativos, a la par con la existencia de un sistema político y de intermediarios que aprovechan esa situación para generar una situación de dependencia entre unos y otros, asegurando la continuación de estructuras cuyo objetivo es asegurarse que no haya cambios, se mantenga y se conserve el estatus quo, obtenemos un círculo vicioso muy difícil de romper. En esta cadena, los eslabones están todos muy asegurados uno con otro. Es difícil encontrar el eslabón débil, para romperla.
No por eso debemos desistir en nuestro empeño. Es por eso precisamente que las cooperativas y sus líderes que están verdaderamente preocupados por la consolidación y fortalecimiento del movimiento cooperativo a nivel nacional, y la Alianza Cooperativa Internacional -a nivel internacional- deberían dedicarle más atención a esta situación que afecta a un número grande de seres humanos en muchos países. Si bien hay particularidades específicas en cada uno de ellos, se puede establecer algunas líneas comunes a todos, lo que facilitará el desarrollo de una estrategia continental, en el caso de América Latina, que podría transformarse en una estrategia mundial con las adecuaciones necesarias, pero tomando en cuenta que quizá puede haber muchos más elementos unificadores, que diferenciadores. De la misma forma que la Declaración 193 de la OIT, presenta recomendaciones para el fortalecimiento del cooperativismo en todo el mundo, la Alianza Cooperativa Internacional, fiel a sus principios y valores, debería tomar también como suyo este desafío estratégico. Profundizaremos más este punto al final cuando nos refiramos a las recomendaciones.
Por otro lado, están los líderes cooperativos que no pertenecen, ni se identifican, con las estructuras políticas partidarias tradicionales identificadas con el control político del estado, o sea con el gobierno. Estos líderes están identificados con otros partidos políticos, o ideologías políticas, que no participan en el gobierno y que de hecho se oponen a él. Por supuesto que es el derecho de todo ser humano a decidir con cuál ideología política se identifica, a qué partido político se afilia y a quien le otorga su voto. La dificultad surge cuando estas personas llevan a todo el grupo cooperativo a tener una afiliación o identificación partidaria.
Esto atenta contra la ideología cooperativa, sus principios y valores- que se expresan claramente en contra de la identificación partidaria del grupo, pues ésta desvirtúa la esencia de la actividad cooperativa al transformarla en proselitismo político. Las cooperativas son entes independientes -4to. Principio Cooperativo- y como tales sin afiliación política o partidaria. Eso no quiere decir que sus integrantes no tengan, individualmente, sus preferencias políticas y partidarias. Un cooperativista por su propia esencia es un ente profundamente político, pero a que partido votar es una decisión personal, no grupal. Como asociaciones tenemos que estar listos a mantener diálogos con todos los actores políticos desde una situación de independencia, y no dependientes de nuestras preferencias ideológicas. Tener como grupo una preferencia partidaria ya previamente asumida y reconocida nos limitará enormemente y acotará nuestra capacidad de interrelación y negociación con los otros sectores políticos.
También están las cooperativas y sus líderes que se dedican prácticamente en exclusividad al desarrollo y fortalecimiento de su actividad. Están “encerradas” -por decirlo de alguna forma- en su ocupación. Se dedican a su trabajo. Hacen todo lo necesario para fortalecer su posición financiera y mejorar su situación en el mercado. Esto es muy loable, pero hay que tener mucho cuidado: la dificultad que se suscita con esta postura es que al tener mucha atención y energía dedicada al quehacer técnico/profesional, se descuida –o hay menos energía disponible- a ver el resto de lo que debe ser el quehacer cooperativo en su totalidad. Puede quizá descuidarse el fortalecimiento cooperativo, la identidad cooperativa. Es difícil mantener el equilibrio adecuado entre el desarrollo social, el económico y el ambiental en una cooperativa, pero es parte de su esencia. Conviene recordar también el principio del vínculo, la colaboración y asistencia entre cooperativas para que el movimiento no se debilite (6to. Principio).
FACTORES EXTERNOS
Frente a esta situación de fragmentación del movimiento cooperativo en diferentes países, las instancias políticas en todos sus niveles, se ven enfrentadas a una difícil disyuntiva: ¿a quién escuchar?, ¿a quién hacerle caso?, ¿qué línea de acción tomar para fortalecer a las empresas de la economía social y a las cooperativas?
Conviene no olvidar que, en muchos países, tanto en el sector privado como en el público en general –incluyendo el político-, hay un desconocimiento profundo sobre todo lo que significa la economía social y el cooperativismo.
Son pocos los políticos a los cuales les interesa, o que tienen conocimientos sobre lo que implica la economía social y el cooperativismo. Muchos de ellos están de antemano comprometidos e identificados con la concepción del modelo económico neoliberal. O no les importa, o no saben, que actualmente muchas autoridades económicas internacionales, como por ejemplo los premios Nobel en Economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman, entre otros, además de instituciones como el Fondo Monetario Internacional, la CEPAL e instancias académicas entre otras, han declarado públicamente que el modelo neoliberal está exhausto, que no ha producido los resultados esperados y que es el responsable de los descalabros financieros que estamos viviendo en los últimos años. También es verdad que por ahora no existe un modelo aceptado como alternativa, que sirva como una recomendación que instituciones internacionales presenten como solución. Pero muchos políticos ni siquiera se plantean esta nueva realidad, no la reconocen, no se refieren a ella, y por lo tanto no buscan alternativas conceptuales sobre las cuales se pueden desarrollar modelos específicos que respondan a necesidades sentidas y realidades nacionales concretas.
Cuando la cultura política y económica predominante es la de preservar el poder y control de ciertos grupos a expensas de otros, el juego que se juega es el llamado de “suma cero”: lo que un grupo gana es lo que el otro grupo pierde. Por un lado, un grupo relativamente pequeño, pero muy bien organizado, los que manejan los hilos del poder económico, político y medios de comunicación -o están cerca de ellos-, y por el otro, el sector social, un grupo grande, numeroso, y en muchos casos mal organizado y fragmentado, lo que facilita que en este juego de suma cero sea el perdedor. Todos los que participan en el grupo de los ganadores reciben algo por supuesto. La división de las ganancias no es igualitaria, pero es lo suficientemente significativa para satisfacer a sus diversos integrantes. Estos esquemas no son estables: cada tanto se producen movimientos y acomodos internos, de tal forma que algunos integrantes van modificando su situación, algunos mejoran su participación y otros la disminuyen, pero mientras las cosas funcionan en forma más o menos aceptable, los acomodos y adecuaciones son movimientos internos que no afectan a la estructura del juego en su totalidad.
Algunos líderes cooperativos son parte de esa estructura. Aprovechan, disfrutan y reciben parte de los beneficios a cambio de que colaboren con ella y contribuyan a su mantenimiento. Su identificación no es hacia sus representados, los socios cooperativos y sus cooperativas, sino hacia los círculos de poder de los cuales ellos son socios menores, pero socios al fin.
Frente a esta situación, los gobiernos están en una situación delicada. Pueden por un lado aprovecharse de los grupos cooperativos con los cuales tienen vínculos tradicionales para seguir apoyándolos. Por otro lado, no pueden dejar de escuchar a los otros representantes cooperativos que también tienen sus demandas para presentar.
En el primer caso, estas cooperativas se transforman en grupos de apoyo político al partido en el poder. Se da una situación paradójica en la cual en vez de que el gobierno apoye y fomente al movimiento cooperativo, son estas cooperativas y sus líderes, qué sirviendo como grupo de mantenimiento a las estructuras tradicionales, apoyan al gobierno, sin conseguir apoyos para el movimiento en su totalidad. Los beneficiados son en definitiva los líderes cooperativos, y parcialmente las cooperativas por ellos lideradas, como ya explicamos más arriba, que obtienen algunos beneficios condicionados. Pero esto no significa fortalecimiento ni desarrollo, ni del movimiento ni de las propias cooperativas que esperan y dependen de las cuotas y beneficios negociados. Su significado para esas cooperativas, es aumento de la dependencia del gobierno, pérdida de independencia, tergiversación de los principios y valores cooperativos, debilitamiento continuo del movimiento y pérdida de credibilidad entre otros. Es por eso que en algunos países vemos que hay muchas cooperativas, algunas de ellas incluso fuertes, pero el movimiento cooperativo es débil.
En el segundo caso, el de los líderes cooperativos que no mantienen un vínculo de dependencia con el gobierno o con partidos políticos que integran el sistema político, hacen sus planteamientos y son escuchados, pero eso es todo. Eso no compromete a los políticos a tomar decisiones que fortalezcan al movimiento. Las decisiones que los parlamentarios o los gobernantes tomen están basadas en sus cálculos y la conveniencia política circunstancial. Como ya explicamos más arriba, el conocimiento del tema no los caracteriza. Sus compromisos están definidos de antemano con otros grupos, otros sectores y con sus propias cúpulas políticas. Por supuesto, eso no impide que escuchen las explicaciones, propuestas y demandas, pero están cumpliendo con una formalidad, nada más.
La propia división y fractura del movimiento cooperativo facilita a los legisladores y al ejecutivo ese posicionamiento: aprovechan esta situación pues al escuchar de los diversos grupos representativos cooperativos planteamientos diferentes, a veces hasta opuestos, deciden lo que a ellos les parece más adecuado. La fractura del movimiento cooperativo consigue lo impensable: siendo un movimiento grande, que incluye a muchas personas, nos vemos como si fuésemos pocos y no relevantes; a pesar de tener una representación fuerte en el sector de la producción y servicios, de cumplir una función importante en el ahorro y préstamo al ser los únicos que ofrecemos servicios financieros variados a núcleos importantes de población, la opinión generalizada sobre el movimiento es que se trata de un grupo de pobres que tienen la organización en cooperativas como única alternativa para la supervivencia. En el sector de consumo, por ejemplo, cooperativas en muchos países cumplen una importante función humanitaria, económica, social y ecológica al ofrecer productos que de otra forma personas no podrían adquirir, o tendrían que pagar un precio más elevado por él. Tienen además un importante objetivo formativo-educativo al tratar de educar al público a preocuparse por su salud alimentaria, al ingerir productos sanos, orgánicos, no tratados con agentes químicos dañinos, obligando a los productores a detallar características de lo que están ofreciendo. Esto a su vez cumple una importante función de sustentabilidad ambiental. Estas actividades son hoy día particularmente importantes en países desarrollados, que afortunadamente se están extendiendo a otras latitudes también. En este terreno, la realidad es muy diversa entre países.
RECOMENDACIONES
En ningún campo del quehacer humano, se encontrará una solución a un problema, si éste no fue previamente definido, reconocido como tal. Se dice que más importante que encontrar una buena respuesta, es enunciar la pregunta adecuada… Cuando estudiamos álgebra nos enseñan que el primer paso fundamental para resolver una ecuación, antes que nada, es plantearla correctamente.
Lo mismo aplica por supuesto en nuestro caso.
Tenemos que concientizarnos y reconocer que, en mayor o menor medida, en un gran número de países del mundo, el problema de un movimiento cooperativo no consolidado, la existencia de líderes no representativos que aprovechan para fines personales -o de otra índole- a los organismos cooperativos, existe, y es un flagelo. Esta situación afecta no solamente a los socios cooperativos que sufren directamente en carne propia las consecuencias, sino también a las demás cooperativas, qué si bien viven en su quehacer cotidiano una realidad distinta, se ven hoy día -y se verán en el futuro- afectadas por la dinámica política, económica, mediática y comunicacional que se genera, como traté de explicar en las líneas anteriores.
De la misma forma que dividimos previamente nuestro análisis en factores internos y factores externos para realizar nuestras observaciones, aplicaremos ahora la misma metodología y dividiremos también nuestras recomendaciones en internas (que tienen que surgir dentro del movimiento cooperativo en cada país) y externas (acciones que deben darse fuera del ámbito de las cooperativas), legislación y políticas públicas, (éstas, por ejemplo, pueden ser el resultado de iniciativas cooperativas). En este aspecto, a los movimientos cooperativos nacionales, les cabe un rol preponderante. Existe otra posibilidad, que empieza tener más presencia últimamente: las declaraciones hechas por políticos en ese sentido. Como ejemplo, las declaraciones del Presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, que mencionábamos antes, o las palabras pronunciadas por el Presidente de Colombia, Gustavo Petro, en la Clausura de la Asamblea Nacional de Economía Solidaria, Popular y Comunitaria, el 19.7.23, en Neiva, Huila.
FACTORES INTERNOS
Las organizaciones cooperativas, así sean éstas de base, o representen a organizaciones de segundo, tercer o cuarto nivel -de acuerdo a las leyes y a las normas de cada país- deben reconocer el momento histórico en el que estamos viviendo actualmente. Es un momento de transición importante, tanto a nivel conceptual como práctico: el movimiento cooperativo tiene la posibilidad de influir en el desarrollo económico y social sostenible de mucha gente en muchos países, presentando la opción de que otro mundo es posible. No estamos presentando un nuevo partido político. Estamos hablando de la opción de organizar la producción, el mercadeo, el financiamiento de proyectos, la organización comunitaria -que implica salud, educación, infraestructura, entre otros- bajo un marco diferente. No implica la sustitución de un modelo por otro. No estamos hablando de revolución. Estamos hablando de favorecer la aparición de más opciones. Éstas no solo deben provenir de las grandes instituciones ya existentes como las grandes corporaciones que conocemos. Pueden surgir iniciativas desde “abajo”, por grupos de personas que quieren tomar su destino en sus manos. A estos grupos hay que apoyarlos con capacitación, financiamiento, la posibilidad que entre cooperativas se puedan financiar proyectos productivos y de otra índole, redes de mercadeo y mercadeo entre cooperativas. Tenemos que promover los cambios en las leyes que nos faciliten el desarrollo de iniciativas propias, la innovación, el apoyo mutuo y la búsqueda de soluciones a las situaciones específicas de nuestro sector: debemos ser capaces de contribuir a impulsar y financiar nuestro propio desarrollo (en México la ley actual lo impide). Somos por un lado empresarios privados, pero no el típico empresario privado que la ley conoce y reglamenta. Somos en realidad empresarios sociales, y para ellos no existe una ley que los defina. De ahí la importancia de promover un código cooperativo, como hay un código comercial, penal, etc.
No es casualidad que no hay actividad humana que no esté representada por una cooperativa en algún país del mundo. Muchas veces estas cooperativas son instituciones muy grandes con una actividad financiera y de impacto social muy amplio, que surgieron por iniciativa propia.
Todo esto, y mucho más, es posible conseguir en cualquier país con una condición: que el movimiento cooperativo empiece a tomar conciencia que es un movimiento, no distintas cooperativas, cada una preocupándose -con una visión estrecha- de su quehacer exclusivamente. Si bien el fortalecimiento de una cooperativa es condición necesaria, y el fortalecimiento del sector a la que la cooperativa pertenece es muy importante, no es suficiente: las cooperativas .y las estructuras de segundo y tercer grado que se creen- deben ampliar su visión, colaborar y preocuparse por el fortalecimiento de todo el movimiento cooperativo nacional y el internacional.
En esa etapa, a los líderes cooperativos sectoriales nacionales les cabe una tarea transcendental. Son ellos los que deberán orientar la actividad en aras de la unidad. Hay que tomar en cuenta que se estarán enfrentando con muchos elementos dentro del movimiento cooperativo -como ya explicamos antes- que no están interesados en fortalecer ese proceso. En cada lugar, las estrategias deberán ser adecuadas y diferentes entre ellas, pero el objetivo es el mismo: consolidar y fortalecer el movimiento. Esto no se hará de un día para el otro. Llevará tiempo, pero lo antes que empecemos, antes llegaremos a la meta.
Esta labor es responsabilidad exclusiva de los cooperativistas. Nadie lo hará en nuestro lugar. Nosotros conocemos las entrañas del movimiento. Nosotros conocemos sus debilidades y sus fortalezas. Nosotros también conocemos las amenazas y las oportunidades. Planteándolas con franqueza, con apertura, pero con mente abierta, dispuesta a revisar diferentes opciones, encontraremos las alternativas y caminos que nos permitan llegar a la unidad.
Pero tenemos que recordar que nuestra responsabilidad y nuestro trabajo debemos desarrollarlo en dos sentidos:
- Trabajar con las cúpulas de las distintas organizaciones cooperativas para consolidar un frente que presentemos a los otros sectores como el político, el empresarial, el de los medios, y a través de éste empezar a posicionarnos en la opinión pública, como una opción empresarial social y económica real atractiva, con el componente de la sustentabilidad, que actualmente cada día más aumenta su aceptación, y simultáneamente,
- Dedicar mucha atención a las cooperativas alejadas, olvidadas, las que no son tomadas en cuenta, porque no las conocemos, porque no tenemos contacto con ellas, pero que existen, están ahí. Con estos grupos se pueden desarrollar muchos proyectos productivos, educativos, de comercialización, de transporte, de almacenamiento, formación de cadenas de integración horizontal, no solo vertical, promoción y desarrollo de mercadeo entre las cooperativas.
En fin, las opciones son múltiples, pero hay que reconocer el desafío y enfrentarse a él.
FACTORES EXTERNOS
Teniendo la carta de la unidad en nuestra mano, así ya se haya conseguido, o esté ya en una fase más o menos avanzada, nos podremos presentar frente a los círculos a los cuales queremos llegar con otro discurso, ya consolidado, con otra presentación.
Este discurso, basado en la independencia del movimiento cooperativo, y contando con información fidedigna que permita medir la fuerza económica y la contribución social y ambiental que representa, despertará interés y respeto.
Desde esta posición será posible elaborar leyes –en base a propuestas que elaboremos- que estén diseñadas para el posicionamiento, desarrollo, fortalecimiento y promoción del movimiento cooperativo, no solo para determinar su estructura, o facilitar su control. Aumentará la posibilidad de desarrollar el derecho cooperativo, para no seguir incluidos en el derecho comercial, como ocurre en México. Podremos preparar una propuesta de ley de economía social y solidaria que esté diseñada también para su desarrollo y fortalecimiento. Si bien ya hay varios países en el continente americano que cuentan con estas leyes -y que pueden ser mejoradas-, hay otros que no las tienen.
De la misma forma como en muchos países distintos grupos del sector privado tienen sus cámaras que representan intereses gremiales muy específicos, y que consiguen un impacto e influencia política y mediática considerable, también el movimiento cooperativo puede -y debe- organizarse para estar en una situación semejante. Sería una excelente oportunidad para ejercer un cabildeo homogéneo e integral a las necesidades de todo el movimiento, respetando por supuesto, y enfatizando, necesidades específicas de tal o cual sector cooperativo. Esta es la función que en México debería cumplir el Concejo Superior del Cooperativismo.
Esto facilitaría al movimiento no solo promover al cooperativismo en su totalidad -con las particularidades de cada uno de los sectores que lo integran- sino también llamar la atención para considerar las situaciones muy especiales en que se encuentran las cooperativas más alejadas, más aisladas, más desconectadas. Cuando los medios políticos y los medios de comunicación masiva comiencen a considerar la importancia, la trascendencia y las posibilidades del movimiento cooperativo, esto tendrá también sus consecuencias a nivel estatal, regional y local. Como ya dijimos más arriba, esto no se dará de un día para otro. Es un proceso al que hay que abocarse desde ahora con una visión estratégica de largo alcance y crear las estructuras y la planificación que nos permita alcanzarla.
La Alianza Cooperativa Internacional deberá jugar un papel muy importante en este proceso.
Si bien es muy difícil para un organismo internacional inmiscuirse o tomar partido en situaciones relevantes al quehacer interno de países, se pueden aprovechar los encuentros regionales y continentales para analizar, estudiar, definir estrategias, hacer posicionamientos, y elaborar resolutivos que fomenten, resalten la importancia y encaminen los esfuerzos de organizaciones cooperativas en la dirección de la consolidación de un movimiento cooperativo nacional. En el continente americano existe el PARLATINO, la reunión de parlamentarios americanos interesados en el tema del cooperativismo. En las Conferencias Regionales, así como en las Cumbres, que organiza Cooperativas de las Américas, se llevan a cabo encuentros con los legisladores. El tema del modelo cooperativo, la importancia de las empresas de la economía social y el apoyo requerido por parte de los parlamentos se presenta y se explica. Será muy importante darle un seguimiento muy puntual con todos los legisladores identificados como convencidos del tema para continuar presentándoles material informativo relevante, no solo durante los encuentros. Simultáneamente los movimientos nacionales continuarán desarrollando y fortaleciendo estos vínculos. Es importante aumentar el compromiso de los legisladores con el tema, para que los resolutivos no se queden en meras declaraciones.
Lo que quiero recalcar es que este trabajo político se debe llevar a cabo no solo por tal o cual organización cooperativa afiliada a la ACI, sino a nombre de todo el movimiento cooperativo nacional en los países.
CONCLUSIONES FINALES
Si bien hay que considerar para el fortalecimiento del movimiento cooperativo muchos factores sobre los cuales no tenemos control, hay varios factores sobre los cuales tenemos control y somos los únicos responsables por ellos. Sobre esos factores es que propongo comenzar a desarrollar nuestro trabajo con una planificación muy definida pero muy flexible, y por sobre todo con mucho convencimiento, dedicación y entusiasmo. En la planificación habrá errores o cosas que no fueron tomadas en cuenta. Serán corregidas y adecuadas. Pero para llevar a cabo todo eso tenemos que disponer de una energía y dedicación al tema que solo el convencimiento y el entusiasmo pueden conseguir.
Manos a la obra que el tiempo apremia. Cuando antes comencemos, antes se verán los resultados.